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El zapatero y el rey (Primera parte)  (1840)- José Zorrilla

TER.
Ojalá no le tuviera;
ACTO PRIMERO aunque en tal caso, mi Blas,
gran ventaja no me llevas.
Personas
BLAS.
DON PEDRO. ¿Cómo?
DON JUAN.
DIEGO PÉREZ, zapatero. TER.
BLAS, TERESA, sus hijos. Anteanoche temblabas.
UN HOMBRE DEL PUEBLO.
BLAS.
La escena es en Sevilla ¿Cuándo?

ESCENA PRIMERA TER.


Interior de la casa de Diego Pérez: ajuar del oficio. Es de noche. ¿Cuándo? ¿No te acuerdas?

BLAS, TERESA BLAS.


No a fe.
TERESA.
Sí, sí, cierra la ventana, TER.
que hace una noche… Cuando aquella mano
que, asiéndola por las rejas,
BLAS. cerró a golpe la ventana.
Muy buena
para empezar una ronda. BLAS.
Algún hidalgo tronera
TER. que a su casa volvería
¡Vaya, y diluvia! con tres o cuatro botellas.

BLAS. TER.
Por fuerza ¿Y aquellas voces que oímos?
bebe los vientos por ti Di, ¿y el son de las cadenas?
si hoy es constante.
BLAS.
TER. ¡No lo mientes!
¡Qué pelma!
TER.
BLAS. ¡Virgen santa,
Vive Dios que es un mancebo qué noche tan cruel fué aquella!
que vale un mundo, Teresa; Rodaba todo el infierno
ni valientes le intimidan, por el atrio de la iglesia.
ni temporales le arredran;
con su espadón en el cinto BLAS.
y su malla sempiterna, ¿Lo viste tú?
no hay quien le tosa en Sevilla
si como ronda pelea. TER.
¿Yo? En la cama
TER. me di mil veces por muerta,
Siempre te me estás burlando. y no me atreví de miedo
ni a rebullirme siquiera;
BLAS. pero Juanito me dijo
¿Yo burlarme?, no lo creas; que él asomó la cabeza
si la verdad no te digo por la rejilla, mucho antes
en la vida hablé de veras. que a cerrárnosla vinieran,
¿Crees tú que entrar le dejara y vió…
en casa, si no creyera
que es un soldado y valiente? BLAS.
¿Qué vió?
TER.
(sobresaltada). TER.
¡Dios mío! Seis fantasmas,
cuatro blancas y dos negras.
BLAS.
¿Qué fué, Teresa? BLAS.
Hablemos si te parece
TER. con formalidad, Teresa.
Sería aprensión.
TER.
BLAS. Pero no dejes la obra
Sería. por hablar.

TER. BLAS.
Creí que abrían la puerta. Enhorabuena:
sigo con ella, y escucha.
BLAS. Aunque yo en verdad no tenga
Lo que tú tienes es miedo. miedo a los muertos, sea dicho
con la debida cautela, TER.
por no tenerlos vecinos Miren qué gracia.
he echado a solas mis cuentas. Abre tú que estás más cerca.

TER. BLAS.
Y a fe que la vecindad ¡Vaya! ¡Pues aún tendrá miedo!
no es muy grata. ¿Quién?
DIEGO.
BLAS. (dentro)
Estáme atenta. Yo.
Puesto que van ya tres noches BLAS y TER.
que esos muertos se rebelan, Buenas noches.
y con sus danzas nocturnas DIEGO.
dormir en paz no nos dejan, os las dé Dios, hijos míos.
pienso ir, si padre consiente, (A Blas, que se asoma a la puerta con curiosidad.)
a otro barrio con la tienda. Vaya, Blas, que llueve, cierra.
¿No te parece? Y mañana… ESCENA II
DIEGO, BLAS, TERESA
TER. TER.
¿Mañana? ¡Soberbia idea! ¿Queréis lumbre?

BLAS. DIEGO.
Cuanto más pronto mejor. Sí, por cierto;
que hace una noche tremenda.
TER.
Sí, sí, porque el miedo arrecia. BLAS.
Yo, la verdad, ni una noche Sentaos.
duermo un minuto serena.
DIEGO.
BLAS. Toma el sombrero.
Pues yo sueño con los diablos Llévate la capa y tiéndala.
y los duendes todas ellas.
BLAS.
TER. Chorreando está.
¡Hola! ¿Conque al cabo, Blas, (Vase Blas y vuelve)
que tienes miedo confiesas?
TER.
BLAS. ¿Qué tenéis,
Negar que los muertos me hacen padre? Traéis descompuesta,
mucha pavura, Teresa, desencajada la cara.
fuera, a hablar como hombre honrado,
en mí la aprensión más necia. DIEGO.
Sabes que en toda mi vida Es el frío.
temí paliza, pendencia,
ni motín, que en todo lance TER.
presto anduve a la defensa No, por fuerza
de mi padre o mis hermanos, os ha sucedido…
de un vecino… de cualquiera.
Sabes que estuve empeñado BLAS.
no ha mucho en ir a la guerra, ¿Cómo?
y que a dejarme mi padre, ¿Qué es eso?
ya estaría en la frontera.
Mas los muertos me intimidan, DIEGO.
¿a qué andarse por las yerbas? Vaya, que apenas
Si veo venir de frente llego, siempre os empeñáis
una pica, una ballesta, en que azares me sucedan.
derecho me voy al bulto, No tengo nada.
por ir aunque más no sea;
pero en hablando de muertos, BLAS.
estoy con la pataleta. Es que importa
Me columpio que parece que jamás os acontezca
que es de plomo la cabeza, mal, mientras que tengáis hijos
los pies y manos de corcho, que os venguen.
y el corazón de manteca.
DIEGO.
TER. ¿Eh?
Pues manos a la mudanza.
BLAS.
BLAS. Que os defiendan.
No, como a padre convenga,
a otra parte con la música. DIEGO.
La venganza es, hijo mío,
TER. de maldición una piedra,
Blas, que llaman a la puerta. que tarde o temprano vuelve
contra el mismo que la suelta.
BLAS.
Abre tú. BLAS.
Ya lo sé padre, que he oído
mil veces eso en la iglesia.
BLAS.
DIEGO. Vuestro mal humor os ciega:
PUes es preciso que siempre padre, ¿que tiene de extraño
en la memoria lo tengas. que por ser la calle estrecha,
Pero vamos a otra cosa: porque se pierde o se gana,
¿Vino? o sea por lo que sea,
mude un vecino algún día
BLAS. a otro barrio casa o tienda?
Nadie.
DIEGO.
DIEGO. Blas, yo tengo mis razones,
En hora buena; y permanecer es fuerza
¿conque habéis estado solos? en esta casa, aunque mucho
de ello en el alma me pesa.
BLAS.
Sí, señor. BLAS.
)¡Qué diablos! ¡Quiere y no quiere!
TER. ¿A que también da en la tema
Si no se cuenta de callar que tiene miedo?)
el miedo de cada cual. Pero…

DIEGO. DIEGO.
¿Y de qué ese miedo era? Basta de querella:
¿Ambos calláis? no hay que alzar ya más pelillos
a conversación tan necia;
TER. y el que de noche curioso
Dilo, Blas. me abra a deshora una reja,
que se eche a él solo la culpa
BLAS. del mal que a todos nos venga.
Padre, hablando con franqueza,
los muertos… TER.
¿Llamaron?
DIEGO.
Bueno, dejadlo. BLAS.
¿Abro?
BLAS.
Es que estamos siempre… DIEGO.
¿Pues no?
DIEGO. Que entre en mi casa quien quiera.
¡Vuelta! ESCENA III
DICHOS; DON JUAN DE COLMENARES
BLAS. JUAN.
Y hemos tratado los dos Dios sea loado.
de que mudemos la tienda. DIEGO.
¡Don Juan!
DIEGO. ¿Con una noche tan cruda
No hay que pensar más en ello; vos en mi casa?
los muertos son gente buena, JUAN.
y no se meten con nadie. Sin duda,
siempre os quise con afán.
TER. DIEGO.
Pero… Cuatro años hace, señor,
que en ella no os hemos visto.
DIEGO.
Silencio, Teresa; JUAN.
no son los muertos a fe De venir es, ¡vive Cristo!
los que ahora a mí me amedrentan; esa la razón mejor.
y de una vez para siempre Cuanto más corren los años
que comprendáis me interesa, más los amigos se prueban,
que los muertos no hacen daño, y amistades se renuevan
y que hablar de ellos molesta. en males y desengaños.

BLAS. DIEGO.
Pero, padre, ¿y esas voces Habláis, don Juan, de amistades
que de noche nos atruenan? con tono tan singular,
que nos haréis recelar
DIEGO. en la vuestra novedades.
Cerrad las ventanas bien,
y dormid a pierna suelta; JUAN.
las voces sólo son ruido, ¡Oh, no, Diego! Por mi vida
y el ruido no rompe piernas. nunca os la tuve más fiel,
y de ello…
BLAS.
¿Y no era más fácil?… BLAS.
(Reniego de él.)
DIEGO.
No. JUAN.
Os da pruebas mi venida.
(Con aire de importancia.) DIEGO.
¡Hola! ¡Qué altos los muchachos Solos estamos; ¿habláis?
están!… ¡Mozo más cabal!…
No le sentarían mal JUAN.
la coraza y los mostachos. Diego, tú, audaz y orgulloso,
¿No es este el que quiso ser?… de tu virtud satisfecho,
caminas siempre derecho
BLAS. por el camino espinoso
Yo soy, y si aún me dejaran, de la vida; mas preciso
por San Juan que se quedaran será que te haga mirar
los zapatos por coser. que hay mucho en que tropezar.

JUAN. DIEGO.
¿Con tanta afición te sientes? Os agradezco el aviso;
mas tengo ya sesenta años,
BLAS. y si es que torcido anduve,
Los ojos tengo rasados los vicios que siempre tuve
sólo con ver los soldados tarde os parecen extraños.
con el hierro hasta los dientes.
JUAN.
JUAN. Diego, tu altivez modera
Y entonces, ¿por qué esa senda?… y a la razón deja luz
que es muy recta tu virtud,
BLAS. pero es atrevida y fiera.
Dice mi padre, señor, Consulta contigo mismo
que siempre he de estar mejor lo que vas a responder,
que en el cuartel, en la tienda. que va tu respuesta a ser
tu salvación o tu abismo.
JUAN. ¿Quieres escribir tu nombre
Nada hay a eso que añadir; donde los nuestros están?
mas, Diego, si no hay objeto DIEGO.
que lo obste, tengo en secreto Ya os dije que no, don Juan.
dos palabras que decir. JUAN.
(¡Qué tenacidad de hombre!)
DIEGO. Diego, ¿Lo has pensado bien?
¿A mí, don Juan?
DIEGO.
JUAN. Sí, don Juan.
A ti, Diego.
JUAN.
DIEGO. ¿Y no has pensado
Podéis empezar, si os place. que va a alcanzar tu pecado
a mi cabeza también?
JUAN.
No estás solo. DIEGO.
¡También a vos! No lo entiendo.
DIEGO.
¿Eso qué le hace? JUAN.
¿Quieres que en olvido eche
JUAN. que ambos con la misma leche
Iréme, pues. nos nutrimos?

DIEGO. DIEGO.
Idos luego. Os comprendo;
(Con orgullo.) tal vez creéis que me amáis
Bajo este techo, don Juan, porque pensáis mucho en mí,
no hay quien no pueda discreto mas cuando pensáis así,
guardar el mejor secreto.}} don Juan, os alucináis.
Mucho mi arrogancia os pesa,
JUAN. pues culpo vuestras acciones,
Grandes para ti serán y esas son las mil razones
los motivos de esa fe porque Diego os interesa.
en tus hijos, pues lo son,
pero fuera indiscreción JUAN.
fiarme yo, y no lo haré. Mas hay otros que, inflexibles
por no malograr su afán,
DIEGO. a tu vida tenderán
Pues tanto empeño mostráis, todos los lazos posibles.
idos vosotros. Te seguirán por doquiera,
y es infalible decreto
BLAS. que quien roba su secreto
(Maldita ayuda les preste o muera.
sea con él su visita.)
(Vanse Blas y Teresa) DIEGO.
Concluyamos de una vez:
ESCENA IV yo sé que hay un Juez supremo,
DON JUAN, DIEGO y nada en el mundo temo
mientras me ampara ese Juez. Ya lo sé;
Os habéis puesto, insensatos, mi padre os crió conmigo.
con los muertos a jugar,
y habéis logrado engañar JUAN.
así a muchos mentecatos. Y no sé cómo igualmente
la misma leche nos hizo
JUAN. necio y descontentadizo
Cuanto importa mantener a ti, y a mí tan prudente.
de ese aislado monasterio
la oscuridad y el misterio, DIEGO.
en mi empeño puedes ver. Tenéis razón, ¡vive Dios!
Es fuerza, Diego, que el vulgo que hemos salido en pareja
de comprenderlo no acabe; un lobo con una oveja.
si ha de morir quien lo sabe,
peligro, pues lo divulgo. JUAN.
Tú el lobo.
DIEGO.
Desprecio la oculta ley DIEGO.
que proscribe mi virtud, Y la oveja vos:
y siendo en mi juventud eso dije.
soldado, defiendo al rey.
JUAN.
JUAN. Hombres ingratos
Al rey que deja morir que desprecian tan traidores…
de hambre a sus servidores,
que andan hoy como traidores DIEGO.
mendigando a quien servir. (interrumpiéndole).
Al rey que deja inhumano No quiero vuestros favores,
que a merced de oficio infame… don Juan; coseré zapatos.
¿Me tenéis más que decir?
DIEGO. JUAN.
Quien tal al trabajo llame, Que te encomiendes al cielo.
es, don Juan, sólo un villano.
Jamás en lo que es me meto DIEGO.
mi rey, que soy su vasallo; A ese tribunal apelo.
bueno o malo, sufro y callo,
y aunque le odio, le respeto. JUAN.
Lo dije: !y mirad por Dios A Dios.
que pierdo ya los estribos!
No temo muertos ni vivos; DIEGO.
conque meditadlo vos. Con vos quiera ir.
Y no lo toméis a espacio,
que no soy yo vuestro amigo; ESCENA V
y en amistad os lo digo, DIEGO, BLAS, TERESA
mañana voy a palacio.
(Un punto de silencio.) BLAS.
Padre, no oí lo que os dijo,
JUAN. mas créolo un desacato;
Lloré, supliqué por ti, y muerte afrentosa elijo,
mas la vida nos va en ello; si siendo yo vuestro hijo
y cada cual por su cuello os ofende y no le mato.
mira con razón aquí.
Conque si ello tanto importa, DIEGO.
piensa a tu vez y despacio, Blas, el cariño te ciega.
que no llegará a palacio
ni tu palabra más corta; BLAS.
pues no puedes en conciencia No sé qué juego se juega,
en ser nuestro consentir, porque no oí más que el fin;
custodiado has de partir, pero el negocio es muy ruin,
y no temas la indigencia. cuando mi padre se niega.
(Le ofrece un bolsillo, que Diego rechaza.)
DIEGO.
DIEGO. ¿Nada comprendiste?
Dadlo a los de vuestra grey,
don Juan, que yo mi pobreza BLAS.
llevo con tanta fiereza No.
como su corona el rey.
Y aunque los den tan baratos DIEGO.
que cieguen por trabajar, Dios tal vez te ensordeció.
nunca pan me ha de faltar;
mis hijos harán zapatos. BLAS.
Vi que os ofreció dinero,
JUAN. y que dijisteis: No quiero;
Sabes, y Dios me es testigo, bien hecho, tampoco yo.
de que hice por ti, a mi fe,
cuanto pude. DIEGO.
Blas, la honra es un tesoro,
DIEGO. y aunque te ofrezcan más oro
que cabe en la catedral, DIEGO.
si la vendes harás mal. Si fuera él…

BLAS. BLAS.
Primero me mate un moro. Apostara algo.
No le está bien a un mancebo
los secretos rastrear ESCENA VI
de un viejo, sé que no debo; DICHOS, DON PEDRO, en traje de soldado
mas ¿me queréis confiar
este? A guardarle me atrevo. BLAS.
Seor soldado, guárdeos Dios.
DIEGO.
Es inútil; está bien PEDRO.
donde está, y no estará, no, Él le socorra, mancebo.
mucho tiempo. Alegre está, ¿qué hay de nuevo?

BLAS. BLAS.
Yo también Nada, pues llegasteis vos.
tomaré lo que me den PEDRO.
los que saben más que yo. ¿Me esperaban?
(Pausa.) BLAS.
Impacientes.
TER. PEDRO.
Padre, ese hombre os ha dejado ¿Qué es ello, pues linda niña?
tan inquieto… ¿qué tenéis? ¿Se la ocurre alguna riña?
¿Qué me mandáis?
DIEGO. DIEGO.
¿Vuelves ya a lo comenzado? Que te sientes.
Con tan prolijo cuidado PEDRO.
acosado me tenéis. Buen viejo, disimulad;
Mas ahora que hago memoria, no os saludé en derechura,
si ese soldado viniera porque al ver tanta hermosura
de otras noches, me pluguiera. me siento ciego.

TER. DIEGO.
¿Os fuera útil? En verdad
que sois un hombre bizarro,
DIEGO. y siempre con buen humor.
Sí que fuera. (Don Pedro mete sin ceremonia ambos pies por medio de todos.)

BLAS. PEDRO.
¡Es hombre de grande historia! Dejadme echar al calor
Me gusta por lo valiente, esta humedad y este barro.
y de honrado tiene facha:
(A Teresa.) ¿No es así? BLAS.
(Si no viera en una pieza
TER. su amor y su edad marcial,
Padre consiente Teresa, tomaba a mal
en que venga… su desenfado y franqueza.)

BLAS. PEDRO.
Y es corriente, ¿Qué murmura el perillán?
que quiera padre no es tacha.
BLAS.
DIEGO. Que traéis hoy una espada
No le agradezco infinito con mucho primor dorada.
sus visitas en verdad;
mas hoy que le necesito… PEDRO.
En el cuartel me la dan:
BLAS. y como me sirva bien,
¡Voto a San Diego bendito…! jamás las señas la tomo;
que al pulsarla por el pomo
DIEGO. se cura siempre a cercén.
Blas, no jures. Pero al caso, señor Diego:
dispuesto estoy a escucharos;
BLAS. hablemos de prisa y claros,
Perdonad; que he de partirme muy luego.
pero mal lobo me coma
si no vuelvo como un galgo DIEGO.
con él. ¿Entráis en palacio vos?

TER. PEDRO.
¿Llaman? ¿Por qué me lo preguntáis?

BLAS. DIEGO.
Luego asoma Porque si hasta el rey llegáis
en nombrando al ruin de Roma. quiero hablarle.
PEDRO. DIEGO.
Sí por Dios; Pues a otra cosa; y decid,
y si queréis que le diga… ¿qué se habla por la ciudad?

DIEGO. PEDRO.
A solas le quiero hablar. Estoy de eso a la verdad
tan al cabo como el Cid.
PEDRO.
Para tan alto picar DIEGO.
muy grave causa os obliga. ¿No os importan las noticias
de vuestra patria y del rey?
DIEGO.
No a mí. PEDRO.
¿A mí?… Que haya buena ley
PEDRO. y se hagan muchas justicias.
¿Pues a quién? Lo demás nada me importa;
y cuando columbro guerra,
DIEGO. (Señalando la espada)
A él. doy un repaso a esta sierra,
(Don Pedro frunciendo el ceño se arrellana en la silla, dicendo con altivez:) y estoy listo en cuanto corta.
(Llaman en la puerta con brío.)
PEDRO. TER.
Diga, pues, lo que se ofrece. ¡Ay!
PEDRO.
DIEGO. Llaman.
Al rey su merced parece. DIEGO.
Abre. (Lo hace Blas.)
PEDRO. ESCENA VII
¿La cara tengo tan cruel DICHOS; un HOMBRE DEL PUEBLO
que con el rey me compara?
BLAS.
DIEGO. ¿Qué quiere?
Hable de él con más respeto,
que yo jamás me entrometo HOMBRE.
a mirar al rey la cara. ¿Diego Pérez?
¿Y en fin, lo podéis hacer?
BLAS.
PEDRO. Aquí es.
Cuando queráis.
HOMBRE.
DIEGO. Que vaya corriendo, pues,
Pues mañana. que su pariente se muere.

PEDRO. DIEGO.
¿A qué hora? ¿Mi pariente? ¿Y qué pariente?

DIEGO. HOMBRE.
La más temprana. Gil Pérez el estatuario,
que está con un mercenario
PEDRO. muriendo devotamente.
Pues bueno, al amanecer.
DIEGO.
DIEGO. ¡Gil Pérez!… ¡Oh! perdonad,
¿Os burláis? señor soldado, que entiendo
que ese que se está muriendo
PEDRO. conmigo en su mocedad
No por mi vida, siguió las armas reales.
porque mañana temprano
ha dispuesto el soberano PEDRO.
dar al monte una batida; Id, que soy muy vuestro amigo
conque si verle queréis, y estáis cumplido conmigo;
que madruguéis es preciso. id a remediar sus males.
Y si urgen por mala estrella
DIEGO. medicinas o dinero,
No echaré al agua el aviso. tengo una bolsa de cuero;
mandad por lo que hay en ella.
PEDRO.
Mucho de él os prometéis. DIEGO.
Gracias, y adiós.
DIEGO.
Eso es ya negocio mío, BLAS y TER.
seor soldado. ¿Volveréis?

PEDRO. DIEGO.
Bien está; En cuanto el mal lo permita.
a mí tanto se me da; (Sale Diego con el hombre; Blas y Teresa se asoman a la puerta.)
conque en ello no porfío.
BLAS.
Corre que se precipita. si no me dais antes de ir
de vuestro amor una prueba,
PEDRO. dad por llegada la nueva
Mozos, buen padre tenéis. de que estoy para morir

ESCENA VIII TER.


DON PEDRO, TERESA; BLAS, cosiendo zapatos Mucho en el alma lo siento,
que al cabo os quería bien.
PEDRO.
Decidme, esquiva hermosura, PEDRO.
¿me queréis como yo a vos? (Bello está en ella el desdén,
pero más el sentimiento.)
TER. ¿Conque me queréis, Teresa?
Brava pregunta por Dios.
TER.
PEDRO. Ya lo dije; mas si os vais,
Brava os quiero, altiva y dura; pésame que lo sepáis.
¿pero la frase la extraña?
Darela satisfacción: PEDRO.
es que está mi corazón ¿Que os pesa decís?
por sus ojos en campaña.
Y soldado más valiente TER.
que prudente capitán, Me pesa:
planto el sitio y allá van porque es vuestra condición
mis ballestas de repente. olvidar lo que ha pasado
Si el enemigo responde, en lugar que habéis dejado;
a él voy, y sin hacer alto conque ved si en Aragón
entro el lugar por asalto olvidaréis a Castilla.
si mirar nunca por dónde. PEDRO.
¿Se me entiende? (con brío).
¿Olvidar y haberla visto?
TER. Y vale más ¡voto a Cristo!
Como está que la Aldonza y la Padilla.
tan oculta la emboscada, TER.
no es fácil… ¿Qué decís? Que… ¿a quién nombráis?

PEDRO. PEDRO.
Vuestra avanzada Padilla y la Coronel,
dió con ella. damas del rey.

BLAS. TER.
¡Voto va! ¿Y con él
Paréceme que a barato y aquéllas nos comparáis?
lo echáis, y se me barrunta…
PEDRO.
PEDRO. Sí, pues siendo ante la ley
¿Quién al rapaz le pregunta? él el primero y mejor,
Calle y cosa su zapato. la más hermosa el amor
debe cautivar del rey.
BLAS.
(Siempre adelante me lleva; BLAS.
por más que me tengo serio, Ved que estáis aquí conmigo,
arranca con tal imperio y ved que su hermano soy.
que el diablo que se le atreva.)
PEDRO.
TER. ¡Qué lenguaraz estás hoy!
Bien, hablemos de otra cosa:
dicen que el rey de Castilla… BLAS.
Es que soy…
PEDRO.
¿Está ahora con la Padilla PEDRO.
en conferencia amorosa? Calle, le digo.

TER. BLAS.
¿Que me importa? Es de la guerra (Los ojos me hace bajar,
de Aragón por que pregunto. y se me traba la lengua.)

PEDRO. TER.
Contadme allá por difunto. No le riñáis, que es gran mengua
hacerle esto tolerar;
TER. y partid, que es ya muy tarde
¿Os partís para esa tierra? y no está mi padre aquí.

PEDRO. PEDRO.
El rey sus tercios envía ¿Con vos no me dejó a mí?
para allá, y según infiero ¿Qué importa que yo le aguarde?
yo salgo con el primero; (Tocan a las ánimas, y al son de las campanas Blas y Teresa hacen un movimiento de
conque al caso, prenda mía: temor.)
Sin duda saberlo debe.
PEDRO.
¿Qué es eso? PEDRO.
¿Y entonces?
TER.
¿No oís tocar? BLAS y TER.
Nadie se atreve.
BLAS.
Las nueve deben de ser. PEDRO.
(Gran misterio en ello cabe;
PEDRO. prosigamos, y si encuentro
¿Y qué tiene eso que ver el hilo a este laberinto,
para ponerse a temblar? fuego pondré a su recinto
hasta dar con lo que hay dentro.)
BLAS. Decid, ¿y habéis visto alguno
¿Qué, no sabéis lo que pasa? de esos cuerpos que parecen
Mas no me miréis así, por la noche, y aparecen
que ponéis un ceño… por la mañana?

PEDRO. BLAS.
Di Ayer uno.
qué es lo que hay.
PEDRO.
BLAS. ¿Tenía herida?
En esta casa
es imposible vivir: BLAS.
la mejor noche nos comen. En el pecho.

PEDRO. PEDRO.
¿Quién? ¿Y mostraba la señal
ser de espada o de puñal?
BLAS.
Temiendo estoy que asomen, BLAS.
que a esta hora suelen venir. Que con ambas lo habían hecho
dijeron los cirujanos.
PEDRO.
¡Qué tropel de desaciertos! PEDRO.
¿Locos a esta hora os volvéis? ¿Luego eran contra uno dos?
¡Ánimas eran por Dios
BLAS. de vivientes bien villanos!
¿Los oís? (Ruido dentro.)
(Don Pedro da un paso hacia la ventana; Blas le detiene.)
No os asoméis. BLAS.
¿Oís?
PEDRO.
¿Pero quién son? PEDRO.
Mandrias, no tembléis,
BLAS. que quien lo remedie habrá.
Unos muertos.
BLAS.
PEDRO. ¿Quién con los muertos podrá?
¡Muertos!… ¡Bah! ¡Bah! Pues ya estoy; PEDRO.
¿conque todo eso era miedo? Los vivos.
¿Y se ven? TER.
(Segundo paso de don Pedro y detención de Blas.) ¡Cómo!
PEDRO.
BLAS. ¿No veis
Estaos quedo que en un nicho los encierran?
si morir no queréis hoy. BLAS y TER.
Tiene razón.
PEDRO. DIEGO.
Y en efecto, se oye ruido (dentro).
y se ve luz por la calle. Muerto soy.
BLAS.
TER. ¡Santo Dios! ¿Habéis oído?
Siento que padre no se halle (Un momento de atención.)
ya esta noche recogido. DIEGO.
(dentro).
BLAS. ¡Blas! ¡Teresa!
¡Cielos, yo tiemblo por él!
Todos los días parecen TER.
hombres que a fuerza perecen ¡Padre ha sido!
de esa iglesia en el cancel. (Blas corre a la puerta, y al tiempo de abrir se ve a Diego tendido en tierra.)

PEDRO. DIEGO.
¿Y la justicia lo sabe? ¡Ay de mí!

BLAS. PEDRO.
¿Soñando estoy? y a los vivos asesinan,
son, si a espacio se examinan,
ESCENA IX fantasmas que verse valen.
DON PEDRO, DIEGO, BLAS, TERESA
ESCENA XI
BLAS. DON PEDRO; BLAS sale a la puerta y se tiene en el dintel, la cabeza inclinada sobre el
¡Sangre! ¿Quién fué, padre mío? pecho con muestras del más profundo dolor.

DIEGO. BLAS.
Tente, Blas, no salgas, no, ¡Amigo!
que murieras como yo,
y en ti mi esperanza fío. PEDRO.
(¡Desventurado!)
BLAS. ¿Diego?
Voy a buscar…
BLAS.
DIEGO. No le nombres ya:
Excusado; ¡silencio! Mi hermana está
¡fué mi destino fatal! rezando aún a su lado.
Arrimadme ese sitial,
y acercaos, buen soldado. PEDRO.
Que llore es mucha razón.
PEDRO.
Decid si sabéis quién fué, BLAS.
que ha de acordarse de vos. Sí, que rece una mujer,
pero algo más ha de hacer
DIEGO. un hombre en esta ocasión.
Dejadme acabar, por Dios:
id a ver al rey… PEDRO.
¿Luego dijo?…
PEDRO.
¿Y qué? BLAS.
Nada dijo,
DIEGO. pero yo lo sé muy bien,
Y decidle que esos muertos… que hay cosas que no las ven
sino los ojos de un hijo.
PEDRO. (Muy marcado.)
Acabad. Un hombre esta noche estuvo
con mi padre hablando aquí,
DIEGO. y yo con mi padre vi
No puedo más. que muy descortés anduvo.
(Inclina la cabeza y muere. —Pausa.) Ya de la puerta al dintel
dijo: Encomiéndate al cielo…
PEDRO. A su tribunal apelo
¡Voto a Dios y a Barrabás! si quien le mata no es él.
Entre sus labios abiertos (Quedan ambos en silencio por un instante.)
él mismo el secreto ahogó.
PEDRO.
BLAS. Esta noche irás conmigo
¡Padre! y el rey te remediará.

TER. BLAS.
¡Señor! ¿El rey? no voy; me ahorcará,
que es del otro muy amigo.
PEDRO.
Esto es hecho; PEDRO.
vamos a echarle en su lecho, ¿Y no hay justicia en Sevilla?
que ayudaros puedo yo.
(Llévanle y vuelve don Pedro.) BLAS.
Dicen que con este rey
ESCENA X no hay más razón ni más ley
DON PEDRO que su capricho en Castilla.
PEDRO.
PEDRO. Rapaz, la audacia perdono
¿En ver al rey tanto afán porque lastimado estás;
y a puñaladas morir? pero no hables así más
De lo que le iba a decir de quien se sienta en un trono;
claros barruntos me dan. y escúchame un buen consejo,
Con él los muertos mantienen que lléveme Belcebú
misteriosa relación… si no sé yo más que tú
Con el rey por precisión en la muerte de ese viejo.
también relaciones tienen. ¿Quieres con el hombre dar
¡Incomprensible cadena, que a tu padre asesinó?
yo seguiré uno por uno
tus eslabones, y alguno BLAS.
se deshará como arena! El alma daría yo
(Se pasea a pasos precipitados, y exclama mirando a la ventanilla.) a quien me le haga encontrar.
Muertos que del nicho salen
PEDRO. Quien son los muertos veré,
Pues los secretos que encierran y si a toparlos acierto,
las tumbas, los saben bien no me ha de quedar un muerto
a estas horas… que sepa tenerse en pie.

BLAS.
Pronto, quién?

PEDRO.
Esos muertos que te aterran.

BLAS.
¡Santo Dios!

PEDRO.
Que no te atreves
a esperarlos, bien se ve;
mas yo en tu lugar lo haré,
y piensa cuánto me debes.
Yo hallaré el rastro a tu presa,
te daré a ese hombre, y si él es,
me has de ayudar tú después
a poner cabo a la empresa.
¿Dices que de esa ventana
se alcanza la iglesia a ver?

BLAS.
¡Cielos! ¿Qué intentáis hacer?

PEDRO.
Una caridad cristiana:
vete, mancebo, a rezar
por el que duerme allí echado,
vete; yo soy un soldado
y voy también a velar.

BLAS.
Mirad bien, que aunque parecen
ilusiones del temor
esos fantasmas, señor,
mayor crédito merecen.
Mi padre me amenazó
que quien osara mirar
ni entender…

PEDRO.
Vete a rezar,
Blas, que te lo mando yo.

BLAS.
Valiente sois, buen soldado;
quédoos muy agradecido,
mas de hinojos os lo pido,
quede el postigo cerrado.
¡Oh, aunque me digáis tenaz
que son visiones del miedo,
lo he visto y juraros puedo
que hay un muerto pertinaz
que en cerrárnosle se empeña!

PEDRO.
Vete, que ha de estar abierto,
y como asome ese muerto
yo le daré santo y seña.
(Don Pedro obliga a Blas a entrar en el cuarto donde entró su padre.)

ESCENA XII
PEDRO.
Que lloren sus desventuras
los hijos de un zapatero,
mientras busca un caballero
con valor sus aventuras.
(Entorna la ventana.)
Dejo entornado el postigo
y mato la luz; así
veo y no me ven a mí
de las sombras al abrigo.
(Toma un taburete y se sienta enfrente de la ventana.)

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