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Comprensión y conocimiento

Por Edgar A. Montoya

Filósofo, Universidad Nacional de Colombia

En la evolución de las propuestas epistemológicas del último siglo


hemos visto todo tipo de propuestas alternativas a la manera en que,
hasta ahora, se ha venido haciendo la ciencia llamada moderna. Esto,
por cuanto la ciencia logró establecer una serie de principios alrededor
de hace cuatro siglos, y parece estar haciendo crisis tanto la confianza
en la certeza de la investigación científica, como la naturalidad y
corrección de dicha investigación. En efecto, con los avances en
psicología, sociología e historia de la ciencia, y en la filosofía lógica,
epistémica y fenomenológica, además de las limitaciones a que parecen
apuntar las ciencias duras, pareciera que hubiéramos sido vendidos a
un paradigma que no puede soportar sus pretensiones. Sin embargo,
quisiera sostener que muchas de las críticas de nuestro tiempo, en su
mayoría adscritas a una suerte de movimiento llamado posmoderno, no
tienen ni el fundamento ni el alcance necesario para hacer temblar el
edificio de los conocimientos modernos, y mucho menos para
reemplazarlo con nuevas formas de comprensión y conocimiento, que a
veces resultan ser en realidad las más viejas, rechazadas por su misma
caducidad y limitaciones en discusiones antiquísimas, pero aún
recordadas por quienes dudamos de los alcances que supuestamente
tiene la relatividad lógica, ontológica y epistémica.

Prepararé, basado en mi deseo y necesidad argumentativa, una serie de


dos ensayos muy conectados, que espero construir ordenada y
claramente en torno a los mismos principios. El primero tratará sobre
una teoría conceptual de la comprensión y el intelecto, complementada
con algunos adelantos empíricos más bien contemporáneos, pero
esencialmente moderna, en la cual se verá el alcance conceptual del
juicio sintetizador-racional. En el segundo, se tratará sobre por qué sólo
la ciencia moderna puede cumplir con los fundamentos más
elementales de lo que valga la pena llamar ciencia y comprensión, y por
qué la posmodernidad fracasa rotundamente en la creación de ambas
cosas.

Por ello, primero trataré sobre algunas condiciones fundamentales del


conocimiento humano, respecto de la posibilidad conceptual de la
comprensión y del conocimiento. Luego, pasaré a establecer una
condición humana típicamente aceptable, y cuestionable, pero fuerte,
que divide sin ser terminante un ámbito empírico y uno lógico de la vida
mental humana. Señalaré, de inmediato, los problemas de esta división.
Posteriormente, trataré sobre la condición de la publicidad a concluir
del apartado recién concluido. Y terminaré mencionando algunos de los
límites insuperables relativos a esas condiciones, que han sido
reconocidos para nuestro tiempo.

La posibilidad analítica de la comprensión


Para saber las condiciones de posibilidad de la comprensión,
necesitamos saber a qué precisamente le llamamos comprender. No
tengo una definición suya útil que, al estilo de las exigencias
aristotélicas, exprese en sí misma toda una suma de determinaciones
relevantes[ CITATION Ari87 \l 3082 ]. Pero a falta de ello, restrinjamos
al menos sus ámbitos de aplicación, sometiéndonos al principio
wittgensteiniano de la significación de alcance empírica[ CITATION
Lud89 \l 3082 ]. Hablamos de comprensión en dos sentidos básicos:
uno, el de comprender los fenómenos que acaecen, y otro, el de
comprender las ideas propias o de los demás. El primer sentido es
claramente epistemológico, y mira hacia afuera de los individuos.
Clásicamente no es introspectivo, y pretende hacer que el
funcionamiento y naturaleza de las cosas se nos aparezca. O, más
ampliamente, que queden claras todas las preguntas con sentido que se
nos pudieran ocurrir sobre una cosa 1, de modo que reconozcamos la
forma y la materia de lo que percibimos, de nuevo en jerga aristotélica 2.
Este aparecer de la forma de las cosas sería el del análisis y la
experimentación: nos explica las partes de las cosas, y lo que estas
cosas hacen, las relaciones entre dichas partes y con las demás cosas
del mundo. Caracteriza la existencia del fenómeno. Por otra parte, el
1
Vale la pena reducir el ámbito de las preguntas a aquellas con sentido porque no
toda expresión lingüística con cierta entonación realmente significa algo: hay una
mínima estructura que debe ser respetada para que la pregunta sea inteligible para
uno mismo y para los demás, y de alguna ontología se debe partir para determinar si
realmente hay referencia y contenido en lo que se expresó. Es decir, toda pregunta
implica una imagen de mundo que, desde sí, contiene la respuesta, y la posibilidad de
su ser dada (Peña).

2
Me apego en esto a Aristóteles porque parece que con propuestas teóricas como
esta intentaba responder todas las preguntas posibles dentro de cada ontología. Así lo
veo en su expresión de ideas como las causas finales, formales, materiales y
eficientes, y como las categorías, que resumen las posibilidades de la ontología griega
de su época (Aristóteles, Organon). Sobre esto, véase
2
aparecer de la materia nos habla del tipo de cosa de que estamos
hablando. Nos dice los límites últimos de sus potencialidades, y las
características de su actualidad con independencia de su divisibilidad.
Esta comprensión que hasta ahora he descrito nos presenta, en los
casos de análisis más prudente, reducidos y minimalista, el mundo
como instrumental –al menos en parte–; y dependiendo de nuestras
ambiciones epistémicas, el mundo como constitución de seres
existentes, esenciales, causados, espiritualizados, personales,
inteligentes, etc. Más adelante discurriré sobre estas pretensiones, que
identifico como análogas a las de las propuestas alternativas a las
formas de conocimiento modernas3.

Ahora, la comprensión de las ideas hace referencia a dos cosas


necesariamente simultáneas: a una experiencia psicológica y a una
experiencia lingüística-situada. Es una experiencia psicológica porque
pretende ponernos en el lugar desde el cual la otra persona habla, lo
cual nos expondría a los mismos fenómenos que explican o justifican su
actuar, y explican, bajo el supuesto de alguna racionalidad, la manera
como opera, incluso más allá del nivel de lo públicamente observable.
Así, también puede ser instrumental, pero su esencia es la de la
intimidad. Por otra parte, es una experiencia lingüístico-situada dada la
naturaleza social de la expresión de las ideas. Es connatural al
pensamiento de los demás la expresión lingüística, en tanto sólo
reconocemos el pensamiento de ideas cuando estas son de alguna
manera comunicadas, y sólo podemos acceder a lo que los demás
piensan o dicen a través de su comunicación, y bajo ciertos supuestos
muy similares a las condiciones de la comunicación en condiciones
óptimas de [ CITATION Hab87 \l 3082 ], o al menos condiciones de
acceso prístino al significado y la referencia de las expresiones de los
demás. Incluso, hay quien diría que es connatural al propio
pensamiento, por cuanto todas las cosas inteligibles que hacemos con
nuestras impresiones mentales, son aquellas que hemos establecido
social y comúnmente, y todo lo demás o no tiene referente fijo o

3
En efecto, aunque no haya querido reconocerse esto, son plurales y diversas, y
guardan en sí habitualmente sus propias lógicas, métodos, epistemologías y
ontologías. Sobre esto, considérense los estudios más bien de carácter positivista de
metodólogos de las ciencias sociales como (Ander-Egg), (Wallerstein), (Ragin),
(Merton) y (Durkheim), que, sin reducir la ciencia social a la natural, y sólo cediendo
en algunos puntos, establece metodologías y conceptos propios para la ciencia social,
que, en principio, discreparían del establecimiento nuclear de las ciencias
deterministas-descriptivistas.
3
explicación razonable, o es meramente causado por los hechos de la
realidad [ CITATION Lud89 \l 3082 ]. Así, nada en el mundo podría
evitar ser lingüístico, a riesgo de no ser reconocido por los seres
humanos, es decir, de decirse de ello que ‘no es nada’, y creerse tal
cosa efectivamente4.

Esta comprensión es, así, un asunto múltiplemente complejo, pues


relaciona variables como las correspondientes al establecimiento social,
en tanto es suficientemente cerrado y próximo como para propiciar el
procesamiento similar de informaciones y estímulos variados; con las
propias de la estructura sintáctica desarrolladas en ese
establecimiento, que al mismo tiempo le dan forma a él. Así que esta es
una relación de causación indeterminada, según han concluido los
investigadores de la filogénesis del lenguaje y el
pensamiento[ CITATION Dav00 \l 3082 ], que no es una discusión
bizantina como la de la precedencia del huevo o la gallina, por más que
también sea un problema conceptualmente irresoluble5. Ahora bien,
debe entenderse que esta comprensión es un fenómeno aún no
comprendido, pero parece más un grado de satisfacción perceptual que
una conclusión lógica y sostenible al respecto del grado de
introspección ajena en la mente de un tercero. La complejidad de la
comprensión así entendida apunta a todo esto.

Mas, para zanjar la discusión ante el argumento que bien podría


oponerse, que es el de que las personas en efecto se comprenden
semántica y mentalmente, o la negación final del empirismo, y la
aceptación de un mentalismo extraño, propio de los que creen en las
almas y en cosas más allá de la naturaleza, y que igualmente la afectan,
entremos en la discusión sobre la naturaleza metafísica de la
4
Con esto, naturalmente, no quiero decir que realmente no haya nada en donde
nuestras expresiones no conciban la existencia de algo, pero sí que los seres humanos,
haciendo uso de nuestro conocimiento en cada acto, sólo podemos decir que no hay
nada allí. Y, de acuerdo con nuestro pensamiento, actuamos de modo que no se
reconoce nada.

5
La relevancia de este problema está en que no sabemos si la estructura del
pensamiento procede del mundo, o si ella es la que estructura el mundo en un sentido
pleno. Esto, admitido el hecho de que la estructura del mundo predispone nuestra
percepción de él (Davidson, Radical Interpretation), (Kant). Resolver esta pregunta
implicaría también establecer la posibilidad misma de la objetividad, o la definitiva
intersubjetividad de lo que percibimos y creamos como ciencia. Valga la pena decir
que esa intersubjetividad es el estado mínimo, dado que no es posible distinguir entre
los aportes humanos al conocimiento, y los meramente empíricos (Quine).
4
causalidad, el alcance de la metafísica y algunos principios del
conocimiento humano establecidos por psicólogos y filósofos. Para
mejor orden argumental, hablaré primero sobre la condición epistémica
humana, luego sobre los alcances que ella prescribe, y finalmente sobre
la causalidad en tanto proyección de la metafísica.

La condición humana
El ser humano, describen los psicólogos desde hace siglos, es un cuerpo
material en un mundo material. Psicólogos anteriores, usualmente en
funciones religiosas o repitiendo lo que estas decían, argumentaban sin
mayor argumento que el de la pertenencia a un pueblo o el de la fe 6 que
el ser humano tenía un alma, y lanzaban una cantidad de consecuencias
a partir de esto, la mayoría de las cuales no sigue lógica alguna más
que la creatividad humana en la producción de prescripciones. Esto,
por supuesto, no es malo ni inválido, considerando que incluso las
matemáticas ahora omnipresentes se suscriben al ser uno más de estos
mapas prescriptivos-definitorios del entendimiento sobre el mundo.
Incluso, muchas prescripciones de fe respondían a leyes usualmente
matemáticas. Sin embargo, las matemáticas y las ciencias, a diferencia
de los credos habituales y tradicionales sobre el mundo, obtienen en
sus conceptos una aplicabilidad y predicción de la realidad nunca antes
vistas. Si bien a veces estos credos atinan en generar o coincidir con
consecuencias deseadas, en cuyo caso estas son denominadas milagros
y bendiciones, las ciencias, la lógica y la razón occidental han
establecido formas actualmente óptimas de realización de la vida
humana desde el aspecto material. Además, el concepto de un ser
humano plantado como materia causada en el mundo describe algo
más: él también es predecible y pensable como la demás materia. Así,
para todo lo material, la ciencia resulta la forma más razonable de
hacer análisis efectivo.

No obstante, hay más que la materialidad humana. Mas, ¿qué es esto?


Ciertamente se cree en el mundo en muchas formas de espiritualismo e
inmaterialidad, pero, ¿en qué consisten estas? En la aceptación de la
percepción como nivel originario y último de significación y contenido.
¿Por qué? Porque la percepción es, para todos, la posición en la cual las
cosas son como son, es decir, son como son para nosotros. La
fenomenología, desde hace tiempo ya, estableció esto como esencial a
6
A esto se le dice Biblia, Corán, Talmud, etc. Entiéndase que no tienen que ser solo
dogmas escritos.
5
la naturaleza humana, y sucede que todas las bendiciones son formas
aceptadas de ver el mundo, formas de ver cómo el mundo es para
nosotros. Y, entre todas las líneas explicativas del mundo, no hay nada
como la ciencia y la lógica occidentales para producir frutos bajo el
supuesto metafísico e infundado de que hay cosas, y de que estas tienen
ciertas relaciones y comportamientos que de alguna manera causan las
percepciones.

Naturalmente, este supuesto no es estrictamente occidental. Hasta


cierto punto cabría imaginar que no hay cultura que no reifique los
contenidos de su percepción. La manera como la reificación sucede, por
supuesto, es diversa, pero todos lo hacen y tienen mayor o menor éxito
en lograr sus voluntades con ella. Dicho todo esto, se ha establecido
que es la experiencia perceptual el foco último de nuestros esfuerzos:
queremos percibir de cierto modo el mundo, y para ello hacemos cosas
sobre él, dando lugar a nuevas percepciones que tienen mayor o menor
éxito en lograr lo deseado.

La relación entre la experiencia y la conceptualización


Nótese, por ejemplo, que he estado asumiendo que el mundo está
constituido de cosas. Valga la pena decir que eso es una extrapolación
contra la cual suficientes filósofos y personas de buena inteligencia han
puesto el grito en el cielo7, de modo que debería mínimamente
justificarme: el sentido común, a diferencia del ya viejo postulado del
buen [ CITATION San09 \l 3082 ], no tiene cómo ser el punto de
partida, si en realidad quiero que cualquiera pueda escucharme y
discutirme.

Los alcances finales del conocimiento público


Dicho ello, veamos si estos sentidos son posibles. El epistemológico es
claramente posible, pero bajo una condición: la reificación de las
percepciones. En un sentido fundamental, lo único que hay para
nuestras conciencias son percepciones,

Límites de lo que vale la pena llamar comprensión y


conocimiento

7
Con esto miento a (Nietzsche), (Berkeley), (Descartes), (Kant), entre los más serios
pensadores con mejores argumentos en contra de la existencia de la realidad. Y, por
supuesto, entre los antiguos, al mismo Xenón de Elea, y a los pirrónicos (Empírico).
6
Una clara excepción para estos razonamientos
Valdría la pena preguntarse, finalmente, si mis argumentos se siguen o
no. O, más aún, los irracionalistas podrían querer oponer a la razón la
incapacidad de la mente humana para aprehender la totalidad de la
realidad, sometiéndola a los arbitrarios caprichos de la subjetividad
humana. En suma, que por más argumentos que haya lanzado,
simplemente no valen la pena. Tengo dos respuestas para dos clases de
audiencias:

1. En efecto, la racionalidad es relativa a su momento, y tiene


mayores o menores alcances, y siempre distintos, por la
variabilidad misma de la ontología y las capacidades técnicas y
tecnológicas, además de los enfoques teóricos variantes, que dan
a la vista distintos objetos, y objetivizan distintas teorías. Sin
embargo, las racionalidades pueden ser sostenidas dentro de la
consecución de ciertos fines, para los cuales resultan más
oportunas. Naturalmente, la racionalidad oportuna es la necesaria
para la consecución de los fines, y es por tanto la que suscribimos
en nuestro actuar. De no ser así, se rechazan nuestros fines y se
realiza la futilidad del pensamiento humano, lo cual, si bien no lo
desvaloriza por completo, sí lo hace inmotivable. Entonces, o
renunciamos a la motivación y a la finalidad de la existencia
humana, o adoptamos la razón más capaz de llevarnos a nuestros
objetivos, sean individuales, sociales o naturales.
2. Si va a renunciar a toda razón, no veo entonces el punto de hablar
con usted, o de hacer sociedad en cualquier sentido: usted ha
renunciado a disponer el mundo de un modo inteligible, y por
tanto no puede pensar qué hacer –lo cual, en vez de hacerlo
impredecible, lo hace veleidoso y prerracional, es decir, instintivo
y animal: lo cual hace de sus expresiones lingüísticas el
equivalente a las de un loro, que no ordena lo que dice según la
razón. Por otra parte, si no es así su situación, simplemente me
está fastidiando, y no tengo motivo alguno para discutir con usted
tampoco.

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