1. Si bien la Constitución Política de 1991 reconoce a Colombia como una Nación
multiétnica y pluricultural, la verdad es que ha sido escaso el desarrollo constitucional en esta materia y los cambios que se pueden observar no obedecen primariamente —contrario a lo que los gobiernos les han gustado declarar— a orientaciones o políticas estatales de ‘reconocimiento’. La sensación que tengo es que los avances obtenidos han sido más el resultado de movilizaciones que realizaron los movimientos étnico-territoriales en los últimos años para defender sus derechos; movilizaciones que estuvieron marcadas por numerosos conflictos, a menudo violentos, con el Estado y otros actores económicos y políticos del país.
En el imaginario social de nuestra sociedad multiétnica y pluricultural, existe
cierta definición dominante del ‘Otro’, del subalterno o minoritario —indio, negro, gitano, inmigrante, desplazado, homosexual, etc.—por los grupos en el poder, a la par que los grupos subalternos elaboran, a su vez, sus propias definiciones sobre los grupos dominantes. Diferenciar a grupos humanos por sus características políticas, étnicas, culturales, raciales o religiosas, es una práctica bastante común en las sociedades. No obstante, el argumento de Barth es que las fronteras étnicas no se trazan teniendo en cuenta estas diferencias, sino que las diferencias se buscan o se inventan, en función de unas fronteras que ya han sido trazadas y que definen el tipo de relaciones sociales que se presentan en una sociedad multicultural.
El conflicto se presenta, cuando los grupos subordinados no admiten más los
valores ligados a la jerarquía étnica establecida en esa sociedad multicultural, ni aceptan las representaciones dominantes, aquellas que asignan determinados roles al grupo dominante, por ejemplo, el de producir ministros, filósofos, científicos, políticos y empresarios, y a los subordinados, el de producir obreros, barrenderos, jornaleros y prostitutas. Un reconocimiento adecuado no es tan sólo una cortesía que debemos a nuestros prójimos: es una necesidad humana vital.
El deseo de reconocimiento exige una aceptación con base en principios de
igualdad y equidad, deseo y demanda de reconocimiento que devuelve el sentido de la vida y la dignidad de ser humano, y que es transformada en reivindicación por los grupos subordinados. Es por esa vía que las diferencias culturales se transforman en diferencias políticas. Aún más, son esas diferencias culturales las que están en el origen de —y potencian— las diferencias políticas. La política, que para muchos politólogos es el resultado de enfrentamientos entre fuerzas antagónicas en el marco de la lucha por el poder, es el producto de pugnas culturales no políticas —es decir, pre-políticas —, pero sin las cuales lo político no podría ser explicado: las diferencias culturales no solo anteceden, sino que se encuentran en la razón de ser de ‘lo político’. Esto explica por qué el campo de la política está sujeto a toda suerte de interferencias subjetivas, pues es el campo donde luchan por el poder —por algo le llaman ‘arena’— seres humanos, en esencia complejos y ambiguos, con cargas ideológicas, pertenencias culturales, pasiones, incertidumbres morales e intereses terrenales diferentes, que conducen a que el estado de democracia que construyen esté lleno de encrucijadas e incertidumbres, y las instituciones que crean para gobernar y administrar justicia sean frágiles, volátiles y cambiantes.
2. El documental nos ilustra por medio de testimonios, movilizaciones sociales,
marchas masivas, discursos asamblearios o canciones cuál es la situación de los nasa, que buscan preservar la cultura ancestral y autonomía de los pueblos originarios. Su reivindicación se encuadra en un ámbito más amplio, dentro de la historia de la defensa de los derechos de la clase indígena, la cual incluye blancos, afro y mestizos. Esta lucha constituye un proceso de resistencia de referencia nacional, si bien están siendo desoídos por parte de dirigentes y otras figuras públicas, y ser aún desconocidos en ciertos sectores poblacionales.
El documental cuenta que en el año 2008 se fundó la Minga Social y
Comunitaria, la cual se mantuvo sin éxito en asamblea permanente para presionar al Gobierno a sentarse a establecer negociaciones con ellos. Demandan el cumplimiento de los acuerdos ya firmados con los indígenas. Cabe señalar la captura del líder de estos, Feliciano Valencia, continuando hoy en día la lucha jurídica por su liberación.
El objetivo es lograr una reconciliación que cese los conflictos y la
incertidumbre que se viven hoy. Ello explica que el movimiento indígena que lucha desde el 1971 con el Consejo Regional Indígena del Cauca sea un proceso pacifista, sin embargo “paz con hambre nunca va a haber”.
Otro de los aspectos fundamentales en esta larga lucha es proceso de
recuperación basado en revertir la producción de etanol por caña de azúcar, dado que hoy en día Colombia es el segundo en la lista de países que más generan este tipo de combustible.
A pesar de lo arduo que resulta el proceso de reconocimiento del territorio
indígena, han obtenido ciertos logros. Es el caso de la restitución a los nasa de 15.000 hectáreas de territorio a raíz del desgraciado episodio de la Masacre del Nilo, si bien a día de hoy solo se ha devuelto de forma efectiva el 41%. Más recientemente, el 12 de octubre de 2016, comenzó el proceso de liberación de 1.000 hectáreas de tierras del norte del Cauca. No obstante, su voluntad es la liberación total de sus territorios.
La Agenda 2030 Al Descubierto 2021-2050: Crisis Económica e Hiperinflación, Escasez de Combustible y Alimentos, Guerras Mundiales y Ciberataques (El Gran Reset y el Futuro Tecno-Fascista Explicado)