Вы находитесь на странице: 1из 4

Richard Martin Vs.

Susana Villarán ó
Chavez Tamariz Vs Chavez Tamariz

Augusto Linares Muñoz1


Huber Huayllani Vargas2

Para no hacer larga nuestra respuesta comenzamos con ella, creemos


firmemente que el Tercer Juzgado de Investigación Preparatoria Nacional
Permanente Especializado en Delitos de Corrupción de Funcionarios ha emitido
dos resoluciones contradictorias entre ellas, la primera de fecha 14 de abril del
2020 declarando fundado en parte el pedido de cese de prisión preventiva en
favor del investigado Richard Martin Tirado (Exp. 029-2017); y la segunda 05 días
después, rechazando el pedido de cese de prisión preventiva solicitado por la
defensa de la Sra. Susana Villarán de la Puente (Exp. 036-2017), ambas
enmarcadas en el mismo contexto del peligro a la vida de los internos ante el
peligro y/o riesgo de contagio del COVID-19.

Para mayor detalle, recordamos que las enfermedades en ambos casos son
preexistentes. En el caso del Sr. Martín Tirado (55 años) fueron hipertensión
arterial, diabetes y depresión, estas tres enfermedades corroboradas a través de
un Informe Médico de la Clínica San Felipe de fecha 14 de noviembre de 2019.
En el caso de la Sra. Villarán de la Puente (70 años), la enfermedad de lupus
eritematoso e hipertensión arterial sustentado con las Historias Clínicas del
Centro de Atención Primaria II de Lurín, Red Prestacional Rebagliati.

1
Abogado penalista. Socio del Estudio Linares Abogados
2
Abogado penalista del Estudio Linares Abogados
Más allá de exquisiteces doctrinarias y jurisprudenciales, el Juez Chávez
Tamariz sustentó sus resoluciones en base a principios, valores y normas
reguladoras no solo del derecho procesal penal, sino también del Derecho
Constitucional y algunos antecedentes de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos -CIDH- con la finalidad de realizar un juicio de ponderación en un grado
mayor o menor de la afectación de los bienes jurídicos en conflicto según la
fórmula de pesos y el Principio de Proporcionalidad.

De este modo, sometió a compulsa dos Derechos Constitucionales, el Derecho


a la Vida y el Derecho de Seguridad Pública y es en este punto donde -
pensamos- hizo una indebida diferencia, privilegiando en argumentos a uno en
detrimento de la otra, concretamente nos referimos al análisis sobre el peligro a
la vida de los investigados ante el riesgo de contagio del COVID-19 y sobre la
responsabilidad del Estado en salvaguarda de la vida, salud e integridad de los
internos.

Nos explicamos, en el caso del investigado Richard Martin Tirado, el juzgado


reconoció expresamente como nuevo elemento la combinación del riesgo de
contagio del COVD-19 con la enfermedad que padecía el investigado, o mejor y
en términos de la propia resolución de cese de prisión: “Informe Médico de la
Clínica San Felipe es de fecha 14 de noviembre del 2019, presentada por el abogado
defensor, constituye información básica que no se valoró según se tiene en las líneas
argumentativas de las decisiones judiciales de primera y segunda, que habilita a
considerarlo en esta ocasión, asimismo su trato no puede ser asumido de modo aislado,
distinto e inocuo del riesgo a la salud por el contagio de la enfermedad infecciosa(...).
Es decir, el Juzgado comprende en su análisis la necesidad e importancia de
valorar conjuntamente la enfermedad preexistente del investigado con el peligro
a su salud ante el posible contagio del COVD-19. (El resaltado es nuestro)

Este mismo argumento es incluso replicado en otro extremo de la resolución,


pues cuando analiza la ponderación de bienes jurídicos en conflicto y hace
referencia al Derecho a la Salud, textualmente señala: “(...) la enfermedad
preexistente antes citada aunado al foco de contagio de enfermedades infecciosas en
los centros penitenciarios a nivel nacional que constituye un hecho notorio (...)”

Sin embargo, inequitativamente omitió este criterio en la resolución que rechazó


el cese de prisión de preventiva de la Sra. Villarán de la Puente, y es que
fundamentó el rechazo señalando que la enfermedad de dicha investigada no
era calificada por la Organización Mundial de la Salud -OMS- como grave, por
tanto el pedido de la defensa no traía al incidente ningún elemento nuevo que
modifique la intensidad del grado de afectación al Derecho a la Vida, por lo que
en aplicación a la fórmula de pesos, el derecho a la Seguridad Pública seguía
teniendo prevalencia frente al de Derecho a la Vida de la investigada. Pero
¿Dónde quedó en el análisis el “elemento nuevo” del riesgo a la salud por el
contagio de la enfermedad infecciosa?

Es cierto, en el segundo caso la resolución ya no hace referencia a la necesidad


de vincular la enfermedad preexistente de la investigada con el foco de contagio
de enfermedades infecciosas en los centros penitenciarios a nivel nacional que
constituye un hecho notorio. Por el contrario, marcando distancia del primer caso,
señala que el pedido de cese de prisión en favor de la Sra. Villarán de la Puente
no introduce elementos de convicción nuevos a la investigación, pues ninguna
de las enfermedades presentadas por su defensa son consideradas graves.

Esta diferencia en el análisis nos genera los siguientes comentarios:

• No se entiende por qué razón el Juzgado, en el caso del Sr. Martin Tirado
sí utilizó la combinación de enfermedad preexistente + riesgo de contagio
con el COVID-19 para graduar positivamente la intensidad del peligro a la
salud del interno y compulsar el Derecho a la Vida y luego en el caso de
la Sra. Villarán de la Puente no, únicamente se limitó a afirmar que como
ninguna de sus enfermedades son catalogadas como graves, entonces
no incrementan la intensidad de peligro; ¿se olvidó en este caso del
peligro a la salud que genera la combinación de la enfermedad
preexistente con el riesgo de contagio de la nueva enfermedad infecciosa
para compulsar finalmente el Derecho a la vida?

• Es evidente que el “peligro a la vida” por el riesgo de contagio de la


enfermedad infecciosa era justamente el elemento nuevo que traían ambas
defensas como sustento, pero solo en uno de los casos prosperó, en el
otro no fue tomado en cuenta. Recordemos que la hipertensión arterial
por sí sola no fue el argumento para solicitar el cese de la prisión
preventiva, sino que ella, en combinación con el contagio de la
enfermedad COVID-19 era potencialmente mortal. Esto, sin perjuicio de
lo señalado por el Decreto 139-2020-MINSA, que califica como población
vulnerable (por el peligro a la vida) a las personas que sufren de
hipertensión arterial y los mayores de 60 años.

• Otro aspecto no menor, es que las enfermedades preexistentes de ambos


investigados no pudieron haber sido un elemento de convicción nuevo,
pues, justamente, ambas existían mucho antes a la orden de prisión
impuesta en su contra. Esto confirma que el elemento nuevo a reevaluar
por el Juzgado no era la salud preexistente, sino que dicha condición lo
pone en una situación de peligro a la vida por el riesgo de contagio de la
enfermedad infecciosa.

• Sin perjuicio, es necesario precisar que aun cuando el Juez evalúa la


enfermedad de hipertensión arterial (enfermedad preexistente) creemos
que no debió ser medido con la misma intensidad o peso de afectación en
dos personas diferentes, debido a la presencia de factores individuales de
evaluación como son la edad, el tiempo del padecimiento de la
enfermedad o la presencia de otra enfermedad, entre otros factores
propios de cada persona. Así, puede verse que uno de los fundamentos
en la defensa de la señora Villarán fue que la enfermedad de hipertensión
arterial constituye una de gravedad debido a sus condiciones
psicosomáticas y no en base a una rígida descripción realizada por la
Organización Mundial de la Salud -OMS-, más aún, si la propia OMS viene
señalando que una de las enfermedades vulnerables para la vida por el
COVID-19 son los problemas cardiovasculares, entre ellos la Hipertensión
Arterial.
Cuestionamiento aparte merece la valoración de la prevalencia del derecho a la
seguridad pública (Art. 44° de la Constitución Política) que hace el juez frente al
derecho a la vida y la salud de una persona que está privada de su libertad. Al
respecto, el juzgado considera que una imputación penal por delito de cohecho
pasivo específico en el marco de criminalidad organizada es menos gravosa que
una imputación penal por lavado de activos en el marco de una organización
criminal de la cara al interés público y de la sociedad.

Sin embargo, esta forma de análisis no es coherente debido a que ambas


imputaciones penales están directamente vinculadas a la criminalidad
organizada transnacional de la empresa brasileña Odebrecht; uno
por favorecerlo en laudos arbitrales (Caso Martín Tirado) y la otra por recibir
dinero maculado para campañas electorales (Caso Susana Villarán).

Por otra parte, también valora diferente la etapa procesal en los dos casos. Así,
en la resolución de cese de prisión preventiva de Martín Tirado textualmente
señala: “… se concluye que el grado de afectación a la salud-vida es de mayor
intensidad de cara al daño Estatal que aún está sujeto a investigación, pues no existe
sentencia firme”; valorando además a favor del investigado que había cumplido ⅓
del plazo de la prisión impuesta en su contra, sin embargo este mismo análisis
no realizó para valorar el pedido de cese de prisión de Villarán de la Puente,
pues no solo no se pronunció sobre el cumplimiento de un poco más de la mitad
del plazo de reclusión, sino que tampoco consideró que esta también se
encuentra en etapa de investigación preparatoria (proceso penal no concluido o
definido).

Finalmente, otro aspecto es la atribución de responsabilidad de cuidado que


discriminatoriamente imputa al INPE en una resolución en detrimento de la otra,
pues en el caso del investigado Martin Tirado, para sustentar el cese de su
prisión preventiva, reconoce las dificultades del INPE en el control del cuidado
de la enfermedad, haciendo expresa alusión al Decreto Legislativo 1459 que
vincula el hacinamiento de los penales al riesgo de contagio y propagación de la
enfermedad contagiosa, sin embargo, cuando sustenta el rechazo del cese de
prisión de la Sra. Villarán de la Puente, cambia el discurso y amparado en
normas nacionales y tratados internacionales señala que el Estado, en este caso,
también a través del INPE, es responsable de adecuar las medidas de protección
a la Vida y Salud de los reclusos a su cargo.

Evidentemente, no hemos recogido la totalidad de cuestionamientos y


contradicciones que hallamos entre ambas resoluciones, de hecho la elección
de estas fueron absolutamente coyunturales, pues el verdadero motivo de este
comentario es revelar las dificultades y vicisitudes por las que ocasionalmente
atravesamos los litigantes para intentar establecer una estrategia legal en un
sistema judicial que no siempre ofrece seguridad jurídica por falta de
predictibilidad.

Вам также может понравиться