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CAMILLE PAGLIA: "GRACIAS A

LOS HOMBRES, LAS MUJERES


TENEMOS LAVADORAS"

Deusto reedita en castellano 'Sexual personae', el libro


con el que en 1990 Camille Paglia se convirtió en el
azote del feminismo hegemónico

Camille Paglia. (Michael Lionstar)

MARTA MEDINA
04/02/2020
Azote del feminismo 'mainstream', fábrica de
controversia a borbotones, referente de pensadoras pop
como Virginie Despentes, Susan Pinker y Claire Lehmann,
archienemiga de las ideas de Lacan, Derrida y Foucault,
profesora de la Universidad de Arte de Filadelfia desde 1984,
ensayista y tertuliana, Camille Paglia (Endicott, Nueva York,
1947) descubrió el activismo feminista en los últimos años de
instituto, antes incluso de la irrupción de la segunda ola,
cuando Estados Unidos estaba inmerso en la lucha por los
derechos civiles. Discípula de Harold Bloom, en 1990
publicó 'Sexual personae', un ensayo que reflexiona sobre la
sexualidad y el erotismo a través de la historia, el arte, la
ciencia y la literatura de la cultura occidental, desde la
Antigüedad hasta el siglo XIX, y en el que Paglia ya define las
puntas de lanza de su pensamiento respecto al papel de la
mujer en el ámbito privado —el sexo— y el ámbito público —la
sociedad—.
Ahora, la editorial Deusto reedita este ensayo en castellano,
en un momento en que movimientos como el #MeToo y el
activismo feminista y LGTBI+ han irrumpido con fuerza en el
debate público, cada vez más encarnizado.
Portada de 'Sexual personae'.
PREGUNTA. Antes de que la Universidad de Yale
decidiese publicar 'Sexual personae', siete editoriales
rechazaron su manuscrito. ¿Por qué?
RESPUESTA. Mi libro lo rechazaron siete editoriales y cinco
agentes literarios. Parecía que no iba a vivir para ver el libro
publicado, hasta que el sello de la Universidad de Yale lo
aceptó. Aun así, pasó varios años en producción, porque era
demasiado largo, más de lo que es ahora, incluso, porque había
algunos capítulos dedicados a Hollywood, pero decidimos parar
después de la Primera Guerra Mundial.

P. 30 años después de su publicación, 'Sexual personae'


aún levanta ampollas y usted sigue siendo un personaje
incómodo para muchas feministas. ¿Cómo ha cambiado
su relación con ese feminismo desde entonces?
R. Yo fui feminista antes incluso de que el feminismo de la
segunda ola empezase, cuando en 1966 Betty Friedan cofundó
la Asociación Nacional para las Mujeres, que fue la primera
organización enfocada a los derechos de la mujer desde que las
mujeres consiguieron el derecho al voto en 1920 en Estados
Unidos y un poco después en Inglaterra. Yo ya estaba ahí antes
de eso. Era una estudiante de 16 años que se había sentido
inspirada leyendo ‘El segundo sexo’ de Simone de Beauvoir y
decidí escribir a la revista ‘Newsweek’ hablándoles de los
derechos de la mujer. Era 1963 y ya había hecho pública mi
petición por la igualdad de oportunidades entre el hombre y la
mujer. Yo era como las otras feministas, que se vieron
arrastradas por el movimiento, pero yo fui a la biblioteca y
estudié Historia, estudié Biología, estudié Antropología y
Arqueología.
No se aceptaron mis puntos de vista porque,
automáticamente, la ideología tomó la medida al movimiento y
empezó a haber una corriente que hoy es cada vez peor, la del
odio hacia el hombre. Y creo que es terrible que las feministas
más mayores estén empujando a las más jóvenes a estar
resentidas con los hombres y a considerar a los hombres como
opresores. Porque, tal y como he demostrado en mis
investigaciones, es precisamente gracias al hombre —que ha
construido la civilización, la modernización en la Revolución
industrial— que la mujer de hoy tiene un trabajo fuera de casa
para ser independiente de un marido, un hermano, un padre.

P. ¿Gracias al hombre?
R. Sí, son los hombres los que están preservando
constantemente el entorno físico que nos rodea, los que nos
proporcionan el confort necesario, la conveniencia y el tiempo
para que nosotras escribamos libros, tengamos trabajo y más
cosas. Gracias al hombre tenemos lavadoras que nos quitan de
encima todas esas tareas que antes teníamos que hacer. Y ese
fue uno de los puntos más controvertidos de la publicación de
‘Sexual personae’ en 1990. También mi posición a favor de la
prostitución. Y mi interés por la pornografía. Es verdad que era
un periodo en el que el posestructuralismo estaba haciéndose
fuerte en las universidades con la idea de que la historia no
existía, sino que eran todo relatos y que cada relato sobre la
historia es una mentira. La historia es cíclica y las civilizaciones
se levantan, llegan a un clímax y decaen. Así que había varios
motivos para que mi libro fuese polémico.

Gracias al hombre —que construyó la civilización


—, la mujer de hoy tiene un trabajo para ser
independiente

P. Pero si en el arte, en la literatura y en la historia las


voces mayoritarias han sido las masculinas y la mujer
apenas ha tenido un papel representativo, ¿no queda esa
narración mutilada o incompleta?
R. Cuando estaba escribiendo el libro, hubo mucho debate
sobre si la historia la crearon los hombres y sobre si la razón de
que no existiese un artista como Miguel Ángel en mujer era el
resultado de la represión social sufrida por las mujeres, a las
que apartaron de sus posibles carreras. Yo, como estudiante de
Arte, estoy totalmente en desacuerdo con esta afirmación. Creo
que no hay una Miguel Ángel mujer por otras razones: no hay
una Mozart mujer porque no hay un Jack el Destripador mujer
tampoco. Lo que digo en el libro es que el arte, a lo largo de la
historia —aunque en civilizaciones como la egipcia está
destinado a la gloria del faraón, o en el Renacimiento, a la
gloria de la Iglesia—, el arte de los genios del nivel de Miguel
Ángel o Leonardo o Mozart es el resultado de la desesperación
y la ansiedad que sienten los hombres, sofocada y controlada
por las mujeres.
Porque la identidad masculina es muy frágil; el feminismo ha
cometido el gran error de dar por hecho que el hombre tiene el
poder verdadero y que las mujeres no tienen nada, pero ¡no!
Los hombres saben que las mujeres tienen todo el poder.
Porque es la mujer la que engendra al hombre, y el hombre
tiene marcado en la memoria su paso por el útero materno, de
ser expulsado de él. Y por ello tiene un sentimiento
ambivalente hacia las mujeres, porque quiere volver al útero,
pero a la vez se siente asfixiado. Por eso existe esa tensión
entre los sexos. Por eso las madres, a lo largo de la historia,
han sido conscientes de la fragilidad de la masculinidad de sus
hijos. Los hombres tienen que demostrar constantemente su
masculinidad, mientras que las mujeres son mujeres desde que
les viene la menstruación. No tienen que hacer nada más. Se
convierten en mujeres de la noche a la mañana. Mientras que
los hombres, como ha demostrado la antropología en todo el
mundo, siempre han tenido que pasar unas pruebas, una señal
que les diga que son hombres. Por ejemplo, los nativos
americanos, cuando los chicos tenían 11 o 12 años, los
mandaban al bosque o los metían en un hoyo, los abandonaban
allí durante una semana, sin comida ni agua, y tenían que
sobrevivir para convertirse en hombres.
Lo que quiero decir es que el arte en sí es una deformación
de la normalidad, es una obsesión que destruye las relaciones
humanas en pos de la creación. La razón por la que no hay
grandes mujeres artistas es porque las mujeres no están lo
suficientemente locas para mutilar sus vidas y cortar cada
relación humana para crear algo más grande que la vida. La
idea de que las mujeres tenemos que enseñar a los hombres a
ser más compasivos, enseñarlos a ser más como nosotras…
¡No! Las mujeres, entonces, serán muy infelices si siguen
intentando feminizar así a los hombres. Todos los hombres gais
saben cómo hablar a las mujeres, porque son unos grandes
conversadores, y les encanta el cotilleo. No sé de dónde viene
eso, pero la mayor parte de mis amigos son gais y yo soy más
parecida a un hombre gay que a una mujer convencional: me
encantan las estrellas de cine y el cotilleo.
Camille Paglia. (Michael Lionstar)
P. Hoy, la llamada cuarta ola del feminismo exige
cambios legislativos en pos de la igualdad entre sexos y
la erradicación de la violencia contra las mujeres.
¿Cuáles son, según su opinión, los aspectos más
criticables de esta cuarta ola?
R. En los años noventa, las organizaciones feministas eran
ya muy poderosas, con Gloria Steinem y compañía, y me
atacaron nada más publicarse mi libro. Steinem me trató de
nazi. Era ridículo. Cuando iba a dar charlas a las universidades,
protestaban. Pero los medios de comunicación estaban muy
interesados en mí y me dieron el espacio para dar a conocer mi
trabajo: salí en programas, consideraban que era muy divertida
y que no era tan horrible. La manera que tiene el feminismo
imperante de destruir a su oponente conmigo no funcionó,
porque yo era muy entretenida: los fotógrafos venían y yo
posaba de forma diferente, con una espada o algo —tengo
muchas espadas—, como en el caso de ‘Time’.
Pero lo que ha ocurrido durante las últimas décadas,
lamentablemente, es que las organizaciones feministas y sus
líderes, que tenían una historia larga de activismo político, han
desaparecido totalmente y han sido sustituidas por las redes
sociales y Twitter, y hay esta especie de histeria provocada por
actrices, por gente como Ashley Judd, gente con graves
problemas psicológicos, que ahora ostentan un poder enorme y
comparten su experiencia en Facebook desde hace tres años y
han formado una ola de irracionalidad. Ahora es casi imposible
que la gente piense de forma seria sobre asuntos de género por
culpa de esta histeria generada por estas 'celebrities'
marginales como Ashley Judd o Rose McGowan y gente como
ellas. Es un problema. Ahora, a las personas que tienen puntos
de vista sensatos sobre la sexualidad las están silenciando y no
pueden participar del debate público, que está dominado por
las mafias tuiteras. Lo mismo que está pasando en la política.
Todo es caótico.
Obviamente, pienso que el movimiento #MeToo ha sido
bueno en tanto en cuanto ha inspirado a las mujeres a hablar
por sí mismas y a darse cuenta de que tienen derechos. Pero
también ocurre que ahora a un hombre lo pueden acusar de
repente por algo que supuestamente pasó hace 10, 20 o 30
años y sin una evidencia directa. Porque si hay una prueba
clara, claro que hay que perseguirlo judicialmente, pero la
democracia no consiste en que alguien pueda venir de la nada y
acusarte de algo y hacerte perder el trabajo, como es el caso
de Plácido Domingo, que es un gran artista al que han
perseguido hasta que le han vetado de Filadelfia y de la Ópera
de San Francisco.
P. También dice que uno de los aspectos que más le
molestan es la culpabilización del hombre por todos los
males que sufren las mujeres...
R. El principal problema es que es la primera vez en la
historia en que hombres y mujeres trabajan codo con codo en
los mismos espacios. El espacio de la oficina es muy limitado. A
lo largo de la historia, ha habido un mundo de hombres y un
mundo de mujeres. Estaban separados. Durante el día, los dos
sexos tenían pocas cosas que hacer conjuntamente. Los
hombres hacían sus propios trabajos, sus propias tareas y no
viajaban para ir a trabajar, era una economía de subsistencia.
Si tenías un don, lo utilizabas como artesano, pero la mayor
parte de los hombres trabajaban en el campo. Había una
solidaridad y era una forma de vida más o menos sostenible.
Dura y difícil, pero la familia era un núcleo unido. La gente
mayor vivía en las mismas casas que sus hijos, no les llevaban
a una residencia. Y las mujeres mayores eran las que
mandaban. Sabían todo sobre la maternidad, sobre la vida. Las
chicas jóvenes no tenían poder. Pero toda esa presión que hay
sobre la mujer trabajadora en el mundo occidental no existía:
tienen que levantarse por la mañana, que lidiar con las tareas
del hogar, que ir a un buen trabajo bien remunerado y
compartir el espacio con los hombres, tienen que volver a
casa... Gran parte de las mujeres trabajadoras de clase media
que conozco son extremadamente infelices y le echan la culpa
al hombre. ¡No es culpa del hombre! ¡Es culpa de una nueva
estructura en la que la mujer para ser independiente tiene que
ganarse su salario! Es una forma de vida muy estresante.
Mientras que en tiempos anteriores las mujeres estaban en la
cocina, hablando las unas con las otras, haciendo las coladas...
Ahora, a las mujeres se les pide —y a ver, estoy encantada
de que me haya dado esta oportunidad de vivir como una
mujer independiente— demasiado. También se les pide a los
hombres que hagan más de lo que hacen. Pero cuando el
hombre hace de más, ¡la mujer se queja! "Lo haces fatal!" o
"¡no sabes lo que estás haciendo!". Al final, las mujeres acaban
haciéndolo todo porque ellos no saben hacer las tareas del
hogar. Todo este resentimiento es muy tóxico. Incluso el sexo
en sí mismo se ha convertido en un problema. Mira, el sexo es
una transacción entre personas. El hombre normalmente
presume un mayor interés sexual del que la mujer siente. Ellas
piensan simplemente que están siendo simpáticas, pero no que
están transmitiendo un mensaje sexual. Los hombres
normalmente malinterpretan esos mensajes, particularmente
en los ambientes de oficina modernos, donde las mujeres
suelen enseñar más carne. Me encanta que las mujeres lleven
ropa sexy y no quiero que dejen de llevarla. Solo digo que
muchas mujeres no entienden que si tú expones tu piel de esa
forma, te expones a estar enviando un mensaje de carácter
sexual. No digo que los hombres tengan el derecho de ponerte
una mano encima, pero la comunicación sexual evoluciona y
cualquier prenda de ropa envía un mensaje sexual.

El resentimiento entre sexos es muy tóxico. El


sexo se ha convertido en un problema, pero no
es más que una transacción entre personas

P. India es un país con una tasa muy alta de violaciones,


y no es un país en el que las mujeres vayan demasiado
destapadas, ¿no?
R. Dios mío, lo que pasa en India es terrible. No, lo que yo
estoy hablando no tiene nada que ver con eso. Yo me refiero a
la mujer en el contexto de oficina occidental. En la India tienen
serios problemas, partiendo de la misoginia, pero también es
resultado de la falta de poder del hombre en la sociedad. Por
eso se juntan en grupos y se comportan como animales. ¡Es
atroz! ¿Dónde están en estos casos las feministas occidentales?
Durante años, han ignorado estas cosas. Pero, volviendo al
caso, la mayor parte de esas violaciones ocurren en el entorno
rural y son producto de una dislocación de la sociedad india en
general. Volviendo a las chicas americanas, ahora visten con
ropas que dejan expuestos su estómago, sus pantorrillas, y no
ven las connotaciones sexuales. Creo que hay muchos
problemas de falta de comunicación entre sexos.

P. Entonces, ¿cuál es su propuesta adaptada a la realidad


de hoy?
R. A mi feminismo lo llamo feminismo de las amazonas, que
habla de que toda mujer tiene la responsabilidad de proteger su
propia dignidad como persona. Yo animo a las mujeres a hablar
por sí mismas y pelear contra cualquier insulto a su dignidad.
Aun así, hay un asunto laboral: las mujeres se callan porque no
quieren perjudicar sus carreras. Pues perdón, entonces han
puesto su carrera por delante de su responsabilidad hacia sí
mismas como individuos hasta que todas las mujeres se han
unido para crear un escenario de humillación pública para el
hombre. Yo hacía lo mismo al principio, en la universidad, hasta
que me di cuenta de que era excesivo. Me pasó que un tipo que
no conocía de nada me rodeó con su brazo por detrás para
ayudarme a cruzar una puerta o lo que fuese y yo le dije en
alto: "¡No me toques!". Fue una situación excesiva. Miro ahora
atrás y me doy cuenta. No había necesidad de humillar al
hombre. Ese es un ejemplo de miles. No permito que haya una
humillación pública que interfiera con los principios. Odio este
lugar al que hemos llegado en el que en vez de animar a las
mujeres a hablar por sí mismas sin embargo las animan a ir a
una oficina, a mamaíta y papaíto, para rellenar una queja.
Piden que la comunidad adulta las proteja. ¡Pues no! Cada
mujer es responsable de su propia vida.

Harvey Weinstein abría la puerta en albornoz y


nada más. ¡Y las chicas entraron en la
habitación!
P. Pero en casos como el de Harvey Weinstein hablamos
de supuestas violaciones en algunos casos. También
hubo trabajadoras que se quejaron y dejaron su trabajo
o fueron despedidas. O mujeres que pusieron una
denuncia, pero que al final llegaron a un acuerdo
económico con la empresa de Weinstein.
R. Lo que es un escándalo en Hollywood, que no es más que
una ciudad pequeña en la que todo se sabe, es que actrices de
primera línea, supuestas feministas, como Meryl Streep, que
calificó a Weinstein de "un Dios", dejasen que un hombre así se
saliese con la suya durante años y años. Mujeres como Tina
Brown, que ha sido la directora de ‘Vanity Fair’, de ‘Newsweek’,
que ha tenido una relación cercana con Weinstein, dijo, cuando
todo esto salió a la luz, que "Weinstein nunca había intentado
propasarse con ella". ¡Claro que no! Porque Tina Brown es una
personalidad. Tiene una carácter que no acepta tonterías. Su
forma de ser comunica a los que la rodean que tiene el control
total de su vida. Harvey Weinstein, que es un tipo estúpido y
feo, escogía a chicas ingenuas a las que podía manipular.
Oímos testimonios muy similares por parte de estas mujeres:
iban a reuniones en habitaciones de hotel en las que Harvey
Weinstein abría la puerta en albornoz y nada más. ¡Y las chicas
entraron en la habitación!
¿Perdona? Es una estupidez y me da igual la carrera de
estas chicas, pero la gente no se reúne en habitaciones de hotel
—no sé si se puede ser tan ingenua— y no entra en una puerta
en la que el que te abre está en albornoz y nada más. Lo
siento. Eso es una prueba a pasar. Ese es el problema del
#MeToo. No podemos pretender que se cree un mundo que
proteja a las mujeres de su propia estupidez. Necesitamos
mujeres entrenadas en mi filosofía de feminismo de las
amazonas. Daos cuenta, el mundo es peligroso. Hay
depredadores ahí fuera, también en la naturaleza. Si las
mujeres quieren ser libres, si quieren ser igual a los hombres,
se tienen que dar cuenta, al igual que han hecho los hombres,
de lo peligroso que es el mundo en el que vivimos. El mundo no
es un paraíso para las mujeres blancas de clase media. Es más,
las mujeres de clase obrera son mucho más conscientes de eso.
Son errores burgueses. Hay muchas mujeres de clase media
que esperan que el mundo sea como un salón burgués. Cuando
digo esto, la gente me acusa de echarle la culpa a la víctima,
pero no es así. Solo digo que todos los seres humanos tenemos
que ser responsables de lo que hacemos.

Camille Paglia. (Michael Lionstar)


P. En su época universitaria, usted misma diseñó guías
para detectar el acoso sexual en las aulas...
R. Creo en estas guías que explican tanto a los trabajadores
como a los estudiantes o a la propia universidad cuáles son las
responsabilidades y los derechos de cada uno. Ahora creo que
la cosa se ha puesto demasiado radical, porque hay una oficina
para las denuncias de acoso sexual en cada universidad y no
me gusta que ahora se manden 'mails' o se envíen
comunicaciones que fomentan un ambiente de histeria y
persecución, que animan a las mujeres a comportarse como
paranoicas. Todo lo que es sexual o mínimamente erótico se
censura automáticamente. Es una cosa muy angloamericana.
La visión europea de la sexualidad siempre ha sido mucho más
sofisticada —mira las películas de arte y ensayo de Jeanne
Moreau, Brigitte Bardot y Catherine Deneuve, que eran mis
heroínas—, mucho más madura que la americana. Ahora, el
#MeToo representa la visión angloamericana puritana de la
sexualidad. ¡Incluso Francia ha caído! Francia también se ha
contaminado con esta histeria alrededor del sexo. El #MeToo
está bien cuando es racional, cuando es irracional, es un
peligro.

P. En 'Sexual personae' afirma que no debería haber


códigos morales respecto al sexo. Pero ¿no están otros
aspectos de la vida regulados? ¿No son precisamente
esas reglas las que conforman la civilización?
R. Todas las culturas tienen diferentes códigos definidos
sobre la sexualidad. Algunos son explícitos. Otros no se dicen,
pero son subliminales. Yo crecí en una época de mucha
represión, ¿sabes? Cuando era adolescente, todavía existía la
Liga Catolica de la Decencia, que nos decía qué películas
podíamos ver y cuáles no. Por esa represión es por lo que,
probablemente, yo estaba tan interesada en la pornografía y en
la prostitución. Las feministas decían que la pornografía no era
arte y yo decía que sí, que algunas obras de Donatello, por
ejemplo, podían considerarse pornografía, y eso les resultaba
chocante. Incluso hoy, el David de Donatello sería polémico.
Incluso podrían arrestar al autor, porque es un niño en una
actitud sexual.

P. ¿No son ejemplos extremos?


R. Yo trazo una línea muy clara entre lo público y lo privado.
En el espacio compartido, es apropiado crear normas. Nadie
tiene el derecho de exhibir algo pornográfico en el espacio
público, especialmente cerca de colegios y esas cosas. Igual
con la prostitución. En el ámbito privado, no deberían existir
esas reglas. La gente debería tener acceso a lo que quiera
mientras el sexo sea consensuado. Obviamente, me opondría al
secuestro de un niño con objeto de prostituirle. Ese tipo de
cosas. Siempre he querido proteger a los niños. Estoy a favor
de la libre expresión, pero también me opongo a la injerencia
del Gobierno en la esfera privada.

P. ¿Y cuando no queda tan claro hasta dónde llega la


esfera pública y la esfera privada? Por ejemplo, ¿qué
opina sobre la posibilidad de los padres de vetar
contenidos impartidos en las aulas sobre temas como las
relaciones sexuales o la diversidad sexual? En España, es
un asunto polémico ahora mismo. Lo llaman el pin
parental.
R. Como profesora, porque llevo dando clase 48 años, tengo
una opinión muy marcada en este sentido. Toda mi carrera he
criticado que mis compañeros liberales y progresistas se hayan
entrometido con cuestiones ideológicas en las clases. Es
escandaloso y está provocando un retroceso mundial del que no
podemos imaginarnos las consecuencias. Las escuelas no
pueden promover políticas ideológicas. No hay duda de que una
de las razones por las que la ultraderecha se ha propagado tan
rápidamente en muchos países es por este problema. Creo que
la educación tendría que ser exclusivamente sobre historia,
geografía, arte… Utilizar las clases para promover puntos de
vista políticos e ideológicos, como por ejemplo sobre género, es
una deformación del propósito de la educación y creo que los
padres están en su derecho de protestar. Utilizar las clases
como vehículo de propaganda política es terrible. No creo que
sea asunto de los colegios tratar las polémicas del momento.
No es el propósito de la educación. No debería haber ni una
intrusión ni una politización de la educación.
La gente que utiliza las aulas como instrumento para
conseguir cambios sociales, lo siento, es éticamente
reprobable. No es su cometido. Hay que dejárselo a la esfera
privada, a los fines de semana y las tardes fuera de la escuela.
¡¿Cómo se atreven?! ¡¿Cómo se atreven?! ¡Es escandaloso! Es
un desastre lo que ha ocurrido con la educación pública. ¡Mis
alumnos llegan a la universidad sin saber nada! ¡No saben nada
de historia, de geografía! Todo lo que tienen es su actitud, su
posicionamiento político, sus ganas de formar parte de una
revolución. Las escuelas tienen que estar libres de ideología. Y
mira, soy atea, pero creo que las religiones son una fuente
importante de información que la gente joven debería tener.
Creo que los estudios sobre las principales religiones deberían
formar parte del plan de estudios. Eso sería verdadero
multiculturalismo y no tratar a la gente como víctimas.

P. Usted misma sufrió el año pasado un intento de veto


de sus clases. Hubo peticiones para que la expulsaran de
la Universidad de Filadelfia por sus opiniones respecto a
la homosexualidad, la transexualidad o el feminismo.
R. Yo, cuando doy clases, puedo ser muy opinativa, pero
jamás digo que es la verdad absoluta. Jamás usaría las clases
para influir en los alumnos. El año pasado, hubo un incidente,
pero el caso se cerró y la prensa hizo una defensa muy fuerte
en favor de la libertad de expresión. No tengo ni idea de
quiénes eran los que se quejaban, pero estoy segura de que
eran gente alentada por activistas de fuera del campus que
usaron las redes sociales para urgir las protestas en contra de
mis opiniones. Intentaron acusarme de insultar a la gente
transgénero, pero es una mentira absoluta. No había pruebas
de lo que decían y simplemente se cerró el caso. La gente que
me acusó ni siquiera había leído mi libro ni creo que supiese
siquiera que yo había escrito algún libro. Vivimos en un
momento en que todo el mundo quiere imponer su punto de
vista y tuve suerte de que la administración me respaldase. Mis
puntos de vista son muy complejos. Es más, me identifico como
transgénero, no como mujer u hombre. Yo soy solo una
profesora, pero no impongo mis ideas en clase. La gente se
deja llevar por lo que dicen las redes sociales. Si hubiesen leído
mis libros, hubiesen sabido que mis ideas son más complejas
de lo que me achacan.

"Utilizar las clases como vehículo de propaganda


política es terrible. No es asunto de los colegios
tratar las polémicas del momento"

P. En 'Sexual personae' afirma que, por mucho que la


cultura y la civilización intenten dominar la naturaleza,
siempre impera la biología. También aplicándolo a
cuestiones de género. Pero ¿no está la ciencia,
precisamente, tirando abajo muchas de las limitaciones
impuestas por la naturaleza?
R. Lo que digo en ‘Sexual personae’ es que la civilización y la
sociedad siempre crean su propio espacio artificial. Eso es la
historia de la humanidad. La naturaleza es una fuerza
sobrecogedora. La gente que piensa que puede cambiar de
alguna forma la naturaleza de las cosas, ¡ja! Mira, yo estuve a
punto de entrar en Geología… El poder de los volcanes, de los
grandes glaciares que antiguamente cubrían una parte de los
Estados Unidos, de los huracanes y los tornados y los
terremotos… Yo tengo un respeto tremendo por el poder de la
naturaleza. Y en relación a los temas de género, cada célula del
cuerpo humano, excepto la sangre, está codificada con tu
género. Por eso cuando la gente desentierra restos humanos de
los hombres de las cavernas, con un trocito de hueso pueden
saber si esos huesos pertenecen a un hombre o a una mujer.
Hay un límite en lo que puedes cambiar. En mis trabajos,
también hablo de la androginia…
P. ¿Cuáles son los límites de la ciencia? Hace un siglo,
nadie hubiese pensado que llegaríamos al desarrollo que
están experimentando campos como la ingeniería
genética, que puede manipular el genoma humano. No
sabemos hasta dónde podría llegar...
R. No estoy tan segura de que el poder de la ciencia sea el
que dices en términos del futuro de la especie humana. Me
preocupa más el futuro del hombre relacionado con alteraciones
del entorno, la forma en que los plásticos están apareciendo en
las fuentes de agua. Soy ecologista, no creo en el
calentamiento climático, pero sí en que los cambios climáticos
son intrínsecos a la Tierra. Me da más miedo la decadencia de
nuestra civilización, como le pasó al Imperio romano. Cuando
las sociedades se vuelven demasiado complejas y la burocracia
crece, se expande y se convierte en un parásito ineficiente, las
sociedades se vuelven más fáciles de destruir desde fuera. Me
preocupa mucho también el exceso de dependencia de la
cibertecnología por parte de las culturas occidentales.
Dependen de la electricidad y si los terroristas consiguen
desarrollar la habilidad de paralizar el suministro eléctrico, todo
se vendría abajo de repente. La caída sería rapidísima, tan
rápida como un asteroide impactando contra la Tierra. También
se habla de una erupción solar tan potente como para destruir
las cibercomunicaciones en la Tierra. La gente se sorprendería
de la velocidad con que nuestra civilización degeneraría hasta la
barbarie. La gente pelearía por comida para alimentar a sus
hijos. Habría multitudes en las calles. Esto saben lo que es
quienes han pasado una guerra y conocen la fragilidad de la
sociedad, que a la menor de cambio vuelve a un estado de
barbarie. La gente se centra siempre en los aspectos negativos,
pero no aprecia los beneficios que nos proporciona la sociedad.
La realidad es que no somos tan evolucionados como nos
creemos.

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