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con los demás y en primera instancia, su primera relación será con sus pares, es
decir en la escuela, seguidamente el colegio y así, el nivel superior para ello es
muy importante que el niño o niña esté preparado para asumir las
responsabilidades de su vida y fortalecer su aprendizaje autónomo porque
dependerá mucho cuánto han aprendido y cuánto pueden seguir aprendiendo,
entonces respondemos a la siguiente interrogante ¿todos los niños y niñas tienen
la misma coeficiente intelectual, tienen esta capacidad desarrollada? ¿Todos
están aptos para seguir sus estudios académicos? Y la respuesta es incierta,
porque existen problemas que estancan los sueños de los niños que padecen de
trastornos de problemas de aprendizaje.
Los trastornos de aprendizaje son cada vez más frecuentes y diagnosticados, y
aunque no son problemas nuevos, su estudio ha comenzado hace unas cinco
décadas (1960). Estas dificultades, han generado gran preocupación debido a la
alta incidencia de estos casos alrededor del mundo.
“El niño que padece un trastorno de aprendizaje presenta dos o más años de
atraso con respecto al nivel que le correspondería para su edad y su cociente
intelectual”.
En otras palabras, el problema no consiste simplemente en que al niño le cueste
mantenerse al ritmo de aprendizaje de sus compañeros, sino que su rendimiento
académico no está a la altura de su propio potencial intelectual. Esto genera una
preocupación genuina en los padres a cuyos hijos se les ha diagnosticado un
problema de aprendizaje, debido a la relación que éstos puedan tener con la
inteligencia de su hijo. Y que pueda conllevar a problemas a llevar una vida
normal.
Autores como De berk, (1984) y Hammill, (1990) estudiaron los criterios que
utilizaban los investigadores, los criterios comunes que encontraron fueron:
inteligencia normal, discrepancia rendimiento-capacidad, fracaso académico,
trastornos en los procesos psicológicos y el criterio de exclusión.
Las dificultades de aprendizaje se define como: “trastornos que se caracterizan
por un rendimiento académico sustancialmente por debajo de lo esperado dadas
la edad cronológica del sujeto, la medición de su inteligencia y una enseñanza
apropiada a su edad”.
Morrison y Siegel (1991) admiten que para definir las DA se necesita (1)
establecer el umbral de CI a partir del cual se considera DA (discrepancia); (2)
establecer una dificultad significativa en el dominio escolar (especificidad) y (3)
excluir sólo los desórdenes emocionales severos, los niños con lengua materna
distinta a la escolarización, los déficits sensoriales y/o los déficits neurológicos
(exclusión).
Por tanto, en función de todos los argumentos vistos hasta ahora, se propone
definirlas como dificultades que se caracterizan por un rendimiento en una o
varias materias escolares que está significativamente por debajo de lo esperado
dadas la edad del niño, un CI en torno a 75 y la ausencia de desórdenes
emocionales severos, déficits sensoriales y/o déficits neurológicos.
Stanovich y Siegel (1994), una tendencia a la indiferenciación entre alumnos
retrasados escolarmente y aquellos afectados por una DA específica respecto a la
evaluación detallada de sus dificultades e igualmente en cuanto a los programas
de intervención ya que sus comportamientos en la ejecución presentan
semejantes características.