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Demóstenes Truiltlil
No recuerdo bien cuantos años tenia cuando esto pasó, yo era un niño aún, fue
un domingo en el que como ya era costumbre se reunía toda la familia alrededor de la
mesa.
Estaban mis tíos, mis tías y mis primos también, sentados tomando chicha de
wiñapo, esperando a que la Mamá Tila sirviera los tamales, esos que la hicieron tan
famosa en su tierra el Valle de Majes, al que nunca fui, pero del que siempre me
hablaron.
Cuando había terminado el primer higo, puede escuchar un suave murmullo que
venia de la planta de rocotos. Me acerque y pude ver tres gordos rocotos que en fila
conversaban, estaban tan colorados que la luz hacía brillar su delgada piel.
El de la derecha respondió:
-Yo quiero ser un rocoto relleno y que me sirvan con arto queso y carne, junto a
un pastel de papas, que son mis grandes amigas.
Mi asombro ante tal hecho fue interrumpido por el sonoro grito de mi tía Julia,
estaba en la cocina con la Mama Tila cocinando.