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EL AMOR

El Amor es el principio que crea y sustenta las relaciones humanas con


dignidad y profundidad.
Es la base para el principio de ecuanimidad entre el espíritu y la persona.
No es sólo un deseo, una pasión, un sentimiento intenso hacia una persona u
objeto, sino una conciencia que es a la vez desinteresada y satisfacer el propio
ser.
Se puede sentir amor por el país de origen, por un propósito apreciado, por la
verdad, la justicia, la ética, por las personas, la naturaleza, el servicio a los
demás y por Dios.
El amor emana de la verdad, y de la sabiduría. El amor basado en la sabiduría
es amor real, no es un amor a ciegas.
Descubrir los secretos del amor es observar cómo se revelan los secretos de la
vida.
La base del amor real entre las personas es espiritual. Ver al otro como un ser
espiritual, como un alma, es ver su realidad. Ser consciente de esa realidad es
tener amor espiritual: cada persona internamente completa, autónoma, pero al
mismo tiempo totalmente interconectada con los demás, reconoce ese estado
en el otro.
Como consecuencia, hay amor constante y natural. El amor verdadero se da
cuando el alma tiene amor hacia el alma. El amor por el alma es eterno, ya que
el alma nunca muere. Tal amor es virtuoso y proporciona alegría. El apego a lo
perecedero es erróneo y causa sufrimiento.
Cuando prevalece el amor espiritual, es imposible que haya enemistad, odio,
ira o celos. Los sentimientos negativos se transforman en positivos gracias a la
serenidad del amor. En el amor espiritual hay armonía, ya que el amor elimina
las tendencias a controlar o a ser dependiente, y asegura la bondad, el cuidado
y la comprensión amistosa.
Para promover el amor
Para poder impulsar el amor se debe:
- Respetar. El respeto nos hace sensibles a los sentimientos de los demás y
nos ayuda a aceptarlos. Este es el primer paso para poder comprender y
aceptar a la otra persona con sus preferencias, su estilo de vida y su
personalidad.
- Vivir en armonía. El amar ya sea a una persona o a tu familia es importante
que exista armonía. Cuando hay armonía el amor crece y el entendimiento y
la comprensión reinan.
- Comprender. Para fortalecer el amor, siempre la práctica de la comprensión
es fundamental.
HUELLAS DE AMOR
En un día caluroso de verano en el sur de la Florida un niño decidió ir a
nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera,
se tiró en el agua y nadaba feliz. No se daba cuenta de que un cocodrilo se
le acercaba.
Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que
sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía.
Oyéndole, el niño se alarmó y miró nadando hacia su mamá. Pero fue
demasiado tarde.
Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el
caimán le agarraba sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la
fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho
más apasionada y su amor no la abandonaba.
Un Señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola
y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernitas sufrieron
bastante, aún pudo llegar a caminar.
Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería
enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró.
Pero entonces con gran orgullo se remangó las mangas y señalando hacia
las cicatrices en sus brazos le dijo: “Pero las que ustedes deben ver son
estas”.
Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con
fuerza.
“Estas son las huellas que cuentan, las huellas de un amor que me salvó la
vida”.
“El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece.”
Jacinto Benavente.
COMPRENSIÓN
Comprender es entender al otro. Es verse en el otro. Es entender que nosotros
y los demás somos seres que poseemos personalidades más o menos
imperfectas, ciegas y rebeldes y que aún así podemos convivir plenamente.
Comprender cabalmente a un ser humano está muy lejos de ser fácil,
realmente es muy difícil.
Cada individuo es una combinación complicada de elementos diversos e
innumerables, que emanan de muy distintas fuentes. Existen en diferentes
niveles, actúan y reaccionan mutuamente, hasta constituir una nueva y
excepcional combinación.
La mayoría de las palabras y acciones que hiere comúnmente, atribuidas a la
maldad y al deseo de dañar, se debe en especial a la incomprensión.
Lo que no comprendemos la menospreciamos y condenamos.
De esta actitud negativa de censura surge fácilmente el perjuicio, el
antagonismo y el odio.
Esto ocurre entre individuos, naciones, razas, y en quienes pretendiendo ser
religiosos y espirituales por ser sacerdotes o instructores, tendrían que dar
ejemplo de amor y fraternidad.
Un ejemplo típico de esta actitud está representado en la palabra rusa
“neimetz” empleada para designar a los alemanes. El significado real de esta
palabra es “estúpido”, demostrando que los rusos consideraban estúpido al
extranjero que no hablaba su idioma.
La falta de comprensión no sólo perjudica sino que despierta un antagonismo
muy amargo y un violento resentimiento en el incomprendido. Como dice
Keyserling: “Nada hiere más que la incomprensión, porque significa negar
nuestra identidad”. Así se crea una larga cadena de incomprensión,
resentimientos y luchas.
Para practicar la comprensión hay que evitar la crítica, el menosprecio, la
envidia y el antagonismo. Lo mejor será colaborar amorosamente con el alma,
derramando nuestro amor y entendimiento sobre los problemas y luchas de los
que nos rodea.
Para promover la comprensión.
Para fomentar este valor, podemos:
- Entender que somos distintos y aún así iguales: Esto quiere decir que aún
con las diferencias que podemos exponer en nuestras personalidades, al
final de cuenta somos seres humanos que poseemos las mismas
inseguridades, alegrías y dificultades que el resto de las personas.
- Practicar la tolerancia: Cuando creas que lo que se dice está mal dicho,
erróneo o no es entendible, trata de ser tolerante. Sólo con la paciencia
podemos explicarnos mejor, nos dejamos escuchar y no herimos a nadie
por una simple definición.
UN CORAZÓN QUE ESCUCHE
Un psicólogo atendía una consulta en un hospital donde la mayoría de sus
pacientes eran adolescentes. Un día derivaron un joven de 14 años que
desde hacía un año no pronunciaba palabras y estaba internado en un
orfanato.
Cuando era muy pequeño, su padre murió. Vivió con su madre y abuelo
hasta hacía un año; cuando tuvo 13 años muere su abuelo, y tres meses
después su madre en un accidente. Sólo llegaba al consultorio y se
sentaba mirando las paredes, sin hablar.
El psicólogo comprendió que el dolor del muchacho era tan grande que le
impedía expresarse, y él por más que le dijera algo, tampoco serviría de
mucho.
Optó por sentarse y observarlo en silencio, acompañando su dolor.
Después de la segunda consulta, cuando el muchacho se retiraba, el
doctor le puso una mano en el hombro: “Ven la semana próxima si
gustas… duele ¿verdad?” El muchacho sólo lo miró y se fue.
A la semana siguiente, el doctor lo esperaba con un juego de ajedrez. Así,
pasaron varios meses sin hablar, pero notó que David ya no parecía
nervioso.
Un día mientras el doctor miraba la cabeza del muchacho cuando él
estudiaba agachado en el tablero de ajedrez, estaba pensando sobre lo
poco que los hombres saben acerca del misterio del proceso de curación.
De pronto David alzó la vista y lo miró y le dijo “Le toca”.
Ese día empezó a hablar, hizo amigos en la escuela y comenzó una
nueva vida, su vida. Posiblemente el médico le dio algo, pero también
aprendió mucho de él. Aprendió que el tiempo cura; a estar presente
cuando alguien lo necesita; a comunicarnos sin palabras.
A veces sólo basta un abrazo, un hombro para llorar, una caricia; un
corazón que escuche.
“Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga
explicación”. Proverbio árabe.
GRATITUD
Agradecer significa encontrar un motivo para dar gracias. Y encontrarlo es
posible si tenemos los ojos bien abiertos y el corazón despierto para descubrir
los miles de gestos que nos brindan los demás a todas horas.
Dicen que de todos los sentimientos humanos pocas veces se piensa. Para
algunos es muy fácil dar la “gracias” por los pequeños servicios cotidianos que
recibimos, el desayuno, la clase preparada, ropa limpia, la oficina aseada, pero
no siempre es así.
Ser agradecido es más que saber pronunciar unas palabras de forma
mecánica, la gratitud es aquella actitud que nace del corazón en aprecio a lo
que alguien más ha hecho por nosotros. La gratitud no significa “devolver el
favor” y quedar iguales, el agradecimiento no es pagar una deuda, es
reconocer la generosidad ajena.
La persona agradecida busca tener otras atenciones con las personas, no
pensando en “pagar” por el beneficio recibido, sino en devolver la muestra de
afecto o cuidado que tuvo. Las muestras de afecto son una forma visible de
agradecimiento; la gratitud nace por la actitud que tuvo la persona, más que por
el bien recibido.
Conocemos personas a quienes tenemos especial estima, preferencia o cariño
por “todo” lo que nos han dado: padres, maestros, cónyuges, amigos, jefes, etc.
El Motivo de nuestro agradecimiento se debe al “desinterés” que tuviera a
pesar del cansancio y la rutina. Nos dieron su tiempo, o su cuidado.
La gratitud es responder congratulado hacia alguien que nos otorgó algo de
forma libre y desinteresada.
Para promover la gratitud.
El camino para vivir el valor del agradecimiento tiene algunas notas
características que implican:
- Reconocer en los demás el esfuerzo por servir. Hay que empezar a creer en
las personas y en su bondad.
- Acostumbrarnos a dar las gracias, porque así además podemos dar una
muestra de sencillez y humildad, ya que reconocemos que se necesita de
los demás.
- Tener pequeños detalles de atención con todas las personas: acomodar la
silla, , abrir la puerta, servir un café, colocar los cubiertos en la mesa, un
saludo cordial.
EL VIEJO ABUELO Y EL NIETO
El abuelo se había hecho ya muy viejo. Sus piernas no le obedecían, sus
ojos ya no veían ni sus oídos oían, y además carecían de dientes. Cuando
comía, la comida se le caía de la boca.
El hijo y la nuera dejaron de sentarle a la mesa y le servían las comidas
detrás de la estufa.
En cierta ocasión le llevaron la cena en un cuenco y cuando el anciano fue
a coger, se le cayó al suelo y se le hizo añicos.
La nuera empezó a quejarse de su suegro, diciendo que lo rompía todo, y
juró que desde aquél día le daría de comer en un lavar los platos. El
anciano se limitó a suspirar sin decir nada.
Poco después, el marido y su esposa vieron a su hijo pequeño jugando en
el suelo con algunas planchas de madera. Estaba intentando construir
algo.
Movido por la curiosidad, el padre le preguntó: “¿Qué estás haciendo.
Misha?” y Misha respondió: “papá, estoy fabricando un balde para daros
de comer en él cuando tú y mamá seáis viejos”.
El marido y la mujer se miraron y empezaron a llorar, sintiéndose
avergonzados de haber tratado así al abuelo.
León Tolstoi.
“Cuando bebas agua, recuerda la fuente”. Proverbio Chino.
HUMILDAD
La humildad es una virtud moderadora que se opone a la soberbia y la
vanagloria o a ese impulso que nos lleva a querer cosas que están más allá de
nuestras fuerzas o capacidad, y por lo tanto está incluida en la templanza de la
misma forma que la mansedumbre, que reprime la ira, es parte de la misma
virtud.
Humildad es aceptar los principios naturales que no se pueden controlar. Todo
lo que tenemos, desde el cuerpo con el que hemos nacido hasta las
profesiones más preciadas, se hereda. Por lo tanto, se vuelve un imperativo
moral el utilizar estos recursos de forma valiosa y benevolente.
La conciencia de ser un depositario de tales recursos ilimitados y atemporales
toca, a esencia del alma humana y la despierta para darse cuenta de que, así
como en el momento de nacer se heredaron esos recursos, en el momento de
morir se tendrán que abandonar.
En la muerte, todo lo que acompaña a la persona serán las impresiones de
cómo se usaron esos recursos junto con la sabiduría de ser y de vivir como un
depositario.
Eliminar el “Yo” y el “Mío”.
Humildad es dejar hacer y dejar ser. La piedra del conflicto yace en la
conciencia del “yo” y del “mío” y la posesividad: de un rol, de una actividad, de
un objeto, de una persona, incluso del cuerpo. Paradójicamente, esta
conciencia le hace perder a uno aquello a lo que quiere agarrarse y,
especialmente, le hace perder lo más significativo, los valores universales que
dan valor y sentido a la vida. La humildad elimina la posesividad y la visión
limitada que crean límites físicos, intelectuales y emocionales. Estas
limitaciones destruyen la autoestima y levanta muros de arrogancia y de orgullo
que distancian a las personas. La humildad actúa suavemente en las fisuras,
permitiendo el acercamiento.
Todo el mundo se “reverencia” ante una persona que posee la virtud de la
humildad, ya que todos se reverencian ante los que se han reverenciado
primero. Por lo tanto, el signo de la grandeza es la humildad. La humildad
permite a la persona ser digna de confianza, flexible y adaptable. En la medida
en que uno se vuelve humilde, adquiere grandeza en el corazón de los demás.
Quién es la personificación de la humildad hará el esfuerzo de escuchar y
aceptar a los demás, más se le valorará y más se le escuchará. La humildad
automáticamente le hace a un merecedor de alabanzas.
La llamada a servir.
El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad. Cuando mayor sea
la humildad, mayor el logro. No puede haber beneficio para el mundo sin
humildad. El servicio se lleva a cabo de la mejor manera cuando 1) nos
consideramos un depositario o instrumento y 2) cuando damos el primer paso
para aceptar a otro que es diferente.
Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por extraños o
negativos que éstos sean. Habrá humildad en la actitud, en la visión, en las
palabras y en las relaciones.
La persona humilde nunca dirá: “no era mi intensión decirlo, pero simplemente
surgieron las palabras”. Según sea la actitud, así será la visión; según sea la
visión, las palabras reflejan eso y los tres aspectos combinados asegurarán la
calidad de las interacciones.
La mera presencia de una persona humilde crea un ambiente atractivo, cordial
y confortable. Sus palabras están llenas de esencia, poder y las expresa con
buenos modales.
Una persona humilde puede hacer desaparecer la ira de otra con unas pocas
palabras. Una palabra dicha con humildad tiene el significado de mil palabras.
En las altas mareas de las interrelaciones humanas, la humildad es el faro de
luz que emite señales sobre lo que nos espera a lo lejos. Para captar estas
señales, la pantalla de la mente y de intelecto debe estar limpia. La humildad
proporciona la capacidad de percibir situaciones, discernir las causas así como
de permanecer en silencio. Cuando uno debe expresar una opinión lo hace con
la mente abierta y con el reconocimiento de las particularidades, la fortaleza y
la sensibilidad de uno mismo y de los demás.
Humildad es interiorizar los principios naturales en la conducta personal, en las
relaciones y en otros aspectos del desarrollo humano.
Para promover la humildad.
Aquí unos consejos:
- Sirve siempre a los demás: acuérdate que siempre alguien necesita la
ayuda de nosotros.
Por ello, procura acercarte cuando te necesiten, sea un amigo o un extraño.
Las causas nobles, o las dificultades de otros siempre requieren del apoyo
de nosotros para poder salir adelante.
- Practica la paciencia y la comprensión. No esperes que otros corran a tu
mismo ritmo.
Escucha a los demás para poder vivir en armonía. Ser humildes significa
aceptar lo que otros pueden decir.
Dos vasijas
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba
a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas. Mientras que la otra era perfecta
y conservaba toda el agua al final del largo camino de pie, desde el
arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota
sólo tenía la mitad del agua.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al cargador diciéndole:
“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis
grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la
mitad del valor que deberías”.
Éste le dijo compasivamente: “cuando regresemos a la casa, quiero que
notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”. Así lo hizo
la tinaja, y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo, pero de
todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de
sí la mitad del agua que debía llevar.
Él entonces le dijo:
- ¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?
Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de
ello. Sembré semillas de flores a todo el largo del camino por donde
vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido
recoger estas flores para decorar el altar de mi maestro. Si no fueras
exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido
posible crear esta belleza.
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas
agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de
aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.
“La verdadera humildad consiste en estar satisfecho”. Henry F.
Amiel.
VALENTÍA
Es el valor que nos hace luchar por lo que “vale la pena”. Nos ayuda a superar
nuestros miedos, y encauzar la vida en momentos difíciles.
Ser valientes no es fácil: hace falta fortaleza interior. Pero, por otro lado, no es
exclusiva de personas casi extraterrestres: todos podemos ser valientes si
surge la ocasión.
A veces, la valentía implica ser consecuentes con nuestros actos, y en
concreto, asumir nuestros errores. Es más fácil escurrir el bulto, o disimular.
Por amor a la verdad, por respeto a los demás, por coherencia con uno mismo,
es preciso reconocer los errores. Reconocer delante de nuestros hijos, o de
nuestros alumnos, que hemos metido la pata, y pedir perdón, no os quita
ninguna autoridad; todo lo contrario.
Unos van lanzados por la vida, cuesta abajo y sin frenos, y a otros hay que
remolcarlos. Ni una cosa, ni la otra. Pero muchas veces nos atemorizamos por
fantasmas que sólo están en nuestra cabeza, y tenemos un enorme miedo
fantasma que sólo están en nuestra cabeza, y tenemos un enorme miedo al
fracaso o al ridículo. Si un hombre no se atreve a decirle a una mujer cuánto le
gusta, por miedo al “no”, no está actuando bien. Aparte de que el “no”, a
diferencia del “sí”, nunca es una respuesta definitiva, el mundo no se acaba, y
hay más chicas y más ocasiones.
Por otro lado, la valentía tiene que ver también con defender lo que sabemos
que es correcto. Aunque defenderlo nos cuesta el cuello.
La conciencia se “prende” frecuentemente de que se está faltando gravemente
a la verdad. En esos momentos, hace falta armarse de coraje y actuar con
coherencia. Hay momentos en que es obligatorio hablar para salir al paso de
una opinión pública mayoritaria pero equivocada, aunque no le guste a esa
mayoría.
Debemos comunicarle a la autoridad civil o eclesiástica nuestra opinión sobre
asuntos graves, sobre todo si tenemos algún cargo que implique dar algún tipo
de consejo.
Callarnos nuestra opinión, porque sabemos que no le gusta al jefe, además de
una bajeza, es una falta a nuestras obligaciones.
Sin duda, la cobardía engendra sociedades enfermizas y débiles. La valentía
produce personas dignas de respeto y confianza, sociedades sanas y naciones
fuertes.
Para promover la Valentía.
He aquí unos consejos para fomentar este valor:
- Actúe a conciencia. Desenvuélvase con justicia. Es necesario que siempre
se cuente con una persona que es cabal desde la cabeza a los pies.
- No tema. Siempre que pueda, haga respetar sus derechos. No pelee, sea
inteligente y nunca se amilane si sabe que usted tiene la razón.
- Sea leal con sus principios. Si usted tiene una norma de vida, aplíquela en
el momento adecuado.
- Olvídese del fracaso. Cada vez que se caiga, piense en esto como una
oportunidad para volverse a levantar.

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