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La importancia de la protesta social como Derecho fundamental.

Desde hace muchos siglos el pueblo, que en este caso lo defino como las personas con
pocas propiedades, asalariados de bajos recursos y, en tanto individuos, con un poder
político muy limitado, ha reclamado a sus gobiernos las garantías para una vida digna,
muchas veces optando por la violencia y la huelga como únicas salidas. Desde el siglo
pasado estos movimientos sociales y políticos se han organizado para defender su dignidad,
puesto que vivían en condiciones nefastas de pobreza o entrega excesiva de su fuerza física;
todo esto, mientras el gobierno, terratenientes y dueños de fábricas, podían regocijarse en
su pecera privilegiada.
Por tal, los diferentes movimientos sociales y políticos, pueden verse como la
representación del espíritu rebelde e inconforme que lleva a una multitud de personas a no
arrodillarse ante lo establecido en los ámbitos políticos, sociales y económicos de su
Estado. Muchas organizaciones específicas que hacen parte de la multitud que se rebela
difieren entre sí, pues su discurso político se basa en distintos principios y es guiado por
diferentes ideales que desean materializar. Sin embargo, lo que los une es tal espíritu, la
lucha por una vida más digna y mejor para todos. La protesta debe ser un derecho para el
pueblo, un mecanismo de presión real para que el gobierno los escuche.
En lo que va de este semestre del año 2019, se han presentado protestas en varios países
aledaños al que habito, Colombia, que, de hecho, se está preparando para un paro nacional
de 24 horas, este jueves 21 de noviembre. Tales protestas desde el mes de octubre hasta el
día de hoy, se han adelantado en Chile, Ecuador, Perú, Honduras, Brasil, Bolivia, Haití,
mencionando únicamente a los de centro y latino américa, puesto que en realidad es
alrededor del mundo que se están adelantando estos movimientos de protesta.
En Chile, para dar un ejemplo, las protestas empezaron aparentemente por un alza al
precio del transporte público, decretado por el gobierno de su actual presidente Sebastián
Piñera, que, para el caso del pasaje del metro, equivalía a aprox. US$1,17 (30 pesos
chilenos); el pueblo empezó a colarse a las estaciones de metro. Hoy, casi un mes después
del estallido, cuando ya un plebiscito constitucional fue establecido para el mes de abril del
2020 y el alza al costo del pasaje del metro fue eliminado, las protestas siguen. No cabe
duda que los chilenos tienen intenciones mucho más allá de lo que ya han logrado; se
sienten realmente cansados de las políticas públicas y económicas que han soportado. La
desigualdad, según estudios, es bastante amplia:
Según reveló la última edición del informe Panorama Social de América Latina elaborado
por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el 1% más adinerado
del país se quedó con el 26,5% de la riqueza en 2017, mientras que el 50% de los hogares
de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. [CITATION
Ger19 \l 9226 ]

Así, se explican las razones por las cuales el pueblo chileno está luchando y resistiendo a
la represión. Es, nuevamente, lo que deben vivir día a día en su país las clases medias y
bajas. Y este es la escena general de los países latinoamericanos. Afirma Marta Lagos en
una entrevista a BBC News: “las demandas de garantías sociales esconden una demanda de
más democracia. Hay una gran demanda hacia las élites de que la democracia funcione
mejor, que no funcionan los partidos políticos, hay crisis de representación, poca fe en las
instituciones y alto nivel de corrupción”[ CITATION Ger191 \l 9226 ]. Lo que detrás de todas
las peticiones particulares se busca, es un cambio total de las tendencias políticas de sus
gobiernos; que busquen beneficiar a la mayoría y no a un pequeño grupo de personas.
Esta década el pueblo colombiano no se ha quedado atrás. Los paros, como el agrícola
en el 2013 y el estudiantil a finales del año pasado, fueron claves, puesto que pudieron
conseguir ser escuchados, solo mediante la presión constante y duradera, a pesar de que,
después de todo eso, las cosas no estén tan bien, puesto que se han visto en la necesidad de
salir a marchar de nuevo. En esta última parte del año, en que los ánimos están agitados
alrededor y dentro del país, las marchas estudiantiles y grupos organizados para el
movimiento social de protesta, se han visto estigmatizados como instigadores de la
violencia, como delincuentes, vándalos y vagos que nada deberían estar haciendo en las
calles, porque lo único que están logrando, es incomodar a los ciudadanos tranquilos y
pasivos. Tal es el resultado que las olas de desinformación, estigmatización y promulgación
de discursos sensacionalistas hacia x movimientos sociales, políticos, y, en general, a la
protesta social, han logrado. Hay un problema y es que, efectivamente, en estas protestas, la
mayoría de las veces, se presentan enfrentamientos entre los cuerpos antidisturbios y los
manifestantes. Muchas son las posibles causas de tales enfrentamientos, pero siempre, los
estragos, daños tanto de bienes como a la integridad física de bastantes personas y
posteriores costos, públicos y particulares, son significativos y molestos. Tal sería el motivo
principal de que muchos políticos de turno propaguen un discurso en pro de la regulación a
la protesta social y tengan dentro de sus planes presentar proyectos de ley para esta
regulación.
El Artículo 37 proclama la manifestación social como Derecho Fundamental en la
Constitución Política de Colombia y dice así: “Toda parte del pueblo puede reunirse y
manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los
casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho”. A pesar de que las leyes
puedan regular la protesta, esa es sólo una manera de callarla, puesto que el fin de hecho es
presionar económicamente al Estado, hasta que el gobierno proceda a escuchar y esté
dispuesto a solucionar tales problemas. Si para protestar hay que pedirle permiso al
gobierno, y además, sólo podría hacerse los fines de semana en que la circulación es menos
intensa, se restaría presión potencial a la protesta en general, y esto, en un gobierno tan
desinteresado por el bienestar de su pueblo, sería fatal, para estos últimos, claro está.
Si el pueblo es reprimido directamente al optar por otros mecanismos de presión, tales
como el bloqueo de vías y las marchas, la violencia será entonces inevitable, puesto que es
el espíritu de rebeldía y resistencia lo que no le permitirá doblegarse y retroceder. La
protesta social debe seguir como un Derecho Fundamental sin necesidad de regulación. La
solución para estos enfrentamientos violentos, será un gobierno que escuche y vele por su
pueblo, pues el pueblo, la multitud, nunca descansará hasta que el poder absurdo y enorme
manejado por intereses egoístas, o desaparezca, o desaparezcan estos últimos y se
consagren al bienestar colectivo en su totalidad.

Referencias
Lissardy, G. (24 de Octubre de 2019). Protestas en América Latina: "Vamos a seguir con
manifestaciones hasta que los pueblos crean que se gobierna para ellos y no para un
puñado". Obtenido de BBC: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-
50137163

Paúl, F. (23 de Octubre de 2019). Protestas en Chile: 4 claves para entender la furia y el estallido
social en el país sudamericano. Obtenido de BBC: https://www.bbc.com/mundo/noticias-
america-latina-50115798

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