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Los conflictos y delitos cometidos por niños, niñas y adolescentes (NNA) deben ser
abordados por instituciones y políticas separadas y distintas de aquellos delitos
cometidos por adultos. La LUC tiene un notorio carácter “adulterizado” (hacer y tratar
de adultos a quienes no lo son aún)
Aplicar dispositivos penales que tengan como centro el encierro como única respuesta,
por un lado, cercena las probabilidades de que los adolescentes puedan tramitar sus
conflictos de manera responsable (incluyendo a la víctima en el proceso), y por otro
oculta la responsabilidad social y estatal que existe en la configuración del delito
adolescente.
El encierro a una edad temprana genera impactos irreversibles a nivel pisco-social y
aumenta las posibilidad de reforzar esa identidad clausura (“de pibe chorro”) que
produce la triada: policial, judicial y custodial.
Los organismos de contralor en Derechos Humanos establecen de forma clara y
manifiesta que se debe tender a la desjudicialización de los conflictos con
intervenciones penales mínimas, y tender a la aplicación de medidas en libertad.
La sanción penal debe tener un carácter socioeducativo y proporcional al conflicto
desarrollado, para que no vulnere aún más los derechos de los adolescentes. En tal
sentido, es de remarcar que la privación de libertad debe ser el último recurso y por el
menor tiempo posible. Las medidas en libertad son más eficientes y producen menos
daño en los NNA. Las mismas posibilitan que los NNA socializasen sus riesgos en una
estructura de regulación colectiva y comunitaria.[1] Narrar y desarrollar los conflictos
en ámbitos sociales y comunitarios recupera los mismos como lugar de pertenencia.
El contexto de la política de seguridad y la LUC: Más de lo mismo y peor
Líneas de trabajo
Por un lado, generar una reflexión a largo plazo, capaz de abonar una nueva
perspectiva de izquierda en torno a la cuestión de la seguridad y la violencia. En
relación a este eje, a las formas en que se conceptualiza a los adolescentes en conflicto
con la ley, y a las medidas que deben adoptarse para resolver estos conflictos.
En segundo lugar, en el mediano y largo plazo articular los enfoques generales con
problemas prácticos, de modo de buscar construir este perspectiva en diálogo con los
actores, nutriendo la reflexión y ampliando su capacidad comprensiva y utilitaria.
En tercer lugar, en el corto plazo, (si fuera posible) generar insumos para nutrir las
reivindicaciones de actores centrales que se encontrarán disputando simbólica y
políticamente los espacios en esta arena, tales como partidos, universidad,
organizaciones sociales, organismos, etc.
ANEXO
En situaciones de
peligrosidad manifiesta, se
adoptarán las medidas que
fueren compatibles con la
seguridad de la población y
los propósitos de
recuperación del infractor.”
[2] La iniciativa buscaba juzgar a los adolescentes de 16 años como adultos. Después de
cumplir con los requisitos establecidos formalmente la propuesta se llevó a plebiscito
en las elecciones nacionales del 2014 y no alcanzó la cantidad de votos necesaria.
[3] Dentro de las propuestas se establece aumentar a 10 años la pena máxima en vez de
5 como se establece hoy. Aumentar la pena mínima a 2 años para determinados
adolescentes (15 años en adelante) que comentan delitos gravísimos.
[6] “incorporó un régimen especial, a través del artículo 116 bis, para los casos en que
el presunto autor sea mayor de 15 y menor de 18 años de edad y cuando el proceso
refiera a infracciones gravísimas (Homicidio intencional con agravantes especiales,
lesiones gravísimas, violación, rapiña, privación de libertad agravada, secuestro o
cualquier otra acción u omisión que el Código Penal o las leyes especiales castiguen
con una pena cuyo límite mínimo sea igual o superior a seis años de penitenciaría o
cuyo límite máximo sea igual o superior a doce años de penitenciaría previstas en el
artículo 72 del CNA). Para tales casos dispuso, entre otras particularidades, la
privación cautelar de libertad en forma preceptiva hasta el dictado de la sentencia
definitiva y las medidas privativas de libertad preceptivas con una duración no inferior
a los 12 meses. Agregó una limitación para solicitar la libertad anticipada: solo
cuando el adolescente haya cumplido efectivamente el mínimo de privación de libertad
(12 meses) y a su vez haya superado la mitad de la pena impuesta.” Mecanismo
Nacional de Prevención de la Tortura. “Entre la alta contención y la inclusión social
Desafíos para la construcción de un sistema penal juvenil con un enfoque de derechos”,
Montevideo, 2017, pág 24.
[7] Lo más grave de esta ley es “el aumento de la duración de las medidas cautelares,
de 90 días a 150, junto con el mantenimiento del régimen especial del artículo 116 bis.
Es decir, la prisión preventiva de carácter preceptivo no solo mantiene su vigencia,
sino que aumenta su extensión temporal.” Mecanismo Nacional de Prevención de la
Tortura. “Entre la alta contención y la inclusión social Desafíos para la construcción de
un sistema penal juvenil con un enfoque de derechos”, Montevideo, 2017, pág
25.Recordemos que con esta aprobación el régimen para adolescente se volvió mucho
más duro que para adultos ya que al entrar en vigencia el nuevo Código del Proceso
Penal el sentido otorgado fue el de utilizar la prisión preventiva o cautelares como
excepción y no como regla. .