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Mario y los tres rocotos

Demóstenes Truiltlil

No recuerdo bien cuantos años tenia cuando esto pasó, yo era un niño aún, fue
un domingo en el que como ya era costumbre se reunía toda la familia alrededor de la
mesa.

Estaban mis tíos, mis tías y mis primos también, sentados tomando chicha de
wiñapo, esperando a que la Mamá Tila sirviera los tamales, esos que la hicieron tan
famosa en su tierra el Valle de Majes, al que nunca fui, pero del que siempre me
hablaron.

Todos estaban entretenidos en su conversación, lo que aproveche para


escaparme al huerto, donde daba sombra una gran higuera, rodeada de otras plantas que
la Tila usaba para preparar sus deliciosos platillos, había allí una mata de huatacay para
el cauche, hierva buena para el locro, perejil para el lomo saltado, cedrón para el té,
albaca y espinaca para el menestrón y una planta de rocoto, el que en más platos usaba.

Me apresure a coger un palo de escoba para golpear la rama de la higuera a ver


si caían de allí arriba los higos maduros de los que me había antojado desde la semana
pasada. Clash, clash, sonaban las ramas cuando las golpeaba con el palo hasta que por
fin pam, pam, cayeron sobre mi cabeza dos higos que tan rápido como puede recogí, me
senté, y apoyando la espalda en el tronco de la higuera me los empecé a comer.

Cuando había terminado el primer higo, puede escuchar un suave murmullo que
venia de la planta de rocotos. Me acerque y pude ver tres gordos rocotos que en fila
conversaban, estaban tan colorados que la luz hacía brillar su delgada piel.

El rocoto del medio les preguntaba a los otros dos:


-¿Amigos que plato quisieran ser cuando los saquen del huerto?

El de la derecha respondió:
-Yo quiero ser un rocoto relleno y que me sirvan con arto queso y carne, junto a
un pastel de papas, que son mis grandes amigas.

El de la izquierda con emoción dijo:


-Yo quiero estar en un adobo, junto al chancho y a la cebolla de la que estoy
enamorado aunque mucho me hace llorar.
Ahora era el turno del rocoto del medio para responder su propia pregunta y dijo:
-Amigos yo quiero ser un escribano y junto al tomate y la papa, entretener el
estomago de los comensales.

Mi asombro ante tal hecho fue interrumpido por el sonoro grito de mi tía Julia,
estaba en la cocina con la Mama Tila cocinando.

-Mario, Mario! ¿Dónde estas?-Ella exclamo.


-En el huerto comiendo higos-Contesté.
-Apura tray un rocoto que voy ha hacer escribano, para que se entretengan tus
tíos mientras esperan los tamales.
Sin pensarlo dos veces fui, arranque el rocoto del medio y se lo di a mi tía que
me dijo:

-Has cortado el mejor rocoto para preparar escribano, buena elección.-mientras


me frotaba la cabeza.

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