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Kaus

La demitificación de la picaresca en El sueño de Venecia

de Paloma Díaz Mas

La novela El sueño de Venecia de Paloma Díaz Mas se construye en base al devenir a

través de los siglos de un cuadro pintado en el siglo XVII. El eje temático está constituido por la

dudable veracidad de la historia, lo que la autora demuestra a través de las distintas

interpretaciones que el cuadro provoca en sus distintos poseedores, hasta llegar a la

interpretación del historiador que constituye el último capítulo y cuya reconstrucción de los

orígenes de la pintura posee mucha rigurosidad científica, pero es completamente errónea de

acuerdo con la verdadera historia que el lector conoció en el primer capítulo. Esta

demitificación de la historia como poseedora de verdad que unifica la novela, se manifiesta en

el primer capítulo de la obra con la demitificación del género picaresco mediante la imitación y

conjuntamente la transgresión de las características más importantes del género. El propósito

de este escrito es analizar como la autora demitifica o deconstruye la picaresca en el primer

capítulo de la novela mediante una alternancia lúdica de similitud y diferencia con las obras más

representativas del género.1

El primer capítulo comienza en forma de relato autobiográfico dirigido a un señor,

también llamado vuesamerced, por parte de un joven llamado Pablo. Esto lleva al lector a una

inmediata asociación con el género picaresco, en tanto la forma autobiográfica es uno de sus

rasgos característicos y la forma de autoconfesión es particular del Lazarillo y el Buscón.,

mientras que el nombre Pablo connota al Pablos protagonista del la obra de Quevedo. Así

mismo en el primer párrafo se establece la condición de callejero de Pablo en tanto declara que

su nombre se debe a la calle en que creció, la corredera de San Pablo, por lo que lo llaman

Pablillo de la Corredera, lo que inmediatamente sugiere un paralelo con el Lazarillo de Tormes,

1Nos referimos al Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache y el Buscón de Quevedo.


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en tanto el pícaro se apellida así por el río Tormes junto al que creció.

Después de todas estas similitudes con obras picarescas, se establece la primera

distinción entre Pablo y los pícaros tradicionales con referencia a su origen, ya que todos los

personajes de la picaresca conocen sus orígenes y el narrarlo constituye una característica del

género de acuerdo con Gustavo A. Alfaro, quien sostiene que: “[t]odos los relatos picarescos

hacen mayor o menor referencia a la genealogía del pícaro” (27). Al contrario de ellos, Pablo

no sabe quienes fueron sus padres, ya que fue encontrado abandonado en la calle por un

hombre rico, quien lo llevó a un hospital donde le dieron refugio y comida durante sus primeros

cinco años de vida. La primera infancia de Pablo no ha sido mala, ni ha tenido que luchar con

padres abusivos y delincuentes como los otros pícaros, sino que ha tenido cierto afecto por

parte del personal del hospital, y aunque la vida en ese ámbito no le ha sido totalmente grata,

debido al contacto con el dolor y la muerte de los pacientes internados allí, ha tenido una

formación cristiana y no le ha faltado comida ni protección.

Pero esta vida en cierta medida cómoda de Pablo se termina con la muerte de su

protector, ya que éste no ha previsto en su testamento la mantención del niño y por ello las

autoridades del hospital lo entregan a su primer amo. Nuevamente la coincidencia con los

pícaros tradicionales, ya que el niño debe abandonar su círculo familiar 2 siguiendo a un

desconocido a quien debe servir. Pero la similitud alterna con la diferencia en la narración de la

historia del primer amo de Pablo, un pintor, ya que, por un lado, al igual que los pícaros

tradicionales, tanto el amo como el niño llevan una vida de escasez y sufren tanto el frío como

el hambre, pero por otro lado Pablo no es maltratado por el pintor, sino protegido por éste,

quien además cumple una función arquetípica maternal, como puede observarse en la siguiente

2Utilizamos el término familiar en sentido amplio, ya que el Hospital representa para Pablo el
ámbito de protección y afecto donde ha crecido, aún cuando las personas que lo habitan no sean sus
familiares de sangre.
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cita: “Para distraerme del frío de las noches de invierno y del calor de las siestas del verano

mandábame echar a sus pies, y así los dos echados, principiaba el cuento de sus aventuras.

Invéntose toda una ciudad para mi deleite – que hasta entonces nunca me habían regalado

tanto, aunque fuese regalo de aire y de resuello, que no cuesta blanca– ... (18-9). El amo

enseña al niño a soñar, y cumple el papel de la madre que cuenta cuentos a su hijo para

distraerlo. Este estado de “casi dicha” (20) en que Pablo vive con el pintor se termina con la

muerte de éste, lo que deja al niño expuesto a las miserias de la calle, reflejando otro punto de

similitud con las novelas picarescas tradicionales. Sin embargo, también se marca la diferencia,

ya que pese a las vicisitudes de su suerte, Pablo no comete ningún hecho deshonroso ni

desarrolla la malicia característica del pícaro. Según él mismo nos dice: “[h]ubiera querido

robar, mas no sabía, que el honrado de mi amo no me había enseñado más que a mezclar

colores y soñar ciudades de extraña curiosidad” (21). Es decir, Pablos mantiene su inocencia

vagando por las calles hasta que encuentra a su nuevo amo.

Este nuevo amo presenta una demitificación absoluta de los amos de la literatura

tradicional en dos planos, el primero es por su condición de homosexual, lo que si bien puede

encontrarse sugerido veladamente en la literatura picaresca del Siglo de Oro 3, no podría nunca

haberse expresado con la claridad con que se expresa en la novela, debido al ambiente que la

Contrarreforma había creado en la España de la época. El otro plano es su caracterización como

amo, ya que es un hombre rico y culto que no sólo ofrece a Pablo una seguridad económica

que lo protege del hambre y el frío, sino que le ofrece también educación, ya que contrata a un

maestro para que enseñe a leer a Pablo. La vida del niño en el palacio de don Alonso es

cómoda, segura y divertida, lo que la distancia notablemente de la picaresca tradicional, pero

3En el Guzmán de Alfarache se menciona que el padre del pícaro despertaba habladurías por
usar cosméticos y afeites en su rostro, lo que sugiere una tendencia homosexual.
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una vez más un revés de la fortuna invertirá las cosas. Esto ocurre cuando don Alonso y su

amante son detenidos por la Inquisición, acusados de sodomía, y Pablo se ve apresado e

interrogado por el Tribunal. En el interrogatorio, se demuestra la genuina inocencia de Pablo,

ya que éste ignoraba completamente las desviaciones sexuales de su amo, pese a haber vivido

en el palacio y haber presenciado muchas escenas develadoras de esta condición de don Alonso

para una mente más aguda y maliciosa. Este episodio marca un gran contraste con la novela

picaresca del Siglo de Oro, en tanto Thomas Hanrahan atribuye al género una finalidad

ascético-didáctica motivada por la contrarreforma. Sin embargo, en la narración de Pablo de su

vida con don Alonso, no se encuentra ninguna reflexión moral, ni se ve que la inmoralidad o

pecado de don Alonso repercuta en forma negativa en la gente que lo rodea, y en el caso

específico de Pablo, como lo demuestra su declaración frente a la Inquisición, es claro que no a

recibido ninguna enseñanza ni influencia inmoral durante su estancia con don Alonso, sino que

por el contrario su amo le ha brindado protección, afecto y seguridad, además de

enriquecimiento intelectual al enseñarle a leer.

Cuando Pablo es liberado de su prisión por la inocencia e ingenuidad que demuestra en

su declaración se ve nuevamente impulsado a vivir en la calle, situación en la que demuestra

una vez más su incapacidad para sobrevivir por medios deshonrosos. Pablo es incapaz de robar

o engañar y sobrevive pidiendo limosna. El único recurso malicioso que aprende es a recoger

cosas tales como pañuelos o joyas que la gente adinerada pierde al bajar de sus carruajes

frente al teatro, y precisamente será allí donde conozca a su nueva ama, Gracia de Mendoza, el

nombre Gracia refiere a un personaje del Guzmán de Alfarache, de la cual el protagonista se

enamora para luego desengañarse al descubrir que la joven ha sido prostituida por su marido.

A pesar de este punto en contacto, una vez más la novela se aleja del género tradicional, ya
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que desde el momento en que Gracia toma a su servicio al niño, la vida de Pablo deja de tener

vaivenes de la suerte y se estabiliza en la casa de su ama donde la felicidad reina por doquier:

y a la verdad semejaba ser aquél castillo de felicidad, que daba la espalda a las

amarguras del mundo: cantaban las fregonas al tiempo que hacían sus faenas,

silbaba el caballerizo al almohazar los buenos caballos, prendíanse las mozas de

cocina rosas y jazmines en el pelo antes de tornar a los fogones, iban los lacayos

y escuderos bien vestidos, bien calzados y bien comidos, sacábanse todos los

días agua clara del pozo, pan blanco del horno y buen vino de la taberna. Y, en

fin, la casa y su patio era mundo fuera del mundo. (36-7)

Sin duda el ambiente paradisíaco de la casa de Gracia difiere notablemente del clásico ámbito

picaresco. El único sufrimiento de Pablo en ese lugar será haberse enamorado de Gracia y

descubrir al mismo tiempo que ésta es prostituta, pero este penar sólo dura cinco años,

después de los cuales Gracia se retira de su profesión y se casa con él. El personaje de Gracia

de Mendoza representa una profunda disgresión de la picaresca en general, ya que según

Hanrahan

[e]l pícaro estaba predeterminado a no escoger ni sabiamente ni bien, porque

tenía que ser un ejemplo de cómo no había que vivir. Las mujeres que pasan por

su vida no serán, pues, de mucha virtud. Ellas ilustrarán lo que está mal enla

relación de los sexos: de ahí la insistencia en los temas de concupiscencia, falso

amor y seguir los instintos inferiores con peligro de ser castigado. Más aún, la

fuerte tradición anatifeminista de la literatura ascética, con sus nociones

preconcebidas de la naturaleza de la mujer, su debilidad, sensualidad e

inconstancia fundamental, impedían que se tratase de ella de modo favorable en


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un género didáctico y casi ascético. (371)

Esto se revierte totalmente en la forma de presentar a Gracia, ya que a pesar de su condición

de prostituta, es una mujer culta, inteligente, caritativa y de buenos sentimientos, de acuerdo

con el narrador

Admirábame yo de que, siendo mujer, fuese tan docta y tan leída como doctor

de Salamanca, tan discreta y aguda como hermosa, de tan buenas prendas que,

si enamoraba su vista, más enamoraba su conversación. Era tan extremada en el

tañer y cantar como en el bordado y la almohadilla, y gustaba tanto de poesías

de amor como de corónicas antiguas. Era con todos amable, con todos grata,

con todos graciosa: con los criados usaba de una maternal autoridad, que más

que criados parecían hijos de aquella casa; con los pobres, de una caridad

humilde. Nunca llamó a su puerta mendicante que de vacío se fuese, ni hubo

enfermo a quien no visitase, ni viuda o huérfana a quien no socorriese en

secreto, que ni sus mismos favorecidos sabían de donde les venía el bien. (38-9)

Esta descripción de virtudes de Gracia se contrapone con otra afirmación de Hanrahan de que

en la picaresca “todos están unánimes en presentar a la mujer como objeto de la

concupiscencia, como un mal que hay que evitar, atractiva pero peligrosa y engañosa en

extremo” (371), como demuestra la cita, la visión de esta mujer es totalmente positiva y

contraria a la que encontramos en la novela picaresca tradicional. Por otra parte, la reacción

de Gracia frente a la declaración de amor de Pablo es reveladora de que su oficio de prostituta

no ha corrompido su espíritu:

Quedóse suspensa y parecióme que, como se abrió mi pecho, así se le abrieron

al punto los ojos y dejó ella una especie de inocencia de niña en la que hasta
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entonces había vivido: que viéndome niño a mí como a niño me trataba y se

aniñaba ella misma en el trato; pero sabiéndome capaz de sentimientos de

hombre, desengañose y fue como la doncella que descubre de repente y sin

pensar qué cosa sea el amor... (42)

Como vemos, para Pablo Gracia es como una doncella inocente a quien él revela lo que es el

amor. El tratamiento del sexo carece de carácter moralizante, ya que luego de su primera

noche juntos, Pablo dice “[a]brióme ahora los ojos la que descegué yo durante el día y en

medio de la noche vi la luz: supe por qué los hombres tienen al amor por tan poderoso, que por

causa de él se mueve el mundo” (44). Es decir, que no hay ninguna connotación del sexo

como pasión negativa, sino una elevación espiritual que conlleva una realización más plena del

amor, es así como “[m]uchas noches siguieron a la que os he querido contar, y todas tan

placenteras y tan suaves como la dicha. De niño, híceme hombre sin sentir, alcéme en estatura

de varón mientras ella se aniñaba dulcemente sumisa;” (45) la complementación de la pareja a

través del sexo no connota ninguna inmoralidad, y pese a la condición de prostituta de Gracia,

no ejerce efectos negativos en Pablo, en otras palabras, no lo pervierte como la tradición

misógina ascética asegura que actúa la mujer con el hombre. En este sentido se puede

establecer un paralelo entre Gracia y don Alonso en su relación con Pablo ya que ambos poseen

caracteres de vicios sexuales condenados por la contrarreforma y una de las convicciones más

comunes de la literatura ascética-moralizante definida por Hanrahan es la perversión de

aquellos que rodean a estos seres, intensificada en el caso de un niño pequeño como Pablo.

Pero contrariamente a esta tradición, el protagonista de esta historia no sólo no es pervertido

por los vicios de estos personajes, sino que estos le ofrecen afecto y protección y en el caso

específico de Gracia, la felicidad durante el resto de su vida, así como una vida honesta cuando
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ella deja la prostitución.

Gracia continúa demitificando la literatura antifeminista picaresca en toda su relación

con Pablo, ya que no sólo no lo engaña, sino que cumple sus promesas, y por amor a él

abandona la prostitución y le ofrece su fortuna. Su belleza no representa un peligro para Pablo,

sino que le ofrece una vida honesta y plena de amor, “[p]ropusóme Gracia que nos casáramos

y gozáramos dichosos de nuestro amor y de su hacienda, que estaba ya muy crecida” (47).

Como se puede observar en la cita, es ella quien propone la boda, la que representa una

legitimación ante la iglesia de sus amores deshonestos desde el punto de vista religioso. De

acuerdo con los últimos párrafos del capítulo, la felicidad del joven sólo se ve empañada por su

miedo a que Gracia muera antes que él, ya que no puede imaginar su vida sin ella.

El personaje de Gracia tiene otra dimensión demitificadora en la novela, que se cumple

a través del cuadro en los otros capítulos de la obra. Según la narración de Pablo, el cuadro

fue pintado por un esclavo liberto que servía en la casa de Gracia, quien para agradecer a ésta

su buen trato decide pintar a la pareja después de la boda. En el segundo capítulo

encontramos a un inglés que se hospeda en la casa que fuera de Gracia y quien al descubrir la

pintura afirma: “[t]rátase de un espléndido cuadro al óleo, de medida como de cuatro por seis

pies, representando a una dama con su hijo, ambos ataviados con vestimenta española del

siglo XVII” (78). Como se puede ver, Gracia se ha convertido en la madre de Pablo, y ambos

son caracterizados por su descendiente, la dueña del cuadro, como ilustres antepasados

pertenecientes a la nobleza. Si bien, como se revela en el último capítulo de la obra, Gracia

pertenecía a una familia acomodada de Sevilla, su origen distaba mucho de ser noble, ya que

descendía de judíos conversos, y sus antepasados habían sido juzgados y ejecutados por la

Inquisición. Además, en la época en que el cuadro fue pintado, Gracia de Mendoza era
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considerada en Madrid como una de sus más famosas cortesanas, lo que distaba mucho del

juicio que sobre ella elabora el lord inglés y la poseedora del cuadro.

En el tercer capítulo, Pablo ha sido cortado del cuadro y sólo encontramos en él a

Gracia. Alvaro Mendoza, el poseedor de la pintura ignora completamente quien es la mujer

retratada y sólo la ha conservado como un recuerdo de su padre. En el capítulo siguiente, sin

embargo, se encuentra la transformación más grande de la imagen de Gracia, ya que la pintura

ha sido convertida en una imagen de la Virgen María, lo que constituye una total demitificación

de la figura de la cortesana que posó para el cuadro tres siglos atrás. Es decir, que la autora

revierte la imagen de la mujer propagada por la novela picaresca del Siglo de Oro durante la

narración de la historia de Pablo y Gracia, y también la imagen de la prostituta como símbolo de

bajas pasiones, irreconciliables con el dogma religioso, mediante la transformación de la pintura

en una imagen de la Virgen María. Sin duda, la transformación de Gracia en la Virgen conlleva

un cierto grado de ironía, pero esto no desvirtúa la demitificación presente a lo largo de la

historia del cuadro.

En conclusión, mediante un juego de similitudes y contrastes con el género picaresco, la

autora consigue demitificar las características esenciales de éste. Es así como presenta a Pablo

como un niño inocente, que frente a las mismas vicisitudes del pícaro tradicional, reacciona en

forma contraria a éste, carece de malicia y los períodos de sufrimiento y necesidad no

desarrollan aspectos negativos de su personalidad, sino que constituyen intermedios de espera

entre un amo y otro. Los amos de Pablo, por su parte, son la antítesis de los amos

tradicionales de la picaresca, ya que todos representan funciones paternales y didácticas, que

no sólo brindan seguridad económica al niño sino también enseñanzas positivas. El que dos de

ellos posean vicios condenados por la religión no afecta en grado alguno negativamente a
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Pablo, estos vicios aparecen como rasgos particulares de las personalidades de sus dueños,

pero no se reflejan en comportamientos inmorales que pudieran influir en el niño,

corrompiéndolo. Los ámbitos en que viven tanto don Alonso como Gracia, son refinados,

elegantes y pacíficos, contradiciendo también a los ambientes tradicionales de este género.

Teniendo en cuenta las palabras con las que Hanrahan culmina su obra: “aunque la picaresca

pueda ser realista en cierto sentido, no debe tomarse como un adecuado reflejo de la época en

que existió el pícaro. Fue una artística mezcla de narración y ascetismo, una respuesta a las

necesidades de una época y un ambiente particulares” (372) podríamos concluir que en esta

novela Paloma Díaz Mas ofrece su respuesta a las necesidades de la época postmoderna,

intentando deconstruir el mito literario del pícaro, mediante la creación de una sociedad distinta

a la que comúnmente se refleja en las novelas picarescas y a personajes despojados de

prejuicios morales inherentes al clima de la España de la contrarreforma, pero no por ello

menos creíbles. Si la novela picaresca del Siglo de Oro ofrece una perspectiva de la sociedad

en blanco y negro, la novela de Paloma Díaz Mas incorpora una amplia gama de matices que

apuntan al eje principal de la novela: la ausencia de verdades absolutas.

Obras citadas:

Alfaro, Gustavo A. La estructura de la novela picaresca. Bogotá: Instituto Caro

y Cuervo, 1977.

Díaz-Mas, Paloma. El sueño de Venecia. Barcelona: Editorial Anagrama,

1992.

Hanrahan, Thomas. La mujer en la novela picaresca española. Madrid: José


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Porrúa Turanzas, 1967.

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