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Realizado por:
Dra. Maria Amparo Ballester Pastor
Profesora Titular Universidad
Departamento de Derecho Público
Universidad de Islas Baleares
A instancia de:
Conselleria de Treball y Formació de la Comunitat Autónoma de Illes Balears
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amparo.ballester@uib.es
Sumario
1. Antecedentes
1. 1. Fase administrativa
1.2. Fase judicial
3. Desarrollo y fundamentación
3.1. Problemas de efectividad real de la resolución de 30 de marzo de 1998
3.2. La ejecución de la sentencia
3.2.1. Consecuencias de una hipotética falta de ejecución por parte de la
administración de las sentencias condenatorias en sede contencioso administrativa
3.2.2. Relevancia de la publicación
3.3. Las consecuencias sobre los actos administrativos derivados de la declaración
de nulidad de una disposición general declarativa
3.3.1. La naturaleza de la anulación producida
3.3.2. Argumentos normativos y jurisprudenciales acerca de la validez de los actos
derivados
3.3.2.1. La validez de los actos derivados firmes
3.3.2.2. La excepcional comunicación de invalidez de los actos derivados
dependientes en el mismo procedimiento administrativo
3.3.2.3. Aplicación al presente caso
4. Conclusiones
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1. ANTECEDENTES
1. 1. FASE ADMINISTRATIVA
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Seguridad Social al objeto de identificar el número de empresas y
trabajadores existentes en el ámbito de la Comunidad Autónoma
Balear. El resultado de dicha certificación, que se refirió a tres tramos
temporales anteriores a la solicitud de PIMEB, fue el siguiente:
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Trabajadores, consistente en contar en el ámbito de la CAIB con un
mínimo del 15% de empresas y trabajadores.
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autónomos que no cuenten con empleados por cuenta ajena, es
decir, que no son empresarios a efectos del ET.
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que certifica la Asociación solicitante, sobra la intervención de una
Administración que no realiza ninguna de las actividades de control
propias de la intervención administrativa, ya que debe reconocer que
ni dispone previamente de los “datos relativos a la representatividad
de los órganos empresariales”, ni comprueba los certificados de
asociación.
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Debe destacarse, no obstante, que el argumento para la
estimación del recurso fue exclusivamente que la declaración
administrativa en cuestión se había efectuado sin que se
realizaran tareas de comprobación mínima imprescindibles. De
hecho expresamente señaló la sentencia 937/2003 que con lo
anterior no se quiere indicar que la Confederación PIMEB no
cumpla las condiciones para merecer la declaración de
asociación empresarial más representativa (fundamento de
derecho cuarto).
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en error o defecto alguno, por lo que confirmó la sentencia del TSJ
de Illes Balears por medio del siguiente fallo:
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En el presente caso la representatividad que se encuentra en debate
se refiere a las competencias de participación institucional de PIMEB
cuya única referencia normativa directa se encuentra en la DA sexta
del ET, que literalmente establece:
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2.2. LA DA SEXTA DEL ET COMO CENTRO DE LA CUESTIÓN
PLANTEADA
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utilizado presentara defectos de legalidad. Ambos Tribunales
consideraron nula la resolución por motivos meramente probatorios,
pero no porque la resolución no pudiera constituir el mecanismo
adecuado para determinar la mayor representatividad de la entidad
empresarial (al menos mientras no se alteraran sustancialmente los
datos de representatividad que le servían de fundamento). Incluso en
la sentencia del 937/2003 del TSJ de Illes Baleares se contienen
referencias expresas a la competencia de la Administración
Autonómica en este ámbito.
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obligación mínima de las Administraciones Autonómicas es respetar el
derecho a la participación institucional autonómica de las asociaciones
empresariales cuando se previera la participación de asociaciones
empresariales siempre que se cumplan los criterios de
representatividad empresarial mínimos de la DA sexta del ET.
3. DESARROLLO Y FUNDAMENTACIÓN
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1)El derecho a la participación institucional de las asociaciones
empresariales, si se cumplen los parámetros descritos en la
DA sexta del ET, no se hace depender en este precepto (ni en
ningún otro) de una declaración administrativa general de
mayor representatividad. Ello significa que la concurrencia de
aquellos parámetros para asegurar la aplicación de lo dispuesto en la
DA sexta tiene que comprobarse en cada uno de los actos de
participación institucional al que tuvieran derecho las asociaciones en
que concurrieran dichos parámetros de representatividad.
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4)Por ello los actos de participación institucional puntual posteriores a
la Resolución (nombramientos para órganos institucionales) nunca
podrían ser verdaderamente actos dependientes de la Resolución de
30 de Marzo de 1998, sino actos meramente derivados (por la
presunción y expectativas creadas) pero totalmente independientes
(infra)
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SENTENCIAS CONDENATORIAS EN SEDE CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVA
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dos meses, a partir del cual puede instarse la ejecución forzosa de la
misma (art. 104.2 y 3 LJA) y, en su caso, pueden desencadenarse las
consecuencias previstas en el art. 112 LJA.
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en que lo hubiera sido la disposición anulada.
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boletín en que se publicó la Resolución. El modo imperativo que
el legislador utiliza en el art. 107.2 LJA (“ el órgano judicial ordenará
su publicación”) resulta suficientemente elocuente. De hecho, el
propio art. 72.2 LJA, cuando hace referencia a los efectos de la
sentencia que anula una disposición de carácter general da por hecho
que en tal caso la publicación en el boletín oficial se produce siempre
porque, a la misma liga los efectos generales de la propia sentencia.
La propia jurisprudencia española ha reconocido el insustituible valor
que tiene la publicación en boletín oficial del fallo de la sentencia que
anula una disposición administrativa general y la necesidad de que tal
obligación sea expresamente establecida por el juez competente. En
la STS de 6 de Febrero de 2002 expresamente se establece que la
publicación de la nulidad de una disposición general (la sentencia se
refiere exclusivamente al reglamento, pero sus consideraciones
pueden hacerse extensivas a cualquier disposición administrativa
general) es una medida de ejecución, en cuanto es una de las
medidas previstas en la Ley que tienden a dar la adecuada publicidad
y constancia a los actos de anulación con el fin de levantar toda
apariencia que pueda hacer sostener la validez del acto anulado
fundada en la publicidad o constancia registral que éste haya podido
obtener o en la inercia que la presunción de validez de los actos
administrativos puede arrastrar. Es esta consideración la que permite
superar la paradoja -en la que, en último término, se apoyan las
observaciones de la representación procesal del Consejo General- de
prever medidas de ejecución de una sentencia cuyo efecto es
meramente declarativo. La Ley Reguladora de la Jurisdicción
contencioso-administrativa dispone, ratificando el carácter de
medidas de ejecución que estas actuaciones tienen, que -lejos de ser
la Administración ejecutada la única que puede llevar a cabo su
adopción- debe disponerla directamente el juez o tribunal
competente para la ejecución de la sentencia.
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En todo caso, puesto que el órgano judicial no incluyó en el
fallo la obligación de su publicación en el boletín
correspondiente, la Administración condenada no incumplió la
misma por no publicarla en el plazo establecido en el art. 107.2
LJA (diez días). Si la LJA hubiera querido configurar una obligación de
publicación directa del fallo por parte de la Administración condenada,
sin necesidad de que el órgano judicial tuviera que pronunciarse
expresamente, sin duda lo hubiera establecido en tal sentido. Debe
entenderse, por tanto, que la ejecución de la sentencia en el
presente caso se produce en el momento en que la
Administración deja de llevar a cabo actuaciones que
atribuyan (o presuman) la condición de asociación más
representativa a PIMEB como consecuencia “exclusiva” de la
Resolución de 30 de Marzo de 1998. Y consta que esto ha sido
así, puesto que la CAIB no ha utilizado la resolución de 1998 para
atribuir la mayor representatividad a PIMEB en ningún acto posterior
a la notificación de la sentencia del Tribunal Supremo que confirmó la
sentencia del TSJ de Illes Balears. En definitiva, puesto que la
ejecución de la sentencia obliga a un comportamiento consecuente
con la misma de la Administración condenada, puesto que éste se ha
producido, y puesto que no existe condena expresa a la publicación
del fallo en la sentencia, puede concluirse que a fecha de hoy la CAIB
ha ejecutado correctamente la sentencia, sin que se aprecie defecto
alguno.
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declaraciones públicas, etc), no constituirían propiamente una
ejecución tardía de la sentencia (puesto que dicha ejecución ya se ha
producido) , sino una manifestación pública meramente declarativa
(como lo era la resolución anulada) justificada en un contexto de
indefinición y de expectativas creadas, cuya conveniencia
anticipatoria de conflictos resulta indudable.
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e. Los dictados prescindiendo total y absolutamente del
procedimiento legalmente establecido o de las normas que
contienen las reglas esenciales para la formación de la voluntad
de los órganos colegiados.
f. Los actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento
jurídico por los que se adquieren facultades o derechos cuando
se carezca de los requisitos esenciales para su adquisición.
g. Cualquier otro que se establezca expresamente en una
disposición de rango legal.
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vicio de nulidad, sino meramente de un defecto de
anulabilidad. Las causas de nulidad quedan reservadas a los
supuestos de ilegalidad más graves, lo que explica, de un lado, el
carácter tasado de la nulidad radical y, de otro, que las causas de
anulabilidad absorban los supuestos que no caben claramente en los
estrictos casos de nulidad radical (GARCIA DE ENTERRÍA Y
FERNANDEZ, 2004, vol. I, 620). De hecho, la formulación general del
art. 63.1 LPC, que atribuye la naturaleza de meramente anulable a
los actos que incurrieran en “cualquier” infracción del ordenamiento
jurídico evidencia el carácter prioritario de la anulabilidad frente a la
nulidad radical.
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para su adquisición), puesto que el órgano judicial no entró a valorar
si efectivamente PIMEB tenía o no los requisitos establecidos
legalmente para que se le atribuyera la condición de asociación
empresarial más representativa de comunidad autónoma. De hecho,
como se deduce de la argumentación aportada por los órganos
judiciales que lo enjuiciaron, la Resolución de 30 de Marzo de 1998
adolecía de un vicio de forma que tiene como resultado que el acto
carezca de los requisitos indispensables para alcanzar su fin (art.
63.2 LPC), por lo que su carácter de anulable resulta fuera de toda
duda al quedar perfectamente incluido en el ámbito aplicativo del art.
63 LPC.
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anulabilidad). Teóricamente este esquema estrictamente privado de
la validez de los actos administrativos anulados por acción judicial
permitía diferenciar también la eficacia atribuible a los actos
derivados del mismo. Pero este esquema, y esta diferenciación entre
efectos “ex nunc” y “ex tunc” de los actos anulables y nulos carece
actualmente de sentido. Parte de la doctrina ha denunciado que la
diferenciación entre la nulidad radical y la anulabilidad va perdiendo
progresivamente relevancia (BELADÍEZ ROJO, 1994, 123) , entre
otras cosas porque, tanto para los actos nulos como para los
anulables, el art. 64 de la LPC establece actualmente el
mantenimiento de la validez de los actos derivados que fueran
independientes del primero. Tampoco el art. 73 LJA diferencia entre
actos nulos y anulables para determinar el mantenimiento de la
validez de los actos derivados firmes.
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ordenamiento administrativo se han establecido preceptos específicos
que tratan de establecer las premisas determinantes para la validez o
no de los actos derivados del acto anulado. De ello se trata a
continuación.
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Artículo 73 LJA
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conforme a lo establecido en el art. 46 LJA) y que el acto no
impugnado en plazo resulta, por tanto, firme (también en el sentido
del art. 73 LJA) la declaración de nulidad de la Resolución de
30 de Marzo de 1998 operada en sede jurisdiccional tan solo
podría generar la nulidad de los actos aplicativos que no
fueran firmes por ser tan recientes que todavía admitieran la
posibilidad de anulación. (GARCIA DE ENTERRÍA, Y FERNANDEZ,
2004, vol. I, 647). Así se deduce del art. 28 LJA que literalmente
establece: …no se admitirá recurso contencioso – administrativo
respecto de … los actos que sean reproducción de otros anteriores
que sean definitivos y firmes y los confirmatorios de actos
consentidos por no haber sido recurridos en tiempo y forma. El art.
28 LJA elimina de este modo cualquier duda acerca de la
imposibilidad de impugnar judicialmente los actos administrativos
respecto de los cuales haya transcurrido el plazo para recurso.
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El art. 64 LPC establece el mismo principio general de
incomunicabilidad de los vicios de los actos administrativos pero
desde una perspectiva más específica, puesto que admite una
posibilidad excepcional de comunicación de nulidad. Del texto de este
artículo es posible concluir que, aunque el acto derivado fuera firme,
cabría su anulación cuando se dieran los dos requisitos siguientes: a)
que el acto originario (anulado) y el derivado se insertaran en el
mismo procedimiento administrativo; b) que el acto derivado fuera
dependiente del primero.
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La comunicabilidad excepcional se ha reconocido en sede judicial
fundamentalmente en los casos de actos de nombramiento
individuales consecuencia de procedimientos de acceso a la Función
Pública viciados de nulidad (por todas, STS 16 Abril de 2007 y STSJ
Murcia de 27 de Febrero de 2003). Resulta indudable que, en estos
supuestos, la dependencia del acto derivado respecto del originario
resulta fuera de toda duda y se cumplen totalmente los requisitos
para la comunicabilidad excepcional que prevé el art. 64 LJA (mismo
procedimiento y dependencia estricta). Adviértase también que la
expulsión del ordenamiento de los actos originarios se producía en
estos casos por medio de la declaración de nulidad radical del acto
originario, por lo que la relación de dependencia entre actos debía ser
analizada por el órgano judicial con una visión más trascendente.
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de ésta una relación de dependencia que justifique la
excepcional comunicabilidad de efectos que establece el art.
64 LJA. Y ello fundamentalmente por las siguientes razones:
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establezca la validez temporal de una declaración de mayor
representatividad de una asociación empresarial como la que ahora
se analiza. En consecuencia, independientemente del contenido de la
Resolución en cuestión, la representatividad de la asociación
empresarial en el momento en que se produjo cada uno de los
actos posteriores concretos podía haber variado.
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concluido) son válidos durante todo el tiempo para el que
estuvieran previstos y no resultan impugnables. El hecho de
que se haya declarado la nulidad de una Resolución declarativa
general como la de 30 de Marzo de 1998, cuya eficacia resulta tan
limitada (supra) no es elemento de juicio suficiente para cuestionar la
validez de los actos derivados, dada la independencia de sus
presupuestos.
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hubieran reconocido tal derecho (Comentando y criticando este
aspecto de la legislación jurisdiccional contencioso administrativa
española, COSCULLUELA MONTANER, 2002, VOL. II).
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acceso puntual a órganos de representación institucional por parte de
PIMEB haya causado una lesión al interés público (no a otro sujeto de
carácter privado o cuasi privado), lo que dadas las circunstancias,
puede ser también dudoso.
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Pero en el presente caso la convalidación de la Resolución de
30 de Marzo de 1998 no constituye el instrumento adecuado
para corregir la situación defectuosa generada: si se utilizaran
los datos de representatividad correspondientes al momento actual se
estaría produciendo un nuevo acto administrativo. Y si se utilizaran
para la convalidación los datos de representatividad de 1997-1998 su
utilidad en el momento presente sería inexistente.
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vigencia de la declaración de mayor representatividad. Si la nueva
Resolución, reconociera la mayor representatividad de PIMEB, sus
presupuestos estarían continuamente sometidos a duda, y por ello
constituirían meramente una presunción, que se iría desvaneciendo a
medida que fuera pasando el tiempo. Si la nueva Resolución fuera
negativa PIMEB seguiría teniendo (si acredita los requisitos de la DA
sexta del ET), como cualquier otra asociación empresarial, derecho a
su participación institucional puntual, en órganos concretos,
aportando los datos actualizados de representatividad. La DA sexta
ET establece un derecho de participación institucional que no se
encuentra condicionado a la existencia de una disposición general, y
mucho menos cuando la vigencia de la misma está continuamente
sometida a cuestionamiento por la probable variación de datos.
Definitivamente, pues, una nueva Resolución declarativa de
mayor representatividad de PIMEB constituiría una mera
presunción de existencia (o no) de representatividad, que
serviría simplemente para desincentivar la continua
reclamación de participación institucional si la disposición general no
reconociera la mayor representatividad. Si la reconociera,
desincentivaría la posible reclamación de quienes cuestionaran el
derecho a la participación institucional de PIMEB. Por ello su
virtualidad real sería meramente preventiva del conflicto entre
las varias asociaciones empresariales.
4. CONCLUSIONES
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carecía de precedentes en España. Los pronunciamientos
judiciales cuyas consecuencias son objeto del presente
dictamen no cuestionan la legalidad de este particular
mecanismo general de determinación de la mayor
representatividad y ni siquiera se pronuncian acerca del
carácter más representativo de PIMEB. La anulación de la
Resolución de 30 de Marzo de 1998 se hace exclusivamente
por defectos de procedimiento (carencia de las
comprobaciones esenciales por parte de la Administración
Autonómica, de los requisitos de representatividad
establecidos en la DA sexta del ET)
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uno de los actos de participación institucional posterior. Su
eficacia se limita, pues, a una presunción de mayor
representatividad que puede ser cuestionada en cualquier
momento posterior alegando cambios en la representatividad
de la asociación empresarial.
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4.3. Sobre las consecuencias de la sentencia de anulación de
la Resolución de 30 de Marzo de 1998 sobre los actos
puntuales derivados de la misma
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implica la perpetuación de una ilegalidad intolerable para el
ordenamiento.
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mantenía exclusivamente siempre que se mantengan las
condiciones previstas en la DA sexta del RDL 1/95 de 24 de
Marzo. Por ello configuraba tan solo una presunción de mayor
representatividad que podía cuestionarse o probarse por
mecanismos adicionales en el momento en que se produjo
cada uno de los actos derivados.
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durante todo el tiempo para el que estuvieran previstos y no
resultan impugnables al ser firmes.
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en caso de que la Resolución fuera denegatoria) de
representatividad, que serviría simplemente para
desincentivar eventuales reclamaciones judiciales en el
momento en que se planteara la participación institucional
concreta, pero que no impediría radicalmente el
planteamiento de impugnaciones judiciales referidas a cada
uno de los actos concretos de participación institucional.
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Bibliografía citada
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GARCIA MURCIA, organizaciones sindicales y empresariales más
representativas, Madrid, 1987
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