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Glifford Geertz

Reflexiones antropológicas
sobre temas filosóficos

\il» ,PtJ?,§§"..,.,,."
Los capítulos del presente volumen se han extraído de Available Light, publicado en inglés'
en 2000, por Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey

Traducción de Nicolás Sánchez Durá y Gloria Llorens

Cubierta de Mario Eskenazi

Ouedan rigurosamentê prchlbidas,


srn la aúoriáción drita de los litular€s del copyíght, balo lÃ
sânciones establ@id$ en las leyes, la rêprcducción total o parcial de esta obra por cualquler medio
prcedimienlo, comprendidos lâ reprograÍta y
o ollratamiento inÍomático, y la dislílbución
de ejemplares de ella medaantê alquiler o préstamo públicos

O 2000 by Princeton University Press


O 2002 de la traducción, Nicolás Sánchez Durá y Gloria Llorens
@ 2002 de todas las ediciones en castellano,
Ediciones Paidós lbérica, S.4.,
Mariano Cubí, 92 - O8O21 Barcelona
y Editorial Paidós, SAICF,
DeÍensa, 599 - Buenos Aires
http://www. paidos.com

ISBN: 84-493-1 1 74-8


Depósito legal: B. 3 1.070/2002

lmpreso en Novagràfik, S.L.


Vivaldi, 5 - 08110 Montcada i Reixac (Barcelona)

lmpreso en Espaõa - Printed in Spain


Albert Hirscbman
Para Joan Scott,
y Micbael Walzer, colegds
SUMARIO

Prefacio t1
Agradecimientos . 19

t. Paso y accidente: una vida de aprendizaje . . 2l


Obertura 2I
La butbuja 22
tema
Cambiando de )1.
A la espera 41
2. El estado de la cuestión . . . . 4)
Zigzag 4)
Cultura de guerra 54
Un pasatiempo profundo 66

extranamlento: Taylor y
las ciencias naturales ll)
4. El legado de Thomas Kuhn: el texto apropiado
en el momento justo B5
5. Una pizca de destino: la religión como experiencia,
significado, identidad, poder 145
6. Acta del desequilibrio: la psicología cultural de
Jerome Bruner 17 7
7 Cultura, mente, cerebro/cerebro, mente, cultura . . . . 191
10 neprpxtoNES ANTRoPoTÓctc'ts soBRE TEMAS FILosÓFlcos

8. El mundo en pedazos: cultura y política en el fin


de siglo
2t\
El mundo en Pedazos
2rt
228
iQué es un País si no es una nación?
;Qué es una cultura si no es un consenso? ' ' ' " ''" 249

269
Índice analítico y de nombres
Pnsr.ecro

Como corresponde a dos disciplinas, ninguna claramente


definida, que se dedican alatotalidad de la vida y el pensa-
miento humanos, la antropolo gía y la filosofía muestran cierta
desconfianza mutua. La ansiedad que resulta de la combina-
ción de una identidad académica difusa y miscelánea y de la
ambición por conectarlo todo con todo de tal
-accediendo
modo a lo más profundo de las cosas- hace que ambas se
muestren inseguras cuando se tratâ de ver lo que cada una de
ellas debe hacer. No es que sus límites se solapen, sino que ape-
nas pueden tÍerzarse con fitmeza; ni que sus inteteses diverian,
sino que nada, apatentemente, es ajeno a ninguna de ellas.
Mâs allâde su rivalidad, normalmente oblicua e implícita,
por decir la primera y última palabra, los dos câmpos compar-
ten otrâs catactetísticas que obstaculizan sus relaciones y hacen
que la cooperación entre ellas sea innecesariamente difícil. Más
especialmente, ambas son porosâs y frágiles, ambas están ase-
diadas y corren cierto riesgo. En la actualidad, se ven invadidas
y perturbadas a menudo por intrusos que reivindican hacer su
trabajo de un modo más efectivo que la antropología y la filoso-
fía mismas, atrapadas como están en una tigidez insustancial.
Paralafilosofía se trâta de una üeja historia.En ella sus pro-
tectorados y principados física, biología, psico-
-matemáticas,
logía, con posterioridad incluso lalógica y la epistemología-
12 REFLEXIONES ANTROPOLÓGICAS SOBRE TEMAS FILOSÓFICOS

han ido sucesivâmente desgajándose para convertirse en ciencias


especiales independientes con autogobierno. Para la antropolo-
gía esta contracción de su dominio bajo la presión separatista es
más rebiente y menos ordenada, pero no menos grave. Habién-
dose labrado, a partir de la mitad del siglo xlx, un especial es-
pacio propio como estudio de la cultura, <<ese todo complejo
que incluye [...] creencias, moral, leyes, costumbres [...] ad-
quiridas por un ser humano en tanto que miembto de una so-
ciedad» se halla ahora antevarias disciplinas y semidisciplinas
tardíamente ingeniadas y ânte sociedades uniformadas (estu-
dios de género, sobre las ciencias, queer studies, estudios sobre
los medios de comunicación, estudios étnicos, poscoloniales,
agrupados de manera flexible como, ahí va el insulto final, ,.es-
tudios culturales»), que abarrotan un espacio que con tanto
esmero y coraje la antropolo giahabía desbrozado y comenzado
a roturar. Bien como tn holding antiguo y honorable cuyas
propiedades y honor lentamente se le escapan de las manos,
bien como unâ gran aventura intelectual que intrusos, advene-
dizos y parásitos han echado a perder, la sensación de dispet-
sión y disolución, de «final de los ismos>>, crece por momentos;
una situación particularmente nada feliz parula interacción ge-
nerosa y la combinación de fuezas.
Con todo, merece la pena el intento. No es sólo que los mie-
dos se hayan exagerado y las sospechas sean infundadas (nin-
gún campo va a desaparecer por el momento y su oposición,
por lo que respecta a su estilo y carácte; es menor de la que sus
más imponentes campeones gustan de imaginar), sino que los
agitados e impenetrables mares posmodernos que ahora tien-
den a surcar hacen que, cada vez más, unos y otros se necesiten
activamente. El fin de cada empresa no está próximo. Pero Ia
falta de rurnbo, un deambular desconcertado en busca de cli-
rección y fundamento, sí.
Mi propio interés por efectuar una conexión o por fortale-
cerla o, si pienso en Montaigne o Montesquieu, talvez por re-
PR[,FÂcIo l)

vivir una no deriva de interés alguno por alterar mi identidad


profesional, en la que me siento tan â gusto como puede espe-
rarse tras cincuenta afros luchando por establecerla, ni por ex-
tenderla a algúntipo de pensador sin cartera de alto nivel. Soy
etnógrafo y un r sobre etnografíade principio a fin; y no
hago sistemas. probablemente esté relacionado, de un
modo u otro, con el hecho de que, como explico en el primer
capítulo, empecé <<en aun cuando la abandoné tras
un periodo de tiempo mente corto para [4,cer, pensé,
de la variedad del mundo la base directa de mi pensamiento'

dos, y espero que de un modo más sustancial, en mi trabajo so-


bre la religión iavanesa,los estados balineses y los bazares
marroquíes, sobre la modernización, el islam, el parentesco, el
derecho, el arte y la etnicidad. Y son estas preocupaciones y es-
tos temas los que se reflejan, un poco más explícitamente, en
las <<reflexiones>> aquí reunidas.
Paradójicamente, relacionar el tipo de trabajo que yo hago
las singularidades de los modos de üda de otros
-desentrafiar
pueblos- con el que hacen los filósofos que a mí me interesan
----cxaminar el alcance y la estructura de la experiencia humana y
su sentido- es unâ tarea mucho más sencilla hoy de lo que lo era
a finales de los cuarenta cuando me imaginaba volcado en una câ-
rrera filosófica. A mi juicio, ello es debido al hecho de que haha-
bido, desde entonces, un cambio importante en el modo en el
s la mayoría de su
ha sido en un ar-
e aquellos que, las
respuestas a nuestrâs preguntâs más generales qué?, icó-
-ipof
mo?, iqué?, ;adónde?-, en la medida en que haya respuestas,
han de encontrarse en el fino detalle de la üda en úvo.
14 rr.rlr,xtoNE,s ANTROPoLoGICAS soBRE TEMAS FILosoF-ICOS

vaciones>>, <<Ocasiones>>, <<Diarios>> y <Z,ettel>> que se rescâtaron


àe suNacbla-çs durante las siguientes décadas, tuvieron un enor-

al cabo,han dicho 1o que nosotros creíamos tener en la punta


de la lengua pero éramos incapaces de expresar, aquellos que
puri.ron .n palabras lo que para nosotros eran sólo formula-
ciones incoativas, tendencias e impulsos de la mente, en ese ca-
\X/ittgenstein como
so me congratula enormemente reconocer a
mi maestró. O uno de ellos, al menos. Que él me devolviera el
favor y me reconociera su discípulo es, en efecto, algo más que
improbable; no le agradaba pensâr que se le comprendía o que se
estaba de acuerdo con é1.
Sea como fuere, su ataque a la idea de un lenguaje privado,
que ela cabeza a la es-
í.ru oción de iuego del
leng era de considerar-
lo una vez entendido como un conjunto de prácticas, y su pro-
PREFACIo 1,

antropológico que yo, y otros como yo, practicamos. Es cierto


que no estaban diseãados pâra eso, ni tampoco otras ideas con-
tiguas y sus corolarios una regl»>, <<no pfeguntes por
-<<seguir
el significado, pregunta por el usorr, .,todâ una nube de filoso-
fía condensada en una gota de gramática>>, <<decir y mostrar>>,
<<aires de familia», <<estar cautivos de una imagen>>, <<ver cómo>>,
.<vuelta al terreno áspero>>, <<ciego para un aspecto>>-, slno que
eran parte de una despiadada y demoledora ctitica de la filoso-
fía. Con todo, una crítica de la filosofía que más bien reducía la
brecha ente ella e ir por el mundo intentando descubrir cómo
en medio del intercambio de palabras la gente de
-grupos
gente, individuos, la gente como un todo- traba una voz dis-
tinta y abiganada.
El modo en el que la brecha fue reducid a, o tal vez sólo lo-
calizaday descrita,lo sugiere una de las fórmulas mencionadas
más sugerentes para un antropólogo en pleno trabajo: «lVuel-
ta al terreno áspero!>>. <<Vamos apataÍ
\ü/ittgenstein- a
-dice
terreno helado donde faltalafricción y así las condiciones son
en cierto sentido ideales, pero también por eso no podemos
avanzat. Queremos avanzaÍ, por ello necesitamos la fricción.
lVuelta al terreno áspero!» (IF, 107). Laidea de que la antro-
pología (aunque, efectivamente, no sólo la antropología) ex-
pt"tr.l áspero terreno donde le es posible al pensamiento, al
de V/ittgenstein o al de cualquier otro, ponerse en movimiento
es para mí no sólo una idea atrayente en sí misma; es la idea,
borrosa y sin formular, que me condujo como primer paso a
emigrar al campo, en los dos sentidos de <.campo>>. Cansado de
deslizarme por las gélidas corrientes kantianas, hegelianas o
cartesianas, yo quería caminar.
O ir de un lado paÍa oúo. Moviéndose entre lugares y gen-
tes, buscando infatigablemente contrastes y constantes pârâ
cualquier intuición que pudieran aportar sobre cualquier enig-
ma que surgiera, uno decanta no tanto una postura, una visión es-
table y acumulativa de una cantidad fiia de temas, sino más bien
16 nsrlsxroNEs ANTRopoLócICAS soBRE TEMÂs rtrosóptcos

una serie de posicionamientos: variados argumentos para varia-


dos fines. Esto aporta mucha confusión e incertidumbre, quizâ
demasiada. Pero también en este punto seguimos a lil/ittgens-
tein: podemos preguntarnos, dice, <<"ies un concepto borroso
un concepto?" una fotografía confusa una imagen de una
-dEr
persona? iPuede siempre reemplazarse con ventaja una ima-
gen confusa por una nítida? lNo es a menudo la confusa la que
justamente necesitamos?» (IF, 7 1).
Lo sea o no, y sea quien sea ese <<nosotros>>, 1o que sigue es
un coniunto diverso y sólo parcialmente ordenado de comen-
tarios, ejemplos, críticas, reflexiones, evaluaciones e investiga-
ciones que tienen que ver con temâs y personâs ---<<relatiüsmo>>,
<<mente>>, <<conocimiento>>, <<yoidad>>, Taylor, Rorty, Kuhn, Ja-
que, al menos, podrían considerarse <<filosóficos>r. Tras
un capítulo inicial más o menos introductorio que reúsa el erran-
te âvance de mi carrera profesional, preparado para el ciclo
«Una vida de aprendizajo> en la Ametican Council of Learned
Society, el capítulo <<El estado de la cuestión>> recoge cinco sec-
ciones improvisadas sobre controversias morales y epistemoló-
gicas actuales en, y en torno a, la antropología. Le siguen unas
consideraciones más sistemáticas sobre el trabajo de Charles
Taylor, Thomas Kuhn, Jerome Bruner y lü(/illiam James, que
fueron preparadas pâra un simposio en su honor. <<Cultura,
mente, cerebro...>, es aún una consideración más sobre las (po-
sibles) relaciones entre lo que (supuestamente) pasa en nuestras
cabezas y lo que aparentemente ocurre en el mundo. Y, final-
mente, <<El mundo en pedazos..,>> se preocupa de los interro-
gântes surgidos en la teoría política a taiz del reciente recrude-
cimiento del «conflicto étnico>>.
En el apartado de agradecimientos, que acostumbra a venir
a continuación, tengo que dar gracias atantas personas que me
resisto a ensayar una lista y arriesgarme a dejat fueta a alguien;
de todos modos, alamayoría de ellos ya les he expresado mi
agradecimiento personalmente. En su lugar, he dedicado sim-
PRETACTo I7

piemente el libro a quienes han conspirado junto a mí mismo


en el School of Social Science del Institute for Advanced Study,
donde casi todo lo que contiene fue en él escrito y discutido,
reescrito y rediscutido, y donde hemos creado juntos un espacio
y una actítud que vale la pena defender. Paru eviÍar suspicacias,
suyas o de offos, los he mencionado en el mismo orden en el
que sus despachos se encuentran separados del mío.

Princeton,
agosto del999
AcnannctuIENTos

Capítulo 1: dado como Charles Homer Haskins Lecture of


the American Council of Learned Societies, Fladelfia,1999.

Capítulo 2: secciones originalmente publicadas, respectiva-


mente, en el Times Literary Supplement, 5 de junio de 1985; Tbe
Books,J0 de noviembre de 1995 The Neu
Neu-, York Reuieut of
York Reuieut of Books, 22 de octubre de 1998; Nett Literary
History,2I (1990), págs. )213)5; The Yale Journal of Criticism,
5 o9%), págs. 129-135. Reimpresos con el permiso de The
Neut YorkReuieut of Books. Copyright 1995-8 NYREV, Inc.

Capítulo 3: originalmente publicado en James Tully y Da-


niel M. \X/einstck (comps.), Philosopby in an Age of Pluralisrn,
Cambridge, Cambridge University Press, 1995, págs. ü-95.
Reimpreso con el permiso de Cambridge University Press.

Capítulo 4: originalmente publicado enCommon Knouled-


ge,6,l (1997), págs. 1-5.

Capítulo 5: dado comorl{illiam James Lecture,Harvard Di-


vinity School, 1998; originalmente publicado en Raritan: A
Quarterly Reuieru, vol. 18, n" I (ínüerno de 1999), págs. 1-19.
Con permiso de reimpresión.
soBRE TEMAS pIt'osÓr'tcos
20 nrplsxtoNEs ANTRoPoLÓGICAS

Capítulo 6: de Próxi
ker (comps.), Language'
logy of Jerome Bruner, Londre
fuà originalmente Publicada
Books, 10 de abril de 1997 .

capítulo 7: no publicado con anterioridad. Leído en el sim-


porio irurgural de la Ferdinand de Saussure Foundation' Ar-
champs/Ginebra,1999.

Capítulo 8: leído en la Annual Lecture in Modern Philo-


sophy,institut für die \X/issenschaften vom Menschen, Viena,
6gS'ioriginalmente publicado (en inglés) en FOCA/ú 2)
(1998), págs'91-117.
CapÍrur-o 1

PASO Y ACCIDENTE: UNA VIDA DE APRENDIZAJE

OgBRTURA

Es una tarea turbadora aparecer en público en el declinar


de una vida improvisada y llamarlailustrada. No reparé, cuan-
do, tras una infancia aislada, comencé a ver lo que podría es-
tar ocumiendo ahí fuera en el mundo, en que habtia un exa-
men final. Supongo que lo que he estado haciendo durante
todos estos afios ha sido acumular saber. Pero, en su momento,
me daba la impresión de que estaba intentando resolver qué
hacer a continuacióny aplazar el ajuste de cuentas: revisar la
situación, reconocer las posibilidades, evadir las consecuen-
cias, darle r,rreltas al asunto, De este modo no se llega a muchas
conclusiones, o no a algunas que se puedan mantener por mu-
cho tiempo, así que sacar una conclusión final ante Dios y an-
te Todo.l tvtundó tiene algo de farsa. lHay waenorme cantidad
de personas que no saben bien a dónde van, supongo; pero yo
ni siquiera sé a ciencia cierta dónde he estado. Bien, con todo'
He irrtentado virtualmente algún que otro género literario en
alguna ocasión. Podría intentar además la Bildungsrornan'
22xepInxtoNESANTROPOLOGICASSOBRETEMASIjILoSoFICoS

La BunruJa

o, he aPrendid
pro af Úna carrera
à.1 . Entré en el m
había de historia Pa-
ra ingres 1946 sali áe
la Marin do Por muY

ntes
Quería
afros.
pero ninguna uno
famoso. Y, m
O, para ser más exactos, nosotros teníamos la G.I' Bill: mi-
llones de nosotfos. Como se ha contado en muchas ocasiones
un documental en teleüsión sobre este tema hace apro-
-hubo
ximadamente un afro y hay un libro sobre ello, con el apropiado
título de when Drearns come True-, la afluencia de resueltos
veteranos, dos millones y medio de nosotros, en los campus de
las facultades en el lustro que siguió inmediatamente a 1945
alteró, de manera súbita y paÍa siempre, todos los aspectos
completos de la educación superior en este país' Eramos mayo-
res, habíamos vivido algo de lo que ni nuestros compaõeros ni

blemente 1o más importante es que transformamos la composi-


ción de clase, de etnia, la religiosa y hasta cierto punto la rucial

* ptestación que pretendía recompensar alas tropâs estadounidenses â su tegre


so de la Segunda Guerra Mundial con el financiamiento de sus estudios. N. del e I
PASO Y ACCIDENTE: UNA VIDA DE APRENI)IZÂJE 23

del cuerpo nacional de estudiantes. Y, alalarga, a medida que


la ola se desplazó a las instituciones universitarias pâra posgra-
duados, transformamos también el profesorado. Entre 1950 y
Í970, el número de doctorados concedidos anualmente se mul-
tiplicó por cinco, de 6.000 al afro a aproximadamente 10.000.
(En 1940 se otorgaron 1.000. ;No hay duda de que los sesenta
existieronl) Esto no es posiblemente lo que \X/illiam Randolph
Hearst y la Legión Americana, quienes movilizaron el apoyo
popular a la Bill, tenían precisamente en mente. Pero incluso en
ese momento, sabíamos que éramos la vanguardia de algo am-
plio y crucial: la títulación masiva de América.
Puesto que crecí en un ambiente rural durante la Gran De-
presión, nunca supuse que acabaría yendo a la universidad, así
que, cuando la ocasión se presentó, no supe cómo enfrentarme
a ella. Después de un verano vagabundeando por San Francis-
co y <<reajustándome>> a la vida civil a costa del gobierno, le
pregunté a un profesor de instituto de inglés, un izquierdista a
la vieja usanza y un agitador portuario, que fue el primero en
sugerirme que yo podría ser escritor Steinbeck o como
London-, qué podía hacer.
-como
El dijo (aproximadamente):
Jack
<<Deberías ir al Antioch College. Tiene un sistema en el que tra-
bajas la mitad del tiempo y estudias la otra mitad>>. Sonaba pro-
metedot, así que envié una solicitud que él tenía a mano, fui
aceptado al cabo de una o dos semanas y emprendí el viaje con-
fiadamente para ver qué se estaba cociendo, sucedía o tenía lu-
gar en el sur de Ohio. (Como digo, eran otros tiempos. No ten-
go claro si por entonces sabía que estas solicitudes a veces se
techazan y yo no tenía un plan alternativo. Si me hubieran re-
chazado, probablemente me hubiera ido a trabajar a la compa-
nía telefónica, hubiera intentado escribir por las noches, me
habría olvidado de todo el asunto y todos nos hubiéramos aho-
rrado la situación en la que ahora estamos.)
Entre L946 y 1950, Antioch era, a primera vista, el modelo
más representativo y, a mi juicio, el más admirable de las institu-
FILosÓFICOs
24 REFLEXIONES ANTRoPOLÓGIC^S soBRE TEIvIAS

vagamente
ciones educacionales: la pequefla, pequefra ciudad'

pensar y de presentarse que el influjo de la G'I', reacio a tomat


nudu dá nadie bajo ninguna circunstancia, incentivó poderosa-
mente,
Abandonado en este desordenado espacio de autõcons-
trucción moral (el ethos reinante del lugar era cuáquero, lo más
PÂSO Y ACCIDENTE: UNA VIDA DE APRENDIZAJE 2,

nidor, de modo que tlrré alafilosofía, para cuyas exigencias cual-


quier clase a la que iba o política fiscal- podía
-musicología
virtualmente servirme. Por lo que respecta a la vertiente <<prác-
tica» del programa de «trabajo-estudio>, y al preocupante inte-
rrogante que suscitaba tipo de empresâ comercial tiene
un puesto vacante pâra -;qué
un aprendiz de litérateur?- pensé, aún
más absurdamente, que debía entrar en el periodismo como
una ocupación que me facilitaría las cosas, algo que me respal-
dara hasta que encontraru mi propia voz; idea que pronto que-
dó aletaryada tras un periodo de chico de los recados en la,
tanto entonces como ahota, enloquecida y miserable redacción
del Neu York Post. El resultado de todas estas búsquedas,
pruebas y divagaciones (si bien, como ya dije, conseguí ngerriár-
melas para casarme en medio de todo aquello) fue que, cuando
llegué a graduarme, no tenía más idea de lo que hacer para in-
gresar en el mundo de la que había tenido cuando entré allí.
Aún me estaba <<reajustando>>.
Con todo, como Antioch, a pesar de toda su orientación
hacia el esfuerzo moral ylavidaprâctica,no era ni un semina-
rio ni una escuela de comercio, apenas si se ocupaba de aquel
aspecto. Lo que se suponía que se obtenía a17í,y yo ciertamen-
te obtuve, era el sentimiento de lo que Hopkins llamó <<todas
las cosas contrarias, originales, extrafras, de más>> la irre-
gularidad de lo que ocurre y por la rareza de lo que -por
perdura-.
Eran, después de todo, <dos innobles aãos cincuenta>>, cuando,
cuenta la historia, el foro público estaba vacío, todo el mundo
estaba envuelto el cazas de brujas y logros egoístas y todo era
gris sobre gris cuando no de un tecnicolor suburbano. Pero no
es así como yo lo recuerdo. Lo recuerdo como un tiempo de
intensidad jamesiana, una época en la que, dado el hecho de
que todo podía desaparecer en un instante termonuclea! so-
bresalir sobre quienes no tenían nada perdido era un âsunto
mucho más urgente que hacer planes y ordenar ambiciones.
Se podía estar perdido, sin auxilio o atormentado con ansie-
soBRE' TEMAS FILoSoTICOS
26 REFLExIoNEs ANTRoPoLÓclcas

podía intentar no volverse


dad ontológica; pero, al menos, se
obtuso.
""-pr.ru graduación era
1o que fuere, iay!, ante mi inminente
necesario marcharse e irse a otro
de?, 4a qué otro sitio? Sin nada
..rp..,r-u un trabaio (ninguna d
bajé quisieron verme de nuevo),
buscár cobiio en la facultad Y m
Iista en inglés desPlazada Y con
do real>>, pensó lo mismo' Per
llevar todo esto a cabo Y, como
estaba de nuev
-estábamos- 946 y pedí consejo a otro carismático
d. fíorofía, un académico heterodo-
er que habiasido el sustituto de Lou
y alumno de la
Gehrig en el equipo de béisbol de la Columbia
Me diio
ultima promoción qr. t" graduó con John lewey'
(más o menos): oNá .,t"díes filosofía; ta caído
en manos de

tomistas y técnicos' Dedícate a la anmopología»'


n-o ha-
como Antioch carecíade cursos .., .rtu disciplina,
de no-
bía desarrollado ningún interés por ella como-ninguno
y'
de una.t'g"-
,oirã, sabía muy bià en qué cÀnsistía' se trataba
..r.i, de algún modo inlsperada' Geiger' al parecer'dehabía an-
estado en contacto con Clyàt Kluckhohn'
un profesor
dedicaba con algunos colegas a
o exPerimental e interdis-
s>, en el que la antroPolo-

í'ffif.1iJ,3áil;"fl$::l;
habitual, sino a la psicolog iaylasociología'
É" me diio' el
"'u'
lugar idóneo Para mí'
Talvez.No tenía nada que objetar' Pero 1o que remachaba
lacosaeraque(yésta.slapurt"másdifícildecreer)elAmeri-
can Councii of iearned Societies acababa
de instituir un pro-
PASO Y ACCIDENTE: UNA VIDA DE APRENDIZAJE 27

grama experimental de becas e investigaci6n pata recién gra-


àrudos. Las becas debían ser concedidas, una por institución,
por un distinguido miembro de una facultad de humanidades
a su discípulo o discípula más prometedor. Geiget
(o oel sefror
Geiger>>, .o-o aún debo llamarlo, si bien murió el afro pasado
u lu de94 aõos eierciendo su profesión casi hasta el final,
"dud
maravillosamente irreconciliado con la época y la moda) era el
director del Consejo en Antioch. Me consideraba, diio, no me-
nos prometedor que cualqúer otro, así que, si yo quería la be-
ca, era mía. Con un estipendio tan inusualmente generoso parâ
la época, de hecho, para cualquier época, Hildred y yo podía-
mos mantenernos no sólo durante un aõo sino durante dos.
Enviamos nuestra solicitud a RelSoc (y, de nuevo, a ningún
otro sitio), fuimos admitidos y, tras otro extrafro verano en San
Francisco, intentando recoger las piezas que deberíar-r haberse
quedado donde estaban, nos marchamos a Cambridge (Mass')
para hacernos profesionales.
En otro lugàr he escrito, en orro eiercicio de este tipo de as-
tuta franqueza y pública autoocultación, sobre el enorme, de-
senfocadá, casi milenarisra regocijo que exhibía el Departa-
mento de Relaciones Sociales en los aãos cincuenta y 1o que los
que enronces esrábamos allí disfrutábamos llamando su Pro-
y..,o, la construcción de «un lenguaje común para las cien-
cias sociales». Todo era dicha en aquel amanecer; pero la edad
dorada fue, como suele pasar con 1o asertivo y lo inconformis-
ta, asícomo con 1o excitante en el mundo académico, demasia-
do breve. Fundado en 1946â parrir de la reunión de miembros
fugitivos de departamentos tradicionales, desasosegados con
toáa rutina deúldo a los desarreglos de la guerra, el departa-
mento de relaciones sociales empezó a perder su espíritu en los
afros sesenta, cuando se fue apagando la rebeldía que se prâcti-
caba en la universidad, y se disolvió en l97o con, en apariencia,
escaso pesar y ,ro ."a"riva ceremonia- Sin embargo, con los
motorei atodamarcha, era una carreta salvaie y loca, si presta-
soBRE TEMAS Flt-osoFlcos
)O REFLEXIoNES ANTRoPoLoGICAS

del tiempo enseÉando'


caso, cuando éstos estallaron-parte del comparative studv
il?I; ãIffi;;; dt"s'.ndo .l.comité
of New Nations, ,n p",oy"tto de investtgag!ínmultidisciplinar
del tiem-
JJr; los estados por.oláni^les de Asia y rttíca'parte
medio Atlas marro-
po en una antiguá ciudad amurallada en el
ã"r,.r*Jrndo brru..s, mezquitas, el cúivo del olivo' la poesía
las investigaciones de los doctorandos-'
Y
;;;;;fuisando
debe ser con segu-
finalmente (ya que tengo 7) y sigo en activo
for Arlvanced
ridad finalmente), casi treinta aãos en el Institute
en funcionamiento
Study en Princeton,luchando p9l mantener
frente a
una no convencional School áf Social science -icó-
pãari^-os cierta pusilanimidad institucional y
d..ir?-
"r"
,"i"l""grro. y todo esto, del mismo modo y al mismo ritmo
hasta vol-
con el que, con seguridad, les he venido fatiganáo'
e incertidumbre
verlos escépticos: ír, Íno"ttnto de confusión
que caía descui-
en la dirección, una oportunidad inesperada
de mrea' de mí mis-
dadamente a mis pies, un cambio de lugar'
en una épo-
mo, de ambiente intelectual' Una vida encantadora
vatada' libre'
ca fascinante. Una c^tÍefà etrâtica, mercurial,
instructiva Y nada moJ' Pagada'
y una carre-
La preguntu .r, 1., accesible hoy día una vida
los estu-
.u .o*à éIa? lEn là .'u de los adiuntos? lCuando
d;.; g.udrào, se refieren a sí mismos como los <<predeso-a
.rp^doJr? iCuando muy pocos de ellos están dispuestos
de taro (o in-
marcharse un par de anos ui.u-po y alimentarse
que
.r"r" .r .q.ri'oul.rt. en el Bronx o en Baviera) y los pocos para tales
están dispuestos apenas sí encuentran financiación
la ola?
irr.l.rrurr.ius? lHa explotado la burbuia? iSe agotó
y los acadé-
Es difícil .r,u. ,"g.r.o' EI asunto está ;ub iudice
padres envejecidos y
micos áe avanzaàu á'd, al igual que los
como el pa-
que los atletas retirados, tienátn a-ver el presente
Juio ,m vitalidad, todo pérdida, desesperanz y decaimiento'
úro ,i parece h^ú., un considerable malestar' una sensación
crece' una sub-
de que las cosas *án,"t"us y de que la tensión
PASO Y ACCIDENTE: UNÀ VIDA DE APRENDIZAJE 3I

clase académica se está formando y, probablemente, no es del


todo inteligente asumir riesgos innecesarios, tomar nuevas di-
recciones u ofender a los poderes. Cada vez es más difícil lograr
un puesto seguro (estimo que eso supone ahoru dos libros y
Dios sabe cuántas cartas, muchas de las cuales, desafortunada-
rnente, tengo que escribir) y el proceso se ha extendido tanto
como para extinguir las energías y frustrar las ambiciones de
aquellos inmersos en é1. Las cargas de la ensefranza son más pe-
sadas; los estudiantes están peor prepârados; los administrado-
res, que se imaginan a sí mismos como altos ejecutivos, están ab-
sorbidos por la eficacia y los mínimos exigibles. Las becas han
menguado y se han mercantilizado, se hanlanzado al hiperes-
pacio. Como digo, no sé lo que hay de riguroso en todo esto o
hasta qué punto ese rigor representa tan sólo una condición
provisional que pronto volverá a su cauce normal; el recorte
inevitable de un alza anormal e insostenible, la reparación de
una irregularídad; un cambio de marea, una alteración, rica y
exttaíaen la estructura de las ocasiones y las posibiüdades. To-
do lo que sé es que hasta hace un par de afros, de manera alegre
y un tânto fa::.:r., solía decirles a los estudiantes y a los colegas
más jóvenes que me preguntaban cómo abrirse camino en una
ocupación tan rara como la nuestra que se mantuüeran sin ata-
duras, que asumieran riesgos, que se tesistieran al camino trilla-
do, que evitaran hacer camera, que hicieran su propio camino y
que, si procedían así, si se mantenían tieles a ese estilo, además
de alertas, optimistas y leales a la verdad, según mi experiencia,
podrían hacer 1o que quisieran, 1o que desearan, gozaúan de
una vida valiosa y, sin duda, próspera. Ya no doy esos conseios.

CeNretaNoo DE'IEMA

'fodo el mundo sabe de lo que tatalaantropología cultural:


de la cultura. El problema estriba en que nadie sabe a ciencia
)2 REFLExIoNES ÂNTRoPoLÓGICAS SoBRE TEMÁS FILoSÓFICoS

cierta lo que la cu-ltura es. No sólo es un concepto esencialrnen-


te impugnario, como el de democracia, religión, simplicidad
à
definido de múltiples maneras,
efectiblemente impreciso. E, un
clopédico y cargado de normati
údad y hay quienes, especialmente aquellos paia quienes ,ólo lo
realmente real es realmente real, lo ven como algo vacuo, o in-
cluso peligroso, y lo desterrarían del ortodoxo áiscurso de las
personas serias. Una idea extÍaõ.a, al parecer, en torno a la cual
intentar construir una ciencia. casi tan mala como su disciplina.
Al acceder a la antropologia a partir de una formaciàn en
humanidades, y especialmente en literatura y filosofía, ü que
el
concepto de cultura aparecíainmediatamente en toda su ampli_
tud, tanto como unâ wa deacceso a los misterios del .uapo .o-
mo una manera de perderse por completo en ellos. Cuanão ile_
gué a Flarvard, Kluckhohn estaba inmerso, junto al entonces
decano de la disciplina, recienremente jubiiado en Berkeley, Al_
fred Kroeber, en preparar lo que esperaban sería una compila-
ción definitiva, un mensaje desde el cuarrel general, de lrs ãife_
rentes definiciones de <<cultura>> que aparei"., ., la literatura
desd-e Arnold y Tylor en adelante, de las que enconrr aron 17l,
clasificables en trece categorías, y yo, ,.rp.,àrtamente en casa en_
tre tan elevados conceptos, fui reclutado paraleer todo lo que
habíanhecho y sugerir cambios, clarificaciones, reconsid..u.io-
nes, etc.-No puedo decir que este ejercicio me conduje ta a mí,
o
a la profesión en general, a una significativa reduccián dela
an-
siedad semántica o a un declinar en el índice de nacimiento de
nuevas definiciones; de hecho, más bien lo contrario. pero me
zambulló brutalmente sin previo aviso o guía en el corazón de
lo que más tarde aprendí aTTamarla problãmática de mi campo.
Las vicisitudes de la <<cultura>> (el mot, nola chose;.o Àuy
cbose),las contiendas sobre su significado, su uso y ,, uulor er-
plicativo estaban, de hecho, sólo empezando. En sus altos y ba_
jos, sus alejamientos y aproximaciones ala
claúdady h pãpu_
7)
P,{SO Y ACCIDENTE: UNA VIDA DE APRENDIZAJE

ta afros Puede verse el av^flce


ítmica marcha Y la míaProPia'
cia, la energ ia, la amPltud del
utores como Kroeber, Kluck-
field, RalPh Linton, GeoffreY
Malinowski, Edward SaPir Y,
t Mead estaba en to-
-quien
rencias, ala cabeza de comités
s, fundando comités, lanzando
tropos, guiando a los PerPleios
todo eso, sefralando
v. entre
áouivocado- hicieron que la
,.*"ru al alcance de' bueno...
convertía en unâ idea tan difusa
humanos
explicación <<multiusos>> para cualquier cosa que los
p""ar" idear hacer, imag ser o- creer' Todos sabían
los dobu paranoicos, los
q".lor kwakiutl "rr, -ã ,
,rri ,....ror, los alemanes auto os, los rusos violentos' los
americanos prácticos y optimistâs, los samoanos desocupados'
lor ruuuho prudent.s, los tepotzlrnos bien inconmoviblemen-
te unidos o desesperanzadamente divididos
(hubo dos antro-
japone-
pólogos que los .rtrdiu.o.r, uno alumno del otro) y los
ses vergonzosos; y todos sabían que eran así porque
su cultura
(.ada .i.ro tenial-asuyâ y ninguno tenía más de una) los había
hecho así. Estábarnos condcnados, ai perecer, a trabajar con
y re-
una lógica y un lenguaje en los que concepto, causa, forma
sultado tenían el mismo nombre'
Hice tare:- mia, entonces -aunque de hecho nadie me la
asignó y no sé con seguridad hasta qué punto fue una decisión
.oír.iát.-, corrar la idea de cúura a la medida, convertirla
en un asunto menos expansivo' (Debo admitir que no estaba
so-

lo en esta ambición. En mi generación el descontento con ca- la


lima y los gestos con las manos era endémico') Parecía urgente'
y ,,ií hoy Ío parece, delimitar la nocíón de ttcultura"' darle
una
34 REFLEXIONES ANTROPOLÓGICAS sOBRE TEMAS F-ILosoFICos

aplicación determinada, un sentido definido y un uso especifica-


do: el objeto, cuanto menos de algún modo concreto, de una
ciencia, cuanto menos de alguna manera concfeta.
Resultó difícil de hacer. Dejando aparte la cuestión de lo que
cuenta como ciencia y de si ia antropología alberga alguna espe-
runza decualificarse como tal alg'tnavez, una cuestión que siem-
pre me ha parecido ficticia un estudio si les place,
-llámenlo intelectuales
una búsqued a, ufia investigación-, los materiales
necesarios para un esfuerzo de ese tipo simplemente no estaban
disponibles o, si lo estaban, eran irreconocibles como tales. Que
el esfuerzo se hizo, y de nuevo no sólo lo hice yo, sino también
un amplio espectro de personas con una mentalidad completa-
mente diferente, esto es, personas insatisfechas por diferentes
causas, y que alcanzó un cierto nivel de éxito, es signo no sólo de
que las ideas recibidas de <.cultura>> ---que es conducta aprendi-
da, que es superorgánica, que moldea nuestras vidas como un
molde da forma a un pastel o la gravedad a nuestros movimien-
tos, que se despliega como lo hace el absoluto de Hegel bajo la
dirección de leyes ingeneradas hacia una integridad perfecta-
habían comenzado a perder su Íuerza y persuasión. A su vez es
signo de que un mayor número de nuevas y más efectivas va-
riedades de lo que Coleridge llamó instrumentos especulativos
estaban progresivamente al alcance de la mano. Resultaron ser,
casi por completo, herramientas hechas en otros ámbitos, en fi-
losofía, lingüística, semiótica, historia, psicología, sociología y en
las ciencias cognitivas, así como en cierta medida en biología y
literatura, que posibilitaron a los antropólogos, a medida que pa-
saba el tiempo, producir informes sobre la cultura y sus quehace-
res menos panópticos e inerciales. NecesÍtábamos, al parecer,
más de una idea o de 171 versiones de la misma idea'
En todo caso, con tal acumulación de angustias y semino-
ciones anticipadas partiaJavaenlg52,tras menos de un afro de
preparación especialmente en lingüística, con el ánimo de loca-
lizar y describir, e incluso talvez de llegar tan leios como de ex-
PASO Y ACCIDENTE: UNA VIDA DE APRENDIZAJE )5

plicar, algo llamado <<religió»> en un subdistrito remoto y rural


500 millas al sur-sureste de Yakarta. Ya he contado en otro lu-
gar las dificultades prácticas que entrafraba todo esto, que eran
enormes (en primer lugar, casi me muero) pero ampliamente su-
peradas. Lo ímportante, por lo que ataÁe al desarrollo de mi
modo de abordar las cosas, es que el trabaio de campo, lejos de
resolver cosas, las desordena aún más. Lo que en un aula de Har-
vard había sido un dilema metodológico, un acertiio al que dar-
le vueltas, erâ en una ciudad javanesa situada en el recodo de
una carretera, temblando en medio de un cambio convulsivo,
un aprieto inmediato, un mundo en el que adenffârse. Descon-
certante como era, «la vida entre los iavaneses>> eta más que un
enigma y paÍa abrirse camino se requería algo más que catego-
rías y definiciones 1' algo más que la agudeza de las aulas y la de-
senvoltura con las palabras.
Lo que convirtió al <<Proyecto Modiokuto>>, taly como de-
cidimos llamarlo en el habitual y vano esfuerzo por disfnzat
identidades («Modjokuto» significa <<Middletown>>, unâ pre-
sunción que ya entonces me resultaba dudosa y que ha seguido
sin gustarme desde entonces), en una particular alteración de
estilos aceptados y procedimientos estandatizados fue que se
fiaÍatta, si no del primero, sí de uno dc los primeros y más auto-
conscientes esfuerzos por parte de los antropólogos de Iomar no
un grupo tribal, un ascnlamiento islefro, una sociedad desapare-
cida, un pueblo reliquia, ni siquiera una circunscrita y llamativa
comunidad de ganaderos o trabradores, sino una sociedad com-
pleta, antigua y sin homogeneizar, trrtránjzâ àa. aifabetizada y po-
líticamenle 261ivn civilización, nada menos- i, cie acruar
-una
no en algún <<presente etnográfico» reconstruido y achataclo, en
el que todo se ajustaría con cualquier cosa en una perfecta in-
temporalidad, sino en un presente con toda su presencia acci-
dentada e historicidad. Una locura, t'al.vez; pero, âuÍl así, es una
locura a la que le han seguido muchas otras que han convertido
una visión de la cuitura diseõada para los (supuestamente) ais-
36 REITLEXIONES ANTROPOLÓGICAS SoBRL TEMAS FIL()SÓLIL()5

lados hopi. los orieinarios aborígcnes o los despiazados pigmeos,


er: íutii v .rbsoleta. Fuera io que ÉLera java, Xndcnesia. .\4odir:-
kuto ci, cún posterroridad, cuando liegué allí, Marruecos, no sL-
trataba de.<utra totalidad cie pautas de conducta L....1 inchiidas
en [un] gfupo>r, por citar una de esas lapiclarias riefiniciones
del voiumen cie Kroeber-Kluckhohn.
Los afros en Modjokuto, tanto entonces como después en
multiples viajes, luchando por mantener lâs cosâs al día, ;io con-
sistieron en locaiizar trozos de Ia cultura j:lvanesa juzgadr,.s cc,mo
<<religioscs>r, escindiéndoios cie otros trozos llamacios, no para
mayor alrrda, <<seculares>> y sometiendo ese todo al análisis fr-rn-
cional: la «religión» mantiene unida a la sociedad, sostiene valo-
res, apuntala la moral, mantiene err orden la conducta pública.
mistifica el podeq racionahza la desigual<Jacl. justifica r,iiusros
merecidos, etc., e! paradigma reinanrc, entoílces y desei,, cnton-
ces. fi.esultó ser una cuesdón de ganar cierto nivel de fa,niliari-
dad (nunca se consigue rnás) con la invenciones simi:ólir:as por
rnedio de ias cuales ias personas se imaginan a sí mismas comc;
personas, actores, úctirnas, conncedores, jueces y, por intloducir
la expresión r adora, coin(l parucipanies de una fomra de r.4da"
Estas invenciones, portadoras cie significado y conferidoras de
significacíón (fiestas comunales, teatros de sombras, plegarias
del viernes, festejos matrimoniales, concentraciones políti-
cas, disciplinas místicas, dramas populares, danzas cortesanas,
exorcismos, Ramadán, plantaciones de arroz, funerales, cuentos
populares, leyes de herencia) eran las que potenciaban las repre-
sentaciones imaginarias y las actualizaban,las hacían públicas,
discutibies y, más consecuentemente, susceptibles de ser critica-
das, atacadas y, en ocasiones, revisadas. Lo que había empezado
siendo un estudio sobre (esto debe ir entre comillas) «el papel
del ritual y la creencia en la sociedad>>, un tipo de mecánica com-
parutiva, se transformó, cuando latrarna se densificó y yo me vi
atrapado en ella, en eI estudio de un ejemplo particular de cons-
trucción de significado y las complejidades que ello comportaba.
PASO Y ,{CCIDENTE: UNA VIDÁ DE APRENDIZAJE )7

No hay necesidad de ir más allá con la sustancia del estudio


o de la experiencia, Redacté una resis de setecientas páginas (la
catedrática Dubois estaba horrorizada), reducida a un libro de
cuatrocientas que plasmaba el resultado. Lo importante son las
lecciones y las lecciones fueron:

1. La antropología, al menos la que yo profeso y practico,


supone una vida seriâmente dividida. Las desrezas útiles en ei
aula o en ia mesa de despacho y las que se necesitân en el tra-
bajo de campo son muy diferentes. El éxito en escenario no
asegura ei éxito en el otro. Y viceversa.
2. El estr-rdio de Ias culturas de orros pueblos (y de la cul-
tura propia, pero eso suscita otros temas) implica descubrir
quiénes piensan ellos que son, qué creen que están haciendo y
con qué propósito piensan ellos que lo están haciendo, algo
mucho menos directo que los cánones ordinarios de una etno-
grafía de Notas y Cuestionarios o, para el caso, de lo que el re-
luciente impresionismo de los <<estudios culturales, àl modo
del pop art sugeriría.
3. Para descubrir lo que las personas piensan que son, lo
que creen que están haciendo y con qué propósito piensan ellas que
lo están haciendo, es necesario lograr una familiaridad operati-
va con los marcos de significado en los que ellos viven sus vi-
das. Esto no tiene nada que ver con el hecho de sentir 1o que
los otros sienten o de pensar lo que los otros piensan, lo cr'rai .s
imposible. Ni supone volverse un nativo, una idea en absoluto
factible, ineütablemente fraudulenta. Implica el aprender có-
mo, en tanto que un ser de distínta procedencia y con un mun-
do propio, vivir con ellos.

De nuevo, el resto es post scriptum. En los siguientes cua-


renta afros, o casi, pasé más de diez rcalizando trabajo de cam-
po, desarrollando y especificando este enfoque al estudio de la
cultura y los otros treinta (no me he dedicado mucho a la ense-
)8 REFLEXToNES ÁNTRopoI-oGtcAS soBRE TEMAS FrlosorICOS

franza, al menos desde que estoy en el Instituto) inrentando de-


jar impresos sus encantos.
$ay, en todo caso, aparentemente algo de verdad en la idea
deZeitgeist o, al menos, en la de contagio mental. Uno piensa
que se dirige valientemente a un destino inaudito y enronces
encuentra todo tipo de gentes de las que uno no ha oído hablar
apuntando en la misma dirección. El giro lingüístico, el herme-
néutico, la revolución cognitiva, las réplicas de los terremotos
que ocasionaron \üTittgenstein y Heidegger, el constructivismo
de Thomas Kuhn y Nelson Goodman, Benjamin, Foucault,
Goffman, Lévi-Strauss, Suzanne Langer, Kenneth Burke, los
desarrollos en gramática, semántica y \a teotia de la narrativa, y
recientemente los avances en cartografía neuronal y en la so-
matización de las emociones hacen de pronto del interés por la
construcción del significado una preocupación aceptable para
un académico. Estos diferentes arranques y novedades eviden-
temente no concuerdan del todo, por decido de un modo sua-
ve; ni han dado prueba de la misma utilidad. Pero crearon el
ambiente y, de nuevo, los instrumentos especulativos paruha-
cer mucho más sencilla la existencia de alguien que veía a los
seres humanos como <<suspendidos en redes de significado que
ellos miirhoi'iiln teiido>i, por cirarm e amímismo paraf.ur"un-
do a,Max §fleber. Debido a mi determinación de seguir mi pro-
pio camino y a toda mi convicción, me convertí, sin preverlo,
en un extrafro hombre en el centro de la opinión.
Después deJava vino Bali, donde intenté mostrar que el pa-
rentesco, 7a forma de los pueblos, el estado tradicional, lo:; ca-
lendarios, laley y,más infamemente, l2 pelea de gallos pociían ser
leídos como textosto, pata apaciguar a los que piensan en scnti-
do literal, <.análogos de textos>> ---enunciados escenificados de,
siguiendo otra formulación reveladora, maneras particuiares
de estar en el mundo-. Después vino Marruecos y un enfoque
similar sobre los marabús, el diseão de las ciudades, la identiJad
social, la monarquía y los complicados intercambios de los mer
PASO Y ACCIDENT]]: UNA VIDA DE APRENDIZAIE )9

cados cíclicos, En chicago, donde por entonces intenté ensefrar


y agitar, se puso en marcha un moúmiento más general, tamba-
leante y alejado de cualquier unificación en estai direcciones y
comenzó a extenderse. Algunos, aquí y allá,bautizaron este de-
sarrollo teorético y metodológico con el nombre de.<anrropolo-
gía simbólica». Pero yo, üendo todo el asunto como una empre-
sa esencialmente hermen éuÍica, un ejercicio de clarificación y
definición, no una metafrase o una decodificación, incómodá
con las connotaciones misteriosas y cabalísticas de <<símbolo»,
preferí llamarla <<antropología interpret ativa>>. En todo caso,
«simbólica> o <<interpretativa> (algunos incluso prefirieron <<se-
miótica»); empezaron a emerger términos, algunos míos, otros
no, algunos reelaborados a partir de usos más tempranos en
torno a lo cuales construir una concepción revisada de lo que
yo, al menos, aún llamaba <<cultura>>: «descripción densarr, <<mo-
delo- d e/modelo- para>>, <<sistema de signos>>, i
<<ep s t e m e>>, <<e t h o »>,
<<paradigma>>, <<criterios>>, <<horizonte>>, <<marco>>, <<mundo>>,
«juegos del lenguaje >>, <<s i n n zu s am e n h a n g>>, <<tropo>>, <<sjuze t>>,
<<experiencia cercana>>, <<ilocucionario>>, <<formación discursi_
va >>, .< d e sfa m iiaúzació n>>, co mp eten cia/ rc aliz ación>>, <di c t i >>,
<< õ
<<aires de famili»>, <<heteroglosia>> y, claro está, en algunos de
sus
innumerables sentidos permutables, <<estructura». El giro hacia
el significado, fuera como fuera denominado y cam-
bió tanto al objeto perseguido como al sujeto qr" "rp."rãdo,
lo perseguía.
Esto ocurrió con la habitual cuora de miedo y odio. Tras los
giros vienen las guerras: las guerras de la cultura, de la ciencia,
del valor, de la historia, del género, la guerra de los paleos y los
post. Excepto cuando se me ha colocado más alláde la distrac-
ción o se me ha cargado con pecados que no he cometido, a mí
me cohíbe la polémica. Dejo el trabajo árido aaquellos que Le-
wis Namier elegantemente sentenció como personas más inte-
resadas en sí mismas que en su trabajo. Sin embargo, a medida
que subió la temperatura y, con ella,Taretórica, me vi enr,,uelto
en el fragor de los debates, fui con frecuencia su aturdido ob-
40 HtrlgxtclNES AN'I'ROPOLoGIC^s soBRE TEMAS ptLosórl<-cts

jetivo («idije yo realmente eso?>r) sobre temas ran excitantes en


los que se debatía si lo real es verdaderamente real y 1o verda-
dero realmente verdadero. posible el conocimiento? 1Es lo
1Es
bueno una cuestión de opinión? il-a objetividad es una ver-
de interés es mala fe? ;La descripción es do-
gü,enza? lLafaha
minación? están viniendo abajo el poder, el yo y las agen-
lSe
das políticas? Entre obligacionistas que anuncian a gritos que
el mundo se hunde porque los relativistas han hecho desapare-
cer la facticidad y personalidades avatzadas que atesran el pai-
saje con eslóganes, salvaciones y extrafros recursos así como
una enorme cantidad de escritos innecesarios, estos últimos
afros las ciencias humanas han estado, por no decirlo de otra
manera, repletas de valores de producción. Pase lo que pase
con la mente americana, desde luego no está clausurándose.
iEstá, entonces, aTzando el vuelo? En sus recintos antropo-
lógicos parecer haber, en este momento, toda una curiosa legión
de personas que piensan así. Se oyen por todas partes suspiros y
lamentos sobre la perdida unidad del campo, sobre el escaso res-
peto por los mayores de la tribu, sobre la falta de un acuerdo en
la agenda, una identidad distintiva y un propósito común, sobre
lo que la rnoda y la controversia le están acarreando al discurso
educado. Por mi parte, sólo puedo decir, al ver que a veces se me
considera responsable palabra en boga es <<cómplico>-
-la ido demasiado lejos
tanto de que las cosas hayan como de que
no hayan ido todo lo lejos que debían, que me siento tranquilo,
no tanto por encima de la lucha, sino junto a ella, escéptico res-
pecto de los mismos supuestos. La unidad, la identidad y el
acuerdo nunca estuvieron ahí en primer plano y la idea conrra-
ria es el tipo de creencia popular a la que los antropólogos de
todos los pueblos han debido resistirse. Y en cuanto a que las
cosâs no han avanzaào lo suficienre, cabe decir que la rebeldía
es una ürtud sobreestimada; es importante decir ulgo y no sólo
amenazat con decir algo, y se pueden hacer cosas mejores con
un legado defectuoso que simplemente tirarlo a la basura.
PASO Y ÂCCIDENTE: UNA VII)Á DE APRENDIZAJE 41

Así pues, idónde estoy úora, mientras


er miienio se acerca,
guadafra en mano? Bien, no voy a volver
a hacer t.ubujo dá .rm-
po, al menos no duranre extensos periodos prrãi
a" ti.-fá.
sesenta cumpleafros hecho un ovillo en
una zanja que servía de le_
trina en «Modjokuto>> (bueno, no el día entero,
pero ya saben a lo
refíer
que me qué diablos .rtrb, hr.i.odo yà
alhamiedad, He disfrutado inrensame.rr"i"l
ffabajo.de campo (sí,
Io sé, no siempre) y esa experiencia ha ali-
mi alma y en verdad l, ha .."ráo má, á.lo que t^
T"nlrqo
se ha ucrbáo, ^*
demrâ ha podido hacerlo. pero cuando
se ha
acabado. Sigo escribiendo; llevo demasíado
tiempo h;.ié;ãd.
como para dejarlo y de todos modos todavtahay
un pr. d; .;;;;

ciales estos días, soy, y escojo mis palabras


con cuidado, bastânte
optimista. Mienrras haya alguien luchando en
algún f"gri ..Áã i"
hizo el grito de guerra de Ãi propia Inestable
i"r."ríàl.rg..ã
Beckem
voz está
h*?ffiff:3::ã:'fi:ffi:Í
ra irnprobable, Beckett paseaba con un amigo
por el césped del
Thinity College en Dublín una cfida y
,ol.rdu munana de ;bril Éi
amigo le dijo si no hacía un día
-u.uülloro, a lo que n..L.tt
tió de inmediato; sí, era un día maravilloso. ^rn_
oun día como éste
el amigo-- hâce que nos alegremos de haber nacido.>>
-continuó
Y Beckett contestó; «Oh, yo no..atrãeríaa decir tanto>>.

A ra ssprna

En su contribución directa y llanahace un par


de aõos a es-
ta serie de fábulas y autoobituaiior, tu., diferentes
a la mía en su
42 REFLExIoNES ANTRoPoI-ÓGICAS soBRE TEMAS FILOSÓFICos

tono y su aspiració Fogel,


concluye diciendo en <<la
posibilidad de crea obre el
permitirá aély asu equiPo
del estrés socioeconómico
basándose en el Índice de
medades crónicas, en la capacidad de trabaiar a mediana y avan-
zaáa edady en el "periodo de espera" hasta la muerte>>. (En la
actualidad, según tengo entendido por otras fuentes, pesa con tal

riodo de espera>> (<.Gogo: No puedo seguir así. Didi: Eso es lo


que tú crees>>) y la aparición de enfermedades inhabilitadoras
Randall, <dos cuatro desórdenes faules / hechos carne
-Felix
allí, en plena contienda» del herrador- no pueden estar lejos; y
como'ü/hite le remarcó a Thurber o Thurber a \Xrhite, la gara
del viejo gato de mar nos araÃa a todos al final'
Como imagino deducen de mis palabras y de la velocidad a la
que les he contado todo 1o anterio! no soy especialmente bueno
en esperar y probablemente en su momento no sepa arreglárme-
las del todo bien. Mientras mis amigos y coconspiradores enveje-
cen y abandonan lo que Stevens llamó <<esta vasta inelegancia>> y
yo mismo me âgarroto y cadavez soy menos citado, estaré sin du-
da tentado de intervenit y enderezar las cosas unavez más. Pero
ello, con toda seguridad, resultará en vano y posiblemente cómi-
co. Nada más inapropiado para una úda académica que no deiar
labatallay ----€sta vez Frost, y no Hopkins- <<ninguna memoria
sembrada de estrellas / ewte un final de duras huellas>>. Mas, por
el momento, me complace haber tenido la oportunidad de cons-
truir mi propia fábday defender mi propio caso antes de que los
redactores de necrológicas accedan a mí. Nadie debe tomar lo
que he estado haciendo aquí como algo más que eso.
CnpÍrulo 2

EL ESTADO DE LA CUESTION

Zrc;zx-,

Una de las ventajas de la antropología en tanto que tarea


académica es que naelie, incluvendo aquellos que la practican,
sabe a ciencia cierta qué es la antropología. Quienes observan
cómo copulan los mandriles, quienes transcriben mitos en fór-
mulas algebraicas o excavan esqueletos del Pleistoceno, âque-
llos que estudian con precisión las correlaciones entre los dife-
rentes modos higiénicos del control de esfínteres y las teorías
del malestar, aquellos que mâyâs o
clasifican los sistemas de p egún los
cuales el nuestro aparece >>, todos
ellos se llaman a sí mismos anrropólogos. Al igual que aquellos
que analizan ritmos de percusión afticana, organizan todala
historia humana en fases evolutivas que culminan en la China
comunista o el movimiento ecologista o reflexionan exhausti-
vamente sobre la nattraleza de la naturaleza humana. Obras
tituladas (escojo al azar) Los cabellos de la Medusa, Tlte Head-
nryan and I, Tbe Red Lamp of lrucest, Cerumic Theory and Cultu-
ral Process, Do Kamo, Knotaledge and Passion, Americaru Scbool
Lan gua ge, Circum s ta n tia I D e liu erie s y T h e D eu i I an d Com mo di ty
Fetishisra se presentan como estudios antropológicos y así se
reivindicaba el trabajo de un individuo que cayó involuntaÍia
44 RTFLEXIONES ANTROPOLÓGICAS SOBRE TEMAS FILOSÓFICOS

mente en mis mânos hace unos aõos y cuya teoúa era que los
macedonios derivaban originariamente de Escocia, dado que
todos ellos tocaban la gaita.
De todo esto se derivan ciertos resultados, además de un
buen número de finos ejemplos de cómo el alcance de una per-
sona sobrepasa su comprensión; pero, sin duda, el resultado
más importante es una crisis de identidad permanente. A los
antropólogos se les suele preguntar, y ellos también se planteân
a sí mismos la misma pregunta, en qué difiere su tarea de la que
realiza el sociólogo, el historiadot, el psicólogo o el científico
político, pero cârecen de respuesta, al margen de que muchas
veces no exista tal respuesta. Los esfuerzos por definir su espa-
cio van desde argumentos despreocupados de corte <<club sociaL>
(<<somos todos de alguna manera el mismo tipo cle gente; pen-
samos de la misma manera>>) a los llanamente institucionales
antropólogo es alguien entrenado en un departamento de
(<<un
antropología»). De todos modos, ninguna de estas respuestas
es plenamente satisfactoria. No es que nosotros estudiemos
gentes <<tribales» o <<primitivâs>>, pues en la actualidad la ma-
yoría de nosotros no lo hacemos y, de todos modos, no anda-
mos tan seguros de saber lo que es, si es que es algo, una tribu
o un primitivo, ni tampoco que analicemos <<otras sociedades>>,
porque la mayoría de nosotros. estudiamos las nuestras, te-
niendo en cuenta además que cada vezhay más entre nosotros
que pertenecen a esas tales <<otras sociedades>>: sri lankenses,
nigerianos, japoneses. No se trata tampoco de que estudiemos
.<cultura>>, <.formas de vida» o <<el punto de vista del nativo>>,
porque en estos tiempos hermenéutico-semióticos iquién no
lo hace?
No hay nada particularmente nuevo en el estado de la cues-
tión. Ya era así en sus inicios, fueran cuando fueran (2Rivers?
lTylor? 4Herder? iHeródoto?) y, sin duda, será así en sus pos-
trimerías, si es que alguna vezllegan. Pero en afros recientes ha
ganado cierta fuerza y ha dado pie a cierta ansiedad que no se
EL H,srADo ur re cuesrróu 45

ha detenido ante actitudes del tipo <<bueno, va con la cosa mis_


ma». Se ha agudizado una molesda crónica, una de esas que se
hacen sentir con Íuerua, una de esas que exasperan.
La dificultad inicial con la que tropieza iualquier inrento
de describir la antropología como una tarea coheiente es que
aquella se compone, muy especialmente en Estados Unidàs,
pero de un modo significativo a su vez en cualquier part. d.i
mundo, de un grupo de ciencias concebidas de modo muy di_
ferente y que más bien andan juntas por accidente en la medida
en que todas ellas ffatan de un modo u otro con (por citar omo
título antiguo que hoy nos parecerá a todas lucãs sexista) E/
bombre y sus Obras.La arqueología (excepto la clásica,que pa_
trulTa eficazmente sus fronreras), la antrápología fsica,raln-
tropología cultural (o social) y la lingüística aniropológicahan
formado una especie de consorcio dã acogida de iugitlvos, cu_
yo fundamento ha sido siempre tan oscuro como afirmada su
corrección. La ideología de los <<Cuatro Campos>>, declarada
en discursos y venerada en los departamentoi ha mantenido
unidos una excéntrica disciplina áe punros de vista dispares,
investigaciones precariamente conectadas y aliados improbr_
bles: el triunfo, sin duda genuino, de la vidá sobre la lógica.
Pero ello sólo se logra con sentimiento, hábito y glarrd"s
llamamientos alas ventajas de la amplitud. A medida q,L uurn-
zan têcnicamente las diferentes ciencias extra-antropológicas
de las que dependen las diversas ciencias intra-antropjógi_
cas,la lógica ha emprendido su desquite. Especialmenrã.n É,
casos de la antropolo gía fisicay la iingüística, se ha sefralado
el
distanciamiento con respecto ala antígua alianza. En el primer
c.aso, los avances en genética, n.rrologíu y etologíahan vuelto
del revés el viejo enfoque de medir , É"ru, y haã conducido a
de estudiantes interesados en
e sus intereses pertenecen a la

caso, la aparición delagramá,,., ;:1j.fiTr"ff.ffi[:ã:"r';


46 RETLExToNES

soBRE TEMu\S FILoSoFI(t()s


^NTROPoLoGIcAS
construcción de un nuevo consorcio con la psicología, los es-
tudios computacionales y otrâs empresas bigh-tecá que se re-
cogen llamativamente bajo el epígrafe de «Ciencia Cognitiva».
Incluso la arqueología, entreverada con la paleontología, la bio-
geografta y la rcoría de sistemas, ha ido ganando autonomía y
puede que comience uno de estos días a autodenominarse dc
forma más ambiciosa. Todas estâs costuras descosidas recuer-
dan a universos en fuga: filología, historia natural, economía
política, el Imperio Habsburgo. Las diferencias internas to-
man la palabra.
Aun así, no es este movimiento centrífugo, a pesar de su
fuerza,la causa principal de la actual sensación de desasosiego.
La historia, Ia filosofía, la crítica literaria, e incluso ultimamente la
psicología, han experimentado una diversificación interna simi-
lar, por razones similares, y, sin embargo, se las han arreglado
para mantener al menos una cierta identidad general. El bolding
de la anmopología se sostendrá sin duda, por algún tiempo,
aunque frágilmente, ya sea cuanto menos porque aquellas per-
sonas interesadas en el animal humano a quienes no les llama la
atención la sociobiologia y aquellas otras preocupadas por el
lenguaje a quienes no entusiasm ala gtamática transformacional
pueden encontrar aqú un hogar a salvo del imperialismo de en-
tomólogos y lógicos. Los problemas más con,,rrlsos están ha-
ciendo su aparición en la rama de la disciplina que es todavía la
mâyor, visible y la que es considerada usual y comúnmente co-
mo la más distintiva (aquella a la que yo mismo pertenezco): la
antropología social sociocultural-. Si hay proble-
-cultural,
mâs en los márgenes, aún los hay más en el núcleo.
La dificultad principal aqui,la más vivida y la más comen-
tada, aunque dudo que sea la más importante, estriba en el
problema de <<1a desaparición del objeto>r. Independientemen-
te del problema de si los «primitivos>> merecieron en el principio
tal denominación o cle si, todar,ra en el siglo xtx, pervivían en e.[
mundo muchos pueblos <<sin contacto con la civilizaciourr, lc,
EL I]S.TADO DE LA CUESTIÓN 47

cierto es que hoy apenas ningún grupo merece tales calificati-

son la India, Japón, Egipto, Grecia o Brasil.


No ón de un objeto de esru-
díotan o ése lo que ha sacudido
en maY la antropología social, si-
no otra privación originada por el traro con sociedades menos
recónditas: amie
llos que se z, se
ban su cab nun

cas, se narraban lashis , salvo, oca-


sionalmente y a una di pólogo, o si
había alguien más, élo menre _un
misionero, un comerciante, un oficial de distrito, paul Gau-
guin-. Pequcfros mundos talvez, pero sin duda a nuestra dis-
posición.
4[J nnrlnxroNEs ÂNTRopoLoGrcAS soBRL. ]'EMAS Fu.aJSoFrcos

De todo ello ya no queda rastro. Cuando se visita Nigeria,


México, China o, como en mi caso, Indonesia y Martuecos,
uno se encuentra no precisamente sólo con <<nativos>> y cabaõas
de adobe, sino con economistas calculando los coeficientes de
Gini, con politólogos haciendo escalas de actitudes, historia-
dores cotejando documentos, psicólogos haciendo experimen-
tos, sociólogos contando casas, cabezas u ocupâciones. Entran
en acción abogados, críticos literarios, arquitectos, incluso filó-
sofos, no contentos por más tiempo con <<descorchar el viejo
enigma y contemplar las paradojas en su efervescencia». Cami-
nar descalzo por la Totalidad de la Culturâ no es yâ una opción
y el antropólogo que lo intenta se halla en serio peligro de su-
frir un ataque imprevisto en una publicación de un textualista
indignado o un demógrafo enloquecido. La nuestra es hoy día
claramente un tipo especial de ciencia, o al menos debería ser-
lo pronto. Ahora que el <<Hombre» es toda la respuesta, nos
preguntamos de qué lo es.
La reacción ante esta cuestión desgarradora ha consistido
no tânto en ofrecer una respuesta como en hacer de nuevo hin-
capié en el <<método» considerado, al menos desde Malinows-
ki, el alfa y omega de la antropología social, a sâber, el trabajo
de campo etnogtáfico. Lo que nosotros hacemos y otros no, o
lo hacen sólo ocasionalmente y no tan bien, es este
punto de vista- hablar con el hombre en el anozal -segúno con la
mujer en elbazar desenfadadamente, de tal modo que una co-
sa conduce a. otra y todo remite a todo, en lengua vernácula y
durante extensos periodos de tiempo mientras observarros,
desde la máxima proximidad, cómo se comporran aquéllos. La
especialidad de «lo que los antropólogos hacenrr, su enfoque
holístico, humanista, principalmente cualitativo y fuertemente
artesanal de la investigación social es (y así nos hemos ensefra-
do nosotros mismos a atgumentar) el meollo del asunto. Puede
que Nigeria no seâ una tribu ni Italia una isla; pero una habili-
dad artesanal aprendida entre tribus o practicada en unas islas
ilL ES'[,,\DO OL t.A CUgSrtÓru 4r)

puede desvelar dimensiones del ser que permanecen ocultas a


tipos mejor y más estrictamente organizados. como es el caso
de economistas, historiadores, exégetas y teóricos políticos.
Lo más curioso de este esfuerzo por definirnos en térmi-
nos rle un esdlo particular de investigación, coloquial y espon-
tãnec, atrincherado entre habilidades particulares, improvisa-
dor y personal y no en términos de lo que estudiamos, las
teorías a las que nos adscribimos o los logros que esperamos
encontrar, es que todo ello ha resultado más efectivo fuera de la
profesión que dentro de ella.
Nunca había sido mayor el prestigio del que gozahoyla an-
, tropología, o la antropología sociocultural, en la historia, la fi-
losofía, la crítica liÍeraria,la teología, el derecho, la ciencia po-
líticay, hasta cierto punto, en (los casos duros) la sociología, la
psicología y la economía. Claude Lévi-Strauss, Victor Turner,
Mary Douglas, Eric §7olf, Marshall Sahlins, Edmund Leach,
Louis Dumont, Melford Spiro, Ernest Gellner, Marvin Harris,
Jack Goody, Pierre Bourdieu y yo mismo (que sin duda viviré
lo suficiente paÍa affepentirme de ello) son citados conrinua-
mente por casi todo el mundo y paÍa todo tipo de propósitos.
La <<perspectiva antropológica», por lo que atafre al intelectual
en general, está de moda y todo indica que lo que los espe-
cialistas denominan su .<alcance>> no hace más que crecer. En el
interior de la disciplina, por el contrario, la atmósfera es menos
animosa. La sola identificación del «talanre que se deriva del
trabajo de campo>> con aquello que nos hace diferentes y justi-
fica nuestra existencia en el mundo metodológico ha acrecen-
tado nuestra preocupación por la respetabilidad científica, por
un lado, y por su legitimidad moral, por otro. Poner toda la
carne en un asador tan casero genefa cierto nerviosismo, que a
veces adquiere el rosrro del pánico.
La inquietud riel lado científico tiene que ver t:n gran me-
dida con ia posibiiidaci de que ias investigaciones que se apo-
yan tânto en ei facror personai --este investigador, ahora aquel
,0 REFLExIoNE,S AN'tRoPoT.oGICÂs soBRE TEMAS Fll-osoF'l(l(ls

informante de aquel lugar- puedan ser suficientemente <<ob-


jetivas>>, <<sistemáticas>>, .<reproductibles>>, «acumulativas>>, <<pre-
dictivas>>, <<precisas>> o..comprobablesr, como para oftecer algo
más que cierto número de historias verosímiles. El impresio-
nismo, tntuicionismo, subjetivismo, esteticismo y quizá por en-
cima de todo la sustitución de la evidencia por la retórica y el
argumento por el estilo parecen peligros claros y presentes: el es-
tado de mayor terror, la ausencia de paradigma, una aflicción
constante. iQué tipo de científicos son aquellos cuya técnica
principal es la sociabilidad y cuyo instrumento principal son
ellos mismos? iQué podemos esperar de ellos que no sea pro-
sa recargada y preciosas teorías?

Jv
fo
chaftenDersus Naturuissenschafteniy lo ha hecho de modo espe-
cialmente virulento y degradado; un déjà uu, de nuevo. Avan-
zando en zigzagen estos úldmos tiempos, como dijo Forster en
cierta ocasión refiriéndose a la India en su búsqueda de un lu-
gar entre las naciones, la antropología se ha visto cada vez más
dividida entre aquellos que extenderían y ampliaúan la tradi-
ción recibida que rechaza ante todo la dicotomía histo-
-aquella
ricista/cientifista y que, juntó a \X/eber, Tocqueville, Burckhardt,
Peirce o Montesquieu suefra con una science humaine- y âque-
llos otros que, temerosos de ser obligados a dejar la mesa por
no vestir adecuadamente, transformarían el campo en algún ti-
po de física social, completada con leyes, formalismos y prue-
bas apodícticas.
En esta batalla cada vez más encarnizada qlue se desenca-
dena tanto en citas académicas en ámbitos refinados como en
<<reevaluaciones>> de obras clásicas hechas con una mirada rup-
turista, los cazadores de paradigmas tienen las mejores cartâs,
al menos en Estados Unidos, donde, declarándose a sí mismos
<<la corriente principal>>, dominan las fuentes de financiación,
EL ES'IADO DE LA CUESTION 5l

las otganizaciones profesionales, los diarios y los centros de in-


vestigacíón, y se encuentran felizmente preadaptados a una
mentalidad de mínimos aceptables que hoy invade nuestra vi-
da pública. Se encuentran por doquier jóvenes hombres (y aho-
ra mujeres), severos seguidores de Cornford, decididos ahora a
dejarse la piel para conseguir todo el dinero posible, incluso si
el dinero que captan no alcanzalo suficiente.
Pero aquellos situados en el lado más débil (políticamente
hablando), más inclinados a un estilo libre de ver las cosas, se
ven afligidos por sus propias crisis nerviosas, de corte moral

sâ, sino en si es decente.rY esto último sí es motivo de fuerte


preocupación.
Los problemas comienzan con las incómodas reflexiones so-
bre el compromiso del estudio antropológico con los regímenes
coloniales durante el apogeo del imperialismo occidental y con
sus actuales secuelas, reflexiones surgidas al hilo de las acusacio-
nes que los intelectuales del Tercer Mundo elevaron sobre la
complicidad de la antropología en la división de la humanidad
entre aquellos que saben y deciden y aquellos que son conocidos
y por quienes se decide, y que son especialmente molestas paÍa
académicos que se veian a sí mismos como amigos del nativo y
que siguen pensando que lo comprenden mejor que nadie, inclu-
so mejor que a sí mismos. Pero la cosa no acaba ahí. Funcionan-
do con los enormes motores de la duda de sí posmodema
Jegger, \Mittgenstein, Gramsci, Sartre, Foucault, Derrida, y más
-Hei-
recientemente Batjin-, la ansiedad se ha extendido hasta con-
verúse en una inquietud más general sobre la representación del
<<Otro>> (inevitablemente con mayúscula, inevitablemente sin-
gular)en el discurso etnográfico como tal. iNo es toda latarea
sino dominación llevada a cabo con otros medios: <<hegemonía>>,
<<monólogo>>, <<u o u loi r- s a u o i rrr, m a u u a i s c fo i>>, «orientali
<<

<<lQuiénes somos nosotros parahablar por ellos?>>


52 Rr,lLrxroNrs ANTRopoLóctcas soBRE TEMAS FILosóFICos

Éstu .r una pregunta que no puede ser rechazada sin más,


como así 1o han hecho trabajadores de campo endurecidos,
que la han tratado de parloteo de café o de antropólogos de es-
taciones de servicioi pero sería deseable que la pregunta se
abordaru con menos apasionamiento, se fustigaran menos los
supuestos fallos de mente y carácter por parte de los científi-
cos sociales burgueses y se llevaran a cabo intentos de ofrecer
una respuesta. Ha habido ya algunos de esos intentos, dubita-
tivos y más bien gestuales, pero al menos, y como de costum-
bre, la hipocondría se ha entendido como un autoexamen y el
«labajo con nosotros!>> como crítica (pues, a la postre, los des-
contentadizos son también burgueses) .La cambiante situación
dei etnógrafo, tanto intelectual como moral, originada por el des-
plazamiento de la antropología desde los márgenes del mundo
moderno hasta su centro, está tan pobremente dirigida por el
grito de guerrâ como por el grito de la ciencia. El mero malestar
es tan evasivo como el mero rigor y mucho más egoísta.
Sin embargo, y por el momento, todo parccería ocumir pa-
ra bien. La visión marginal de la antropología como una pode-
rosa fuerza regenerativa en los estudios sociales y humanos,
ahora que finalmente se ha convertido de lleno en una parte de
ellos y no es sólo una distracción menor y periférica, parece ha-
ber dado mejor en el blanco que la visión desde el interior, se-
gún la cual el tránsito de la oscuridad de lo:s Mares del Sur a la
celebridad mundial es tan sólo testimonio de la falta de cohe-
rencia interna en la antropología, de su debilidad metodológi-
ca, su hipocresía política y, ala vez, de su probable irrelevancia
práctica. La necesidad de pensar radicaLnente, de defender y
difundir una aproximación a la investigar:ión social que tome
en serio la propuesta de que, a la horu de comprender a los
<<otros>>. en minúscula y en plural, es de enorme uti-lidad estar
entre ellos del mismo modo que ellos están entre ellos mismos,
ad hoc y a tientas, está siendo extraordinariamente fructífera. Y
no es del todo sorprendente que tales frutos resulten amenâ-
EI, ESTADO DE LA CULSTIÓN 5)

zantes para algunos atrapados en su mismo cenffo: como dice


Randall Jarrell en algún lugar, el problemâ con las épocas do-
ruáas es que las personas que las viven se quejan constante-
mente de que todo parece de color amarillo. Lo que eJ sor-
prendente es lo prometedor, incluso lo salvífico, que suele
resultar para los otros.
La con.iunción de popularidad cultural y desasosiego pro-
fesional que hoy en día caracteriza a la antropología no es ni
una parado)anila sefral de una moda pasaieru.Indica que <da
manera antropológica de mirar las cosas>>, <<la manera anffopo-
lógica de descubrir las cosasr, (que es más o menos lo mismo) y
,da manera antropológica de escribir sobre las cosas>> tienen al-
go que ofrecer a finales del siglo xx sólo en el ámbito de
los estudios sociales- que no es
-no
asequible en otros campos y
que nos encontramos en vías de determinar de qué se trata
exâctamente.
Por un lado, las expectativas pueden parecer muy elevadas
el esplendor del estructuralismo lo fueron sin lugar a clu-
-en
das- y, por otro, la inquietud estaría demasiado al descubier-
to. Con todo, arrastrado en direcciones opuestas por los avan-
ces técnicos en disciplinas allegadas, dividido en su interior por
accidentales demarcaciones ftazadas precariamente, sitiado
por un lado por un cientifismo renaciente y, por otro, por una
avanzadaforma de presión, progresivamente privado de su te-
ma original, de su aislamiento investigacional y de ia autoridad
que confiere ser duefro de todo lo que se examina, el campo no
sólo permanecería razonablemente intacto, sino 1o que es más
importante, ampliaría la oscilación de talantes que lo define so-
bre áreas de pensamiento contemporáneo cadavez más exten-
sas. Hemos adquirido cierta destreza en avanzat en zigzag. En
nuestra confusión está nuestra fuerza.
54 REIiLEXIoNES ANTRoPoLÓGICÂs soBRE TEMAS ITILOSOFIc(ls

Cur-runa DE GUERRA

La antropología es una disciplina conflictiva, en perpetua


búsqueda de maneras de escapar de su condición, fracasando
continuamente en sus intentos de encontradas. Comprometida
desde sus inicios con una visión global de la üda hunana
-so-
cial, cultural, biológica e histótica al mismo tiempcr-, se desli-
z sn y offavezhacia partes aisladas,lamentándose de dicha
circunstancia e intentando sin éxito proyectar algún tipo de
nueva unidad que reemplace aquella que imagina haber poseí-
do en otra ocasión y que ahora se desecha con ligereza debido
ala que actualmente la practican. La pala-
, esgrimida en encuentros profesionales
y en las llam í'lãmoviización general (de una gran varie-
dad) en revistas profesionales y monografias.La realidad' tan-
to en la investigación que hoy se realiza como en los trabaios
que se publican, es enormemente diversa,
Y discusiones, discusiones sin fin. Las tensiones entre las
grandes subdivisiones del campo antropológico
-antropolo-
gía física, arqueología, antropología lingüística y antropología
cultural (o social)- se han llevado razonablemente bien dados
los usuales mecanismos de diferenciaciôny especialización, de
forma que cada subcampo se ha convertido en una disciplina
relativamente autónoma. Esto no ha ocurrido sin lastimeras in-
vocaciones a ancestrales eruditos por aquel entonces
gigantes- que supuestamente <<lo -habiahacían todorr. Pero las fisu-
ras en la antropología cultural como tal, el corazón de la dis-
cíplina, se hicieron cadavezmás visibles y más difíciles de con-
tener. La división en escuelas de pensamiento enfrentadas
enfoques globales concebidos no como alternativas metodoló-
-en
gicas sino como sólidas visiones del mundo, moralidades y po-
sicionamientos políticos- creció hasta un punto en el que eran
más habituales los conflictos que las conclusiones y más bien
remota la posibilidad de un consenso general sobre algo fun
EL ESTADO DE LÂ CUESTION 55

damental. El nerviosismo que esto causa, y la sensación de pér-


dída, es considerable y, sin duda, profundamente sincero;pero
es algo probablemente mal ubicado. La antropología en gene-
ral,yla antropología cultural en pârticular, obtiene su mayor
vitalidad de las controversias que la animan. Su destino no es
gozat áe posiciones seguras y asuntos zaniados.
El reciente debate, muy celebrado en la prensa intelectual
y en los circuitos académicos, entre Gananath Obeyesekere y
Marshall Sahlins, dos de las figuras más célebres y combativas
en la materia, consistió en cómo entender la muerte del Colón
del Pacífico, el capitán James Cook, a manos de los hawaianos
en lll9.1 (Colón <<descubrió>> América cuando buscaba la In-
dia; Cook, tres siglos después, <<descubriórr las Islas Sandwich
con anterioridad, encontró Australia y Nueva Zelanda-
-y,
cuando buscaba el Paso del Noroeste.) Con enfado, elocuencia
e inflexibilidad ocasiones, también, de un modo agria-
-en
mente divertido- ponen en primer plano algunos de los as-
pectos centrales que más dividen el estudio antropológico.
Después de leer a ambos y ver cómo se vapulean mutuamente
por espacio de alrededor quinientas páginas,lo que le ocurrió
a Cook, y por qué, parece mucho menos importante y proba-
blemente menos determinable que las preguntas que surgen
sobre cómo dar sentido a los actos y las emociones de gentes
distantes en tiempos remotos. ;En qué consiste rigurosamente
<<conocer>> a los <<otros>>? lEs posible? lEs bueno?
Aun a riesgo de simplificar excesivamente (pero no mucho:
ninguno de los dos combatientes es dado a posturas matiza-
das), podemos decir que Sahlins defiende sin fisuras la postura
de que hay culturas distintas, cada una de ellas con <<un sistema
cultural total de acción humanar> y cüya comprensión viene da-

L Gananath Obeyesekere, The Apotheosis of Captain Cook: European Mythrna-


ktng,Prrnceton, Princeton University Press, 1992; Marshall Sahlins, Hoz «Nalites»
Thínk, Aboat Captain C,ook, for Example, Chicago. University of Chicago Press, 1995.
56 nsrurxroNES ANTRoporóclcas soBRE TEMAS FrLosóFICos

rante rn mes por la isla siguiendo la dirección de las agujas


del reloj.
EL ESTADO DF] LÂ (]I]EST'IÓN 5l
dotes involucrados, como Lono encarnado y fue consagrado
como tal mediante complejos ritos en el gran templo de la isla.
Más tarde, por motivos personales, si bien de nuevo en for-
tuita consonancia con el calendario que gobierna el periodo
Makahiki, Cook se marchó rumbo al horizonte por el que ha-
bía venido. Poco después de izat velas, sin embargo, la rotura
de un mástil le obligó a regresar a la isla parâ su reparación. Es-
te movimiento inesperado fue interpretado por los hawaianos
como un desorden cosmológico que presagiaba, si se le dejaba
curso libre, un levantamiento social y político, <<una crisis es-
tructural donde todas las relaciones sociales [...] alteran sus sig-
nos>>. Fue el final de Cook, súbito y confuso: fue apufralado y
golpeado hasta la muerte por centenares de hawaianos trm pi-
sar tierra contrariado y disparando compulsivamente su arma.
Consagrado como un dios por llegar en el momento justo y de
lamanera adecuada, fue asesinado como un dios
para mantener la estructura intacta e irreversible- -sacrificado
por regre-
sar a Hawai en el momento y de la manera inadecuados: un ac-
cidente histórico atrapado en unâ forma cultural.
Obeyesekere responde con un sonoro <<1no!>> a todo este
argumento tan manierista y sospechosamente hilvanado
ello, al parecet debido no tanto a tazonesempíricas .o*o u-y ,á-
zones morales y políticas-. Es, según é1, degradante para los
hawaianos (y paraél mismo en calidad de antropólogo àriundo
de Sri Lanka que trabaja en una universidad americana) que se
les describa como salvajes infantilizados e irracionales tan ce-
gados con sus signos y sus presagios que son incapaces de ver
lo que tienen ante sus ojos, un hombre como otro iualquiera, e
incapaces, a su vez, de reaccionat ante él con un sencillo espí-
ritu práctico y un sentido común ordinario.
El informe de Sahlins es tachado de etnocéntrico, pues ad-
judica a los hawaianos la visión europea de que la superioridad
tecnológica de los europeos lleva a los pasmados primitivos a
considerados como seres sobrenaturales. Y es lo que
-esto
,8 REFLExToNES ANTRopoLócrc^s soBRE TEMAS FrLosoFrcos

realmente incomoda, especialmente a alguien como Sahlins, el


cual, como la mayoria de los antropólogos, Obeyesekere in-
cluido, se ve a sí mismo como una tribuna para sus asuntos, su
defensor público en un mundo que los ha arrinconado como des-
venturados e insignificantes- el argumento de Sahlins se ve
como neoimperialista: un intento de acallar <<las voces reales>,
de los hawaianos y, en verdad, de los <<nativos>> en general y
reemplazarlas por las voces de aquellos que en un principio los
conquistaron, luego los explotaron y ahora, en la fase académi-
ca y bibliogúfica dela gran opresión conocida como colonia-
lismo, los ocluyen.
Por lo que se refiere a la investigación de Sahiins y a su rei-
vindicación de basarse en hechos, Obeyesekere escribe:

Cuestiono este <<hecho>>, que he demostrado que fue creado


por la imaginación europea del siglo xvul en adelante y se basa-
ba en <<modelos de mitos» anteriores que pertenecían al temible
explorador y civilizador que es un dios <<para los nativos». Dicho
claramente, dudo que los nativos crearan su dios europeo; los
europeos lo crearon para ellos. Este <<dios europeo)> es un mito
de conquista, de imperialismo y civilización que no
puede separarse fácilmente.
-unatriada

La subsiguiente guerra erudita entre los dos antropólogos


puede seguirse en el enmaraÃado alegato acusatorio de Obeye-
sekere, en el que uttTiza cualquier arma a su alcance para gol-
peaÍ a su contrincante (menciona el terrorismo en Sri Lanka,
Cortés entre los azÍecas, El corazón de las tinieblas, y algo que
denomina <<psicomímesis simbólica>r), y en la defensa de Sah-
lins, más suave, pertinaz y de otro tenor, que aporta cadavez
un nuevo dato. (Un tercio del libro de Sahlins consiste en die-
cisiete apéndices de espectacular particulariàad, incluidos «Sa -
cerdotes y genealogías>>, <<Políticas de calendario>>, <<Atua en las
Marquesas y más allá>>, <<Los dioses de Kamakau>>, <<Lono en
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
59

Hikiau».) Ambas pa.es aportan un sinfín de hechos, hechos


supuestos, hechos posibles que se refieren virtualmente a todo
lo que es conocido o que se cree conocer sobre la desgracia de
Cook y las condiciones que la rodearon.
Sahlins goza de cierra venta ja nanral en todo este fluir de
datos, pues, como experimentado oceanista de gran reputa_
ción,ha escrito abundantemente sobre ernohistorL de h'poli-
nesia en general y de Hawai en particular. El rabajo de
Obe-
yesekere se ha centrado en Sri Lanka y su conocimiento
del
tema que aquí hemos expuesto es el resultado de tres o
cuatro
afros de lectura sobre el tema y de una breve <<pere ginación
a
las islas de Hawai para contrastar mi versión .o, lu
.1" los aca_
démicos de la historia y la cultur ahawaiana>>.
Pero dado que ambos académicos se apoyan en el
mismo
corpus limitado de material primario _tablas á. bur.or,
dirriã.
de marineros, historias orales ffanscritas; informes
de misione_
ros, algunos dibujos y grabados, algunas cartas_ todo
esto, en
sí mismo, no marca una diferencia decisiva. pero
sí hay atgo, de
lo que él mismo parece no darse cuenta, que sitúa lu.
rgí á"h
prueba en Obeyesekere
cierta lasitud metodológi
fícil aceptar>>, <<se podría
rece [...] ruzonableasumir>>, <<es
ta explicación extraordinariamente plausible» e invocaciones
similares a la supuesta obviedad de las cosas en juego;'alonan
su
texto de principio a Íin.) Si se rratâra del debatá .r"r"ái""Jq""
a veces parece ser, Sahlins, más ingenioso, mejor
centrado e in_
formado, ganaúa sin esfuerzo.
Pero no es un debate de ese estilo. Al margen de la
retórica
cientificista de ambos contrincantes sobre laLbúsqued,
a" f"
verdad>>, de los diestros y a veces innecesarios
insJtos acadé-
m-ic9s (Obeyesekere dice, a propósito de nacla, que
Sahlins
adolece de una falta de preocupaci ón ética>r,mien_
tras que Sahlins opina, en "profundã
relación co. que C)beyesekere
"Ià,
60 nprlpxtoNEs ANTRoporócrcas soBRE TEMAS prLosór.rcos

es un <<terrorista»> literario) y de la pródiga ostentación de finos


detalles que sólo entusiasmatia a un abogado, lo que les diüde
no es, en el fondo, un mera cuestión de hechos. Aunque ambos
coincidieran en cómo los hawaianos vieron a Cook y éste a aqué-
llos sus posturas no están en este punto tân encontfadas co-
-y
mo ellos pretenden-, aun así, su oposición con respecto a todo
lo que en antropología es de importan cia sería total. Lo que les
diüde, y aunabuena parte de la profesión con ellos, es su com-
prensión de la diferencia cúural: lo que es, lo que la produce, lo
que la mantiene y lo profunda que puede llegar a ser. Fara Sah-
lins es sustancia; para Obeyesekere , superficic.

Alrededor de los ultimos veinticinco aãos, la era post-todo


(posmodernidad, estructuralismo, colonialismo, positiüsmo), el
intento de reflejar <<cómo piensan "los nativos">> (o cómo pensâ-
ban) o lo que estaban haciendo cuando hacíanlo que hacían, fue
blanco de muchos atâques de corte moral, político y filosófico.
Incluso la pretensión de <<conocer mejor>> que cualquier antro-
pólogo debiera r, al menos implícitamente, resultaría un tan-

uno de s.us ensayos más recientes «Goodbye to Tristes Tropes>>-


han sido variadas, un poco caóticas, además de ser expresión
de inquietud.r Los posmodernos se han preguntado si los infor-

1. «Goodbye to Tristes Tropes: Erhnography in the Context of Modern Vorld


I listorp>, The lournal o/ Modern History, 65, 1993, p{pls. l-25.
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
61
62 REFLExIoNES ANTRopoLoGICAS soBRE TEMAs FILosot'-lcos

cias de los hawaianos se extendían uniformemente por toda la


población, cuyos miembros son presentados estereotipada-
-..rr., según la acusación de Obeyesekere <<como si llos ha-
wainanos] estuvieran representando un esquemâ cultural sin
reflexió»>-. Al final, los argumentos' opuestos en cada punto,
se enfrentan de manera rigtàay simple, en un estilo maniqueo'
Para Obeyesekere, los hawaianos son racionalistas <<prag-
máticos>>, «calculadores>> y <<estratégicos>>; como nosotros mls-
mos, realmente como cualquiera, a excepción talvez de Sah[ns,
ellos .<valoran reflexivamente las implicaciones de un proble-
ma alaluz de criterios prácticos>>. Para Sahlins, ellos son otros
distintos, existen dentro de ..esquemas>> distintos, un <<sistema
cultural total de acción humana>>, <<otra cosmologia>>, comple-
tamente discontinua con la <<racionalidad moderna, burgue-
sa>>, gobernada por una lógica <<que [tiene] la cualidad de no
pârecer para nosotros súcíente y sin embargo ser súcientepara
ellos>r. <<Diferentes culturas>>, en su opinión, <<diferentes racio-

(también la callfica de <<antropología pidgin» y de <<nativismo'


utilitarista e instru-
pop>>), deja constancia de que <<la fiiosofía
y
mentalista de }{obbes, Locke, Helvétius compaÃía aún está

r muestra que,loq{+e
or gánica>>, «rígida» y «p s eudohistórica» ),,
aún nos invade es el modelo irracionalista de mentalidad'pii-
mitiva,-Lévy-Bruhl, Lévi-Strauss, los aztecas de Tzvetan To-
dorov y el Freud de Tótem y tabú, que pensaba que los nifros,
los salvajes y los psicóticos tienen todos algo en común.
Lo que está en juego es, por tanto, una pregunta que ha ase-
diado a la antropología durante más de cien afros y que nos sigue
asediando aún más en este mundo descolonizado en el que tra-
bajamos: lqué podemos hacer anteptírcicas culturales que nos re-
sultan tan extrafras e ilógicas? ;Cómo son de extraãas7 iCómo
EI, ES.IADO DD LA CUL,STIÓN 63

de ilógicas? 1En qué radica precisamen te la razôn? Ésto, son


interrogantes que no cabe plantearse únicamente sobre los ha-
waianos del siglo xwII,los cuales desfilaban ruidosamenre con
imágenes de piel de pájaro, veían en un cocotero (<<un hombre
con su cabezaen el suelo y sus testículos hacia arriba») el cuer-
po de un dios y anudaban sus vidas en una sofisticada madeja
de sacralidad y prohibición sabido tabú- que a veces los
inmovilizaba, Cabe preguntarse-el también sobre los ingleses del
siglo xvIII, marinos y navegantes, surcando los mares sin muje-
res en busca de descubrimientos curiosidades, ca-
-arcadias, y sobre la socie-
laderos, maravillas y el Paso del Noroeste-,
dad inquisitiva y agresiva, el mundo en el que el conocimiento
es gloria, que con la esperanza última de la salvación temporal
enüaba a sus hombres allí.a
Los hawaianos y los navegantes de la Ilustración están aleja-
dos de nosotros tanto en el tiempo como en el espacio. Al me-
nos esto es verdad con respecto a los hawaianos que vivían en el
ritmo de la existencia de Ku y Lono. (Kamehameha II puso más
o menos fin a ese ritmo con su famosa hoguera de las vanidades
en el siglo xx, una auténtica ínversión de signos; y lo que no dio
por concluido lanzando iconos al mar y compârtiendo la mesa
con mujeres lo concluyeron la cristiandad, la caía de azícar y el
barco de vapor.) Y también es verdad de los naveganres que se
sumergieron en aquel ritmo de existencia, navegantes osados,
ignorantes y resueltos al progreso. Miramos retrospectivamente
a esos dos <<pueblos>> y a su legend aúa pr:mera toma de contac-

4 Ninguno de los dos autotes tienc mucho que decir al respecto, aunquc C)be-
yesekerc promete una biografía psicoanalítica de Cook, cn la que ofrece la imagen que
Cook tenía de sí mismo como un Próspero <<domesticando uná tierra salvaje>, cuando
en verdad eÍa un KuÍz c;uc <<se convierte en el mismo salvaie que él dcsprecia» hasta
llegar a su «complejo scxual>r, donde tal vez sc rros ofrezca más Para un cxmen cx
tenso del entomo culrural (el Cambridge de \Vordsworth), clel que surgió un explorador-
descubridor, un joven astrónomo ascsinaclo de marera similar a como lo fue Cook, pero
en Oahu y treinta afros después, véase Greg Dcning, Tbe Death of Wl.lliar,u Cooch: A
Hisnry\ Anthropology,Llonololu, University of Hawaii Press, 1995
64 nErr.exroNES ANTRopoLoGrcÂs soBRE TEMAS FILosoFICos

to a través de la nebulosa del moderno orden de vida (o, ahora


que los imperios euroamericanos y la división mundial <<este-
oeste>> se han debilitado o desaparecido, del orden posmoderno
de üda). Es más,los contemplamos desde nuestra posición par-
ticular dentro de ese orden. Hacemos de ellos lo que podemos,
desde lo que somos o hemos devenido. No hay nada Íatil. para
la verdad o la honestidad en todo ello. Pero es inevitable y ab-
surdo pretender algo distinto.
En su favor podemos decir que ni Sahlíns ni Obeyesekere
pretenden otra cosa. Sus posiciones personales y sus agendas
profesionales son sinceras y visibles. Obeyesekere sostiene que,
como auténtico <<nativo» (o 1<<posnativo»?) que es y como tes-
tigo directo de los dolorosos esfuerzos actuales de una ex colo-
nia atormentada con una violencia inducida, está inmunizado
frente a las autodecepciones occidentales y bien situado para
mirar el Pacífico del siglo XVI[, blanco y de color, tal como
realmente fue. Dedica su libro a un taxista de Sri Lanka asesi-
nado, que solía llevarle en coche por Colombo, en recuerdo de
<dos miles de asesinados de todo el mundo [...J gente corriente
a cuyos familiares apenas se les dio la oportunidad de llorar su
muerte>>. Escribe que es <<precisamente por [mis] dificultades
existenciales por lo que mi interés por Cook [y su "ira" hacia
Sahlins y su trabajol creció y floreció>>.
En respuesta, Sahlins se pregunta, y con tazón, en qué me-
dida él y Cook son <<de algún modo responsables de la tragedía
que padeció el amigo de Obeyesekere>> y hasta qué punto re-
sulta apropiado incluir una tragedia tal en una disputa acadé-
mica. Piensa que, aunque blanco y occidental como es, se halla
más libre de prejuicios etnocéntricos que aquél que, explicando
<<antiguos conceptos hawaianos de Hombres Blancos mediante
creencias propias de Sri Lanka y apelando a su propia experien-
cia [...]se desliga paulatinamente de lo hawaiano y se aproxima
al folclore nativo de Occidente de lo divino uersus lo humano, lo
espiritual Dersas lo materiab>
EL ESTÂDO DE LA CUESTIÓN 65

Las úctimas ultimas [...] son las gentes hawaianas. El buen sen-
tido empírico de Occidente sustituye su propia manera de ver las co-
sas, la abandona con una historia ficticia y una etnografía pidgin. [...1
Los rituales tradicionales [...] se han desvanecido; se han borrado las
brechas sociales sobre las que gira la historia hawaiana. Los hawaia-
nos salen a escena como las úctimas inocentes de la ideología euro-
pea. Privados [...] de acción y cúura, su historia se reduce a la
ausencia de sentido: vivieron, sufrieron; y después murieron.

Es esta curiosa inversión ofendido y herido <<sujeto na-


tivo>> como universalista
-el
ilustrado y el desplazado e irónico «ob-
servador extranjero>> como un historicista relativizador- la
que da al debate su enorme emoción y, ala postre, amenaza
con transformarlabúsqueda de un pasado esquivo en una riõa
personal. Por muy c.enscientes que seamos, siguiendo a Obe-
yesekere, de la necesidad de dar plena cuenta del hecho de que
lo que conocemos del contâcto>> con el mundo de Hawai
"primer
nos llega bajo el tamiz de las perspectivas de aquellos que nos
lo narraron y de que nunca nadie ha vivido en un mundo total-
mente desprovisto de preocupaciones prácticas, la reducción
de lo hawaiano a la <<elaboración de mitos europeos>> más bien
parece un producto de resentimiento desenfocad6 11i14y,;,
-sg y el
ideológica- que el resultado de la evidencia,la reflexión
<<sentido común>>.
Y aunque, siguiendo a Sahlins, nos percatemos del peligro
de perder para siempre las profundas particularidades de pue-
blos desaparecidos en tiempos clausurados al convertirlos en
razonadores gener alizados movidos por preo cup aciones prác-
ticas y aunque reconozcamos que hay otras muchas formas de
silenciar a los otros que las imaginadas en el revisionismo pos-
colonial, hay problemas que subsisten. Encerrar esas particula-
ridades en formas bien definidas que encajan unas con otras
cual piezas de un puzzle no elimina la posibilidad de ser acusa-
dos de hacer trampas etnográficas y de excesiva sagacidad.
66 REFLExIoNES ANTRopoLóGICAS soBRE TEMAS FILosoFICos

Repletos de certezas y acusaciones, ambos abatidos cien ve-


ces en el juego, C)beyesekere y Sahlins han intentado plantear,
pese a todo y de un modo que ninguno de los dos habría podi-
do hacer por separado, problemas teóricos fundamentales, a la
vez que han seãalado cuestiones metodológicas críticas con
respecto a ese delicado asunto de <<conocer al otro>>. (Proble-
mas y cuestiones sobre los cuales, llegados a este punto, debe-
ríayo confesar que creo que Sahlins aborda de un modo mu-
cho más persuasivo, dejando a un lado el brillo estructuralista
que envuelve sus análisis. Sus descripciones son más circuns-
tanciadas, su retrato de los hawaianos y los británicos mucho
más penetrante y su comprensión de los aspectos morales y po-
líticos entraõa mayor seguridad, libre de la confusión de un
presente revuelto.)
Si han elevado o no el nivel de la discusión antropológica,
lo que alalarga es de una gran importancia en un campo en el
que nunca se obtienen respuestas en las páginas finales de los
libros, depende de si los que vienen detrás un buen nú-
-ya
mero en cada bande pueden mantener encendida la intensi-
dad almismo tiempo que contienen el impulso de la ofensa y la
lucha descarnada por la victoria; de si pueden, entre el rencor
y el pundonor, proseguir la conversación.

UN pasarrsMPo PRoFUNDo

Todas las ciencias humanas son promiscuas, inconstântes y


están mal definidas, pero la antropología cultural abusa de su
privilegio. Veámoslo:

En primer lugar, Pierre Clastres. Un graduado de l0 afros,


que ha cursado estudios en el bercealz del estructuralismo, el /,2-
boratoire anthropologique de Claude Lévi-Strauss, abandona
París a principios de los sesentâ y se dirige hacia un lugar re-
EL ESTADO oe ra cursttóN 67

moto de Parug:uay. Allí, en una región casi desierta de extrafras


selvas y animales aún más extraõos coatíes, buimes,
-jaguares,
pecaris, serpientes arborícolas, monos aulladores-, Clastres
vive un afro con un grupo aproximado de cien indios <<salva;'es>>
(como les llama aprobatoriamente aunque también con algo de
temeroso respeto) que abandonan a sus ancianos, pintan sus
cuerpos con franjas oblicuas y rectángulos curvos, prâctican la
poliandria, se comen a sus muertos y golpean alas muchachas
en la menarquía con penes de tapir para conseguir que se vuel-
van, como el tapir de largo hocico, intensamente ardientes.
El libro que Clastres publica a su regreso lo titula, con una
lfaneza deliberada, casi anacrónica y premoderna, como si se
tratase del diario recién descubierto de un misionero jesuita del
siglo XVr[, Chronique des indiens Guayaki lCrónica de los in-
dios guayaquís).'Devotamente traducida al inglés por el nove-
listâ norteâmericano Paul Auster (<<Creo imposible no amar es-
te libro») publicada con un retraso de veinticinco afros en
EE.UU.-,-yla obra está escrita, al menos en su forma, de tal
modo que recuerda excesivamente el viejo estilo etnográfico.
Ofrece una descripción vital de los <<guayaquís>> que empieza
con el nacimiento, sigue con la iniciación ritual, el matrimonio,
la caza y la guerra, hasta llegar a la enfermedad, la muerte, los
funerales y, tras éstos, el canibalismo. Luego están las clásicas
fotografías de pose muy cuidadas estéticamente: nativos semi-
desnudos que miran ala cámara con expresión vacía. Y tam-
bién los bosquejos a pluma y alápiz que podemos encontrar en
los museos de hachas, cestos, utensfios para encen-
-dibujos
der fuegos, abanicos matamosquitos, estuches de plumas- y
que apenas ya encontramos en las monografías. Y a pesar del
lirismo ocasional, que remeda Tristes Tropiques lTristes trópi-

5. P Clastres, Chronicle of the Guayaki Indians, Nueva York, Zone Books, 1998.
(Publicado originalmente como Chronique des indiens Guayaki,Irarís, Plon, 1972) (trad.
cast.: Crónica de los indios guayaquís: lo que saben los aché, cazadores nómadas del Para'
guay,Barcelona, Alta Fulla, 1998).
68 nsplnxroNEs ANTRoporócrcRs soBRE TEMAS prlosórrcos

cosl, sobre los sonidos de la selva o los colores del crepúsculo,


la prosa es directa y concreta. Ocumió esto y aquello. Creen es-
to, hacen aquello. Sólo la voz efi primera persona meditativa y
fúnebre, que cede de vez en cuando a la indignación moral, su-
giere que en todo ello puede haber algo más que unâ mera des-
cripción de r arezas distantes.
En segundo lugar, James Clifford. Formado como historia-
dor intelectual en Harvard a comienzos de los setenta y con-
vertido por propia iniciativa primero a la antropología y luego
a los estudios culturales (actualmente es profesor en el progú-
ma de Historia de la Conciencia en la Universidad de Califor-
nia, Santa Cruz), a sus 52 afros está más cerca de la Mitad del
Viaje de Io que Clastres estaba cuando viajó aParaguay, pero
ambos son de la misma generación académica: la dela.o.rt.r-
cultura. Clifford vaga en los noventa, tímido e inquisitivo, no
entfe <<nativos>> abandonados o entre <<pueblos>>, sino por lo
que él ha llamado <<zonas de contacto>> ----exposiciones einoló-
gicas, parajes turísticos, seminarios sobre arte, asesorías de mu-
seos, conferencias de estudios culturales, hoteles paru viaje-
ros-. Visita la casa de Freud en Londres, llena de motivos
antropológicos. Recorre el Honolulu de los congresos de pro-
fesionales, una ciudad híbrida y anunciada por la publicidád, y
pasâ entre los forofos de la Pro-Bowl y los barcos de guerra
hundidos en el Afro Nuevo chino justo cuando la Tormenta del
Desierto estalla en el golfo Pérsico. Rememora su
iuventud co-
mo <<miembro de la etnia blanca>>, hijo de un profesor de la
Universidad de Columbia, mientras coge el merro en un Nue_
va York en el que suena músicafotk. Medita sobre la historia,
la dominación y la «dinámica globaL, ânte una empalizada nt-
sa data de los afios veinte del pasado siglo-- reconstruida
para-que
que sirva de herencia multicultural en la <<California ,,pos-
moderna">>.
Al libro que reúne esros itinerarios y paradas en unâ fábiira
de nuestro tiempo Clifford lo titula Routes,poniendo el acenro
EL ESTADo og Le cursrróN 69

en el juego de palabras con roots (raíces), y le afrade un subtí-


tulo cuidadosamente contemporáneo: Trauel and Translation in
tbe Late Tuentieth Century [Viaje y traducción a finales del si-
glo )rxJ.6 Aquí no se construye un relato continuo, ni etnográ-
fico ni de cualquier otra clase, si bien lavoz en primera perso-
fla apeitece por doquier, en un tono bastante asertivo y aún más
autorreferencial. Hay, por el contrario, una serie desordenada
de «exploraciones personales>r, disefradas no para describir
<<nativos en sus aldeasr> ni <<tradiciones puras y diferencias cul-
turales discretas>>, sino <<gentes yendo a sitios>>, <<ambientes hí-
btidos» y <<culturas del viaje>>,'
La prosa es desigual e indirecta. A veces resulta <<académi-
ca>>, esto es, abstracta y argumentativa, otras veces es <<expefi-
mentab>, es deciq rctraídae impresionista; siempre discursiva, da
con una mano y quita con la otta, escoge caminos alternativos
para perseguir un concepto y retrocede sobre sus propíos pa-
sos para volver a retomâr el tema. La extensión de los trabajos
oscila entre las tres o cuatro pâginas y las cuarenta o cincuenta.
Las fotografías son reproducciones de ilustraciones de catálogos
de ilustraciones- o desenÍocadas instantáneas
-ilustraciones
de aficionado, hechas por el propio Clifford sobre la marcha.
No hay descripciones de bodas, luchas, cultos, declamaciones,
muertes o duelos, ningún informe de cómo se educa a los niãos
o se aplaca a los demonios. Y si en el caso de Clastres, salvo un
pasaje de Montaigne, hallamos una sola cita en todo su libro,
un resumen parafraseado de algunas páginas de una historia
de la conquista de Paragtay escrita por religiosos, en Clifford
hay literalmente cientos de ellas, a veces una docena por pági-
na, de autores que van de Mijail Bajtin, Stuart Hall, \üíalter
Benjamin, Antonio Gramsci y Frederic Jameson a Malinows-

6. J. Clifford, R outes: '|'rauel and Translation in the Late Tuentieth Century, Cam-
bridge, Harvard University Press, 1997.
7. Ibid., pâgs. 21, 5, 2, 11.
7O NPTT,BXTONES ANTROPOLOGICAS SOBRE TEMAS FILOSÓFICOS

ki, Mead, Rushdie, Gauguin, Amitav Ghosh, Michel de Cerreau


y Adrienne Rich de ellas escogidas ,a, pr.,
-la mayoúa
crear una determinada atmósfera que por ,., i.l"rrrn.i^_. Êl
llama a todo esto collage: <<Escrito tajo el signo
de f,
"-Ui"l_
lencia L...1 tn rnedias res 1...1manifíestamenre inacabado>>.,
las cajas mágicas de Joseph Cornell, ..1, upririo.,"d,
S:p"
belleza de encuentros casurlãs __rm pluma,
unos rodarnien_
tos a bolas, Lauren Bacall-», o.o.o rqrellos
hoteles de pa_
rís declassés, <<lugares de colecciór, d" prtuposición,
de en_
cuentro apasionado desde los que lo, surreàlistas
iniciaron
s r,s extrafros y maravillosos viajes urbanos>>,
Routes <<fija una
relación enffe elementos hererogéneos en un
conjunto signifi_
cativo. [...],-lucha por mântener cierta espeÍanzay
una lãcida
incertidumbre>>.e
En resumen, nos encontramos con 1) un peregrino
román_
tico embarcado en una Búsque da, cata a catacon
un Otro Ra-
dical en lo_más profundo dà la selva. («Al fin
entre los salval'es>>, dice Clastres. <<La enoffne
-. .n.on*uú
separación [...] en_
tre nosorros L...lhacía que incluso pareciera
imposible qr. p"_
diésemos enrendernos mutuamente.r>),, 2)
Un especruào.i._
servado, a media distancia, moviéndose
con incomodidad por
un,hall de espejos posmodernos. (<<Noche
en las calles ub^iro-
tadas: el humo de los puestos de comida,
hombres y;il;;,
y'óvenes qu.e salen apresuradamente
de un club d. *r.. íu.-
ciales, un dragón, el conjunto de jazzde
la Universidad de Ha_
wal con una sección de saxofones compuesta
de asiáticos
[...]
Un edificio [iraní] explota a cámatal.nta.r;,,
Apenas ri pr.._
cen pertenecer al mismo universo, mucho
menos a la misma
profesión.

8. Ibid, págs 10, 12


9. Ibíd., págs.18, t2.
10. Clastres, op cit.,págs.91_92.
11. Clúford, op cit,pág.241
EL ESTADo DÊ LA CUESTIÓN
71

Y, sin embargo, estos dos hombres que describen,


imaginan
y comparan el mundo, con formacror", y compromisos
distin_
tos y que seguramente nunca se conocieron (clastres
murió a
los 4J aãos en un accidente de coche en1977,dos afros
unt., d.
que Clifford empezase a publicar; Clifford, a pesar
d" todo ,,
interés por la antropología francesa, ni siquiera menciona
a
clastres), consiguen entre los dos formula, .r, lo, términos
más
desolados el rema más crítico que afecta a la antropologiu
.J_
ales, pospositivistas, postodo, y
üabilidad, la legitimidad, y por
ión de campo sobre el terreno,

un momenro dacro uama con ;.11T"t11;""ffi:','jfi.'ff:


profundo» y que Clastres exalra curi .I todo
-o-.rrto (..Tãr,
sólo tenía que mirar en torno a mí en la vida diaria:
un mínimo de atención siempre podíadescubrir algo
-.lrro .o,
nuevo>>).,,
Sin una reoría principal, sin ningún rema que fobr.salga,
.
ahora que todos los narivos son ciudadaro, y lá, pri-itiuoÍmí-
y

norías, sin ni siquiera un nicho profesional bierestablecido


e
indiscutible, la anrropología cuitural depende o,a, qr.
.rrl_
quier otra ciencia, social o natural, d. ,rna prácticadâ
investi_
qación específica a la hora de establecer suldentidad y autori-
dad, de reclamar la atención debida. Si el trabajo dé
;;;;;
desaparece, o de cualquier manera empezamos a verlo
con mie_
do por un lado y esperanza por otro, ia disciplina entera
desa_
parecerá con é1.

6).

', ?u$Í':il:T';:
la sdva- son, de

12 lbid., pâg )6 y nora 2; Clastres, op cit , páry. )15


72 REFLE,T.NES ANTRopoLóGrcÂs soBRE TEMAS FIL.sol.rcos

hecho, mucho menos primitivos de lo que en principio podría


parecer.lr En verdad son refugiados, arrumbados haci
doi anos

to con ellos ya sufren un claro proceso de extinción.

11. Clastres, op. cit,,pág.276.


14 lbid., píg. )45.
EL ESTÂDo DE LA CUESTIÓN 7)
por el negocio de las perlas y la pimienta!
Mecánicas victorias.>>
Así saludaba Montaigne lu .onqrrirtu de América
p". f, .i"ifir"-
ción occidental.r,

Sobre Ia base de.una antropologí a físicaalgo


improvisada,
y extremadamenre discutible y
^ntrruud^,
Clitres;i.;;l*
guayaquís como si con roda probabilidad
fuesen lo, ..rto, ãà
los primeros pobladores humar os de la zonay
quizá detodo el
continente. Aunque el color de su piel ,^ d"iàári.o."b.i;
de los indios, si bien menos intensà,
al blanco _r".1 bú;;
rosado de.los europ.eos, sino el grisáceo de
una ú;.;r;;i;._
flâ-), Clastres los llama, comolambién hacen il, p;r;g;;;;.
y antes lo hicieron los espafroles, <<indios
blancos>>. y ;rí * :;:
mo ellos se ven a sí mismos; cuando se da el
.uro irrrú a1
que nace un nifio de piel
ue_
la tiene la obligación ã. .
Independientemente
quís originarios fueron asesina til
de conquista por el grupo <<mongoloid.,
:nâ.guerra d" lã,
Tupi-Guarani, fuerremenie miliári.tr, ll.g"jo
ellos y que todavía es el principal grupo
ã.*rer-n*
iãdio de ü ,.giã;
I,os pocos que escapâ.o, , L p""r,
V simple uniq.rilrliOn
abandonaron los cultivos que h"üír, p.acticado
durante lar_
go tiempo y se encamirrraon a la sel,oa
pura convertirse en ca-
zadores nómadas, arrojados pobiza, al exilio t;l;;;
^l^
gresión cultural no, como ., or.or-lrgares
del ...ri"â*., p".
los europeos, quienes sólo los ,rr.uio,
el siglo *r,'riro
Por ot Así,los guayaquís,"r, -
los pri_
meros , no son simplemen , rjrr-
de
jes s, las evanescentes lmente
elemental:

15 lbid., págs.345-346
74 REFLExIoNES ANTRopoLoGtcAS soBRF. TEMAS FILoSóFICos

[Los guaraníes] no pueden aceptar las diferencias; incapaces


de suprimirlas, intentan incluirlas en un código familiar, en un
simbolismo tranquilizador. Para [los guaraníes], los guayaquís
no pertenecen a una cultura diferente, pues no puede haber dife-
rerucias entre las culturas: están fuera de las normas, más allá del
sentido común y por encima de la ley: ellos son Salvajes. Incluso
los dioses les son contrarios. Toda civilización [...] tiene sus pa-
ganos.16

Así pues, es lo «Salvaje>>, esto es,la ciuilisatt),on sauuage, y su


destino lo que más preocupa a Clastres, que en esto se muestrâ
como un estructuralista ortodoxo, aunque él nunca utiliza el
término ni aplica el vocabulario acufrado por el estructuralis-
mo. Como su mentor, del que supuestamente habría sido su
heredero, Clastres contrasta aquellas sociedades (Léü-Strauss
las liama <<calientes») que están atrapadas en un implâcable e
interminable proceso de cambio histórico con aquellas otras
(Lévi-Strauss las llama «frías») que rehusaron contundente-
mente ser pârte de ese proceso, se resistieron a él y buscaron,
con un éxito en el mejor de los casos temporal, mantener sus
culturas estáticas, libres, comunitarias y sin deformaciones.

«No hay adultosrr, escribió recientemente alguien llo hizo en


realidad aquel paladín dela ciuilisation ciuilisée, André Malraux,
como Clastres sabe y supone que sus lectores también sabránl.
Es una extÍaía observación para hacerla en nuestrâ civilización,
que se enorgullece de ser el epítome de la edad adulta. Mas por
esta misma razôn es posible que esto sea cierto, por lo menos en
nuestro mundo. Pues una vez que hemos traspasado nuestros
propios límites, deja de ser verdad lo que aquí en Europa, y entre
nosotros, sí lo es. Puede que nosotros nunca lleguemos a ser
adultos, pero eso no significa que no los haya en cualquier otra
parte. La preguntâ es: 2dónde está la frontera visible de nues-

16, Ibid, pág 15, cursiva en el original.


EL ESTADO DE LA CUESTIÓN 75

puesta llegó a linales del siglo xv, cuando cristóbal colón


descu-
brió los pueblos de más allá salvajes de América.
En las Islas, en el México -los
de Moctezuma o en las costas de
Brasil, los hombres blancos franquearon por primera vez el kmi-
te de su mundo, un límite que inmediatamente identificaron co_

der calibrar las


ro. Fue fa:,al par
estino, podría s
perada de nuestra propia historia, de la historia de nuestro
mun_
do en su forma actual.,,

exactamente, lo escribió paru exponernos a nosotros, quienes,


a diferencia de é1, nunca podr.^à, encontrarno, con .itos ,al_
vajes adultos, la lógica que encerraba su üda
-canibalismo,
infanticidio, penes de tapir y demás- y su belleza moral:

En cuanro a mí, deseo recordar sobre todo la piedad de los


[guayaqús],la gravedad de su presencia en el mrndo de las cosas

17 lbid., páss. t4t -142.


76 nprlrixroNEs ÂNrRopoLóGrcAS
soBRE TEMAS rttosóprcos
y de los seres, resaltar una
fid
guo que nuestra propia üolen
tante. [...] lEs absurdo dispara

su tímida y furtiva üda


de nó
va. Pero su refugio fue
üolado

e de sacrilegio, de conquista
o
y pfogreso, ellos no tuvieron
acer. [..,] Había muerte en
sus
>>19

18. Ibt:d., pág, )48.


19. Ibttd., pág. )46.
EL ESTÁDO DE LA CUESTIÓN
77

s exami-
dios que

resado en el núcleo de las cosas,


que él llama «el hábito del tra_
género, sja razay sexualmente
lvamente con sus interlocutores

El traba, intensivo no produce interpretaciones


privilegiadas Ni la" q1,vlLa
ape;1a Lr
el Lurrucrllento
conocimiento cultufal
cultural
sque <<están de.ntro>>. Nuestra si_
habitantes o üajeros en nuestros
es de localizacio_
eI posmoderna?
s sustancial colectivamente?
lEs
ía como un foro donde hallen
su
encaminados _un espacio
ales se comprometan a un
Iogía
piosprotocolos , Pt9-
pod
ven fuerzas t*
y
20. ClíÍÍotd, op cit., pâg.9t
78 REFLExIoNES ANTROPoLÓGICAS SoBRE TEMAS EILoSOFICOS

Los recorridos de Clifford por museos, exposiciones, parajes


turísticos, monllmentos y iugares similares son menos casuales e
inocentes de io que parecen. Están disefrados para ace.lerar un
cambio de rumbo v de <<raíces» de la investigación anrropoió-
gica: pretenden alejarla de ias descripciones estáricas, aiumente
resolutivas, al estilo de las que hizo Clastres, «le este o aquel pue-
blo, en este o aquel lugaq de estâ o aquellamanera;orientarla ha-
cia unos estudios menos rígidos y <<descentradosr> de pueblos,
modos de úda y productos culturales en movimiento
mezclando, improüsando, chocando, luchando por la-viajando, expresión
y la dominación. Tales espacios, acontecimientos, sitios, escena-
rios son, a partir de un término del estudio Oios impert)ales de
Mary Louise Pratt sobre la literatura colonial de üajes, los que
reciben el nombre de <<zonas de contacto>>.21
Una zona de contacto es, en palabras de Pratt (citadas por
Clifford), <<el espacio en el que pueblos separados geográfica
e históricamente entran en contacto unos con otros y establecen
progresivas relaciones que usualmente entraõan condiciones de
coerción, de desigualdad radical y de conflicto irresoluble>>. Re-
salta, según Pratt, <<el modo en el que están constituidos los su-
jetos en sus relaciones mutuâs>>; pone el acento en la <<copresen-
cia, Ia interacción, el encaje entre las formas de entender las
cosas y unas prácticas determinadas [...] dentro de unas rela-
ciones de poder radicalmente asimétricas>>.22 Ver el tipo de ins-
tituciones de las que se ocupa Clifford, espacios de exhibición y
conmemoración cultural, desde esta perspectiva es contemplar-
las como arenas políticas ---.{ugares de intercambio, de avance
y retroceso, cargados de pode»>. En estas ârenas, de hecho co-
llages, cajas mágicas de la üda real, es donde encuenrra su cam-
po la antropología de estilo libre y rumbo incierto de Clífford.

21. M. L. Prutt, Impeial Eyes: Trauel W'riting and Transtulturation, Londres,


Routledge, 1992 (tÍÀd cast.: Ojos imperiales, Buenos Aires, Universidad Nacional de
Qúlmes, 1997).
22 lbid., páes.6-7.
EL ESTÁDO DE LÂ CUESTION l9
Entre los trabajos reunidos en Rctutes,la mayoría de los
cuales parecen totalmente circunstanciales, donde.mejor que-
da constancia de esto es en el titulado <<Cuatro museos de la
costa noroccidentalr, una comparación no sólo de los museos co-
mo tales, dos nacionales y mayoritarios, dos tribales y alternati-
vos, sino de sus diferentes enfoques alahora de abordar el co-
leccionismo y la exhibición de objeros indios y, de modo aún
más efectivo, en el ensayo titulado «Meditación en Fort Rossrr,
una descripción muy original y poderosa, si bien algo sinuosa,
del norte del Pacífico A-laska y la costa del Pacífi-
co- en tanto que <<zona -Siberia,
de contacto regional»>. <<La América
rusa era una prolongación de Siberia.» «En Fort Ross [...] la
historia "occidental" llega de la dirección equivocada.>>2)
Pero en su mayor parte, incluso en los trabajos menos sustan-
ciales y elaborados, v a pesar <le su gentil personalida d noli me
tdngere,la seriedad moral de la obra de Clifford, su preocupación
personal por el futuro humano y el lugar en él de los desposeídos
se despliega con ranra intensidad, claridad e incansable energía co-
mo la que, con Llna voz más profética, muestrâ Clastres:

En Fort Ross tenía la esperanza de echar un vistazo a mi pro-


pia historia relacionada con otras en una zona de contacto regio-
nal. [...] Localizado al borde del Pacífico, mi hogar durante die-
ciocho aãos, las historias decimonónicas del fuerte, vistas desde
tn tncietto fi n - d e - s í à c I e, pu eden p roporcionar súciente .<p rofun-
didad» para arrojar \uz sobre un futuro, sobre algunos futuros po-
sibles. [...] La historia es pensada desde diferenres lugares dentro
de una inacabada dínámica global. 4Dónde esramos nosotros en
este proceso? qEs demasiado tarde para reconocer nuestros dife-
rentes caminos hacia la modernidad y a través de ella? iO dema-
siado pronto? [...] De repenre el milenio pârece un iricio,2o

Í-í::

)1 CÜfford, op cít, pâss. )02, i04, )O)



Ibid., págs. )43J44.
80 nBprpxIoNES ANTRoporócrcas soBRE TEMAS prrosóprcos

ción global (y alentadora). Hacer oposiciones binarias de esre


tipo puede resultar un tanto grosero; y en estos temas no hay ti-
pos puros. Con todo, para los adeptos a lo especial, lo singular,
lo diferente y lo concreto -{sto es, para los antropólogos, en-
tre otros- dichas oposiciones sí esconden la pregunta que nos
interesa aquí: 4cómo clesempefiar hoy nuestro oficio?
La manerir más rápida .le tratar rodo esta seríá ver ,l C[as-
tÍes como 7a vaz nostálgica cle un pasado profesior::,,1 real,
exhausro y ya desaparecido que ia famosa y anricuada
caracterizacióri de los trópicos-igual
de Léü-strauss- i/ ver a (,iifford
como un hombre con el futuro en los huesos, disefranJo una
antropo róxima de íntercon
de moví hibridación y políti
y antihe apenas ocurrirá asÍ
no se det,ate enrre la afr,oranza dei pasado y la aceptacrón in-
condicional del futuro, ni entre el antropólogo como h oe y el
antropólogo como general de división de la p,osrnodern ad. La
elección es entre, por una parre, mantener una tradiciór, ije in-

gentes que no están en parqa situación para adentrarse en las


nuestras.
EL ESTADO nn r-a cursuóN 81

giera que ellos representan la onda del fururo.2, Es cierto que çI-
primitivismo rousseauniano de Clastres, la idea de que los .<sal-
vajes>> son radicaimente distintos a nosotros, más auténticos
que nosotros, moralmente superiores y de que lo único que ne-
cesitan es ser protegidos, presumiblemente por nosotros, de
nuestrâ codicia y nuestra crueldad {19-'ç-s-tá-en boga hoy día,
salvo en círculos New Age. (Clastres escribió otro libro antes
de morir, La sociedad contra el estado, en el que desarrolló de
manera más explícita, por no decir polémica, algunas de las
ideas expuestas en sr, Crónica, si bien el libro despertó escaso
interés.)26 Incluso aquellos que trabajan con ahínco para pro-
teger a puebios como cl cle ios guayaquís de la explotación de
Occidente no tratan de congelar sus culturas en el tiempo ni
de preservar sus sociedades metiéndolas en gelatina; intentan
que éstas hagan oír su voz en su pr,opio seguramente nada
tradicional- futuro. Pero lo que no está -y claro es que el tipo
de investigación a mo«lo de recorrido de media distancia que
Clifforcl practica y recomienda sca un avance respecto al tipo
de investigación envolvenre y obstinado que Clastres practica
con tanta cievoción.
Iloutes, que para Clifford es una extensión de su obra ante-
rior, muy alabaday denostada ,Dilemas de la cultura (de hecho,
un libro más potente, menos inconexo y mejor escrito qlue Rou-
/es), resulta una obra un poco dubitativa y balbuciente (1qué
puedo decir?, 1cómo decirloP, 2con qué derecho 1o hago), no
enteramente atribuible a su naturaleza exploratoria e inacaba-

25 Parauna visión general de esta escuela dc pensamiento véase Clifford y Mar-


cus (comps.), \Yriting Culture: 'f he Poetic: and Pohtics of Ethnography, Berkeley, Uni-
versity ofCalifornia Press, 1986. El emergente campo de <<estudios culturales>>, que es
el que interesa a Clifford, nos propotciona un ejemplo más claro si cabe de este tipo cle
etnografía no inmersiva, de ataque y retirada.
26. Clastres,SocietyAgainsttheState:TbeLeadetasSen,antandtheHumanUses
of Pouer among the Indians of the Americas, Nueva York, Urizen Books, 1977 (trad.
çast.: La soaedad contra el estado, Barcelona, Luis Poicel, 1981)
82 ner,Lrxtc)NES
ANt.RopclLoGICAS soIlRE t.EÀ/^s
r,tlosórtt_os

oxia y su carácter directísimo,


d, a pesar de su originalidad y
ar, parec sin salida, inseguro,
sea dema ado pronto pu'^7u^-
biar raíces por rutas.

Htsronra y
ÂNTRopoLoGÍA
En estos
mo, otras condías se oye hablar bastante, a veces
esperanza con csccpticis_
puesto impacto y casi siempre con ner., i,sir,r.,o i.l ,r_
dc la
toria Disci plin Antropología com,r (.iclrcie ,rbr. lu rtrr_
"comc
problerna a. {_ul; ie uisias ioliru.lr, .rr_i.rr,
ãl
c.n cierta i,útil sensat.rr;n;un
"r1,.,".
lado, ,ír;;;;,;;:
pública exhiben .i..to à.amatir_
a novedad del frente académico:
íos>>; ihan caducado las fechas?
I parecer no hay de otra clase)
so significa el fin de la hi.storia
y, con ello, dela ruzón, dc la
li_
gina y de la civilización. Se or-
clases, se dan a-
a. Hay una dis a.
o en la calle lesulra ciifícii acla_

académica
con Malinowski o [a empezaron
con Lóvi-Strauss,
que piensan
bio, present anúopólogor, i.ráff...r.tes u hostiles
enes al eam_
estátiias de sociedades inmóviles
clise_

I:::,i, i:il!;,')i.:;;,i:":,::":':;';::;
EI_ ESr'ÁD() DE LA ciuESTI()N
83
84 REFLE*I.NES ANTRopoLócrcAS soBRE TEMAS Frlosór,rcos

El movimiento centrífugo cualquier momenro menos


-enaquí-
ahora, en cualquier lugar menos
lue todavía caraceri-
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN
8'
z_a alas dos empresas, su preocupación por
lo que ha venido en
llamarse con mayúscrlas posmodernas y con estremecimiento
postestructuralista <<El otro>>, asegura cierta afinidad
electiva
entre ambas. Intentar comprender a personas muy diferentes
a
nosotros, con condiciones materiales diferentes, movidas por
ambiciones diferentes y con ideas también diferentes
,ob.; il;
es la.vida plantea problemas muy similares, yâ hablemos
ie
condiciones, ambiciones e ideas áelaLigaHánseática, de
las
Islas Salomón, del conde duque de Olivaies o de los
fÍiio. a.
Sánchez. Varían poco las cosas si cuando tratâmos
;;;;
mundo de otro lugar, ese otro lugar está lejos .n .l ti.mpo y.l
espacio.
Sin embargo, como queda clàro en la irreversibilidad
. del
eslogan que se usa habitualmente pâra expresar este punto
de
vista, «el pasado es otro país>> de i. p. gurtl.y (otro
en absoluto el pasado), la cuestión es un poco más
i^í, r
no
compleja; la
tural entre, digamos, nosotros y
los nigerianos no es paru nada

riano de vecino. En realidad, -H,fl0:iT:::l[J,::.ü1';


", otio», es exactamente
que busca Ia comprensión de .,ei
el mismo
lica el interés de los historiado_
espectivos trabajos y los rece_
gue ese interés. <<Nosotros>>, al
diferente para quienes miran

âp en as se res uerve cu an do,,, J;J* ::I J: ff'.:':fiX H;


I
más, hacer ambas cosas.
que miramos

de
>>
ha
i#:
modo en que vivimos ahoru. pero esto no es así cuando
;,T,ff::
mira-
mos a los lados. La burocr4cia, el pragmatismo o la
ciencia de
China nos recuerda posibleme.rtá lor.-nuesrros; pero
se trata
86 REFLE,IONES ANTRO,OL.GIaAS soBRE TEMAS Fr,,osorrcos

de otro país, de un modo en el que ni siquiera la Grecia homé


rica, con sus dioses adúlteros, sus guerras personales y sus
muertes declamatorias nos recuerdu, io mucho q.,. h,
cambiado nuesrra mente--que1o es. para la irnagi'ación hisrórica.
<<nosotros» es una coyunturÍl en unâ geneaiogia r_.nifirrr.i
r
<<aquí» es herencia.Para ia imaginación rntrc,pciogica. r(!'!{fs()
tros» es una entrada en una inscripr:ión ct-rltural y ,<aquí>> es ia
casapropia.
Estos han sido, al menos, ios icleales proresio.rales y tam-
bién hasta hace bien pclco las aproximaciones razonables a las
realidades. Lo clue ias ha ido socavando progresivamente, co_
mo ideales y realidades, y lo que ha pro'oocudá toda la angusria,
no es la mera confusión intelectual, un debiritamiento-de la
lealtad disciplinar o el declinar del academicismo. Ni tampoco
ha jugado un gran papel la ..tendencía>>, ese voluminoso
i..u_
do académico que los tories amibuyen a todo lo que 1.. ,,rgi"..
que pueden llegar â tener pensamientos distinto, d.lo, qr. yu
han tenido. Lo que ha socavado esos ideales v Lrsas reariàa<les
es un cambir: en ia ecoiogía del saber que ha lie,",zidr-i a hisrona-
dores y antropólop1os, cual bandada de patos migratorios, a
s rerrenos; un colapso de distribución de
de pasto que había dejad a los unos y Sa-
moa á los otros.
Esto puede verse efi l:r actualidac{ en todas pâÍtes: en la ma
yor atención que l*s hrst*riadorcs occidentales prc:stân a la his
to'ia r,o-occiclenral, v no sói* a la de Egipto, chirro, india y.f a-
pón, sino a 1a «iel Congo, ios iroqueses y Madagascar) en tanto
que desarrollos autónomos y no como meros er;isodíos de ]zr
expansión europea; en ei interés anr!-oDo[óqico por los pueblos
ingleses, los mercad.s f ranceses, ias coiecdviã*rj*i ,,r.ou * los ins-
titutos dc enseõanza meciia arnericanos y en ei jrterés por las
minorías que hay en rodos e]1os, en los estudios de ia evÀlución
de la arquirecrurâ c.lonial en la Inclia, Inc]onesia o África del
norte corno representaciones de poder; en los análísis de la cons_
EI, ESTADO DE 1,A CI]E,ST]oN 87

trucción de un sentido (o sentidos) del pasado en los habitantes


del Caribe, el Himalaya, Sri Lanka o las islas Hau,ai. Los anrro-
pólogt-rs americanos escriben la historia de las guerras en Fidji,
tros historiailores ingleses la etnergralia de los cultos a los empe-
radores românos. Libros tituiados ']'be Histtt I Anthropology
Moderru ltaly (de un historiador) o Islas de historia (de
un antropólogo), Europa y la gente sin historia (de un antropó-
logo) o Rebeldes primitiuos (de un historiador) parecen algo
normal, lo mismo que uno titulado Antbropologie der Erkennt-
nis, cuyo tema es la evolución intelectual dc la ciencia occiden-
tal." Todo el mundo parece meterse en el terreno de los otros.
Como de costumbre, se puede comprender mejor qué vie-
nen a ser en realidad tales cambios de dirección de intereses
observando alguna realidad en funcionamiento: gansos reales,
alimentándose de verdad. En las ciencias humanas, las discu-
siones metodológicas que se plantean en términos de situacio-
nes generales y los principios abstractos son ya prácticamente
inútiles. Salvo contadas excepciones (Durkheim quizá, tal vez
Coilingwood), tales discusiones acaban convirtiéndose princi-
palmente en disputas intramuros sobre la manera correcta de
hacer las cosas y los nefastos resultados (<<relativismo>r, <<reduc-
cionismo>>, <<positivismo», <<nihilismo») que se obtienen cuan-
do, por ignorancía o terquedad, no se hacen así. Las obras me-
todológicas significativas en historia y antropología dos
cuerpos del rey (Kantorowicz), La formación de la clase -Losobrera
en Inglaterra (Thompson), o La estructura de las reuoluciones
cientficas (Kuhn), The Social Organisation of the Western Pue-

28. P. Burke, '[he Historical Antbropology of Earfi Modern ltaly, Cambridge,


(iambridge University Press, 1987; E. R. \lolf, Europe and the Paople tutthout History,
Berkelcy, University of California Press (trad. cast.: Europa y la gente sin historia, Buenos
Aires,FondodeCulturaEconómica, 1993).8.J.[.Iobsbawm, PnmrtneRebels:Studies
in Archaic Forms of Soaal Mrnerncn! in the Ni.neteenth and Twentieth Centuries,N:ue-
va York, Praeger, 196) (trarl. cast.: Rebeldes primitiuos, Barcelona, Ariel, l98l); Y El'
kana, Anthropohgie der Erkenntnis,Frunkfurt am Main, Shrkamps, 1988.
88 blos
nEpt-exroNES ANTRoporócrcas soBRE TEMAS FrLosóFrcos

(Eggan), Comercio y mercado en los imperios antiguos (Po-


lanyi, Arensberg y Pearson) o La selua de los símbolos (Tur-

más conecta los dos campoq.2e


Tomaré como ejemplos pertinentes dos cuerpos de trabaio
rnoderadamente amplios. El primero lo compone un pequefro
grupo bien definido de historiadores sociales, quienes, inrro-
duciéndose en las ideas y los materiales antropológicos, se han
visto arrastrados cada vez más hacia las oscuridades que per-
turban la disciplina, El segundo está formado por un número
más amplio de historiadores y antropólogos que, rras descubrir
que tenían un interés en común que no sabían que compartían,
han producido una serie de obras originales impregnadas de
un incierto debate. El uno, al que llamaré Grupo de Melbour-
ne, puesto que sus protagonistas son de Melbourne y forman
un gflrpo, proporciona una amable sucesión de ejemplos del con-
tinuo entre la historia antropologizada y la antropología histo-
izada;el offorral que me referiré con el nombre deionstrucciófi
Simbólica del Estado, porque de esro es de lo que discuren sus
miembros, aportâ un ejemplo bien definido de lo que ocurre
cuando los historiadores y los antropólogos intentan explícita-

29. Kantoroücz,E.H.,The King's Two Bodies, Princeton, princeton Universiry


Press, 1957 (trad. cast.: Los dos cuerpos del rey: un estudio de teología polítíca medieual.
Madrid, A)tanza, 198)); Thomson , E. P., The Making of the Englisb V/o&ng Class,
Nueva \brk, Vintage, 19íoJ (trad. cast : La formación dt la clnse obrera e, Inglatena,Bar-
celona, Crítica, 2 vols., 1989); Kún, T. 5., The Structure of Scientific Reuolurt)ons, Cht-
cago, University of Chicago Press, 1962 (trad. cast.: La estructura de las reroluclones
científicas, Madrid, Fondo de Ctrltura conómica, 2000);Eggan, F., The Social Organí
zation of the'Wesht;erx Pueblos, Chic o, University of Chicago press, 1962; polanyi,
K. y otros (comps.), Trade and Markets in the Early Empires, Glencoe lll, Free press
(trad. cast.: Comercio y tnercado en los imperios antiguos,Barcelona, Laboq 1976);Trr-
ner,Y.,TheForestoíSynboh,Ithaca,ComellUnivetsityPress,lg6T |rad cast:Lasel-
Madíd, Siglo )O(I, 1997).
ua de los símbolor,
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN 89

mente coordinâr sus esfuerzos respecto a un tema tradicional


parâ ambos. No son sino extractos de casos, parciales, atbiúa-
rios y que sólo esquem atizan lo que sucede hoy mismo cuândo
se tratâ de estos dos dpos de estudío, uno que mirahacia atrâs
y el otro que mira hacia los lados. Pero lo que sí hacen es reve-
lar algo de la promesa hecha, de las dificultades con las que ro-
pan y de los logros ya alcanzados.

<n)

Los miembros del Grupo de Melbour.rà d" los que voy a


fiatat (hay sin duda otros, pero desconozco sus trabajos) son;
Rhys Isaac, cuyo libro The Transformatioru of Virginia es un es-
tudio de la vicisitudes de la cuhura colonial camino de la revo-
lución; Inga Clendinnen, cuya obra Arnbiualent Conquests es
un análísis del encuentro de las formas de vida espafrola e india
en 1a península del Yucatán a mediados del siglo XVI; y Greg
Dening, en cuyo libro Islands and Beache.s rastrea la destruc-
ción de la sociedad de las Marquesas bajo el impacto de las in-
trusiones occidentales que ésta sufrió tras la década de l770.ro
Tres lugares, tres épocas, un problema:la pérdida de equilibrio
de maneras establecidas de esrar en el mundo.
Este pararlilirna, si de eso es de 1o que se trata, se muestra
direcrar.rente en erl ljbro de trsaac, pues <iivide su rabajo en dos
mitades más o merros iguales. una estática y otra dinámica. La
prlmera. que lle\ra Jrcr nornbre <<À,{odos ck: vida tradicionales>>,
prcscnl* lcs rrirzcs g.,:nerales de la. cultura dc los plantadores
dcrminados aproximadarnenre hasta 17)0 a ü6A de una manera
sincrónica, al estilo de una instantánea fotográfica; un ordcn so-

nr.ard in Yucatan 1517-1570, Cambridge, Cambridge University press, 19871 Dening,


G , Islands and Beaches, Discourses on a Silent Land: Marquesas 1174-1880, Melbour
ne, Melbourne University Press, 1980
90 nnprexroNEs ANTRopot_óctcas soBRE TEMAS FrLosoFrcos

cial endógeno no exento de tensiones interiores o cambios de di-


rección, aunque esencialmente equilibrado. La segund a, ti.*laàa
«Moümientos y acontecimientos» rastrea la alteración de ese or-
den establecido debido ala aparici1n de elementos espe-
-más
cialmente el cristianismo evangélico y,hacia r77 6, elnacionais-
mo americancF- que sus jerarqúas simples no podían contener.
Una imagen, por tanto, de un cosmos social Vida de las
Plantaciones y todo lo que ello comportaba -La (casas de campo,
carreras de caballos, día de gala, esclavitud patriarcal, bailes de
etiqueta y campo de reuniones)- viniéndose abajo a causa de ras
fisuras provocadas en él por <<predicadores [del norte_] de sem-
blante adustorr, Nuevas Luces y otros, que provocan al popula-
cho, y por los <<republicanos faccioso, id.l surl». patrick

37. Lsaac, op cit., pág ix.


EL ESTADO DE LA CUESTION
91

naffativa histórica por una par_


or otra. Aquí, sin embargo, el
precede_a lo que se rompe.
<<espafrola>>, r. p."r".rtu , lo,
res>>, <<conquistadores>>. <.colo
hace la crónica de sus h,azafr.as
de las cris s, del mun-
en el que Ia consoli_
po-der esp
<<india>>, se
reconsrruye delicadamenre una imagen
de las pasiones que la animaron
de la socied"i;;;^";
_eJtoicismo, cosmogra fía,
sa_
: Io que se admite comà un testi_
flo.
e contar (o la imagen que ha de
e un orden social consensuado
cursión en sus escenarios pú-
ideas opuestas, sino el de una
entre el inffuso y aquellos que
tinuidad que crece en profun_
es se inrensiÍican. La famliaú_
ara los espaõoles, poseídos de

d.eapropiarsedelmundo>>,los.rd?:1"*iH1,i:*'":::
alcanzables cuanro más se. aceÍcan;;ü;".r
los mayas, ..ob_
jetos y úctimas de la creación
espafrola d"i-.rrdor, b;;;;;;
les parecen tanto menos asimiratres
cuanto más se atrincheran.
92 REFLEXIoNES ANTRoPoLÓGICAS
SoBRE TEMAS FILoSÓFICoS

Todo co ate >>bafradaen san-


gre: flag rica gente: «El resul-
tado de con s hombres cuan-
do no comprenden la lengua de los otros y encuentran más fácir
convertirlos en monstruos familiares que reconocer su diferen-
cia>>.)2 U na tr agedia antropológica con una trama histórica.

zing>>) en el que expone una serie más o menos sistemática de


ideas para interpretar lo que se acaba de relatar. El movimiento

J2. Ciendinnen, op cit., págs. xi, 128, 1gg.


EL ESTADo or te cussrróNl 9)
nos, como tales, sencillamente ya no existen: <<Lamuerte
lse
los llevól [...] antes de que
adaptatse culturalmente a s
gente viviendo en las
menos, descendiente
de que llegaran los Capitanes
pero han sido desposeídos, su
mismos se han convertido en <<
y genéricos:

muerto [para los europeos y Ios


ntos ocurren sólo una vez.Las ac_

pasado riene cierra


cia
0..-un..,.'ro, H *::':: :ii*rTtffi#
de
a memoria o .á lo, ,"p;;;;;:
historia [de los.rrq;r;;;;i
ha ...1 los ata u rqr.llor;t"i;-
tru â muerte. Los acontecimientás, hs
acciones, las instituciones, ros rores se
convierten en historia
as. En el caso de [las Marquesas],
e emplean en su descripcíón de la
alabras de los [marquesanos] so-
endas o incluso en diccionarios,
fundamental. No ha sobrevivido
una sola leyenda ni genea.logía que no haya sido
...oprua, Á.r-
chos afios después de la intrusión de
[los europeos]. pertenecen
a la época en Ia que han sido .s..itur.i

Los recopil^ que lo pusieron


.
todo por escrito
,r.ilo, .;r";;i-
mitivos>>, fueron âunque también
intervinieron algunos personajes originales como ese
expansi_

33, Dening, G,, op. cit., pág. 287 .


i4, Ibid.,pás.273.
94 REFLEXI.NES ANTRopoLoGlc,AS so,RE T'EMÂ' F.r-oso'1.()s

Nos hemos desplazado (lógicamente, no cronológicamen_


te: ellibro de Dening es el másãntiguo de los rres y el de
Clen_

15. Veáse C.'lhe Nan)uc Culture in tbe Marquesas,Honolulu, Uni,


versityofHawa .LacitacsrJef)enirg, G.,op ctt..pág.279.
16. Denin pág. )29.
III- F-SI-ÁI)O DL LÁ
CUES'I-ION
9'

,)

o funcionan las relaciones


en_

mrento _en la consrrucción,


si se quiere_ del Estado. y al
96 nErrrxroNES ANrRopoLóGrcAS
soBRE TEMAS FILosóFrcos

ue Frazer comenzó ahablar


de la
ard
os_

eses han crecido d" -rn.t",


hace poco cn que hrr._f._
cierta fuerza. Los resultaáo,
una explosión de obras y
un es_
ffogantes.

a los tiempos isabe_


o Bodiesll
cons_
sobre
re los
EL ESTADO DE LÂ CUESTIÓN
97
real, las tumbas reales y Ia sucesión real
han merecido el tipo de
à.i pr*"r.rã 'r,
atención que solía presrarse a Ia terminot"gf,
igual que el regicidio,la deposició,
";J;;;í""l.r.iru,
--9lé:"-r.o que se.utilice para el incesro ràd. Unà.*i;;';;
visión biblio gráfica, brstuntà parcial, relrciona
una lisra con más
de cincuenta títulos apareciáos sólo
en los últimos diez afros,
desde «La reina madrã Áfri.ur, ofi..y extranjero, Dumé-
zil entre los fidjianos>>, y"n "
<<dominu.lOrrlimbOli.a, sá h;;;;;;
tido, aunque nadie esté completamente
Éica, enun rérmino estándarãel ârre
,"gr.o d. l. qr";i;;i
rú-invecriva.
Es en la interacción de ambas línáas
de pensamiento donde
se han descubierto la una ala
ottay,ã t, producido una ex-
plosión de.interroganres. La
^^y"; á. ; ;;;d. .rtu i",.;..ió;.;
compone de citas; 1os historiaclo.",
h hahar""r..;ri;;i;;
a etnógrafos del África cenrral,
d"l .rd"rà à" Ãil;i-
tan a historiadores de Ia Franciu"tnAgrufo,
i..rÀrrtista. pero reciente-
mente se han producido conexiones
algo más estrechâs en for.
ma de recopilaciones de simpo.io.
q,_r"ãrdenen las dos clases
de estudio y en las que se contraponen
el uno nte_
rés de una üsión de conjunto
-a, g"n;. p, do ores
de esros-esrudios, Rzies áyfo*"r;
S7y*iotr,' g.;r*t sin_
c^e th.l Middh Ages aá Orui, Cenrer for Historical
Studies en Princeron-quesurgió
hà.. ,n'iu. d. rnàr_ y Rituals of Royalty,
Potuer and Cerernonial in noà;trooot
iori"ties, surgidodel gru_
po Past and Present de Gran Bretafra
el ano pasado, los pro-
blemas que se han suscitado .orr rrdp.ãg..ro, son claros, pero
están sin resolver"r,
El problema nrás
",.:llruvertido y fundamental de todos es

J9. wilentz, s. (comp.), Rires of pouer


synbols, Ritual and politics since the
MildleAce:,philadelphía, ú,,iu".rityofpe.,^/ái;;;;,
le85; CannadineyS. prin_
ce (comps.), Rituars of Rovartt, po*",
o,i é"r"*r))r)-r, ,*airionar societies, cao._
briJge. Cambridge Universiry
l)rcss, 19g7.
98 nl,rlrxtoNEs ANTRopot-ócrca,s soBRE TEMÁs F-rlosorrrcos

onar la visión .,htrmc, r, espejos


azules>> de esta cuestión
v las formas más simples de rcduccio-
nismo -militar, económico, estrucrural, biológico- que la
acompafran. Los signos de poder y su sústância no son táciles de
separar. De rrada sirve el Mago de Oz o Cuántos Ejérciios riene
el Papa, ni los murmullos sobre engafros ymistificaciones. De to-
dos modos, subsiste la cuestión, e incluso se agudiza, de cuáles
son exactamente y cuán importantes son los efectos de esos ba_
fros reales y sefroriales aseos, efigies majestuosas y marchas im-
periales (o, pata el caso, cumbres televisadas o juicios
por des-
titución en el Congreso). iCómo se consiguen?
dCómo no?
aQué clase de fuerza tiene el espectáculo?
Sean §7ilentz, errlaintroducción alvolumen de princeton,
enfoca el tema poniéndo1o en relación con <<las limitaciones
[.,.] de la interpretación simbóLica
[..,] los límites deluerstehen
en cualquier tatea académica>>:

Si
[...] todos los órdenes políticos están gobernados por fic-
ciones rectoras [como rec]aman los antropólogosj, itiene algún
sentido intentar averiguar dónde divergen la retórica históriàa y
Ia realidad histórica? lPueden
'hablar los hisroriadores de lo simbólico
siquiera de <<realidad>>
objetiva salvo como fue percibida
por aquellos que son objeto de estudio y con ello transformada en
otra ficción? unavez que resperâmos
las mistificaciones políticas
como algo ineútable y digno de ser estudiado por derechà propio
-una vez que abandonamos las crudas y arrogantes explicaciones
de los orígenes de la «falsa conciencia>> y elogiamos el estudio de
la percepción y la experiencia-, ;hay
algún modo convincente
de conêctarlas con las características sociales y materiares de cual-
jerárquico
quier orden sin acabar en una forma u otra de funcio_
p.
nalismo mecanicista2 Algunos historiadores [él cita a E. Thomp_
son, Eugene Genovese y Felix Gilbert] insisren en que es todavÍa
EL ESTADO DI1 LA CUEST]ON 99

posible, incluso imperativo, llevar a cabo esas conexiones y ad-


vierten del surgimiento de un idealismo <<antropologizado>>, irres-
petuoso con los contextos históricos, en el que un nuevo fetiche
de la presentación eleganÍe teemplaza el viejo fetiche de la abs-
tracción sociológica y la prosa engorrosâ. Otros lcita a Natalie
Davis, Carlo Ginsburg y Bernard Cohnl responden que dichos
miedos, aunque justificados, no tienen por qué bloquear el estu-
dio histórico de la percepción y la cultura política influidos por
las intuiciones de ]os antropólogos.a0

Prosa engorrosa y presentación elegante sin duda


horrendos crímenes, la preocupación general de^p^tte,
que, si se atieq.
de demasiado al s desaparecer
(entenáiendo por r «realiciad»
municionei y látig deseo anrro-
pológico de ver encajar las cosas se conjuga mal con el deseo
histórico dc ver cómo se producen y los viejos insultos deci-
monónicos' de «lirnperialista!>> y «lempirista!>> aparecen de
nuevo. <iUn mundo totalmente demistificado es un mundo
completamente despolitizado>>, se siente llamado a proclamar
un antropólogo colaborador, como si fuera alguna clase de re-
velación;al «El poder es, después de todo, algo más que la ma-
nipulación de imágenes>r,a2 asegura un historiador colaborador,
como si hubiera alguien que pensara de offo modo.
Esta cuestión podemos conducir las articulaciones
-icómo de éste hacia algún tipo de relación
del poder y las condiciones
comprensible?- continúa perturbando las discusiones, en cier-
tos aspectos incluso de un modo más internamente agudo, de la
recopilación de Past and Present.

40 \X/ilentz, S., <<Introduction>r, en lX/ilentz, S (comp.), op cit ,pâgs 7-8.


41 Gcertz, C, «Centres, Kings and Chatisma: Rcflections of the Symbolics o[
Porver>>, en lbid., pág,. )0,
12 Elhoq J H, «Power and Propaganda in the Spain of Philip lY», en ihrd.,
pâg 14 t- .
100 nnprgxroNEs ANTRopoLóGICAS soBRE TEMAS FrLosoFrcos

David Cannadine, quien presenta el volumen con un ensa_

que otras?>>; «gCómo aparece la pompa entre los alienados y


los desposeídos?»; «;Cuál e, l, .orr.*ión en*e el de.roca_
7a realeza y el derrocamiento de los ritos?>>; <<ipor
pompa anraiga y "funciona,, y otta languidece y

41. Cannadine, D., <dlrrodumion>>, en Cannadine yprince (comps.), op at., pár-.15


EL ESTADO os La cuesrróN 101

obtendrán incluso respuesta hasta cierto punto, aunque haya


que reformuladas para hacedas menos romas.
Desde luego, parece que se siguen formulando. Un libro re_
ciente (de
un antropólogo, aunque hoy día podría ser igual-
mente de un historiador) sobre rituales, política y podeq RTtual,
Politics and Power, trata, entre otras cosas, de la visita de Ronalá
Reagan a Bitburg, los ritos funerarios por Indira Gandhi, las
reuniones de líderes soviéticos y americanos sobre el control de
armas, los ritos caníbales del Estado azteca,larcmade posesión
de los presidentes americanos, un desfile del Ku Klr* Klu., .n
la década de los cuarenta, las actividades de grupos terroris_
tas contemporáneos, las ceremonias <<curativas>, de los reyes
franceses y británicos del siglo xvrr y los desfires del primero de
Mayo en Moscú,aa Lo que parccíaun pequefro problema parece
ahora un pequeão lío, lo que quizâs.r, a..rp.rr. cuando las
dos empresas más polivalentes de las ciencias irr*unm combi_
narrfüeÍzas, aunque de manera oportunista y nerviosa.

<l)

cie exacta_
em s en él),
stt) un sen-

Casi con rotal certeza, sin embargo, no llevará mucho más


lejos de donde ya ha llegado; o a la imalgamude los dos cam-

44
1988.
I02 REFLExtoNES ÁNTRopoLoGrc,{s soBRE TEMAS FrLOSól.rcos

pos en uno nuevo o a que uno de ellos se trague al otro. Si esto


es así, gran cantidad de la ansiedad presente e.n ambos campos,
relacionada con la disolución del carácter propiamente erudito
(al
que se suele llamar no con mucha convicción <<rigo») y con
la defensa a que da lugar está, cuanto menos, fuera de lugar. En
especial, la preocupación de la historia (que parece el ámbito
más amplio, qtizá porque cuenra con más personajes) de que
ftaltcar con los antropólogos conducirá a perder el alma es, da-
da la enorme diferencia en la amplitud de los dos campos
no decir nada de su peso cultural-, ridícula. Cualquier-por con-
junción, en forma de mezcla de discursos o en formâ de conver-
gencia de atenciones, acabará en estofado de elefante y conejo
(«cójase
un elefante, un conejo...>>) en el que el elefante no ha
de temer que su sabor se pierda. Por lo que hace al conejo, es-
tá acostumbrado aesos arreglos.
Si han de prosperar estudios de tanta originalidad , fuerza y
fina subversión como los que he resefrado y un sinfín más que
no he mencionado, que proceden de uno y otro campo y que se
orientan a todas las pames del otro (entrar en unâ discusión co-
mo ésta sin mencionatlos Anna/es, el estructuralismo, el mar-
xismo, The Líe and Death of the Seneca.r o a PhiJippe Ariês es
en sí mismo una proeza), parece necesaria una sensibilidad más
fina hacia las circunstancias cu}u rales, políticas,
institucionales- bajo las que -prácticas,
tiene lugar. El encuentro, con-
erudita, vasta, velrerable v cul-
turalmente central, en estrechaa conexión con con ei esfuerzo de
Occidente por construir su yo colectivo, con otra mucho más
pequefra, mucho nrás
joven
y culturalrnente más bien rnarginal.
estrechanrecre reiacic,nada con ei esfuerzo de ücciclcnre pot-
extender su alcance. tiene una estructura prrinia. AJ finli. qui-
zás el progreso radique más en unâ comprensión más profun-
da del «p> del accouplemenl <<hisroria y antropología». Cuidad
de las conjunciones y los nornbres cuidarán de sí mismos.
EL ESTADO DE LA CUESTIÓN IO3

«CoNocmuENTo LocAr>> y sus LÍMrrES:


ALGUNOS OBITER DIC"IA

1. <<Local» es claramente un término <<relativo». Para el Sis-


tema Solaq la Tierra es local (tal como se ha formulado en nues-
tro campo de estudio, de una manera antropológica correcta,
dejándola al menos remporalmente amás para mirarla desde la
Luna y otras órbitas); para la galaxia, el Sistema Solar es local
(con el Voyager podemos hacernos una idea al respecto); para
el universo, la galaxia es local (para esto hay que esperar qtizás
un tanto). Para un físico de altas energías, el mundo de las par-
tículas zoo- cs el mundo. Local es la partícula, un hilo de
-o
vapor en una nube de gotitas.
2. Así,la oposición, si es que debemos tener una (y yo no es-
toy convencido de que una oposición oposición- sea lo
que necesitemos o debiéramos querer, -otra sino más bien una fccali-
zaciínvariable de la particuiaridad), no se da entre conocimien-
to <<local>> y <<universal>>, sino entre una clase de conocimiento 1o-
cal (digamos neurología) y otra (etnog rafla, por ejemplo). Como
cualquier política, por muy consecuente que sea, es local, así lo
es cualquier comprensión por muy ambiciosa que sea. Nadie
lo conoce todo, porque no hay un todo que conocer.
J. El fracaso a la hora de ver csta verdad resplandeciente
por parte de personas üparentemente racionales es el resultado
de una confirsión académica en las ciencias (o los científicos)
sociales (o humanas) entre: a) uniuersa/es («todo el mundo
tiene>>, por citar un ejemplo falso, o al menos muy desorienta-
doq <.el tabú del incesto>>); b) generalizaciorues, que pueden ser
probabilísticas, tienen excepciones o contradicciones sin vícti-
mas o quizá pueden ser meros ceteris paribus, aproximaciones
<<como norma>> que son instrumentalmente útiles (<<Las socieda-
des agrícolas son más pacíficas que las ganaderas>>; pero fijémo-
nos en los mayas, atendamos a los lapones); c\ leyes. (Es difícil
dar con un ejemplo matrimoniales de la marrilineali-
-grupos
104 REFLEXToNES ANTRopoLóGrcAS soBRE TEMAS
FrlosóFrcos

dad alapatrilinealidad- en antroporogía


curtural o, de hecho,
en cualquier lugar de las ciencias iocia]es, que
no sea irrisorio
o pasado de moda. Tal vez la propuesta
h.Àu unos afros atrás
de que los rasgos culturales .. difrnd"n _esto
es, que emi_
gran por el globo- a razón de más o menos
do, millá, al afro
por término medio entraõâ cierto efecro cómico.)
4. M-i propio punto de visra. sóio por: rlar.lo,
puedo va qlri airenas
defrnrjerlc en ran breve trempo. q*., a} murir+s
irni-
versales (probablemente todos) son tíirr ", generaies que rarecen
as banalidades que no
rcunstancialidad, pre-
utilidad es más bien
r sitio tiene concepciones sobre
; .<Todas las socíedades tienen
sistemas de jerarquía sociaL>; <<La carencia
de poder ,i.rá. I
corromper, la carencia absoluta de poder
tiende u .or.oÀp..
absolutamen[e>> úrlfi-r, qu" yà mismo t. ,.r.rrfo.Áuãá,
-esta
ejemplifica otra característica d. m,r.ho, universares: como im-
gastarse por ambos lados_); o
ún grado de no trivialidad, de
d, si realmente afirman algo lo

dad del comptejo de E$po, ,,


".:"0*11Tjr'.',:H;"pH;?i;:l-
ques y las sociedades de hábitos de duelo, lu Íurrr^'g.o.r;;;;;
de solidaridad del don), entonces cuentan
con una mala base.
información etnográfica de sólo ,r, p"qrr.ru
as sociedades que han existido; de és?as.
sólo
aún menor ha sido estudiada sistemáticamente
y aquellas que han sido estudiadas
sistemáticamenre nc,lo han
sido reguJar y exhaustivamenre. podemos
saber algo d; h, ;;-
ciones edípicas en las islas tobriand
coa o en Sri Lanka;no conoz-
a, los con relación
e comProba
do), s. los tncas o
l,tt- ESTÂDo oE ra cuEsrIóN 10,

los kabiles-. Hay una rremenda irregularidad e inestabilidad


en la mirada arenta de la antropología, Nada se estudia en todo

que comienza con <<Todas las sociedades tienen [...]» es banal


o carece de base.
5. Puede haber y r,uetien resulrar útiles generalidades del
tipo «no e, el sur>>, pi-'ro niás como puntos de partida heurísti-
cos para investigaci es trocales en profundidad que como con_
clusiones válidas pa libros de texro. (<<Los ritos Íunerarios son
un buen objeto cle examen si el interés se ceritrâ en las concep-
ciones del yo que tiene la gente.r> <<En el sudeste de Asia la ái_
ferenciación de estatus tiende a ser inusualmente importante,
los contrastes de género me,os; en el norte de África ocurre lo
contrario>>, <<las prácticas de educación infantil tienen mucho
que ver con la personalidad adulta».) Muchas de las más valiosas
de estas afirmaciones son generalidades conceptuale.r que suelen
estar <<probadas>> de antemano; si te conducen a algún lugar,
106 ntrlrxloNES ANTRopoLoGlcAS soBRE TEMAS r-rL(rsoFrcos

estupendo, si no, al ínfierno con ellas. La revolución chomskia-


na (o, como yo creo, la contrarrevolución, pero dejémoslo pa-
sar como el prejuicio que es) tiende a ser así: distinciones suje-
tolverbo, la regularidad de los marcadores, etc. Parecen tener
amplias aplicaciones, si bien reclamar su aplicación universal es
dogmático, tautológíco o implica una vuelta a las vacuidades que
he discutido más arriba. Como signos que en la superficie se-
fralan asuntos más profundos, sin embargo, son el esquisto (así
se espera) del yacimiento de petróleo.
Todo esto no es lo mismo que decir que la búsqueda de
amplias generalidades es el mejor camino, o el más obvio, si
bien se admite que hay algo en los mismos supuestos de la an-
tropología nuestra procedencia del mono, en el rastfeo
-en
del estudio-del-hombre- que parece alentarlo. Por decirlo de
otra manera, incluso las generalizaciones de la así llamada an-
tropología cognitiva estudio etnobotánico, las investiga-
ciones sobre el color -el
de Berlin y Kay (a menudo mal interpre-
tadas incluso por sus autores en términos <<universales>>)- con
seguridad poseen por naturaleza cierto grado de cosmopolitis-
mo, aunque no se sepâ a ciencia cierta cuánto. Leer estas afirma_
ciones en el mundo de una forma <<realista>>, como parte del
mismo mobiliario de las cosas, es una cuestión diferer-rte en la
que no puedo entrâr aquí, salvo para decir que considero que
es una propuesta dudosa. Las <<especies>> son <<feales>r, en toda
su extensión, precisamente del mismo modo (también en toda su
extensión) en que lo es el <<poder>r.
6. Por lo que respecta a las leyes, ya he sugerido que en mi
gampg- no puedo pensar en ninguna candidata seria que me satis-

hacen, aunque no te digan qué leyes son ésas. En las contadas


ocasiones en que sí lo hacen millas al aÊlo, canibalismo y
escasez de -dos es peor.
proteínas-, la situación
EL ESTADO DE I, CUESTIÓN r07

. reíeriré 7!_ las ciencias humanas, es mu_


tan sólo u cosa es invocar a los espíritus
de una espesa niebla y otra hacedos venir cuando los invocas.
Pero no hay en ello sólo imposrura: la utopía inducida por una
concepción desorientadora de la física de principios d" ,iglo (.1
mundo antes de Maxwell), importada a las-ciencia, hrmorius, ha
conducido no a las puertas de la tierra paradigmática sino a una
enorme cantidad de movimiento perdido y a grandes proclamas.
7. Esto por lo que Íespecta a lo negativo.
;Cuáles son I
.;tudg,s- unÍipo de proceder basado en el <<conocimiento lo
,:a) Lír,ites. El título de esta exposición
parece asumir que la
existencia de límites es un contruurgr*.rto a algo. (2por qué
no se titula <<conocimiento universal y sus límites»? posible-
mente porque, si así rczara el título, cabúa la posibilidad de
que, siendo universal, no tuviera ningún límite y de que, por
tanto, no fuera conocimiento.) para mi mente limitada,-el reco-
nocimiento directo y abierto de 1os límites observador
en este tiempo, en este lugar- constituye una -este
de lr, .or^ máJ
recomendables a la hora de investigar. Reconocer el hecho de
que todos somos lo ,.1ue Renato Rosaltlo ha llamado ..observa_
es uno de sus rasgos más atra:cq

r
. es real»)
ii.?:j1::flf*t;,t"ffif,';
no es unâ pérdida, es una ganancia y la postura dp
*bien, yo. un americano de clase mediã a mediaáos d.l ,iglo
xx,
e fui a este lugar, que hablé con
eguir que hablaran conmigo y
os allí son de çgtl manera» no
utza no sea emoclonante, pefo
despide (algo de lo que hay poco en las ciencias hr-rrrrj ,,
cierto candor. (Puntos de vista desde ninguna parte pueden,
construirse, desde luego, con imaginación. Si se hàce biãn pue_
den seq y en las ciencias natural"i lo han sido, inmenru-"n,"
108 nsrlsxroNEs ANTRoporócrces soBRE rEMAS r.rrosórrcos

útiles. Pero en la medida en que son construidos, son de hecho


diferentes puntos de vista particulares que proceden de algún
lugar: el estudio de filósofo, la informáti ca teóúca.)
b) Circunstancialidadt Podemos, por 1o menos, decir algo
(y no es que siempre lo hagamos) al respecto con cierta coir-
creción. Nunca he podido comprender por qué comentarios
como <<tus conclusiones, tal y como las afirmas, sólo alcanzan a
dos millones de personas [Bali] o a quince mil.lones fMarrue-
cos] o a sesenta y cinco millones lava) y sólo durante algunos
afros o siglos>> se consideran como críticas. Obviamente uno
puede estar equivocado y, probablemente, más de una vez lo
esté. Pero <<sólo>> o <<meramente>> intentar explicarJapón, Chi-
na,Zaire o los esquimales (o, mejor aún, algún aspecto de su ü-
da) no es como presentar algo cuarteado, incluso aunque pa-
rezca menos llamativo que todas esas explicaciones, teorías y
demás que tratan de la «Historia>>, la <<Sociedad», el .,Hom-
bro>,la <<Muje»> o cualquier otra magnífica y elusiva entidad.
c) Por supuesto, la comparación es posible y necesaria y
es 1o que yo y otros como yo intentamos hacer: mirur coras
particulares sobre el trasfondo de otras cosas particulares y
profundizar con ello en la particularidad de aÀbrr. En un,
de ellas se han localizado y se esperan algunas diferencias rea-
les y en 7a oüa hay algo genuino para comparar. Cualesquiera
similitudes que se encuentren, incluso si toman la forma de
contrastes [...] o de elementos imcomparables [...] son tam_
bién genuinâs, y no categorías abstracias sobreimpuestas so-
bre «datos>> pasivos, conducidos a la mente por <<Dios>>, la
<<realidad>> o la <<naturaleza>. (Por otro lado, el comentario de
Santayana acerca de que las personas hacen comparaciones
cuando no pueden llegar a la ruiz del asunto es algo absoluta-
mente cierto.) Lateoría, también posible y necesaria, surge de
circunstancias particulares y, por muy abstracta que sea, es
validada por su poder de ordenarlas en roda su particularidad
y no por despojarse de ellas. Puede que Dios no se encuentre
EL ESTÂDo nr Le cussrróN 109

en los detalles,pero no hay duda de que <<el mundo>,


-<<todo
lo que es el caso>>- sí.

8. Pero la cuestión crucial prç§gnrç en la tensiónlocal, uer-


Jt.r universal en las <<ciencias humanas>> (y ya he apuntado mi
disconformidad con esre modo de planteai las cósas
-<<uer-

nos en asuntos inextricables del tipo <<este tiempo o este lugar»


o sobrevolaf esas cuestiones y preguntâfnos cómo es cada cosa
en todo lugar, si no tenemos claro lo que esperamos obtener al
tomar un rumbo u otro, La discusión, que al parecer versa so-
bre el valor de las diferentes vías a un destino acordado, úata
realmente del valor de los destinos alternativos, independien-
temente de cómo se llegue a ellos, Nos divide menos el método
uttfiza lo que le sirve de provecho- que 1o que anda-
-uno
mos persiguiendo.
Aquí el conrraste resulta familiar, p impor-
t^ntepara aquellos que creen que la t ias hu-
manas (aunque posiblemente prefieran llamarlas <<conductistas>>)
esdescubrir hechos, incluirlos en estructuras proposicionales,
deducir leyes, predecir resultados y gestionar raciónalmente la

_ Saber si el primer punto de vista es, como mucha gente ha


afirmado, algo así como querer saber dónde moriremos para
Ílunca acercarnos allí o si el segundo, como han dicho offos, es
como apagâr una vela y maidecir la oscuridad provocada es me-
110 REFLtrxToNES ANTROpoLóGtcAS soBRE TEMAS IrILosóFICos

nos importante (aunque no cârece por completo de importan-


cia) que conocer latarca que de hecho perseguimos. Si lo que
perseguimos son los avances, el control técnico y bien afinado de
la vida social (el sueõo de Bentham, la pesadilla de Foucault), en-
tonces el diálogo de la universalidad es, sospecho, un hablar por
hablar. Si lo que perseguimos es refinar nuestra habilidad para
vivir vidas que nos dan cierto sentido y a las que, consideradas
en general, podemos dar nuestro consentímiento (la esperanzâ
escéptica de Montaigne, la deses peranza de §fleber)
morales y no manipulativas-, entonces parecería que -desúezas
requeri-
mos algo menos pretencioso.
Aquellos de nosotros que optamos por la segunda alterna-
tiva (un número creciente , en mi opinión, ahora que las ideo-
logías del conocimiento desencarnado han sido de algún mo-
do sacudidas) tienen mucho por esclarecer e incluso más por
convencer. Con todo, estamos trabajando en ello en otros mâ-
rcs quizá, no muy frecuentados y no necesitamos estar indebi-
damente preocupados, excepto qrizâs en 1o político, por estar
ala alara de los estándares que emergen de la primera alter-
nativa donde se pescan peces talvez no comestibles. Lo que
Stephen Toulmin ha llamado recientemenre <da recuperación
de la filosofía práctica>> tiene su propia agenda y sus propias
ideas sobte cómo avanzat. Lo que apunta como <<el retorno de
la oralidad» (a lo que se refiere es a la retórica, las preferen-
cias, los actos de habla, el discurso, la narrativa, la conversación
y los juegos del lenguaje lo literalmenre oral, sino lo lin-
-no
güísticamente oral-), de lo «localrr, ,,lo particular>> y lo <<tem-
poral» es un movimiento, no una doctrina y! como cualquier
movimiento, necesita logros y no dicta que lo sustcnten. Lo
que necesitamos (por dar rn dictum) no son reactivaciones
contemporáneas de viejos debates enme lo nomotético y lo
ideográfico, entre erkltiren y uerstelteru. sino demostraciones de
unâ parte o de la otra de una tecnología efectiva que controle la
totalidad de las direcciones de la vida social moderna o el de-
I]L T]S1'AI)O DE LA CUES'|ION 1i1

sarrollo y la inculcacíón de habilidades más delicadas paÍana-


vegar por ella, â que sea la dirección tomada. Y
cuando llegue e tot creo estar razoÍtablemente segu-
ro de cuál es la más deseable y la que con mayor probabilidad
se dará.
;Quién conoce meior el río (adoptando una metáforâ que
el otro día leí a propósito de algunos libros de Heidegger): el
hidrólogo o el nadador? Formulado así, la respuesta depende
de lo que se entienda por <<conocer>> y, como ya he dicho, de 1o
que se espere conseguir. Atendiendo al tipo de con«rcimiento que
rnás necesiramos, queremos. y que hasta cierto punto podemos
consegrtir en las ciencias humanas, la variedad local, aquella
que tiene el nadador o que, al nadar, puede desarrollar, puede
al menos mantenerse por sí misma frente a la variedad general,
aquella que tiene el hidrólogo o que reivindica que algún mé-
toolo le ap<>rtarápronto. De nuevo, no se tratâ de la configura-
ción de nuestro pensarniento, sino de su vocación.
No sé si ésta es una adecuada <<respuesta a las exigencias
críticas dc univers'alidad y autoridad» contrâ el trabajo que emer-
ge cle «punto(s) históricos en el tiempo o [...] punto(s) geográ-
ficos en el espacior> (como el peso de esta exposición plantea)
o, incluso, lo que aquí contaría como .<adecuado». Pero, como
todo <<conocimiento localrr, es sustantivo, pertenece a alguien y
por el momento bastará.

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