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3 DE MAYO DEL 2014

Texto Cristina Sáez

Edificios con
neuronas
Arquitectos y neurocientíficos llevan ya una
década aliados con la idea de proyectar
edificios que ayuden a sus ocupantes a
sentirse menos estresados y deprimidos.
Son construcciones que permiten pensar y
concentrarse, que favorecen el tratamiento
de niños autistas, enfermos de alzheimer o
el desarrollo de bebés prematuros
SAM KITTNER
23 EN CASA

A comienzos de los cincuenta Jonas Salk buscaba
una vacuna contra la poliomelitis, enfermedad muy
contagiosa que causaba estragos: sólo en Estados
Unidos se producían cerca de 50.000 nuevos casos
cada año, lo que suponía miles de pacientes que
morían o quedaban lisiadoso con parálisis. Salk tra-
bajaba en la Escuela de Medicina de la Universidad
de Pittsburgh (EE.UU.) y conocía los principios de la
vacunación establecidos por Pasteur: inocular una
forma de virus muerto, inocuo, en el organismo para
que produzca anticuerpos resistentes a la enferme-
dad. Con todo, este biólogo creía que en el caso de
la polio se podía lograr esa inmunidad inyectando
un virus vivo, como en las vacunas de la viruela o la
rabia. Pero algo fallaba una y otra vez. Por más que
lo intentara en su oscuro laboratorio situado en un
sótano de la universidad. En un intento de romper
con su rutina, decidió tomarse unas vacaciones. Viajó
a Italia, a la ciudad medieval de Asís, y allí, dando
largos paseos, las ideas fluyeron de nuevo. Una de
ellas le condujo a la vacuna que buscaba.
Salk estaba convencido de que la clave de su inspi-
ración se hallaba en aquel lugar bucólico y que el
diseño y el entorno en que se había sumergido le
habían ayudado a abrir su mente. Tanto creía en la
influencia de la arquitectura en las neuronas que se
asoció con el arquitecto Louis Kahn para construir
el Instituto Salk, ubicado en el barrio de La Jolla, en
San Diego. La instalación debía acoger un centro de
investigación y tenía que estar pensado para fomen-
tar la creatividad entre los investigadores.
Durante años colaboraron para crear aquel edificio
que, como solían decir, “tenía que ser digno de una
visita de Picasso”. Y lo lograron. Hoy en día el Insti-
tuto Salk es un referente internacional en espacios
neuroarquitectónicos, es decir que están diseñados
teniendo en cuenta cómo funciona nuestro cerebro
con el fin de fomentar el bienestar físico e intelectual.
Neuroarquitectura La semilla que dejó Jonas Salk
acabó germinando en el 2003, año en el que nació
la Academia de la neurociencia para la arquitectura
sea así, porque más del 90% del tiempo que estamos estudian en clases con enormes ventanales y mucha
despiertos al día lo pasamos dentro de edificios, y luz obtienen mejores resultados que aquellos que lo
lamentablemente muchos de los cuales no están hacen en aulas más oscuras. Y que los pacientes se
pensados y construidos para hacernos sentir bien. recuperan mejor en hospitales diáfanos rodeados de
espacios verdes. También se ha comprobado que, en
De hecho, la Organización Mundial de la Salud cambio, ciertos ambientes de ciudad pueden causar
(OMS) habla de edificios enfermos; alerta de que malestar, incomodidad o incluso agresividad.
aproximadamente un 30% de los inmuebles actuales
no ayudan a que el organismo mantenga el equi- “Todo eso tiene que ver con el funcionamiento del
librio; y cuando eso pasa, aparece la enfermedad. cerebro”, explica el neurocientífico Francisco Mora,
Existen numerosas pruebas y estudios que demues- doctor en Medicina por la Universidad de Granada y
tran que la arquitectura afecta al conjunto del en neurociencia por la Universidad de Oxford. Mora
organismo. De ahí que desde la OMS se impulse la apunta que el diseño de espacios puede estimular la
construcción de fincas pensadas para su función: pa- creatividad, mantener la atención y concentración
ra vivir, para trabajar, para descansar, para enfermos de estudiantes y favorecer la relajación, tal y como
de Alzhéimer, para educar a los niños, para cuidar a recoge en su último libro Neuroeducación (Alianza).
personas convalecientes.
Diseñar para las neuronas Los últimos avances en
Se ha visto, por ejemplo, que los alumnos que neurociencia pueden explicar ahora de qué ma-
Neuroarquitectura aplicada Bajo estas líneas, hospital Foto inferior, vista del Salk
a la educación, escuela en en Mestre, Venecia, que Institute, en La Jolla, San
Manassas Park, Virginia, combina la luz con la Diego, pionero del concepto
Estados Unidos vegetación interior neuroarquitectura
No estamos preparados
para los rascacielos
Al visitar Nueva York por
primera vez, una de las atrac-
ciones principales para los
turistas es subir a la cima de
los casi 400 metros del Empi-
re State Building y contemplar
la ciudad. Como en Tokio o
Hong Kong, los rascacielos
son uno de los atractivos de la
ciudad. Cada vez parece que
nos acercamos más al cielo.
En el 2016, por ejemplo,
está previsto que se acabe de
construir la torre Busan Lotte,
de medio km de alto. Una
nimiedad si se compara con
la Burj Khalifa de 800 m, el
edificio más alto del mundo.
VIEW PICTURES

“Es una locura”, espeta el

en San Diego. En ella, expertos en ambas materias neurocientífico Francisco
establecen sinergias para entender y conocer cómo Mora. “Vivir allí arriba
el entorno modula el cerebro. Y no son los únicos que vulnera todos los códigos
indagan en esta materia; poco a poco cada vez hay cerebrales adquiridos hace
más escuelas de arquitectura que ofrecen introduc- más de cuatro millones de
años para sobrevivir. Cuando
ciones a la neurociencia o colegios de arquitectos, el cerebro se formaba, tenía-
como el de Catalunya que organizan seminarios y mos verde cerca, contacto
talleres en torno al tema. La idea es que si los diseños con la tierra. En esos edificios
arquitectónicos incorporan principios neurológicos, no hay árboles, ni naturaleza
seguramente potenciarán la creatividad y el confort ni nada. Eso va a violar los
de quienes ocupen esos edificios. códigos genéticos expresados
en el cerebro que nos hacen
tener esa querencia por todos
“Todo aquello que nos rodea, nos influye porque es lo que consideramos vida, la
información que llega al organismo. Y esa informa- naturaleza, los árboles. Y tal
ción hace que el cerebro ponga en marcha mecanis- vez eso cree nuevas enferme-
mos de producción de hormonas que acaban produ- dades como esquizofrenia,
ciendo sensaciones y emociones”, explica la doctora depresión, o que muten
en biología Elisabet Silvestre, experta en biología del genes en ese nuevo ambien-
hábitat y que colabora con el Colegio Oficial de Ar- te”, considera. Y añade: “O se
tienen en cuenta los códigos
quitectos de Catalunya (COAC). Aunque la neuroar- emocionales del cerebro o
quitectura es un concepto bastante novedoso, que los
BARRIE WINIKER

van a aparecer nuevas pato-

arquitectos tomen en cuenta principios de salud a la logías mentales y del cuerpo
hora de diseñar inmuebles no lo es. Y es lógico que muy nuevas”.
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3 DE MAYO DEL 2014

El cerebro y los rascacielos

se llevan mal: en la imagen
el techo del mundo: torre
Burj en Dubai, 800 m

MITCHELL FUNK
Estrés en las aceras de una
gran urbe: aglomeración en
la mítica Quinta Avenida de
Nueva York
MERTEN SNIJDERS

nera percibimos el mundo que nos rodea, cómo
nos movemos en el espacio y cómo el espacio físico
nos puede condicionar la capacidad de resolver
problemas. Esto no es algo totalmente nuevo para
los arquitectos, porque a comienzos del siglo XX,
ya se preocuparon por erigir edificios pensando en
la gente. Lo nuevo es el arsenal de conocimiento e
instrumentos que aporta la neurobiología.
Uno de los pilares básicos para esta relación entre las
dos disciplinas se erigió hace unos 25 años, cuan-
do se descubrió que teníamos un cerebro plástico.
Hasta entonces, se creía que el cerebro adulto perdía
neuronas a medida que envejecía y que el organismo,
a diferencia de lo que ocurría por ejemplo con las
células de la piel, era incapaz de reemplazarlas. A
finales de la década de los noventa, varias investiga-
ciones, como la liderada por el neurobiólogo Fred
Gage, demostraron que sí nacen nuevas neuronas a
lo largo de toda nuestra existencia, sobre todo en el
hipocampo, la región del cerebro dedicada a proce-
sar nueva información y a almacenar las memorias
y recuerdos. En el 2003, Gage presentó este descu-
brimiento en una convención de arquitectos, en el
Instituto Americano de Arquitectura. Y enunció una
idea: los cambios en el entorno cambian el cerebro, y
por tanto, modifican nuestro comportamiento.
Otro avance importante que ha propiciado que la
arquitectura se acerque a la neurociencia es que
ahora se comprende mejor cómo el cerebro analiza,
interpreta y reconstruye el espacio y el tiempo, lo que
aporta valiosas pistas a los arquitectos a la hora de
distribuir los edificios. Pero hay mucho más, como la
luz. “Una iluminación artificial deficiente no ayuda
al cerebro que debe esforzarse mucho más; eso en las
empresas puede influir en una baja productividad
y en las escuelas en un bajo rendimiento”, explica la
bióloga experta en arquitectura Elisabet Silvestre. En
el 2008, el Instituto de Neurociencias de los Países
Bajos realizó un estudio en residencias geriátricas.
Seleccionó al azar seis de los 12 centros públicos
holandeses y en esos instalaron un sistema de luz
artificial extra con el que aumentaron hasta 1000 lux
la iluminación, en el resto era de 300 lux. Una oficina
bien iluminada suele tener unos 400 lux y un estudio
de televisión, unos 1.000. Pues bien, durante los tres
años y medio que duró el estudio, los científicos ana-
lizaron cada seis meses las capacidades cognitivas
de los ancianos que residían en esos centros. Los que
vivían en los mejor iluminados tenían un 5% menos
de pérdida de capacidad cognitiva y había un 19%
menos de casos de depresión.
La altura del techo también nos afecta. En el 2007,
John Meyers-Levy, un profesor de marketing de la
Universidad de Minnesota, colocó a cien voluntarios
en una sala que tenía tres metros de altura; y a otras
100 personas en una sala con un techo de 2,40 m. En-
tonces, les pidió que clasificaran una serie de depor-
tes por categorías que ellos debían escoger. Meyers-
Levy comprobó que aquellos que estaban en la sala
con el techo más alto habían llegado a clasificaciones
más abstractas y creativas, mientras que los del
techo más bajo optaron por criterios más concretos.
Quizás este tipo de techos son muy adecuados para
un quirófano, en que el cirujano debe concentrarse
bien en los detalles, mientras que techos altos puede
que sean más apropiados para talleres de artistas o
escuelas.
Las zonas verdes son otros de los elementos clave.
En el 2007 se publicó un estudio realizado por Nancy
Welles, una psicóloga ambiental de la Universidad
de Cornell, quien había analizado el comportamien-
to de niños de entre 7 y 12 años tras una mudanza
Colegios que ayudan la luz natural, que tengan un
a estudiar buen flujo de ventilación y en
De momento, buena parte de las que se minimice el ruido. Y
la neuroarquitectura se aplica un buen diseño de la escuela
a edificios de uso público puede explicar que varíen del
y, sobre todo, a hospitales 10% al 15% las puntuaciones
y centros educativos. De de los alumnos de enseñanza
hecho, ya comienza a haber primaria en una prueba de
escuelas e institutos en que lectura y de mates, según
arquitectos y neurocientíficos un informe elaborado por la
han colaborado para diseñar Universidad de Georgia (EE.
instituciones que favorezcan UU.) en el 2001.
familiar. Welles se percató de que si los chavales des-
de la nueva casa tenían vistas a algún espacio natural,
como un parque o un jardín, conseguían mejores
resultados en un test de atención. Y lo mismo en las
escuelas: los alumnos que aprenden en aulas que
ofrecen vistas a espacios verdes obtienen mejores
notas que quienes ven edificios. En los hospitales los
enfermos se recuperan antes si pueden observar es-
pacios naturales desde la habitación. Y para los niños
con autismo, pasar tiempo en contacto con la natura-
leza, calma el trastorno, los hace sentir relajados.
Contemplar la naturaleza tiene un efecto restau-
rador para la mente y aumenta nuestra capacidad
de concentración. “Nuestros códigos cerebrales se
forjaron a lo largo de un proceso evolutivo en que
estábamos en espacios abiertos, en la sabana afri-
cana. En esos lugares nuestro cerebro hace cuatro
millones de años pasó de pesar 500 gr a los 1.500 gr
de ahora. Y tenemos circuitos que responden a ese
tipo de lugares, y que, por ejemplo, hacen que nos es-
tresemos, aunque sea de forma inconsciente, cuando
estamos en habitaciones estrechas y oscuras”, señala
el neurocientífico Francisco Mora. Otra investiga-
ción observó mediante resonancia magnética del
cerebro a los participantes mientras miraban objetos.
25 EN CASA
Vista de la fachada de
las Bodegas Ysios, en
Laguardia, Álava, obra de
Santiago Calatrava
En los últimos años,
las salas de cuidados
intensivos para los bebés
prematuros han cambiado
CARLOS SÁNCHEZ PEREYRA
Descubrieron que cuando veían cosas puntiagudas, Centros mentales
angulosas, rectas, se activaba la amígdala, región Según un estudio del King’s
cerebral asociada al miedo, ansiedad y peligro. “El College de Londres del 2011,
cerebro codifica ese tipo de formas como agresivas e un tercio de los pacientes
inconscientemente se sitúa en un estado de alerta, de ingresados en un centro
psiquiátrico sufren algún
inseguridad. Y pasa no sólo con los muebles, también
episodio de violencia. Se
con los edificios. La arquitectura, por ejemplo, de estima que casi la mitad de
Calatrava puede provocar esa sensación inconscien- los trabajadores de estas
te”, señala Francisco Mora. instituciones están expues-
tos a situaciones violentas
En la ciudad La neuroarquitectura no sólo se centra cada año. Los esfuerzos para
en los edificios, sino también en el diseño de las paliarlas han sido en vano. Se
ha comprobado, que para los
ciudades. Según la ONU, en el 2050 dos de cada tres
pacientes el estrés ocasiona-
personas en el mundo vivirán en una metrópoli. Y do por la propia enfermedad
eso, al parecer, conlleva un alto peaje para nuestro se puede ver intensificado
cerebro. Existen varios estudios que señalan que por el trauma de estar
la memoria, la capacidad de concentración y de confinados durante semanas
atención se ven afectados negativamente en medios en pabellones cerrados. La
urbanos. Y que los urbanitas padecen mayores ni- mayoría de estos centros son
muy ruidosos, los enfermos
veles de ansiedad, depresión, estrés crónico y riesgo
carecen de privacidad y se
a padecer trastornos mentales graves que quienes entorpece la comunicación
viven en el campo. entre pacientes y entre estos y
los trabajadores.
“La ciudad se ha convertido en el origen de patolo- Hasta ahora la arquitectura se
gías y enfermedades”, alerta Mora. Estamos expues- había tenido en cuenta para
tos a olores, ruidos, tráfico, contaminación, espacios diseñar edificios más seguros.
estrechos y reducidos. “Estamos muy estresados Tener en cuenta los principios
de la neuroarquitectura per-
cuando convivimos con gente que se acerca dema- mitiría diseñar espacios que
siado a nuestro espacio, cuando nos hallamos en
medio de aglomeraciones. En estos casos se registra
disminuyeran la agresividad,
que calmaran emocional-
una actividad muy alta en la amígdala, región rela- mente a los pacientes con
cionada con la detección de peligros, el miedo y el salas compartidas y asientos
dolor, porque eso nos estresa y altera. También en la móviles que les diera la capa-
cidad de controlar su espacio
corteza cingulada, que focaliza la atención y tiene un
personal y la interacción con
rol relevante en la conducta emocional”. Al menos en
experimentos llevados a cabo con roedores se sabe
otros, además de utilizar
superficies que absorbieran
que los espacios masificados, los sonidos estridentes el ruido y grandes ventanales
repentinos, las luces brillantes, los múltiples estí- para que entre más luz.
Bebés prematuros
Uno de los casos de neuroar-
quitectura más conocidos
es el de las UCI para bebés
prematuros. A comienzos de
los noventa, el doctor Stanley
Graven trabajaba en mater-
nidad del Hospital de Florida.
Estas unidades se diseñaban
pensando, sobre todo, en el
trabajo de enfermeras y mé-
dicos. Graven, no obstante,
comenzó a pensar de qué
manera aquellas salas donde
VIVIR EN
LA CIUDAD
SUPONE UN
ALTO PEAJE
PARA EL
CEREBRO
LA LUZ O
LA ALTURA
DE TECHOS
MARCAN EL
ESTADO DE
ÁNIMO
FUSE
los recién nacidos debían pa- diseño de las salas para que
sar semanas o meses influían estas UCI tuvieran un sistema
en su progreso y salud. Al de control de sonido y de luz
nacer prematuramente, estos que se adaptara a la edad de
niños deben enfrentarse gestación de cada pequeño
a parte del desarrollo que teó- con el objetivo de no influir
ricamente deberían haber he- en sus sistemas neuronales.
cho en el útero de la madre, Comprobaron que aquellos
fuera. En el tercer trimestre de cambios tenían un efecto
gestación es cuando se pro- positivo sobre el desarrollo
duce el desarrollo del sistema de los bebés. Y hoy en día mu-
auditivo y luego el visual, en chas salas para prematuros
ese orden. Gravan propuso se desarrollan teniendo en
una serie de cambios en el cuenta estos criterios.
mulos son potentes detonadores de la respuesta de
estrés. Se segrega adrenalina, se activan las zonas del
cerebro relacionadas con la atención y la vigilancia,
aumenta el ritmo cardíaco.
Asimismo, la activación crónica de la respuesta de
estrés se asocia con una desmejoría del sistema
inmune, lo que acarrea problemas de salud y una
tendencia a pillar infecciones víricas. Luego está la
presión social, un aspecto que los científicos conside-
ran muy dañino. “Tenemos un cerebro que ha ab-
sorbido un entorno que eran grandes extensiones de
tierra abiertas y ahora hemos pasado de este medio
idílico a ciudades con calles estrechas y abarrotadas.
Y eso está disparando todos los sistemas de alerta y
peligro del cerebro”, considera Mora.
El gran reto, señala la bióloga Elisabet Silvestre, es
hacer de la ciudad un entorno saludable. “No tiene
sentido que ahora todos pensemos en irnos a vivir al
campo o a un ambiente más rural. Hay que diseñar
y proyectar desde el punto de vista de un urbanismo
más beneficioso para la salud física y emocional, que
promueva la identidad y al individuo, a la vez que
potencie al grupo, la socialización, la participación”.
Está claro que no podemos tirar abajo las urbes en
que vivimos y comenzar a construirlas de cero, pero
sí podemos apostar por una rehabilitación saludable
introduciendo, por ejemplo, calles más anchas, edifi-
cios que aprovechen más la luz natural y, sobre todo,
más zonas de vegetación; se ha visto que tienen un
papel modulador de una mejor salud de las personas.
“Ver árboles alarga la vida, minimiza los periodos de
convalecencia en enfermos y mejora en general la
calidad de vida. Se trata –asegura Silvestre– de hacer
ciudades más sostenibles entendiendo los códigos
neuronales de funcionamiento del cerebro”. s