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“El PRECIO DEL SEGUIMIENTO”

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
cada día, y sígame” Lucas 9:23.
La multitud que agolpaba a Jesús, en algún momento se ve confrontada por el Señor, bajo
una invitación a seguirle que extiende sobre todos los que le rodean. Es algo extraño, ya
que todos caminan detrás del Maestro, pero ojo, Jesús no les invitó a estar con él sino a
seguirle. ¡Qué gran impresión se llevarían quienes habían estado con Jesús ya por largos
días!
Esto es entonces un llamado a los que llevan caminando con él algún tiempo. Jesús nos
ha invitado a ir en pos de él.
Pero ¿Cuáles son las exigencias para ir en pos de Jesús?
La biblia nos muestra tres requisitos que debemos asumir para ir en pos de Jesús.
El primer requisito que debemos asumir para ir en pos de Jesús es la negación.
La palabra griega que se usa para el llamado de negación en griego se lee “árnesástho” y
significa: entregar los derechos, o decir no. Este es un verbo en modo imperativo, es
decir, es una orden, no un por favor.
Esto nos dice entonces, que a cualquiera que quiera venir en pos de Jesús, se le ordena
que diga que no, al mundo y sus deseos, y entregue todos los derechos a Dios. También
nos dice, que no se puede iniciar el peregrinaje en el camino del verdadero seguimiento,
si primero no se lleva a cabo la negación.
El apóstol Pablo puede ayudarnos muy bien a comprender en qué sentido, nos debemos
negar a nosotros mismo. El escribe a los Corintios en su primera carta 4,1 que los
hombres deben considerarnos como siervos de Jesús. Esta palabra en el griego se lee
“hyperetas”, este es a diferencia del esclavo “dúlos” y el “Paidos” alguien que no tiene
derecho nada más que a servir.
El precio de la gracia, que muchos han degustado de un seguimiento barato, al degustar
de una gracia que afecta e involucra el perdón de los pecados, pero que ha olvidado el
llamado que se hace en medio de él, a decir que no al mundo y negarse a sí mismo, solo
para poder entregarse a una vida de devoción y obediencia de aquél que nos llamó.
El hombre o mujer que procure obedecer el llamado de Cristo, y pagar el precio del
seguimiento, deberá negarse a sí mismo, aprenderá a decir que no al mundo junto con sus
deseos, y le abrirá su corazón a la negación, entregará a Dios los derechos de que el haga
consigo lo que a Dios bien le plazca.
El segundo requisito que debemos asumir para ir en pos de Jesús es una cruz
personal.
La cruz, en el texto del cristianismo es la esencia del llamamiento. Produce prácticamente
la identificación absoluta con el Cristo de la gloria. Cargar la cruz es aceptar la vía de la
humillación constante y de la negatividad de una vida corrupta y negligentemente
religiosa.
Cuando Cristo cargo su cruz, lo hiso por motivos muy comunes para nosotros hoy, el los
vivió por las injusticias políticas, sociales y mayormente religiosas. Debido a que no
quiso rendirse ni dejarse subyugar a aquellos que no aceptaban la esencia de la fe, sino
que maquillándola, mantenían al pueblo incluso lejos de Dios.
Seguir a Jesús entonces demandará, romper con el molde común del pueblo religioso.
Oponerse a cada situación que no se viva conforme a las Escrituras, y padecer las
consecuencias de decir la verdad. Y es que hoy preferimos callarnos antes de defender
con justicia la realidad que vemos. Jesús no acepto eso. Fijémonos que los más grandes
conflictos de Jesús e incluso los que pidieron que cargara esta cruz fue el propio pueblo
religioso, y peor aún, no un religioso pagano o ajeno, fue su propio pueblo.
Esto nos trae a memoria, una gran autor de los años 1843, llamado Soren Kierkegaard,
quién en su libro la ejercitación del cristianismo, nos cuenta cómo es que Jesús, nos invita
a todos nosotros a seguirle desde el estado de humillación, y no desde el estado de
glorificación, para que el milagro sea aceptar su llamado y venir a él para hallar el
perfecto descanso. Él también interpretó a Martensen su obispo querido, quién había
cambiado la cruz de Cristo por la fama y la farándula de las comunicaciones, recibiendo
como recompensa por el intento de recuperar el mensaje del seguimiento las burlas y los
escarnios de todos.
Entonces el joven que quiera ir en pos de Jesús, deberá asumir la maldición de un mundo
que no quiere oír a Dios, pero también el abandono de la comunidad que no ama a Dios y
que solo busca objetivos personales, para dar los primeros pasos hacia el lugar donde se
dirigió Jesús.
El tercer requisito que debemos asumir para ir en pos de Jesús es una actitud de
discípulo.
La palabra griega que se pronuncia al final para decir que solo entonces, cuando hemos
cumplido los dos primeros requisitos, podemos seguirle es “akolutheíto”, y en los textos
griegos se citaban para el llamado de un rabino a su discípulo, de un general a su soldado,
o de alguien de quien se debía o quería adquirir algo.
En la época de Cristo, cuando un rabino iba a llamar a un discípulo, era esencial que el
Espíritu de Dios les mostrara que ellos tenían Shmika, es decir, algo especial de Dios. Sin
este requisito ninguno podría ser llamado a ser discípulo verdadero.
La triste realidad es que cuando alguien no tenía esto especial, simplemente era dedicado
a otras labores, y es que cuando ningún maestro les seleccionaba, ellos decepcionados de
saberse sin eso especial, tomaban diferentes oficios. Pero posiblemente cuando Jesús nos
vio y nos invitó a seguirle vio algo especial en nosotros.
Es como la historia del llamamiento de Mateo, el Señor pasa frente a su trabajo, está en la
silla de los que nadie vio algo bueno, se sentó entre los traidores, y aún así el maestro le
dice akoluthein, sígueme. Es que lo que no lograron ver los hombres lo ha visto Jesús,
por eso Corintios 1,27 que a lo menospreciado y necio ha escogido Dios.
Cualquiera entonces que quiera aceptar a Jesús y pagar el precio del llamamiento, deberá
aprender de él, asumirlo como el maestro, de quien duplicaremos nuestras propias vidas,
seremos sus imitadores, nos igualaremos tanto a él, que cuando nos vean dirán e allí un
cristiano verdadero.
El Maestro dice el que quiera venir en pos de mí. La pregunta que debiéramos hacernos
en última instancia es entonces, hacia donde le seguimos, cual es el camino del maestro
cuando circula por la vía crucis, cuando asume la cruz y avanza incansable. Los más
probable es que todos creamos que la meta es la muerte. Pero la verdad es que el
evangelio según san Juan, nos dice que la meta de este camino es el Padre. Jesús les dijo
en 14,12 porque yo voy al Padre.

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