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El oro, huésped casi invisible de placeres, vetas y rocas, es extraído en cada

caso con técnicas especializadas. De estos yacimientos destacan los


placeres por lo sencillo y económico que resulta la obtención del metal,
mediante el uso del método tradicional de minado por bateo que se practicó
en la época prehispánica y sigue vigente entre los gambusinos.

El oro tiene propiedades físicas extraordinarias, que permiten que se


puedan obtener hilos delgadísimos, por estiramiento excesivo, o láminas
extremadamente finas al aplanarlo mediante percusión. También se puede
cortar con una navaja, sin que se pulverice, y doblar sin que se rompa, y
mantiene su posición al cesar la fuerza deformante. Asimismo, se funde a
temperaturas relativamente bajas y es muy pesado (casi el doble que la
plata), cualidad que favorece su acumulación y facilita su explotación en los
placeres, pero sobre todo es inoxidable. Estas propiedades han hecho del oro
un mineral altamente apreciado desde la antigüedad por hombres y
mujeres, e idóneo para manufacturar artículos diversos, principalmente de
joyería; también se le aprovecha para acuñar monedas, elaborar objetos
religiosos, piezas dentales y en las industrias electrónica y aereoespacial,
entre otros usos.

Origen y yacimientos

El oro se encuentra diseminado en placeres, vetas y rocas, ya sea en estado


nativo o formando parte de otros minerales, en especial de sulfuros (pirita,
arsenopirita, calcopirita, esfalerita, marcasita, galena, etc.) y minerales de
plata, con los cuales se asocia frecuentemente, sobre todo en las vetas. Su
génesis se relaciona, por lo general, con los fluidos hidrotermales
producidos durante la solidificación magmática.
Las vetas auríferas son de composición cuarzosa y se hospedan en diversas
rocas, de preferencia ígneas (granitos, granodioritas, riolitas, etc.). En estas
vetas el oro aparece en forma de láminas, escamas, hilos, dendritas y, en
ocasiones, en cristales que rara vez son perfectos.

Además de alojarse en vetas y rocas, el oro suele presentarse entre las arenas
y gravas de origen aluvial, depósitos que se conocen como placeres. En éstos,
el oro se presenta en estado nativo en forma de granos minúsculos (polvo), y
en agregados compactos redondeados por el desgaste que sufren al ser
transportados; a estas partículas redondeadas se les llama popularmente
pepitas. Polvo y pepitas son liberadas por la erosión de vetas y rocas, para
luego ser conducidas y concentradas por el agua, junto con arenas y gravas
en los cauces fluviales. Durante el siglo XIX , el descubrimiento de placeres
auríferos en los Estados Unidos de América (California, Alaska) dio lugar a
las célebres “fiebres del oro”, que provocaron el traslado de miles de personas
a esos sitios, en la búsqueda del preciado metal.

En la actualidad, la minería a cielo abierto de rocas auríferas ha cobrado


relevancia por las nuevas tecnologías que hacen rentable su extracción. En
estas rocas, especialmente ígneas, el metal aparece disperso en su matriz,
casi siempre como partículas irregulares, pocas veces perceptibles a simple
vista y en cantidades mínimas, apenas algunos gramos, o su fracción, por
tonelada de roca. Los yacimientos de oro son comunes en todo el mundo,
aunque su metal generalmente es escaso. En nuestro país, la mayoría de los
diferentes tipos de depósitos auríferos se localiza principalmente a lo largo
del Pacífico, desde Sonora hasta Oaxaca, en las sierras Madre Occidental y
Madre del Sur. Los placeres más importantes están distribuidos en el estado
de Sonora, en especial en la región de Altar; otros yacimientos sobresalientes
son los de Baja California, Baja California Sur, Sinaloa, Michoacán y
Guerrero (Terrones Langone, 1986).

 
Minería

 La minería es la actividad que ha permitido al hombre el acopio de


minerales y rocas, por medio del minado a cielo abierto o subterráneo. La
mina está constituida por el conjunto de excavaciones e instalaciones,
subterráneas y superficiales, dedicadas a la extracción de minerales y rocas,
y el minero es la persona que labora en ella.

Con estos antecedentes, se puede decir que el método de explotación del oro
depende, entre otros factores, de la forma, tamaño y características (dureza,
composición, etc.) de los materiales en donde se encuentra –placeres, vetas o
rocas–, pero sobre todo de su exposición o no en la superficie, circunstancias
que definen que el minado se realice a cielo abierto o subterráneamente.

Así, los yacimientos ubicados en la superficie o a poca profundidad,


normalmente son explotados a cielo abierto, pues su extracción es más
rápida y menos costosa. Por el contrario, para acceder y explotar un
yacimiento subterráneo, el minado requiere de grandes inversiones en
infraestructura (tiros, galerías, ademe, drenaje, etc.) y equipo (perforadoras,
ventiladores, bombas de desagüe, etc.), además de mineros especializados
(perforistas, ademadores, etc.).

La mayoría de las vetas y rocas auríferas –a diferencia de los placeres– son


duras y compactas y el oro que contienen está inmerso en otros minerales,
por lo cual su explotación necesita del uso de explosivos y de una planta de
beneficio, para moler el material y recuperar el oro de entre elementos sin
valor económico, lo cual requiere de la aplicación de distintos procesos
metalúrgicos (amalgamación, cianuración, etc.). Por ejemplo, gran parte del
oro que se obtiene en México es producto secundario del beneficio de
sulfuros de cobre, plomo, plata y zinc (Sánchez Nava, 2009, p. 31).

El minado de las vetas auríferas es generalmente subterráneo, y el de las


rocas, por su escaso contenido en oro, es a cielo abierto, pues para que la
extracción de su metal sea rentable se deben remover grandes volúmenes de
ellas. Por otra parte, los placeres con oro nativo son yacimientos poco
consolidados, se explotan a cielo abierto y el metal se recupera mediante el
lavado de arenas y gravas, utilizando bateas. Este tipo de minería ha sido
desde siempre el más sencillo y es practicado aún por los gambusinos en
muchas partes del mundo. Los gambusinos usan pico y pala para recoger la
arena y la grava, y en un recipiente con agua las lavan, para separar los
granos de oro del material estéril, mediante movimientos circulares y
constantes. Este proceso de minado artesanal contrasta con el uso moderno
de dragas, plantas de lavado y bombas que impulsan fuertes corrientes de
agua, y así remueven grandes volúmenes de sedimentos y separan el oro que
contienen.

Al respecto conviene señalar que México es un país con una tradición


minera desde la época prehispánica, según lo muestran, por ejemplo, las
obras subterráneas y herramientas dedicadas a la obtención de cinabrio en
la Sierra de Querétaro. Después de la conquista española, esta actividad se
convirtió en una industria muy importante, por la riqueza de las vetas auro-
argentíferas, y se transformó en uno de los pilares de la economía de la
Nueva España. Desde entonces y hasta la fecha, la minería ha contribuido a
que México fuera uno de los primeros productores de plata en el mundo,
aunque la producción de oro, por su escasez en los yacimientos, se ha
mantenido a la saga.

Jaime Torres Trejo. Ingeniero geólogo por el Instituto Politécnico Nacional.


Investigador de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y
Museografía, INAH, especializado en el estudio petrográfico de rocas y
minerales de contextos arqueológicos.

 
Torres Trejo, Jaime, “Explotación del oro en placeres, vetas y
rocas”, Arqueología Mexicana núm. 144, pp. 19-23.

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