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El Cisne Negro es un suceso que se caracteriza pese a su condición de rareza, la

naturaleza humana hace que inventemos explicaciones de su existencia después del


hecho, con lo que, erróneamente, se hace explicable y predecible. Una pequeña cantidad
de Cisnes Negros está en el origen de casi todo lo concerniente a nuestro mundo, desde
el éxito de las ideas y las religiones, hasta la dinámica de los acontecimientos históricos
y los elementos de nuestra propia vida personal. Sucesos como el ascenso de Hitler y la
posterior Guerra Mundial, la desaparición del bloque soviético, la aparición del
fundamentalismo islámico, los efectos de la difusión de internet, las crisis
económicas, las epidemias, la moda, las ideas... todos siguen la dinámica del Cisne
Negro. La incapacidad de predecir las rarezas implica la incapacidad de predecir el
curso de la historia, dada la incidencia de estos sucesos en la dinámica de los
acontecimientos.

Y es que la historia es opaca. Se ve lo que aparece, no el guion que produce los


sucesos, el generador de la historia. Nuestra forma de captar estos sucesos es en buena
medida incompleta, ya que no vemos que hay dentro de la caja, cómo funcionan los
mecanismos. Los sucesos se nos presentan de forma distorsionada.

No obstante, actuamos como si fuéramos capaces de predecir los hechos o cambiar el


curso de la historia. Nuestra incapacidad para predecir en entornos sometidos al Cisne
Negro, unida a una falta general de conciencia de este estado de las cosas, significa que
determinados profesionales, aunque creen que son expertos, de hecho, no lo son. Es
fácil darse cuenta también de que la vida es el efecto acumulativo de un puñado de
impactos importantes. Pensemos en nuestra propia existencia.

Contemos los sucesos importantes, los cambios tecnológicos y los inventos que han
tenido lugar en nuestro entorno desde que nacimos, y comparémoslos con lo que se
esperaba antes de su aparición. Fijémonos en nuestra propia vida, en la elección de una
profesión, por ejemplo, o en cuando conocimos a nuestra pareja, o en el enriquecimiento
o el empobrecimiento súbitos. Tengamos en cuenta que muchos Cisnes Negros pueden
estar causados y exacerbados por el hecho de ser inesperados. Dado que los Cisnes
Negros son impredecibles, tenemos que amoldarnos a su existencia.

Podemos dedicarnos a buscar Cisnes Negros positivos con el método de la


serendipia, llevando al máximo nuestra exposición a ellos. En algunos ámbitos , lo
desconocido puede ofrecer una compensación desproporcionada, ya que se suele perder
poco y ganar mucho de un suceso raro. Contrariamente a lo que se piensa en el ámbito
de la ciencia social, casi ningún descubrimiento ni ninguna tecnología destacable
surgieron del diseño y la planificación, sino que fueron Cisnes Negros.

De Mediocristán a Extremistán

Existen dos tipos de incertidumbre o dos variantes del azar. El primero lo podríamos
llamar la provincia utópica de Mediocristán, donde los sucesos individuales no aportan
mucho individualmente, sino solo de forma colectiva. Supongamos que su patrimonio
sea de unos 80 000 millones de dólares, siendo el capital de todos los demás unos
cuantos millones. Dicho patrimonio representará el 99,9 % de la riqueza total.
Extremistán puede producir Cisnes Negros, y de hecho lo hace, como en el caso de
sucesos raros que han influido colosalmente en la historia. 
Cómo aprender del pavo

Todo conocimiento al que llegamos mediante la observación lleva incorporadas ciertas


trampas. Pensemos en el pavo al que se le da de comer todos los días. Cada vez que le
demos de comer, el pavo confirmará su creencia de que lo alimentan todos los días unos
miembros amables del género humano. El problema del pavo se puede generalizar a
cualquier situación donde la misma mano que te da de comer puede ser la que te
retuerza el cuello.

El animal aprendió de la observación, como a todos se nos dice que hagamos. Confundir


una observación ingenua del pasado con algo definitivo o representativo del futuro es la
sola y única causa de nuestra incapacidad para comprender el Cisne Negro.

El error de la confirmación

Durante mil días, el pavo observa que su «cuidador» es una excelente persona. Pero
nosotros sabemos que el pavo confunde la «ausencia de pruebas» de instinto asesino por
parte de su cuidador con tener realmente una «prueba de la ausencia» de ese instinto. El
error de la confirmación, que nos deja ciegos ante los Cisnes Negros, no es exclusivo de
nuestros queridos pavos. Tomamos ejemplos pasados que corroboran nuestras teorías y
los tratamos como pruebas.

Podemos acercarnos más a la verdad mediante ejemplos negativos, no mediante la


verificación. Así, por ejemplo, el especulador George Soros, cuando hace una apuesta
financiera, no deja de buscar ejemplos que demuestren que su teoría inicial es
falsa. Además, es evidente que no es fácil «falsar», es decir, afirmar con plena certeza
que algo es un error. Pero sigue siendo válido que sabemos dónde está el error con
mucha mayor confianza de la que tenemos sobre dónde está lo acertado.Lo que en
Mediocristán se puede saber a partir de los datos aumenta con mucha rapidez a medida
que se acumula información.

La falacia narrativa

De modo que la misma captura explicaba un suceso y su diametralmente


opuesto. Estamos ante un ejemplo del fenómeno conocido como falacia
narrativa. Forster, demuestra la distinción entre la mera sucesión de información y una
trama. Esta es, en pocas palabras, la definición y función de una narración.

Debido a la falacia narrativa, tendemos a engañarnos con autonarraciones porque nos


gustan las historias, nos gusta simplificar, ver patrones y tejer explicaciones ante
cualquier secuencia de hechos. Las explicaciones atan los hechos. Se necesita un
esfuerzo considerable para ver los hechos al tiempo que se suspende el juicio y se huye
de las explicaciones. Hay formas de escapar de la falacia narrativa mediante
conjeturas, experimentos o haciendo predicciones que se puedan comprobar.

La falacia de la narración puede hacer que no seamos conscientes de los Cisnes


Negros si se da alguna de estas situaciones

Y el Cisne Negro es lo que excluimos de la simplificación. La narrativa puede confundir


nuestra proyección de las probabilidades. Los encuestados calculaban que el primer
suceso era menos probable que el segundo. Pero es claramente una falacia narrativa
porque, objetivamente, que haya una inundación en algún punto de un inmenso
continente es mayor que el terremoto más una inundación en un punto concreto de la
geografía.

Se sobreestiman las incidencias de los Cisnes Negros en el primer caso , pero se


infravaloran gravemente en el segundo. A causa de esta «ceguera», en el sector de los
seguros, por ejemplo, se observa que en las pólizas la gente se olvida de esos sucesos
altamente improbables y muestran una preferencia por asegurarse contra pequeñas
pérdidas probables, a expensas de las menos probables pero de mayor impacto. Los
sucesos que son no-repetibles se ignoran antes de que se produzcan, y se sobreestiman
después . Después de un Cisne Negro, como el del 11 de septiembre de 2001, la gente
espera que vuelva a ocurrir , cuando, de hecho, las probabilidades de que sea así
posiblemente han disminuido.

La información estadística abstracta no nos influye tanto como la anécdota . Bien, lo


más probable es que evitemos Central Park durante nuestra estancia en la ciudad. Da
igual que sepamos que hay estadísticas que nos podrían indicar que la probabilidad de
un Cisne Negro es prácticamente nula. Somos abducidos por la narración de nuestro
simpático compañero de viaje.

La forma de evitar los males de la falacia narrativa es favorecer la experimentación


sobre la narración, la experiencia sobre la historia y el conocimiento clínico sobre las
teorías.

Las pruebas silenciosas

Otra falacia en nuestra forma de entender los acontecimientos es la de las pruebas


silenciosas. La historia nos oculta tanto los Cisnes Negros como su capacidad para
generarlos. Las pruebas silenciosas están presentes en todo lo relacionado con el
concepto de historia. Por historia no entiendo únicamente esos libros eruditos pero
aburridos, sino cualquier sucesión de acontecimientos vistos con el efecto de la
posteridad.

Muchos estudios sobre millonarios o gente de éxito destinados a entender las destrezas
que se requieren para convertirse en una celebridad toman una población de
personajes, gente de grandes títulos y fantásticas ocupaciones, y estudian sus
cualidades. De forma parecida a como ocurre con la falacia narrativa, las pruebas
silenciosas pueden ocultarnos los Cisnes Negros. Una persona de éxito intentará
convencernos de que sus logros no pueden ser algo accidental, al igual que el jugador
que gana en la ruleta siete veces seguidas nos dirá que las probabilidades de que tal cosa
ocurra son de una entre varios millones, de modo que tendremos que pensar que hay en
juego alguna intervención trascendental, o aceptar la destreza y perspicacia del
jugador. El olvido de las pruebas silenciosas es endémico en la forma en que estudiamos
el talento comparativo, particularmente en las actividades que están plagadas de
atributos del estilo «el ganador se lo lleva todo».

La desigualdad en este campo es mayor que en, digamos, la medicina, pues raramente


vemos a médicos sirviendo hamburguesas. De ahí que pueda inferir en gran medida el
rendimiento de toda la población de esta última profesión a partir de cualquier muestra
que se me presente. Somos animales que buscan explicaciones, que tienden a pensar que
todo tiene una causa identificable y que se agarran a la más destacada como
explicación. Sin embargo, las pruebas silenciosas ocultan tal hecho.

Una vez que damos con la idea de las pruebas silenciosas, muchas de las cosas que nos
rodean y que previamente estaban ocultas empiezan a manifestarse. Una ramificación de
la idea de las pruebas silenciosas sitúa nuestra toma de decisiones bajo una nube de
posibilidades. Vemos las consecuencias obvias y visibles, no las invisibles y menos
obvias. De hecho, se dedican a lo que podría denominarse una falsa «filantropía», la
actividad de ayudar a las personas de forma visible y sensacionalista, sin tener en cuenta
el oculto cementerio de las consecuencias invisibles.

El grupo de Bin Laden acabó con la vida de unas dos mil quinientas personas en las
Torres Gemelas del World Trade Center. Pero, según dicen los investigadores, durante
los tres meses que restaban de aquel año, unas mil personas fueron víctimas silenciosas
de los terroristas. Quienes tenían miedo al avión y se pasaron al coche corrieron un
riesgo mayor de muerte. Tengamos las agallas de reconocer las consecuencias
silenciosas cuando nos encontremos frente al próximo vendedor humanitario de
ungüentos milagrosos.

Todo esto nos lleva a la manifestación más grave de las pruebas silenciosas, la ilusión
de la estabilidad. El sesgo disminuye nuestra percepción de los riesgos en que
incurrimos en el pasado, particularmente en aquellos que tuvimos la suerte de haber
sobrevivido a ellos. Cuanto menos familiarizado está uno con la disparatada
aleatoriedad generadora de Cisnes Negros, más cree en el funcionamiento óptimo de la
evolución. En sus teorías no están presentes las pruebas silenciosas.

Sin embargo, a corto plazo no está claro qué rasgos son realmente buenos para
nosotros, sobre todo si estamos en el entorno generador de Cisnes Negros de
Extremistán.

La falacia lúdica

Los atributos de la incertidumbre a los que nos enfrentamos en la vida real guardan poca
relación con los rasgos «esterilizados» que vemos en los «modelos» teóricos de gestión
del riesgo. En la vida real, el Cisne Negro se puede definir como lo «desconocido
desconocido». Pero en los modelos teóricos, el Cisne Negro se ve como lo
«desconocido conocido», lo cual es una falacia. En un casino uno conoce las
reglas, puede calcular las probabilidades, y el tipo de incertidumbre que tiene ante sí es
de grado suave .

La gestión del riesgo de un casino está, por tanto, destinada principalmente a reducir las


pérdidas que ocasionan los tramposos. Fijémonos en un casino de Las Vegas tras sufrir
pérdidas financieras enormes que quedaron completamente fuera de sus «sofisticados»
métodos de reducción de riesgo. Saber centrarse es una gran virtud para quien se
dedique a reparar relojes, para el neurocirujano o para el jugador de ajedrez, pero es lo
último que hay que hacer cuando nos enfrentamos a la incertidumbre. Esto nos causa
problemas de predicción.

Los riesgos «computables» están ausentes en gran medida de la vida real.

El escándalo de la predicción

Los investigadores Albert y Raiffa estaban buscando cómo calculan los seres humanos
las probabilidades en su toma de decisiones cuando interviene la incertidumbre. La
primera conclusión de este experimento es que sobreestimamos lo que sabemos e
infravaloramos la incertidumbre, comprimiendo así la variedad de posibles estados
inciertos . El género humano padece de una infravaloración crónica de la posibilidad de
que el futuro se salga del camino inicialmente previsto. Para poner un ejemplo
obvio, pensemos en cuántas personas se divorcian.

No existe una diferencia efectiva entre que yo adivine una variable que no es
aleatoria, pero para la que mi información es parcial o deficiente y predecir una variable
aleatoria, como el índice de paro de mañana o el mercado de valores del año que
viene. En este sentido, adivinar y predecir son lo mismo. La mayoría de los
profesionales que hacen predicciones también padecen este impedimento mental del que
estamos hablando. Es más, a las personas que hacen previsiones profesionalmente a
menudo les afectan más estos impedimentos que al resto de la gente.

En primer lugar, la información es mala para el conocimiento. Mostremos a dos grupos


de personas una imagen desdibujada de una boca de incendios, lo bastante borrosa como
para que no reconozcan de qué se trata. Cuanta más información se nos da, más
hipótesis formulamos en el camino, y peores serán. Se percibe más ruido aleatorio y se
confunde con información.

Cuando nos formamos nuestras opiniones a partir de pruebas poco sólidas, tenemos


dificultades para interpretar la posterior información que contradice tales
opiniones, incluso si esta nueva información es claramente más exacta. En ese
sentido, escuchar las noticias en la radio cada hora sería mucho peor para uno que leer
un semanario, porque el intervalo más largo permite que la información se filtre un
poco. El segundo problema de que muchas personas que se dedican a la predicción
caigan en sesgos que hacen inútiles sus predicciones es que trabajan en profesiones en
las que el título de «experto» es una pura invención. Expertos que tienden a ser expertos
son los tasadores de ganado, los astrónomos, los pilotos de prueba, los tasadores del
suelo, los maestros de ajedrez, los físicos, los matemáticos , o los contables.

Las profesiones que se ocupan del futuro y basan sus estudios en el pasado no repetible
tienen un problema de expertos . No estoy diciendo que quien se ocupa del futuro no
ofrece nunca información valiosa , sino que aquellos que no ofrecen un valor añadido
tangible generalmente se ocupan del futuro. Otra forma de enfocar esta cuestión es que
las cosas que se mueven son a menudo proclives al Cisne Negro. Los expertos son
personas cuyo centro de atención es muy limitado y que necesitan «tunelar», es
decir, ignorar las fuentes de incertidumbre que les son ajenas.

En las situaciones en que el tunelaje es seguro, porque los Cisnes Negros no son


relevantes, al experto le irá bien. Pero el problema de la predicción procede sobre todo
del hecho de que vivimos en Extremistán, no en Mediocristán. Nuestros predictores
pueden valer para predecir lo habitual, pero no lo irregular, y aquí es donde en última
instancia fracasan. El problema con los expertos es que no saben qué es lo que no
saben .

Tal vez la facilidad con que uno puede proyectar en el futuro arrastrando celdas en esas
hojas de cálculo sea la responsable de que los ejércitos de previsores se sientan
confiados al elaborar previsiones a más largo plazo . Lamentablemente, todos esos
conocimientos no ayudarían al lector a predecir lo que va a ocurrir mañana. Si somos un
pensador histórico de la Edad de Piedra al que se le pide que prediga el futuro en un
informe exhaustivo para el planificador jefe tribal, debemos proyectar el invento de la
rueda, de lo contrario nos perderemos prácticamente toda la acción. Introdujo las no
linealidades, pequeños efectos que pueden conducir a graves consecuencias, una idea
que después se hizo popular como teoría del caos.

Si en un sistema solar solo tenemos dos planetas, sin nada más que afecte a su
curso, entonces se puede predecir indefinidamente el comportamiento de ambos
planetas sin ningún problema. Pequeñas diferencias en la situación de ese diminuto
cuerpo al final determinarán el futuro de los grandes y poderosos planetas. La explosiva
dificultad de la predicción se debe a que los mecanismos se complican, aunque sea un
poco. Tenemos una tendencia natural a escuchar al experto, incluso en campos en los
que es posible que estos no existan.

Qué hacer si no podemos predecir

Saber que no podemos predecir no significa que no nos podamos beneficiar de la


impredecibilidad. Si somos conscientes de nuestra vulnerabilidad frente a los errores de
predicción, y si aceptamos que la mayor parte de las «medidas de riesgo» son
incompletas debido al Cisne Negro, nuestra estrategia debe mostrarnos tan
hiperconservadores e hiperagresivos como podamos. Así, por ejemplo, en lugar de
destinar el dinero a inversiones de un supuesto «riesgo medio» que nadie puede decir
con seguridad lo que es, deberíamos colocar una parte, digamos que entre el 85-90
%, en instrumentos extremadamente seguros, por ejemplo las letras del Tesoro. El
restante 10-15 % lo colocaríamos en apuestas extremadamente especulativas, en
especial carteras de capital de riesgo.

En vez de correr un riesgo medio, correríamos un riesgo elevado por un lado, y ninguno


por el otro. El promedio sería un riesgo medio, pero este constituiría una exposición
positiva al Cisne Negro. Pero el lector se podrá preguntar cómo alguien de tanto éxito
como Goldman puede calcular lo que conviene hacer sin formular predicciones. La
respuesta es que Goldman sabía que no podía prever los sucesos individuales, pero era
muy consciente de que lo impredecible, concretamente el hecho de que una película
fuera un éxito, le reportaría unos grandísimos beneficios.

Los negocios de mayor éxito son precisamente aquellos en que se sabe trabajar con la
impredecibilidad inherente, e incluso explotarla. Debemos aprender a distinguir entre
aquellos empeños humanos en los que la carencia de predictibilidad puede ser
extremadamente beneficiosa, y aquellos en los que la incapacidad de entender el futuro
fue perjudicial. Hay Cisnes Negros tanto positivos como negativos. William Goldman
estaba en el negocio del cine, un negocio de Cisne Negro positivo.

Ahí la incertidumbre compensaba de vez en cuando. Un negocio de Cisne Negro


negativo es aquel en que lo inesperado puede golpear con fuerza y herir de gravedad. En
caso de que el prestatario alcance un gran éxito económico, no es previsible que nos
ofrezca un dividendo adicional. Además del cine, otros ejemplos de negocios de Cisne
Negro positivo son algunos sectores de la edición, la investigación científica y el capital
de riesgo.

El gran descubridor que fue Pasteur, quien dio con la idea de que la suerte favorece a los
preparados, comprendió que uno no busca algo concreto cada mañana, sino que trabaja
con ahínco para permitir que la contingencia entre en su vida profesional. Muchas
personas no se dan cuenta de que han tenido un golpe de suerte cuando lo
experimentan. Pensemos en las situaciones donde las consecuencias favorables sean
mucho mayores que las desfavorables. Desconozco las probabilidades de que se
produzca un terremoto, pero puedo imaginar cómo afectaría a San Francisco si se
produjera.

Esta idea según la cual para tomar una decisión tenemos que centrarnos en las
consecuencias más que en la probabilidad es la idea fundamental de la
incertidumbre. Sobre esta idea se puede construir toda una teoría general de la toma de
decisiones. Todo lo que hay que hacer es mitigar las consecuencias.

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