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De Bogotá a España
Ricardo Gómez
Campuzano
(/exposiciones/ricardo-
gomez-campuzano)
Éxito y olvido
(/exposiciones/ricardo-
gomez-campuzano/exito-y-
olvido)
En este contexto, Bogotá se con guró como el principal centro político, religioso,
nanciero y educativo del país. Igualmente, la cultura bogotana se constituyó en la
cultura regional dominante, modelo para el resto de la nación. En la capital se
gestaron con mayor fuerza fenómenos como el de la urbanización, que frente a su
acelerado desarrollo a comienzos del siglo XX, experimentó décadas de particular
auge en los años cincuenta y sesenta. La aparición de nuevas industrias en Bogotá,
principalmente de alimentos y bebidas, y el desarrollo de actividades comerciales y
nancieras alteraron los marcos de referencia con que los habitantes asumían la
vida diaria en la ciudad. Así por ejemplo, mientras en el centro urbano se
consolidaron los primeros barrios obreros, los sectores medios y la burguesía en
ascenso empezaron a trasladarse a la periferia, lo que originó el desarrollo de
sectores como Chapinero.
/
Inmerso en esta sociedad, el pintor Ricardo Gómez Campuzano, cuya obra tuvo su
punto máximo en las tres primeras décadas del siglo XX, plasmó en sus pinturas la
esencia de su entorno y su identidad capitalina y nacional. Fue retratista de las
clases acomodadas bogotanas, paisajista de la Sabana y un destacado exponente
de la tradición hispana. Su obra está marcada por el periodo histórico conocido
como la Regeneración y por la hegemonía conservadora que dirigió al país hasta
1930. En esta época Bogotá es descrita como: “tradicional en la medida en que
mantiene ciertas diferencias sociales, culturales y políticas imperantes en la Colonia;
es paternalista, clasista y racista; y es modernizadora por cuanto incorpora ciertos
elementos simbólicos de la burguesía dominante en Europa y los Estados Unidos“.5
Para 1914, Gómez Campuzano era reconocido como una joven promesa de la
pintura. Ese año expuso más de sesenta paisajes en el Pabellón de Artes del Bosque
junto a Pedro Quijano (1878-1953). Fue entonces cuando la crítica lo relacionó por
primera vez con el paisaje de la Sabana al referirse, de la siguiente forma, a sus
afortunadas expresiones de la altiplanicie: “Lo que mejor comprende Gómez
Campuzano es el paisaje, sobre todo si es de nuestras altiplanicies: tiene de él muy
afortunadas expresiones“.8 La pintura de paisajes constituyó buena parte de los
intereses del artista bogotano. Es así como, ante su admiración por la Sabana de
Bogotá, impregnó sus pinturas con un notorio nacionalismo derivado del orgullo y la
fascinación que sintió por este territorio.
En 1916 Ricardo Gómez Campuzano viajó por primera vez a España para adquirir
mayor seguridad técnica. De Barcelona pasó a Madrid, donde dibujó intensamente e
hizo copias de las obras maestras en los museos. Esta experiencia, que se resume
en un año de intensa labor, fue de gran provecho para el pintor bogotano quien,
además de anticipar sus deseos de formarse en Europa, pudo asimilar ciertos
rasgos de la tradición plástica ibérica. En 1917, al volver de su viaje, pintó
Desolación (1917), una de las obras más emotivas de su producción. En este lienzo
de grandes dimensiones, el artista bogotano recrea la naturaleza como fondo al
triste drama de una vaca que llora, con un bramido desgarrador, a su ternero recién
despeñado y muerto. A lo lejos un grupo de aves, que bien podrían ser buitres,
sobrevuelan la escena. El crítico de arte Roberto Liévano describió la obra así:
“”
Todo es discreto en este paisaje de penumbra. El picacho árido, de
pedruscos y espartos. El cielo anubarrado por donde, ante el
presagio de tormenta, unas aves inician la huída. Y, en consonancia
de esa desolación incomparable, el bramido que casi nos es dado
para escuchar, el bramido que ha de repercutir como un clarín de
alerta.9
/
En las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, la formación académica
de los artistas comenzó a ser complementada con una educación principalmente
europea que se mantuvo aislada de las propuestas de vanguardia. Representada en
instituciones como las academias Colarossi y Julien en París, y la Academia de San
Fernando en Madrid, en esta época la academia europea gozaba de una reputación
mundial. Para los artistas colombianos era un privilegio pasar por estas escuelas,
donde aprendían a pintar y esculpir según el canon de belleza convencional.
“”
¿Salvador Dalí? Ah, sí, le llamaban “El hombre anuncio“. Me acuerdo
que en las clases de escultura de Moreno Carbonero llegaba Dalí y
se quedaba mirando el suelo hasta que encontraba un sitio que le
gustara, se sentaba y desenvolvía un papel delante de él (parecía
anunciando algo y de ahí su apodo) y empezaba a dibujar sin
siquiera mirar a la modelo ni a nadie. Tenía su originalidad desde
entonces. Una persona que de una cabeza de vaca saca un Cristo,
eso no se le ocurre a ninguno. No se puede aprender a ser genio
sino que eso nace con el individuo.10
El gusto de la sociedad bogotana estaba muy ligado al arte español. Esto se debe a
que, en los intentos por de nir una identidad nacional, fue prioritario enfatizar los
lazos con España,11 que legó su idioma, religión y cultura. La pasión por lo español
se revela así en la proliferación de encargos pictóricos y escultóricos a artistas
peninsulares en nuestro país, en la in uencia que ejercieron los artistas españoles
radicados en Colombia, así como en los intereses que manifestaron los artistas
colombianos por la academia española y sus temas.
Este interés también se hizo evidente al apelar a una práctica que bien podría
imaginarse eliminada y no obstante seguía vigente, la copia de grandes
maestros.12 Un recurso que les permitió a los artistas ejercitarse en las destrezas
esenciales de la pintura y personi car los valores del arte universal. Así, pues,
durante su estadía en Madrid el artista bogotano obtuvo un permiso para copiar en
el Museo del Prado. Allí realizó copias de Goya, Velásquez, Rubens, Rafael y Murillo,
de los cuales reprodujo, a tamaño natural, obras como Las hilanderas de Velázquez,
San Juan Bautista niño de Murillo, El cardenal desconocido de Rafael, Diana y sus
ninfas sorprendidas por sátiros de Rubens y La maja desnuda de Goya, de las que
seleccionó varias para su exposición de 1926. En esa oportunidad, las copias de
Goya, Velásquez y Rubens obtuvieron mayor cantidad de elogios que las mismas
creaciones del pintor. El crítico Alberto González Fernández se re rió, entonces, a la
Maja:
/
“”
De un lado la Maja, recostada con mucho estudio y poca
comodidad sobre un sofá de tono oscuro, en la mirada y en el gesto
un poquitín de vergÜenza por verse tan desnuda. La cabeza sobre
las simétricas almohadas, forradas en encajes blancos. Las formas
demasiado rotundas, pesadas, hechas para resaltar bajo la amplia
crinolina y para vibrar bajo la opresión del justillo. La piel de un
blanco mate a fuerza de estar escondida. La mujer, en n, muy
solemne, tomando aquel retrato muy en serio, toda ella
convencional y un poco complacida por sus formas opulentas.13
“”
Hoy nos llegan de Madrid fotografías de sus últimas obras
expuestas en los salones de pintura de aquella ciudad, y en verdad
nos sorprenden los adelantos alcanzados por el simpático artista.
De las guras acartonadas y frías de sus primeros ensayos a los
que hoy nos envía, hay un largo camino recorrido, camino de
estudio, de empeño, de observación, que muy alto habla del pintor
bogotano.14
/
“”
Su arte es regional. Son los tipos maestros, nuestros paisajes y
nuestra sensibilidad, los motivos y la base de toda su labor. Ocho
años ha estado en España, en su segundo viaje ha corregido la
primera impresión que recibió de los grandes maestros y ha
ampliado considerablemente los recursos de su técnica, pero todo
lo ha utilizado en bene cio de una concepción colombiana,
bogotana de la pintura. El espíritu castellano, pero de un castellano
que no es de Castilla sino de esta zona de América, la profundidad
que es nuestro carácter en verdad apenas disimulada, no son
cosas que Gómez busca afanosamente, y que muchas veces,
encuentra.16
Volver la mirada hacia España condujo la obra de Gómez Campuzano hacia una
inminente ‘españolería‘, sin duda agradable para la aristocracia clerical del momento,
que buscó en el arte elementos a nes con las ideas conservadoras. El dibujo
correcto, el modelado preciso y el detalle minucioso fueron las características que la
sociedad y la crítica encontraron en la obra del pintor bogotano, quien, inmerso en
esta suerte de estilo nacional, bien podría pensarse, acudió con sus pinturas para
apoyar los esfuerzos de reconstrucción que guiaron a los colombianos en las
primeras décadas del siglo XX.
Finalmente, se debe decir que Ricardo Gómez Campuzano contó con el entusiasta
apoyo de las revistas Cromos y El Grá co en la difusión de su labor. Las numerosas
pinturas suyas, utilizadas en la cubierta de estas publicaciones —pioneras en la
divulgación del arte nacional a inicios del siglo XX— colaboraron sin duda a
familiarizar al público con su trabajo. Así por ejemplo, la participación de Gómez
Campuzano con la revista Cromos, tuvo lugar a partir de 1919 con la reproducción
de la obra La portera, en la edición número 149 del 8 de febrero. De ahí en adelante,
y hasta los años cuarenta, se publicaron variedad de cubiertas con sus pinturas.
1 Javier Ocampo López, Historia básica de Colombia (Bogotá: Plaza & Janés
Editores, 2010), 277. . Volver arriba
2
“La economía cafetera que tuvo su inicio hacia 1830 entró en un proceso de
consolidación a partir de 1860, y entre 1890 y 1895 experimentó la bonanza más
importante del siglo XIX, ubicándose como el principal producto de exportación a
inicios de siglo XX. Santiago Londoño Vélez, Breve historia de la pintura en Colombia
(Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2005), 87. . Volver arriba
3
Ivonne Pini, En busca de lo propio. Inicios de la modernidad en el arte de Cuba,
México, Uruguay y Colombia 1920-1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Artes, 2000), 18. . Volver arriba
4
Álvaro Medina, Procesos del arte en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de
Cultura, 1978), 119. . Volver arriba
5
Miguel Ángel Urrego, Sexualidad, matrimonio y familia en Bogotá 1880-1930
(Bogotá: Fundación Universidad Central, Editorial Ariel, 1997), 14. . Volver arriba
7
Santiago Londoño Vélez, Pintura en América Hispana (Bogotá: Universidad del
Rosario, Luna Libros, 2012), 144. . Volver arriba
8 Sin rma, “En la exposición de pintura“, El Grá co XXII, núm. 215 (Bogotá, 21 de
noviembre de 1914). . Volver arriba
9 Roberto Liévano, “Último cuadro de Gómez Campuzano“, El Grá co Vol. 54, núm.
542 (Bogotá, 12 de marzo de 1921). . Volver arriba
/
10 Sin rma. “La exposición de Gómez Campuzano“. El Grá co, núm. 876 (Bogotá, 28
de abril de 1928). . Volver arriba
11 Gloria Valencia Diago, “Setenta años ‘pinte que repinte. . . ‘ ¡todos los días!“, El
Tiempo (Bogotá, 29 de enero de 1981). . Volver arriba
12
Ivonne Pini, En busca de lo propio. Inicios de la modernidad en el arte de Cuba,
México, Uruguay y Colombia 1920-1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Artes, 2000), 212. . Volver arriba
14
Alberto González Fernández, “La Maja de Goya y la Maja de Gómez“, El Grá co
XVI, núm. 811 (Bogotá, 4 de diciembre de 1926). . Volver arriba
15
Gustavo Santos, “Ricardo Gómez Campuzano“, El Grá co XIII, núm. 631 (Bogotá,
10 de febrero de 1923). . Volver arriba
16 Alejandro Garay Celeita, “Ricardo Gómez Campuzano visto por la crítica, 1910-
1930“, Memoria y sociedad núm. 12 (24): 63-71 (enero-junio de 2009), . Volver arriba