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TALLER PENAL

La compatibilidad de las soluciones alternativas al juicio para los casos de


violencia de género.

La suspensión de juicio a prueba en casos

de violencia contra la mujer

Ignacio Pombo

Defensor Público Penal IV Circunscripción

Teléfono 02972-232077

ignacio.pombo@jusneuquen.gov.ar
I.- Objeto de la ponencia

A partir de los criterios expuestos en distintos antecedentes jurisprudenciales que

culminaron con el dictado del Fallo “Góngora” de la CSJN (rto. el 23/04/2013), se

restringió el acceso de la suspensión de juicio a prueba en los casos de violencia de género.

A más de seis años de dicho precedente, las interpretaciones que pretenden prohibir

en forma absoluta el acceso al beneficio para todos los casos de violencia contra la mujer

siguen vigentes, como lo demuestran los proyectos legislativos presentados en los últimos

años y ciertas prácticas del ministerio público fiscal y otros operadores jurídicos.

La finalidad de esta ponencia es exponer que la inserción de ese instituto en el

sistema penal actual (revolucionado en sus bases por el código procesal neuquino) no

controvierte la obligación del Estado Argentino de “investigar” y “sancionar” toda forma

de violencia contra la mujer sino que por el contrario resulta una herramienta adecuada para

“prevenir” y “erradicar” ese flagelo.

II.- Las posturas restrictivas

Nadie pone en dudas que uno de los acuerdos sociales y políticos más relevantes a

los que se ha arribado en los últimos años es la necesidad de combatir la violencia contra la

mujer en todas sus formas. También resulta evidente que una de las herramientas a las que

se ha recurrido -más allá de la discusión de su efectividad- es la aplicación del sistema

penal.

En tal sentido el Estado asumió el compromiso internacional de “prevenir, sancionar

y erradicar” toda forma de violencia contra la mujer (Convención interamericana para

Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como “Convención

de Belem do Para”); a la vez que adoptó normas de derecho interno que buscan abordar
integralmente está problemática ( Ley 26.485 de “Protección integral a las mujeres”; y

leyes provinciales 2785 “Régimen de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y

Erradicar la Violencia Familiar” y 2786 “Protección Integral para Prevenir, Sancionar y

Erradicar la Violencia contra las Mujeres”).

El legislador nacional también creó nuevas figuras penales tendientes a visibilizar

los casos de mayor violencia (ley 26.791, que amplió las figuras de homicidio agravado e

introdujo nuevas como el femicidio) y por otro lado, reglamentó un régimen de ejecución

de la pena más severo para los delitos de mayor gravedad (ley 27.375).

En esta ola que intenta utilizar el derecho penal simbólico para hacer frente a la

realidad de la violencia contra la mujer, puede ubicarse el criterio jurisprudencial asentado

por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el precedente “Góngora” que en su

fundamentación deriva directamente del compromiso internacional citado párrafos arriba, la

prohibición de que se aplique la suspensión de juicio a prueba a casos de violencia de

género.

Nuestro Máximo Tribunal Federal sostuvo de manera categórica que “siguiendo una

interpretación que vincula a los objetivos mencionados con la necesidad de establecer un

"procedimiento legal justo y eficaz para la mujer", que incluya "un juicio oportuno" (cfr. el

inciso “f”, del artículo [7]), la norma en cuestión impone considerar que en el marco de un

ordenamiento jurídico que ha incorporado al referido instrumento internacional, tal el

caso de nuestro país, la adopción de alternativas distintas a la definición del caso en la

instancia del debate oral es improcedente. Este impedimento surge, en primer lugar, de

considerar que el sentido del término juicio expresado en la cláusula en examen resulta

congruente con el significado que en los ordenamientos procesales se otorga a la etapa

final del procedimiento criminal (así, cf. Libro Tercero, Titulo 1 del Código Procesal Penal
de la Nación), en tanto únicamente de allí puede derivar el pronunciamiento definitiva

sobre la culpabilidad o inocencia del imputado, es decir, verificarse la posibilidad de

sancionar esta clase de hechos exigida por la Convención.”

Dicha tesis restrictiva, que se ha replicado jurisprudencialmente en la provincia del

Neuquén (ver entre otros TSJ, acuerdo 134/13 “Diez Lattari”), dio lugar a distintos

proyectos legislativos para excluir la suspensión de juicio a prueba de los casos de violencia

contra la mujer (ver proyectos S-4/17 que fue aprobado por el Senado de la Nación el 24

de noviembre de 2017 y se encuentra en trámite en la Cámara de Diputados de la Nación

bajo el N° 1486-S-17, y especialmente, el proyecto 11.431 de fecha 6 de marzo de 2018,

presentado en la Legislatura provincial para modificar el artículo 108 del CPP).

En esa misma línea prohibitiva se encamina el Proyecto de Reforma del Código

Penal presentado en marzo de este año y elaborado por la comisión presidida por el Dr.

Mariano Borinsky (ver proyecto presentado en el Senado de la Nación mediante el mensaje

del ejecutivo 60/2019). En consonancia, el Código Procesal Penal Federal (aprobado por

ley 27.063 y sus modificatorias), en su artículo 30 impediría la aplicación de la suspensión

del juicio a prueba en casos de violencia doméstica.

Por su parte el Manual de Política de Persecución Penal (elaborado por el Ministerio

Público Fiscal y publicado en su página de internet) en su segunda versión del año 2019, se

inclina por una restricción atenuada. Por un lado recomienda no prestar el consentimiento

fiscal en casos de delitos contra la integridad sexual a excepción de que se cuente con el

consentimiento de la víctima y por el otro recomienda “Evaluar con cautela, teniendo en

cuenta las circunstancias especiales de cada caso, la prestación del consentimiento fiscal

para la suspensión del juicio a prueba en los casos de otros delitos cometidos en contexto

de violencia de género.” (ver artículo 15.3).


Sin perjuicio de ello, resulta ser práctica común por lo menos en la IV

Circunscripción Judicial de la Provincia del Neuquén, que el Ministerio Público Fiscal

efectúe una oposición dogmática a la suspensión del juicio a prueba sin referencias al caso

concreto y aún en contra de la voluntad de la propia denunciante. Para ello basa su

oposición en los postulados del precedente “Góngora” citado y en que el Estado Argentino

incurriría en responsabilidad internacional en caso de que se suspendiera el proceso sin la

realización del juicio.

III.- Las razones de una postura más amplia o por qué sí a la suspensión del juicio a

prueba

A) Porque la negativa no tiene sustento normativo

Como queda evidenciado al referirnos a los proyectos legislativos que aún no fueron

aprobados, la tesis restrictiva no tiene hoy un fundamento legal, sino argumental derivado

de los alcances de las obligaciones asumidas en la convención de Belem do Para.

En este sentido, el artículo 108 estableció cuales eran los requisitos para acceder a la

suspensión del juicio a prueba, indicando que debía 1) tratarse de casos en que pudiera

aplicarse una pena de ejecución condicional y 2) no se trate de un delito doloso cometido

por un funcionario público o 3) ni de uno previsto exclusivamente con pena de

inhabilitación.

De esta manera, el legislador neuquino, al fijar la política criminal que debía

seguirse para aplicar ese instituto entendió -en sintonía con el artículo 17 que consagra a la

pena de prisión como la última ratio- que en todos los delitos que pudiera aplicarse una
pena de ejecución condicional, debía estudiarse previamente esta solución como salida

alternativa al juicio.

Por ello la oposición de la fiscalía debe circunscribirse al estudio del cumplimiento

de dichos requisitos legales pautados por el legislador, quedando circunscripta la valoración

de la política de persecución penal -que no se discute, queda en manos de la fiscalía- a

evaluar los casos en que: 1) pedirá una pena de ejecución efectiva para oponerse a la

concesión del instituto; o 2) demuestre porqué en el caso concreto la situación de violencia

no puede ser abordada por esta salida alternativa.

B) Porque a la luz de la recepción legislativa que tuvieron las soluciones alternativas

al conflicto -tanto a nivel provincial como nacional-, cambió el eje desde el que debe

analizarse la suspensión del juicio a prueba

Cuando en el año 1994 el congreso nacional dictó la ley 24.316 que incorporó al

Código Penal la suspensión del juicio a prueba, se trató del primer intento legislativo de

introducir una mirada distinta en el sistema penal, signado hasta entonces por un cerrado

principio de legalidad.

De esta manera, tuvo múltiples finalidades ya que, por un lado, intentaba

descomprimir los tribunales de gran cantidad de casos de menor relevancia, a la vez que,

por otro lado, evitaba la imposición de penas cortas de prisión a personas sin antecedentes

y, al mismo tiempo, permitía tímidamente un intento de reparación del conflicto mediante

la intervención de la víctima.

Sin embargo, la evolución de los sistemas procesales desde el dictado de esa

primera regulación de la suspensión de juicio a prueba ha modificado ese panorama.


En el proceso penal neuquino, el principio de oportunidad se encuentra

expresamente reglado (art. 106 CPP), con lo cual aquella finalidad de descomprimir los

tribunales mediante un tratamiento simplificado de los delitos menores que tenía la

suspensión del juicio a prueba, ya no tiene hoy relevancia.

A su vez, la solución del conflicto primario surgido a consecuencia del delito ya no

es una cuestión secundaria que deba tratarse tangencialmente -como lo intentaba la

suspensión con el ofrecimiento de reparación a la víctima-, sino que es uno de los objetivos

principales de todo el procedimiento (art. 17 CPP) y existen múltiples mecanismos

mediante los cuales la víctima puede obtener una reparación a lo largo del proceso (la

conciliación y la mediación en el inciso 5º del artículo 106 CPP, la reparación del artículo

165 CPP).

La misma situación se presenta en el Código Penal, donde la ley 27.147 introdujo en

el año 2015, como causales de extinción de la acción penal, la aplicación de criterios de

oportunidad y la conciliación o reparación del perjuicio (art. 59 inciso 5 y 6).

Estas consideraciones no hacen más que demostrar que la suspensión del juicio a

prueba no se trata de un instituto que banaliza los hechos por aplicación de un principio de

oportunidad encubierto (que hoy no es necesario) ni tampoco se trata de una mediación o

conciliación u otra forma de solución del conflicto acordado con la víctima (reparaciones

que tienen sus canales autónomos).

Por el contrario, se trata de una alternativa punitiva y sancionatoria por parte

del Estado, que si bien no implica reconocimiento de responsabilidad en cabeza del

imputado, le significa aceptar que se le impongan severas reglas de conducta con una

finalidad preventivo especial de similar magnitud a las de una condena de ejecución


condicional (no por nada, el mismo artículo 27 bis regula las reglas de ambos institutos).

Aunque como se verá después, esas reglas pueden ser mucho más amplias para considerar

las necesidades de la mujer víctima (ver infra apartado “D”).

Por ese motivo, el sustrato de análisis que tenían en miras el precedente “Góngora”

y sus similares ha variado radicalmente, ya que el instituto de la suspensión del juicio a

prueba no implica que el Estado renuncie a sus obligaciones internacionales de “prevenir,

sancionar y erradicar” la violencia contra la mujer, sino que lo haga utilizando

racionalmente los medios punitivos de los cuales dispone.

C) Porque esa solución se engarza con el uso racional de la pena, compromiso también

asumido internacionalmente por el Estado

A partir de lo dicho en el apartado anterior se evidencia que el acceso a la

suspensión del juicio a prueba en casos de violencia contra la mujer permite armonizar los

compromisos internacionales asumidos en la Convención de Belem do Para con otros

compromisos asumidos, que obligan al Estado a hacer un uso racional de la pena de prisión,

reservada para los casos más extremos.1

En tal sentido pueden enumerarse las “Reglas Mínimas de las Naciones Unidas

sobre las medidas no privativas de la libertad”, conocidas como “Reglas de Tokio”; los

1
Ver lo resuelto por la Corte Americana de Derechos Humanos al sostener que “La Corte ha señalado que el
Derecho Penal es el medio más restrictivo y severo para establecer responsabilidades respecto de una
conducta ilícita. La tipificación amplia de delitos de calumnia e injurias puede resultar contraria al principio
de intervención mínima y de ultima ratio del derecho penal. En una sociedad democrática el poder punitivo
sólo se ejerce en la medida estrictamente necesaria para proteger los bienes jurídicos fundamentales de los
ataques más graves que los dañen o pongan en peligro. Lo contrario conduciría al ejercicio abusivo del
poder punitivo del Estado” (CorteIDH caso “Kimel Vs. Argentina” del 2/05/2008, parr. 76; reiterado en “Uson
Ramirez vs. Venezuela” del20/11/2009, parr. 73)
"Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas Privadas de Libertad

en las Américas" adoptado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; las “100

Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de Personas con Vulnerabilidad” –Regla 43-;

las “Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos” (Reglas

Nelson Mandela) ; y “Justicia restaurativa en asuntos penales” -Res. Consejo Económico y

Social N° 2016-17- (2016); entro otros.

Al respecto cabe traer a colación por su claridad lo que han sostenido Bovino,

Lopardo y Rovatti en su libro sobre la suspensión del juicio a prueba: “Es un contrasentido

inadmisible creer que la Convención de Belém do Pará niega en alguna de sus cláusulas la

vigencia de institutos de derecho interno que están en consonancia con un conjunto

armónico de disposiciones del mismo sistema en el que aquélla se inserta, máxime cuando

el sistema destierra tanto la idea de que todos los delitos deben ser resueltos en un debate

oral, como la de que la reacción estatal aconsejable sea la pena de encierro".

Por lo demás, el criterio restrictivo busca directivas de política criminal en una

Convención que tiene por finalidad que los Estados partes asuman el compromiso de

erradicar la violencia contra la mujer, pero de ninguna manera pretende delinear los

alcances del sistema punitivo, como si lo hacen esos otros tratados específicamente

dirigidos a racionalizar el uso de la pena de prisión

Es que “Con independencia de cuál sea la sanción que se aplique, la finalidad

principal de este tratado es adoptar las medidas necesarias para garantizar una

prevención efectiva. En este sentido, si el objetivo excluyente de la Convención fuera el

castigo penal, las conductas de los consumidores de pornografía, de los clientes de la

prostitución o de los acosadores sexuales en el trabajo también deberían tener recepción


en el catálogo de prohibiciones del derecho penal. Sin embargo, la Convención no avanza

sobre los márgenes de discrecionalidad que le caben a los estados para regular las

acciones u omisiones que deben criminalizar. Ello no significa que la violencia sexista

deba mantenerse impune, sino antes bien llamar la atención sobre la inconveniencia de

argumentar que, fruto de las obligaciones impuestas por la Convención de Belém do Pará,

los estados tienen el deber de disponer una sanción penal para todo supuesto de violencia

de género.” (Di Corleto, Julieta; “Medidas alternativas a la prisión y violencia de género”;

el subrayado es mío).

D) Porque la negativa absoluta no considera la maleabilidad de la suspensión del

juicio a prueba para afrontar las variadas aristas que surgen en los casos de violencia

contra la mujer

Como intenté desarrollar en los puntos anteriores, la evolución ocurrida en el

desarrollo de los sistemas procesales posibilita hacer una relectura de las finalidades de la

suspensión de juicio a prueba. Dentro de ese marco, este instituto es el que mayor

maleabilidad permite a la hora de enfrentar realidades sociales complejas como son las

relaciones de pareja y los casos de violencia contra la mujer.

A estas conclusiones arriba la Dra. Leticia Lorenzo al sostener que “La única

herramienta incorporada en los procedimientos penales que me permite pensar en una

lógica de soluciones a medida, es la suspensión del juicio a prueba. Porque por una parte

es una herramienta que genera incentivos distintos a los de una condena en la persona

perseguida (si se cumplen las condiciones impuestas en el período establecido, la

consecuencia es la extinción de la acción y por consiguiente la inexistencia de


antecedentes penales) y por la otra parte, desde el punto de vista de las condiciones a

imponerse permite un trabajo mucho más centrado en los intereses y necesidades de la

víctima y las posibilidades reales del caso.” (Leticia Lorenzo, “Violencia de Género. El

sistema penal y sus escasas respuestas (y miradas)”)

Debemos tener en cuenta que la imposición de una pena de ejecución condicional, si

bien supondría la imposición de reglas de conducta, tendrán una finalidad preventivo

especial centrada en “prevenir la comisión de nuevos delitos” por parte del imputado (ver el

final del primer párrafo del artículo 27 bis del Código Penal).

En cambio, en la suspensión de juicio a prueba, al ser reglas de conducta propuestas

por el imputado o aceptadas por éste para acceder al instituto, la finalidad que se tenga en

miras puede ser mucho más amplia e integrarse con el ofrecimiento de reparación a la

víctima, para darle a ésta un rol activo y una respuesta que considere sus necesidades

concretas en la realidad que atraviesa.

De esta manera, si todos los operadores judiciales -juez, fiscalía, defensa- trabajan

con una mirada centrada en darle una respuesta concreta y superadora a la mujer víctima de

violencia, la versatilidad del instituto en estudio permitiría que su voz sea escuchada y

considerada con mayores alcances.

Asimismo la mentada versatilidad de la suspensión de juicio a prueba no debe ser

considerada solo a la hora de fijar las reglas de conducta, sino también a lo largo del

período de control. En tal sentido la supervisión que durante el período de prueba se realiza

sobre el probado y la posibilidad de modificar o sustituir las pautas de conducta (artículo

108 “in fine”), garantiza en mayor medida un seguimiento de la situación de violencia.


E) Porque la negativa sistemática puede provocar indefensión

Finalmente, el hecho de tratar todos los casos de violencia contra la mujer sin

diferenciación entre ellos, puede provocar en muchos casos el efecto contrario al buscado

en la Convención de Belem do Para: alejar a las víctimas de violencia del acceso a la

justicia.

Distinguir entre hechos más o menos graves de violencia contra la mujer no

significa desconocer la trascendencia social de esta problemática ni minimizarla en el caso

concreto. Por el contrario, se trata de acercarse a cada caso con criterios realistas a fin de

racionalizar la intervención estatal. Lo contrario significa tratar a la mujer víctima como un

objeto que justifica una mayor intervención punitivista, vulnerando a quien supuestamente

se pretende proteger.

Ese uso de la víctima de violencia conlleva a consecuencias contrarias a las

buscadas, ya que en muchos casos la falta de consideración al caso particular y la falta de

atención a los deseos, necesidades y realidades de las mujeres que buscan auxilio en la

justicia penal, conduce a que desistan de las acciones que iniciaron, dejándolas

desamparadas frente a la violencia sufrida.

Como sostiene la Dra. Julieta Di Corleto en el trabajo ya citado “El abandono de una

relación violenta no es un proceso sencillo: sin contar los casos de dependencia emocional,

cuando hay hijos en común o cuando la mujer carece de autosuficiencia económica, realizar

una denuncia y mantenerla hasta la imposición de una pena privativa de la libertad puede ser

especialmente difícil sin una red de contención económica y emocional. De allí que sean

frecuentes los supuestos en los que la mujer retira la denuncia o expresa su voluntad de no
asistir al juicio, con la consecuente amenaza de una sanción penal por desobediencia o falso

testimonio […] una pretendida respuesta punitiva más contundente puede amplificar el

sesgo de género en el archivo de las denuncias, o incluso afectar la voluntad de las

mujeres de denunciarla cuando es seguro que la reacción estatal será la pena privativa de

la libertad. Si finalmente el hecho se denuncia, el problema se desencadena cuando la

víctima se niega a ratificar la denuncia o a declarar en un juicio y el derecho penal no

ofrece otra respuesta que la impunidad para el autor y la desconfianza hacia la víctima

[…] Así, una solución dicotómica por el castigo o la impunidad no podrá resolver situaciones

que siempre tienen diversos matices.”

El escenario planteado no es de laboratorio ni irreal, sino que sucede constantemente en

los casos en que el Ministerio Público Fiscal pretende la realización de un juicio por sobre el

interés de la víctima que se niega a participar de esas instancias del proceso y brega por el

encuentro de soluciones alternativas que le permitan superar la situación de violencia en que se

encuentra sin recurrir a la aplicación de mayor violencia por parte del estado, bajo la forma de

pena de prisión.

Sin ir más lejos, en la IV circunscripción y durante el año 2019 pueden citarse tres

casos concretos que fueron llevados a juicio en contra de la voluntad de la víctima y en los que

los acusados fueron absueltos (ver legajos 25384/18 “C., F. s/ amenazas”; legajo 24900/18 “C,

J.A. s/ Lesiones” y 27.913/19 “J, J.R. s/ amenazas”). En los tres la absolución se basó en que

las denunciantes o no concurrieron al juicio o declararon en forma diferente a lo que habían

dicho en las instancias iniciales del proceso, restándole responsabilidad al acusado. En los tres

casos, la posible situación de violencia que atravesaban esas mujeres no recibió respuesta

alguna del Estado, que bien podría haber intervenido con la aplicación de una solución

alternativa como la suspensión del juicio a prueba o similar.


III.- Conclusiones

La tesis que contrapone la convención de “Belem do Pará” con la concesión de la

suspensión del juicio a prueba en todos los casos de violencia contra la mujer no sólo se

encuentra en vigor sino que adquiere cada vez más fuerza a nivel legislativo, como lo

demuestran paradigmáticamente el proyecto de Código Penal y el nuevo código procesal

federal.

Sin embargo, esa tesis uniformadora de la respuesta penal a realidades tan

complejas y variadas, resulta contraproducente para el problema que la propia convención

intenta enfrentar. Por ese motivo se propone:

1) Rechazar los proyectos legislativos que intentan imponer uniformemente

soluciones punitivas extremas a casos que por su variabilidad deben afrontarse

en forma concreta.

2) Para analizar la aplicación de la suspensión del juicio a prueba en casos de

violencia contra la mujer, debe tenerse en consideración el caso concreto y las

circunstancias especiales de la víctima, y no criterios generales alejados de las

realidades involucradas.
Bibliografía

 Bovino, Alberto; Lopardo, Mauro y Rovatti, Pablo “Suspensión del procedimiento a

prueba, Teoría y Práctica”, Editorial del Puerto, 1° Edición, 2013.

 Lorenzo, Leticia; “Violencia de Género. El sistema penal y sus escasas respuestas

(y miradas)”, publicado en la Revista Digital de Pensamiento Penal,

http://www.pensamientopenal.com.ar/doctrina/47098-violencia-genero-sistema-

penal-y-sus-escasas-respuestas-y-miradas.

 Di Corleto, Julieta; “Medidas alternativas a la prisión y violencia de género”, ver

https://www.academia.edu/19613799/Medidas_alternativas_y_violencia_de_género

 Manual de Política de Persecución Penal del Ministerio Público Fiscal de Neuquén

http://172.21.1.20/mpf/images/MANUAL/Manual-de-Politica-Criminal-MPF-

Segunda-Edicion-2019-COMPLETO.pdf

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