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Filosofar: develar en lo desconocido

Por: Jeferson Steven Gutiérrez Camargo


“El ser tiene que ver con el conocer y el conocer tiene que ver con el ser” [ CITATION Arm \l
2058 ]. Así pues, se extiende un panorama bastante grande, en lo que concierne, por un lado
a la comprensión del ser en cuanto ser, y por otro, del conocimiento en tanto ejercicio
propio del ser humano. Ahora bien, este ejercicio muchas veces parece situarse en el plano
de lo inexistente, ya que el dialogo que se produce se encuentra mediado por lo
desconocido. Para mostrar cómo puede llegar a suceder esto se hará una reflexión a partir
del texto del “Escardapón”, del libro de Umberto Eco, Kant y el ornitorrinco” [CITATION
Umb99 \n \t \l 2058 ]. En esta historia encontramos a Chiari y Campanini, dos hombres que
pueden o no ser conocidos, que se encuentran en un tren y que han de tener una
conversación sobre lo que esconde uno de ellos. Estos tal vez puedan ser los mejores
filósofos, han dedicado toda su vida a cuestiones de interés puramente racional, a
desentrañar la verdad misma de las cosas, a aproximarse a dar una definición, o a mostrar el
sentido de la realidad. De esta manera, pues, su tarea primordial ha sido y será el develar lo
que “está detrás de sí”, es decir, la cosa en sí.
En la antigüedad encontramos a los presocráticos intentado mostrar el sentido del mundo, el
principio o “arjé” de las cosas; Platón mostrando el sentido de la realidad y percibiendo en
ella, una imagen de las cosas (o mundo de las ideas). Luego Aristóteles abriendo el campo
de la filosofía, y explicando lo que puede entenderse como “ciencia primera” –o cómo
después será llamada, metafísica-. Más adelante, Agustín retomando cuestiones importantes
de Platón fundamenta de cierta manera la forma como se percibe el cristianismo y logra
hacer una aproximación desde la filosofía a la complejidad de Dios. Y santo Tomás,
entrada la edad media se dedica a temas de gran complejidad, y retomando a Aristóteles
puede responder al cristianismo desde una perspectiva metafísica. Así pues, los filósofos se
encuentran en un dialogo constante, tratando de desvelar el sentido de la realidad.
Por otro lado, se encuentra un cesto, el cual ha de contener algo muy importante, es más
algo que puede cambiar la perspectiva de la realidad. A esto podríamos denominarlo el
“problema fundamental”; es allí donde reside la cuestión a la que todos desean acercarse,
ya sea por el placer que produce lo desconocido, o por un acercamiento que dé razón de la
realidad. Así pues, lo que se muestra es el cesto, muchos lo han llamado fenómeno,
apariencia, más en este caso lo llamaremos como Aristóteles y santo Tomás: “ente”. Lo que
contiene el cesto se encuentra entre lo real y lo desconocido. El dueño es uno de los
hombres, y con ciertos movimientos refleja que conoce muy bien lo que se encuentra
dentro, incluso le tiene un nombre: “escardapón”. El otro hombre ante una cuestión
desconocida nominalmente, dice también conocerlo, más él sabe que nunca lo ha visto que
incluso nunca había escuchado la palabra escardapón.
Este hecho de llamarlo de esta manera y no de otra, tiene mucha relevancia dentro de la
filosofía; se podría traer el aquel texto de Platón, “Cratilo o del lenguaje”, y explicar cómo
las palabras pueden ser algo más que un conjunto de letras con sentido y que incluso, el
nombre puede decir algo mucho más profundo, a saber su esencia. Por tanto, la palabra
“escardapón” a simpe vista parece ser parte de algo que está vivo, así pues, situándose en el
plano de lo vivo existen tres ramas: plantas, animales y hombres. Esta última categoría ha
de ser desechada por el hombre, ya que ningún hombre puede estar dentro de un cesto tan
pequeño. Y es aquí donde comienza todo un proceso de develamiento, más este hombre no
hace uso de sus sentidos más próximos como lo son el tacto, el olfato y el gusto, sino que
por el contrario, la única información que posee es la imagen o idea, el nombre, y la
credibilidad de que ha de existir.
Es de esta menara, como el hombre comienza a decir lo que puede contener el cesto en sí
mismo, es decir, ya no va decir un qué es sino un cómo es, esto con el fin de entrar en el
sentido mismo. Estas aproximaciones parecen coincidir en la realidad, pues de allí son
tomadas, más el reflejo que recibe del otro hombre en de negación. Así pues, recurre a su
experiencia para definir lo que puede contener el cesto, -hay que recodar, que este hombre
no conoce lo que es un escardapón, simplemente está especulando, a raíz de lo que genera
su nombre-. Las preguntas van desde un “lo que tiene”, hasta “lo que es”; sin embargo,
aunque refleje un escardapón este solamente existe en la realidad de quien lo está
definiendo, en este caso el hombre, ya que se encuentra oculto. Es por esto, que este
ejercicio puede denominarse un “desentrañar la verdad”, es decir, mostrar lo que es en sí
mismo un escardapón, que parece ser lo mismo que el ser, el alma, la esencia o la realidad,
cuestiones que se encuentran sumidas en el misterio.
De esta manera, el hombre comienza a decir lo que puede tener un escardapón, plumas,
pico, patas, dedos; esto puede decir algo sobre la realidad, “lo que tiene una cosa refleja lo
que es en sí mismo” esta sería la máxima por la que este hombre estaría definiendo lo que
es un escardapón. Ahora bien, cuando el dueño del cesto decide mostrar su contenido, lo
primero que se presenta es el asombro, el miedo; más lo que se halla es el vacío. Es decir,
en el cesto no se encuentra un escardapón lo que hay es un espacio libre en el que podrían
contenerse muchas o por lo menos, una sola cosa. Así pues, el escardapón solo existió en
ese momento, por un lado en el hecho nominal y por el otro, en las aproximaciones a su
esencia.
Ahora bien, esta historia refleja un problema fundamental dentro de la filosofía occidental,
a saber, la cuestión del ser y la psique. La pregunta ¿Qué es el Ser?, ha quedado suspendida
en el misterio, incluso en el vacío; a lo largo de los siglos se ha tratado de dar respuesta,
algunos desechándola y permitiéndose otra cualidad de preguntas, más volver al punto
inicial no les es tan difícil. Y como este problema existen muchos más como la psique, que
además merece todo un estudio como lo es la psicología, que se desprende en cierta medida
de lo fáctico, para situarse en el plano de las emociones o del comportamiento. Así pues,
estas dos preguntas han ocupado a muchos filósofos y sus aproximaciones han contribuido
a la comprensión de la esencia misma de las cosas, más no hay todavía algo concreto y
definitivo.
Así pues, esta tarea sigue estando abierta a las interpretaciones, a la búsqueda permanente
de lo que puede ser. Incluso se necesitaría de alguien o algo que decida retirar el velo a este
cesto, para ver lo que se encuentra dentro, y tal vez encontrar que no es más que el vacío.
Ahora bien, lo anterior no pretende decir que estas cuestiones no son de vital importancia
dentro de las cuestiones filosóficas, sino que por el contrario lo son en mayor valor, porque
su develamiento podría tener cambios en la realidad –no cambios facticos sino de
mentalidad, de percepción-. Por esta razón, el responder a estas preguntas le corresponde a
todo aquel que desee dejarse llevar por el misterio, por lo desconocido, que no corresponde
únicamente a la ciencia, ya que el mundo contemporáneo pretende hacer creer que el
develamiento de las cosas compete única y exclusivamente a la ciencia, y aunque en cierta
medida así se pueda vislumbrar, es un error considerarlo como una totalidad de sentido.
Por tanto, es necesario una re-valoración del hecho de filosofar. Que no debe comprenderse
como algo exclusivo o sectario, que incluso limite e impida romper barreras meta-físicas,
sino que por el contrario lleva a la persona hasta los límites y lo sitúe frente a lo
desconocido.

Referencias

Eco, U. (1999). Kant y el ornitorrinco. Barcelona: Lumen.


Segura, A. (s.f.). Tratado segundo: El alma humana.

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