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INICIO (/) / EXPOSICIONES (/EXPOSICIONES) / RICARDO GOMEZ CAMPUZANO (/EXPOSICIONES/RICARDO-GOMEZ-CAMPUZANO) / DE BOGOTÁ A ESPAÑA (/EXPOSICIONES/RICA

De Bogotá a España
Ricardo Gómez 
Campuzano
(/exposiciones/ricardo-
gomez-campuzano)

Ricardo Gómez Campuzano.


Visiones de Nacionalismo en
el Arte Colombiano
(/exposiciones/ricardo-
gomez-campuzano/ricardo-
gomez-campuzano-visiones-
de-nacionalismo-en-el-arte)

Éxito y olvido
(/exposiciones/ricardo-
gomez-campuzano/exito-y-
olvido)

Ricardo Gómez Campuzano © Banco de la República


DE BOGOTÁ A ESPAÑA
(/EXPOSICIONES/RICARDO-
GOMEZ-CAMPUZANO/DE- Identidad Nacional e Hispanismo
BOGOTA-ESPANA)
Ricardo Gómez Campuzano es una de las guras más destacadas del arte
Paisaje colombiano del siglo XX. Su paso por la Academia de Artes de San Fernando en
(/exposiciones/ricardo- Madrid le permitió consolidar un estilo con claras referencias a una estética
gomez-campuzano/paisaje) española. El cuidado en la técnica, la luminosidad y la in uencia que recibió de
artistas como el pintor español Joaquín Sorolla son un sello distintivo en su pintura.
Neocostumbrismo
(/exposiciones/ricardo-
Su amplia producción da cuenta de la cultura bogotana de comienzos de siglo XX, y
gomez-
con ella, de una sociedad conservadora y religiosa que insistió en la primacía del
campuzano/neocostumbrismo)
academicismo. En esta época, la pintura contribuyó a iniciar la búsqueda de una
Retrato identidad nacional en la que aspectos como el hispanismo, el catolicismo y la
(/exposiciones/ricardo- consolidación de la élite bogotana fueron referentes determinantes en la
gomez-campuzano/retrato)
con guración del medio artístico. La preocupación por lo nacional, que reinó en las
artes plásticas a comienzos del siglo XX, se asociaba así con la idea de crear un arte
El estudio
(/exposiciones/ricardo- propio, ajeno a las tendencias de vanguardia y con la estima del modelo hispano
gomez-campuzano/el- como un signo distintivo de nuestra cultura.
estudio)
Durante las tres primeras décadas del siglo XX, Colombia retomaba su estabilidad
El artista política después de las frecuentes guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX
(/exposiciones/ricardo- y, en especial, de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) que enfrentó a
gomez-campuzano/el-
conservadores y liberales. El proyecto político de la Regeneración (1886-1899),
artista)
liderado por Rafael Núñez, se propuso uni car la nación a costa de limitar las
Cronología libertades individuales y políticas de la población. Asimismo, reunió una serie de
(/exposiciones/ricardo- provincias dispersas alrededor de Bogotá. A partir de entonces, se instauró la
gomez- República Conservadora (1886-1930) que, entre otros, llevó al poder al general
campuzano/cronologia)
Rafael Reyes (1904-1909), quien bajo su programa de restauración nacional,
Casa Gómez Campuzano
fomentó la paz, el mejoramiento de la economía y el saneamiento de las nanzas
(/multimedia/casa-gomez- públicas.
/
campuzano) La política de Reyes estuvo orientada hacia el fortalecimiento del comercio y la
industria, gracias a la instauración de medidas proteccionistas. Bajo este gobierno
se creó la banca central y se dio impulso a obras públicas, como la construcción de
carreteras y ferrocarriles. Desde el punto de vista social, la administración de Reyes
creó ciertas condiciones para las manifestaciones de una cultura propiamente
burguesa, la cual a rmó una conciencia nacionalista e impulsó el despertar
colombiano hacia la modernización.1 La economía colombiana, por su parte,
experimentó uno de sus momentos más importantes a inicios de siglo, cuando el
café se consolidó como el producto de exportación más relevante del país.2 

La bonanza cafetera de comienzos de siglo permitió hacer más rápido el desarrollo


de la industria, del proletariado y de la vida urbana, lo que traería mayor impulso a
las ciudades. Igualmente, por esta época, se forjaron intereses internacionales
alrededor del petróleo y del canal de Panamá que por los ánimos separatistas se
perdió en 1903. La colonización antioqueña del occidente de Colombia, basada en
un modelo de pequeñas y medianas propiedades, permitió el desarrollo de esas
tierras y se constituyó en un hecho signi cativo para la economía nacional.

En este contexto, Bogotá se con guró como el principal centro político, religioso,
nanciero y educativo del país. Igualmente, la cultura bogotana se constituyó en la
cultura regional dominante, modelo para el resto de la nación. En la capital se
gestaron con mayor fuerza fenómenos como el de la urbanización, que frente a su
acelerado desarrollo a comienzos del siglo XX, experimentó décadas de particular
auge en los años cincuenta y sesenta. La aparición de nuevas industrias en Bogotá,
principalmente de alimentos y bebidas, y el desarrollo de actividades comerciales y
nancieras alteraron los marcos de referencia con que los habitantes asumían la
vida diaria en la ciudad. Así por ejemplo, mientras en el centro urbano se
consolidaron los primeros barrios obreros, los sectores medios y la burguesía en
ascenso empezaron a trasladarse a la periferia, lo que originó el desarrollo de
sectores como Chapinero.

Lo que encontramos particularmente en Bogotá, durante las primeras tres décadas


del siglo XX, es la ejecución del proyecto político conservador que instauró un
modelo de nación. Asimismo, y gracias a la circulación del capital, la ciudad fue
testigo del nacimiento de nuevas clases sociales como la burguesía y la clase
obrera.

Si bien, durante este periodo, Colombia registró importantes avances en cuanto a


desarrollo urbano, industrialización y mejoras en los medios de transporte, en el
campo de las artes plásticas mantuvo una actitud conservadora.3 La noción de
modernidad no se aproximaba al arte colombiano, que en la época se concebía
apegado a un discurso estético tradicional, que muy poco —o nada— tenía que ver
con las inquietudes de vanguardia que se empezaban a gestar en otros países de
Latinoamérica. La sociedad conservadora, en especial la clase alta, compartía su
entusiasmo por el academicismo recalcitrante que con su verismo, su solemnidad e
idealismo adornado encarnaba las técnicas de representación propias del
clasicismo europeo. La Bogotá de gran gusto se inclinaba, pues, ante la obra
relamida de los cien mil brochazos. Para este grupo, el arte no debía proponerse
nuevas metas y Colombia mucho menos.4 

Guiada por la Regeneración, la institución eclesiástica impuso el dogma católico y


los conceptos morales como normas para controlar la vida de la sociedad civil. La
educación, la ciencia y la cultura estaban al servicio de la moralización de la
conducta y respondían al proyecto de contra-modernización del clero y del Estado, lo
que resultó de nitivo en campos como las artes plásticas. La Iglesia y las ideas
conservadoras marcaron así pautas en la elección de los temas que podían pintar
los artistas. Las temáticas más comunes en la época fueron esencialmente el
retrato, las imágenes religiosas, el paisaje y los acontecimientos históricos, que
respondían al gusto convencional de la sociedad del momento.Ricardo Gómez
Campuzano fue un bogotano culto y letrado que perteneció a una distinguida clase
social. Era católico, disciplinado y buen hombre de familia. Dotado con una
condición humana especial, que señalan quienes lo conocieron, era un personaje
sonriente, despreocupado y de buen humor. Representó, sin duda, a una sociedad
blanca, hispanizada y con un marcado gusto por el arte español.

/
Inmerso en esta sociedad, el pintor Ricardo Gómez Campuzano, cuya obra tuvo su
punto máximo en las tres primeras décadas del siglo XX, plasmó en sus pinturas la
esencia de su entorno y su identidad capitalina y nacional. Fue retratista de las
clases acomodadas bogotanas, paisajista de la Sabana y un destacado exponente
de la tradición hispana. Su obra está marcada por el periodo histórico conocido
como la Regeneración y por la hegemonía conservadora que dirigió al país hasta
1930. En esta época Bogotá es descrita como: “tradicional en la medida en que
mantiene ciertas diferencias sociales, culturales y políticas imperantes en la Colonia;
es paternalista, clasista y racista; y es modernizadora por cuanto incorpora ciertos
elementos simbólicos de la burguesía dominante en Europa y los Estados Unidos“.5 

Nació en Bogotá en 1891. Hijo de padres antioqueños, fue descendiente de la casa


bogotana Gómez Saiz, la cual lo emparenta con el precursor Antonio Nariño y con el
poeta José Asunción Silva y Gómez, de quienes fue tataranieto y primo segundo
respectivamente. Gracias a su entusiasmo por el arte y a una temprana inquietud
por la pintura, inició, desde muy joven, sus estudios artísticos, por ello su madre
delegó su formación a Ricardo Borrero Álvarez (1874-1931). De él heredó el amor
por el paisaje y el gusto por la pintura al aire libre, que practicó a lo largo de su
carrera.

En 1910 ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, donde fueron sus


profesores los reconocidos pintores colombianos Andrés de Santa María, Ricardo
Acevedo Bernal, Ricardo Moros Urbina, Roberto Páramo, Ricardo Borrero Álvarez y
Francisco Antonio Cano. Ese mismo año participó en la Exposición del Centenario,
su primera exhibición pública. Sus obras La niña y el caballo (sin fecha) y Sendero de
Fusagasugá(Ca. 1910) no solo le valieron los elogios de la crítica sino una mención
de honor por parte del jurado que, al premiar en la muestra una mayoría de paisajes,
rati có la importancia del género como expresión artística nacional.6 Esta
exposición marcó el principio de una sobresaliente carrera para el artista bogotano y
el inicio de una época en la pintura colombiana. Claramente, la celebración del
Centenario de la Independencia se constituyó en un medio para de nir lo nacional al
presentar a las élites conservadoras una imagen visual de la nación y un símbolo de
reconciliación con la Madre Patria.7 

Para 1914, Gómez Campuzano era reconocido como una joven promesa de la
pintura. Ese año expuso más de sesenta paisajes en el Pabellón de Artes del Bosque
junto a Pedro Quijano (1878-1953). Fue entonces cuando la crítica lo relacionó por
primera vez con el paisaje de la Sabana al referirse, de la siguiente forma, a sus
afortunadas expresiones de la altiplanicie: “Lo que mejor comprende Gómez
Campuzano es el paisaje, sobre todo si es de nuestras altiplanicies: tiene de él muy
afortunadas expresiones“.8 La pintura de paisajes constituyó buena parte de los
intereses del artista bogotano. Es así como, ante su admiración por la Sabana de
Bogotá, impregnó sus pinturas con un notorio nacionalismo derivado del orgullo y la
fascinación que sintió por este territorio.

En 1916 Ricardo Gómez Campuzano viajó por primera vez a España para adquirir
mayor seguridad técnica. De Barcelona pasó a Madrid, donde dibujó intensamente e
hizo copias de las obras maestras en los museos. Esta experiencia, que se resume
en un año de intensa labor, fue de gran provecho para el pintor bogotano quien,
además de anticipar sus deseos de formarse en Europa, pudo asimilar ciertos
rasgos de la tradición plástica ibérica. En 1917, al volver de su viaje, pintó
Desolación (1917), una de las obras más emotivas de su producción. En este lienzo
de grandes dimensiones, el artista bogotano recrea la naturaleza como fondo al
triste drama de una vaca que llora, con un bramido desgarrador, a su ternero recién
despeñado y muerto. A lo lejos un grupo de aves, que bien podrían ser buitres,
sobrevuelan la escena. El crítico de arte Roberto Liévano describió la obra así:

“”
Todo es discreto en este paisaje de penumbra. El picacho árido, de
pedruscos y espartos. El cielo anubarrado por donde, ante el
presagio de tormenta, unas aves inician la huída. Y, en consonancia
de esa desolación incomparable, el bramido que casi nos es dado
para escuchar, el bramido que ha de repercutir como un clarín de
alerta.9 

/
En las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX, la formación académica
de los artistas comenzó a ser complementada con una educación principalmente
europea que se mantuvo aislada de las propuestas de vanguardia. Representada en
instituciones como las academias Colarossi y Julien en París, y la Academia de San
Fernando en Madrid, en esta época la academia europea gozaba de una reputación
mundial. Para los artistas colombianos era un privilegio pasar por estas escuelas,
donde aprendían a pintar y esculpir según el canon de belleza convencional.

No obstante, y debido a que Francia era demasiado liberal en sus intentos de


vanguardia, muchos artistas jóvenes, como Ricardo Gómez Campuzano, tomaron
como guía la academia española. Es así como en 1921, gracias a dos becas
ofrecidas por el rey Alfonso XIII de España a artistas americanos, Ricardo Gómez
Campuzano y Domingo Moreno Otero (1882-1948) viajaron a España para ingresar a
la Academia de Artes de San Fernando en Madrid. El paso por la Escuela de San
Fernando fue determinante en la formación del artista bogotano, quien gracias a las
lecciones recibidas allí amplió los recursos de su técnica y reforzó su interés por el
arte español.

En este su segundo viaje a España, en el que también desempeñó algunos cargos


diplomáticos, el artista fue alumno de importantes guras del arte ibérico como
Manuel Benedito (1875-1963), Julio Romero de Torres (1874-1930), Cecilio Plá
(1860-1934) y Joaquín Sorolla (1863-1923) por quien sintió gran admiración.
Asimismo, entre sus condiscípulos estaba el famosísimo Salvador Dalí (1904-1989),
a quien Gómez Campuzano recordaba así:

“”
¿Salvador Dalí? Ah, sí, le llamaban “El hombre anuncio“. Me acuerdo
que en las clases de escultura de Moreno Carbonero llegaba Dalí y
se quedaba mirando el suelo hasta que encontraba un sitio que le
gustara, se sentaba y desenvolvía un papel delante de él (parecía
anunciando algo y de ahí su apodo) y empezaba a dibujar sin
siquiera mirar a la modelo ni a nadie. Tenía su originalidad desde
entonces. Una persona que de una cabeza de vaca saca un Cristo,
eso no se le ocurre a ninguno. No se puede aprender a ser genio
sino que eso nace con el individuo.10 

El gusto de la sociedad bogotana estaba muy ligado al arte español. Esto se debe a
que, en los intentos por de nir una identidad nacional, fue prioritario enfatizar los
lazos con España,11 que legó su idioma, religión y cultura. La pasión por lo español
se revela así en la proliferación de encargos pictóricos y escultóricos a artistas
peninsulares en nuestro país, en la in uencia que ejercieron los artistas españoles
radicados en Colombia, así como en los intereses que manifestaron los artistas
colombianos por la academia española y sus temas.

Este interés también se hizo evidente al apelar a una práctica que bien podría
imaginarse eliminada y no obstante seguía vigente, la copia de grandes
maestros.12 Un recurso que les permitió a los artistas ejercitarse en las destrezas
esenciales de la pintura y personi car los valores del arte universal. Así, pues,
durante su estadía en Madrid el artista bogotano obtuvo un permiso para copiar en
el Museo del Prado. Allí realizó copias de Goya, Velásquez, Rubens, Rafael y Murillo,
de los cuales reprodujo, a tamaño natural, obras como Las hilanderas de Velázquez,
San Juan Bautista niño de Murillo, El cardenal desconocido de Rafael, Diana y sus
ninfas sorprendidas por sátiros de Rubens y La maja desnuda de Goya, de las que
seleccionó varias para su exposición de 1926. En esa oportunidad, las copias de
Goya, Velásquez y Rubens obtuvieron mayor cantidad de elogios que las mismas
creaciones del pintor. El crítico Alberto González Fernández se re rió, entonces, a la
Maja:

/
“”
De un lado la Maja, recostada con mucho estudio y poca
comodidad sobre un sofá de tono oscuro, en la mirada y en el gesto
un poquitín de vergÜenza por verse tan desnuda. La cabeza sobre
las simétricas almohadas, forradas en encajes blancos. Las formas
demasiado rotundas, pesadas, hechas para resaltar bajo la amplia
crinolina y para vibrar bajo la opresión del justillo. La piel de un
blanco mate a fuerza de estar escondida. La mujer, en n, muy
solemne, tomando aquel retrato muy en serio, toda ella
convencional y un poco complacida por sus formas opulentas.13 

Mientras Ricardo Gómez Campuzano todavía se encontraba en España, en la capital


colombiana se empezaron a reseñar sus progresos. Llamaron la atención los
elogios que con su obra le arrancó a la crítica extranjera, así como su participación
en prestigiosos salones de pintura como el Salón de Otoño y el Nacional del Retiro,
en los que expuso entre 1922 y 1925. El crítico de arte Gustavo Santos se pronunció
sobre este hecho así:

“”
Hoy nos llegan de Madrid fotografías de sus últimas obras
expuestas en los salones de pintura de aquella ciudad, y en verdad
nos sorprenden los adelantos alcanzados por el simpático artista.
De las guras acartonadas y frías de sus primeros ensayos a los
que hoy nos envía, hay un largo camino recorrido, camino de
estudio, de empeño, de observación, que muy alto habla del pintor
bogotano.14 

Al regresar de Europa, en 1926, Gómez Campuzano presentó su obra en los salones


de la Academia de la Lengua. Sus pinturas fueron recibidas en aquel momento
como una muestra de su dedicación en la Escuela de San Fernando, donde estudió
por cinco años. El viaje a España fue, sin duda, un hecho determinante en la carrera
del pintor bogotano, quien adquirió la maestría de la escuela paisajística española y
una especial predilección por los tipos humanos femeninos, en los que sobresalen
las pinturas de damas de sociedad y los motivos de gitanas que pintó in uenciado
en la obra del maestro cordobés Julio Romero de Torres y que ilustran la asimilación
de la pintura regional hispana.

La obra de Romero de Torres, profesor de ropajes del artista bogotano, se enmarca


en el costumbrismo popular y se caracteriza por la exaltación de los valores
típicamente andaluces como el cante, la pasión y el amor. En sus retratos, de gran
realismo, el artista español imprime un carácter simbólico y atemporal a la imagen
seductora ?casi profana? de la mujer gitana que siempre fue su inspiración. Como
Romero de Torres, Ricardo Gómez Campuzano dedicó una buena parte de su tiempo
al retrato femenino. Sus gitanas, cercanas a las del artista cordobés, tienen el
encanto y la sensualidad de la mujer morena de mirada misteriosa y distante.

Si bien Ricardo Gómez Campuzano pintó variedad de retratos de damas de la alta


sociedad, sus mejores intentos pictóricos están resumidos en los retratos de su
mujer, Inés Delgado Padilla, con quien contrajo matrimonio en 1928, y a quien pintó
hasta su madurez. De los innumerables retratos que el artista bogotano pintó de su
esposa, el más signi cativo es Luz arti cial (1934), una pintura que él mismo cali có
como su ‘obra maestra‘. En ella priman el detalle, los efectos de la luz y el
tratamiento de las telas. También se destaca el retrato titulado Inés Delgado
Padilla (1928), obra suavemente modelada, de tonos elegantes y con los rasgos
característicos de la pintura española. En este cuadro, como en varios de sus
retratos femeninos, la mujer viste a la manera europea, ataviada con sedas
importadas que, junto con chales, mantillas y pañolones, fueron signos distintivos
del buen vestir en la época.

Posteriormente, en 1931, el pintor bogotano consiguió el primer lugar en el Primer


Salón de Artistas Colombianos y se exaltó el recogimiento con que llevó a sus
lienzos las riquezas del país. Era común que la crítica se re riera a Campuzano
como ‘el pintor nacional‘. Su arte era, sin duda, el del sentimiento de lo bogotano
unido al carácter de lo español.15 Así lo expresó un crítico anónimo en 1928:

/
“”
Su arte es regional. Son los tipos maestros, nuestros paisajes y
nuestra sensibilidad, los motivos y la base de toda su labor. Ocho
años ha estado en España, en su segundo viaje ha corregido la
primera impresión que recibió de los grandes maestros y ha
ampliado considerablemente los recursos de su técnica, pero todo
lo ha utilizado en bene cio de una concepción colombiana,
bogotana de la pintura. El espíritu castellano, pero de un castellano
que no es de Castilla sino de esta zona de América, la profundidad
que es nuestro carácter en verdad apenas disimulada, no son
cosas que Gómez busca afanosamente, y que muchas veces,
encuentra.16 

Volver la mirada hacia España condujo la obra de Gómez Campuzano hacia una
inminente ‘españolería‘, sin duda agradable para la aristocracia clerical del momento,
que buscó en el arte elementos a nes con las ideas conservadoras. El dibujo
correcto, el modelado preciso y el detalle minucioso fueron las características que la
sociedad y la crítica encontraron en la obra del pintor bogotano, quien, inmerso en
esta suerte de estilo nacional, bien podría pensarse, acudió con sus pinturas para
apoyar los esfuerzos de reconstrucción que guiaron a los colombianos en las
primeras décadas del siglo XX.

Finalmente, se debe decir que Ricardo Gómez Campuzano contó con el entusiasta
apoyo de las revistas Cromos y El Grá co en la difusión de su labor. Las numerosas
pinturas suyas, utilizadas en la cubierta de estas publicaciones —pioneras en la
divulgación del arte nacional a inicios del siglo XX— colaboraron sin duda a
familiarizar al público con su trabajo. Así por ejemplo, la participación de Gómez
Campuzano con la revista Cromos, tuvo lugar a partir de 1919 con la reproducción
de la obra La portera, en la edición número 149 del 8 de febrero. De ahí en adelante,
y hasta los años cuarenta, se publicaron variedad de cubiertas con sus pinturas.

Referencias bibliográ cas

1 Javier Ocampo López, Historia básica de Colombia (Bogotá: Plaza & Janés
Editores, 2010), 277. . Volver arriba

2
“La economía cafetera que tuvo su inicio hacia 1830 entró en un proceso de
consolidación a partir de 1860, y entre 1890 y 1895 experimentó la bonanza más
importante del siglo XIX, ubicándose como el principal producto de exportación a
inicios de siglo XX. Santiago Londoño Vélez, Breve historia de la pintura en Colombia
(Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2005), 87. . Volver arriba

3
Ivonne Pini, En busca de lo propio. Inicios de la modernidad en el arte de Cuba,
México, Uruguay y Colombia 1920-1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Artes, 2000), 18. . Volver arriba

4
Álvaro Medina, Procesos del arte en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de
Cultura, 1978), 119. . Volver arriba

5
Miguel Ángel Urrego, Sexualidad, matrimonio y familia en Bogotá 1880-1930
(Bogotá: Fundación Universidad Central, Editorial Ariel, 1997), 14. . Volver arriba

6 La Exposición del Centenario y su premiación, rati có la relevancia y jerarquía del


género de paisaje como expresión artística nacional. Los premiados, entre otros,
fueron: Ricardo Acevedo Bernal (medalla de honor); Eugenio Zerda, Jesús María
Zamora, Domingo Moreno Otero, Pablo Rocha (primeros premios); Miguel Díaz
Vargas, Eugenio Peña (segundo galardón); José María Portocarrero, Roberto Páramo
(terceros premios); Fídolo Alfonso González Camargo y Ricardo Gómez Campuzano
(menciones honorí cas). . Volver arriba

7
Santiago Londoño Vélez, Pintura en América Hispana (Bogotá: Universidad del
Rosario, Luna Libros, 2012), 144. . Volver arriba

8 Sin rma, “En la exposición de pintura“, El Grá co XXII, núm. 215 (Bogotá, 21 de
noviembre de 1914). . Volver arriba

9 Roberto Liévano, “Último cuadro de Gómez Campuzano“, El Grá co Vol. 54, núm.
542 (Bogotá, 12 de marzo de 1921). . Volver arriba
/
10 Sin rma. “La exposición de Gómez Campuzano“. El Grá co, núm. 876 (Bogotá, 28
de abril de 1928). . Volver arriba

11 Gloria Valencia Diago, “Setenta años ‘pinte que repinte. . . ‘ ¡todos los días!“, El
Tiempo (Bogotá, 29 de enero de 1981). . Volver arriba

12
Ivonne Pini, En busca de lo propio. Inicios de la modernidad en el arte de Cuba,
México, Uruguay y Colombia 1920-1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de Artes, 2000), 212. . Volver arriba

13 Álvaro Medina, Procesos del arte en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de


Cultura, 1978), 149. . Volver arriba

14
Alberto González Fernández, “La Maja de Goya y la Maja de Gómez“, El Grá co
XVI, núm. 811 (Bogotá, 4 de diciembre de 1926). . Volver arriba

15
Gustavo Santos, “Ricardo Gómez Campuzano“, El Grá co XIII, núm. 631 (Bogotá,
10 de febrero de 1923). . Volver arriba

16 Alejandro Garay Celeita, “Ricardo Gómez Campuzano visto por la crítica, 1910-
1930“, Memoria y sociedad núm. 12 (24): 63-71 (enero-junio de 2009), . Volver arriba

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