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LA ORGANIZACION CEREMONIAL DE

TEHUANTEPEC Y JUCHITAN

Macario Matus
Casa de la Cultura de Juchitán , Oaxaca

Toda investigación, estudio, ensayo e interpretación que se realice en torno a la cultura


zapoteca, posibilita un acercamiento más, y ofrece nuevas luces sobre los distintos
ángulos que posee esta alta expresión humana que se desarrolló en Mesoamérica. Los
últimos descubrimientos y análisis arqueológicos, hechos con base en las pruebas
estratigráficas y del Carbono 14, apuntan que los zapotecas existieron diez mil años antes
de la era cristiana. Una edad mínima si se compara con los 4,500 millones que ha
cumplido el planeta Tierra, y respecto a los trece millones que se calcula tiene la galaxia
solar que se formó después del Big Bang que, según los científicos, fue la explosión que
originó al Sol, las estrellas, los planetas y otras criaturas del universo cósmico.
Este reciente acercamiento, de primer tipo, que entrega nuestro amigo Guido Munch,
antropólogo eminente, a través del libro La Organización ceremonial de Tehuantepec y
Juchitán, editado por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, está
manufacturado con disciplina, pasión y paciencia benedictina, abre más las rendijas, las
ventanas y puertas de la gran edificación maciza que es la cultura zapoteca, una de las
manifestaciones cumbres de la época precolombina. Cristaliza en este libro una excelente
labor para desentrañar los momentos, acciones y el pensamiento filosófico, el alma, el
Elan de los antiguos Binni Záa. Guido, como todos los antropólogos de ayer y hoy, ha
enfrentado y franqueado la barrera y zonas oscuras de la lengua zapoteca, la lengua Záa.
Esa palabra genérica, se había hecho perdediza en su cabal acepción. Záa es la lengua de
los hablantes Díidxa Záa, misma que se diferencia de la lengua de Castilla, Díidxa stiáa,
Díidxa náhuatl, Díidxa maya, tzotzil, rarámuri.
La lengua zapoteca, la Záa, es tan extensa e intensa, que es capaz de contar con un amplio
vocabulario; fue estudiada profundamente por fray Juan de Córdova, cuyo libro se editó
en 1578. La Záa posee ocho palabras homófonas, homógrafas, supera al español, que
apenas llega a cinco. El verdadero problema que presenta, aún hoy día, la palabra Díidxa
Záa, es que la grafía que emplea, quien la oye mal, la pronuncia mal, porque no la conoce
o es ajeno a ella, es su representación gráfica. Naturalmente, que en ese embrollo
lingüístico la grafía resulta equivocada, más todavía, si allí participan las variantes
dialectales de cada región, la evolución, la involución o estancamiento que han sufrido
los hablantes a través del tiempo y las distancias que los han dividido. No obstante, esas
diferencias verbales, fonéticas, gráficas, no presentan conflictos graves, ya que la lengua
zapoteca es la misma desde hace miles de años. No puede cambiar radicalmente, porque
sería tanto como aceptar que el inglés, el francés o el ruso se apartaran de sus troncos
comunes. Los neologismos son usados por gente que desconoce la formación de las
palabras con un sentido lógico y exacto. Un neologismo puede conformarse justamente
siguiendo esa lógica verbal, lingüística y fonética del zapoteco.
Los religiosos que acompañaron la invasión española, deliberadamente quisieron
sepultar, enterrar, ocultar, exterminar, nuestras palabras fundamentales, las que dan carta
de naturalización a nuestra existencia humana, esencia terrena y lo que más amamos, que
es nuestra lengua madre. No pudieron soterrar la lengua de los Binni Záa, porque ha
estado plena de rigor idiomático, fuerte, cimentada, sólida y ha soportado los embates de
otras lenguas, ayer la española, ahora la norteamericana. Lo mismo quisieron hacer con
nuestras costumbres, nuestras fiestas, según los otros idolátricas, propias de Luzbel y sus
adláteres del Averno. Pero, en este tercer milenio, el Dr. Munch ha venido a demostrar la
pervivencia de la lengua y nuestra cosmogonía zapoteca, porque allí están presentes,
incólumes, a pesar del paso del tiempo, de otras formas de neocolonización y efectos
globalizadores, tan amados por nuestros gobernantes de hoy. Nuestro amigo, ahora
paisano por derecho propio, estuvo en Tehuantepec y Juchitán, pueblos milenarios,
asistiendo a las ceremonias y rituales de la vida cotidiana de hoy. Ha registrado fielmente
todas las informaciones de primera mano, en el lugar de los hechos. Nuestro amigo hace
un estudio comparativo de los acontecimientos de hoy en los textos, crónicas y
testimonios con el pasado que legaron algunos religiosos y militares de la época de la
invasión española. Se trata de un estudio importante para los nativos y los propios
investigadores. Aquí se hermanan lo antiguo y lo contemporáneo, conviven
sincrónicamente para asombro de los estudiosos de la Antropología, la Sociología y la
Historia de los pueblos antiguos.
Sólo me queda una interrogante ¿Cómo es posible que Guido, el nuevo hermano
zapoteca, siga con vida, después de tantas danzas, flores y vino celebratorio?

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