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Suelos contaminados
A menudo, la contaminació n del suelo es un problema invisible: no se encuentra a la vista, pero la
industria y la agricultura pueden contaminar la tierra, haciéndola menos productiva o, incluso,
insegura. El vertido de fertilizantes artificiales en el medio acuá tico puede producir un fenó meno,
conocido como ‘eutrofizació n’, que provoca que se agote el oxígeno y mate a los organismos
acuá ticos, dejando estéril el agua. Los nitratos se introducen también en el agua potable, pudiendo
incidir en la capacidad de la sangre de transportar el oxígeno a los tejidos del cuerpo, como ocurre en
la mayoría de los casos con el síndrome del ‘niñ o azul’. La lluvia á cida es una de las formas má s
conocidas de contaminació n del medio ambiente provocada por la industrializació n. Sus principales
responsables son las emisiones de dió xido de azufre (SO2) y los ó xidos de nitró geno (NOx), causadas
por los medios de transporte, las centrales térmicas, las plantas industriales y el amoníaco del
estiércol de las explotaciones ganaderas intensivas. Estos compuestos reaccionan con el oxígeno
atmosférico y forman los ácidos sulfú rico y nítrico. El viento puede provocar que estos corrosivos
elementos recorran miles de kiló metros antes de precipitarse en forma de lluvia. Esta corrosiva
mezcla puede afectar a todo tipo de vida animal y vegetal, reducir la fertilidad de los suelos y liberar
metales que pueden dañ ar a los microorganismos de la tierra, así como a pá jaros y mamíferos
superiores de la cadena alimenticia, e incluso al ser humano. A veces, los vertidos ilegales de
plaguicidas, otros productos químicos y desechos envenenan las tierras. El Convenio de Basilea es un
tratado internacional cuya finalidad consiste en reducir el movimiento de desechos peligrosos,
concretamente para impedir que pasen de los países má s industrializados a las regiones menos
desarrolladas. A pesar de ello, todavía hay problemas, especialmente en los países en desarrollo,
cuyos gobiernos pueden obtener cuantiosos ingresos de los desechos de procedencia extranjera que
admiten. Las guerras son otra importante fuente de contaminació n. La campañ a internacional para la
prohibició n de minas terrestres señ ala que entre 15.000 y 20.000 personas mueren todos los añ os
por la acció n de las minas terrestres, lo que supone 40 personas al día. A pesar del Tratado de Ottawa
de 1977, en el que 122 países se comprometieron a no usar minas terrestres y a limpiar sus tierras de
ellas, hoy en día se siguen utilizando. Estas minas, y las procedentes de anteriores conflictos, no
distinguen entre los soldados y los niñ os y causan heridas horrendas, cuando no la muerte. En
Camboya, por ejemplo, durante los añ os 1969-2005, las minas terrestres causaron la muerte a 20.000
personas14 y afectaron a 45.000.
Contaminación química
Nadie conoce realmente las consecuencias exactas de la contaminació n química, porque sus efectos
pueden ser muy sutiles. Aparte de los ejemplos má s evidentes de personas afectadas directamente
por productos químicos, como en los desastres de Bhopal y Seveso, la ciencia só lo puede afirmar que
algunos productos químicos dañ an a la fauna y la flora silvestres, y probablemente también
representen un peligro para los seres humanos. Los Contaminantes Orgá nicos Persistentes (COP),
conocidos internacionalmente por sus siglas en inglés POP (Persistent Organic Pollutants), son
sustancias químicas especialmente perjudiciales para el medio ambiente y la salud humana. En la
naturaleza producen los fenó menos de bioacumulació n y biomagnificació n, provocando sus peores
consecuencias en las especies superiores de la cadena alimentaria, como los seres humanos. Por
ejemplo, los peces que comen plantas contaminadas pueden afectar a los animales que los devoran, y
las personas que comen especies depredadoras de la parte alta de la cadena (como el atú n) pueden
sufrir consecuencias aú n peores. Los niñ os está n particularmente expuestos, porque sus cuerpos
todavía no se han desarrollado plenamente El Convenio de Estocolmo es una de las medidas má s
destacadas de la comunidad internacional contra este tipo de productos. Firmado el 23 de mayo de
2001 por má s de 120 países, pide medidas internacionales sobre la que denomina ‘docena sucia’, 12
COP agrupados en tres categorías: - Pesticidas: Aldrina, clordano, DDT, dieldrina, endrina, heptacloro,
mirex y toxafeno. - Productos químicos industriales: Hexaclorobenceno (HCB) y bifenilos
ploriclorados (PCB). - COP producidos de forma no intencional: Dioxinas y furanos. Estas ú ltimas son
má s conocidas por ser liberadas principalmente por actividades humanas como la incineració n y la
quema de combustibles, en el proceso de fabricació n de algunos pesticidas, conservantes,
desinfectantes o componentes del papel, cuando se queman a bajas temperaturas algunos productos
químicos, gasolina con plomo, plá stico, papel o madera, etc. El control de estas sustancias es cada vez
má s exigente: En 2009, la Convenció n de Estocolmo incluía nueve elementos má s en la lista de la
‘docena sucia’. Ademá s de la ‘docena sucia’, muchos má s compuestos deberían ser sustituidos
progresivamente, como los Contaminantes Tó xicos Persistentes (CTP), un grupo má s amplio que el
de los COP, segú n diversos expertos. Los ejemplos de productos químicos nocivos son muy
numerosos. El mercurio puede producirse en la combustió n de carbó n, la incineració n de desechos,
las actividades manufactureras y la minería y llegar al suelo, al aire y al agua. El modo má s comú n de
exponerse a este producto es comer pescado de mares y ríos contaminados. El mercurio es una
neurotoxina poderosa que se infiltra fácilmente en el cerebro del feto y de los niñ os pequeñ os,
afectando a su desarrollo. Hay pruebas manifiestas de la relació n entre un grupo de productos
químicos artificiales, los disruptores endocrinos, y los cambios hormonales y de los ó rganos genitales
de animales. Por ejemplo, un nú mero significativo de osos polares muestran síntomas de
hermafroditismo. Estos productos químicos afectan a las glá ndulas y las hormonas, y podrían estar
causando los mismos efectos en los seres humanos. Los productos químicos peligrosos tienen una
gran propagació n. En el Océano Á rtico no hay prácticamente ninguna industria y, sin embargo, los
contaminantes han llegado a los osos polares, transportados por vientos y corrientes oceá nicas hacia
el Norte. Los productores dicen que sus productos son inocuos; los que organizan campañ as contra
ellos afirman lo contrario. Hay unos 70.000 productos químicos en venta en todo el mundo, y todos
los añ os entran en el mercado otros 1.500 aproximadamente16. Se cree que de 30.000 de estos
productos, por lo menos, no se ha verificado nunca su riesgo potencial para las personas. Ademá s,
son pocos los productos químicos cuyos efectos combinados se han verificado, aunque cuando se
utilizan conjuntamente pueden comportarse de un modo bastante distinto.
Residuos
Segú n la Unió n Europea (UE), cada añ o se producen casi dos mil millones de toneladas de residuos en
los Estados Miembros, incluidos residuos especialmente peligrosos, y esta cifra no deja de aumentar.
Los residuos generan contaminació n, incluso en el caso de que no sean peligrosos. Un producto en
principio no peligroso abandonado en un lugar sin las debidas garantías puede dar lugar a grandes
problemas para animales y personas. Países como India, Kenya y Bangladesh lo han comprobado con
las bolsas de plá stico. Segú n como estén fabricadas, estas bolsas pueden tardar de 20 a 1.000 añ os en
descomponerse. Su presencia crea grandes basureros en todo el mundo, y puede atascar los
conductos de desagü e con graves consecuencias. Las fuertes inundaciones sufridas por Bangladesh
en 1988 y 1998 fueron debidas en parte a que atascaron los desagü es, por lo que en 2002 las bolsas
de plá stico se prohibieron en todo el país. Estos envases pueden ser particularmente dañ inos en un
entorno marino. Tras ingerirlas, ballenas, focas, tortugas y pá jaros mueren por el bloqueo intestinal.
Sus cuerpos suelen descomponerse con mucha má s rapidez que las bolsas, que vuelven a
introducirse en el agua para causar má s dañ os. Incluso, se sabe de camellos de tierras á ridas que han
muerto como consecuencia de haber tragado bolsas de plá stico. Una eliminació n deficiente de los
residuos puede contaminar el aire, la tierra y el agua. El componente orgá nico (biodegradable) de los
residuos constituye un há bitat para vectores de enfermedades como las ratas y los mosquitos. Estos
animales pueden transmitir enfermedades como la disentería, el tifus, la salmonela, el có lera, la fiebre
amarilla y otras plagas y pará sitos. Para evitar este problema, una posibilidad sería practicar las
cuatro erres: Reducir (consumir y tirar muchas menos cosas), Reutilizar, Reciclar (fabricar productos
que duren má s o puedan reciclarse) y Reeducar-rechazar (aprender a rechazar todos aquellos
productos contaminantes, o innecesarios, o los que no han sido producidos de manera amigable con
el medio ambiente). Actualmente, en los Estados Unidos se reciclan má s de un tercio de los residuos.
Esta cifra se ha logrado no só lo mediante la legislació n, sino también creando la conciencia entre los
ciudadanos de la necesidad de reciclar. Esta clase de cambio cultural refleja el poder de los medios de
comunicació n, así como de los gobiernos, para educar a la gente a fin de lograr avances positivos. Con
frecuencia, existe también un motivo econó mico: lo que para una persona es un residuo, para otra es
una oportunidad. El reciclado puede ser de por sí un negocio muy rentable, y los empresarios
estadounidenses aprovecharon rá pidamente la ocasió n que se les ofrecía. Sin embargo, el cambio es
relativo. Un informe del PNUMA sobre la eliminació n de los residuos señ ala que, mientras que los
habitantes de Bangalore, en India, y Manila, en Filipinas, producen todos los días 400 gramos de
residuos só lidos (papel, plá stico, metal, etc.), los habitantes de Sunnyvale, en California, producen
2.000 gramos. La eliminació n de los residuos que producimos es un problema que han de resolver los
responsables en planificació n urbana. Con las prisas por desarrollarse econó micamente, es muy fácil
pasar por alto la necesidad de disponer de sistemas de gestió n de residuos administrados
adecuadamente, lo que redunda en una pérdida de recursos y en dañ os terribles para las personas y
el medio ambiente. Sin embargo, la cantidad de residuos que produce la gente tiende a aumentar con
el desarrollo. Por ello, una buena planificació n, con la antelació n suficiente, puede ahorrar dinero y
generar ingresos. Los residuos de desechos orgá nicos, que en la mayoría de los países en desarrollo
constituyen por lo menos el 50% de los residuos en peso, pueden ‘recuperarse’ o reciclarse como
abonos naturales para la agricultura. Con un planteamiento má s técnico, también pueden utilizarse
para obtener energía bioló gica, mediante la producció n de metano, o térmica, utilizando el calor
derivado de la combustió n. Una infraestructura bien planeada y mantenida de aguas residuales
protege a la població n contra las enfermedades, previene la contaminació n del agua potable, evita
dañ os a los ecosistemas locales y permite el reciclado de los nutrientes. Las aguas residuales pueden
reutilizarse en la agricultura, la industria y las ciudades, o destinarse a la protecció n del medio
ambiente mejorando las vías fluviales y recargando los acuíferos. Ademá s, pueden controlarse de
manera que reduzcan al mínimo los dañ os durante las sequías, las inundaciones o los terremotos.