Mi cuerpo esta tibio pero supongo que ha de comenzar a
enfriarse, siento que mi cabeza esta explotando de a poco y
mi sangre tiene un impulso a recorrer fugaz mis venas y huir por el primer poro que encuentre. Ella, cálida, en su camino va dejando las ultimas esperanzas que tiene mi cuerpo para revivir aunque él mismo se esta dando cuenta que su lucha no es ya fructífera.
Mi cerebro sigue enviando estímulos, siento como que
todos los impulsos de mis nervios en un solo instante están enviando todos los recuerdos a mi consciencia y ella confundida no entiende aún que hace él mirándome. Mis brazos están entumidos, mi cabello alborotado por la lucha contra él no me deja observarlo bien. Es muy extraño que él no haya cerrado mis parpados, quiere que lo siga observando, quiere que este consiente de lo que hará conmigo. Morbo sobrenatural, su adrenalina debe estar corriendo de la misma manera que ahora siento que mis fluidos lo están haciendo.
Debido a mi extraña postura, él me coloca recta y firme, me
acuesta en mi cama que acababa de arreglar para esperarlo. Sus manos firmes emprenden su labor y mi blusa es su primera victima. Mi jean, mis zapatos, mi interior. Todo como lo habíamos planeado, como que su mas grande deseo era que todo este ritual estuviera al alcance de nuestros anhelos.
Mi ojos apuntaban al techo y no pude ver lo que hacia, pero
aun tenia un sentido que estaba intacto, mi oído. Escuchaba como movía los muebles de un lugar a otro, fósforos uno tras otro, la luz del medio día se fue y no precisamente fue culpa de mis ojos. Yo me sentía extraña, nunca imaginé que pudiera estar presenciando esto, mi cerebro por alguna extraña razón me mantenía conectada al mundo real, tal vez sabía lo que estaba ocurriendo y me estaba dando mi último suspiro.
Me sorprendió verlo a mi lado, sus ojos no dejaban de
verme, pero la intensidad de su mirada hacían que mis fluidos se alteren. Lentamente fue quitándose la ropa. Y sus ojos… sus ojos… como podré culparlo si podía notar en sus ojos que me amaba. No lloraba pero su triste mirada me decía que el también estaba sobrecogido. Tomó un vaso de mi velador, saco un frasco de su ropa y lo mezcló, bebió lentamente el contenido y luego solo escuché que suspiraba.
Empezó por mis pies, los acariciaba, los besaba. Recorría
primero con su boca y luego con sus dedos cada parte de mí. Mientras yo muerta de deseo por él no tenia otra opción que sentirlo y continuar mirando aquel tejado. Subía y subía y sus besos traspasaban mi piel, era como que con cada paso iba internándose en mi cuerpo y sin oportunidad de volver. Me pareció muy extraño que no acariciara mi sexo, él sabía que era algo que me hacia enloquecer. Creo que al fin yo era su esclava y él estaba al mando. Llegó a mis senos y contrario a mi parecer no se detuvo el tiempo que acostumbraba, los besó, sus dedos afilaron mis aréolas pero con tal sutileza y esmero que mi sangre me estaba advirtiendo que yo estaba a punto de enrojecer. Mis ojos querían retorcerse, inútilmente.
Siguió su camino y sentí todo el peso de su cuerpo, pero al
verlo nuevamente cara a cara, mire que su rostro estaba empalideciendo, de su boca una especie de saliva salía y comencé a entender que era lo que estaba ocurriendo. Alzó todo su cuerpo y se quedó observándome, quedo. Sus cabellos largos, negros, hacían un túnel entre su cara y la mía. En un pequeño espacio de tiempo nuestras miradas unieron nuestros deseos y sentimientos. Nuevamente bajó, sus labios húmedos envolvieron los míos y sentí como nuestros sexos comenzaron a jugar, sentía aquel calor que amaba y entendí que como en ese instante éramos uno solo.
Paso muy poco tiempo mientras mi conciencia iba
perdiendo fuerza. Cada vez mas dejé de ver, mis ojos abiertos comenzaron a nublarse y lo ultimo que alcance a ver su rostro lloroso y su mirada aun penetrante. Así, ciega y con mi conciencia perdida, aun lo podía escuchar… Te amo. Nuestros cuerpos aun acalorados continuaban meneándose, pero su continua tos aletargaba nuestro baile. Su olor me mantenía viva, y su voz cada vez era mas opaca. Éstos lentamente tuvieron la misma suerte que mi vista. Casi inconsciente, mi piel sintió como de repente el se detuvo, se recostó en mi tibio cuerpo, me abrasó y con sus escasas fuerzas comenzó su viaje final hacia mi boca. Como una lucha contra sí, sentía sus besos arrastrarse hasta alcanzar su objetivo. Mordió mis labios y su cuerpo al igual que el mió empezó aquel viaje que yo acababa de realizar.