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debate1
Flavia Terigi2
Antes de entrar en tema quiero recoger una reflexión realizada por Alicia
Carranza en este panel, que me parece necesario tener en cuenta: quienes
participamos de este evento estamos planteando nuestras posiciones sobre
asuntos que están en pleno debate, y por lo tanto podemos modificarlas. Son
posiciones en desarrollo en una dinámica de discusión pública.
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Panel “Estructura del Sistema, Obligatoriedad y Curriculum: desafíos ante la desigualdad y la
fragmentación”. Jornadas de Reflexión Pública “La educación en debate: desafíos para una
Nueva Ley”. Organizadas por la Secretaría de Extensión de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Ciudad de Córdoba, 9 de agosto de
2006.
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Licenciada en Ciencias de la Educación de la Universidad de Buenos Aires, Profesora para la
Enseñanza Primaria, Doctoranda de la Universidad Autónoma de Madrid. Docente de posgrado
de las Universidades de Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Di Tella. Ex Subsecretaria de
Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es autora de libros y artículos científicos y
de divulgación, sobre temas de aprendizaje, curriculum y formación docente. Entre ellos,
“Curriculum: itinerarios para aprehender un territorio”, y el reciente “Diez miradas sobre la
escuela primaria”.
1
No vale la pena entrar a un debate sin disposición a considerar los argumentos
de quienes sostienen una posición contaria, o los de quienes han pensado en
profundidad asuntos que apenas hemos tratado. Cuando el gobierno lanzó el
debate sobre una nueva ley de educación, personalmente era de la idea de que
no hacía falta una nueva ley, porque para muchos de los asuntos que el
documento ministerial señalaba como problemáticos, lo que hace falta es
iniciativa de política pública, y no iniciativa legislativa; el curso del debate me
permitió diferenciar entre el tipo de ley general que el gobierno impulsa (que,
ahora con más argumentos, creo que no es necesaria) y leyes específicas que
resuelvan asuntos concretos para atender los cuales el marco legal vigente sí
plantea impedimentos. Es una muestra de que quienes estamos aquí somos
conscientes de estar planteando posiciones en desarrollo, y consideramos que
eso –lejos de ser una limitación al valor de nuestras intervenciones- es lo que
les da todo su sentido.
3
He desarrollado un análisis más detenido en la Mesa “Debate abierto sobre la Ley de
Educación”, realizada en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos
Aires, el 19 de julio de 2006.
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La futura ley nacional y el problema del planeamiento:
¿Por qué sostengo que la iniciativa de una nueva ley general de educación no
guarda consistencia con la estrategia seguida hasta el momento? Porque éste
es un gobierno con iniciativa legislativa en el terreno de la educación, pero
hasta el momento su estrategia fue otra: cada vez que identificaba un problema
para el cual a su criterio una ley podía ser la solución o dar herramientas de
solución, el Ministerio de Educación impulsó una ley específica. Repasemos los
antecedentes legislativos de este gobierno en materia de educación: 4 enfrentó
el problema de los paros docentes, e impulsó y obtuvo del Congreso de la
Nación la Ley que establece los 180 días de clase; consideró que el problema
para introducir transformaciones importantes en la educación era la
precariedad del financiamiento, e impulsó y obtuvo la Ley de Financiamiento
Educativo; juzgó que la educación técnica había quedado desatendida en la
Ley Federal de Educación, e impulsó y obtuvo una Ley de Educación Técnico –
Profesional. Lleva hasta el momento impulsadas y aprobadas tres leyes que en
4
Y, de paso, advirtamos que en las otras oportunidades en que impulsó leyes, el gobierno no
propició la clase de consulta que ahora desarrolla con argumentos que bien podrían haberse
aplicado a la importancia de los asuntos legislados en las ocasiones anteriores
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su oportunidad justificó como necesarias para su política educativa; todo esto
sin tocar la LFE. De modo que podría decirse que, hasta ahora, la estrategia
seguida por el gobierno nacional ha consistido en identificar nudos críticos para
la gestión de las políticas públicas en educación y propiciar, respecto de esos
nudos críticos, la aprobación de leyes específicas.
¿Por qué impulsa ahora una ley general de Educación? 5 En sus más de tres
años de gestión, el gobierno no había identificado a la LFE como un
impedimento para la política educativa. ¿Qué problemas enfrenta ahora que no
afrontó antes, o para los cuales pensó que otras herramientas de política
educativa serían suficientes? El diagnóstico que el gobierno ofrece refiere al
desacoplamiento del sistema y a la relación que a su juicio se establece entre
el desacoplamiento y la desigualdad. 6 Si esto es así, lo que correspondería
discutir y aprobar es una Ley de Ordenamiento y Gobierno del sistema
educativo. En esta lógica de identificar nudos problemáticos y para estos nudos
proponer leyes específicas, eso es lo que sería consistente con la estrategia
seguida por el gobierno nacional en sus más de tres años de gestión educativa.
Por mi parte, estaría completamente de acuerdo con la necesidad de una ley
sobre estos dos asuntos. Deberíamos estar discutiendo a fondo de qué manera
resolvemos el problema del desacoplamiento del sistema educativo nacional y
deberíamos estar planteándonos la clase de gobierno que el sistema necesita
para que no vuelva a producirse la dispersión institucional que ha tenido lugar
tras la transferencia.
5
Aclaremos, por si no ha sido advertido, que la pretensión de derogar la Ley Federal de
Educación obliga al gobierno a plantear una ley de tipo general: puesto que la LFE es una ley
general, si va a ser derogada deberá ser reemplazada por una ley del mismo tipo.
6
Discursivamente defiende también la necesidad de una ley “para el futuro de la educación
argentina”, mientras que cuando responde a los cuestionamientos sobre el escaso tiempo para
el debate plantea que la ley pueda revisarse más adelante; y plantea también la necesidad de
ciertas medidas concretas de política educativa que, a mi juicio, puede impulsar sin requerirse
una ley para ello.
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problema tampoco es, o no solamente es, la prisa con que impulsa un debate
que ya ha merecido numerosas críticas y seguirá acumulándolas en el futuro.
El problema es la falta de planeamiento preciso detrás de muchas de las
iniciativas que se pretende incluir en la futura ley.
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Es destacable la iniciativa del Ministerio nacional de incluir nuevamente en su estructura un
área dedicada al Planeamiento, más allá del rango que decidió conferirle (hoy es una
Subsecretaría). Durante más de una década el Ministerio careció de oficina de planeamiento y
la función se distribuyó en varias instancias con fuerte peso en la determinación de las
políticas. Durante muchos años, estas instancias trabajaron con agendas propias que no
volvieron a tener la convergencia que exhibieron durante los primeros años de la reforma.
5
decir: se corre el riesgo de que paguemos este cambio de estrategia con
improvisación, lo que compromete la eficacia de las políticas que se pretende
consagrar en la ley y las posibilidades de que la nueva ley no quede limitada a
un enunciado formal que dispara expectativas pero no puede cumplirlas.
Por qué se requiere una nueva ley, pero ¿qué clase de ley?
6
educativa actual fuera una consecuencia lógica del federalismo, entonces la
nueva ley debería terminar con ese “fallo” recentralizando el gobierno de la
educación. Pero si fuera –como creo- producto de un federalismo insuficiente,
entonces la nueva ley debería definir mecanismos y procedimientos que
permitan profundizar el gobierno federal de la educación.
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cumplimiento de los derechos educativos de la población. Pero la estructura
única no es por sí misma un valor al que deba regresarse si se busca la plena
inclusión educativa.
La cuestión curricular:
Artículo 53. El Poder Ejecutivo nacional, a través del ministerio específico, deberá: (…)
Inciso b) Establecer en acuerdo con el Consejo Federal de Cultura y Educación, los
objetivos y contenidos básicos comunes de los currículos de los distintos niveles, ciclos y
regímenes especiales de enseñanza, que faciliten la movilidad horizontal y vertical de los
alumnos/as dejando abierto un espacio curricular suficiente para la inclusión de
contenidos que respondan a los requerimientos provinciales, municipales, comunitarios y
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programa político de la llamada Transformación Educativa y en las políticas
posteriores. Concretamente, es necesario analizar la política de Contenidos
Básicos Comunes (CBC) y la de Núcleos de Aprendizaje Prioritarios (NAP) y
discutir la necesidad de prolongar éstas u otras formas de prescripción
curricular centralizada, tal como lo plantea el documento ministerial.
escolares.
Artículo 56. El Consejo Federal de Cultura y Educación tiene las funciones establecidas
por las normas de su constitución y cumplirá además las siguientes: Inciso a): Concertar
dentro de los lineamientos de la política educativa nacional los contenidos básicos
comunes, los diseños curriculares, las modalidades y las formas de evaluación de los
ciclos, niveles y regímenes especiales que componen el sistema. (…) Inciso c): Acordar
los contenidos básicos comunes de la formación profesional docente y las acreditaciones
necesarias para desempeñarse como tal en cada ciclo, nivel y régimen esencial.
Como se ve, la elaboración de CBC se encontraba entre los asuntos que el Ejecutivo Nacional,
a través del Ministerio, tenía que asumir como parte de su política. Desde luego, lo que la LFE
estipula no dicta la manera de elaborar los CBC, ni el modo técnico de definir sus alcances; allí
entraron las decisiones del Ejecutivo dentro de sus márgenes de actuación. Como se verá en el
análisis de los rasgos del programa curricular de la reforma que se realiza en este trabajo, esas
decisiones han tenido fuerte incidencia en el modo en que los CBC fueron significados por
entonces en el sistema educativo, y en el modo como son vistos y operan hoy en día.
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Durante los noventa destiné varios artículos a analizar y someter a crítica la política curricular
del Ministerio nacional. En particular, sostuve durante el año 1997 una columna en la revista
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Se generó para ello un programa nacional de elaboración curricular en cuyo
diseño se tomaron ciertas decisiones (Terigi, 2005):
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1. Debido a las pretensiones de exhaustividad, se comprometieron los recursos
nacionales11 en la elaboración de documentación en el nivel central, postergando
otras acciones igualmente necesarias para que la prescripción ganara en eficacia.
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Comprometió además recursos provinciales, en casi todos los casos provenientes de créditos
externos con cargo a las provincias pero gestionados por la Nación; los equipos constituidos
por entonces no pudieron ser sostenidos por las provincias más allá de la existencia del
financiamiento externo. Ésta es una lección importante para el debate en curso, y sugiere que
el fortalecimiento de los equipos provinciales será una de las decisiones estratégicas a incluir
en la futura ley, si la orientación que se toma es la de fortalecer del federalismo.
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Este punto es relevante frente a la propuesta del gobierno nacional de incluir en la futura ley
mecanismos periódicos de actualización de los contenidos. Volveremos sobre este asunto.
11
En abril de 2004, en la actual gestión de gobierno, el Ministerio nacional tomó
la decisión de elaborar, con base en los CBC pero sin atenerse a ellos de
manera estricta, unas prescripciones de nuevo formato: los NAP, “Núcleos de
Aprendizaje Prioritarios”. Propuso al Consejo Federal (y éste acordó)
“desarrollar una política orientada a dar unidad al sistema a través de la
identificación de un núcleo de aprendizajes prioritarios desde el nivel Inicial
hasta la educación Polimodal/Media” y la formación docente (Resolución
214/CFCE/04 referida a la elaboración y aprobación de contenidos prioritarios,
artículo 1). Los NAP aparecieron justificados, en la propuesta nacional, por la
dificultad para homologar la enseñanza y reducir las desigualdades en cuanto a
los aprendizajes; las mismas razones por las que hoy el gobierno impulsa una
ley, lo que indicaría algún reconocimiento de lo insuficiente de la estrategia
NAP.
De cara a la futura ley de educación, el gobierno parece insistir con esta idea.
Por eso propone, algo desordenadamente, “contenidos curriculares comunes”,
“núcleos de aprendizaje prioritarios” y “contenidos básicos”, sin definir con
precisión a qué se refiere con cada una de estas expresiones (las tres
expresiones conviven en el mismo párrafo, véase MECyT, 2006:32); propone
que “los contenidos básicos y los núcleos de aprendizaje prioritarios” sean “un
piso común para todos”; propone “crear un mecanismo permanente de
actualización curricular períodica” en el cual “participen diferentes actores de la
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sociedad que puedan contribuir a derfinir cuáles son las necesidades de
aprendizaje que deben satisfacer las ofertas curriculares” (MECyT, 2006:32).
Sobre la base de la experiencia de los noventa y la de los NAP, y de cierto
conocimiento de la dinámica de los procesos curriculares, me permitiré formular
cuatro recomendaciones con respecto a estas propuestas.
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Puede ser ilustrativo recordar cuál fue la argumentación que en los noventa justificó la
centralidad de un programa de formulación de contenidos: “El grado de consenso existente en
la Argentina durante la primera fase de la actual transformación curricular respecto de qué,
cómo, y cuándo debía enseñarse era relativamente bajo” (Braslavsky, 1998:391).
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El problema de la dispersión curricular se reveló tempranamente en la reforma, por lo cual la
política nacional ensayó una solución, que fue la introducción de restricciones a la elaboración
curricular; fundamentalmente, la determinación de espacios curriculares que debían estar
presentes en la “estructura curricular” de los diseños provinciales (concepto éste, el de
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EGB3 dio lugar a dos formulaciones diferentes para abarcar la diversidad
existente. Es decididamente imposible lograr los NAP del Polimodal o del Ciclo
Superior de la escuela media, donde la dispersión curricular es enorme según
todos los análisis.15 Cuanto más se avanza en los niveles de la escolaridad,
más difícil es que una estrategia centralizada permita lograr una prescripción
adecuada; ello es así porque es mayor el grado de conocimiento experto
involucrado (en el nivel superior, se hace necesario acudir de una u otra
manera a las instituciones del nivel), y porque a medida que se avanza en la
escolaridad es menor el grado de acuerdo existente en el sistema educativo
sobre las finalidades y experiencias educativas que se busca promover.
estructura curricular, que la reforma tomó de la teoría del diseño curricular pero dándole un
alcance excesivo con respecto al significado formal del concepto), y el establecimiento de
cargas horarias (Terigi, 2005).
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Desde luego, esto no significa que el gobierno no formulará un/os documento/s que
presentará como los NAPs del Polimodal; lo que significa es que probablemente no logre un
documento único; que deberá incluir muchas salvaguardas a las estructuras curriculares
provinciales; que debería admitir excepciones numerosas; que no podrá abarcar todas las
ofertas actualmente existentes; y que el resultado perderá consistencia con respecto a sus
predecesores.
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aprendizaje” en el mecanismo de actualización de contenidos, es oportuno
analizar cuáles son estos actores; no tanto para determinar un listado de
futuros contribuyentes a la actualización, sino para ver quiénes son hoy los que
inciden, y qué propone el documento ministerial sobre ellos. En este sentido,
llama la atención que la apuesta a los CBC, los NAP o los diseños curriculares
como reguladores parece desconocer el papel de los libros de texto en la
determinación de lo que se enseña en las escuelas. Al respecto, cualquier
diagrama de actualización de contenidos debería considerar los efectos de
esas regulaciones de nuevo cuño en la producción editorial. De lo contrario,
tanto esfuerzo prescriptivo podría ser estéril frente a la dinámica de la industria
de los libros de texto. Quizás éste no sea tema para una ley; pero ello se debe
a que el mecanismo de actualización no lo es. Pero, si finalmente el gobierno lo
incorpora a la ley, deberá proponer un mecanismo que incluya una cuidadosa
consideración del papel que los textos y otros materiales curriculares tienen en
la organización de la enseñanza.
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proceso de debate de la ley. Pero debe saberse que no se alcanzará un
acuerdo generalizado, y que son las instancias institucionales de
representación (esto es: el Congreso de la Nación), las responsables de saldar
los desacuerdos. Ninguna legitimidad que pueda esgrimir el gobierno nacional
apoyándose en los números de las encuestas, en el volumen de las jornadas
escolares, o en la cantidad de informes de expertos o de organizaciones
recibidos, inhibe ni exime al Congreso de la Nación de la obligación de dar el
debate legislativo que corresponde y que requiere la importancia de los asuntos
que tenemos entre manos en este proceso que desembocará en una nueva ley
para la educación argentina.
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