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Terapia del amor

Las patologías del alma –violencia, odio, celos, resentimiento, amargura, sospecha,
insatisfacción, entre muchas otras- son la causa de innumerables aflicciones que aturden al ser
humano.

En el alma encarnada se encuentran las matrices tanto del bien como del mal en que
los seres humanos se complacen, dando lugar a su desarrollo.

Como consecuencia de ello, las alegrías y los dolores que se exteriorizan solamente
pueden ser erradicados cuando son tratados en sus raíces causales.

Impregnando recíprocamente todas las células y adueñándose de los equipos


orgánicos que dirige, el alma o espíritu encarnado imprime en los elementos físicos los
contenidos vibratorios que le son propios y que caracterizan su nivel evolutivo.

Los sufrimientos humanos de cualquier índole son manifestaciones de los disturbios


profundos que permanecen en el ser espiritual, destruyendo la sensibilidad emocional y la
armonía vibratoria que actúa en las células, lo que permite la instalación de las enfermedades.

El ser humano, en cada situación, es aquello a lo que aspira, la irradiación de lo que


siente, los intereses que cultiva.

Aferrado a una conducta primitiva, reaccionando más por instinto que actuando con la
razón, permite que las deficiencias internas se expresen en forma de problemas que se
exteriorizan, perturbadores.

La valiosa contribución de la Medicina académica, cuando no está acompañada por


una adecuada relación médico-paciente, resulta insuficiente para llegar a comprender las
cusas lamentables de las enfermedades y angustias.

Po cierto, la mayoría de las veces, logra disminuir el dolor, aparentemente vencido,


pero como lo logra alcanzar el alma enferma, entonces el sufrimiento reaparece bajo otras
expresiones.

El conocimiento del ser inmortal, de su preexistencia a la cuna su sobrevivencia al


túmulo, resulta indispensable para cualquier procedimiento terapéutico en relación a los
problemas y dolores humanos.

Por eso mismo, la terapia del amor es de vital importancia, cuidando al paciente con
confianza y ternura, al mismo tiempo que es esclarecido acerca de su realidad y su
constitución espiritual.

La asistencia fraterna tiene como objetivo principal recibir correctamente y orientar


con seguridad a todos aquellos que la solicitan.

No intenta resolver los desafíos ni las dificultades, no pretende eliminar las


enfermedades ni los sufrimientos, sino que propone a los pacientes los medios adecuados para
su recuperación.

Apoyándose en los postulados espiritistas, la asistencia fraterna abre perspectivas


nuevas y proyecta luz sobre aquellos que se debaten en los laberintos de las aflicciones.

Mediante una conversación agradable, evitando actitudes de confesionario, el


asistente fraterno debe saber evitar los temas que promueven los vicios de la queja, de la
lamentación, del auto-castigo, demostrando que el momento de liberación y paz está próximo,
pero que la tarea para alcanzar el éxito depende del propio paciente, que debe iniciar a partir
de ese momento, el proceso de auto-terapia.

Evidentemente, la asistencia fraterna, en razón de los propósitos persigue y de las


circunstancias en que se produce, faculta a los espíritus nobles para que brinden un adecuad
socorro al paciente, quien deberá permanecer receptivo al mismo.

En ese momento se inicia la acción fluídica, el auxilio bioenergético y la inspiración que


le facilitará cambiar de clima mental, la psicósfera habitual, permitiéndole una mejor
transformación interior y la armonización del alma, la cual actuará sobre el aparato orgánico.

Es indispensable contar con una preparación adecuada, psicológica y doctrinaria, a fin


de desempeñar en forma correcta la función a la que el asistente fraterno desea dedicarse.

Además de esos requisitos, le corresponde desarrollar el sentimiento de amor,


prestando atención, al mismo tiempo, para evitar cualquier tipo de compromiso emocional de
su parte, sin olvidarse jamás de la fraternidad gentil y caritativa como recurso hábil para dar
cumplimiento –sin involucrarse- a la tarea que se propone.

La asistencia fraterna en la casa espiritista es de vital importancia para que todo aquel
que busque su ayuda, sea orientado con equilibrio, guiándolo hacia la labor de auto-
iluminación.

Joanna de Angelis

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