Вы находитесь на странице: 1из 22

LITERATURA ESPAÑOLA

PROFESORA. Myriam Castillo.


ESTUDIANTES.

Cristhian Jater
Stephania González
Daniela Manrique
Karen Romero

ANÁLISIS OBRA LITERARIA DON DE LA EBRIEDAD

Tesis.
La obra de Claudio Rodríguez don de la ebriedad, muestra una relación entre poesía y
conocimiento.

Objetivo general
Analizar la relación poesía-conocimiento que se presenta en la obra don de la ebriedad de
Claudio Rodríguez.

Objetivos específicos
➢ Revisar la noción que construye Claudio Rodríguez alrededor de su propia
concepción sobre la poesía.
➢ Estudiar la perspectiva que se plantea en la obra don de la ebriedad alrededor de la
poesía como conocimiento y comunicación.

Contexto literario

La generación de 1950, mejor conocida como los niños de la guerra, hace referencia a un
grupo de autores españoles que nacieron entre 1924 y 1938, y que en su gran mayoría
publicaron sus primeras obras en los años cincuenta, entre ellos destacan Ramón de
Garciasol, Manuel Pinillos, Luis López Anglada, Rafael Montesinos, José María Valverde,
Enrique Badosa, José Luis Tejada, José Hierro, Carlos Bousoño, Lorenzo Gomis, Jaime
Ferrán, Carlos Murciano, María Elvira Lacaci, Claudio Rodríguez, entre otros.

Este nombre de niños de la guerra hace referencia a la Guerra Civil española que tuvo lugar
en España entre julio de 1936 y el 1 de abril de 1939, dividiéndola en dos, entre el bando
republicano y el bando nacional, dirigido entonces por el general Francisco Franco
(conformado por la parte rebelde del ejército, la burguesía, los terratenientes y las clases más
altas), Los republicanos (izquierdistas, estaba conformado por el gobierno que había habido
hasta ese momento) defendían el sistema político de la II República y la gestión del Gobierno
del Frente Popular. Los nacionales protagonizaron una sublevación contra el Ejecutivo del
Frente Popular en toda España a partir del 17 de julio de 1936, frente a la deriva
revolucionaria del Gobierno de la República.

La causa principal que dio origen a la Guerra Civil fue la cuestionada legitimidad de la II
República. El cambio de régimen fue de dudosa legitimidad, porque se produjo en unas
elecciones municipales (no generales), las del 12 de abril de 1931, sin conocerse los
resultados definitivos del escrutinio, desechando la totalidad del voto rural.

Por otro lado, España se caracterizaba por las grandes diferencias sociales, entre una minoría
con poderosos recursos económicos y una mayoría que sufría malas y hasta miserables
condiciones de vida lo cual dificultaba la consolidación de la democracia republicana.
Estando en su poder, los republicanos desarrollaron una política represiva contra el clero
católico, mediante la disolución de órdenes religiosas, la incautación de bienes eclesiásticos,
la prohibición de ejercer la enseñanza. Además, la Iglesia sufrió ataques violentos contra sus
templos y clérigos por parte de las masas revolucionarias, justificada por la supuesta
complicidad de parte del clero con los terratenientes y caciques, que perpetuaban la injusticia
social en España.

En 1936, el éxito y a la misma vez, el fracaso parcial del golpe de Estado del general
Francisco Franco, apoyado por parte del ejército y la sociedad, contra el Gobierno del Frente
Popular de izquierdas desencadenaron definitivamente la guerra civil entre republicanos y
nacionales.

Historia del sistema educativo español desde la segunda república


Entre 1931 - 1936, tras el triunfo de los partidos republicanos y socialistas en las elecciones
municipales, se abre una nueva etapa en el sistema educativo español. La Constitución
Republicana proclamaba la escuela única, la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza
primaria y la libertad de cátedra. Respecto a la normativa de carácter educativo que se
aprueba en estos años, se suprime la obligatoriedad de la enseñanza religiosa.

Durante los tres años que dura la confrontación, la vida social, cultural y política del país vive
conmocionada, por lo que habrá que esperar hasta la victoria de los sublevados para reanudar
la historia del sistema educativo español (Moratalla & Díaz, 2008, p.284).

El 20 de septiembre de 1938 se crea la reforma del bachillerato, conocido como Estatuto de


Segunda Enseñanza, el cual reclamaba entre otras cosas, la vuelta a la educación clásica y
humanística, el contenido eminentemente católico y patriótico de la enseñanza, la labor de la
escuela en la formación de una nueva sociedad que defendiera los principios del nacional-
catolicismo y la revitalización del español como “lengua inseparable del Imperio” (Sierra,
2009).
Evidentemente, esta guerra tuvo repercusiones en las personas que la vivieron pero
principalmente en la generación nacida entre 1924 y 1938. Además de que estos niños
vivieron la pérdida de muchos de sus seres queridos, tuvieron que interrumpir sus estudios
escolares debido a que centenares de maestros de la escuela pública fueron fusilados,
encarcelados, deportados o desposeídos de sus puestos. Esta guerra estuvo además,
fuertemente ligada a la religión, uno de los niños que vivió la guerra (Jacint Reventós) cuenta
que lo inscribieron en el colegio María Auxiliadora de los salesianos, y que el examen de
ingreso se lo hicieron tres catedráticos, quienes le preguntaron si la Virgen de Covadonga, la
de la Asunción, la de la Concepción y la de Montserrat eran una misma madre de Dios o
cuatro distintas, a lo cual el chico respondió que eran una misma cosa y fue admitido en un
aula con otros 120 chicos (De Luis, 1969, p. 23).

En la práctica funcionaron con normalidad únicamente las escuelas nacionales que se


encontraban fuera de las zonas peligrosas. En Madrid, los ataques a escuelas fueron
habituales, por lo tanto, los profesores asistían a domicilio de las familias acomodadas. Estos
pequeños sufrieron en cuerpo y espíritu los zarpazos de aquella guerra que comenzó un
sábado 18 de julio de 1936, cuando en los campos se iniciaban las labores de la trilla y las
vacaciones escolares llenaban las calles, plazas, ríos, montes y playas de España de risas y
juegos infantiles (Pàmies, 1977, p. 19).

Características generales de la poesía de la Generación del 50

Como ya se ha mencionado los escritores de la generación del 50 vivieron la guerra civil


española cuando eran niños lo que llevó a que este movimiento literario sea conocido también
como “la generación de los niños de la guerra”. Los hechos presenciados en su infancia
influyeron considerablemente en el pensamiento de estos escritores cansados de las
injusticias y la situación social por la que atraviesa España. Sin embargo, contrarios a la
generación de la postguerra los escritores del 50 no creen que la literatura deba usarse como
una herramienta para enviar mensajes sociales, ya que consideran incorrecto proclamarse
como líderes o representantes de una comunidad entera, sino que por el contrario deciden
crear una poesía autobiográfica también conocida como poesía crítica a través de la cual
realizan un “ejercicio de indagación en la propia personalidad, en las vivencias como único
medio de acceso a esa realidad que se pretende transformar” (López, 2007. p 34)

La generación del 50 presenta una literatura antirromántica ya que para ellos los sentimientos
ideas e impresiones no solo se logran conocer de manera precisa a través de esfuerzos de
reflexión y lucidez sino que además entre los sentimientos y el poema media una voz ajena a
la del poeta, esta voz es también considerada por estos poetas como la característica que hace
del poema un objeto artístico; adicional a esto los poetas utilizan otras estrategias para evitar
la efusión de sentimientos en sus obras. Una de las más características es la organización
arbitraria de sus obras pues los textos con más elementos románticos son colocados en medio
de otros con temática opuesta.
Otros tópicos característicos que se pueden encontrar en la literatura de la generación del 50
son el paso del tiempo y la memoria. En sus obras se hacen presente las alusiones a los
recuerdos de la infancia y el temor al paso de los años y la inevitable muerte. La memoria es
vista como una herramienta para defender al yo de la destrucción provocada por el paso del
tiempo. Se puede decir que el estilo que destaca las obras de los niños de la guerra, implica
una temática humana: la tónica autobiográfica, el paso y los obstáculos del tiempo,así como
la memoria y la infancia.

Los niños de la guerra presentaron varias diferencias respecto a los escritores de la


postguerra. Aparte de la ya mencionada transición de la poesía social y la crítica se encuentra
también el valor de la poesía. Para los escritores de la posguerra sólo tenía un valor
instrumental, por el contrario para la generación del 50 la poesía tenía un valor testimonial
indirecto desde el cual poder actuar en el exterior. Sin embargo la diferencia más clara es la
oposición entre poesía como comunicación – poesía como conocimiento. “La polémica tiene
su origen en unas palabras de Aleixandre en las que se definía a la poesía como comunicación
(López, 2007. p 35). La popular definición dio origen a la primera edición del ensayo de
Carlos Bousoño Teoría de la expresión poética (1976). Esto provocó que muchos escritores
de la generación del 50 respondieran inmediatamente, entre ellos José Ángel Valente quien
definió a la poesía como conocimiento (1963): “el poeta no opera sobre un conocimiento
previo del material de la experiencia, sino que ese conocimiento se produce en el mismo
proceso creador y es (...) el elemento en que consiste primariamente lo que llamamos
creación poética”. “Hay una cara de la experiencia, como elemento dado, que no puede ser
conocido más que poéticamente. Este conocimiento se produce a través del poema (...) y
reside en él” (López, 2007. p 35). De esta forma los escritores de la generación del 50
definieron la poesía como el acto de adquirir conocimiento.

Sobre Claudio Rodríguez


(Zamora 1934, Madrid 1999) Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense en
donde entabló amistad con su maestro Vicente Aleixandre y con muchos de la generación del
50. Aprendió latín, francés y las métricas francesa y castellana. Participó en el 1er Congreso
de Escritores Jóvenes Comprometidos con el Movimiento Estudiantil Antifranquista.

Distinciones.
1953 Premio Adonais de poesía (Don de la ebriedad)
1966 Premio de la Crítica de Poesía (Alianzas y condenas)
1983 Premio Nacional de Poesía (Desde mis poemas)
1986 Premio Castilla y León de las Letras
1987 Elegido miembro de la real academia de la real Academia de la Lengua Española
1991 Premio el Crítico (Casi una leyenda)
1993 Premio Príncipe de Asturias de las Letras
1993 Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana
1998 Premio Poesía de la Academia Castellano Leonesa para Poetas Consagrados

Obras.
1953 Don de la ebriedad
1958 Conjuros
1965 Alianza y Condena
1976 El vuelo de la celebración
1991 Casi una leyenda
Inconclusa. Aventuras

Etapas.
Las etapas de la trayectoria vital e intelectual de Claudio Rodríguez tienen su correspondiente
reflejo y expresión en cada uno de sus libros: desde la infancia y adolescencia, marcadas por
el entusiasmo y la exaltación y por la comunión con el cosmos y la naturaleza, hasta la vejez
y la muerte, que es uno de los temas centrales del libro que el autor ha dejado inconcluso,
bajo el título provisional de Aventura.

Durante su infancia pasaba las vacaciones en la finca familiar, conviviendo con la naturaleza,
el laboreo de la gente y el sentido temporal de la cosecha. Cuando muere su padre, esta
práctica se vuelve permanente al caer su familia en ruina.

Claudio de trece años hereda su biblioteca de Clásicos Españoles, filosofía y poesía francesa,
lo que refuerza las prácticas andariegos de un lector que recorre los campos, las orillas del
Duero y las fincas bajo su administración. Cinco años después a sus dieciocho años termina
Don de la ebriedad.

Su poesía muestra la escisión entre la Naturaleza y el Hombre, es un intento por revelar a


través de un esfuerzo imaginativo la perfecta correspondencia entre lo natural y lo humano.
La búsqueda de fusión, de retorno a la fuente es posible solo si se es consciente de la
dicotomía entre verdad y apariencia. Una vez existe conciencia de ello se restaura la
autenticidad de la realidad, se concilia el yo con la naturaleza.

La imaginación del poeta expresa un complejo simbolismo de lo lumínico (Luz-oscuridad,


día-noche, tierra-cielo). La imagen de la “luz” es el arquetipo que configura su poesía ya
desde Don de la ebriedad asociado a temas; la creación, la voluntad, el amor, la muerte y el
conocimiento, continuamente el poeta remite a estos símbolos a lo largo de sus obras, los
recrea guiado por la intención de una comprensión más profunda de la realidad.

A partir de conjuros el poeta empieza a hacer nuevas asociaciones, reinterpreta aquellos


símbolos variando sus sentidos, aparece entonces la “claridad” que permite aclarar esa
intuición en la percepción de un mundo unitario como revelación de verdad.

Por lo tanto bajo este ámbito realista-metafísico, el poema no es una sensación sentimental
sino una concepción científica del mundo que presupone el conocimiento. A la hora de llevar
a la práctica esta idea, la poesía da puerta a que la intuición se “comunique” a través del
vehículo verbal, esta intuición es un conocimiento previo a la comunicación, por lo tanto la
poesía comunica un estado psíquico, un conocimiento único de un momento creativo.

Reseña del texto

Don de la Ebriedad (1953) es la primera obra escrita por Claudio Rodríguez. Compuesto de
un total de diecinueve poemas el libro se encuentra dividido en tres partes, la primera de
nueve, la segunda de dos y la tercera de ocho. La segunda parte de esta obra tiene la
particularidad de que sus dos poemas presentan una mayor extensión que los contenidos de
las partes uno y tres, son de igual forma los únicos que tienen un título propio “Canto del
despertar” y “Canto del caminar”. Adicionalmente estos dos poemas en particular presentan
un epígrafe el primero es de San Juan de la Cruz y el segundo de Rimbaud; también el poema
dos de la tercera parte es el único que tiene una dedicatoria para su esposa Clara Miranda.

Esta obra es una composición llena de sentimiento, en la que el autor usa los elementos de la
naturaleza, principalmente la oposición entre el día y la noche, entre otros elementos
constantemente presentes en la obra como lo son la claridad, la luz, el viento y las estaciones
del año, para describir sus estados de ánimo y sus sentimientos hacia un amor desconocido.
En cuanto a la métrica utilizada, los libros primero y tercero son romances endecasílabos o
heroicos, excepto los dos cantos del segundo libro ya que estos están escritos en verso libre.
A lo largo de la obra, el poeta da muestras de tener curiosidad por lo que hay más halla, por
lo que se encuentra oculto y que solo se puede descubrir a través de la luz del sol y la claridad
proporcionada por la luna. Estos astros se convierten en los principales elementos
representantes de la lucidez en el poeta, los cuales le ayudan a adquirir el conocimiento, sobre
su entorno, pero sobre todo sobre sí mismo, que más adelante resaltaremos en su obra.

Marco conceptual
Para comprender y estudiar de una manera más analítica la obra don de la ebriedad de
Claudio Rodríguez, se hace pertinente definir los conceptos de poesía y conocimiento según
autores varios de la década del 50, en un orden cronológico. Además de esto, es pertinente
conceptualizar y comprender algunos términos fundamentales asociados a Claudio Rodríguez
por la repercusión de su utilización a través de su obra.

Poesía.

Claudio Rodriguez
La poesía, entre otras cosas, es una búsqueda, una participación entre la realidad y la
experiencia poética de ella a través del lenguaje, claro está que cada poema es como una
especie de acoso para lograr dichos fines.
Ángel González Muñiz
“La poesía es la palabra que se nombra a sí misma, la serpiente que se muerde la cola y está a
punto de auto devorarse [...] La poesía te ilumina, te aclara cosas, te explica el mundo y
responde a esa necesidad de entender la vida”. (González, 1973: 175 citado en Valles de Paz
2016, p. 143 - 151)

El tono será el hilo conductor que lleve al poeta a acertar con las palabras reveladoras de un
enigma, a descubrir el alcance y el sentido de sus propias experiencias. El hallazgo del tono
justo contribuye en gran medida a que el poema sea medio de conocimiento” (Valles de Paz
2016, p. 149).

Ángel González fue un poeta contemporáneo a Claudio Rodríguez, pero más que eso era su
gran amigo. Se conoció con él en Madrid y desde ese momento tuvieron muchas cosas en
común. Tras la muerte de Rodríguez en 1999 a González le fue encargado escribir un libro en
su honor, titulado Otoños y otras luces publicado en 2001. Según María Payeras 2009 en esta
obra el autor refleja “más allá de la admiración literaria, la simpatía hacia un ser humano por
el que manifiesta enorme respeto” (Valles de Paz 2016, p. 342). Además de esto, en su
homenaje Gonzalez transfigura la visión metafísica de la luminosidad de Claudio Rodríguez a
una visión en la que la vida es la que le da sentido a esa luminosidad.

Francisco Brines
“La existencia es una cosa y la poesía otra. La poesía es un arquetipo al que nos asomamos y
en el que aparece un personaje que no tiene nuestro rostro, pero que sabemos es nosotros,
pero con otro rostro. La poesía descubre aspectos oscuros y desconocidos en nosotros y que
sólo por el procedimiento poético llegamos a conocer. Por ello el personaje que aparece en
los textos no es exactamente el que se refleja en el espejo [...]
La poesía no es una biografía como tal. Es una biografía potenciada y a veces, sajada. Y
entonces hay cosas que no aparecen. Por eso le he dicho que nunca he escrito desde la alegría
sino desde la pérdida.” (Brines, 2007)

Antonio Gamoneda
“la poesía no es literatura” para escándalo de muchos, pues “la literatura es ficción y la
poesía es realidad, y en esta realidad se amplían y se intensifican nuestra conciencia y nuestra
vida y no en la ficción” pues “la literatura representa […]la poesía crea y revela”. (López,
2013)

La poesía, en el sentido de lo dicho, está ya esperando los ojos atentos del poeta, que por el
camino de un vivir marcado por la presencia y ausencia, del sentido y el tiempo, consigue ver
lo invisible y oler el humo lejano de lo nuevo y al tiempo viejo y eterno. La literatura emerge
en paralelo a la vida. La poesía es la vida, las astillas frágiles de la vida que sólo los pies del
poeta puede atraer, como los recuerdos que dolorosos y liberadores, al tiempo, estaban allí,
ya, antes de nosotros.

Conocimiento.

José Ángel Valente


El poeta no opera sobre un conocimiento previo del material de la experiencia, sino que ese
conocimiento se produce en el mismo proceso creador y es, a mi modo de ver, el elemento en
que consiste primariamente lo que llamamos creación poética. El instrumento a través del
cual el conocimiento de un determinado material de experiencia se produce en el proceso de
la creación es el poema mismo. Quiero decir que el poeta conoce la zona de realidad sobre la
que el poema se erige al darle forma poética: el acto de su expresión es el acto de su
conocimiento. […]. El único medio que el poeta tiene para sondear ese material informe es el
lenguaje: una palabra, una frase, quizá un verso entero (ese verso que según se ha dicho nos
regalan los dioses y que, a veces, debemos devolverlo intacto). Ese es el precario comienzo.
Nunca es otro. […]. De ahí que el proceso de la creación poética sea un movimiento de
indagación y tanteo en el que la identificación de cada nuevo elemento modifica a los demás
o los elimina, porque todo poema es un conocimiento ‘haciéndose’. (Cassol et al. 2012).

Comunicación.

-Carlos Barral
Poesía no es comunicación, la teoría de la poesía como comunicación constituye, cuando se
formula científicamente, una simplificación peligrosa del proceso poético, simplificación que
ignora la autonomía del momento creativo en el que aparece un estado psíquico determinante
del poema.(Fanny Rubio y josé Franco, 1984, p.61).

-Jose Maria Castellet.


La poesía lleva a los escritores a sentirse uno más entre otros hombres, frente a la “voz en sí
mismo” que reencarna todo poeta simbolista: su método de abstracción de la experiencia real
e histórico narrativo, reivindican una función comunicativa de significado inmediato para el
lenguaje. que se vuelve coloquial y directo.Se desplaza el objeto destinatario del poema a la
inmensa mayoría.(Fanny Rubio y josé Franco, 1984, p.46).

José Ángel Valente


“Una inversión de perspectiva que llevase más radicalmente la consideración de lo poético
a la naturaleza del proceso creador acaso hiciera ver que la poesía es, antes que cualquier
otra cosa, un medio de conocimiento de la realidad. Por añadidura, es posible que incluso
desde un punto de vista práctico y con miras a una defensa contemporánea de la poesía, la idea
de ésta como conocimiento ofreciese más decidido interés que la teoría de la comunicación. ”
(Valente, 1968)
“Por existir sólo a través de su expresión y residir sustancialmente en ella, el conocimiento
poético conlleva, no ya la posibilidad, sino el hecho de su comunicación. El poeta no
escribe en principio para nadie y escribe de hecho para una inmensa mayoría, de la cual es
el primero en formar parte. Porque a quien en primer lugar tal conocimiento se comunica es
al poeta en el acto mismo de la creación.” (Valente, 1968)

Luz.
Antonio Gamoneda
Todas las artes, todas, persiguen el instante en que se dé, como una aparición, la conciencia-
la sensación, al menos de que ha surgido algo que sí, que para entendernos, podemos llamar
“luz”.

Ebriedad.
Claudio Rodriguez
Es «un entusiasmo, en el sentido platónico de inspiración, de rapto, de éxtasis; lo que para el
cristiano sería fervor», además de esto en su poesía la ebriedad juega un papel fundamental,
pues la utiliza como medio para perseguir y alcanzar el anhelado conocimiento. (Rodríguez,
1985: 12).

Realidad.

Claudio Rodriguez
“Si la poesía, entre otras cosas, como he escrito ya, es una búsqueda, una participación entre
la realidad y la experiencia poética de ella a través del lenguaje, claro está que cada poema es
como una especie de acoso para lograr dichos fines. [...] la realidad y el lenguaje pueden
asumir distintas vibraciones, muy variadas aproximaciones, gamas que han de establecer el
proceso creador. En el fondo, se trata de la aventura entre la intimidad y la realidad”
(Rodríguez, 1985: 119 ).

Jaime Gil de Biedma


“La poesía ofrece imágenes del mundo, ni contradictorias ni unívocas, que son la otra
realidad, ni verdadera ni falsa, pero otras realidades. Unos saberes y conciencias de que la
llamada realidad es apenas una creación del sujeto, de nosotros que deseamos el mundo…La
poesía entonces es uno de los instrumentos más eficientes para abolir aduanas, para derruir
lugares de observación y vigilancia, para derribar las costumbres y las modas y nos hace
entrar en una verdadera comunión entre las palabras y los hechos, las palabras y lo que ellas
nombran” (Biedma, 1980)

Don.

Para Claudio Rodríguez es la manera de concebir la poesía, es la oportunidad de usar su


consciencia, de plasmar la verdad junto con su capacidad creadora e inspiradora.

Claridad.
la claridad es el correlato de la poesía y de sus efectos. En el interior del poema es de la
«claridad» de la que se dice que es un «don», no de la ebriedad, que también se nombra, pero
como adjetivo de «persecución», de la persecución de la claridad (Miguel Muro, 2014).

La claridad es el centro al que se vuelve en repetidas ocasiones a lo largo de todo el libro


(Prieto de Paula, 1996).

La claridad, no es otra que cosa que “la gracia poética” (Sobejano, 2003: 424) eso sí, a veces
personificada (“Si tú la luz te la has llevado toda”) y otras materializada en el mundo. La
claridad es aquello que permite distinguir bien las esencias de las cosas. De este modo, la
claridad está estrechamente relacionada con la Verdad y, por tanto, con el conocimiento. La
claridad es, en fin, el principal objeto de deseo del poeta, aquello que es considerado como un
don (Yubero, 1998, p.101).

Telurismo.

Según la Real Academia Española es la “influencia del suelo de una comarca sobre sus
habitantes”.
Se define a Claudio Rodríguez como un poeta telúrico porque su obra se nutre de los temas y
los tópicos de la tierra: meseta, surco, cosecha, vendimia, vino, barbecho, el telurismo de
Rodríguez se adentra en lo telúrico, en la extensa palma de la tierra, apuntando a símbolos de
trascendencia y dirigiendo hacia ellos su verso entusiasmado (Prieto de Paula, 1996).

Los autores mencionados anteriormente, se escogieron porque pertenecen al grupo de autores


que conforman el grupo poético madrileño que se dio a conocer en la década de 1950-1960
denominado generación de los 50. La poesía de Claudio Rodríguez fue incluida en la
Antología de Francisco Brines, lo cual ayudó a crear una relación entre Rodríguez y algunos
de estos autores como el mismo Brines, José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma. Sin
embargo, de los poetas del “grupo de los años 50”, Claudio Rodríguez parece distinguirse
ante todo por lo que se pudiera llamar impulso lírico: un movimiento de iluminación a través
de la palabra emanada del amor y dirigida a alguna forma de unión: comunicación, compañía,
alianza, solidaridad, fusión, mientras que, otros poetas del mismo grupo como Ángel
González, Jaime Gil de Biedma o José Ángel Valente, perseguían un modo de conocimiento
más dependiente de la visión crítica. (Sobejano, 2003: 423). Por lo anterior Rodríguez poeta
con su socarronería habitual, definió en algún momento de su vida con una boutade tan
lúdica como cierta: «Lo que más nos une es que no nos parecemos en nada».

Análisis

En su primera obra Don de la Ebriedad Claudio Rodríguez hace repetidas menciones a la


claridad y a la luz, origen y camino a través del cual se hace posible el conocimiento. Esta
concepción Dionisíaca de la luz del conocimiento otorgada por el plano superior, fundamenta
el simbolismo que sustenta al poeta como el portador de aquel don divino que es la poesía.
Ésta es concebida como algo que se recibe, un regalo acompañado de sus formas de
conocimiento, mismas que implican la disolución de la conciencia y el acceso al
conocimiento de la verdadera realidad de la cosas más allá de la triste realidad de su
apariencia. Este estado no es absoluto, por lo tanto progresivamente conforme se transcurre
el tiempo se va perdiendo, esto se refleja en los momentos de análisis de su poema don de la
ebriedad y a lo largo de su trabajo poético.

La obra de Claudio Rodríguez en singular, está caracterizada por la luz, la cual nos ofrece la
clave de su mundo poético. El deseo de claridad, como revelación de la verdad, como logro
de la serenidad. No hay en su obra un solo poema en el que no vibre la luz como percepción
de lo trascendente. Este simbolismo espectacular de la luz fundamenta siempre en esta poesía
una espiritualización de la realidad. La luz alumbra el origen, la visión misteriosa e
instantánea de un mundo sagrado en todo su esplendor fascinante (Yubero, 1998, p.101).
Claudio Rodríguez no sólo busca el conocimiento de las cosas, sino fundamentalmente el
“nudo que ate y dé sentido” es decir, la vida que late en cada cosa, en cada realidad (Yubero,
1998, p.102).

Todos los temas de su poesía (la infancia, el amor y el conocimiento, el dolor y la muerte, en
definitiva, “la vida, con todas sus consecuencias”, convergen hacia un punto imaginario
concreto: la plenitud vital desde la luz se afronta con fervoroso entusiasmo, la indagación en
la existencia humana y el posible conocimiento de la realidad. Esta “tendencia hacia la luz”,
la importancia que la naturaleza tuvo en su adolescencia, la emoción ante el paisaje y su
contemplación ensimismada, sus andanzas solitarias a campo abierto en busca de consuelo y
desahogo, tuvieron gran repercusión en su obra (Yubero, 1998, p.103).

En una entrevista realizada en agosto del 1999 a Claudio Rodríguez, el periodista Javier
Ochoa pregunto si el autor concebía la creación poética como un modo peculiar de conocer, a
lo que el autor respondió que “la poesía incluye conocimiento, aunque es una forma de
conocer muy distinta a la filosófica o a la práctica.” es decir, no sólo existe el conocimiento
lógico, que es lo que la gente piensa. Existe el conocimiento imaginativo. El conocimiento a
través del sueño, por ejemplo, como decía Bécquer. Sin embargo, lo que el autor quería dar a
entender es que en su primera poesía utilizó un conocimiento poético, no un conocimiento
lógico, puesto que, la poesía no tiene nada que ver con la lógica. Así pues, Don de la
ebriedad es un solo poema arbitrariamente dividido en fragmentos que aunque a simple vista
no haya una conexión explícita conduce a más claridad, más sencillez y a más conocimiento a
medida de que el lector se introduce en el libro .

De esta forma se puede definir esta obra como un “desorden ordenado” pues esta carece de
orden lógico, pero estéticamente si mantiene un orden claro y cargado de simbolismo. En
palabras de García Jambrino (1998):

El lector se encuentra, en el plano estructural, con una contradicción interna,


irresoluble lógicamente: la contradicción existente entre un orden implícito y un
desorden explícito.[…] esa contradicción arriba señalada queda, de algún modo,
resuelta en un nivel no lógico ni consciente y […] por tanto, la ordenación tiene un
sentido simbólico. (Rego 2013).

Dicho de otra forma para captar este orden implícito en la obra no hay que tratar de
entenderlo de manera racional sino de manera afectiva haciendo uso de nuestros sentidos y
sensibilidad.

En primera instancia dentro de Don de la ebriedad, la alusión por medio de símbolos se


presenta como el instrumento principal de acceso a dicha experiencia, aquellos propios de la
filosofía de Plotino aparecen como referente dentro del sistema simbólico neoplatónico.
Como se ha venido mencionando, la obra don de la ebriedad de Claudio Rodríguez está
dividida en tres fases, la primera fase es aquella en que la el poeta no es capaz de contemplar
la claridad, dicho de otro modo, la fase en la que los polos aún se mantienen alejados (Rego,
2013, p.19). Pues la luz apenas comienza a emerger permitiendo así dar reflejo a la verdad,
mostrando a la vez una disposición para entrar al conocimiento. Así de esta manera, el poema
empieza con las siguientes líneas.

“Siempre la claridad viene del cielo;


es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias”

Esta concepción escindida del hombre subyace la afirmación de Plotino de que el alma
humana sufre la distancia insalvable entre el mundo de las ideas y el de los sentidos (Enéada
IV, 3). Como se mencionó anteriormente, la obra de Claudio Rodríguez se caracterizada por
la luz. El deseo de claridad para que la verdad sea revelada, como logro tras alcanzar la
serenidad en armonía con la fuente. No hay en su obra un solo poema en el que no vibre la
luz como percepción de lo trascendente, este simbolismo de la luz fundamenta en esta poesía
una espiritualización de la realidad desde el neoplatonismo.

En palabras de Leopoldo de Luis, la poesía de Claudio Rodríguez, sin invocar a la Divinidad


ni penetrar a lo metafísico, muestra estremecida unción frente a lo creado, fundiéndose con la
armonía del orbe (1969, p. 58). Lo que hace el joven Claudio Rodríguez es desarrollar toda
una teoría de la inspiración poética, investigando la siempre compleja relación entre el poeta
y la realidad en un lenguaje nada sencillo (Mayhew, 2002). Su obra continúa algunas líneas
abajo:

“Oh, claridad sedienta de una forma,


de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?”
Esta tendencia hacia el simbolismo de la luz junto con la importancia que la naturaleza tuvo
en su adolescencia, la emoción ante el paisaje y su contemplación ensimismada durante sus
andanzas solitarias a campo abierto, tuvieron gran repercusión en su obra. En este primer
poema el poeta plantea como accede al conocimiento a través del telurismo y el contacto con
la naturaleza, pues como explicaría años más tarde:

Cuando comencé a escribir Don de la ebriedad tenía diecisiete años. Dos datos
suficientes para orientar al lector. Poesía–adolescencia- como un don; y ebriedad
como un estado de entusiasmo, en el sentido platónico, de inspiración, de rapto, de
éxtasis, o, en terminología cristiana, de fervor… no era consciente, repito, de que la
contemplación viva entraña un acercamiento y un alejamiento ante el misterio de la
realidad y de la posibilidad, digámoslo así, del conocimiento intuitivo de ella. De
aquí, que la ignorancia, en el sentido más revelador, informe e inventé estos poemas
(citado en Rego 2013).

En esta declaración Claudio Rodriguez hace mención a la ebriedad, palabra que da el título a
esta obra, como ya se mencionó, él la define como un estado de entusiasmo además de esto
en su poesía la ebriedad juega un papel fundamental, pues la utiliza como medio para
perseguir y alcanzar el anhelado conocimiento:

“Y, sin embargo - esto es un don - , mi boca


espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el brazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.”

En esta obra Claudio Rodríguez realiza una oposición entre el día y la noche. En la cual la
noche es representada como la sombra que oculta los objetos que solo se hacen visibles por
medio de la claridad del dia. Sin embargo, en el segundo poema de la primera parte se puede
apreciar como la noche se transforma en un agente iluminador debido a la luna y a las
estrellas:
“Yo me pregunto a veces si la noche
se cierra al mundo para abrirse o si algo
la abre tan de repente que nosotros
no llegamos a su alba, al alba al raso
que no desaparece porque nadie
la crea: ni la luna, ni el sol claro.”

En este poema el autor da a entender que la noche al igual que el día está cargada de claridad,
pero lamentablemente esta luz no logra ser perceptible por los sentidos humanos. Pues como
escribe más adelante:

“Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto,


un resplandor aéreo, un dia vano
para nuestros sentidos, que gravitan
hacia arriba y no ven ni oyen abajo.”

Así, finalmente el poeta se da cuenta de que en realidad “la mañana es eterna” ya que esta
nunca tiene fin y se encuentra siempre presente pues el siente que las sombras están abriendo
su luz.

Además de esto es innegable la influencia que la naturaleza tuvo en la obra de Claudio


Rodríguez. Un aspecto importante de la naturaleza que se puede encontrar en su obra es el
telurismo, es decir, la “influencia del suelo de una comarca sobre sus habitantes”, el poema
en el que este aspecto se hace más notorio es el VII del libro I:

Ritual arador en plena madre


y en pleno crucifijo de los campos,
¿tú sabías?: llegó, como en agosto
los fermentos del alba, llegó dando
desalteradamente y con qué ciencia
de la entrega, con qué verdad de arado.
Pero siempre es lo mismo: halla otros dones
que remover, la grama por debajo
cuando no una cosecha malograda.

En este fragmento se puede ver cómo los cambios de la naturaleza afectan a los cultivos del
pueblo, lo que da una buena muestra de la observación llevada a cabo por Rodríguez de la
vida en su tierra. Pues al respecto dijo que estos poemas surgieron “del contacto directo,
vivido, recordado, con la realidad de mi tierra, con la geografía y con el pulso de la gente
castellana, zamorana” (García Jambrina, 1998: 34 citado en Riego, 2013. p 13).
Otro de sus versos (aunque la gran mayoría de ellos) que manifiestan ese telurismo, se
ejemplifica con el siguiente extracto:

La encina, que conserva más un rayo


de sol que todo un mes de primavera,
no siente lo espontáneo de su sombra,
la sencillez del crecimiento; apenas
si conoce el terreno en que ha brotado.

Una vez más el poeta indaga en la posibilidad del descubrimiento de la verdad, a la cual se
accede más a través de la sencillez y la espontaneidad que de un riguroso ejercicio puramente
cognoscitivo.

Por otra parte, la influencia de las cosas presentes en Don de la ebriedad no nace de la tierra
sin más sino de una “realidad transfigurada”, de una realidad que hace de estancia de la luz,
lo que expone un proceso en sentido contrario en donde el yo, a veces, es el que ilumina la
realidad así como podemos notar en el siguiente fragmento:
“[…] Como avena que se siembra a voleo y que no importa
que caiga aquí o allí si cae en tierra
va el contenido ardor del pensamiento
filtrándose en las cosas, entreabriéndolas,
para dejar su resplandor y
luego darle una nueva claridad en ellas”.

Es decir, es el individuo quien alcanza el conocimiento por medio de su contacto con su


entorno mismo. Asimismo, el poeta se halla, en un estado de calma, tratando de imitar la
sensación experimentada, procurando materializarlo en palabras, contemplandolo y de alguna
manera disfrutandolo para luego ser capaz de transmitirlo. El deseo de contemplación de la
claridad siempre está presente, el autor desea con todas las fuerzas de su alma entrar en
contacto con esa claridad que le permitirá adquirir el conocimiento sobre las cosas que le
rodean:
“[…] Y siempre
como el deseo, como mi deseo.
Vedle surgir entre las nubes, vedle
sin ocupar espacio deslumbrarme.
No está en mí, está en el mundo, está ahí enfrente.
Necesita vivir entre las cosas.”

De esta forma la luz aún es ajena al poeta, quien espera desesperadamente la oportunidad de
entrar en contacto con ella y poseerla. La luz proviene del cielo y cae sobre los objetos de la
naturaleza, modificandolos, haciéndolos más puros. El poeta, maravillado por esta claridad
desea contemplarla y alcanzarla para poder ver y conocer el mundo que le rodea a través de
ella. Así, el poeta solo logra adquirir el conocimiento por medio de la luz.

Retomando al orden de su obra, la segunda fase es intermedia, consiste en un estado de


confusión en el que “las «cosas» dejan de apuntar a las «ideas» sublimes ejemplificadas en
aquéllas, pues tienden no ya a eludirlas, sino a encarnarlas” (Prieto de Paula, 1996: 23). Es
como vemos un estado intermedio entre la primera fase, el punto de partida, y la última, el de
llegada. En palabras de García (1999), la segunda fase entra de lleno al conocimiento pleno.
El poeta ya en el Canto del despertar y el Canto del caminar empieza a perder la capacidad de
permanecer en este estado de embriaguez. En resumen, inicialmente el vivir del poeta no
precisamente es una búsqueda, sino más bien es un estado de embriagada posesión, este
estado se atenúa lejos de asentarse conforme avanza el poema.

Con ello llegados al «Canto del caminar» es evidente que tiene una estructura pragmática en
la que el yo poético se dirige, primero, a algo o a alguien, sin precisar y, más adelante, se
alude a un principio creador, innominado.

“Comienzo a comprobar que nuestro reino


tampoco es de este mundo. ¿Qué montañas
me elevarían? ¿Qué oración me sirve?
Pueblos hay que conocen las estrellas,
acostumbrados a los frutos, casi
tallados a la imagen de sus hombres
que saben de semillas por el tacto.”

En este apartado, las estrellas se identifican con la fulguración de la luminosidad, se trata de


una luz que alcanza la suprema elevación para conocer que “nuestro reino no es de este
mundo”.
Como bien hemos dicho, la obra de Claudio Rodríguez es además una constante búsqueda del
conocimiento a través de la luz, su poesía representa la creación a través de la luz, a manera
metafísica expresando que la luz es acceso al conocimiento y la verdad gracias a una serie de
analogías que el poeta percibe entre los dos y que podría sintetizarse en “ver es conocer” en
el sentido de que la luz física permite la visibilidad de los objetos, es acceso a sus formas
aparentes y al contacto con ellas a través de los sentidos. Es decir, la luz es un elemento
condicionante para el discernimiento o visibilidad de los objetos y el conocimiento es así
mismo condición previa para que el entendimiento conceptualice en su esencia los objetos.

Otro de sus versos que ejemplifican esa búsqueda de conocimiento a travès de la luz, se
expresa en palabras de Claudio Rodríguez:

... Pasan los días, luminosos


a ras de tierra, y sobre las colinas
ciegos de altura insoportable, y bellos
igual que un estertor de alondra nueva.

En estos últimos versos los días ciegos de altura insoportable muestran una vez más la
transversalidad de la luz para llegar al conocimiento. Asimismo, el sentido que da este autor a
la palabra participación, tiene una reminiscencia clásica. Participación es un término que
viene de los orígenes del pensamiento griego, Platón usó este término de participación
(μέτεξιρ, μειαλητιρ, μιξιρ, σπᾷσιρ, παποςσία) para referirse a la relación entre el mundo de
las ideas y el mundo material. Sin embargo, no debemos pensar que la poesía es, según el
poeta, una clase de “traducción versificada”, por así decir, de la experiencia común del
conocimiento. Por el contrario, la poesía es en sí un modo concreto de conocer, en el cual “el
proceso del conocimiento poético es el proceso mismo del poema que lo integra” (Lanz,
2009: 199). De acuerdo con lo anterior podemos deducir que la cima del hecho poético sería
la contemplación –el conocimiento- por parte del poeta de las ideas que informan la materia:

“Una luz que en el aire es aire apenas


viene desde el crepúsculo y separa
la intensa sombra de los arces blancos
antes de separar dos claridades:
la del día total y la nublada
de luna, confundidas un instante
dentro de un rayo último difuso.

Qué importa marzo coronando almendros.


Y la noche qué importa si aún estamos
buscando un resplandor definitivo.
Oh, la noche que lanza sus estrellas desde almenas celestes”.

Esta idea de la contemplación de la verdad a través de la luz ha llevado a que su poesía sea
comprada con la de los místicos españoles Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa
Teresa. En ellos al igual que en Claudio Rodríguez se hace presente la búsqueda del
conocimiento haciendo uso de elementos de la naturaleza para alcanzar la iluminación y la
trascendencia de su espíritu. Estas similitudes poéticas condujeron a los teóricos a estudiar la
poesía de Rodríguez en relación con la de los místicos españoles. Prieto de Paula hace el
siguiente análisis de Don de la Ebriedad con respecto a la poesía de Fray Luis de León.

Recuerda más a Fray Luis de León, con quien lo vinculan algunos rasgos, a saber:
afán de conocimiento, que lo lleva a perseguir incansablemente la verdad que existe
más allá de cualquier apariencia engañosa; deseo de desprendimiento del lastre
corporal, responsable a la postre de la imposibilidad de remontar el vuelo a las anchas
zonas de la contemplación; ímpetu de altura, que hace de su poesía (la de ambos) un
dardo que se quiere clavar en zonas encumbradas; por fin, sensación frecuente de
fracaso, pues la corporeidad impide la plenitud en que el espíritu se eterniza en el
canto. (Rego 2013).

Sin embargo, “Claudio siempre decía de forma tajante que su experiencia no se parecía a la
de los místicos españoles del s. XVI” (Silver, 2010: 22 citado en Rego 2013), aun así es
innegable que su poesía fue influenciada por Arthur Rimbaud y el poeta místico San Juan de
la Cruz, a quienes citó en el segundo capítulo de Don de la Ebriedad. Además de esto el
mismo poeta llegó a admitir que su observación del mundo y la forma en que lo plasma en
sus poemas es similar a la realizada por los místicos españoles, pues como él mismo
comentó:
Una adecuación entre la presencia de la materia y mi interpretación de ella funciona
en mi poesía […] Santa Teresa siempre decía que se pasaba muchas horas y días
contemplando lo que es el agua, y es precisamente esa contemplación de lo que es el
agua, la materia, lo que da pie a Santa Teresa para otras interpretaciones espirituales.
San Juan de la Cruz no puede escribir sin una materia presente, que muchas veces
invade el pensamiento. (Campbell, 1971: 229 citado en Rego 2013 p 15).

Pero esta no es la única similitud que Claudio Rodríguez tiene con los místicos del siglo XVI.
En el caso de San Juan de la Cruz, a quien cita en su poema canto del despertar “... y
cuando salía / por toda aquesta vega/ ya cosa no sabía …” proveniente de la obra cántico
espiritual, él tenía la peculiaridad de considerar a su alma como una amada en busca de Dios
para entregarse a ella, este modo de entregarse también se puede encontrar en la obra de
Rodríguez:
“El primer surco de hoy será mi cuerpo.
Cuando la luz impulsa desde arriba
despierta los oráculos del sueño
y me camina y antes que al paisaje
va dándome figura. Así otra nueva
mañana. Así otra vez y antes que nadie,
aún que la brisa menos decidiera,
sintiéndome vivir, solo, a luz limpia.”

En el anterior fragmento del canto del despertar Claudio Rodríguez expresa como la luz
penetra en él y lo posee controlando su cuerpo. Esta clase de sensaciones son también muy
presentes en los poemas de los místicos españoles al igual que las alusiones religiosas
presentes igualmente en Don de la ebriedad. En el poema IX del libro 1 Claudio se compara
con una hostia “no poder ser hostia para darse” una clara referencia al elemento religioso de
la eucaristía realizada por Jesucristo. Aca en el libro 2 también se pueden encontrar estas
alusiones religiosas:
“Tibia respiración de pan reciente
me llega y así el campo eleva formas
de una aridez sublime, y un momento
después, el que se pierde entre el misterio
de un camino y el de otro menos ancho,
somos obra de lo que resucita.”

En estos versos al igual que en muchos otros de la obra se hace referencia a la eucaristía por
medio de la mención al “pan caliente” o al “trigo”. Además en estos versos hace referencia
también a la resurrección, un aspecto importante que los místicos consideraron solo se podría
alcanzar por medio de la obtención de la luz y el conocimiento.

Como ya se ha mencionado anteriormente Arthur Rimbaud, citado en el poema Canto del


caminar “…ou le Pays des Vignes?” del poema “Le Pauvre songe” acerca de un caminante,
también influenció la obra de Rodríguez. Pues su obra fue “la única lectura de un poeta
contemporáneo que había realizado Claudio Rodríguez en su adolescencia (además de los
poetas y dramaturgos del Siglo de Oro).” (Rego 2013 p 41). Además de ser ambos poetas
bastante jóvenes cuando empezaron a escribir sus primeros poemas su similitud más
destacada es el concepto de ebriedad, asimismo ambos poetas hacen uso de símbolos como la
luz, el mar y otros elementos de la naturaleza.

Continuando ahora con el tercer poemario, éste a diferencia del primer y el segundo poemario
se traduce en la sustitución gradual del tono irracional y exaltado de la ebria mirada propuesta
al inicio, por un tono meditativo, por una mirada ética y sobria. Esta fase se corresponde con
el punto de llegada. Es la cima, el don de la ebriedad, la plenitud de la claridad, la visión
unitaria de los polos del mundo, la contemplación de lo que son las cosas (Rego, 2013, p.20).

La vida podría ser ese principio, como se nombra en el primer poema del Libro tercero:

«Si la vida
me convocase en medio de mi cuerpo
como el claro entre pinos a la fría
respiración de luna»

En este tercer poemario, ya ha terminado el canto entusiasmado, y la palabra poética se aplica


a la manifestación de la realidad, de la «verdad», en lo que tiene de aceptable y de
condenable.

Así cada mañana es la primera


para que la vivamos tú y yo solos,
nada es igual ni se repite.
Aquella curva de almendros florecidos suaves
¿ tenía flor ayer? El ave aquella,
¿No vuela acaso en más abiertos círculos?

En otro de sus poemas (“Sigue marzo”, en dedicación a su esposa Clara Miranda), afirma:

“Todo es nuevo quizá para nosotros.


El sol claroluciente, el sol de puesta,
muere; el que sale es más brillante y alto
cada vez, es distinto, es otra nueva
forma de luz, de creación sentida”.

En estos cinco versos convergen actitud postural diurna (sol), asociación de un nuevo sol
como simbolismo de una luz más pura que lleva al logro del conocimiento, acceso a la verdad
a través de la palabra poética (Yubero, 1998, p.114).

Ahora bien como hemos dicho, en la mayor parte de su obra se refleja el telurismo
característico que maneja, acompañado de la luz que abre camino a un nuevo conocimiento:

… Y a los campos, al mar, a las montañas,


muy por encima de su clara forma
los veo. ¿Qué me han hecho en la mirada?
¿Es que voy a morir? Decidme, ¿cómo
veis a los hombres, a sus obras, almas
inmortales? Sí, ebrio estoy, sin duda.
La mañana no es tal, es una amplia
llanura sin combate, casi eterna,
casi desconocida porque en cada
lugar donde antes era sombra el tiempo,
ahora la luz espera ser creada […]

Pues bien: el aire de hoy tiene su cántico.


¡Si lo oyeseis! Y el sol, el fuego, el agua,
cómo dan posesión a estos mis ojos.
¿Es que voy a vivir? ¿Tan pronto acaba
la ebriedad? Ay, y cómo veo ahora
los árboles, qué pocos días faltan...

Este poema, que da fin al libro, tiene en su seno los ingredientes básicos que conforman el
poemario entero. Encierra en él todo el proceso humano que va desde la visión iluminada por
donde se inicia la composición (éxtasis, rapto, claridad, ebriedad, alucinación) a la
recuperación de la normalidad. El árbol cumple su ciclo: aparece otra vez al final de la
composición, y en él encuentra la mirada de la inmutabilidad del cambio, de la muerte o de la
vida.

Conclusiones

A través del análisis realizado a la obra Don de la ebriedad de Claudio Rodríguez, se


puede llegar a las siguientes conclusiones.

★ Para Claudio, la poesía acompañada de la ebriedad es el medio que le permite conocer


la compleja realidad. Considerado como un poeta telurista, ya que, durante sus
caminatas, mientras contemplaba el campo y su entorno, el escritor usaba el lenguaje
poético para transcribir elementos de su experiencia. Pues durante toda la
composición describe y profundiza la emoción ante el paisaje contemplado a través de
la claridad y la poesía que sostiene como un don.

★ Considerar la poesía y el espíritu creador como fuente de conocimiento, lo anterior


nos lleva al plano simbólico como fundamento de la concepción de poesía como
fuente de conocimiento. Así el poeta es un ser privilegiado que es capaz de ver, oír y
sentir lo que el resto no es capaz de captar, porque en el acto creador el poeta se funde
con las cosas, llega incluso a perderse en ellas en medio de la experiencia poética que
es revelación y luz.

★ La poesía termina siendo resultado literario de un peculiar estado iluminativo donde el


poeta está inmerso en un mundo contemplado por quién ha sido agraciado por la
iluminación. Así mismo, la claridad permite crear un ámbito en el que el hombre se
disuelve y logra tener mayor conocimiento de su entorno a través de la contemplación
del mundo, siendo éste el principal objetivo del poeta.

Bibliografía

Cassol A., Guarino A., Mapelli G., Matte Bon F. & Taravacci P. (2012) “…entre el decir y lo
indecible”: la poesía de José Ángel Valente. Roma, AISPI Edizioni, 2012, pp. 641-650.
De Luis, L. (1969). Poesía española contemporánea 1939 – 1964. Barcelona, Madrid:
Alfaguara.
Don Quijote. (s.f.). Guerra civil en España. Recuperado el 31 de mayo de 2019 de
https://www.donquijote.org/es/cultura-espanola/historia/guerra-civil/
García, L. (1999). De la ebriedad a la leyenda. La trayectoria poética de Claudio Rodríguez.
España: Salamanca.
García, L.(1999).De la ebriedad a la leyenda. La trayectoria poética de Claudio Rodríguez,
Salamanca, España:Universidad de Salamanca.
Garcia. L (2008) Entrevista a Antonio Gamoneda, por Lauren García. Asociación de
Escritores de Asturias. Recuperado de
https://www.escritoresdeasturias.es/literarias/entrevistas/entrevista-a-antonio-gamoneda-por-
lauren-garcia-.html?hemeroteca=true
Gómez, A. (s.f.). Las causas de la guerra civil. Recuperado el 03 de junio de 2019 de
http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,1915&r=ReP-27052-
DETALLE_REPORTAJES
López, A. (2007) La poesía de la Generación española del 50. Cuadernos Canela Vol.XVIII,
marzo de 2007. Recuperado el 22 de julio de 2019 de
http://www.canela.org.es/cuadernoscanela/canelapdf/cc18lopez-pasarin27-43.pdf
Mayhew, J. (2002) Poesía completa (1953-1991) Claudio Rodríguez. Recuperado el 01 de
Junio de 2019 de https://www.revistadelibros.com/articulos/la-poesia-de-claudio-rodriguez
Moratalla, Isasi, S. & Díaz, Alcaraz, F. (2008). La segunda enseñanza desde la segunda
república hasta la ley orgánica de educación. Recuperado el 03 de junio de 2019 de
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3003524.pdf
Muro Miguel A. (2014). Consideraciones sobre la poética de Claudio Rodríguez.
Universidad de La Rioja. Revista de Literatura, 2014, enero-junio, vol. LXXVI, n.o 151,
págs. 267-293.
Pàmies, T. (1977). Los niños de la guerra. Barcelona, España: Bruguera.Sierra, V. (2009).
Palabras huérfanas: Los niños y la Guerra Civil. Madrid, España: Taurus.
Gómez, A. (s.f.). Las causas de la guerra civil. Recuperado el 03 de junio de 2019 de
http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,1915&r=ReP-27052-
DETALLE_REPORTAJES
Moratalla, Isasi, S. & Díaz, Alcaraz, F. (2008). La segunda enseñanza desde la segunda
república hasta la ley orgánica de educación. Recuperado el 03 de junio de 2019 de
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3003524.pdf
Prieto de Paula, Ángel L. (1987) La poesía de Claudio Rodríguez. Universidad de Alicante.
España.
Rego, P. (2012). La poesía de Claudio Rodríguez. Aproximación a su poética a través de
Don de la ebriedad. Universidade Da Coruña. La Coruña, España.
Rodríguez, C. (1999). Hablar de las palabras es perder las palabras. (J. O. Hidalgo,
Entrevistador) Madrid: Espéculo. Revista de estudios literarios. Obtenido de
http://www.ucm.es/info/especulo/numero12/claudior.html
Sierra, V. (2009). Palabras huérfanas: Los niños y la Guerra Civil. Madrid, España: Taurus.
Valles de Paz Pedro J. (2016). La poesía de Ángel González: Segundo tiempo.
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID. Madrid, España.
Yubero Ferrero, F. (1998). El universo poético de Claudio Rodríguez. Recuperado el 02 de
junio de 2019 de http://webs.ucm.es/BUCM/tesis//19972000/H/3/H3076101.pdf

Вам также может понравиться