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PEDIATRÍA.”
Es por eso que, considerando que los niñ os y adolescentes no son una simple
replica en miniatura de los adultos, con mú ltiples diferencias documentadas en la
literatura, la extrapolació n en base a la dosis de adultos y en el peso y edad de los
niñ os y adolescentes puede ser peligrosa y llevar a una dosificació n insuficiente,
sobredosis o, también, a efectos adversos específicos y no evidentes en adultos.
Estos hechos, descubiertos en mú ltiples investigaciones realizadas en siglos
pasados, identifico la necesidad de constituir instituciones que se encargue de la
protecció n de la ética y los derechos humanos en investigació n que incluían a niñ os
y adolescentes. Es por eso que, a partir del Có digo de Nú remberg surge la idea de
derecho y autonomía del cuá l partieron muchos má s documentos que protegían al
sujeto investigado. Sin embargo, la fuerza legal de ese documento no fue
establecida ni incorporada inmediatamente y los principios que contenía solo
integraron las relaciones entre el investigador y el participante de la investigació n
en la Declaració n de Helsinki, redactada en 1964. Esta declaració n abrió la
posibilidad de participació n de menores de edad en proyectos de investigació n en
salud, siempre que hubiese consentimiento de su responsable legal y, má s
recientemente, la aceptació n del niñ o o adolescente, en virtud de su capacidad. Sin
embargo, a pesar de ese documento, muchos abusos continuaron y en la década de
1970, el pú blico tomó conocimiento del Tuskegee Syphilis Study. Las revelaciones
de ese estudio contribuyeron a la elaboració n y la aprobació n de varios
documentos oficiales en Estados Unidos, como el National Research Act (1974),
con la creació n del Institutional Review Boards (IRBs); el Informe Belmont (1978),
el cual marcaba el inicio del principialismo bioético; el Research Involving Children
(1983); y, finalmente, el Children’s Health Act (2000), con protecciones adicionales
a los niñ os que participan en investigaciones.
El respeto a las personas es un principio que implica asumir que todos los
individuos son agentes autó nomos y que todos aquellos con autonomía disminuida
tienen derecho a ser protegidos. Así, el respeto a las personas supone tener en
cuenta su autonomía. El respeto a la autonomía de la persona se alcanza cuando se
reconoce su derecho a mantener su punto de vista, a elegir y a actuar con base en
sus valores y creencias. En el caso de los niñ os, se considera que su autonomía está
en proceso de desarrollo. El respeto a su autonomía consiste en hacerlos partícipes
en la toma de decisiones sobre su participació n en la investigació n. Cuando estos
no cuentan con la madurez suficiente, son sus padres quienes deben
representarlos. El respeto a la autonomía en el contexto de la investigació n se
materializa mediante el consentimiento y asentimiento informados y el
cumplimiento de las reglas de confidencialidad y privacidad. Mientras el
consentimiento describe el acuerdo positivo de la persona, el asentimiento se
refiere a la aquiescencia, como veremos a continuació n. El consentimiento
informado es un proceso interactivo entre el investigador y el sujeto, el cual
implica la comunicació n, la discusió n y la retroalimentació n sobre los propó sitos,
procedimientos, riesgos, beneficios y alcances de la investigació n, que redunde en
la participació n informada, libre y voluntaria de los sujetos en esta. A partir de esta
definició n, puede notarse que en el proceso de consentimiento hay varios
elementos involucrados: la informació n, la competencia, la voluntariedad, la
validez y la autenticidad. Un importante elemento del consentimiento consiste en
brindar informació n clara, completa, detallada y necesaria para la toma de
decisiones. En este sentido, son los padres del menor quienes dan el
consentimiento para su participació n en la investigació n y orientan su decisió n
cuando este no posee capacidad para hacerlo. El consentimiento tendrá validez si
la informació n brindada ha sido apropiada y posibilita la toma de decisiones y, por
otra parte, si se ha expresado el consentimiento de forma voluntaria y libre de
coacciones. Por otro lado, el asentimiento informado hace referencia al acuerdo
manifiesto y la expresió n libre del niñ o para participar en la investigació n. Aunque
no es adecuado dar una edad exacta en la que el niñ o puede manifestar su acuerdo,
existe un consenso en que después de los siete añ os los niñ os pueden dar su
asentimiento. Buscar el asentimiento muestra respeto y da al niñ o la oportunidad
de decir no a su participació n en alguna investigació n. El acuerdo consciente del
menor requiere que el investigador proporcione informació n en un lenguaje claro
y adecuado para su edad y que utilice, en caso de ser necesario, recursos grá ficos o
audiovisuales que faciliten la comprensió n de los principales aspectos de la
investigació n. Igualmente, se debe abrir un espacio de comunicació n para resolver
las dudas que los menores puedan tener sobre la investigació n. De esta manera,
brindar explicaciones con un lenguaje familiar a los niñ os aumenta la posibilidad
de que reciban y entiendan la informació n sobre el estudio.
La beneficencia por su parte implica una obligació n relacionada con dos acciones
específicas: 1) no causar dañ o y 2) maximizar los beneficios y disminuir los dañ os.
La aplicació n de este principio lleva a la reflexió n y consideració n sobre el nivel de
riesgo al que pueden estar expuestos los niñ os; este se refiere a posibles dañ os
(físicos, psicoló gicos o sociales) que puedan surgir de la investigació n. De este
modo, es necesario contar con pará metros claros para clasificar las investigaciones
segú n el tipo de riesgo.
En varios contextos, se tiende a percibir al adulto con mayor poder que los niñ os;
esto también se observa en el entorno de la investigació n. Por ello, existen varias
formas de explorar las relaciones de poder entre los sujetos y los investigadores,
con el fin de conseguir balancearlas; se ha considerado que los métodos
participativos y la reflexividad pueden ayudar en esta tarea. Otros investigadores
afirman que no es necesario utilizar metodologías particulares; má s bien, que las
que se utilicen sean coherentes con las experiencias, los intereses, los valores y las
rutinas cotidianas de los niñ os y que atiendan a las acciones, significados y usos del
lenguaje de estos, con el fin de establecer un diá logo en el que el investigador tenga
una mejor comprensió n de las interacciones y relaciones sociales de las que
forman parte los niñ os.