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tendencia».
EN TORNO A LA ADMISION
Intern(alien)ación
Rubens Romano Maciel .. .............. ..................... ................... ............. ...... ......... 42
Modos de lo inadmisible
Mario Pujó ............ ........ .. .............. ............... .. ...... ............................................
. 45
Una apuesta: Ja des-admisión manicomial
Claudia Spinelli - Silvia Pérez .... .. ... ........ ........ ..... .. ...... .................. ...... .. .... ..
. . . . 53
La sutileza o las redes del entorno
Mónica Dayan .. .... .... ......... ........ ... .. ... ... ... ... ..... .. .........................................
. . . . . . 56
Una admisión fallida Ateneo Clínico -
EL JUEGO DE LA CLINlCA
3
INDICE
Lo qu e se ju ega en u n ju ego
Daniel Rubinsztejn .. . . . . . .. . . .
. . ............... .. ... ... . .. . .. .
..... ..... ............ ........... .................. 72
Et íca en ju ego
Elena Lacombe ························································· ·'·········································· 75
«Jugadora d e n i ños »
Silvina Gamsie .. .. .. .
....... . . . ....... . ....... . .. .... .... . .. .. .. ......... .... ....... ............ ..... ..... ..... .... 76
La transfe r encia en el n i ño
Carlos Faíg ......... ................. .................................... ............................. . . . ............. 83
Psicoanálisisy el Hospital
Editorial
Cupido y su arco
E
· laboración de la demanda, constitución del síntoma, decisión del deseo, signifi
cante de la transferencia, instalación del sujeto supuesto saber, introducción al
inconsciente, ... son sólo algunas de las formulaciones con las que habitual
mente se intenta abordar la experiencia del comienzo de la cura: como una secuencia
clínica tipificable, interrogar sus límites, establecer su lógica. Multiplicidad de refe
rencias que, cristalizadas por el uso, tratan de cernir lo que permite a ciertos encuen
tros iniciales, ciertas consultas, ciertos pedidos, orientarse en el sentido de un análisis.
Necesariamente al comienzo, n¡ida prejuzgan sobre las condiciones de su ocurrencia,
las características de su encuadre, su duración, su prolongación en el tiempo.
Preliminares a una posición denominada analizante del sujeto, no lo son respecto a
la posición reconocida como propia del analista; el que no aguarda al analizante para
intervenir, y apunta precisamente a su emergencia, como producto de esta interven
ción. Efecto boomerang, la posición del analista determina el modo, el peso, el alcan
ce de sus intervenciones, siendo ellas precisamente las que, en un movimiento de re
tomo, lo aseguran de su posición. Anudamiento peculiar por el que, si el anal.ista for
ma parte del concepto de inconsciente, el analizante es consecuencia de su acto.
Inversamente, es por la vía de la institución idealizante del analista y de su corre
lativo investimento libidinal como el sujeto deviene analizante. Momento auspicioso
que, por no desconocer el azar, nuestra tapa pretende evocar con una figura: el flecha
zo.
El término admisión designa en la institución la forma que ella misma tiene de
acoger, de consentir, de dar un sf, a quien, muchas veces sin saberlo, y por una deter
minada concatenación de acontec i m i entos siempre precisable, viene ali! a quejarse, a
test i m o n i ar, a interrogar, a buscar una respuesta a lo que le ocurre. La aceptación o el
5
Editorial
rechazo de este modo de presentar lo que allí se articula, condiciona a su vez, en gran
parte, el modo de tratarlo, vale decir, el tratamiento mismo.
No es dificil, para conceptualizar su iniciación, recurrir a la metáfora del ajedrez
propuesta por Freud; ella pennite restringir las modalidades de su ocurrencia a una
estrecha combinatoria de elementos limitados. Pero es necesario considerar también
que si las jugadas iniciales detenninan el desarrollo de la partida, y éste a su vez su
fin, algo de él está prefigurado, de un modo impensado, en ellas. Toda fonnalización
de las entrevistas preliminares debe poder entonces establecer las condiciones de po
sibilidad del juego, sus reglas, sus instrumentos, para que su conducción sea viable,
en acuerdo con la ética del psicoanálisis; la que por no ser exterior a su operación en
cuentra en la prosecución de sus medios la justificación de su fin.
Su retoma en el ámbito hospitalario exige, como mínimo, medir la distancia y re
correr el trayecto que separa el ingreso a la institución -la consulta en la guardia, la
lista de espera, la derivación al equipo, eventualmente la internación- de la entrada en
análisis. Ese momento en que la experiencia de ser hablado al dejarse hablar, erige al
Otro de Ja interpretación, no sin que el lazo libidinal que se establece deje de repercu
tir en fonna verificable sobre el sufrimiento del síntoma; desplazándolo, aligerándolo,
acentuándolo, abriéndolo al sentido. ¿No supone, paradójicamente, el ingreso en el
discurso analítico, la simultánea salida del discurso institucional, en cierto sentido, su
disolución necesaria?
En todo caso, no se trata simplemente en nuestra convocatoria de corroborar un
saber establecido, ni de encontrar tan sólo una vía aceptable a Ja comunicación de la
experiencia, lo que desdibujaría su singularidad. Ella constituye, más radicalmente, la
ocasión de poner a prueba ese saber, sus diversas fonnulaciones, la viabilidad de su
transmisión, cada vez en un contexto particular, promoviendo el despliegue de lllla
multiplicidad de sentidos que, en el límite de la diversidad de sus empleos, pueda
permitirnos despejar su función central. Oportunidad por la que Ja soledad de Ja clíni
ca tiene en el hospital la posibílidad de recordar su sentido más apropiadamente freu
diano: mucho por aprender, nadie para ensefiar, reinventar cada vez el psicoanálisis.
Con respecto a esta publicación que nos gustaría forme parte de esta clínica, de
bemos admitirlo, la repercusión del número de invierno es motivo de lll1 optimismo
que aspira, con la edición de verano, a algo más que una reiteración, lllla mera insis
tencia. Su auspiciosa acogida cobra el valor de una invitación: la de establecer una red
de escritura que dé Jugar a la serie. Unica posibilidad de seriedad, la que, por el tra
bajo, consienta en ir más allá del flechazo.
Es necesario recordar de todos modos que dar lugar a la diversidad hace responsa
ble de lo que se afirma a quien lo firma.
Mario Pujó
6
En torno
a.
la admisión
«Un grupo de j óvenes me preguntó cómo elegía a mis pacientes. Res
pondí, de inmediato, que no los elegía, pero que ellos tenían que testi
moniar de lo que esperaban como resultado de su requerimiento .. . »
U na cuestión de conceptos
Verónica Roma *
a admisión es uno de los distintos modos de funcionamiento del que dispone
La acción de admitir
9
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
aceptado para ser tratado aqut'. Más que de una admisión, pareciera tratarse del pur
gatorio: tiempo de impasse en el que se acepta, se recibe, se da entrada, al cielo o al
infierno, a la espera del juicio ... del admisor.
El admisor deberá decidir si el paciente pide tratamiento; si podrá ser atendido por
algún otro profesional, sopesando no sólo su patología sino también si el servicio po
see la infraestructura adecuada; si debe pasar a una lista de espera; si él mismo quiere
atenderlo por considerarlo "interesante"; en fin, decisiones que comprometen más a la
l
persona que cumple la función que a Ja función misma( l.
Desde el psicoanálisis ... ¿qué se puede pensar en la idiosincrasia de la admisión
hospitalaria? Una posible respuesta es que, en la acción de admitir, tengamos como
horizonte, sus posibles consecuencias.
El efecto de admitir
La admisión implica el efecto de admitir, efecto quizás más articulado como "trá
mite previo en que se decide si ha o no lugar para seguir sustancialmente ciertos re
cursos o reclamaciones". Dice Lacan en "Subversión del sujeto... ": "La verdad no es
otra cosa sino aquello de lo cual el saber nopuede enterarse de que lo sabe, sino ha
ciendo actuar su ignorancia". Y en la entrevista de admisión --verdadera primera en
trevista, momento inicial de apertura--, intentarnos desde nuestra escucha que algo de
esa verdad se ponga en juego. Que aparezca un efecto, sostenido desde la concepción
de que "el inconsciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en al
gún silio (en otro escenario, escribe él) se repite e insiste para inteiferir en los cortes
que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él informa"(2).
¿Qué es lo que, como analistas, recibimos? Un pedido. Pero . "Por supuesto, su
..
petición se despliega en el campo de una demanda implícita, aquella por la cual está
ahí (..) Pero esa demanda, il lo sabe, puede esperar. Su demanda presente no tiene
nada que ver con eso, incluso no es la suya porque después de todo soy yo el que fe
ha ofrecido hablar(.. ) He logrado en suma lo que en el campo del comercio ordina
rio quisieran poder realizar tan fácilmente: con oferta, he creado demanda"(3l_
Alguien vino a ser escuchado; podrá haber sido por distintos caminos, pero vino,
está ahí, y nosotros debemos hacer nuestra apuesta. La de escuchar, y más allá de lo
que pide --o de lo que no pide--, articular algo de la verdad. Sostener ese espacio de la
admisión como lugar, como primer momento para producir un efecto: el de admitir
(Dar entrada/ Aceptar/ Permitir o sufrir), apostando a darle entrada, pell1liso, a la
posibilidad de que emerja algo del sufrir del sujeto y del sujeto de ese sufrir.
(1) - "Pero lo que es seguro es que los sentimientos del analista s ó l o tienen un lugar posible en
este j u ego, el del muerto; y que si se le rean ima, el juego se prosigue sin que se sepa quién l o
conduce" J. Lacan, "La dirección d e la cura y l o s principios d e s u poder ".
(2) - J. Lacan, " Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano".
(3) - J. Lacan, "La di rección de la cura y l os principios de su p o d er.
10
En torno a la ad misión
Ricardo Scavíno
L
es presentaré algunos puntos, que resumen Ja lógica que entiendo da sustento a
la llamada "admisión", en tanto preliminar a un tratamiento posibleCll, por lo
menos hasta cierto punto, en el marco hospiralario<2l. Su formulación, un tanto
dogmática, obedece a un deseo de reducción y brevedad, y apunta a un enfoque for
mal del problema, que pueda servir corno referencia operativa, y permitir una locali
zación más precisa de los fenómenos que se presentan en su diversidad clinica.
El recorte que opera se aloja en la conjunción/disyunción del psicoanálisis y el
hospital, y responde así al eje de la publicación que la motiva.
Hay una relación inversa entre la burocratización del lugar y la incidencia efecti
va de su operatividad. Lo que decide de su pertenencia al campo del psicoanálisis es
el lugar acordado en ella a la dimensión del sujeto.
Situar el alcance y la naturaleza de su operación permite disolver el obstáculo que
impone su regulación institucional, e instituir espacios flotantes donde el encuentro
analítico se pliega a la lógica del inconsciente y a su temporalidad particular.<3l
Pensar la admisión en tanto operación impone atenerse a una dimensión muy del
gada pero operativa: adentrarse en una disciplina del significante para la localización
de los fenómenos del sujeto.
La noción de posición subjetiva --que haciendo jugar las categorías de enunciado
y enunciación, permite una efectuación y una localización del sujeto en términos de la
posición que adopta en relación a sus dichos-_(4l; de rectificación subjetiva --maniobra
dial.éctica, que tiende un lazo en relación a la implicación del sujeto en su discurso-
C5l, nos permiten presentar el problema en términos de una lógica de la decisión y lle
va al planteamiento del inconsciente.
Adelanto algunas fórmulas. Admisión es un significante correlativo de la dimen
sión de la demanda, a la que significa como demanda de ser admitido; redobla as! por
su propia nominación lo que es propio del significante suscitar: admisión o rechazo.
Este margen Jo inscribe como lugar. Es porque la demanda no es de por sí probante -
Jo que se ve acentuado aquí por el marco asistencial-- que debemos abrirle paso a la
6
decisión.< l
Admitir a un paciente en tratamiento sanciona cierta posición subjetiva, cierto es
tado del síntoma, autoriza un proceso que requiere de ciertas condiciones, a falta de lo
cual no hay modo de engendrar una necesidad de discurso ni de conducir la cura. Por·
eso no hay admisión si no se juega cierta dimensión de recusación, de Versagung que
abra a la consideración del deseo. P or ah! repercute sobre el derecho y el deber.
El derecho de ser asistido, nombrado, reconocido en la enfermedad, tropieza con
un imperativo particular que impone cierto rehusamiento. Hay un elemento de ini
ciativa que exigimos y una posición subjetiva que debemos hacer surgir y evaluar. Es
decir vectorizamos ese derecho (que eventualmente traduce o puede traducir una iner
cia, uñ aplanamiento del sujeto en lo asistencial), deslizando bajo sus pies el deber de
una decisión. En suma, se trata de hacer surgir al sujeto en Ja modalización de sus di
chos, operando a partir del significante, que de-su-pone al sujeto como falta en ser, no
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Psicoanálisis .y el Hospital Nº 2
12
En torno a la admisión
Admitir la demanda
Alicia Benjamín *
legí abordar la temática de la admisión articulándola con una cuestión más am
E plia que la abarca y que considero crucial, puesto que la manera de conceptua
lizarla es índice de diferentes posiciones en la clínica: me refiero a la cuestión
de la demanda.
Es frecuente escuchar que tal o cual paciente viene "mandado" -por el médico, por
su familia, por los amigos- y que dicho paciente "no demanda, no se pregunta por su
malestar ni por las causas del mismo". Y esta manera de decir acerca de la primera
entrevista se hace mucho más habitual en relación a las admisiones hospitalarias,
donde los "mandados sin demanda" se multiplican.
Más allá de los fenómenos institucionales a los que esto puede responder (por
ejemplo, derivaciones médicas apresuradas o incluso equivocadas) quiero detenerme
en lo que considero factores causales de tales formulaciones decepcionadas.
Y si de decepción se trata, es necesario dirigirnos a los ideales implicados allí.
Entre los ideales que entorpecen la posibilidad de operar analíticamente retomaré
dos: 1) el ideal de autenticidad; 2) el ideal de independencia.
• Psicóloga Residente de 4° Año del Servicio de Psicopatologfa del Hospital Cosme Argerich
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Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
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En torno a la admisión
La admisión:
campo de problemáticas
Diego González Castañón *
15
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
Para Freud, la consulta psicoanalítica que implicaba la mejor apertura era la efec
tuada por alguien joven, con capacidad económica de sostener su tratamiento y que
demandaba él mismo en forma autónoma, en su propio nombre, aquejado de_Q_�_s'!Les
intrapsíquicos. Algunos psicoanalistas son hasta tal punto violentos que utilizan al
psicoanálisis como un juicio de admisión y forcluyen del campo todo lo que no es
sujeto del inconsciente (el cuerpo, lo social, lo institucional se vuelven atravesamien
tos molestos). Las fronteras se rigidifican, se transforma en herejía medicar o internar
a un paciente o en un hecho incomprensible el proponerse escuchar a una familia.
La admisión en la institución no es una primera entrevista psicoanalítica. El con
sultante puede necesitar un tratamiento y, sin embargo, puede ser que el resultado de
Ja admisión sea una interconsulta, o una serie de entrevistas destinadas a la clarifica
ción de las configuraciones vinculares. El admisor no está para iniciar un tratamiento.
Tolera lo complejo del campo, sin excluir ni invisibilízar los elementos que el pa
ciente trae. Tampoco completa el campo eclécticamente indicando tres abordajes si
multáneos, (terapia individual y familiar con insterconsulta al neurólogo), pues no se
puede ordenar en tres sentidos distintos una única problemática.
El abordaje de la admisión implica cuatro cuestiones que lo diferencian de una
primera entrevista terapéutica: la ampliación del campo de análisis e intervención, la
utilización de otras herramientas (que provienen de otros instrumentos pero pertene
cen al mismo campo y por eso son aplicables), el trabajo para instituir el dispositivo
(que es un contradispositvio para el sistema de poder que sustenta la institución) y el
trabajo de constitución del equipo de admisión (establecer lazos, recabar información,
formar agentes, teorizar y supervisar la clmica).
Una admisión no es una crítica a una teoría, sino al poder que utiliza esa herra
mienta para purificar la vida en términos de verdades alienantes. No saber del pa
ciente no es equiparable a regodearse en la ignorancia. No amar, no educar, no adap
tar, no salvar a los pacientes no es lo mismo que hacer la apología de la indiferencia,
el descuido, la negligencia sorda y ciega. Un admisor que no tenga opciones para in
dicar, ve vaciado el dispositivo de Ja posibilidad de mantener en evidencia lo múltiple
e impuro de una consulta y se transforma en un recepcionista o en un peligroso Pro
custo,· para quien su única posibilidad terapéutica equivale al mítico Jecho.
El instituir una práctica no es un acto ingenuo. Es más, ya que su diseño está con
dicionado, lo sepa o no el agente que se propone una gestión diferente. De los pre
condicionantes que modelan la admisión antes de que se inicie tengo en claro los si
guientes. El mandato psiquiátrico en sus facetas de custodia y curativa. El mandato
social que se encarna en los pedidos que los consultantes hacen a los agentes de la
institución. El mandato de los grupos de poder que enuncian las autoridades sanitarias
(con sus políticas sanitarias de asistencia al desvalido) y también Jos jefes de s:ervicio,
que ordenan a sus subordinados atender a todos los que lleguen a la institución. Este
"más que todo es mejor" es el lema de Jos registros estadísticos si es que se los utiliza
como elemento de poder, de renombre y como justificación de la existencia del servi
cio. A estos tres se agregan los requerimientos específicos de las herramientas a utili
zar y las preferencias de los profesionales implicados en cuanto a tipo de pacientes,
deseos de formación.
Hay un cierto patrón de lo que se puede pedir y recibir en un hospital. Muchos de
16
..Errforno a la admisión ,
los que-eensuítan vienen a pedimos como agentes de una institución pública y no co
mo ps icoterapeutas. A veces resulta dificil de tolerar, pero fuimos nombrados por fas
autoridades como agentes, actores. Se espera de nosotros eficiencia institucional y no
eficacia psicoanalítica. Es necesario tener esta condición en cuenta al admitir a un pa
ciente, para no renegar de ella, ya que condiciona y habilita, forma parte del dispositi
vo porque en su matriz se inscribe, porque lo preexiste. Esto no significa que estamos
sometidos a estos condicionamientos, pero para liberarnos de su opresión debemos
articularl os . S i se desconocen los precondicionantes del dispositivo y los atravesa
mientos del contexto, la admisión fracasa, se ritualiza, se impotentiza .
. .:Qri.a.-_�i�_!ón que funciona bien, ordena, limita y habilita la consulta. Inaugura un
.l!:!.�P.ª=ill. esa persona. Abre un registro mst1tüc1011al e··füifc-rioflos elementos de su
entrada en la institución en una forma que resulta compartible por otros profesionales.
__El_.ru.lmi.s.Qr_encuentra un camino para dar un cauce factible a la consulta, eligiendo las
·herramientas más adecuadas, dentro del campo de problemáticas que despliega el .
consultante. J;:yª!�ª· ct��gQ?.,_'º-ªgLl!J!ª. R.rim�rª··ªpr_q_�igi.ªcj.Qri._i:U.ª@.9.�ÜC:.ª Y-Immóstica, .
. constituyéndose a veces en el primer acto terapéutico,�"!:l�Jél..�P.!i_c,¡¡ciól.1.: _ci_�_l_E�P..�
. sitivo es en sí una intervención. Si ofrece escucha pueae generar demand�. .
Cuando el paciente viene mandado, el admisor establece un lazo con el derivador
• ........paril.in:t.eStigarlas_ro.nd.i.ciQnS<s]iIª-deñvacioñ:-¿Er·consülüiñfo.esüffsíñtoma del de
ri vador? ¿Fue hecha la derivación con un sentido represor, con un tinte mágico? ¿Fue
una expulsión de otra institución o se habilitó un campo terapéutico? ]vfuchas veces es
necesario caracterizar a la admisión corno una interconsulta, dar indicaCToñeraraen-
'�ado-�Tti r�afpacTeñte_�a-·�;;te par�e_ ���tua_lrñ-eñ1e realice- una apertuia <leT
<:;_¡i!Jlpo terapéutico. Esta apertura puede requerir un proceso prolongado en el tiempo
para elaborar y dfoolver en parte la transferencia imaginaria y la sugestión que ya
Freud había descrito entre todo médico con su paciente. Para ello debé conocer los re-
.'. !.ª1:1!��-�-�()_ri.
__ Lqs._qu._�.?.�-�-11�.!lta en su ins�tución y en otr� y establec�r una red persoñil-
'
lizada y efica,z; c!� .<::.9JIIJ)..n ica�J�r.in�ti_mcimial .
�··cciiño- s-i empre, las situaciones más complejas y menos encuadrables son un estí
mulo. No es que el admisor puéda expulsarlas . Es que las invisibiliza, o no las ,escu
cha, no las retiene y las deja caer. Esto puede favorecer que incrementen su contenido
de violencia ya que las palabras se van mostrando incapaces. de nombrar el sufri
m iento y, por eso mismo, vacías. Creo que, con el mismo espíritu freudiano de princi
pios de siglo, vale la pena poner manos a la obra.
17
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
Osear Sotolano
puesfüs- prec1sas pero carentes de fund.amentOO.¿Y- sTpfo oain ós -coñ-- grupos? ¿Con
---grupos con pSíi::odfiima'?'Zcon grup
ó·s·<le-espera? ¿Si aumentamos el número de admi
sores?. Un psiquiatra y un médico podrían dar una visión más integral. Tratemos a los
pacientes sin tiempo preestablecido, con tiempo, que 3 meses, que 6, que 1 año, que
con recontrato, ¿y el recontrato de cuánto tiempo? . Y así todas Pr22!!::.tas .§. vacíªule
fullQ!!!fil.illQ teóriGQ.
Creo que en eso que llamamos admisión, siempre hay unas preguntas elementales
pero sustanciales que definen el campo de escucha: ¿por qué esta persona, este joven,
este chico, esta fam ilia, está ahora hablando o jugando delante de mí y, a veces,
conmigo? ¿Qué preocupación, sufrimiento, inquietud, pasión, conflicto, incertidum
bre o lo que sea hace que esté frente a m l? ¿Por qué hoy está aquí? ¿Por qué no hace
'
dos mes es, u otro tiempo? ¿Por qué está aquí, conmigo, y no con otro, en esta institu
ción y no en otra? Como ven estas preguntas son sencillas, casi obvias, se supone que
tendrían que estar en la mente de cualquier analista. Pero no siempre es así. Muchas
veces me he encontrado con te::�.�1íl.S que de_rn asiad() preocupados por encontr8!: �l
o·cúal sigñi ficante teórico" conocido, se.�_lasaniano, kleiniano o freudiano, pierden- de
"v!stá es�_d.irn:érisii)ri'de mterrogadón::--que _ cuaiquier paciente implica: - ---- -- .
·
· Digo que son preguntas elementales pero susmnciales porque creo cumplen dos
-
funciones de relieve. Una, incluir los asuntos fundamentales que permitan orientar una
18
En torno a la a d misión
entrevista o entrevistas de admisión, y dos, ser capaces de motorizar por su amp l itud,
nuevos interrogantes. Dejar abierto este campo de, llamémoslo curiosidad y posibili
dad de sorpresa en e l que creo debemos movemos. Iré por partes, veamos la primera
función.
Cuando nos preguntamos porqué, qué l o mueve a haber hecho esa consulta, tene
mos en mente una referenci a básica freudiana, existen motivos manifiestos de con
sulta y motivos latentes. La dem anda del paciente encierra un sentido que deberemos
desentrañar, pero la paradoj a de nuestra situación de admisores es que desentrafiarla
puede imp l icar todo un análisis y el sentido de la demanda, el deseo, surge retroactivo
al trabaj o analítico mismo. ÜcWTe, como Freud se planteó en relación a los suefl.os: el
sentido de un sueño de comienzo de análisis sólo p odrá ser pl enamente captado al fi
nal del análisis. Antes carecemos de las representaciones que permitan hacer posible
las ligaduras. Pero entonces, ustedes me podrían decir, admitir un paciente es llevar
adelante el anál isis con él, p ara que cuando lo termine se vaya. La admisión estaría así
en el final del proceso que se desanolla, no al principio.
Ocurre, y no en vano los lógicos han trabaj ado tanto el terna de las p aradoj as, que
un nivel teórico correcto puede implicar efectos prácticos de dificil defensa.
Del mismo modo que si bien un sueño se podrá eventualmente entender plena
mente al final, eso no quita que durante los años que transcUITe el análisis, se trabajen
suefios, fragmentos de sueños, o elementos del suefio según las vicisitudes de Ja trans
ferencia. Igualmente, si bien dar cuenta de las estructuras de deseo de un paciente será
sólo eventu almente posible al final de un trabaj o , eso no impide que ese trabaj o tenga
sus pasos, sus movimientos, sus impasses y sus diluci daciones parciales. Y eso que
llamamos admisión es un momento de ese trabaj o .
Otro aspecto que esas preguntas encierran es una cuestión que siempre está en l a
mente o e n las formulaciones explícitas d e cualquier analista. Tal es l a cuestión del
diagnóstico. Porque mientras el paciente habla, nosotros escuchamos con c iertas cate
gorías que son del campo de la psícopatologfa: es un histérico, obsesivo, fóbico, para
n o ico, perverso, esquizofrénico o a la que adscribamos. Este es un tema muy discuti
do y en el que querría detenerme.
Diagnóstico es un concepto que p roviene del saber médico, campo con sus leyes
que supone un suj eto sano a quien alguna noxa ha alterado ese nomrnl funciona
m i ento, eso es l a enfermedad, y que deberá ser restituido a ese momento de equilibrio
pre-noxa, eso es e l tratam iento. A llí e l diagnóstico cumple l a función de detección
precisa y exacta de la alteración, lo que permitirá una correcta terapéutica. Esa lógica
médica que supone un saber sobre el sujeto exterior a él, durante muchos años im
pregnó de manera exp l ícita e imp l ícita la práctica clínica del psicoanálisis en Buenos
A ires. Al paciente se lo estudiaba, fue una época de auge de las técnicas proyectivas,
se velan sus defensas patológicas, sus ansiedades, sus conflictos, sus relaciones obj e
tales, su posicionamiento en relación al conflicto edípico (la noción de Edipo era rei
ficada en sus obj etos primarios concretos, l a madre, el padre, los hermanos), se estu
diaba su relación con el mundo externo, se recogía en una pro l ij a an amnesis la histo
ria de acontecim ientos del sujeto que consulta, se constru fa un verdadero mapa psí
quico. Después se p l aneaba el tratamiento, que de este m odo se transfomiaba en una
lenta devo l ución de lo que e l an a l i s ta había descub ierto en su estudio previo. El análi-
. 19
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
nea histórica. Supone por un lado precisar si nos encontramos frente a una confl i ctiva
reactiva a una situación d e d i fi c i l elaboración actua l, l o que podríamos ubicar como
En torno a la admisión
W1a situación traumática, o una situación t¡ue se prolonga en e l tiempo, donde el con
flicto lleva la marca cambiante de . sucesivas defensas secundarias, de contracatgas.
Pero además y esto es lo que me importa resaltar, porque definir el "por qué hoy"
permitirá ubicar los puntos presentes en que la compulsión repetitiva muestra los tra
zos de lo no elaborado infantil. Porque si bien no se trata de entender la repetición
como una suerte de calco de conflictos infantiles, sí es ciertO" que en las modalidades
de relato del conflicto actual,. en ese punto particular de gota que rebalsa el vaso que
implica el momento de decidir una consulta, hay indicios, hay una puntuación perso
nal del paciente de su drama. Del mismo modo que el resto diurno no es el contenido
del suefio, pero su elección para el trabaj o onírico no es casual y su presencia indica
algo de ese pensamiento onírico, esos momentos privilegiados que impulsan a un pa
ciente a una consulta deben a mi entender ser tomados como indicios.
"¿Por qué aquí?'; Se dan cuenta que tengo en mente la cuestión relacionada con las
transferencias imaginarias. Porque un paciente no l legó allí por arte de magia. Hubo
algo que lo impulsó a elegir esa institución, y cuando ha tenido alguna posibilidad de
hacerlo, a ese profesional. Porque en los momentos previos a la consulta cualquier
paciente construye un campo de expectativas y fantasías que dan forma a las formas
previas de la transferencia. Imaginarizaciones transferenciales que harán mucho a las
posibilidades o no de un camino de cura y especialmente de decidir si ese camino es
necesario y posible. Ya que, y esto es particularmente claro en un equipo que como
éste trata niños, muchas veces las demandas de los pacientes no implican una interro
gación de un paciente por sus síntomas, sino son sólo correa de transmisión de otras
demandas, por ej emplo de la institución escuela. ¿Cuántas veces padres sorprendidos
vienen a la consulta por el imperio de W1 colegio que ha detectado la agresividad de
un chico, pero que no ha detectado que esa agresividad es la reacción de un niilo a
problemas de la misma escuela?
Como decía Frani¡:oise Dolto refui éndose al tratamiento de niños en Francia,
¿cuándo será el día en que la consulta de los niños se limite a una sintornatología que
implique transacción entre pulsión y defens·a y no a síntomas que no son tales en un
sentido psicoanalítico, sino la manifestación de la reacción saludable de un nifio a un
sistema educativo vetusto? Pero tener este aspecto esencial del sfntoma en su sentido
analítico, in mente, permitirá que un terapeuta no inicie un tratamiento tomando como
motivo de consulta el motivo de un colegio. Después de todo, Ja agresividad no es
ninguna categoría psicopatológica, otra obviedad seguido olvidada.
Como ven, si bien ubiqué en principio el tema Je! diagnóstico del lado de las pri
meras preguntas, nos volvemos a encontrar con él en el momento en que Ja demanda
sale a nuestro encuentro.
Es que hay otra diferencia entre el primer modelo del diagnóstico que precisé y el
segundo. Pues las apariencias de semejanza (se estudia al paciente para definir una
conducta terapéutica) se recontextual izan en relación a que ese estudio nos implica
como sujetos y obj etos. Que un niño j u egue o no juegue con nosotros, que juegue sin
pasión m i e n tra s hace fugaces pispeadas para saber por dónde anda nuestra mirada,
que haga unos di bujos displacientes o grite que no quiere venir esperando que la ma
dre, que es la que duda, reafi rme su propio deseo de que lo haga y así su amor por él,
son índice de una perspectiva de cura (inc luso cuando es una perspectiva improbable).
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
22
En torno a la ad misión
nuestra mala práctica. Esto nos lleva a las demandas que e l terapeuta recibe y hace en
su doble posición de cllnico y de sujeto deseante . Podemos querer trabaj ar bien pero
también queremos algo a cambio de nuestl!o esfuerzo, sea dinero, una identidad profe
sional, respeto, reconocimiento, formación, derivaciones a privado, o realizar algún
deseo humanitario. En esta posición el analista que escucha debe también escucharse.
Si le está haciendo por ej emplo una interpretación a un p aciente con el fin de llevár
selo a privado, la demanda del paciente puede transformarse en la que el analista de
sea.
Un problema central de la escucha analítica en una institución pública supone po
der ubicar el lugar que en la demanda del paciente tienen todos esos factores. Enume
ración que no tiene ni una intención totalizadora ni pretende establecer órdenes de
prioridad.
El jerarquizar el espacio de la entrevista de admisión como campo de interroga
ción de la demanda de análisis, me parece una tarea central. Ya que, y con esto termi
no, me parece bueno recordar que es cuchar que un paciente no demanda análisis sino
otra cosa, exige también una escucha analítica.
23
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
E
n toda institución la problemática de las admisiones constituye un hecho de di
ficil abordaje. ¿A qué se llama admisión en una institución? ¿Quién recibe a la
persona que consulta por primera vez? ¿Tenemos dificultad los terapeutas en
pensar acerca de esta primera vez? ¿En qué situaciones se producen tales dificultades?
¿Por qué se llega a establecer una instancia de admisión en una institución?
En servicios hospitalarios, centros de salud mental y hospitales de día que posean
más de una modalidad de trabajo terapéutico es frecuente que se termine instituyendo
un espacio de admisión. ¿Puede adquirir otra configuración que no sea la de una sim
ple evaluactón y distribución de pacientes?
Cuando una persona se acerca pidien9o ser atendida, alguien la escucha, sea la
empleada de la ventanilla, los terapeutas que caminan por los pasillos, o los pacientes
que esperan en la sala. Otras veces las paredes se anticipan al suj eto, en las palabras
de sus carteles. Pero que no haya turnos no justifica que se suspenda la admisión co
mo momento resolutivo.
La distribución de pacientes suele constituirse como un lugar de poder. Poder que,
en las instituciones, lleva la mayoría de las veces sus luchas en nombre de la causa de
los pacientes. Los terapeutas confundimos la organización del trabajo en equipo con
la posibilidad de escucharlos. Si decimos que tenemos que hacerlo es porque no sa
bemos qué nos van a decir. Es necesario prever que todo terapeuta que realiza una
entrevista de admisión puede encontrarse con una urgencia, por lo que el equipo debe
ría reservar un número mínimo de entrevistas para considerar estos casos.
Pero la admisión debe ser pensada también en función del terapeuta. Un equipo de
trabajo no puede dejar librado al azar el hecho de que un sujeto encuentre o no a un
terapeuta, como tampoco puede desconocer que en una situación crítica este último
puede sentirse poco respaldado sobre todo cuando ciertos dispositivos terapéuticos
tienden a tambalear por variables propias de la institución. La contención del tera
peuta se toma posible cuando el equipo cuenta con espacios para elaborar estas situa
ciones previamente, llevadas luego al terreno de la admisión y vueltas a traer a discu
sión en el equipo. El terapeuta no debe quedar aislado y al mismo tiempo la anterio
ridad de la reflexión no debe conducir a una sistematización de la escucha.
Para concluir, quisiera proponer lo siguiente:
1 Respecto de los sujetos que consultan:
-
a)En el primer contacto de un sujeto con las institución es fundamental que quien lo
escuche sea un terapeuta, previamente designado a tal efecto.
b)Que dicho espacio pueda servir como lugar de contención a pacientes que por una
urgencia o crisis así lo requiriesen, continuando con las instancias con las que cuente
1 el equipo· para di chos casos, aún cuando no hubiese turnos.
24
En torno..JHJí íÍdm isión
c) Que en las admisiones se pueda articular aquello que podría llamarse "demanda so
cial" (lo que quienes consultan y otros grupos de Ja propia institución imaginan q ue se
hace o se debería hacer con algunos pacientes) con la " demanda del paciente" (decir
del sujeto), formando parte las admisiones del dispositivo terapéutico.
25
Psicoanálisis y -el Hospital Nº 2
Geografia de la admisión
Andrea Cipolla *
S iniciar la jugada para no patear, de entrada, el tablero. Del hecho al dicho, del
dicho al decir; una apuesta: Ja emergencia del sujeto entre el enunciado y la
enunciación. La caricatura del malentendido y como horizonte, el inconsciente. Di
mensión evocada por un "yo no sé lo que digo".
G. dice: "Vengo porque me mandó la Dra. X. Por cualquier cosa me enojo y nadie
me puede tocar, principalmente mi papá".
H. ingresa a la guardia por haber ingerido 60 mg. de Lexotanil y dice: "Estoy por
que no quiero estar más en este mundo" .
¿Acaso podría haber sido formulado d e otra manera? ¿Hay alguna demanda que
por,su enunciado sea más legitima que otra?
El hospital dispone, entre otros, de un dispositivo montado para la "admisión " ,
dispositivo que tiene algunas curiosas peculiaridades. Sefialaremos dos. L a primera,
un criterio regido por la tentativa de evitar las futuras deserciones, ectópico respecto
* \Y' édica Residente d e 3 ° Afio del Servicio d e Psicopatología del Hospital Argerich.
26
En to�no a la a d m isión
27
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
estigo en peli gro es una película. . . las películas se miran. De una película ge
T neralmente se es "espectador ". Arroz con feche es una canción infantil . . . las
canciones generalmente se cantan. De una canción, en todo caso, se es "intér
prete ". Desde el Test-hijo en peligro hacia el arroz con leche. Marcamos con esto
una dirección de nuestra práctica en los tratam ientos con niños. Cierto movimiento
del que intentaremos dar cuenta.
*Residentes de 3° año del Servicio de Psicopato logía del Hospital de Niños R. Gutiérrez.
28
En torno a la ad misión
presenciado un crimen que otro cometió y por eso son llamados a testificar, y los pre
suntos culpables. En la consulta los sospechosos serán los padres, de un crimen que,
sin saber, ellos mismos han cometido: la posibilidad de ser padres se sostiene en el
asesinato del padre y en el cumplimiento del pacto.
Se trata del mito de " Tótem y Tabú", es decir, aquel tiempo en el cual los herma
nos conspiran y matan a ese padre de Ja horda, duefio ·de todas las mujeres, para luego ·
"comérselo" y entonces pasar a sufrir aún más su peso, la obediencia retrospectiva,
instaurándose así la prohibición del incesto y la exogamiá; decimos, el mito debe ju
garse cada vez, en cada generación. Pensamos que el texto freudiano no remite sim
plemente al m ito del origen de Ja sociedad, sino y con más énfasis, a Ja clfnica coti
diana. Cada hijo deberá asesinar al p adre para poder acceder al uso de aquello que
tiene. A esto llamamos con Lacan, los tiempos del Edipo: del padre de la horda al pa
dre de Ja ley. Este crimen estará en la base de la propia neurosis, en Ja posibili
dad/imposibilidad de sostenerse como padres.
Llegarán a la consulta cuando rompan aquel pacto resultado del asesinato del pa
dre por el que todos los hennanos, vía obediencia retrospectiva y culpa, se sometían a
la misma ley. Los padres llegan a la consulta cuando algo se les presentifica como
demasiado real, algo que ya no es un juego. Los padres consultan en el límite de su
Edipo. Esta transgresión se jugará en e l niflo.
Testigo en peligro (el nifio). En la película " Testigo en peligro" un niflo queda
como involuntario espectador de una escena non-sancta de adultos: a través de una
mirilla de una puerta observa un crimen. Esta situación lo convierte en testigo privile
giado, portador de un saber que lo excede, que a la vez pone en peligro su vida.
Creemos que los nifios por los que somos consultados llegan al tratamiento en una
posición semej ante a la de este nifl.o, como test-hijos en peligro. La transgresión pa
terna se juega en el nifl.o quedando cristalizada en su padecimiento. El nifio aparece
como obj eto del goce de Jos padres. Por eso nos encontramos, al inicio de los trata
mientos, con niños prendados, tomados como prenda, en el goce parental. El nifio
queda comprometido allí en Ja Ínedida en que los padres no se someten a la prohibi
ción: "no reintegrarás tu producto".
Para cada parej a parental, y con cada nifl.o, será distinto, pues se trata de lo que ese
niff o para esos padres devela, presentifica de Ja verdad parental. Por eso decimos que
con cada nifto se j uega, cada vez, Ja estructura.
Y ¿qué es el juego? Si algo podemos decir es que es lo que no es de verdad, es de
cir, lo que es del orden de la ficción. Ahora bien, en el jugar se constituye un saber,
teorías sexuales infantiles, un saber acerca de la falta. Saber y verdad, j uego y no jue
go. En la medida en que haya dificultades en el j uego, probablemente ese nil'lo esté
ubicado muy en relación a la verdad parental. Esta cuestión nos autoriza a comenzar
los encuentros con el niflo.
Tomaremos al juego como indicador porque esa zona es la que para nosotros ubi
ca al nifl.o como tal; niflez pensada como un tiempo lógico donde jugar va haciendo
·
29
Psicoanálisis y el Hospitll I Nº 2
Jugáme contigo. La función del analista es sostener la escena. Pues de esa manera
se empezará a construir un campo de saber, dejando afuera la verdad, una verdad que
es de los padres pero que se juega en el nifl.o. Sostener la escena será, fundamental
mente, introducir en el juego aquello con lo que no se puede jugar desde los adultos.
En la medida que acá se pueda j ugar, allá se podrá aprender, estar con pares, n o estar
todo a merced del Otro. Ahora bien, sostener la escena no es de cualquier manera ni
desde cualquier lugar.
¿De qué m anera? Se trata de hacer jugar algo de la posición en la que suponemos
ubicado a ese niño en relación al Otro, de manera que en las sucesivas vueltas del
j uego pueda transformarse algo de esta posición. Hacer jugar algo de su posición su
pone hacer una lectura del juego, construcciones que, si bien no comunicamos a los
niños, utilizamos para intervenir, intentando ubicar qué del discurso parental es reto
mado por el niflo y de qué manera. Jugar en escena esta posición permitirá que el nilio
quede re-ubicado de una manera distinta al único lugar posi bl e que hay para él en el
discurso de los padres, al decir de Freud: "situando las cosas de su mundo en un or
den nuevo".
El niño j uega sin saber lo que juega, pero el juego del analista no es ingenuo, su
lectura permite una intervención posible desde el personaje que el niflo nos ofrece en
su juego.
¿Desde dónde? Desde jugar a ser un par, pero un par especial, alguien con quien
venir a j ugar. Seremos para el niño un S uj eto Supuesto S aber jugar.
A rroz con leche. El análisis con illl nifl.o se interrumpe. Su final es una interrup
ción, por estructura. Se detiene j ustamente en el punto en que aquello que estaba de
tenido, puede nuevamente comenzar a circular. Se interrumpe cuando ya no hace
falta, o mejor dicho, cuando ya ha hecho falta, es decir, cuando la falta ha jugado en
tanto causa del deseo.
Toda interrupción es significada a posteriori. Así como la neurosis de la infancia
será abrochada en la pubertad, vía aquel cheque en el bolsillo a ser efectivizado en el
encuentro con el acto sexual, un análisis infantil también será resignifi cado en un
análisis de adulto; allf sí será posible pensar en un fui de análisis.
Por lo pronto, con los niflos, nos abocamos al arroz con leche: se tratará de saber
jugar y abrir la puerta para ir a jugar con pares, mi entras que para casarse con una se
ilorita de San Nicolás (o de donde fuere) habrá que esperar a la próxima vuelta. Por
ahora: a confonnarse con los juegos de niilos.
30
En torno a la a d m isión
Mariana Diamand *
L
a ad mi s i ón, un apuerta d e ent rad a a indi vi d uos po1i ad ores d e un a d eman d a, a
pedid os d e at en ci ón s os t enid os por un s ufr imi ento con l a con sigui ent e ap u es ta
q ue n os s u
pon e un s aber. E s ta prol i i
j d ad parece s ubverti rs e especialm ent e en
ci ert os ca s os : l os q ue confi guran el t er rit ori o d e las afe cci on es psicos omát ic as . S e
a s oma la siguient e p regW1ta: d entr o d e es ta s fr ont era s , ¿quién adm it e a quién?
Ofertand o un s t ock virtu al d e s ignifi caci on es pos i bles en respu es t a a al go qu e n o
h acepregW1ta, n os pr o pon emos s os t en er un a d emanda qu e n o es fo rmul ada porqu e no
exi s t e. P arad oj a en la medid a en qu e n os en contr amos con un ped id o q ue es exp li cit a
d opor q ui en, en realid ad, n opid e. Impres ion a con ciert o efe ct o d e mu ñeco d e méd i co
- ventrfl ocuo d erivan t e.
D entr o d e es t e en s amblaje, n ues t ras int erven cion es precipit an d ir ecta ment e al v a
cí o, abis mo in s tal ad o en l a brech a entr eps iq ui s y s oma.
¿Q uién ad mit e a qu ién? O, h ac iend o un a r efo rmul aci ón má s preci s a: ¿qué espe ci
fi cid ad d e n ues tr apraxi s d ebemos con vocarpar a l ogr ar s er ad mitid os en el espaci o
ps íqui co d e es t e otr o? D entr o d e la es cas a bi bliogr afí a qu e exi s t e al red ed or d el t ema
"Psicosom ática " , s orprend e l a s uert e d e d es i n fl e, h art o fr ecu ent e, q ue s ufr e l a cons is
t en ci a d e l a t eorí a en el pas aj e a laprá cti ca clíni ca. S erá porqu e a
parece cues ti on ad o,
j u s tament e, el nú cleo d el ab ord aj eps i coan alíti co. En un a clíni ca qu e h ab it a el mund o
d el l en gu aj e, n os vem os con fr ontad os a d es cifra r un t ext o mud o.
L a a rti cu la ci ón t eóri ca d e los fen ómen os psicos omáti cos h a s id o en car ad a d es d e
div ers os á ngul os .
P ers on al i d ad es s obread a
pt ad as pa ra al gun os , a d isposici ón d e ex igen ci as ext ern as
en d et ri ment o d e las propi as n eces id ad es int ern os. "Enfermos de cordura" con un
aj u s t epor lo gen eral exit os o a la r ealid ad, es t os indi vi d uos a
prendi er on a s ofo car s u s
pro
pi os r e
pr es ent ant es ps íquicos y el afe ct o conc omitant e. L a con s ecuen c
ia es un
pen s amient opobre en s imboli za ci ón, cuy a d es en voltur a es a n iveles o
per at ori os. E s t o
impli ca un acces o d en egad o al mund o d e l a fant as í a, l o cu alpr odu ce un a adh er en cia a
lo fá cti co en un a dupl i caci ón, prá cticament e fot ográfi ca. H ay, ad emás, s eri as dificul
t ad es para experi mentar afe ct os . La afe cci ón corporal t oma s u luga r.
F reud di s tin gu e l as n euros is act ual es d e las h i s t er
ias d e con vers i ón. L as pri mera s
s on d efi nid as en térm in os econ óm icos como un a d es car ga dir ect a d e t ens ión d e c:ti o
logí a actu al a d ifer en cia d e l as s egu nd as l as cu ales , ad emá s d e s u h i s t ori cid ad, p ort an
en s u s ín t om a lapos i bi lid ad d e un rod eo a tr avés d e re
pres enta ci on es .
L acan, en el S emi n ar io XI, intr od uce el con cept o d e holofrase, n o s ólo en refe ren
ci a a l as ps i cos is , s in o ad emá s en fun ci ón d e l os fen ómen os ps i cos omáti cos. P egadltl11
d e laparej a s ign ifi can t e S 1 S2, qu epromueve a una au s en ci a d e afán is is d el s uj et o con
• Psicóloga Residente de 4° Año del Servicio de Psicopato logía del Htal. Cosme Argerich.
31
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
en el Otro.
En la neurosis, el cuerpo como real, como organismo, se pierde. Al constituirse el
objeto a, hay vaciamiento de goce. El obj eto a es la prueba de la incidencia de coor
denadas simbólicas. Un cuerpo presente como organismo implica que algo de Ja cosa
no se ha perdido. Como consecuencia irrumpe un goce anómalo, que, en l a medida en
que el objeto a es soporte de la transferencia, resulta intrans ferible. ¿Cuál es el camino
a tomar si nuestra propuesta es ser objeto causa y aquí nos topamos con algo intrans
ferible?
. Lacan propone transformar el fenómeno psicosomático mediante su entrada en la
estructura a través de su operación como síntoma. ¿Cómo lograr una oferta del tiempo
necesario para que se ponga en juego la producción de un saber?
Si bien "la somatización como respuesta, tanto a los conflictos internos como a
las catástrofes externas es una de las cosas más triviales de que el hombre es ca
(2l
paz" , todo neurótico puede también prestar su cuerpo a ciertas afecciones psicoso
rnáticas; existen casos donde se reservan muy pocas posibilidades de representación
·
neurótica.
Los relatos de dos admisiones pueden resultar ilustrativos.
Un paciente de cuarenta y siete años es derivado por su médica cardióloga por in
termitentes dolores en el pecho sin causa aparente. Habiendo, recientemente, sufrido
dos infartos, subyace el temor de un nuevo ataque.
El primer dolor en el pecho, previo a su primer infarto, lo refiere al momento en
que lleva a su madre en la ambulancia para ser internada en un hospital. Al respecto
dice: "No creo que eso sea causa directa del infarto. Si a la vieja le hubiese pasado
algo, estaría dentro de las leyes naturales n .
Durante l a entrevista establece un lazo asociativo entre una vida acelerada que l e
imposibilita dejar d e trabajar y l a muerte d e s u hija, ocurrida diez años atrás. Esta
compulsión a "hacer" para "no pensar" motiva la transgresión a la orden de su doctora
de no realizar esfuerzos laborales. Con su esposa hay un pacto implícito que prohibe
hablar de esta muerte. Sin embargo viven en un permanente clima de duelo. Comenta
que ve a una niña y llora. Refiere haber interrogado a otras personas que hubieran su
:fi-ido un idéntico destino sin haber hallado una respuesta que lo calmara.
Habiendo incursionado en el territorio del dolor, en un avance que solo se limita a
ser narrado con asepsia de sentimientos, finaliza la entrevista con la siguiente pre
gunta: "¿qué le digo a la doctora? ¿ Cómo está mi corazón ? "
Querer encontrar en este interrogante una metáfora d e l dolor es adentrars e e n un
terreno il usorio. Se trata de una pregunta por un órgano que bombea sangre.
Otro paciente, de cincuenta aftos, acude a la consulta a instan cias de su mujer, de -
32
En torno a la admisión
( 1) - Ariel, Alejandro; Laznik, David : "la interpretación, ciclo II". del Seminario de Psicoaná
l i s i s para graduados, Ed. Estilos, Buenos Aires, 1 990.
(2) Me - Dougall. J oyce · "A legato por cierta anormalidad", Ed. Petrel Barcelqna, 1 982.
33
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
Admitir la psicosis
Sergio A. Strejilevich *
P
ara este trabajo, tengo como intención pensar, una vez más, cuáles son las ca
racterísticas, las diferencias y el resultado del acto clínico denominado "escucha
analltica de pacientes psicóticos". Recurriré al texto de una paciente.
Irma, una muj er de 29 af1os, viene sola al servicio solicitando una admisión por
consultorios externos. Ha sido derivada de la guardia externa, donde consultó durante
el fin de semana anterior:
"Hace 8 meses que yo perdí a mi bebita al mes y medio de nacida y quedé muy
nerviosa. Es natural que pase esto. Seis meses después yo me estaba recuperando con
mi marido y él se fue de casa y dijo que no me quería ver más. Me quedé muy depri
mida. Traté de salir sola pero estaba cada vez mas deprimida. Yo soy creyente de
Dios; hace dos semanas tuve contacto con una Evangélica. Ella rezaba por mí y me
dijo que Dios iba a hacer algo por mí en mi vida, hasta que hace 1 5 días me agarró
un resfrío con un ataque de asma. . "
"A l día siguiente mi hermana le comentó a la Sra. Evangélica y le dijo que me iba
a llevar a la iglesia para que me sanen. El hombre de ahí dijo: Dios quiere cambiar
su vida, todos los que creen en Jesús van a sanar. Cuando pasé adelante, me puso la
frente arriba; rezo en voz alta, decía: Jesús sánela, tóquela. Ese día sentí que se me
. . 11
iba la depresión.
Segunda consulta acerca de su padecer que realiza Irma. Como en otras tantas
tercer día que iba allí sentí
ocasiones, ésta se realiza en una institución religiosa . . . . "Al
que cayó un espíritu sobre mí. Empecé a transpirar todo el tiempo. Sentí como que
hacía un ruido que hacía trus-trus-trus. Me toqué la cabeza y no me dolía más. A l día
siguiente lo comente en la iglesia: Se pusieron contentos. Le dije que me dolía la es
palda izquierda y empezaron a hablar otras palabras. Yo empecé a p ensar que po
drían llegar a estar diciendo cosas malas. Cuando me dormí al día siguiente, cayó
sobr e mí una luz muy brillante, empecé a sentirme rara. Me empezaron a gustar las
. cosas naturales. las personas de la iglesia me dijeron que era normal eso, pero yo
les dije que no: Yo vine para sanarme pero ahora ya no me siento la misma. ¿ Qué me
pasa? De repente me enamoro de los pájaros, de las plantas de los árboles. A ntes
,
* Jefe Resi dentes de Psiqu iatría del Servicio de Psicopatología Hospi P arm e n i o P i ñ ero
34
En torno a la admisión
- "Era algo que salía de mí. Era una cosa ligera; era como mi voz pero yo estaba
callada"
Es en este punto donde presento al que pretendo sea el protagonista de este texto,
el admisor. Aquí, con su intervención, tenn ina de recoger Jos datos serniológicos ne
cesarios para confümar el diagnóstico psiquiátrico. Con éste, el admisor podría haber
desplegado toda una gama de recurs os; podría haber medicado a la paciente, citado a
un familiar, indicado una internación como instancia indispensable para la continua
ción del trata.m iento, et c. Sin embargo (y van hora y media de entrevista), continúa a
pesar de haber llegado a este plll1t o, escuchando el testimonio de Irma:
"Yo estaba segura que los evangélicos habían cambiado mi vida. ¿ Qué hicieron
con mi vida? Me están volviendo loca. Yo fui a pedirles explicación. Me siento como
inhumana. Me cambiaron mi ser. Me dijeron: Quedáte tranquila que no le va a pasar
nada. . . Tuve fe. pero también sospecha de que me hacín mal. Hablaban en otro idio
ma, a veces Barnabá o algo así. El cura me dijo: Lo que pasa es que vos tenes una
fies ta con /u Dios. Vos cuando te casaste no /uvisle una fiesta con /u marido, ahora la
tenés con Dios. . . "
35
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
razón y el cerebro Hace 2 uño., qu� vu venia leyendo libritos de los testigos de Jeho
va con una amiga que es testrg(. Peru yo no soy testigo Le conté a esta amiga lo que
me pasó hace una semana Ella abrró la Biblia y me dijo que el Diablo es astuto y
engaña. Cuando uno busca u 01os él se pone en el medio. Así como vos estas no
puede haber sido un dios bueno Delante de ella me volví un ser humano, pero quedé
muy nerviosa. Tengo mucho miedo de ellos. Me dijeron que si yo renunciaba a la re
ligión me iban a venir 7 males Ellos tienen mi nombre, el de mi marido y el de m1
hijo, junto con mi dirección. "
Inna, vuelve a ser humana delante de su amiga. Esta, si bien cree en la realidad de
lo divino de los acontecimientos vividos, relativiza el estatuto moral de este Dios. Es
un Dios malo. Paralelamente los evangelistas, "Los Evangélicos'' de I.nna,· han sido
situados en el núcleo del ya constituido delirio de persecución.
- " Doctor, ¿ usted me cree todo lo que le cuento ? "
·S í , resulta la respuesta esp ontánea d e l admisor.
· "Entonces ¿por qué me pasó todo esto? Yo quiero saber porqué.
- No lo sé, pero vamos a tratar de averiguarl o en estas entrevistas.
Tal como fue indicado, Inna concurr e a la semana siguiente a otra entrevista. En
ésta refiere sentirse mejor. La mejoría es atribuida a haber comenzado un tratamiento
homeopático entre estas dos entrevistas. I.nn a no consideró suficientes los servicios
prestados en nuestro hospital. El delirio sin embargo persiste: "Nosotros, los seres
humanos, no somos nada frente al poder de ellos. . Los que están hace mucho tiempo
en eso están como seres humanos entre nosotros, quizás la sangre y el espíritu no son
como nosotros. Es como dicen ellos. ángeles.
Irma aguarda de parte del ad.misar una intervención mas allá de su paciente escu
cha. Insiste con su pregunta sobre si el ad.m isar cree o no en su relato. Nuevamente
recibe sólo una respuesta afirmativa a lo que Irma contesta: "Yo creía que aquí me
iban a ayudar psicológicamente a que me sienta bien o a que no les tenga ya tanto
miedo . " lrma no concurre a la tercera entrevista.
.
¿Qué es escuchar?
36
En torno a la admisión
37
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
nos parece, desde lo que usted me cuenta, muy dificil de sostener Y esto es lo que le
creo, ¿puedo ayudarla a buscar un alivio?" Esta acción sólo completará la fónnula
que instauraría una escucha analftica. Sospecho que de haber intervenido siguiendo
,estas coordenadas, dificilmente frma hubiese alzado su sentencia de abandono(IJ Es
to, básicamente, produce como efecto devolverle al delirante una dimensión de sujeto,
que desde Ja neurosis, "la nmmalidad ", no podría -Jo demuestra en su delirio- soste
ner.
Algunos autores antipsiquiátricos en su esfuerzo comprensivo finalmente parecen
postular que el loco no existe en su dimensión de diferencia, sino sólo como mártir
emergente de presiones sociales. Parecen no poder escuchar Jo aplastante de Ja dife
rencia que marca la respuesta de este individuo a las presiones con que el devenir so
cial marca a todos. Desde aquí, desde esta particular posición ética que nos brinda el
psicoanálisis, podría empezarse a intentar trabajar la principal pregunta de Irma:
n¿ Entonces, por qué me paso todo esto, yo quiero saber porqué? ".
Como final, podríamos agregar que con este ap01ie, el psi coanálisis nos ofrece un
'sujeto redimensionado sobre el que se puede pensar desde todas las vertientes teóricas
el fenómeno de la psicosis, ya que ésta misma, es dificil no ofrlo, nos convoca a esta
tarea. '
( 1) En realidad lrma concurre nuevamente tres meses después de estas entrevistas. En ese mo
mento se encuentra sumamente deteriorada y p resentando además un aparato de influencia (sa
bernos de la gravedad d e la apar1c1ón de ese fenómeno).
38
En torno a la admisión
Admitir de día **
Clara Alvarez *
Q zada en el Ateneo del afio pasado. Me refería ahí a que la manera en que un
analista plantea su práctica en este dispositivo que llamamos Hospital de día,
requiere su disposición a crear las condiciones de posibilida d de aparición de una de
manda, a construir un Jugar para un llamado, a establecer, en fin, las condiciones pre
liminares para un posible tratam iento.
El dispositivo analítico, el hecho de que alguien quiera habl ar, que alguien ofrezca
un Jugar para hablar, la regla con la cual esto se hace, se abre, constituye nuestra par
ticularidad, en relación a otros lugares que son ofertados (talleres, desayunos, almuer
zos, etc.). Dispositivo necesario pero que no agota ni garantiza una escucha analítica.
No basta Ja mera existencia del dispositivo p ara que haya analista. Sólo opera como
p lataforma de sostén del deseo de un anal ista, que se vuelve condición de ese d isposi
ti vo.
Había caracterizado la m anera en que habitualmente alguien llega a este Hospital
de día: traído por un fam i l i ar , enviado por un pro fes ion al , ubicando así que alguien
pide un tratamiento p ara quien aún no se sabe s i l legará a constituir una demanda.
Es a este pasaj e de pedido de consulta a demanda de aná lisis que quisiera referir
me. D icha operación pone en marcha Ja función deseo del analista., orientando la di
rección de las entrevistas mismas previas a un comienzo de análisis.
Al dar lugar a Ja entrevista de admisión, Jo que se está admitiendo es que a lgu ien
• Co-coord i n adora de Hos p ital d e dfa del Centro de Salud Mental Nº 1 M. Pedraza
• • /\lenco del Centro de Salud Mental Nº l M anuela Pedra.za, J u l i o de 1 992.
39
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
impedimento, como algo a desarticular. Alguien puede querer venir y pennanecer sin
pasar por el costo que implica hablar, renunciar a su goce en el síntoma, sin hallar el
ataj o que desvíe de la satisfacción. Aquf la orientación que tome el analista se dirige a
que dicha satisfacción encuentre una diferencia en la demanda. Me refiero a un obstá
culo, a algo que impide el pasaj e de la consulta a la demanda.
Quiero hacer algunas consideraciones cefiidas a fragmentos de un discurso en el
que aparece la posición del sujeto en relación a lo que dice, al orden de la imposibili
dad. Es decir a un sin salida en el que la falta tiene que ponerse en función en la trans
ferencia para que haya lugar a la articulación de una demanda de anál isis.
En esta puntuación se trata de una paciente en la que aún no se han dado las con
diciones, donde encuentro aquel obstáculo al que me refería anterionnente. Obstáculo
ante el cual se hace necesario un trabajo.
M . l lega al Hospital de dla para evitar algo: una internación. Opta así por lo que
menos terne. Opción misma que le es ofrecida por quien le indica la internación.
En las primeras entrevistas acompafta su decir con c iertas alteraciones: mareos,
baja presión. Se detiene particularmente en el detalle de sus diversos tratamientos an
teriores; más precisamente en la interrupción del último, del cual dice desconocer si
su terapeuta la volverá a atender o no. Sufre de soledad, responsabiliza de esto a sus
hijos que la han abandonado.
Es así que ha llegado a la consulta e ingresa: por obediencia, porque fue dejada
por su terapeuta, por el desamor de sus hijos, porque sufre de soledad. Obsérvese ya
su posición de pasividad frente a quienes la mandan, la abandonan o no están solos.
Su venir está signado en estos momentos por e l cumplimiento de horarios, de acti
vidades. Habla de su depresión, del maltrato de Ja hija, de todo lo que ha perdido en la
vida (trabajo, esposo, amigas) de su esperanza de ser curada.
Y más adelante: este tratamiento de Hospital de día le hace mal (mucho tiempo li
bre). Recuerda el . tratamiento anterior en el que tanto había avanzado, todo lo cual
está perdido por la interrupción, léase abandono. Su discurso aparece sostenido por la
ignorancia: no sabe, no recuerda, no se le ocurre nada.
Esto va in crescendo en tanto mis intervenciones se dirigen a su implicación, más
puntualmente a la responsabilidad que le cabe en lo que le sucede.
La diferencia que para M. se iba instalando aquí es que mis palabras no le daban
respuesta (diría más bien una explicación) a la manera que habla encontrado en otras
oportunidades. Decido entonces, y le digo, que ella me pida un horario para una en
trevista cuando quiera decirme algo.
M. no viene ahora con Ja misma frecuencia al Hospital de día. En una o dos opor
tunidades pide tener entrevistas. Habla de estar bl oqueada, de no tener nada para de
cir. Ante una pregunta sobre una decisión de hacer el tratamiento, se sorprende, y lue
go dice: " voy a venir para tener una ·obligación, la de levantarme temprano". Enton
ces, si M. insiste en venir a decirme que no tiene nada para decir, intervengo en ese
sentido. Su respuesta es, al menos por ahora, su ausencia.
Para concluir: el obstáculo que encuentro en M. es que 1 ) Aún no hay una transfe
rencia con la cual pueda operarse: 2) M. no ha llegado a enigmatizar su s íntoma, es
decir, el ¿qué me pasa? (subrayo el pronombre como comienzo de la pregunta por la
40
En torno a la a dmisión
causa: ¿qué me causa esta síntoma?); y 3) Ai menos hasta ahora, y con el carácter
provisorio que creo debe ser mencionado, M. quiere aquello con lo que cree haber
avanzado: la respuesta dada que obture el enigma que el síntoma le plantea.
Destaco lo de provisorio, haciendo lugar al tiempo. El tiempo necesario para que .
mi intervención prosiga su trabajo. Ya que considero que lo "preliminar" a trabajar en
el Hosp ital de dla está signado por este efecto de báscula donde el sujeto jugará s1,1
suerte entre una signi ficación establecida y una interrogación q� r6forvmle, las con
diciones de su deseo.
.!
41
Psicoanálisis y el Hospitll l Nº 2
Intem(alien)ación
Rubens Romano Madel *
P
ara reflexionar acerca de las dificultades para la admisión de alguien, en calidad
' de paciente, en un dispensario psiquiátrico, partiremos de una constatación: ob
servarnos en diversas oportunidades, al puntó de concluir que constituye una
regla, que pacientes con cuadros perfectamente diagnosticables corno neuróticos, des
pués de recibir el alta de una internación p siquiátrica, inician tal vez, pero no se com
prometen, ni en psicoterapias que busquen promover "insights" ni en un trabaj o ana
lítico.
Esta constatación exige considerar diversas hipótesis:
1) que los pacientes que llegan para ser internados, aún neuróticos, tendrían algu
na o algunas diferenc ias fundamentales en relación a los que adhieren al trabaj o ana
lítico o psicoterapéutico;
2) que algo inherente a l a propia internación produciria, en el plano del resultado,
.Ja falta de adhesión;
3) que acontecimientos fortuitos, aunque frecuentes, ocurridos antes de l a interna
· ción, en la admisión, o durante la internación, podrían ser los determinantes de esta
actitud;
4) que l a no adhesión, posterior al alta, sería el resultado de las repercusiones de Ja
internación no solamente en aquél que fue internado, sino también en quien convive
con él más íntimamente, casi siempre los responsables directos de la búsqueda de
tratamiento que conduj o a la internación;
5 ) que la no adhesión sería el resultado de procedim ientos inadecuados en el pro
ceso del alta hospitalario y la indicación del tratamiento posterior;
y 6) que el profesional, al recibir para un tratamiento ambulatorio a alguien que ya
ha sido internado, caería, intencionalmente o no, en procedimientos que dificultan tal
adhesión. Tal vez, todas estas hipótesis estén contenidas en una misma lógica.
Verifiquemos: ¿quienes son las personas i nternadas, y en qué situación lo fueron?
Una joven de 1 8 años, con parálisis histérica de miembros inferiores desde hace cua
tro años, deja absolutamente de a limentarse, pasando a correr riesgo de vida. Una se
fi ora de 32 afios, madre de dos hijos, de 1 2 y l O añcis, 40 días después de dar a luz al
tercero, intenta suicidarse con un tiro en la cabeza; después de varios días de interna
ción para el tratamiento de su herida, estando en su casa y cuidando a su hijo recién
nacido, lo hiere gravemente en el tórax con un cuchil l o de cocina. Un muchacho de
28 aftos, vi viendo con su madre y una hermana, afligido por pensamientos obsesivos
destruye todos los muebles y obj etos de su casa, lo que empeoró su estado de angus
tia, presentando sugestivas actitudes suicidas. Una seftora de 34 aftos, madre de una
nilla de 8 aftos y de un n,ifto de 5, desesperada ante su s i tuación vital, aún cuando no
consigue explicar cl aramente el porqué de su desesperación, envenena a su hija y a sf
m isma con extre ma gravedad. Una jo ven de 1 9 años con total des control emocional,
* En fürmaria cic Psiqu iatria - H C U n i camp - Crun p i n as, Sao Paulo, Bras i l .
42
Ea torno 11 la adm isión
causa tantos trastornos en la casa que, a pesar del uso de una fuerte medicación seda
tiva, hace imposible evitar su internación. Una j oven de 24 afios, después de discutir
con su hermana mayor, intenta suicidarse con un revólver del padre de grueso calibre,
disparándose un tiro en el corazón; el que resultó ileso porque, teniendo en cuenta l a
trayectoria del proyectil, se encontraba ciertamente e n sístole e n e l momento d e l dis
paro. Además de otros, que, como estos, habían conido un gran riesgo de vida, o se
sospechaba podían correrlo, con tentativa . de asesinato, y otros que presentaban alte
raciones de comportamiento tan graves que era insoportable para la familia mante
nerlos en su casa. Se tomó evidente que, en todos estos casos, se trataba de pacientes
neuróticos.
Los ejemplos, citados aquí resumidamente, pueden hacer pensar que los pacientes
que llegan a necesitar internación son más graves que los que no fueron tan lejos, y
residiría allí la exp licación de su no aceptación del tratamiento no medicamentoso. No
obstante, recurriendo a algunos contraejemplos, observamos pacientes que, aún ha
b iendo sido internados, acfüieren al análisis. En p aiiicular, llama la atención que algu
nos que aceptaron el trabajo analítico, habían roto sus vínculos, de forma un tanto
dramática, con los responsables de los cuidados que recibieron durante la internación.
Y otros que no adhieren al tratamiento no medicamentoso, sin haber sido nunca inter
nados, habían tenido por lo m*e.nos una experiencia satisfactoria con el uso de medi
camentos; dejaron en claro que confiaban en que si llegaran a necesitarlo, esto se re
petiría.
Dos casos, ej emplos y contraejemplos, y las hipótesis mencionadas, podemos
aventar una lógica común en todo esto : que la internación, como también el uso de
medicamentos coincidiendo con mej oras sintomatológicas, conducen a una manera
peculiar de implicarse, o de no implicarse, en relación al síntoma. Probablemente, no
son sólo la internación o el uso de medicamentos los que determinan este resultado.
Sin embargo, incluso cuando la no implicación ya hubiese ocurrido antes de que: W1
profesional sea pro curado, la actitud de este profesional tendrá relevancia, en la medi
da de que su ación surge un Otro (la ciencia, Ja especialidad con sus dictámenes, el
hospital, etc . ) y un deseo (del tratamiento viniendo por las manos del Otro). Lo que
ofrece al paciente una alternativa cuya posición está más próxima de la perversión
que de la neurosis en la convivencia con el conflicto inconsciente. Y para que esta
oferta se concretice en una modificación, pai·a que lo simbólico sea eficaz, como lo
describe Lévi-Strauss(ll, el último factor necesario es que quien es definido como pa
ciente, se admita como tal.
Al insertarse W1 elemento (alguien con sus singularidades) en W1 conjunto (lo que
puede o<rurrir por la vía del diagnóstico, como por la de la acción terapéutica, -
homogénea para los diferentes pacientes que reciben un m ismo diagnóstico--), el
conjunto resultante (el propuesto teóric amente y verificado en seguida en los casos
clíni cos) se transforma de conjunto en un nuevo elemento, formado por todos, pero
que no es n i nguno: elemento con el cual todos los pacientes pueden identificarse, pero
que no responde por ni nguna singularidad. Al contrari o del anál isis, se instala así una
circunstanc i a donde el OtTo responde por el síntoma de alguien, al costo de que el
diagnóstico pasa a quedar incorporado a Ja identi ficac ión, Jo que, a su vez, redobla el
efecto de la a l i enación.
43
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
44
En torno a la admisión
Modos de lo inadmisible **
Mario Pujó *
Q lo que se podría llamar lo inadmisible. Partiré de Wla afirmación: para que la fi
gura de Ja admisión tenga algún sentido, debe recortarse sobre el fondo de Wla
posible no adims1ón. En el contexto mstituc10nal, la función hende a confundirse con
el ej ercicio de un cargo, de una comisión, de un grupo, el desempefto de un funciona
rio; pero desde el psicoanálisis, admitir no puede sólo reducirse al mero acto burocrá
tico de una distribución azarosa de pacientes, habitualmente regida por diversas prefe
rencias, más o menos legítimas, más o menos confesables, sean de orden diagnóstico,
edad, sexo, situación económica o eventual previsibilidad · de pase a privado. Aún
cuando estas cuestiones estén quizás inevitablemente presentes, se trata de pensar las
condiciones en las que un sí es dado a alguien que lo pide, precisar los alcances, los
limites, las consecuencias que este sf tiene para el que lo da y para el que lo recibe.
Unico modo, finalíñente, de dibuj ar una frontera, una dehm1tac1ón de las mot1vac10-
nes eventuales de un no que pueda fundar sus razones.
( )
Admitir significa efectivamente aceptar, consentir,, acoger, aprobar, reconocer, lo
ue se odría perfilar como diversas modalidades.de dar un si, un sí en el mtenor del
cual todos Jos no, -Ji ados a as vicisitudes de Ja represión- puedan IrSe alo" ando a lo
largo de un an lisis . Y para ecir que sí, es necesano como mfmmo que haya un pe
dido, una pregunta, una cuestión que esté expresada de manera tal que pueda respon
dérsele, aunque sólo sea baj o la forma de su puesta en suspenso.
Es oportuno de todos modos precisar que presuponer que una demanda, una pre
gunta, una queja, debería ser formulada de un modo previamente determinado para
ser considerada como analíticamente valedera, no constituye más que una resistencia;
en sentido pleno, una resistencia del analista. Los pedidos se fonnulan como se puede
-lo que es aún más evidente en el contexto hospitalario- según una cantidad de im
ponderables que no siempre toman en cuenta las preferencias de aquél a qmen cir
cunstancialmente se dingen. La verdad de una demanda no puede ser ajena a la tor
sión que en ella introduce el analista, uien se revela capaz de leer en ella lo que éle
-
pa ecumento y de repetición se anu a.
No podemos ignorar por otra parte que la admisión tiene más de un sentido, y que
a una precipitación de nuestro si, a nuestra invitación anticipada, el "candidato" puede
a su v e z responder que no, lo que sitúa su efectiva dificu)tad. Ante la propuesta de
trabajo que supone un ps icoanálisis la ad mis ión es mutua, ¡¡1·dobre:zi
45
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
Empecemos por lo que es tal vez lo más aceptado, lo más formalizado del diag
nóstico diferencial lacaniano respecto de la prepsicosis. ¿Cómo no recordar aquel mé
dico de indudables rasgos obsesivos, rutinario, quizás un poco psi casténico en el sen
tido de J anet, propenso a la rumia y a la cavilación, acosado por las dudas, que a las
pocas sesiones agradece con mov ido a su analista el haber intercedido ante un psi
qui atra para que lo tomara como practicante en una clínica, aceptando sólo a desgano
46
En torno a la a d misión
y sin convicción Ja tenaz desmentida del analista?; ¿ ... ese paciente que repentina
mente empieza a descubrir que sus más dotorosas intimidades, sus dificiles relaciones
con el Otro sexo confesadas con dificultad en la entrevista anterior, constituyen el
com entario obl igado, el murmullo sobrentendido que no puede dejar de leer en. las
sonrisas de complicidad de esos desconocidos que son ahora sus compañeros de tra
bajo? ¿Cómo olvidar esa curi osa serie de pequefl.os inci dentes que se encadenan sis
temáticamente entre el repentino corte · de l agua caliente de Ja ducha, la sospechosa
negativa de una joven desconocida a salir el sábado y esa insólita persecución que
cambia astutamente de perseguidor en cada esquina, hechos que en su intencional idad
denuncian a un único responsable en la figura del director de la clínica? Caso que, por
tratarse de un aspirante a analista, plantea una cuestión adicional: la del necesario
anál isis del analista cuando este anál isis lo conducirá con seguridad a la locura. ¿Se
trata de un límite al anál isis, al analista, que sólo podría: desaconsejar, desanimar una
vocación? ¿Se debería intentar un desencadenamiento controlado bajo transferencia?
En todo caso, nos interesa aquí s ituar en primer lugar que el error diagnóstico re
posa en que la manifestación clínica concreta no recubre ni perfecta ni forzosamente
la estructura. "Nada se parece tanto a una neurosis como una prepsicosis " , seftala
Lacan, es decir, una sicosis sin m an ifestaciones clínicas evidentes. Podríamos decir,
suscintamente, a p artir de Freud, a partir de relato del historial del Hombre de las
Ratas, que el rasgo característico de.Ja neurosis lo encuentra en sus antecedentes, pre
ci samente una neurosis infantil claramente constituida. fodemos
_ afirmar, por e l con
trario, taxativamente, Ja prepsicosis no tiene prehjg,Qtia. Suele presentarse como una
Yiaa adaptada, más bi en mtrascendente, justamente caracterizada por esa ausencia de
conflicto o de preocupación, por esa nada que puede haber constituido el seguir los
pasos de un hermano mayor, un vecino, seguir sin mayor cuestionamiento las seftales,
las . indicaciones, las flechas de Ja vida escolar o laboral; hasta que algún aconteci
miento, una decepción amorosa caracterizada por alguna forma de triangularidad, una
súbita confrontación laboral con w1 j efe autoritario, el deber del matrimonio, e l emba
razo incipi ente de la esposa, introduce repentinamente una situación que puede con
facil idad hacer del motivo de consulta el primer eslabón de ruptura de la cadena.
Lacan retoma de la clínica psi quiátrica francesa J a categoría del fenóm eno ele
mental, cuya presencia actual o pretérita constituye l o que reconoce como la ma'i='ca
característica de la psicosis. Y es interesante seguir Jos pasos de su recorrido en el
sem inario dedicado a las ps icosis en su búsqueda de la estructura que J o va a llevar a
encontrar el fun damento de lo simbó lico en Ja estructura del lenguaje, al ais lar al sig
:;.P
cante como tal, en sus relaciones con el sigilificado . Es en relación a esa estructÜra
del lenguaj e que intentará ir si tuando todos estos fenóm enos que, aunque elementales,
no dejan de presentar Ja estructura entera. Al modo de la conocida metáfora botánica
por la cual una hoj a no dej a de reproducir en su forma, en el dibuj o de sus nervaduras,
en su espesor, Ja estructura de la planta a la que pertenece. La categoría del automa
ti_s mo mental (desde el eco del pensam iento hasta la irrupción de voces, el �o
efect ivamente experimentado como provernente de Otro ), constituye qu izás el rasgo
más característico. Manifiesto en la ps1cos1s declarada, puede haber ocunido alguna
vez, y permanecer aislado, latente. La emergencia de Ja mirada baj o forma de luces,
de lum inos idades y bri l l os inexpl icables, es algo que también suele encontrarse con
47
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
48
En torno a la admisión
El deseo-
Vayamos a nuestra segunda frase: . . . no aliento a nadie cuyo deseo no esté deci
"
dido". El éxito de esta fónnula no dej a de presentar cierta complej idad. ¿Se trata de
po sicionarnos como analistas ante el deseo, en una perspectiva de evaluación? Admi
tamos en todo caso la idea de que el deseo, articulado pero inarticulable, constituye un
dificil elemento de medición. Porque o el deseo está siempre decidido -en ' e l síntoma,
en el suefto, en el lapsus, en e l fantasma- y la expresión pierde vigor, o no lo está, pre
cisamente por hallarse capturado, vacilante, en ci ertas imágenes ideales, en ciertas
significaciones cristalizadas, en cierta satisfacción sintomática que detiene su radical
metonimia. Es Jo que puede leerse más bien en las ue'as que suelen constituir e l
texto inicial e una consulta. or e contrano, un eseo decidido se emparenta mucho
más con lo que habitualmente denominamos el deseo del psicoanalista. Quiero decir,
que el deseo decidido es algo que califica más Ja posición del analista gue la del ana
lizante, cuya postura inicial insisto se relaciona mucho más con "un no querer saber
ñaera'' de las sat1sfacc1ones en ue se encuentra amarrado .
Por mi parte, es con ieso, no aliento a na ie a hacer un análisis con un analista
cuyo deseo no esté decidido. Es i lustrativo al respecto lo que Lacan puede elaborar
alrededor de Sócrates y su "atopía'', la falta de ubicuidad característica de su situación
en el orden de la ciudad, de sus ideales y sus valores, lo que más allá de una contin
gencia sitúa su destino trágico como necesario. Se trata de un deseo extremado, al que
Lacan no vacila en calificar corno un deseo de muerte, y que Je permite reconocer en
Sócrates una anticipación de la posición del analista, por su modo de ir más allá de
una ética de los bienes, del bienestar, de la homeostasis, apuntando como tal a lo que
de Ja verdad puede alcanzarse. Esta potenciación del deseo, en el origen de la más
fo rmidable transferencia que reconozca e l pensamiento occidental, se parece mucho
más al resultado a obtener en un análisis que aquello que se pudiera pretender encon
trar en su inicio. ¿No califica precisamente un deseo decidido lo que homologa la tra
vesía del fantasma con la identificación al síntoma?
Algo que no objeta al mismo tiempo que, en el comienzo, sea necesario que el de
seo se deslice, se precipite en la dirección del análisis. Lo que exige al anal ista su
participación, y reclama su intervención en la refonnulación de la demanda en que
este deseo se articula; porque si no hay acceso analítico al deseo más gue por l a vla de
la demanda, es en la vacilación del decir, en su untuación, donde éste uede ser lel
-2;.Una deman a decidida, una lectura que tome en cuenta lo que ella 1mp 1ca e m
consciente, constituye sin duda una referencia de inestimable valor en la práctica.
Dos afl.os después de Televisión y conversando con los estudiantes de la Universi
dad de Yale, Lacan se refiere, de un modo explicito, a quienes soli citan un análisis:
"Se trata de hacerlos entrar por la puerta, que el análisis sea un umbral, que haya
para ellos una verdadera demanda. Esta demanda: ¿ de qué quieren ser desembara
zados? Un síntoma. Un síntoma, es curable" ... " Trato que esta demanda los empuje a
hacer un esfuerzo, esfuerzo que será hecho por ellos" ... "Ser desembarazados de un
síntoma, no les prometo nada" ... "Pongo el acento sobre la demanda_ Es necesario
en efecto que algo empu¡e. Y no puede ser el conocerse mejor. Cuando alguien me
pide eso. lo desanimo" (ó Lo que si por una parte describe en efecto toda una "activi-
_
49
Psicoanálisis )"'el Hospital N° 2
dad" de parte del arla l ista, un despliegue, seftala también al pasar, otro borde, otra
eventualidad de lo inadmisible: la experiencia analítica no puede ser emprendida
simplemente como una aventura co nosciliva. S in e l inestimable apoyo del sufri
miento que pue e a canzar por l a demanda a un analista su estatuto de síntoma, se
pierde el motor, el empuje, que puede forzar el no querer saber, hacia un tolerar saber
. . . por amor. La idea de una "alianza terapéutica" recupera desde esta perspectiva
cierta validez, si se la entiende ya no com o el acuerdo de la parte sana del yo del pa
c iente con el yo siempre sano del analista, sino más bien corno la alianza del Otro que
el analista sabe hacer surgir con e l síntoma sufriente que al constituirse como analíti
co, como analizable, se Je dirige.
La felicidad de vivir
" ... cuando el analizante piensa que es feliz de vivir, es suficiente" . Formulación
sorprendente de Lacan que no podernos relativizar en función del público de univer
sitarios norteamericanos a los que está dedicada. Es un hecho que Lacan no tiene de
masiadas contemplaciones con sus oyentes. Como muestra, a lcanzan sus intervencio
nes por radio o por televisión, donde en la mu !tit:ud, le habla al analista, al analista su
puesto. Como lo reconoce él mismo: "No me he ocupado nunca mínimamente de
complacer a algún lector. Tenía cosas que decir, y las he dicho" (?) .
La noción de una "felicidad de vivir" es quizás inaudita, sobre todo si se la consi
dera sobre el fondo de la fel i cidad rehusada al ser hablante, desde Ja perspectiva de Ja
imposibilidad estructural del deseo. Pero es una frase que tiene la virtud de señalar
con exactitud el punto de tensión irreconciliable entre lo propiamente terapéutico y lo
propiamente psicoanalítico. Hay otras referencias a la felicidad, que podríamos enu
merar: "es un hecho que no nos negamos a prometer la felicidacf'<ªl en La dirección
de la cura, y aún otra todavía más dificil de concil i ar: "el sujeto es siemrefeliz", en
Télévision. J. A. Miller en su curso dedicado a "Los divinos detalles" <9 distingue l a
vertiente d e l o pu lsiOn al, como siempre satisfecho, d e la del deseo como insatisfac
ción, como mcom at1bI11aaa con la alabra a la cual está sus epdido metonímica
mente. Dos planos a situar en re ación a toda demanda: un más acá, como negativi
cG<l,' un más allá, como positividad en que la Demanda alcanza si empre en el recorri
do de su fracaso una satisfacción. Estamos en el espacio de la_pulsión y del fantasma,
en el campo del sentido más particular, más secreto y más silencioso de la demanda,
a sentido gozado,
- Si la categoría de la felicidad está rehusada al que habla, al deseante ( l os ej emplos
abundan), l a categoría del suj eto más o menos fe l iz, creo por mi parte en su existen
cia. Y lo creo pensable a partir de las indicaciones freudianas de una cierta aspiración
del psicoanál isis a restablecer la capacidad de amar, la capacidad de trabaj ar. ¿No es ,
después de todo, el terreno donde puntuamos con mayor seguridad los progresos tera
péuticos? Evidentemente, no se trata de reintrnducir de un modo nuevo la v i ej a idea
de normalidad; porque por supuesto, "la psicosis es la normalidad", y la normalidad,
lo más anormal que hay. Pero la verificable existencia de una c ierta fel i cidad de vivir
representa un obstáculo a la empresa del análisis , sobre todo cuando esta fe l i c idad e:
lo suficientemente red ucida como para no volverse mqu1etanrede por S} Const1 tu� e
50
En torno a la admisión
la causa de la mayor parte de las interrupciones que, como analistas, dudamos inclu
sive en considerar estrictamente como interrupciones. Es el sujeto que ha decidido re- ·•.
tirarse del juego con su pequefta ganancia, su cuota de bienestar, y gue, sobre todo, no '
estádispuesto a an·iesgarla de nuevo; el jugador moderado gue se sabe poseedor de)a
virtud de retirarse a tiempo. Algo que por presentarse espontáneamente y no esperar \
al psicoanálisis para producirse, marca un límite posible a la admisión. No porque se ·
trate del sujeto supuesto normal, sin síntomas, s i no más bien porque es el suj eto del
síntoma funcional ; aquél cuyo síntoma guarda con respecto al fantasma_gue imprejjn�
su vida cotidiana, w1a continuidad sin sobresaltos.
Una cierta fel icidad de vivir, una cierta ganancia a nivel del placer de amar y de
trabajar, son quizás una consecuencia previsible del proceso analítico; ese que transita
precisamente como working-thro ugh, como trabajo en la transferencia, entendida co
mo "algo parecido al amor", tan parecido al amor que nos incl inamos a considerar
más bien todo amor en la vida corriente corno una emergencia transferencial. El análi
sis es en este sentido un trabajo gue gira alrededor del amor, del que se espe �a
consecuencias sobre el amor y sobre el trabaJ O mismo. El paiajecier tñitiajo de trans
ferencia a la tran stérenc1a de trabaj o comenta precisamente la incidencia de la transfe
rencia sobre el deseo, al l iberarlo de las amarras de la inhibición, del síntoma, de la
angustia o el fantasma donde se halla fijado.
Esta inus itada "felicidad de vivir" creo que no debe ser entendida ni en relación a
la infel icidad inmanente al deseo, ni a Ja felicidad asegurada de la pulsión, sino aio
más o menos feliz de las contingencias def amo_r.
En fin p ara concluir, querría remitirme a otra forma de lo inadmisible a la que La
can se refiere expresamente en Tel1:Visión : "Pienso que hay ;me rehusar el discurso
psicoanalítico a los canallas. A los canallas los vuelve tontos" 1ºl. Es un resultado de
la cw-a, una constatación, no es un bien prometido. Ténninos difíciles de precisar, pe
ro que guardan su valor humorístico. Me parece gracioso pensar este viraje y esta
homología que introduce Lacan, de la preps icosis a la locura, de la canal l ada a la
tontería. Lo canalla puede ser pensado en relación al propio nombre de Lacan, "La
c an aille
", y se refiere a cierta deshonestidad, cierta perversidad y malicia que uno
puede imaginarse en algunas demandas dirigidas a él, alguien a quien la traición no le
fue avara y sí, tal vez, rencorosa; aquella ventaja que alguien supone podría usufruc
tuar de un análisis con él, de alguna relación con él, y más ampliamente, lo que al
guien puede esperar del psicoanálisis como beneficio espurio, como legitimación es
puria, para una práctica de dominio o de manipulación. Creo que así se podría carac
terizar lo canal la. La tontería, por su parte, es mucho más gráfica. Aquél que con el
l azo pretende atrapar una presa, sí es inexperto, tiende a enredarse sus propios pies . fil
tonto no deja de tirar del lazo, no dej a de caer al suelo a uél ue retende enl azar al
ps1coaná 1s1s en su ene ·1c10, suele convertirse en su propia presa.
51
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
( 1 ) Ver la excelente articulación entre sí, no, escritura y palabra que J. A. Miller establece en
"fntroduction el l'impossible-cl-supporter". Lª,Lettre Mensuelle Nº 1 06, E.C.F., Paris, 1 992.
(2) Una reciprocidad que no puede resolverse en los térmi nos engañosos de una intersubjetivi
dad, como tal siempre sospechosa de inducir a una tentativa de agradar, de engaño o de seduc
ción. Ver Lacan, J. Le Transfert. Sémin aire. Livre VIII. Seuil, Paris, pp. 2 1 .
(3) Lacan, J. Les psychoses. Séminaire. Livre III. Seuil, Paris.
(4) Lacan, J. Télévision. Seu il, Paris.
(5) Lacan, J. Yale University. Conférences el en/retiens. Scilicet 617, Seuil, Paris.
(6) Lacan, J. Yale Uníversity. Enlrelien avec des étudianls. 24. 1 1 .75. Scilicet 6/7, Seu il, Paris.
(7) Lacan, J. Roma, 1 975.
(8) Lacan, J. La direction de la cure. Ecrits, Seuil, París.
(9) Miller, J.A. Les divins détai ls. París, 1 989, desgrabación.
( J O) Lacan, J. Télévisíon. Seuil, París, p.67.
52
En torno a la admisión
aciendo un recorrido entre las versiones que intentan transmitir algo de las
53
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
�-
54
En torno a la a d m isión
temación, intentando establecer otras estrategias que tengan en cuenta tos recursos
disponibles. ¿Cómo se filtra esto en nuestra respuesta al paciente? Si con nuestra pre
sencia ofrecemos una escucha que p ermita p onerle p alabras a "eso que ya no anda".
¿Cómo j uega nuestro deseo allí?
María se presenta en la guardia acompafiada por su marido. El mismo se encuentra
angustiado ante el estado de su esposa, ya que la misma "no quiere comer ni dormir",
pues dice que "ya no hay nada que hacer" con ella. M.: "No tengo cerebro, me lo han
secado con un rito de magia negra" . Ambos concurrieron a distintos servicios, bus
cando una respuesta para María: clínica médica, neurología, laboratorio . . . Como re
sultado de las consultas son derivados al hospital psiquiátrico ya que desde la pers
pectiva médica, "María no tiene nada" . María no tiene nada en la cabeza.
En la entrevista M. escucha a su esposo, no habla. Al preguntarle si tiene alguna
teoria sobre lo que pasa, dice: " Yo los escucho pero no entiendo lo que me dicen, no
puedo pensar, no tengo cerebro, me lo secaron. Fue la m adre de la pendeja, que hizo
un trabajo de m agia negra".
Al continuar indagando sobre esto, M. responde: "Para qué hablar si ya no tiene
sentido . . . como no tengo cerebro, no puedo pensar" . A pesar de ello y mediante
n uestra insistencia María cuenta que se percató del trabaj o que le habían hecho cuan
do murió su pe1Ta . . . "E/los la secaron y sentí una voz que me decía: María vos vas a
morir igual que la perra . . . " " Ya me llevaron al hospital para ver qué me pasaba, me
hicieron estudios pero no hay nada que hacer. El trabajo que me hicieron fúe muy
fuerte, muy poderoso. En la iglesia trataron de curarme, pero esto es cosa del diablo.
Un pastor dijo que iban a tratar de ayudarme, pero dijo que iban a tratar. . . , porque
es muy dificil, es imposible ".
Luego de entrevistar al esposo y a María decidimos que no era conveniente su in
ternación, en tanto se podría contar con la colaboración de ambos para realizar un
tratamiento ambulatorio en un hospital más cercano a su domic i l io. María recibió me
dicación neuroléptica. Le pedimos una última prueba antes de entregarse a la muerte.
Lo de María no tiene tanta necesidad de ser "curado" (en el sentido de una. deiención)
como de ser recibido. Lo que busca es un testigo y un soporte de esa palabra ajena
que se Je impone, cuestión imposible de ser realizada dentrn del marco del manico
mio, aunque como ya dij imos, el intento de conseguirlo no dej a de ser m eritorio. La
imposibil idad radica en que lo que no s e modifica es la realidad manicomial que nos
pesa y muchas veces nos detenn ina en nuestra acción.
55
Psicoanálisis y el Hospitll l N° 2
Mónica Dayan *
Ri cibir por primera vez a un paciente puede resultar una institución que sólo
pennita el retomo de l o admisible en ténninos generales y en tanto posible de
er enumerado en largas l istas �onómicas. Pero abordar la cuestión de la
admisión en relación a distintos términos nos permitirá descubrir que la admisión no
es en si misma un concepto cerrado.
Freud escribe un breve texto llamado "La sutileza del acto /al/ido ". Si considera
rnos este adjetivo en relación al acto, es oportuno seftalar que la sutileza es muy dificil
de precisar. Lo que se comprueba cuando se dice que el psicoanalista es alguien de
quien se espera pueda dar pruebas de tacto.
" Uno se contenta demasiado con un esclarecimiento parcial, tras el cual la resis
tencia retiene fácilmente algo que puede ser m ás importante ".
". . . Como quiera que fuese, sería lícito tomar esto como otro indicio de lo com
plejo que pueden ser los procesos anímicos inaparentes y supuestamente más sim
ples".
El practicante que está en una institución se halla en una encrucijada en l a que es
posible realmente que el entorno lo lance a una clínica de la mirada.
Recordemos que entornar se dice de volver la puerta o la ventana hacia donde se
cierra, sin ajustarla del todo; o bien, de los oj os cuando no se cierran por completo. El
entorno es lo que lo l leva también a la confusión de lo que admite, a quién debe ser
admitido, jugándose él como suj eto.
No es infrecuente que en la admisión se oculte también que hay en danza una de
rivación. Esto sucede cuando un equipo de admisión deriva " los pacientes a otros te
rapeutas en función de horarios disponibles " . ¡ Vaya hombre con sutilezas !
Lo sutil se toma sólo en el sentido de algo ligero, tenue, delicado, volátil. Pero lo
sutil es también lo agudo, perspicaz e ingen ioso.
Si destacamos la sutileza del acto, es para percibir entonces que ya en la admisión
está lo posible de ser dicho, en el sentido de un Otro que recibe y que está di spuesto a
soportar: la transferencia.
Soportar la transferencia se confunde con soportar al paciente y esto lleva a la
ruptura de la situación analítica porque conduce a ser paciente de ese soporte.
El derivar también es un acto donde el deseo está en j u ego, y por eso mismo debe
ser considerado a los fines de la reflexión al igual que cualquier otro aspecto en un
anális is.
• Psicóloga residente de JºAño del Servicio de Psicopatologla del Hospital Cosme Argerich.
56
En torno a la admisión
No pocas cuestiones a las que queremos agregar una más: ¿Cómo considera el
practicante las entrevistas preliminares?. ¿constituyen una mera evaluación diagnós
tica, un momento para entrever, "vislumbrar¡' alguna cosa o bien su noción proviene
de otro ténnino, "limen", umbral, relativo al paso a dar, el paso de la transferencia sin
el cual no hay análisis posible?.
La sutileza no sólo es una marcación más o menos brillante, ni siquiera una opi
nión acertada que daría el analista.
Se trata de verificar ¿quién habla? O lo que es mi vez lo m ismo: ¿A quién se diri
ge esa palabra?
57
Psicosnálisis y el .Hospitml Nº 2
U na admisión fallida
Ateneo clínico
Presenfadólill
J
udith se contacta con el Servicio de Psicopatología del Hospital Cosme Argerich
a través de la guardia. Trae a una nena que había tenido convulsiones. La pediatra
no encuentra nada orgánico y me pide que vaya ''a ver" , pedido que se presenta
bastante confuso pues no se entiende en un primer momento si su preocupación
apunta a la mujer o a la nena (¿madre e hija?). Entrevisto a Judith, quien dice:
-"Vengo de un golpe duro. Hace dos días murió mi madre. Fui a Chile a su velorio.
Llego hoy y me encuentro con esto ."
(¿ ?). Yo ya intenté no vivir más y es/uve seis meses internada en Chile ".
Luego de extensas entrevistas con Elisa y con Judith, decido derivar a la niña a un
terapeuta de niños y cito a Judith para continuar conversando con ella en Consultorios
Externos.
Judith tiene 47 años, aunque aparenta mucho más. Vi ste de negro y se presenta
bastante desal iflada. Está casada, tiene seis hijos. Su marido es alcohólico y, según
relata Judith, le hace muchas escenas de celos.
-"Si una no es mala, duele calumnien. Me cela con mis propios hijos. Pensé en la
muerte, en dejarlo para siempre. Quise llevar a E/isa con su pr op ia madre para que
58
En torno a !a a d m isión
Segunda entrevista
Una de las complicaciones que se presentaba ante ciertas palabras era la dificultad
de discriminar si se trataba de modismos chilenos o si tenían un estatuto francamente
neol ógico.
-"La beb ida de mi marido ese fue el motivo de la loquera mía. Nos marconábamos"
(¿A qué se refiere?). Nos dábamos de piñas, nos trenzábamos. Eso me flr;vó a aquel
problema tan grande. Estuve medicada, no quiero volver a lo mismo ".
Cuenta que hace un par de años estuvo internada en este hospital durante W1 mes:
- "Los médicos nunca supieron qué fue. Estuve un mes internada y me hicieron todos
los estudios, menos una tomografia. No descubrieron nada. Tenía toda la parte dere
cha paralizada. Yo decía que el médico va a pensar que estoy borracha. Ahora sigo
con dolor de brazo y arrastro la pierna. Tenía miedo que se me caiga un plato de
comida hirviendo sobre alguno de mis hijos ".
Ante lo extraño del comentario Je pregunto sobre eso.
- "Tengo a mis hijos lodos quemados. Uno se cayó en una olla hirviendo. Otra se aga
rró brasa en la pollera. Otra se quemó los pies con una olla que cayó con comida
hirviendo. A otro un horno de lata caliente le arrancó la piel del muslo. Yo también
me quemé los pies. Jugando cuando tenía J J años me metí en un lugar donde parecía
59
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
haber polvo pero había cenizas de brasa. Esos somos todos los quemados "
- "Yo recuerdo mucho y me angustio. Quisiera salir corriendo y no saber del mundo.
Mi hermana murió hace J 4 años. Mi padre falleció a la semana. Me parece que están
vivos debajo de la tierra y desesperados. Me paso pensando en la muerte. No quiero
llegar a lo mismo que en Chile. . " (¿ ?). "Intenté matar a una hija. Dicen que la estaba
ahorcando. Vi un mono como el de Tarzán, en visión lo vi. Se lo dije a mi hija. '¡Pero
mamá, si no hay nada!'. 'No me contradigas ' y no sé qué me pasó. Me amarraron, me
inyectaron. Perdí el control de mí misma, me di de golpes contra la pared. Estuve seis
años en control psiquiátrico ".
Tercera entrevista
Judith me pide si la puedo conectar con algún psiquiatra del servicio pues está
muy angustiada y le pasan algunas cosas . . .
- "Siento un hormigueo en el cuerpo. Me vibra como s i tuviera bichos, como s i tuviera
piojos. Me lavo fuerte la cabeza, y no tengo nada pero sigo con ese hormigueo en la
cabeza. No voy a caer en un psiquiátrico porque si caigo no salgo más".
- "Hace diez años, de tanto sufrimiento me intenté m atar con dos de m is hijos para
que después no sufrieran. Fui a un puente sobre un río. Me quedé horas. Los chicos
tenían m iedo de hablarme. Volaba con mi imaginación. Cuando ya era de noche, uno
me habló, y sentí cómo me volvía la cabeza a la actualidad. Cuando pasó lo de mi
hija, y me corté las venas (muestra los brazos todos llenos de cicatrices) yo seguí el
tratam iento en casa, estaba como internada. Una vez intenté eliminarme con Rohyp
nol. Yo veía que m is hijos sufrían mucho. Así iban a sufrir una sola vez y después yo
iba a ser un recuerdo. Desde esa vez con pastillas no intenté más. No puedo retener
me, no son cosas que quiero hacer, me vienen. A veces una anda mal y preferiría es
tar sola, donde no la vieran. Pienso mucho en la muerte. E/is a me dice: 'No tenés que
pensar en la m uerte. Vos me hacésfalta. Yo estoy chiquita todavía "'.
Decidí pedir interconsulta con llll psiquiatra porque se l a notaba realmente angus
tiada y empecé a temer por esta cuestión de la muerte que ella traía constantemente.
Sé solamente que fue medicada con llll neuroléptico y un ansiolítico.
Cuarta entrevista
"Ando un poco mejor, trato de conformarme. A unque tengo esa angustia tan
grande que quiero acabar conmigo. Cuando muere algún ser querido me imagino
que vive abajo de la tierra y que se desespera. Se me va la mente y vuelvo a los velo
rios. Los tres los tengo en mi imaginación, en mi cabeza. En las noticias veo un
muerto y yo estoy sufriendo igual, como si fuera a m í a quién le pasa. Tengo que salir
de la cuestión de las muertes, de los velorios. Pienso mucho en cómo será la muerte.
Pensaba que cobraban vida debajo de la tierra. Por eso es el velorio de 24 horas, pa
ra ver si revive. No me puedo sacar esa imagen de la cabeza. Cuando una persona
muere, muere. No hay esperanzas de que viva. Siempre tuve miedo de eso . . . de las
autopsias. Si mu eren con todo el organismo por causas naturales, yo pienso que se
puede vivir. Si hay autopsia, no. En ese sentido soy tonta de pensar esas cosas "
60
'
-E1í torno a Ja admisión
Qu inta entrevista
- '.'Me siguen los puntos negros, como si los tuviera en el vidrio de los anteojos. Tam
bién hay iluminación, relámpagos. Cuando apago las luces, me encandila. Ya no le
tomo tanto asunto. Veo el manito y trato de alcanzarlo, se m e va y me hace burla. Yo
digo ya' miro de nuevo y no está. (¿Por qué mira de nuevo?). Para ver si es real o vi
sión. Anoche vi a m i hijo y le dije '¿A dónde vas ? ' Mi marido me dijo: '¿A quién le
hablás, si está durm iendo? 111•
En el pasillo dice que en la próxima me va a contar sobre sus problemas sexuales.
Sexta entrevista
- "Las relaciones sexuales conmigo no van bien. El quiere tenerlas todos los días, yo
sólo una vez por mes. Dice que en ese tiempo yo tengo que tenerlas con alguien. Yo
no tengo ganas de hacer el amor 'ni con vos, ni con nadie', le digo. Una vez empecé a
hacerle mimos y él dijo una mala palabra) " (Le pregunto: ¿cuál?). "Dijo: '¿ Te dejó
con ganas el otro ? '. Desde esa vez, nunca más, hace 15 o 20 años que eso se terminó.
Yo soyfría en las relaciones sexuales. A veces lo hago por obligación, y siento . . . pe
ro muy lejos. Estar con él me causa mucha repugnancia, él se orinaba en la cama,
cada tres meses teníamos que comprar colchón ".
De repente se pone a llorar:
- "La quise tanto a mi madre y ella no me quiso. Ella me azotaba, me colgaba, me
partía la cabeza con fierros, me partía las piernas. Yo crié a mis hijos parecido, a los
golpes. Ella nunca quiso a las m ujeres, prefería a los hombres. Estuve tres meses sin
mover un brazo. Les dije 'díganme si no soy hija de ustedes y me voy'. Me contesta
ron: 'Ni los perros son padres tuyos "'.
- "Tomando mate, me puse a viajar; llegué a casa de mamá para ver cómo estaba mi
hermano. Me dijo 'Estoy mal, mamá me viene a buscar, m e quiere llevar. Después
dij'o que te iba a llevar a vos'. Le dij'e que cuando sueñe con ella, la voy a retar. Des
pués me doy cuenta que estoy en casa ". (Le pregunto por esos sueños). "Su eño que
voy por un río y ella va adelante poniendo piedras, pero nunca llego a atravesar el
río completo ".
� "Mi marido sabe que no lo quiero. El me acusa de ser una m ujer de la vida. Antes de
ser una cosa así me mato".
61
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
decía que se fuera, que eso era imaginatorio. Me decía: 'P onéte el cuchillo '. Yo con
testo: 'Salí, diabólica, dejáme en paz"'. (Le pregunto sobre la voz). "La voz era entre
hombre y mujer. A veces oigo gritos y peleas, y no hay nadie a mi lado. A veces escu
cho y veo. '¿Quién sos? ¡Presentáte! '. La persona se va, desaparece. Primero me
llamaba mi mamá: 'Judi, vení'. Yo le decía que estaba con mi hijo: '¿Ahora me querés
.,.
;r
llevar? '. 'Pero si vos andás buscando venir'. Ayer desperté dichosa, soñé que estaba'
embarazada, sentí el movimiento y E/isa se me enfermaba y no comía porque yo no le
iba a prestar atención".
Octava entrevista
- "Se mefue el mono, ahora veo sombras, son como bultos. Ahí veo uno " (señala). (Le
pido que lo s d es criba) . "Son como sombras, penetran sobre la pared. Son dos. Uno es
negro, grande. El otro es marrón y chiquito. Tienen piel de animal, de mono o chim
pancé, pero no son monos, son bultos. Veo y los vuelvo a ver para asegurarme y de
saparecen".
Luego de la descripción, le pido que los dibuje.
-"Siempre vuelvo a mirar para cerciorarme si es verdad. Para mí es como una aluci
nación alucinante, como un relámpago. Aparece y desaparece cuando lo ve de vuelta
. . . A veces me río de las estupideces que veo".
Nove!la entrevista
- "He andado mejor. No he visto eso que dibujé el otro día. Ando bien y no me angus
tio tanto. Después que me quería m orir le tomé terror a la muerte. Quiero hablar con
la psiquiatra para que me cambie la medicación. Tengo miedo de quedarme dormida
porque me imagino que no me voy a despertar. Pero el otro día me sentía angustiada.
Me agarró bochorno". (¿ Qué es es o?). "Me dio calor, me puse a transpirar. Me de
sesperé, me puse a e/amarle a Dios, pero m e puse una camisa pues era una falta de
respeto pedirle en cueros. Tenía la mente perdida en la cuestión de la muerte. Tengo
miedo de morirme. Tengo terror"-
Después de esta entrevista no vino más. Traté de pensar qué podría haber pasado,
si tenía relación con a l gun a intervención, q uizás con e l dibuj o . . . o con un cambio de
horarios. Pensando en esto último, me comunico con la terapeuta de E l isa quien me
dice que ella tampoco con curre. Le comento que pensé en la posib i l idad de problemas
económicos, por los viáticos y me dice que ella lo relaciona con Ja últi m a entrevista
donde le explicita a Judith el " contrato" de tratamiento de El isa. Le acl ara que la pro
blemática se debe a la dificu ltad que tiene para separarse de el la, que e l tratamiento
traerá modificaciones al respecto y que deberá ser sostenido por la fami l i a, en especial
por e l la. Judith le responde que e l la también tiene muchas d ificultad e s para separarse
de la niña.
Verónica Roma
62
En torno a la ad misión
Comentarios
su cuerpo y con el cuerpo de sus hij os, cuerpos quemados, al borde de la fragmenta
ción.
"No dejo de pensar en Ja muerte. Tengo un cuchillo y me miro los brazos. Me
mojo la cab eza para despejanne. Ayer maté un mosquito en mi imaginación. Pelaba
patas, y me pasó por mi m ente 'mejor desangrarme"' . "Una vez me metí la tij era y me
corté igual que un género. . . "
63
Psicoa nálisis y el Hospital Nº 2
Osear Cesarotto:
la clínica
«Hay en la manifestación de la transferencia algo creador ... la transfe
rencia aparece, hablando con propiedad, como una fuente de ficción.
En la transferencia, el sujeto fabrica, construye algo. Y de ahí en más,
no es posible, me parece, no integrar enseguida a la función de la trans
ferencia el término de ficción»
Jacques Lacan. O 1 /0 3 / 1 96 1
El juego de la clln ica
L ción en curso y que por comparación presenta todos los inconvenientes que
tendría tener que dar cuenta de un análisis antes que este haya tenninado. Por
eso voy a tratar de evitar caer en la tentación de adelantar conclusiones que en este
momento no serían sino respuestas dogmáticas. Prefiero conservar esta cuestión en la
que estoy "tocado" en el estado de incertidumbre que le conviene, ya que espera e in
certidumbre son elementos fundamentales que sostienen, en la tensión necesaria, la
actividad lúdica misma. Lo que quiero arriesgar, sin embargo, anticipándome a la ar
tanto recae sobre él la responsabilidad de conducir y sostener, una práctica que siem
pre tiende a escabullirse en su dirección y sentido.
En "La historia del movimiento psicoanalítico" (19 14), da corno razón del abando
no de la sugestión hipnótica su característica de "violenta y monótona". Hace tiempo
vengo pensando que esta " inaugural modificación" no se debe a la dificu ltad de un
dominio técnico sino que responde a una lógica y una ética acordes al descubrimiento
del inconsciente. S i definimos l a sugestión como la imposición de un saber general,
ya sabido, al suj eto, es claro que dicha imposición en cada caso conseguirá una práctica
que term inará siendo además de violenta algo bastante monótona, por no decir aburr i
da. A este abuso se opone e l descubrimiento mismo del inconsciente como un saber
67
Psicoanálisis y el Hospital·N° 2
del cual el sujeto nada sabe y del que el analista es también sorprendido cuando, como
por descuido o error, alguna verdad irrumpe novedosamente en un análisis, cuestio
nando y reestructurando e l saber hasta ese momento acumulado. Efecto ·por otra parte
hecho posible por su mismo acto que ha creado las condiciones de una tarea que en
.cuentra en el hallazgo sorpresivo su modo culminante de realización.
Esta "antigua novedad" del psicoanálisis que consiste en que más allá de las segu
ridades n arcisistas del Yo, al que llamaremos el sujeto psicológico, creamos un cam
po de ficción a partir de la "regla fundamental", propiciatorio para poner a andar esos
mecanismos que Freud detalló en forma "regia" en el trabaj o del suefio y en la técnica
del chiste y que sorprendentemente se mostraron también interviniendo en la produc
ción de los síntomas. Esto que hizo decir a O. Masotta en sus "Lecciones introducto
rias. . . " que una de las afirmaciones "no menos incómodas" del descubrimiento freu
diano era la de que algo tan serio y grave como es un síntoma tuviera la estructura de
un ch iste. Es en ese sentido que temo también alguna obj eción al respecto. "¿Cómo se
pu ed e afirmar --diría un imaginado y severo detractor--, que una práctica orientada a
aliviar el sufrimiento humano, algo tan serio o grave pueda ser comparado a un jue
go?" Entiendo la preocupación y me adelanto a responder aquí que Jo que propongo
no es sólo una comparación sino que afirmo que tienen, psicoanálisis y juego, la m i s
ma estructura. Podríamos decir que el psicoanálisis es " un tipo especial de juego en e l
h ombr e " y que l o que vamos a interrogar es tanto l o que tiene d e común pero también
lo que lo diferencia con el resto de los juegos. Desde ya no podríamos por ejemplo in
cluirlo en la definición de R. Caillois, como "una actividad sin apremios y sin conse
cuencias para la vida real del sujeto". Toda nuestra búsqueda está orientada en tratar
de localizar cuales son esas "consecuencias" originadas en un juego al que el anali
zante llega "apremiado" por su sufrimiento y del que el analista crea las condiciones
necesarias para, en el momento oportuno, decidir darlo por comenzado. A partir de lo
cual recaerá sobre él la responsabilidad de conducirlo, sosteniéndolo, hasta su realiza
ción final.
Como opuesto a monótono y violento encontramos lo diverso y lo múltiple que
son la vía por donde el deseo encuentra su articulación imposible. [ndeterrninación y
multivocidad son caracteres que Freud reconoció como propios de la escritura de los
suef\os. A falta de un sentido un ívoco y detenninado encontramos tanto en el "trabaj o
del sueflo" como en la "técnica del chiste" el aprovechamiento d e este defecto siste
mático para la creación de interminables y di stintas producciones posibles, así tam
bién como las interpretaciones que les corresponden. De esta manera los mecanismos
propios del inconsciente (la condensación y el desplazamiento), serán pensados como
formando parte necesaria de un trabaj o que no excluye e l j uego y que por el contrario
lo requiere como factor necesario en el movimiento del deseo. Aquí aparece en la es
una acepción del término juego que es la del "juego mecáni
tructura del inconsciente
co", aquél que es necesario como movimiento de un engranaje, para que éste pueda
funcionar. Esta estructura muestra que padece de un desaj uste necesario y que l a " fa
l l a" del símbolo para nombrar su referente, esta falla en "ser" nombrado es causa de la
producción de l mismo suj eto en tanto dividido. En el inconsc iente no se respeta pare
ce esa oposición clásica entre juego y trabaj o ; al l í el trabaj o no es sin el juego.
Aquí entonces e l "j uego de palabras", el "múltip le u s o de un m i smo material",
68
El j uego de la cllnica
ii
"múltiple determinación", esa misma defin c ón del chiste como un ·�uicio j uguetón"
son parte de un descubrimiento que es inseparab le del reconocimiento de que, en e l
inconsciente, el deseo se "j uega" en el campo de "juego " de los mecanismos que le
son inherentes . Esta legalidad del inconsciente opera como límite y freno de toda
suerte de arbitrariedades, como s iempre saturadas dé buenas intenciones y de buenos
sentidos ya sabidos. Lo impo1iante que quisiera destacar, es esa relación primaria en
contrada entre el inconsciente y el juego, que es parte de este hallazgo que el tratar a
j
las palabras como cosas -- propio de los procesos inconsc ientes -- , no de a de estar pre
sente en la formación de sustitutivos en la esquizofreni a y es algo característico en el
juego de los niños, que tratan a las palabras como si fueran cosas (ej . el retruécano, el
juego con los nombres propios, etc.) Esa satisfacción del disparatar, juego del sinsen
tido, que la exigencia de la crítica de la razón vendrá a prohibir obligándolo a renun
ciar a dicha actividad. Parece que más allá del Yo que duerme el sujeto del incons
ciente indeterminadamente juega, y que se establece una relación entre juego , falla,
falta, del si gn ifican te y deseo.
Quisiera por e l momento detenerme en el comentario de dos textos que establecen
j
una relación no obvia entre el uego y la guerra . Me refiero a "El poeta y la fantasía"
y a "Consideraciones sobre la guerra y la m uerte". Esta rel ación ya fue descubierta
desde otra perspectiva y por fuera del psicoanálisis por K. V. Cl ausew itz. Este riguro
so pensador llegó afirmar que " . . . de todas las ramas de la actividad humana sea la
guerra la que más se asemeje a un juego de naipes", y especificando el punto funda
mental de intersección: "Ahora solo hace falta un elemento más para que se convierta
en un juego y ese elemento no falta por cierto: es el azar". La importancia del azar en
nuestra práctica será tratado en otra oportunidad pues es también en nuestro c amp o un
factor decisivo.
· En e l primero de los dos escritos intentaremos interrogar una relación entre juego
y fantasía. En este sentido se plantea que todo niño que j uega se conduce como un
poeta, cre ándose un "mundo propio", o más bien situando las cosas de su mundo en
un orden nuevo, grato para él. "Sería injusto decir que no toma en serio ese mundo, lo
toma muy en serio, la antítesis deljuego no es la gravedad sino la rea/idac!'. Para los
preocupados de falta de seriedad de pl ante ar el psicoanálisis como un juego podemos
decir con Freud, y en esto coinciden otros autores por dentro y fuer.a del psicoanálisis,
que el juego es "cosa seria". Podríamos apelar aquí a Ja escena de dos jugadores de
ajedr ez sentados frente a frente o evocar la advertencia "jugás en serio o no j ugamos
más". "El niño gusta apoyar los objetos y circunstancias que imagina en objetos tan
gibles y visibles del mundo real" . Este apoyo es el que diferencia el j ugar infantil del
fan tasear . El adulto se ve obligado a abandonar el jugar , a renunciar a esta actividad y
l
en su reemp azo, --ya que no hay renuncia a una actividad satisfactoria, sólo sustitu
ción--, aparece el secreto e invisible mundo de la flll'1tasía,
. al que tenemos acceso por
el relato de los neuróticos, y también por las creaciones del poeta. Hay algo que es
obvio: el sujeto adulto no dej a de jugar y el juego ocupa, lo sepamos o no, un lugar
fundamental en nuestra vida; cada uno de nosotros a su modo es un jugador. Los neu
j
róticos también uegan y esto es importante, porque el juego no los libera de su neuro
sis. Algunos juegan neuróticamente, otros agobiados por sus obligaciones no pue den
perder tiempo en "actividades inútiles". Sería interesante interrogar en otro lugar la
69
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
70
El juego de la clínica
71
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
Daniel Rubinsztejn *
D
i ferentes textos intentaron decir algo nuevo acerca de la adolescencia desde
una perspectiva·freudiana. Sin embargo se apoyaron en fundamentos más cer
canos a la psicología evolutiva que a la enseñanza de Freud. Evitar caer en la
tentación de h ablar de evolución, de fases o etapas, de desarrollo, de madurez, no de
be ser sencillo. El riesgo es que, partiendo de lo que ya sabemos, nos encontremos
con lo que ya conocemos; sería una auto-realización. Si sabemos que hay conflictos
adolescentes o duelos, seguro que eso encontraremos e n todos los tratamientos.
Intentaré recorrer otro camino, partiendo de la premisa de que las dificultades que
aparecen en la dirección del análisis son l a guía para el analista, nos indican cada pa
so posible en cada tratamiento.
En el texto "La novela familiar del neurótico", una afinnación de Freud puede ser
esclarecedora para quienes analizamos niños o púberes. Dice: "Cuando el individuo, a
medida de su crecimiento, se libera de la autoridad de sus padres, incurre en una de
las consecuencias más necesarias, aunque también una de las más dolorosas que el
curso de su desarrollo le acarrea . . . debe haber sido cumplida en determinada medi
da por todo aquél que haya alcanzado un estado normal. Existe cierta clase de neu
róticos cuyo estado se halla condicionado por el fracaso ante dicha tarea."
¿Cuál es el dolor, la consecuencia dolorosa que necesariam ente conlleva esta dura
tarea?
Liberarse de la autoridad de los padres es:
. un intento riesgoso de quedar fuera de ·un territorio conocido, íntimo y familiar pero
que nunca dej ó de ser aj eno
. dej ar de responder a un ritmo que marcan otros cuerpos
. no sostener más que los padres conocen el pensamiento del hij o , que nada se les
puede ocultar, que se es transparente
. el pasaje del individuo a la especie, el momento del dramático y doloroso encuentro
con la reproducción y la muerte.
Un encuentro fallido
La madre de Martín pide una entrevista, en ella relata que su hij o de quince aftos
tiene serios problemas de escolaridad: repitió segundo afio, y l e sigue yendo mal. No
estudia, es agresivo.
El padre falleció de un ataque cardíaco cuando M . ten la cinco af\os. Era un direc
tor de orquesta muy reconocido. Ellos vivieron luego en Europa con el novio de la
madre. E l l a se separa y vuelven a Buenos Aires. Actualmente trabaja en forma inde
pendiente, dice que no le va muy bien y cuando a veces necesita una ayuda de su h ij o ,
72
El juego de la clínica
73
Psicoanálisis y e l Hospital Nº 2
El juego con el instrumento le permitió j ugar una partida, pero no sólo con el se
mejante a quien había que vencer (y vencía), sino con el saber. El triunfo de uno no
implicaba necesariamente la pérdida del otro. ,
Hubo una transmutación: lo que al inicio era sólo un juego de reproducción de lu
ces y de sonidos, en el que se ganaba o se perdía, devino a partir de la lectura de lo
que se jugaba con el nunchaku, en un ej ercicio musical, en un encuentro novedoso
con "algo" del padre. Algo único y diferente, incomparable con otro j oven con quien
se jugara al mismo (¿al mismo?) juego.
El sujeto en su singularidad no pre-existe al juego sino que lo pensamos cómo el
resultado de un movimiento entre juego y juego, entre la eficacia de Ja lectura de un
juego y su acción en retardo sobre el primero.
De esta partida algo quedó dicho:
A pesar de que sus recuerdos le dicen que en España la pasó bien y que tenía de
todo, algo no tuvo, algo no pasó: padre no tuvo y é l no pasó de afio (¿síntoma?).
Hay un tiempo que en su relato se confunde, casi no aparece, queda opacado.
¿Qué le pasó luego de la muerte de su padre? ¿No pasó nada? ¿Todo fue igual pero
con el novio de la madre? ¿No perdió nada cuando el padre murió?
C3l
Hay un dw¡ lo (¿de él, de la madre?) que no tuvo lugar: ¡ economía! ¡ economía!
... y por economía se interrumpe el análisis.
Fue necesario que se disfrazara del padre, que pel eara al ritmo de la música casi
todos Jos fines de semana en los boliches bailables, y que luego jugara con la música,
que con el arma dirigiera y que se infartara envenenado -por no se sabe qué-, para
poder sustraerse de alguna escena diciendo que no todo pasó.
El juego fue una contingencia necesaria. Un nuevo encuentro fallido.
74
El juego de la cllnica
Etica en juego
Elena Lacombe *
P
ara quienes intentamos realizar una práctica analítica en el campo de la infancia,
la asimetría adulto/niño es un obstáculo inevitable a sortear en la búsqueda de
producir acontecimientos en nuestros encuentros con los ní:ftos. Para ello debe
mos necesariamente presuponer la existencia de una simetría preordenada y estructu
ral y que puede derivarse del principio constitutivo de un campo en común: el camp o
lúdico.
En efecto, dicho principio posibilita la producción de simetría ya que enuncia que
el conjunto de las reglas que definen el campo de juego son las mismas para las dos
partes implicadas en él. A partir de allí podrá engendrarse una asimetría interna al
campo así constituido, dejando por fuera de dicho campo lo real determinante para
ambos sujetos, de la asimetría adulto/niño.
La asimetría se derivará entonces, inevitablemente, de la contingencia de Jos
acontecimientos; dependan estos del azar, del talento o de la intención.
Por otra parte, sólo es el conjunto de sus reglas lo que h a ce posible en el j w�go un
75
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
Jugadora de niños **
Silvina Gamsie *
D
iscurrir acerca de la pertinencia o no de aplicar a la clínica con niílos los con
ceptos del psicoanálisis, pensar acerca del juego y los niftos, del no poder ju
gar de esos niños que nos traen en consulta y acerca de qué es Jo que específi
camente hacemos nosotros analistas cuando nos las vernos con el los, no es anodino o
sin efectos en nuestra práctica.
¿Quién no sintió el escozor ante la posibilidad de una eventual transgresión? Por
un lado la función educativa es de los padres, no corresponde al psicoanálisis conver
tirse en una pedagogía; por otro, si se trata de adultos viéndoselas con niños ¿cómo
evitar --y desde qué lugar--, hacer de esos nifl.os que nos traen en tratamiento, el ob-
jeto de nuestras "apetencias" de nifl.o? .
Modalidades de la transferencia, posición del analista .. . ''jugadora de niños. .. " .
Así se refirió una nenita de 6 af\os que seguía en consulta al tratar de definir entre
amiguitos de la misma edad --remarco esto de la misma edad-- a esa "grandulona"
con la que se encontraba regular y convenidamente a jugar. ¿No implica esta feliz de
finición en boca de una niftita y el privilegio de que esto me hubiera sido referido por
sus padres (podría no haberme enterado nunca) lo que marca la entrada, la constata
ción de la puesta en marcha del dispositivo del análisis con niños?
En esta inocente definición está la clave de nuestra ubicación en la clínica. Habi
tualmente decimos que la niñez es efecto de una sanción desde los adultos quienes re
conocen que "había una vez. . " en que hubo infan cia, una época en que "no sabían lo
.
que hacían", en que "no eran responsables de sus actos", o eran "inimputables", co
mo se dice en términos jurídicos. Aún cuando esta dimensión nos es nostálgicamente
aj ena, porque, como dice Freud: " . . . nosotros los adultos no comprendemos nuestra
propia infancia, nuestra amnesia infantil es una prueba de cuán extraños a ello he
mos llegado a ser. . . "ºl. Afirmam os, en contrapartida, que los nifl.os son traídos a tra
tamiento porque lo que ellos hacen no puede ser, precisamente, sancionado como jue
go por sus padres, como perteneciente a esta dimensión del " había una vez. " . Por ..
esto mismo, en el valor que nosotros demos a este "de", de esta expresión, ''jugadora
de niños", encontraremos, la posibilidad de una posición analítica respecto a ellos.
Hay, por lo menos, dos lecturas posibles de este genitivo, cuestión de determinar '''
·
quién hace j ugar a quién. En su vertiente subjetiva, indicaría que hay niños que dispo
nen de una j ugadora a la que harían jugar; la otra vertiente ubicarla a esos n i flos como
objeto de aquél que "jugara" de ellos , de aquél que hiciera jugar a los niílos su propio
juego. Si aceptamos que, para los niílos, los padres reales están ahí, dicho de otro mo-
do, l o real son los padres, el goce parental, el fantasma de los padres, y si como lo
constatamos en la clínica, es la emergencia de lo real lo que interrumpe la escena lúdica,
• Supervisora clín ica d e niños Hospital d e N iños R. Gutiérrez, Htal. Alvarez y CESAC Nº2.
** Charla dada en el Hospital Esparlol, en el ciclo "la estructura del sujeío en la infancia", el
1 5/1 O/ 1 992.
76
-Efj u ego de la clinica
Jo que hace que el niño dej e de jugar, este último posicionamiento es más bien el que
tendríamos que evitar. Me gusta decir: es esto lo que el analista que trabaj a con nifl.os
debe mantener a raya, Jo pulsional, ponerlo a jugar, ya que él está ahí comprometido
en tanto adulto en relación a un nifto. ¡ Que los niños que no pueden jugar tengan sus
j ugadores ! ¿Qué es, sino, el prestarse del analista al juego de Jos nifl.os (el poner el
cuerpo como se suele decir) para que otra apuesta se j uegue: la de cómo quedará ubi-
:
cado ese sujeto en relación al deseo materno y paterno?
Freud en el apartado de " Tres ensayos. " referido a "La teoría de la libido", decía
..
que "el psicoanálisis mira como desde una frontera cuya transgresión no nos está
2
perm itida, la actuación de la libido narcisista11 < >. Ahora bien, si éste es el estado en
que aparece la libido durante la primera infancia, acá Freud ya estaría indicando la
existencia de una frontera que del imita por una interdicción, una zona en la que ubica
a la infancia como lo que sucede previamente a la prohibición, previo a .la castración.
El psicoanálisis mira desde la frontera. Por un lado, y en ese momento de Ja histo
ria del psicoanálisis, como una lim itación del psicoanál isis mismo (neuro sis narcisis
tas versus neurosis de transferencia). Por el otro -y esto ya p lantearía los bordes de Ja
posición del analista-, lo que no nos es dado trasponer es la frontera que separa al
adulto de l a infancia.
Lacan, en el Seminario dedicado a los "Problemas cruciales para el psicoanáli
sis" C3l , denomina al juego " ese fantasma inocente . . . " ; . inocente, en Ja medida en que no
produzca efectos en la sexualidad de Jos adultos. Lo que supone, en el movimiento de
vuelta del adulto hacia el nifl.o, mantener un borde, no hacer a los nifl.os (a todos y a
cada uno), partícipes de su propio j uego, el del analista en este caso. Prohibición que
recae sobre los adultos en relación a la infancia: "no reintegrarás tu producto. . . "
Me gustarla hacer referencia a tres o cuatro frases de esta clase del 1 9 de mayo de
1965 que nos pueden servir para enmarcar nuestra posición en relación al juego. La
,
cail dice en relación a la teoría de los juegos,- y esto también lo toma Roger Caillois
4
en "los juegos y los hombres" < l_ " . . . el juego sería un sistema cerrado donde lo pro
pio aunque esté enmascarada es una regla, que está excluida de él como prohibida :
ese punto es lo real como imposible". El riesgo, queda excluido del j uego. Lo que
enmascara al riesgo es la apuesta del sujeto mismo que está en juego. "Es ia regla de
termina la entrada y la salida del juego pero en el interior del juego mismo". Lo que
determina una frontera del juego, más allá de la cual está "lo que es de verdad" . Pero
si es de verdad, este más al lá tendríamos que ubicarlo del lado de los padres, como
verdad o efecto de verdad en la sexualidad parental. Trasponer este llmite implica
entonces para el niño el riesgo de dejar de jugar, dejar de ser el hijo de los padres y
pasar a ser el obj eto de su satisfacción. Lo que desde el niño supone, no Ja posibil idad
de hacerse cargo de los efectos que sus actos producen en los padres, o en los adultos,
o en los pares, sino sólo sufrir esos efectos, poner el cuerpo, ser el jugadito o el ju
guete del cuento de otros. En relación a los pares, estos efectos sólo podrán leerse
apres-coup en las relaciones post-puberales con amigos de su edad o con sus partenai
res amorosos y sexuales.
Pensemos en ciertos niños que no pueden jugar y1 se si túan en esta " frontera del
juego", noción que puede evocar la idea de trasponerla; de una transgresión de los que
j uegan, "de verdad " . Para estos n i flos no hay diferencia entre juego y no juego. Se
77
Psicoa n álisis y el Hospital Nº 2
juegan, al poner a prueba Ja palabra de Jos padres, denunciando esta zona de más allá,
del lado de aquellos padres que no han podido sostener su palabra, en la que el nifto
queda a su merced. En esta zona de límites, de límites del juego, hay actos de los que
por supuesto los nifios no pueden dar cuenta, en los que pagan con su cuerpo, a veces
con la vida, el no poder reconocer los matices de las relaciones entre padres que dejan
aparecer algo de una "verdad desnuda " . Si hay compromiso corporal, no hay juego.
Pensemos que estos niñ.os no juegan, por ej emplo, a golpear, lastiman y se lastiman;
no juegan a volar, se arroj an y son arroj ados fuera del grupo de pares. Que devenga
entonces un juego requerirá un proceso por parte de los adultos; es por eso que estos
niflos insoportables nos exigen un esfuerzo mayor, en el sentido de evitar que se pier
da para nosotros la dimensión lúdica.
"Si hay algo que soporte toda actividad de juego --dice Lacan en la clase que les
mencionaba-- es eso que se produce en el reencuentro del sujeto dividido en tanto es
sujeto con ese algo por el cual eljugador se sabe él mismo ser el resto de algo que se
ha jugado en otra parte, a todo riesgo, otra parte desde donde él ha caído: del deseo
de sus padres ". Esta otra escena es la escena parental. El j uego establece una d istancia
respecto de esta escena, pone en juego otra escena donde se reconoce un sujeto. La
" apuesta del juego --sin que el juego ni el jugador lo sepan-- es el sujeto mismo que ahí
se instituye, él descontado, perdido de ese lugar de objeto. En relación a esto Lacan
dice que "lo prop 'o del juego es que antes que se juegue nadie sabe lo que va a salir
'
de él. Allí está la relación del juego al fantasma. El juego es un fantasma inofensivo
C5l
(inocente) y conservado en su estructura" _
Se hace imprescindible entonces ubicar este jugar de los nilios en Ja clínica y si
uno puede decir del psi coanálisis que se trata de una clínica baj o transferencia, del
psicoanálisis con niñ.os suelo decir que se trata de una clínica "en" juego.
¿Cómo nos ubicamos nosotros analistas en relación a ese j ugar? Eso es l o que es
toy intentando desarrollar. Desde el inicio el j ugar nos lleva a precisar la transferen
cia. ¿No es ésta la modalidad que toma la transferencia en la clínica con n iñ.os --el
juego mismo--, pl ante ad a en relación al j uego y no al amor al saber supuesto a un su
jeto, el analista?. Lo que se pone en marcha desde Ja formulación inicial: cuando los
padres en la primera entrevista me preguntan " ¿ qué le decimos a nuestro hijo cuando
venga?" , suelo responder "díganle que va a venir a jugar", ni conmigo ni a qué, sólo a
jugar. Es una invitación al j ugar, poner a j ugar a los niñ os. Desde esta perspectiva es
interesante señalar la inconveniencia de que los niños asistan a esas prim eras entre
vistas con los padres. Freud en "El chiste. . . "C6l, marca en relación a la falta del sentido
de comicidad en los niños, su "falta de mesura", es decir, una imposibi l i dad del niño,
de distinguir entre " él hace esto" --el rival imaginario-- y un "yo hago esto porque. . . "
que pudiera ubicar detrás de estos puntos suspensivos un deseo articulado; más cla
ramente, una imposibilidad del s ujeto infant il de tomar di stan cia en relación a las de
mandas de sus padres. Si se le pregunta a un nifl.o porqué hace l o que hace, porqué
j uega a lo que juega, surge un "no sé" o un "porque s í " ; y s i uno insiste un poquito
más, dirá "porque así me dicen mis padres que hay que hacerlo". El niflo no puede -al
menos por un tiempo- dar cuenta de su propio juego, reconocer en el juego mismo la
i lusión de un deseo propio, en todo caso distante o distinto de lo que dicen los adul
tos. Lo que pone de manifiesto la dimensión del temor ante la pos i b i l i dad de la pérdi-
78
El juego de la clínica
trans ferencia e n relación a s u s padres y a los adultos de los que espera, atribuye o en
carnan ci erto saber, es indisoluble al menos por un tiempo. Uno podría decir los pa
dres están ahí "vivitos y coleando" los niños dependen efectivamente de este saber .
Lo que problematiza la idea estricta de un fin de tratam iento con nifios.
En Freud la referencia a los niños es constante en toda su obra; si bien llega a ellos
por vías distintas a la prácti ca directa no vacila en ser categórico: los niños se caracte
ri zan por hacer del juego su actividad más intensa. Me gustaría puntuar brevemente
ciertos textos freudianos que nos penTJiten fundamentar la idea de que el j uego no
const ituye una mera técn ica , como se propone desde ciertas perspectivas d entro del
psicoanálisis, ni una práctica menor aunque se practique con menores de edad. No se
trata de u.na actividad de menor j erarquía que la palabra, sino del campo mismo donde
se instituye el niño como suj eto. Un primer texto a tomar en cuenta, es "El poeta y la
fantasía" ( I 908i9l. Freud va más al lá, dice: "el juego es la ocupación favorita de los
niños, la más intensa . . . Si en e l j ugar el deseo que lo sostenía era el de ser adultos , no
habría motivos para ocultar tal deseo". Si bien el nifio no j uega ante espectadores,
aunque llegue a jugar solo, no oculta su j uego salvo que los adultos interfieran, inte
rrumpiéndolo. Se mantiene públi camente hasta que un adulto intente pedir cuentas de
este j uego, lo que debemos tomar en consideración para precisar nuestrn prop i a ubi
caci ón . A diferencia del adulto, el n i fto no puede remem orar o asociar en relación a
79
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
las fantasías que tienen un estatuto particular en el niño, ni puede dar razón, articular
simból icamente su p ropio j u ego .
En "El chiste y su relación con el inconsciente" ( 1 905/lºl, Freud sitúa al juego de
palabras en un "grado preliminar" al chiste. Previo a éste, hay algo que su puede cali
ficar de juego y q ue aparece en el niño mientras aprende a manejar -y esto es textual
" el tesoro verbal de su lengu a materna" . Juego que continúa más adel ante con el de Ja
deformación o transfonnación de las palabra.5 hasta l legar a constituir a veces un
idioma propio, que sólo comparte con sus compañeros . Juego en el que desafía las re
glas de Ja lengua, disfiutando del placer alcanzado en el disparatar y el sinsentido.
En "Los personajes psicopáticos en el teatro"<1 1> ( 1 904), Freud describe la función
del drama: dice que la contemplac ión por el adulto de una representación dramática
cumple la misma función q ue el juego para los nifios --lo que evoca al juego en tanto
montaje de una escena lúdica--. El espectador como el nifío, se ven obligados a ate
nuar sus deseos de ocupar un lugar importante, central en la comedia universa!;
anhelan ser p rotagonis tas, héroes de una historia (en la esperanza de hacer lo que los
adultos, el niño espera que " cuando sea grande. . . quizás . . . ") y esto es Jo que el drama,
escena lúdica, ofrece: la posibilidad de identifi carse con un protagonista, y sin riesgo,
es decir, sin correr los peligros "efectivos" del p ersonaje. Sólo se muere en escena, en
jugando. La satisfacción depende de una ilusión, una ficción que no amenaza la inte
gridad personal, el riesgo queda excluido de Ja situación misma, lo que constituye la
regla del juego, como tal. Es necesario considerar ci ertas diferencias: s i l a dimensión
de ficción está siempre presente, el adulto no la cree totalmente, aún si se puede com
penetrar en la obra. Lo que requiere de cierta disposición a creer lo que va a suceder
en escena. El niño, en cambio, se juega en sus juegos, "se la cree". Lo que es palpable
en la reacción de l os niños ante una obra de teatro infantil. La relación con los perso
najes que están sobre la escena no difiera de la relación con los que están en la p l atea;
hay partic ipación de la platea infantil y esto no produce el quiebre de la ficción tea
tral. Si p ara Calderón la vida es sueño, para el niño la vida es juego. El regocijo que
experimente el n i ño al ver golpear a otro, encuentra sus razones en que si es el otro al
que golpean, "n o es a mí". "No soy yo, pero podría serlo", ya que el niño se identifica
en un punto al otro m al o " , en el juego de las esquinitas de l a relación imaginaria. El
" .
es el malo para sus padres, por haber deseado, por ej emplo, Ja desaparición de un rival
imaginario, un hermanito, que lo ha frustrado de su amor. Este regocijo frente al "ne .¡ 1
soy yo" del j ue go de golpes es equivalente a la satisfacción infantil . frente a la caída :·•!
del otro, referida a la misma lógica. Tamb ién equivalente a la de los niños más pe
queflos cuando en las sesiones hacemos hablar a los objetos, cuando las cosas, las
manos, Jos dedos, se animan. Lo que proporciona ci erto alivio al suj eto, porque s i el
otro es el obj eto de la risa, de los golpes, el objeto que se animó "no lo es mt' .
Es por esto que se puede decir que el juego ubica por un lado un sujeto, el niño
que juega y por otro l a pérdida de un obj eto, el niño mismo tomado corno objeto del
go ce del Otro.
Por último, un texto que nos permitirá susci ntamente relacionar j uego, fantasma y
estructura clínica, "Más allá del principio del placer"<12l ( 1 920). Eifort-da, el menta
do juego del carretel, surge sobre el fondo de la pérdida de la madre como obj eto pri
mordial, y pennite al n en ito sujeto en formación, darse placer en un momento de an-
,
80
El juego de la clínica
gustia. El juego aquí, como análogo al fantasma --en tanto frase que da cuenta de la
estructura--, serla la estrategia, el montaj e ilusorio con el que un sujeto se las arregla
para tratar de ubicarse en relación al deseo del Otro. De ser la marioneta dependiente
de las demandas objetales, se convierte en director de la escena. Montaje que le per
mite reducir a los límites del principio del placer, esta presencia parental que eviden
temente lo excede. El j uego aparece aquí señalado en su valor de pantalla del goce pa-
'
rental.
¡
En relación a la estructura diré brevemente que cada estructura clínica es la res
puesta que cada suj eto se da en relación a una pregunta fundamental: "¿qué soy para
el Otro?", ¿"Qué me quiere el Otro"?. La noción de p antomima es aquí oportuna,
puesto que la pantomima es un juego de oficio mudo, una suerte de "dígalo con mí
mica" articulado simbólicamente, que rige toda la vida del sujeto.
Los niños que tratamos, nos l legan cuando sus padres , baj o cuya mirada se sosti!:
ne el campo hídico, perciben el problema de sus nifl.os como dirigido a ellos. Ahf
donde ellos no pueden j ugar, algo se quiebra, y demanda tratam iento a un anal ista. Si
decíamos que la transferencia de l.os nifl.os se juega sohre los objetos parentales, estos
no pueden sostener el lugar de sujeto supuesto saber sobre sus niñ.os. El síntoma de un
hij o, que provoca angustia en los padres, y motiva la demanda, se les aparece como
recubriendo un saber oculto que el nifl.o esconde y se pide al analista descifrarlo .
Vemos regularmente que nifl.os por los que n o s consultan se muestran demasiado
incluidos --lo que es legible en el relato de los padres-- en el universo de los adultos.
No pueden jugar solos y correlativamente no pueden integrarse al universo de sus pa
res y j ugar con ellos.
En el tratamiento, el niño despl egará la posibilidad de no responder directamente
con su cuerpo a las demandas parentales, lo que da valor de acto a su j uego. El sujeto
niñ.o podrá excluirse de la escena en la que es jugado por sus padres sin saberlo.
Este campo de ficción delimitado, tiene reglas que le son propias y que no siempre
coinciden con las reglas de los j uegos; abstirdo sería entonces empecinamos en ha
cerle cumplir las reglas de los "j uegos de sociedad".
Retomando la pregunta del inicio, ¿cómo podemos ubicarnos nosotros anali stas en
relación a este jugar? Para decirlo brevemente, e l analista no es un espectador exterior
a la escena; su no inclusión conduce al quiebre de la fic ción. No es tampoco un tra
ductor de significaciones, que l l evarían a contar otro cuento sobre el cuento que cons
tituye el juego mismo. Es un "jugador de niños", que sostiene, se presta y se pone en
juego.
Quiero decir que este j uego se desarrol lará con el analista incluido ahí en la esce
na, y no ante la mirada de un adulto que sanciona si eso es o no un juego. Lo que es
importante porque pennite delinear nuestra ubicación como pares, y un "hacerse a la
par" corno algo exigible al analista de niflos.
fi
Freud, en "Múltiple interés del psicoanálisis" dice que "sólo uede ser pedagogo
quien se encuentra capacitado para infundirse del alma infantil" 13l. La cuestión será
descifrar en la secuenc ia de los juegos, o en la insisiencia de un mismo juego, qué es
aquello que se repite, es decir, aquellos sign i ficantes que aluden seguramente al dis
curso parental y poder inferir las reglas de ese juego, poder "ponerle un título a la es
cena " . Título en todo caso, no transmis ible, que deberá ser guardado celosamente por
81
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
82
El juego de la clínica
La transferencia en el niño *
Carlos Faíg
"La madre: Dí me l o de todas formas, Vladimir. .. , dímelo como lo dirías si valiera Ja pena decírmelo ...
Ernesto: Pues . . . estaría aquí, i gua l que estoy ahora, mirándote pelar patatas, y luego, de pronto,
te lo diría y ya está (pausa). Ya estaría dicho.
La madre espera. Pausa. Luego Ernesto grita.
Ernesto: Mamá, te dir ía, mamá .. mamá, no voy a vo lv er al colegio, porque en el colegio me ense1\an
cosas que no sé. Luego ya estarla dicho. Ya estaría dicho. Ya estarla dicho, haJa.
La madre deja de pelar. Pausa.
La madre, repite despacio: Porque-en-el-colegio-me-enseftan-cosas-que-no-sé .. .
Ernesto: Eso mismo . . . "
La lluvia de verana. Marguerite Duras
1 problema del j u ego. Desde las interpretaciones del juego de Melanie Klein -
E -que no jugaba demasiado con los nif\os--, pasando por Dolto --que trató siem
pre a sus pacientes niños corno adultos: les hacía pagar con piedritas, j uguetes,
les hablaba sin concesión alguna de lenguaje--, hasta la situación actual dominada por
una tendencia --en el ámbito l acaniano especialmente-- a reducir el análi sis de niílos
al de adultos, a establecer una continuidad entre ambos campos, el juego corno mate
rial y como sustancia del análisis de niflos resulta siempre más o menos descuidado en
provecho de otra dimensión.
En el lacan isrno actual esta situación compromete un problema de método, puesto
que si es cierto que el análisis de niños es semejante al de adultos, no hay nada que
aprender, y poco y nada que investigar.
Si el desarrollo va de lo desconocido a lo conocido no comporta consecuencias.
Para extraer consecuencias hay que recorrer el camino en sentido inverso. Hay que
empezar, entonces, por reconocer el problema que plantea el psicoanálisis de niños y
tratar de aproximar su especificidad.
I - Dos casos
a) Voy a comentar brevemente dos casos. El primero de ellos fue publicado en
"Nifios en psicoanálisis" (Mananti al, Buenos Aires, 1 9 89, pp. 1 27- 1 33). El autor es
Fraw;:ois Leguil, y el artículo l l eva por título: " ¿ Cura de un nilfo paranoico ? "
E n l a s tres cari l las iniciales encontramos datos y referencias generales a las psico
sis, a la psi quiatría de De Cl érambault, y al seminario l l I (Las psicosis) de Lacan. E l
relato d e l tratamiento, e n este artículo netamente dividido en dos, comienza en l a pá
gina 1 30.
83
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
Datos generales y motivo d e consulta. Fatah --tal el nombre del nifto-- es de ori
gen argel ino. Sus padres acuden a la consulta por la "enorme indiferencia que Fatah
manifiesta por las actividades escolares"(p. 1 3 0). Los padres tienen unos treinta y cin
co aftos. El padre es obrero. "Hombre secreto", reticente, según observa Leguil. A los
dos aftos de Fatah nace un hermano, y dos aftos después una hermanita. La cura trans
curre entre diciembre de 1 9 86 y octubre de 1 987.
De la iniciación del tratamiento hasta febrero. A l comienzo del análisis el nifto
di buja garabatos indescifrables. Algunas sesiones más adelante, imágenes difusas que
hacen pensar en "habitaciones, envolturas, un cuerpo humana atravesado por cifras y
letras imprecisas". Poco después quiere fabricar un libro. "Reúne y pega hojas de pa
pel" .
En febrero se produce una modificación notable, Fatah dice: "El cerebro es fasci
nante. Es dificil dibuj ar un esqueleto, porque hay que hacerlo sin decoración. ¿El
cuerpo humano forma parte del cerebro? ... Un bebé contiene un esqueleto, pero ¿qué
hace eso en la panza de una mamá? . . . "(pp. 1 3 0- 1 3 1 ).
Tono del tratamiento y preguntas. Desde allí hasta el fmal, Fatah se preguntará
por la naturaleza, la creación, el cuerpo, el tiempo, la gestación, el cerebro, las esta
. ciones. Dibujará árboles desnudos (árboles de invierno) aludiendo a su esqueleto. Pe
ro no obstante, antes que nada se trata de una investigación de la que hace participar a
su analista. No son preguntas a secas. Punto sobre el que volveremos.
Diagnóstico. Sin embargo, Leguil disuelve esta relación con el diagnóstico que
emite como pregunta en su título: ¿paranoia? (En rigor, es un diagnóstico entrecomi
l lado que, por lo que veremos después, tiene más valor de cita, por las comillas, que
de otra cosa). Ningún elemento avala ese diagnóstico. No hay alucinaciones verbales,
ni visuales --estas últimas, en el caso de la psiquiatria infantil tampoco bastaría para
justificar el diagnóstico: son relativamente frecuentes en niños no psicóticos--, no en
contramos fenómenos de automatismo mental, tampoco hay reticencia paranoica, ni
se ven perseguidores. Desde el ángulo semiológico, el diagnóstico es poco defendible.
Cons iderando el material psicoanalíticamente, no hay ninguna elucidación tran sferen
cia! del caso que permita hacer un diagnóstico de otra ín dol e . Y, en ese sentido, no
podría hablarse tampoco de neurosis o de perversión.
84
El ju ego de la clínica
tiene con el niño. Allí cabría tomar "paranoia" alterando un poco su significación
griega (=demente) y traducir la expresión como "conocimiento de lado" o "paralelo".
Pero hay un sentido menos accesible que conecta las tres carillas iniciales d�l artí
culo con el caso: ¿de dónde le viene esta idea? O mejor y en general y transferencial
rnente: ¿Cómo nacen las ideas? Esto sitúa, sin justificarlo, el encabezamiento y el de
sarrollo teórico al respecto.
Una vez cernida esa pregunta, se ve que el preguntar del nifio torna otra dirección:
Fatah interroga ideas-bebés. Por allí pasan los temas de nacimiento y muerte, el es
queleto como concepto de las cosas, y sobre todo, lo que gobierna el cerebro: "El ce
rebro del hombre programa todo lo que él hace: Pero tiene que haber alguien o algo
que gobierne cada cerebro ... " (p. 1 3 1 ). En ese sentido se despliega el esfuerzo clasifi
catorio de Fatah: el principio de clasificación está en la savia de los lápices.
Una interpretación. En relación con esto último, el analista interviene sefialán
dole a Fatah la palabra "desvitalizados" (los lápices se hallaban en ese estado) y se
producen entonces "la sesión del ciclón". "Apenas sefialo esa palabra, Fatah mancha
furiosamente el papel, lo llena con un garabato alocado y frenético y comentando su
prod ucci ón , dice: 'Es un ciclón, dej a a la gente sin abrigo. Los ciclones se inventaron
con una especie de turco que nadie conoce, que no se puede saber"'. La interpretación
corta el juego (es lo más común cuando se toma como modelo el análisis de adultos,
siendo, por otro lado, también muy común la forma de la interpretación: repetir una
palabra del paciente).
El j u ego . Pero, y aquí llegarnos al punto que debería cernirse siempre en el mate
rial del análisis de niños y a lo que nos interesa, ¿a qué estaban jugando, ya que algún
juego se ha interrumpido?
·Si atendemos al hecho de que Legui l cita textualmente a Fatah y a que el nifto
quiere en un momento hacer un libro, el juego sería hacer el Corán (lo que no deja de
remitir a las citas iniciales de Lacan --palabra santa--). Eri otro sentido, podrían estar
jugando al archivo o a la macanógrafa. Otra descripción: j uegan a darse importancia
( ¡ Qué preguntas hacen !). Otra: j uegan a inventar un mito del origen (En el principio
de todo está ... ), que no encuentran. También podrían jugar a realizar la Enciclopedia
Argelina (por ese lado, en efecto, se deslizan las referencias poéticas del nifto cerca
nas a los enunciados y el estilo del Corán). Esos juegos están más o menos presentes;
no obstante preferiría decir que juegan al nacimiento de las ideas, a ideas que nacen
como bebés. Y se ve, por esa vía, por qué Ja interpretación produjo un ciclón: "¿Qué
se te ocurrió'/ ¡ Ten és que dar cuenta de Jo que te viene ! " . Si seguimos esta linea en
relación a la escena primaria, los padres no son quienes tienen la idea de cómo se ha
cen los bebés, son los que n o ti enen ni idea de eso. La escena primaria, interrogada en
esa dirección no lleva a la idea de bebé, sino a una idea-bebé. Asl, las preguntas de
Fatah no son tanto por el origen de las cosas \:Orno por el origen de las ideas. Al co
mienzo hay ideas, aunque reenvfen luego, al origen de las cosas.
Esta dimensión converge co n el hecho -lo dije antes- de que no se trata de un pre
guntar a secas .¡ Hay una suerte de investigación en curso de la que el analista participa
i n v i tado por Fatah. El niflo le dice: "Lo importante entre tu y yo es estudiar el esque
leto . . . Para que sepas de qué modo un esqueleto crece y envej ece" (p. 1 3 1 ).
85
Psicoanálisis y el HospiUll Nº 2
desde un punto de vista técnico que no juega con el nifío, a lo sumo observa cómo di
buja.
1;:'
La unidad del psicoanálisis. Leguil piensa más b ien en un ·desarrollo a n i vel l el·
,
fantasma y para nada en el j uego. Por eso sosti en e , a pesar de citar antes la opinión en
contrario de Michel Silvestre, que el psico anál i sis es uno sólo y que su un i dad se jus
tifica en el deseo del analista: "Lo que está en juego es exactamente lo mismo (en el
análisis de nifios) pues la unidad del ps i co an ál i sis (esto recuerda un viejo título de La
gache) no se debe a similitudes fenomenológicas sino al deseo del analista, a su fun
ción en el sostén que debe proporcionar a la exp eri en c i a r egu la da de una transferen
cia. ( . . .) Un niño es un analizante de pleno derecho. ¡ También sabemos que los anali
zantes, aún siendo adultos, son niños cuando los s i gn i fican tes de su historia reapare
cen! "(p. 1 29).
Argumento este último, endeble por su circu laridad: reintroduce en la definición
lo que se busca delimitar. Debería advertirse que el deseo del analista, cuando aparece
de manera más o menos pura en el análisis de niftos, es angustiante. En este caso, te
nemos como ej emplo la sesión del ciclón. Esta es, por otra parte, la razón de que no
haya posib ilidad de interpretación d i recta.
De cualquier manera que sea, resultaría esperable una fundamentación trans feren
cia] del caso que elucide el deseo del analista. No hay nada de ello. Es este aspecto, lo
único que aparece -como expresión de deseos, meramente- es una mención tímida al
atravesamiento del fantasma: "Fatah se s irvió de lo que me dijo para modificar su po
sición en cuanto al saber ( ... ) ya no parece estarle vedado un horizonte de conoci
miento al que dirigir su i n te rrog ac i ó n en aq uel pw1to en el que el fantasma no l o sos
tiene" (p. 1 33). Suerte de lapsus, puesto que si hay algo seguro es que nada lim itaba la
86
El juego de la clínica
inte rro ga c ión de Fatah. El n i ño nunca sufrió una inhibición del con o c i m i e nto ; e n to do
caso, p a d e c i ó de un d es i n ter és extremo. Y en esto se parece al Ernesto de Marguerite
Duras. Ernesto, frente al c o legi o, decía: "No vale la pena", y daba media vuelta.
b) Reten i end o esta oposic ión entre fantasma y j uego corno cuestión teórica y téc
n ica, paso a l se gun d o caso. De ese material voy a tomar una secuencia de juego. El
texto se llama " Un deseo dejuguete", d e Marta B eisirn. F ue p ubli cad o por e l Ho spital
Españo l formando parte de una serie de cuatro c onferen c i as .
Secuencia del j u ego. Un j uego se rep ite en distintas sesiones. El niñ o se tira sobre
una alfombra (que no c ubr e todo el espacio d el c o n s ultori o y e s de pelo muy alto) ha
ciendo espamento y dando gritos y riénd o se . Dice que allí hay p lantas carnívoras. O :
" ¡ Socorro! ¡ S ocorro ! , ¡ las p l anta s carnívoras otra vez! " .
La analista le dice "Nosotras las plantas carnívoras estamos encantadas d e estar
acá porque nos gusta el alimento que nos cae de vez en cuando", tornando la voz de la
p l anta . Es lo contrario de una in terpretació n donde se señala algo más al l á del juego o
que el juego simboliza o expresa. Está más acá o e n el juego mismo. Por otro lado, <�s
una de l as formas de j ugar olvidadas (o reprimidas) por el a du lto . Parad i gmáti c a del
modo de jugar en muchos aspectos: se hace hablar al obj et o , se habla desde dentro del
j ugu et e . En es te caso, desde abaj o de la alfombra.
La secuencia prosigue. El n enit o dice: "Pero si las p l ant as carnívoras no comen
personas, comen insectos, lo vi p or televisión. ¿N o sabías?" . La analista d i ce : "Mirá,
podríamos ponerle un cartel que dijera: " ¡ Pel igro ! Zona de plantas carn ívoras, por las
dudas, aunque no coman más que inse ctos . . . " El niño dice: " ¡ D al e ! ¡ Dale ! " .
Con este cartel, que d esp ués n o s e h a ce, quedaría marcada J a entrada y sa l i d a del
juego, porque, además, el juego está intercalado con otros juegos. La sesión pro si gu e
con el niño dic iendo que v i o una p e l í c ul a prohib id a: Resplandor. (Conectado con Ja
p ro hi b ic i ón, el te rror, y s i él puede entrar o no).
J u ego s u p uesto. P ero más allá de esta construcción del tipo "No le entra", lo im
portante es que que da supuesto un j ue g o : e l de dej ar con hambre, dejar insatisfecho.
En ese sentido, la tarea con niños no g i raría, tomando corno m o de lo es te cas o , so
bre una i n terpr etac ió n de la oralidad (los deseos retal i ativo s li ga dos al sadismo oral, la
d e v o rac i ó n , y l o s p ro b l e mas de ap ren d izaj e como i n c orpor ac i ó n) , o sobre l a po s ic i ó n
d e l anal ista como obj eto oral -clásica en el sentido lacan i ano: c o n str ucci ó n re tro a ct i va ·
87
P'icoanálísis y el Hospital Nº 2
del SSS a partir de la posición del analista como obj eto-. Aquí lo supuesto es un juego
y no un objeto o una fantasía. Así como l a interpretación deja lugar al juego, l a trans
ferencia no se produce por Ja instalación del obj eto en el Otro (en el analista) porque
la transferencia (lo que está supuesto y funciona como SSS) es un juego que se jugó
sin haberlo sabido.
La trans ferencia se produce en la suposición de un juego (de una regla de j uego),
del que el analista participa dificultosamente y con bastante resistencia.
No hay continuidad entre anál isis de niños y de adultos. Este modo de presentar
las cosas amenaza la continuidad del campo del p sicoanálisis, ya que, en efecto, ha
brfa que reconocer que Ja experiencia del análisis de niños es discontinua en diversos
aspectos. El nifto no adquiere la s i gnificación de la operación analftica, no es afectado
por las consecuencias de Ja caída del saber. Uno no podría preguntarse por qué Jua
nito no fue analista.
88
El ju ego de la clfnica
89
Los casos1
la psicosis,
la internación
«El humano está afligido, si puedo decir, por el lenguaj e. Por ese len
guaj e que lo aflige, suple a lo que es absolutamente insoslayable : no
hay proporción sexual en el humano»
E
ste trabaj o surge a partir de un material clínico que nos llevó a pensar diferen
tes cuestiones en relación a la homosexualidad femenina y Ja hi steria. Intenta
remos dar cuenta de estas, intercalándolas con recortes clínicos tomados del
mismo. Quisimos hablar de homosexualidad femenina, nos topamos con la histeria.
Hablamos entonces de histeria. Nos topamos con la homosexualidad. ¿Qué decir en
tonces? Q uizás algún punto las una. Quizás ...
En el momento de la consulta, Victoria tiene veinte años. S u malestar y sus inte
rrogantes no giraban en tomo a su sexualidad. Ella era una muj er, enamorada de otra
mujer. Aquello que le molestaba era la marginalidad a la que ·esta elección la conde
naba. Su "parej a" -como ella dice- tiene también veinte añ.os y es una íntima amiga de
la infancia. Confiesa despreciar a los hombres. Hombres que, como su' padre, traicio
nan, son infieles y abandonan a sus mujeres. Mujeres cuyo destino es ser santas y pa
recer putas o ser putas y parecer santas (lugar donde coloca a su madre).
Los hombres le gustan pero no sirven. Ella ya lo comprobó. A las mujeres las
· ama. Quizás no sirvan pero . . . ella quiere demostrar que sf.
La Otra m ujer
Lacan sostiene que la relación sexual no existe. Lo que hay es la relación a l sexo.
Lo que no hay es el significante que permita inscribir un goce complementario entre
los sexos. Que no haya no quiere decir que no se busque. De esto las histéricas, cada
una a su manera, dan permanente testimonio. Recordemos las fórmulas de la sexua
ción: del lado mujer, la mujer no toda es. ¿Qué quiere decir esto?
Siguiendo a Lacan en el Seminario "Encare", decimos: no hay universal para La
mujer. No hay significante que pueda escribir lo universal de las mujeres. Esto le
otorga a la mujer un goce suplementario, goce que está más allá del falo. Goce del cu
al ella no sabe nada., no puede decir nada. Sólo Jo siente . .. cuando esto ocurre. Goce
al que sólo tendría acceso mlticamente el padre de Ja horda. Padre gozador de todas
las mujeres en tanto muerto. Por eso la histérica dedica grandes esfuerzos sintomáti
cos para sostenerlo, siendo la i dentificación al padre y lo imposible del universal fe
menino la base de dicha solución.
La mujer no toda es. Ella está también suj etada al falo pero "algo" se le escapa,
algo que está más allá del discurso, algo que es un plus de gozar. Este algo que, al de
cir de algunos, la encuentra "con un pie acá y el otro allá" .
Recordemos a Dora. Identificada al Sr. K. (quien desea en ella) toma esta identifi
cación como vía sintomática para mantener su pregunta: ¿Qué es una muj er? Si se
pregun ta es porque no lo es. Dora cree que la1 Sra. K. tiene la respuesta, encama para
93
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
ella la Otra muj er, aquella capaz de saber algo acerca de lo imposible de ser dicho: el
Otro goce. "La hi stérica ofrece Ja mujer en Ja que adora su propio misterio, al hombre
del que toma el papel sin poder gozarl o " . Dice Lacan: " Incansablemente en busca de
lo que es ser una mujer, no puede s ino engañar a su deseo puesto que este deseo es el
deseo del Otro". Deseo del Otro que angu stia obligando al neurótico a defenders e.
¿Cómo se defiende? Con su síntoma. Síntoma que insiste para intentar tapar Ja falta
en el Otro. Falta de la cual el neurótico no quiere saber nada.
Volvamos al caso: Victoria se queja de que las cosas con su parej a no marchan
armónicamente. Carolina le exige cosas que, al ser dadas, nunca son lo que pedía.
Uno podria decir: allí donde su partenaire hace surgir algo del orden del deseo, Vic
toria lo rebaj a -sin saberlo- al registro de la demanda. Lógicamente, nunca encuentra
el objeto para satisfacerla.
Nos parece pertinente diferenciar estructuras cl íni cas y elección de objeto. Es
tructura lmente en Ja histeria existe la Otra. Otra imaginarizada en muchas, en algunas
o tal vez sólo en una. Es una cuestión de " estilos". Sin embargo existen diferencias.
Para algunas con identificarse virilmente es "suficiente " . La Otra queda así garantizada.
Frente a la pregunta que implica el deseo, Ja respuesta está dada en el objeto de su
elección.En el caso de Ja homosexualidad, la elección recae sobre una mujer, es decir,
cuando enfrenta al otro sexo, ¿qué encuentra? Lo mismo que aporta.
Si, al decir de Lacan, es "natural" amar a una mujer ya que, imaginariamente está
ij'
castrada, podríamos pensar que la dialéctica es la misma: el falo también está oculto.
No tras un pene, sino tras una ausencia de pene.
Sobre el amor
"Yo sé que un hombre y una muj er no pueden complementarse, porque están edu
cados completamente distinto. No puede ser del todo leal, del todo verdadero . Y de
esto estoy segura. Que un hombre ande con un hombre está bien., porque son los dos
iguales, pero que wrn mujer se tenga que bancar un hombre con otra formación . . . es
inhwnano " .
Se podría decir que Victoria en un punto tiene razón: denuncia la no compl emen
tariedad de los sexos.
Frente a esto, la salida puede ser otra. Abordar a una mujer por la vía del amor.
"Amor que es siempre impotente aunque sea recíproco porque ignora que no es más
que el deseo de ser Uno, lo cual nos conduce a la impos ibil idad de la relación entre
los sexos"(J. Lacan)
Se puede divinizar a una muj er dándole lo que no se tiene, investirla de bri l l o fáli
co mediante este instrumento: el falo que falta. El paradigma de esto sería e l amor
cortés, en tanto pivotea sobe este dar lo que no se tiene.
Victoria pone dos condiciones para investir un obj eto: que no tenga pene y que sea
femenina. Esto posi bilita, por sobre todas las cosas, amarla locamente.
Para final izar, podríamos pensar que más allá de l a elección de obj eto sexual, la
cuestión versa sobre la misma problemática: in tentar saber algo sobre este Otro goce
1 imposible de decir, la respuesta a qué es una muj er.
Frente a esto,'. en la h isteria, al menos dos sal i das posible s: la vía del deseo y la vfa
del amor.
94
Los casos, la psicosis, la internación
Andrea Berger *
l médico clínico me infonna "tengo un caso para vos, está en el box. . . " La pa
E ciente había ingresado horas atrás con un cuadro de " ahogos " . El Dr. M. le pre
gunta: " ¿ Qué te pasa? ". Ana le cuenta que es alérgica al agua. -"¿Al agua?".
Esto imp lica que cada vez que se baña se enroncha y que cada tanto se ahoga.
Entro en el box y me presento. Le pregunto por qué está en el hospital. -"Me aho
gué. Me pasa algunas veces. Me quiero ir". Intento hacerle algunas preguntas. No hay
despli egue discursivo. Decido comunicarle que se puede ir. Le aviso al clínico, quién
en el encuentro me reitera: - " i Viste qué caso raro!. ¿Le dis te un horario? ¿Necesita
verte, n o ? " .
E l Dr. M. n o encontraba signos q u e l e permitieran inferir l a presencia de "algo"
que motivara su intervención. Sin embargo, ¿por qué llama al psicólogo? Pregunta
que nos reenvla a otra: "¿Quién nos llama?". En este camino, debemos suponer que
algo de lo dicho por J a p aciente hace que el médico requiera de nosotros.
Ana introduce en su "alergia al agua" la vertiente de Jo enigmático. Donde el saber
médico no puede cubrir. Produciendo una hiancia entre un caso típico y un posible
tratamiento. Y es ahí donde aparece como recurso la figura del psicólogo. Llamado a
introducirse en un espacio de " incertidwnbre" . Requerido ahí, justamente, en el lugar
donde la medicina no puede dar cuenta. Clínicamente, es decir, desde los parámetros
con que se manej a la medi cina, la paciente no tenla nada. No habla nada que hacerle,
ninguna práctica médica, n ingún tratam i ento farmacológico. P ero algo Ja l leva a una
gu ardia . Y en este movimiento involucra a un Otro (en este caso el hospital) al que l e
p ido algo.
Nosotros podemos leer "vengo porque algo no anda bien, es que usted me puede
ayudar " . Punto límite del Dr. M. quien investido de todo su poder, como clínico de
una guard ia de un hosp ital como el nuestro, se encuentra frente a un inesperado "alér
gica al agua".
Propongo generar y sostener, en relación a Jos demás médicos, este lugár de "sa
ber qué hacer" con estos casos. Una táctica válida. J ue go de semblantes. Suposición
de saber. Porque nuestra estrategia es la transferenc ia, en el marco de w1a pol ítica, la
ética del psicoanálisis. La que nos obliga a maniobrar de tal m anera que e l único saber
será el del paciente.
Pero para aquellos que trabajamos en e l espacio de la guardia, sabemos que este
nos obl iga a poner en j u ego todos nuestros recursos. Y el primero, es e l de generar
una suposición de saber entre los médicos. Muchas veces para que el paciente nos crea
en la pos ibil idad de ayudarlos es necesario que el méd ico nos crea. Muchos pacientes
• R esidente d e 4º Año del Servicio de Psico p atologfa d d l f o ,; p i tal Cva Perón - San Mart í n . Pro
v i ncia de Buenos A i res.
* * Ateneo de la Ri;s i dencia de Psicología, 1 8/9/ f 992.
95
Psicoanálisis y el Hospiáll Nº 2
como Ana, nada saben de psicólogos, pero si saben de médicos, sí creen en médicos.
Podemos pensar que fue la palabra del médico y su transferencia a nosotros Jo que
generó alguna tenue demanda de nuestra paciente.
Cuando entro al box, Ana no escuchó mis palabras. No tenía lugar dentro d e · s u
mundo significativo. S i n embargo, al otro día, viene a buscanne y comienza u n a serie
de entrevistas. Regis trando asl un cambio de posici onamiento en relación a esta "psi
cóloga" que empieza a encarnar el lugar de un oyente discrecional. Movim iento que
propongo p ensa r como efecto de la suposición de saber del Dr. M. de que voy a ser yo
(ps ic óloga) el agente de un saber que le permita aclarar algo.
Desde este planteo me zambullo en el inicio del psicoanálisis y reencuentro de
esta manera la táctica planteada y sugerida para el trabaj o d e l a guardia. A contraluz
de Ja práctica médica se perfila un rayo luminoso que contrasta l a opacidad de l o que
por propia estructura la medicina no puede alumbrar. Y es ahí, donde cabemos aque
llos decididos a nadar en la mágica oportun idad que nos da " l a palabra" .
Escribe Freud de Charcot: " ... muchas veces le hemos oído afirmar (a Charcot) que
la mayor satisfacción de que un hombre podía gozar era ver algo nuevo, esto es, re
conocerlo como tal, y en observaciones constantemente repe tidas, volvía sobre la di
ficultad y el merecimiento de una tal visión pregun tándos e a qué podía obedecer que
los médicos no vieran nunca sino aquello que h ab ían aprendido a ver, y haciendo re
saltar la singularidad de que fuera posible ver de repente cosas nuevas -estados pa
tológicos nuevo�) que sin embargo eran probablemente tan antiguos como la huma
nidad mism a... " .
Genialidad pesquisada por Freud en Charcot, que focal iza nuestra mira: aquella
particularidad, novedosa y única que hace en cada sujeto hablante s u singularidad. Y
fue Ch arcot, un gran médico de la época, quien da la vuelta de hoj a en la historia de l a
histeria. Desde s u Jugar de autoridad científica, habilita un otro lugar, con otros recur
sos, para otra escena, fuera del cortinado de la simulación.
Fue el Dr. M. en nuestro ej emplo , quien desde su lugar, autorizó y reenvió a Ana a
otro espacio, dándole un estatuto que hasta entonces no había podido obtener en l a
medicina. A partir de la falta que reconoció con sus propios recursos y s i n una cegue
ra omn ipotente pudo escuchar que esa "alérgica al agua" valía corno metáfora.
En esta segunda parte intentaré dar cuenta del recorrido del síntoma e n s.u desplie
gue discursivo. Apuesta sostenida en la consideración d e que e l síntoma es una for
mación sustitutiva, o sea que sólo va a revelarse corno tal si en la asociación libre apa
rece como metáfora de otra cosa.
Para nosotros, es palabra amordazada, que debe ser liberada. Pero sólo podrá des
plegarse si hay " presenc i a de un analista". No olvidemos que el síntoma fractura al yo
que no sabe qué hacer con eso. Lo vive como "opacidad", como " en i gma". Es por la
vía del síntoma y su sin - sen t id o lo que motiva la pregunta a un Otro capaz de respon
der. El síntoma, entonces, es el primer engranaj e de la puesta en marcha del dispositi
vo analítico. La transferencia es su posibil idad.
Ana de 1 6 años, vive con r5 u madre Cristina (36 a.), su hermano Juan ( 1 3 a.) y s u
pad ras tro José ( 5 4 a.). En la primera en trevista dice: ", . . quiero saber quién fue mi pa
dre, lo estoy buscando pero se fue a España. . . " ". . . a veces no sé si me da osco mi pro
pio cuerpo, no sé si me gustan los hombres o las m ujeres, tengo novia pero . . . " ". . . mi
96
Los casos, la psicosis, la internación
padrastro me violó desde que yo era chica hasta hace unos años en que me empecé a
dar cuenta y lo denuncié. . . " ". . . a mi mamá también le pasó lo mismo con su papá.
¿ Qué raro, no? . . . Mi hermano no sabe si le gustan los hombres ".
Ana se pregunta: " . . . ¿qué hago en esta casa?. En otra entrevista: " ... mi padrastro
desde que lo denuncié me dice que soy una asquerosa, que a la vaca la sacás del
pantano y te caga una patada. . . "
El enoj o de Ana contra su padrastro es reiterado y abierto en casi todas las entre
vistas. En contraste aparece una defensa incuestionable frente a la madre. Hacia ahí
apuntaron mis primeras intervenciones: 1) Hacia la consistencia de la madre; 2) Hacia
el despliegue, en su mayor particularidad, del síntoma que la aquej aba.
1) Ana dice: " . . . ¿por qué me tuvo que pasar a mí? (refiriéndose a lo que le hizo el
padrastro) " ... haga lo que haga vuelve ... siempre hace lo que mamá dice. . . " Mis in
terven ci on es giran alrededor de las si gu iente s cuestiones:
-¿Por qué tu mamá lo deja
ba entrar?; -¿ Tu mamá no se daba cuenta?; -¿ Dónde estaba tu mamá? An a responde
a una de estas intervenciones mías diciendo: " . . . si mi mamá se iba con nosotros podía
quedar seca. . . " Le pregunto qué significa esto y me dice: ". . . muerta, él la amenazaba·
con matarla. . . "
Ana comenta que su casa está cerrada con candado pennanentemente. Todo el ba
rrio sabe que José es "chorro", que trafica y consume drogas. " . . . él
sabe que nosotros
sabemos . . . nosotros nos hacemos los que no sabemos ... yo observo todo ... veo
cuando está drogado . . . él no sabe que nosotros sabemos. . . " -¿Sabe o no sabe? "Sabe
que sabem os, que hacemos como que no sabemos pero mi problema es lo que hizo mi
papá conmigo. Me perturba constantemente lo que me pasó. . . "
Frente a reiterados pedidos míos de que me diga qué pasó, Ana no puede articular
palabra, sólo ponerse col orada: " . . . me da asco de mí misma por lo que pasó ... me da
asco todo él, que me hable, que me mire . . . a veces m e gusta mirar, a veces miro para
otro lado... " (También hace referencia de que le cuesta sostener la mirada en sesión).
" . . . en la familia de mi mamá quieren tapar todo, hacer como que no pasó nada... que
le haya pasado lo mismo que a mí a mi mamá. ¿Raro no?. . . como pudo se que mi
abuela no haya visto a mi abuelo? ... miro para otro lado o pongo cara de perro. Me
dice mi mamá que soy asquerosa por la cara de perro que tengo, ¿ es que no entiende
lo que pasó? . . . mi aba ve pero cierra los ojos. Ella se quedó callada.. . " En relación a
la m adre: " . . . sabe lo que pasó pero cierra los ojos. . . "
Ana sigue durante las entrevistas contando cosas "raras" tales co m o : " . . . me da ga
nas de comer carne cruda, o el dogui para los perros, mi mamá me dice cuando me
ve, no seas sucia. . . "
Fantasea cortarlo a J osé en pedazos, cortarle el aparato reproductor mientras le mi
ra la cara. También comenta que su perra tuvo cría y que a uno de los cachorros
muertos lo descuartizaron con e l hermano: " ... /e sacamos el intestino, el cerebro, eso
sí, tratamos de no romperlo... " Y que guardó a l g un as partes en un frasco con fonnol
en su pi eza. Dice: " . . .yo soy machona, me gusta estar con los perros, salir con los pe
rros. . . "
2) La otra l í nea de intervención fue i m p u lsarl a a que despliegue en su mayor par
ticu l aridad su sí ntoma q ue s igu e la siguiente lógica: ". . . si l!Qro me ahogo . . . si mi ma
má se va de la casa puede quedar seca, muer/a... me dan palpitaciones cuando tomo
97
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
agua . .. cuando me baño me salen ronchas en todo el cuerpo todos los días . . me
.. 1
1
ahogo, aprieta el pecho. . . en el pecho tengo palpitaciones .
Las palpitaciones empi ezan a producirse antes de venir a sesión. Dice: " . . . el lunes
digo que no voy a ir.más, pero el viernes no puedo dejar de venir, me agarran palpi
1
taciones cuando vengo caminando. . . "... me gusta mucho el agua, el agua tibia, más
1
que el agua natural, si no tomo se me seca la piel... tomo dos litros y medio de agua
por día... cuando me baño me salen ronchas, me enroncho toda. . . " Le pregunto más
acerca de esto. "Me pongo colorada". Te ponés colorada. ¿Qué más te pone colorada?
Momento clave del tratamiento. Momento privilegiado. A partir de una interven
ción del analista, el discurso de Ana duplica la cadena. Dej a el cuerpo col orado para
pasar a hablar de aquello que la avergüenza. Pero ¿de quién? Dejemos que las asocia
ciones que continúan nos respondan, haciendo articular así las dos vías de interven
ción del analista: en relación al s íntoma y a la consistencia de la madre. Dict�¡(
"... cosas de mi mamá . . . " Frente al pedido de que especifique, relata una escena en 1�
casa de ellos donde se encuentran unos tíos a quien Ana no saluda (hermanos de la
madre, que tienen antecedentes de haber violado a primas de Ana) y donde la madre
le dice: " .. qué cara de perro tenés, qué asquerosa que sos por qué les ponés esa cara,
quién te pensás que so, por qué no saludás, ni los mirás . . . Ana: ". . .yo no los saludo
11
por la indignación de que esos sean mis tíos". ¿Quién es la asquerosa, quién no mira?
En la sesión siguiente comenta que no ha tenido palpitaciones al venir, que esta
semana no se puso tan colorada al bañarse. Aparece un nuevo dolor de mandíbula. Si
gue diciendo: " . . . a mí me gusta parar la oreja ... me gusta escuchar. . . en el barrio
siempre dicen ahí va el hijo del chorro.. . a veces uno ve lo que uno quiere, por ejem
plo que José se droga... juego a que no veo... enseguida me pongo colorada" ¿C uán
do? - " . . . cuando veo lo que tengo ganas de ver. . . " Le pregunto más sobre eso. - " . . . por
ejemplo que tengo un padrastro chorro... "
Final
98
Los casos, la psicosis, la internación
99
Psicoaná lisis y el Hospital Nº 2
Jacques Lacan titula uno de sus Escritos: "De una cuestión preliminar a todo tra
tamiento posible de la psicosis". Dice cuestión desde e l momento que se debe antepo
ner la pregunta por el tratam iento a toda enunciación de un tratamiento posible. Se
debe partir del · punto en que la psicosis es una estructura subjetiva, esto implica una
de las fonnas del sujeto d e situarse e n relación al Otro.
¿Hablar de tratam iento posible es hablar de psicoanálisis? El abordaj e teórico des
peja esta diferencia; se trata de lo posible de dar cuenta por el lenguaj e . La ausencia
de un dispositivo analítico para las psicosis l l eva a pl antear un tratam i ento posible,
que por supuesto no puede ser cualquiera.
¿Cómo intervenir?
100
Los caso_s, la psicosis, la internación
( 1 2) ! ,as referencias a la verdad de los delirios son varias en la obra de S. Freud, y su sentido se
mod ifica de acuerdo a su aplicación: O. C. T. 1, pag. 226-8 y 244, T. 1 1 1 , pag. 1 8.1, T VI, pag.
2 4 8 r. I X . pag. 80. T X V I I I . pag. 226, T. X X I I, pag. 1 9 1 , T. XX!ll, pag 1 29-3� > 267
.
101
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
Sobre la internación
Posibles incidencias subjetivas
E
ste trabaj o nace como interro gación acerca de los efectos cllnicos producidos
por la internación en un hosp ital psiquiátrico, sobre algunos pacientes con los
.
cuales trabaj amos. Nos preguntamos cómo incide la internación en un mo
mento de urgencia subjetiva; si es posible que una internación pueda tener efecto de
camb io en determinados momentos de la vida de una persona. En principio, debemos
interrogamos acerca de cuáles son esos momentos: crisis, urgencia, emergencia, des:
compensación. . . Distintas denominaciones que responden en el mej or de los casos, a
concepciones teóricas paralelas y enfrentadas, o bien al uso de términos que no son
nunca del todo explicitados.
Tomemos el término "descompensación". Supone que algo compensado, equili
brado se topa con un punto en donde este equilibrio, un j uego de fuerzas que no pro
duce n ingún ruido, se desbarranca. El objetivo de una posible internación sería enton
ces el de volver a hallar este equil ibrio perdido: por ej emplo, si el paciente llega a l a
institución c o n ideas auto-referenciales y alucinaciones auditivas, internado entonces
por su descompensación (ya que este "cuadro", antes, no existía), una vez que estos
fenómenos remiten, es externado. El paciente que viene traído por sus familiares o
vecinos, porque algo extraño había irrumpido dej ándolos sin respuesta, podríamos de
cir que es igualmente llevado, siendo (en el mej or de los casos) el mismo que antes.
Compensación - descompensación - compensaci ón.
El t é nn ino "urgencia" es el que nos permite elaborar un andamiaj e conceptual
acorde a la forma en que pensamos nuestra práctica. La urgencia, corno la descom
pensación, implica un ruptura; pero diferenciándose de ésta, no lleva implíc ita la idea
de un punto justo de equilibrio al que se deba retornar (como sí lo hace "des
compensación " , palabra que siendo el negativo de otra, nos da la idea de un círculo
infinito, espejos enfrentados sin salida). Aunque desde el punto de vista de un discur
so biologista, el concepto de " urgencia", se emparenta con el de "compensación - des
compensación": la urgencia llama a la acción inmediata, a la respuesta eficaz sobre un
cuerpo, en sus funciones orgán icas. El técnico no atiende en primera instancia a las
causas del mal, deja la causa para un tiempo posterior. Pero si entendemos la urgencia
como "urgencia subjetiva" , este concepto se hace solidario con nuestra concepción
del sujeto que trasciende la lectura biologista: es el momento en donde la palabra no
se articula por el hablar, en un sujeto cuyo armazón es significante. Momentos de
ruptura de l o que ordena en un sujeto la posibil idad de decirse, de tener una versión
de sí mismo: el suj eto se ve desbordado. Desborde ahogado en el si lencio, el grito, el
llanto, el pasaje al acto o el delirio, como alternativas.
102
Los casos, la psicosis, la internación
¿¡Qué pasa cuando, en estas condiciones, e l suj eto es int�rnado? En princ ipio, su
ponemos que la decisión de efectuar d i cha internación está por fuera del terreno de la
necesidad. No hay situaciones en donde internar sea "necesario"; es si empre una
apuesta, desde donde se lo quiera pensar. Cuando se interna a un paciente, se esperan
distintos efecto s: que reciba rigurosamente una medicación, que se lo controle clfnica
y ps iqu iátricamente, que esté cuidado por personal idóneo, que se alej e de un am
biente que suponemos más que problemático, etc. S in desechar la validez de cada wm
de estas posibil idades, nuestro ánimo es e l de pensar l a internación como pos ibilitante
de un cambio subjetivo.
Una paci ente anuncia: "Aquí estoy, marcada después de la internación, como si
fuera una persona más. . . bah, la gente de la calle me ve como una persona más, pero
yo soy una persona más que estuvo en el verano internada". El terapeuta nos dice que
esta paciente, después de su internación, pasa de l a ingesta de cocama como reacción
ante situaciones familiares insoportab les, a l "ponerse triste", sentimiento novedoso
que permite un cierto trabaj o elaborativo.
Otra p aciente toma a su terapeuta como portador de una verdad que ya no puede
desconocer: "A vos no puedo m entirte; vos viste lo que me pasó (en relación a ciertos
pasajes al acto). Si fuera a otro, yo se lo podría contar todo como si hubiera sido una
linda aventura, como si no m e hubiese nunca angustiado . . ". Un tercer paciente, luego
.
captura sin l í m ites en su relación con su madre: "Desde m i internación estoy cambia
da, hago más mi vida sin darle tanta bola a mi mamá. . . Antes hablaba con las mismas
palabras que ella. Ahora no quiero ni hablarle. A n tes, cuando discutían con mi papá,
ella me miraba para que yo hiciera algún gesto cómplice. El otro día discutieron, y
yo me fui . - " . Este "antes y después" no es de n i ngún modo verificable en la totalidad
.
de los casos. Que este pasaj e tenga o no consecuencias, depende del momento del pa
ciente y del trabaj o que se haya realizado d urante su estancia en l a institución.
No es nuestra intención trabaj ar los criterios de internación. Los hay explicitados,
los hay reglamentados, y también aquellos dichos en fonna de imperativos (sin que
nadie sepa de dónde v iene la orden); nunca las reglas abarcan la totalidad de los casos
particul ares. Nuestro campo queda entonces acotado a pensar qué puede o no produ
cirse en la efectiva internación de un paciente.
Partimos entonces del hecho d e que una internación es w1 corte con una situación
que venía transcurr iendo. Se establece, de modo bruto, llano, un antes y un después en
la experiencia; al paciente se l e adj u d ica una cama, un número, un diagnóstico pre
sunti vo, un terapeuta, un plan de medicación, una reglamentación, indicaciones va
rias . . . se le da un lugar en un marco institucional, lugar del que antes carecía. Se lo
inaug ura como "paciente internado", designación nueva, impuesta por este O tro al cu
al pasa a pertenecer, q ue sin duda lo v i o l enta con éstos "nombres comunes " , un Otro
que lo desea anón imo. Es un mo mento de transferencias múltiples y sal vajes, de la
103
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
ciente que sale de su internación descompensado, desde el momento en que una pre
gunta se abre, y ésta causa un trabaj o .
104
Los chicos
del
análisis
<< . . . es por relación a este j uego j ugado con el padre, este j uego de quien
pierde gana, si puedo decir, que el niño puede conquistar la fé que de
posita en él esta primera inscripción de la ley. »
107
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
niflo, éste part icipaba por entonces indiscriminadamente de las actividades de Jos
adultos.
Recién a partir del siglo XVII comienza a surgir el concepto de n ifiez, tal como lo
entendemos ahora. Esta divisoria de aguas entre niflos y adultos dej a para los prime
ros estos cuentos que llamarnos " infantiles". Cabría aquí preguntar: ¿por qué " cuentos
infantiles" y n o "cuentos para niños"? Muchos cuentos para niflos se han escrito des
de enton ces, y, sin embargo, no todos entran en la categoría d e los cuentos infantiles.
Lo que les d a su estatuto es que capturan al nifio y al adulto: algo de " l o infanti l", lo
oculto y lo misterioso logrará ser atrapado por el "érase una vez".
Si pudiéramos rastrear qué es lo que insiste, desde aquellos tiempos en que niftos
y adultos se reunían en espacios comunes a contar cuentos, hasta la actualidad, en
contramos como rasgo común al nifio, al adulto y a algo que ubicamos corno cuento
para ser contad o . La transmisión oral como privilegio de este encuentro entre un niflo
Y un adulto, introduce múltiples variaciones en la historia, ya que estos cuentos por no
ser de nadie son también de todos. ¿Pero estas variaciones deben ser atribuidas úni
camente al hecho de que se desconoce al autor? Encontramos que en otros cuentos,
como por ejemplo el "Pinocho" de Collodi, o "El patito feo" dé Andersen<4 l, recono
cidos por sus padres, abundan las modificaciones a los textos originales en las diver
sas ediciones Volveremos sobre ello a lo largo del trabajo.
.
108
-I:;óSchicos del análisis
109
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
110
Los chicos del aná lisis
carga de advertir: el hechizo finalmente caerá al dar las doce campanadas. Farsa que
se organiza en relación al deseo, que queda representado en una pérdida: el zapatito
de cristal, testimonio de que no todo ha sido farsa.
Uno queda en el baile y es recogido por el príncipe, el otro le queda a Cenicienta a
pesar de que se rompe la magia del vestido y la carroza. Así cada uno cree que el otro
tiene lo que a él le falta: metáfora de amor.
Como a diferencia de B l ancanieves, en este cuento siempre hubo lugar para más
de una, el fmal nos cuenta que también las hermanastras odiosas se casaron .
(7
Retomando a Freud ) diremos que Blancanieves y Cenicienta recorren d o s cami
nos que éste seftala hacia la femineidad. Derroteros determinados por la posición de
cada suj eto con respecto al Otro en este pasaj e que llamarnos de la madre a la ma
drastra.
Como todo cuento nos deja una enseí'íanza, una moraleja, en este caso una adver
ten cia para todas la bellas: no pregunten al espej o por la más, preocupensé por perder
el zapatito de cristal. Y colorín colorado, este cuento, por ahora, se ha acabado.
111
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
De la imposición a la construcción
Sara Wajnsztej1!' *
L
a reflexión acerca del psicoanálisis con los nifios implica puntualizar y argu
mentar algunas cuestiones y dificultades inherentes a nuestra. práctica. Una ya
histórica preocupación consiste en definir la pertinencia del psicoanálisis con
infantes; en ese sentido convengamos que no se trata de una disciplina autónoma, sino
que sus soportes teóricos son los del psicoanálisis en general.
, En relación a estos, comencemos planteándonos que "no hay clínica psicoanalítica
sin ética"º l . Es a partir de la ética del psicoanálisis que quisiera compartir algunas
ideas respecto de la clínica.
"Cuando decimos ética del psicoanálisis, tal como lo afinna D. Rabinovich, se
trata precisamente de esto; no de la ética del psicoanalista, ya que 'e/psicoanalista ',
como 'la mujer ' no existen; pero sí hay 'el psicoanálisis '. Y si hablamos de psicoanáli
sis hablamos de discurso: vale decir: sólo hay ética de un discurso". (l)
Es el lugar que ocupa el nifio en el discurso de los padres el motivo de mis inte
rrogantes. Esto nos envía a retomar la temática de los ideales y el bien. El bien enten
dido desde la perspectiva de los ideales aparece como contrario al despliegue del psi-
·
coanálisis.
El análisis es la experiencia que da su máxima importancia a la función fecunda
del deseo como tal. Podría decirse que Freud en su articulación enuncia la génesis de
la c!imensión moral arraigada en el deseo mismo.
No debemos confundir la propuesta freudiana con Ja liberación naturalista del de- ·
seo ligada a la filosofia del siglo XVIII; donde la experiencia del hombre d e l placer se
presenta unida a un ideal que ha tomado las vías más acentuadas en el sentido del li
bertinaje, incluso del erotismo; para luego percatarse que entrafia una nota de desafio,
"Dios como autor de la naturaleza es co11Vocado a dar cuenta de las anomalías más
extremas, cuya exigencia nos proponen el Marqués de Sade y otros". "Quien se so
mete a la ordalía vuelve a encontrar en último término sus premisas, a sab er, el Otro
ante el cual esa ordalía se presenta, el Juez a fin de cuentas de la mism a". (J)
La experiencia freudiana platea los "orígenes paradój icos del deseo y el carácter
de perversión polimorfa de sus fonnas infantiles". Es a partir de esto que algunos
analistas han intentado reducir esos orígenes paradójicos para mostrar su convergen
cia hacia un ideal de armonía. Se trataría de una "domesticación del goce perverso
fundada en la demostración de su universalidad y su función".
Aquí podríamos recordar los ideales analíticos que al decir de Lacan "florecen
abundantemente". El primero es el ideal del amor humano, ligado a la genitalización
del deseo. Es el ideal del amor genital, una suerte de "higiene del amor" articulada a
una relación de objeto satisfactoria cuyas versiones modernas serían el "imperativo
orgásmico" tan bien ilustrado por los pintores surrealistas en la " Parada amorosa" o
"El pequeño carburador". !
• Integrante del Equipo de Cl ínica de N i ño� del Centro de Salud Mental Nº4.
1U
Los chicos del análisis
113
Psicoanálisis y el Hospital N° 2
114
Los chicos del análisis
115
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
La muerte en transferencia **
Graciela Mouzo *
Q
uiero compartir algunas preguntas que me fueron surgiendo durante la que fue
mi primera experiencia como "practicante de niños" (hasta ese momento me
ocupaba sólo de adultos, incluyendo el campo de las psicosis), experiencia que,
además, se desarrolló en el marco de una institución psiquiátrica. Es la historia de un
encuentro, un múltiple encuentro, una encrucij ada entre una institución, una analista,
un n_i flo y los padres de ese niño.
116
Los chicos del análisis
solo campo, el de la palabra. Después de atender a Diego, los hice pasar al consultorio
u nos minutos. A la mamá le preocupaba el "p ilín" de su h ijo.
¿Por qué estos padres no entienden? "Es que los padres de los chicos psicóticos no
pueden cederlos", me explican en el equipo. "Hay que ser firm e ellos tienen su pro
,
pio espacio y no tienen que invadir el de Diego. . . " ¿Si no pueden cederlo, hay que
arrancarlo? "Hay que hacer un trabajo para que el niño sea cedido a la institución .
que funciona como tercero11 <2l .
Esta posición frente al niño y a sus padres fundamenta Ja práctica, y el analista de
be trabaj ar a reglamento, formando parte de un engranaje, como las líneas de produc
ción de una fábrica. As! la institución responde a la demanda social, quedando atrápa
da la demanda sin gular de los padres. "El psicoanálisis no puede practicarse bajo
ningún tipo de regulación adm inistrativa que desconozca o no acepte al analista co
mo único director de la cura. Los títulos: director, jefe, coordinador, supervis·or, etc. ,
no lo son de la cura y cuando se esgrimen tienen como objetivo seducir - reducir -
prometer - someter al analista y al analizante en el proceso de la cura" <3l _ .
Me ocupo de Diego. A él le preocupan Ja electricidad y los tubos de luz. Se pone
en peligro tocando los cables sueltos de los intenuptores de luz. Se l o prohibo y le di
go que los cables no se tocan porque si Je da electricidad se puede morir. Un día, por
fin, habían puesto tapas nuevas a los intenuptores. Extraf\ado sef\ala una tapa, le digo
que era verdaderamente pel igroso que estuvieran de�.tapados. Había termihado un
j uego con el que me provocaba poniéndose en riesgo, haciéndome cuidarlo. Inmedia
tamente toma a las fi guras que representan a una mamá y a un papá de un encastre
con los personajes de una familia, y los cubre meticulosamente, a cada uno por sepa
rado, hasta que quedan totalmente tapados con plastil ina.
Un día, en medio de sus intentos por alcanzar hasta los tubos de l uz, Je digo que
cuando un bebé sale de Ja panza de su mamá, la mamá da a IU:Z a ese bebé. Empieza a
jugar con vaqu itas y cerditas que tienen cachorros que toman Ja teta. Empieza a hablar
más fluidamente, sin entender, procuro no impedir nada.
Una maf\ana, antes de entrar al consultorio le dice a su mamá: " ¡ Vos andáte! " y
entra corriendo, agitado y emocionado.
Un par de meses después, la mamá de Diego muere sorpresivamente a causa de un
derrame cerebral . Cuando su hijo empieza a manifestar autonomía, cuando empieza a
vivir expresando sus deseos, su madre se muere. Esa muerte no es aj ena al tratam ien
to.
Diego viene a sesión arrastrando un ganchito de carnicería, atado con un piolln
por donde él lo suj eta, me dice que el ganchito sostiene a un muerto a l que arrastra
hasta el con su !torio. Me pregunta por los objetos que faltan pero cuya ausencia es
evidente por las marcas que produjeron cuando estaban (picaportes, vidrios de venta
nas, apoyabrazos de pupitres). Pregunta: "¿Diego e malo? . . . " Más tarde quiere saber si
a la mamá la mataron con un revólver. Se esconde y me pide que pregunte ¿adó� de
·
está Diego?. Entonces él aparece con aire triunfante.
Un día se l l eva un soldadito. "Me llevo un muerto", me dice. Le digo que los
'
muertos se enti erran, que no es bueno andar cargando muertos.
U n a vez me pregunta si la mamá le va a pegar. -"¿ l'or qué te va a p egar? " . Inme
d i atamente se pone a j ugar con un tren "que se va solo a capilal".
117
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
118
Los chicos del análisis
119
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
fio soporta mitos y creencias del adulto. Adulto que se resiste negándole al niño su
condición de alteridad, su acceso al estado de sujeto sexuado, adulto que, "lo sabe pe
ro aún as f . . . " (B), prefiere creer en una infancia llena de inocencia. Muchas institucio
nes encaman el modo social de sostener esos mitos. Es en ese sentido, que se puede
afirmar que el hospital psiquiátrico, al imponer método> y saberes adultomorfos, tien
de areforzar l a resistencia del analista.
( 1 ) lván l l l i ch. Citado por M. Mannoni. Cuadernos S. Freud 2'3, Bs.As. 1 972.
(2) " Un dispositivo posible" - Fundamentos de la práctica en hospital d e día - Htal .T obar Gar
cía. Dra. S. Sosa · Dr. E. D. Friedman - Lic. M . Rol landelli - Lic. Y. Paz, 1 990.
(3) José Gran d in ett i - "Del ejercicio del Psicoanálisis" · Psyché Nº20.
(4) Sigmund Freud. l l isloria del movimiento psicoanalítico. O. C. B . N. T. ll, Madrid, 1 96 8 .
(5) Jacques Lacan - "Dos notas sobre el niño" · I n terven ciones y Textos, Manantial, Bs.As.
(6) Frarn,:oise Dolto - "La dificultad de vivir" · Ged i sa, 1 98 6 .
( 7 ) Maud Mannoni · " fl niño, su enfermedad y los otros" - N1 1eva Yis,i ón, 1 987.
(8) Octave Mann oni - " Ya lo sé, pero aún así " La otra .;scena. b aves de lo im aginario
Amorrortu, 1 973 .
120
Los chicos del análisis
Advenir Jugando
N
uestra formación como residentes comenzó en un hospital psiquiátrico. Esto
implicó, en la cllnica de las psicosis, un trabaj o en los limites del p sicoanáli
sis. La experiencia con niños, aún cuando est1 muy alejada del trabajo con
psicóticos, comparte sin embargo esta característica: la de un trabaj o en el limite. Es
to, en el sentido de que el psicoanálisis fue originariam ente pensado a partir de la clí
nica con pacientes adultos nemóticos. Este limite fue muchas veces obviado en la clí
nica de niños, lo que llevó a hacer una transpolación rápida, confundiéndose así, por
ejemplo, la sexualidad infantil y la neurosis infantil, reconstituidas en el trabaj o con
pacientes adultos neuróticos, con la sexualidad del niño y la neurosis del ni.110 .
Poder distinguir los conceptos implica lograr abrir tul espacio propio para Ja clíni
ca con niños donde las preguntas que surj an puedan ser sostenidas hasta el límite.
Lím ite que no es ingenuo ya que insiste en el hecho de que los padres consultan en
el límite de su función. Surge un enigma para el cual ellos no tienen respuesta.
Como p unto de partida se tratará entonces de admitir un niño. Admitirlo en la
dialéctica de un encuentro entre quienes consultan en el lugar de la conmoción de una
función y el analista, el lugar de la "posible respuesta", como depositario de un saber
sobre niños. Respuesta que al no llegar sostiene la pregunta, brecha suficiente para
hacerla jugar en acto, es de.cir con un niño en juego.
Mario tiene cuatro afios y es traído por sus padre al Hospital de Niflos. Dice el pa
dre.: "Esto que le pasa es un límite para mi"'. ¿Límite que tiene que ver con la castra
ción de los padres?
En un discurso donde las diferencias tienden a evitarse, Mario trae una diferencia
que los angustia: "Mario no es el de antes, es otro nifío". ¿Habrá lugar para Ja dife
rencia?
Mario está inh i b ido, no quiere ir a jardín, a fútbol ni a natación. No quiere estar
con sus pares ni con sus abuelos. Sólo quiere estar en su casa y, mejor todavía, pide
quedarse a vivir en una casa en medio del campo. No quiere separarse de sus padres.
Sufre de terrores nocturnos. Meses antes Mario era un niño extrovertido, realizaba
muchas actividades, programaba sus salidas. La madre dice: "Era el líder de los bra�
vos que pegaban patadas. Según la maestra todos lo se¡;uían a Mario, él era eljefe".
El padre de Mario sitúa como posible desencadenante del estado de su hijo, la lle
gada de un mensaje perturbador. En sus palabras: "Quizás algún mensaje, que a él le
llegó y que le hizo cambiar de actitud en la vida. Un mensaje como 'tus padres' se
pueden morir '".
Su madre, por su parte, relata como única expectativa previa a su nacimiento el
1
que "fuera sano". Expectativa que aunque cumplida, no pued� dej ar de verse sacud ida
ante mentiras de Mario que lo hacen aparecer como un falso enfermo: "Dice 'me duele'
Ul
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
para no hacer las cosas. Antes nunca se le ocurrió jugar con enfermedades. A mí me
preocupa que juegue con eso . . . Me llama la atención que un chico i11Vente enfermeda
des".
Los padeceres de Mario parecen situarse en una suerte de laberinto de espej os
donde las imágenes reflejadas ya no se sabe a quién corresponden y en el que los
mensajes que se emiten tampoco pueden situarse ordenadamente; cuando empiezan a
circular ya no se sabe bien quién es el receptor y el emisor.
Por ej emplo: ¿Los padres de quién se pueden morir? o ¿Quién es el que se va a
morir?. Llamativamente, el abuelo materno de Mario se llama Angel pero lo apodan
Lito, propiamente un angelito. Con respecto al abuelo p aterno el padre de Mario lo
describe como "muy espiritual". ¿Serán entonces los padres de los padres Jos que se
pueden morir? ¿Algo de la muerte los puede tocar a pesar .de ya aparecer muy celes
tiales?
Los padres de Mario viven la vida de su hijo como si fuese la suya propia. Dice el
padre: "Estoy permanentemente pensando, viviendo ·su vida". La madre dice de cuan
do lo vio por primera vez: " Cuando lo vi yo, era él" . Frase enigmática que quizás po
dríamos puntuar de forma diferente: " Cuando lo vi, yo era él", puntuación que la hace
coherente con el resto del material. Más adelante ella agrega: "En realidad me gusta
ba que fuera como hace dos meses atrás: medio reo y varón - varón Por más que nos
diera miedo por las lastimaduras". Nuevamente la aparición del temor ante la enfer
medad y la muerte. Estos juegos de espejos no son Jos más adecuados para hacer de
saparecer el peligro de la muerte. Cuando l a madre dice que p refería cuando su hijo
era " varón - varón", podemos pensar que al predicarse varón con Ja duplicación de Ja
misma palabra, reafirma que quiere un varón que se aj uste a sus ideales. Esto es, un
varón "activo", "j efe" y " re o "
. �
Aunque Mario haya podido encarnar y sostener el Yo Ideal incentivado por los
padres, en algún momento esta situación se quiebra. Hasta determinado momento él
era "eljefe de los bravos", en los juegos con sus pares. Pero no sólo es e l líder de sus
compafteros. Esta familia parece actuar como una pequefia masa en Ja que Mario ocu
pa el lugar de Ideal frente a los padres. Luego ellos sufren un "problema económ ico".
Por esa razón deben cambiarlo de una escuela privada a una pública. S e siente " ago
biados" y deciden "cerrar los ojos". S egún la madre en el nuevo colegio "No sabían
quién era Mario. Era sólo un número. La maestra se quejaba de la conducta de él".
A los padres de Mario no les cierran las cuentas. ¿Qué lugar ocupa Mario ya que
antes era el líder, por ende el primero, caído de este lugar? ¿ Será el segundo? En una
entrevista su padre comete un lapsus: "Mario es el segundo " . El segundo nombre de
Mario es el mismo que el de su padre. También como se gundo hijo está el hermano
de la madre quien según el decir de la m isma es pasivo e introvertido, o sea alguien
que no ocupa el Jugar ideal de "varón-varón " .
Hace un año los padres d e Mario tuvieron u n segundo h ij o . E s común que ante
estas circunstancias los h ij os más grandes pasen a un segundo plano fren te a los cui
dados que requiere el recién n aci do . Lo s p a dres deben conocer esto por su propia ex
periencia: cuando la madre tenía cuatro años (casualmente la edad de Mario) también
se produjo Ja l l egada de un nuevo hermanito en su familia; el padre por su parte es e l
segundo hijo en su fam i l ia y nace cuando su hennana tiene cuatro a ñ o s . Esta hermana
122
Los chicos del análisis
nunca volvió a ser la 'primera', él resultó "el h ij o mimado de la familia". En estas fa.
m i li as el segundo es el que desacomoda todos los lugares .
Es aquí donde parece j ugarse la d im ens ión del enga f\o más que en las mentiras de
Mario. Su nuevo hermano nace, pero todo el mundo trata de hacer como que este he:
cho no sucedió, o, más bien, que hay que negar que haya sucedido. Así, to do s se p o
nen a " compensar" y "se pasan de lado" haciendo a Mario obj eto de una febril aten
c i ón y o c upándo se de programarle siempre alguna actividad o salida.
¿Dónde podrá ubicarse Mario que corre e l peligro de pasar a s e r el segundo cuan ,
do los ideales que venía e n carn an d o son cuestionados por la maestra y los padre s su
fren una quiebra en su pre s ti gio narcisista? El es pej o se opaca p or un lado y por el
otro emp ieza a reflej ar i dea l es distintos de los sostenidos hasta ese momento.
Los oj os de los padres se cierran, pero el mundo sigue andando: Mario puede se
guir sosteniéndose en la m i sm a p osi c ión hasta que un a nuev a pérdida viene a actuar
de manera qu e r esi gn i fi c a a las anteriores y l e da efica c i a traumáti ca. Tuvo un nuevo
"cambio de maestra" en Ja misma semana que su herrrnm a cumple un año. Ahora sí él
y sus padres están listos para recibir el mensaje " Tus padres se pueden morir" y " Eres
el segundo" bastante distinto al de 'jefe" que h ab ía trata do de mantenerse.
Para no quedar estan cado s en una charla entre adultos vayamos a jugar c on Mario.
Durante todo el tiempo que duraron las entrevistas entraba acompafiado de su mamá.
Durímte las primeras entrevistas Mario realiza una serie de juegos en los que se
evitan las pérdidas y las diferencias: guerras entre bandos de p ers onaj es b u en o s y
m al es en las que l a perten enc ia a alguno de los bandos es intercambiable, y m udanzas
en las que los juguetes son atados para que no se pierdan, para que no los roben los ti
burones.
También durante las primeras entrevistas j u ega a que hay una p lan ta carnívora que
come y atrapa todo. Mario entra en posesión de una h e rram i enta que le pe1mite dete
ner a esta plantea: con una tij era la corta.
En lo qu e podríamos l l amar un segundo momento ·en el juego de Mario, estas fi.
gura s voraces desaparecen para dar lugar a un jefe en medio d e una l ucha entre dos
bandos. Con el pers on aj e del jefe Mario retoma un significante que aparecía en el dis
curso de los padres como lugar as ign ado que él debía ocupar. Cuando este lugar se
conmueve, sus co mp af\ e ros de j ardín se preguntan : "¿ Los jefes lloran ? " Mario dice
que el j efe no tiene m iedo porque tiene la espada. El >er jefe qu ed a remitido aqui al
ten er una es pad a Aunque esta espada parece como un recurso más que suficiente para
.
d efen d erl o del miedo, en la en tre vis ta s igui en te el j efe, aún con su es pada, ti en e m ie
do .
El j e fe es raptado y para res c atar l o ta an a l i s ta aporta el personaje de un mago, pe r
sonaj e que Mario retoma, mago que provee de armas po dero sas . A partir de esta in
tervención Mario puede empezar a sep arars e sale a jugar en los pasillos, o sea en otro
,
123
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
124
Prevención
prevenida
«Diré más, podríamos de manera paradoj a!, y aún más taj ante, designar
nuestro deseo como un no-deseo de curar. Esta expresión tiene el senti
do de prevenimos contra las vías vulgares del bien, tal como ellas se
nos ofrecen tan fácilmente en su pendiente, contra la trampa benéfica
de querer-el-bien-del-suj eto »
1
* * J ornadas l n terresidcncias de Salud Mental, Buenos Aires, Octubre 1 990.
* I nstructor de Resi dentes del Hospital T. Al varez y Médico Residente Extranjero en Paidopsi
q u i atrla de la Salp etriere, respectivamente.
127
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
128
Prevención prevenida
Por la misma razón, también hace posible el lazo social. Dice P. L. Assoun <6) : "En
Tótem y Tabú, era el mito de la prohibición que dividía al sujeto e instituía en él lo
social. Psicología de las masas ... es esta misma división puesta en práctica: los hijos
( . . . ) pasan a ser practicantes del padre idealiz.ado".
Si la experiencia analítica es universaliz.able, lo es como la potencialidad ofrecida
por el hecho de que, freudianamente, si empre hay sujeto (del inconsciente), resultado
de la represión originaria, que busca recordar los goces (de la madre, del propio cuer
po) que perdiera. Desde un comienzo el intento de reconstrucción narcisista se pone
en juego; lo volveremos a encontrar al final de la biografía y de la historia, en el hori
zonte que la ilusión dibuj a a las utopías; la completud, la promesa de felicidad eterna.
En la multitud, es el Ideal del Yo, ese túmulo metapsicológico que nos trae el recuer
do del Yo ideal del narcisismo infantil, t'._l que reserva un lugar al falo, significante del
goce perdido. Freud había descubierto la equivalencia simbólica falo-nifio. Es preciso
reconstruir al padre muerto para que, retomando, dé testimonio de que el goce del
grupo es alcanz.able. El objeto idealizado (el líder, el amo) no es otra cosa que el gran
fetiche, que la masa suscita para inmunizarse contra la castración, lo cual equivale a
sociabilizarla"(7). Se j uegan aquí tanto la libido narcisista cuanto la obj eta! (de la equi
valencia amor-odio primitiva al padre, que permite su retomo identificatorio. De aquí
surgirá el superyó como heredero al cual Freud mostrará, en la segunda tópica, englo
bando con lo categórico de sus imperativos al Ideal del Yo. Si, dice Freud en la "Mas
senpsychologie", el Ideal es la vía regia que conduce de lo individual a lo social, po
demos llegar a comprender los determinantes inconscientes de los hechos concretos,
históricos, culturales como las manifestaciones, en la realidad, de la idealización. Por
ella se socializa el sujeto del inconsciente. Con esta sencilla constatación freudiana
tenemos tendida la 'Qase para una praxis analítica doquiera que haya sujeto del signifi
cante.
La ética del psicoanálisis. Toda la experiencia del análisis, tomada desde nuestra
ética _del deseo, toca de cerca la experiencia de la muerte<8> . En el p lano de la cultura,
lo que Freud nos enseffa en el "Moisés. . . " y en su correspondencia con Einstein, es
que la violencia, la guerra continua, los chivos emisarios, le han sido secularmente
esenciales a nuestra civilización para la pervivencia del lazo social. Un líder que en
came el Ideal pide la sangre aj ena a los súbditos que --identificados-- gozan en la ma
sa. El trabajo continuo de subj etivación que (de la histeria a la Historia) busca el goce
en el forjado de ideales (la definición exacta del deseo) ofrece la característica princi
pal de la pulsión: la repetición, que exige representaciones. Hab lamos aquí de, Tána
tos. "A este trabajo del Ideal le hace falta un principio de repetición: el que , Freud
determinó al inscribir en el reverso del n arcisismo a la pulsión de muerte (. . . ) De esto
·
C9>
tomó nota en "El m alestar en la cultura" .
Si más allá del logro de los bienes terrenales el deseo insiste en alcanzar el objeto
perdido originario (la linea que va desde "Das Ding" del "Entwurf. . . " al estado de
completud del !ch Ideal, es retomada por Lacan con la noción de obj eto a) nos halla
mos frente a lo que Lacan llamará la "relación fundamental del deseo con la muer
te"(9>. Cuando falta el sostén simbólico --la ley del significante paterno-- para el de
seo, la silenciosa pulsión retomará a su fuente sin representación; vo)verá a su origen
orgánico como pura repetición. Y aunque no sea el significante del Nombre del Padre
129
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
el que falte, siempre habrá ocasión para este retomo, desde el momento en que la es
fí
tructura del len uaje es incompleta. Se har? el pasaj e del Ideal hacia el cruel impera
10> .
tivo superyoico
"Se advertirá, nos dice Assoun<1 1>, que no se aplica la pulsión da muerte a ci erto
'hecho social' (del discursos sociológico) sino que se muestra lo social mismo como lo
real de la púlsión de muerte, o más bien, de esa dialéctica eternamente fallida del nar
cisismo social. Ideal contra pulsión de muerte; esto bien podría ser el libreto cultural
fundamental referido a su trama inconsciente. ( . . . ) Y no existe otro medio que la idea
lización para gozar del l azo social". Esto ha de reconocerse como un universal que
autoriza al análisis a referirse al lazo social, fundando un sentido material de la histo
ria ... y los problemas de l a participación. Para ciertos sectores de las ciencias socia
les, las clases marginadas no son sino potencialmente suj etos sociales y es necesaria
una estrategia como la de APS para conferirles "actualidad". No obstante decimos que
el sujeto es desde el principio en acto, pues la lógica del significante no está parcelada
por clases sociales; precisamente, es lo que nos permite apostar a que los sujetos en
frentados a sus deseos cuestionen --a través de otros dispositivos ya no analíticos-- al
príncipe de tumo. O al menos su posición frente a él.
En 1 929, W. Reich' 12> hacía una reflexión magistral sobre el ascenso de Hitler al
poder, puntualizando que esto obedecía a un deseo de las masas. Con esto quedaba
claro -demostrado h istóricamente-- que la conciencia de clase, ideológica, cultural, no
responde mecánicamente a lo real de l a c lase social y a las necesidades económi cas
concretas; hay un factor con mayor grado de impredecibil idad,y -Hitler lo sabia bien
- de maleabilidad: la subjetividad, el deseo, cuyos obj etos cotidianos pueden manipu
larse. ¿No fue esto un fenómeno de participación popular, de "subj etivación social"?
Estos sucesos -que rememoran nuestra historia reciente-- nos ponen delante de cues
tiones políticas y axiológicas: ¿Qué grado y profundidad de participación se requiere
de los sujetos sociales, qué niveles de decisión son deseables democráticamente y
quién puede decir --salvo la comunidad misma-� la modalidad y los alcances del
cuestionamiento que la participación lanza sobre los problemas que la gente defme?
Como en aquel entonces, los esquemas sociopolíticos exclusivamente superes
tructurales o infraestructurales no pueden articular respuestas que superen la consigna
ideológica. Aún no le llegó el final a la Utopía ni al Ideal, la ilusión del Uno. El psi
coanálisis, en su concepto de "sujeto del significante" encuentra inmensas posibilida
des a su praxis (que no es la de un "análisis aplicado") en todo terreno y con cualquier
dispositivo, unificada por una misma ética. Pero también --y a esto aludimos con las
bases que la cultura halla en la pulsión de muerte-- el non plus ultra que nos vemos
obligados a aceptar si no queremos ser nosotros Jos violentos manipuladores . Ni más
ni menos que los de cualquier psicoanálisis .
Tomemos ahora el tema d e l poder, clave para quienes trabajarnos e n instituciones.
El padre idealizado, la representac ión psíquica inconsciente del poder institucional,
nos hace la promesa de l a unificación de lo fragmentado . En todo discurso que hace
cualquier poder concreto se captura en su lógica lo singular, p articular y disperso; se
lo amalgama y se segrega "lo otro, lo d istinto " . Esta, la función esencial del poder, es
1 ofr ecer el Uno (S1) donde los sujetos han de reconocerse. Hacia este lugar amo --que
lanza la cadena discursiva-- los sujetos alienan sus deseos (los yoes particulares del
130
Prevención prevenida
esquema freudiano) buscando el propio bien, pues del l íder se cree que efectivamente
lo posee. "El Amo -dice Gérard P ornm ier<13>_ al contrario del significante, que es lo
que representa a un sujeto para otro significante, es el que representa a un significante
para otro sujeto: El significante del goce perdido, el m enos-phi". Con lo cual detiene
el desplazam iento discursivo, o lo const:Jifíe a ciertas series enunciativas. Todo líder
es un impostor. Derri"t cráticos o tiránicos, representan en una escena montada ilusoria,
ungidos por el deseo de los otros, un goce que ni ellos ni los demás poseen (aunque
los tiranos crean que sf).
A un tirano que se arroga la función de significar a los sujetos de los cuales goza,
se lo puede abatir con un acto analítico si se trata del padre ideal izado inconsciente; o
por un acto político si lo que se busca es quitar a un llder del poder que usmpa.
Nuestra primera tesis sigue a "Massenpsychologie" sobre la profunda comunidad de
lo individual y lo social. De aquí se derivan zonas de acción posible teótico-prácticas.
Es lo que Foucault describiera como "la corpuscular imbricación del poder en la
subjetividad" . Desde aquí el psicoanálisis es político. Pero surge la pregunta que
afecta a toda disciplina: la de su práctica, su ubicación frente a los sujetos concretos.
El psicoanálisis --dice Lacan-- no necesita de otros discursos anexos para su acto( l4l.
Lo cual no significa que no pueda compartir l a tarea institucional con otrns saberes
que conforman diferentes obj etos. Lo que define al discurso analítico es su ética, soli
daria del descubrim iento del clivaj e subjetivo. En la praxis concreta, un anslista no
puede consagrarse a un apostolado militante de cualquier ideología, a riesgo de trai
cionar su ética. Por el contrario, como lo afirma León Rozitchner, siguiendo a Freud,
un analista no puede sino hacer, nec esariamente, .un psicoanálisis pollticoC15l, que sitµe
el dispositivo en instituciones, en las células de la vida social y política. Este es w1
movimiento histórico y se puede entrar en él como agente de cambio --·p ero, podría
mos decir como Freud sobre la curación--, por a.t'íadidura. Lo basal aquf es que "la es
pecificidad de la práctica analítica no proviene de ninguno de los campos en que se
C16l
aplica" .
Retomando el tema del poder, un analista puede decir que nunca se abolirá el he
cho de estructura. que determ ina estos movimientos de la vida política, la política
misma. Si lo social y económico son expresiones de Ja estructura subjetiva, ésta es un
componente infraestructura!. Un discurso eminentemente sociológico superestructura!
lleva a confundir necesidad y deseo al pensar la vida de las multitudes. Nos dice
AssounC17J que las ciencias sociales, al no tener en cuenta la división subj etiva. (opaca
da por la noción de "individuo" que convierte al hombre en deseante, incurren en una
"metafisica de los hechos y objetos sociales" (desubjetivizados) como causa de la vi
da política. Supresión por la cual retoma la ideología positivista, correlativa de la
captación del humano como objeto al servicio de la tecnocracia.
El psicoanálisis implica una ruptura contra esto; algo homólogo deberá producirse
en el campo de las ciencias políticas. "El so ciólogo tendrá que imprimir una torsión a
su discurso, para mostrar lo que el síntoma relata; no la existencia de inconscientes
particulares sino la incapacidad de las formaciones ni fas que advienen para regular
las fuerzas activas. (los deseos sexuales) que se oponen al lazo social (.. .) .El psicoa
nálisis permite pensar prácticas sociales y antisociales que no pueden pensarse en
l Bl
términos de crisis socio-económica-política" ( _
131
Psicoanálisis y el Hospital Nº 2
Un s[ntoma conecta con una división estructunil pero está representado y trans
cripto históricamente. Invirtiendo a. Pommier: si lo social con su lógica distinta a la
del proceso ario puede leerse come un síntoma, el síntoma es el fundamente del lazo
social. En esta dimensión debe (el imperativo tiene todo su peso aquí) ponérselo a
producir, sin ocluir su tránsito aconsejando un "recto camino" previo al surgimiento
de los suj etos por el significante de su deseo.
Se presenta aquí el problema común --estructural-- a todas las estrategias de parti
cipación comunitarias: para contribuir a un cambio generado en una voluntad colecti
va que implique una conquista en relación a la distribución del poder social hace falta
un agente externo, movilizador, al cual la comunidad le adjudica un saber. Mas, casi
indefectiblemente, aquél se presenta frente a ésta como un amo que define desde su
particular axiologfa, aj ena a ella, cuál es el "bien" que debe alcanzar. Decimos que
este dilema es un efecto estructural pues le alcanza la dialéctica del Ideal, que se ins
cribe tanto en la corona del líder como en los harapos de los súbditos. Para evitar
cualquier manipulai:ión desde una "vanguardia ideológica" o cultural, importa en
primer lugar la ética que preside el proceso de participación. Este problema puede ser
destrabado por la del psicoanálisis; el discurso analítico, como tal, hace lazo social,
percibe y actúa con el socius de fonna radicalmente diferente. de cualquier ética
adaptativa o de la interesada beneficencia.
Sin situarse explícitamente desde el psicoanálisis, Alicia Stolkiner definió bien lo
que pensamos debe ser la participación (ante todo la nuestra): "Nosotros nos limita
mos a iniciar el movimiento; la organización y dirección que siguen, las da la comu
nidad'.
Es una opción a las respuestas tecnocráticas ("planes de aj uste c o n rostro huma
no") poco interesadas en la participación popular profunda, dentro de las cuales ef po
der concreto intenta condicionar el deseo a determinadas representaciones de objeto.
En confluencia con el paradigma ético psicoana!Jtico la actual renovación doctri
naria de las ciencias políticas apunta a desli garse de la cosmovisión positivista. Una
de las piedras de toque es la teorización sobre el poder. De pensarlo universal y supe
restructuralmente atributo de una clase social qüe lo ej erce sobre otras (por ej emplo a
través de los A.LE.) se lo fragmentó y particularizó enlazándolo mi cropolíticamente
con los factores subjetivos. El poder no sólo reprime sino que brinda la posibil idad de
reconocerse y significarse en él. Funda hábitos, deseos, cotidianeidad, ingresa siempre
'.:fi
totalitario en la intimidad de los cue os, que no cesan de reproducirlo.
Foucault en diálogo con Deleuze 19l, afinna que los problemas mínimos en que la
decisión de la gente quiere intervenir cuestionando· el poder concreto: salud, educa
ción, trabaj o, ecología, derechos civiles de las minorías, son irritativos para los esta
mentos que, empefiados en la regulación micropolltica, no soportan la participación
real y manipulan hacia el aislamiento, la indiferencia y la masi ficación.
En las instituciones, el "psi" es requerido muchas veces por variantes de este dis
g
curso, como una suerte de garante es ecializado. Así o burocratiza su acción, o trata
de escapar del asunto escépticamente 2ºl. Lo que pennite al psicoanalista contribuir a
un cambio de esta situación nó es el "furor curandis" sino su posición ética, reservo
rio de su teoría especifica desde las cuales escucharemos la articulación significante
de un modo que se evidenciará el carácter de comienzo absoluto en el que surgen las
132
Prevención prevenida
verdades particulares.
Una manera de concluir: abrir desde aquí, otro debate. Si la ética del psicoanálisis
es, para Lacan, opuesta a la del amo de la ciudad, los analistas tenemos, también aquí,
la posibilidad de hacemos escuchar allí donde el cruce social de Jos problemas de la
salud se palpa con crudeza cotidiana. Uno de los medios es la confrontación con otras
éticas, por ejemplo, las del positivismo adaptativo que prefían algunas de las prácticas
qe la llamada "prevención en salud mental". Es posible discutir con detalle los con- ·
133
Psicoanálisis y el Hospital N' 2
134
L'osservatorio
El psicoanálisis en Brasil
Mario Pujó - Miembro fundador de Asociación Libre, Coordinador del Instituto Sig
mund Freud, Director General de la Sociedade Psicanalítica de Sao Paulo, pero so
bre todo, psicoanalista argentino residente en San Pablo desde hace más de quince
años, una de las personas más adecuadas para hablarnos del psicoanálisis en Brasil.
Osear Cesarotto - El psicoanálisis existe en el Brasil desde hace más de 60 afios. Aún
así, está todo por hacerse. Franco da Rocha divulgó el pensamiento freudiano a partir
de la década del 20 y desde entonces la referencia a Freud es habitual en la cultura.
Sin embargo esto no quiere decir que el psicoanálisis haya alcanzado el despliegue
que tiene en Argentina. Obviamente habrfa razones de toda índole -económicas, so
ciales, culturales, etc.- para expli car estas diferencias. Por eso el desarrollo del psi
coanálisis se produjo en ámbitos restringidos. Todavía hoy es frecuente que en algu
nas universidades ignoren su incidencia y su importancia. Hasta cierto punto esto
mismo se refleja en el denominado campo de la salud mental.
135
Psicoan á lisis y el Hospital N° 2
O. C. Una cierta apertura en Ja escucha, hace que Ja psiquiatría no sea lo que siem
-
pre fi}e, Jo que permite prever que tal vez en un futuro próximo una nueva generación
de psicólogos, médicos, trabajadores de la salud mental formados en las ideas de La
can intenten su extensión al ámbito hosp italario. Hasta el momento,. Ja presencia de
los psicoanalistas se ha limitado a una incipiente reflexión institucional, algunas su
pervisiones clínicas, y cierta tentativa creciente de repensar la dirección de la cura en
los hosp itales, por parte de gente joven en formación y en análisis, que sin procla
marlo quizás abiertamente, manifiesta los efectos de la progresiva consol idación del
discurso 'psicoanalítico. En parti cular en los ambulatorios y en los hospitales de día,
que substituyen poco a poco los antiguos manicomios.
137
Enlace y gestión
ENLACE Y GESTION
Htal. Alva rez: Lic. Walter Gutiérrez TE. 632- Htal. de Del Viso : Lic. Sheila Rell ihan TE.
1] 284/865-8601 - Lic. Elisabeth Maza TE. 703- (0320) 70307
1403 - Lic. Femando Mítolo TE. 361-6327 - Lic. Uoidad Sirnitaria Lomas de Zamora: Lic. Ge-
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861 -9340 TE. (021 ).44727
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783-7240 / 785-9584 TE. (023) 937878 - Lic. Vivía.na Rubinovich TE.
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nica García Barthé TE. 903-5455 Bariloche: Lic. Marcela Menassé TE. (0944)
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Htal. Pnrmenio Piñero: Dra. Silvia Herlyn TE. M a r del Plata: Lic. Rubén Bustamante (023)
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963-4590 (0257) 62646
Htal. Santojanni y Area Programática: Lic. Resistencia - Chaco: Lic. Eduardo Lilqjequist
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Psicoanálisis y el Hospital
Publicación semestral de practicantes en Instituciones Hospitalarias
Para integrae y extender la red de Enlace y Gestión comunicarse con la Lic. Alicia
Benjamín. Sanniento 1 949 - 4° " 1 4 " . CP: 1 044 Buenos Aires. TE: 953-4603/374-5765
NUMEROS APARECIDOS
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Editorial : Cupido y su arco Lo que se juega en un juego
Daniel Rubinsztejn
EN TORNO A LA ADMISION Etic::i en juego
Una cuestión de conceptos Elena Lacombe
Verónica Roma «Jugadora de niños»
La admisión en tanto operación Silvina Gamsie
Ricardo Scavino La transferencia en el niüo
Admitir la demanda Carlos Faig
Alicia B enjamín
La admisión: un campo de problemáticas LOS CASOS, LA PSICOSIS,
Diego González Castai'ión LA INTERNACION
La admisión en la institución hospitalaria Homosexualidad femen i n a e histeria
Osear Sotolano Marcela Nepito - Sanclra Petracci
Admisiones, pacientes y terapeutas Iris Prodan - Marina Recalde
Félix Alberto Tomkiewicz Claro como el agua
Geografía ele la admisión Andrea B erger
Andrea Cipolla ¿Cómo interviene el analista en la psicosis?
De Test-hij o en peligro al arroz con leche. Pablo Fridman
La clínica con niños Sobre la internación.
Silvina Espósito - Paula Katz Posibles incidencias subjetivas
Javier Tabalunan - Silvina Weis Claudia Greco - Fernando Rosenberg
¿Quién admite a quién?
La clínica psicosomática LOS CHICOS DJELANAUSIS
Mariana Diamand La historia sin fin. A ce rc a de cuentos infantiles
Admitir la psicosis Graciela Culetta - Viviana Garaventa
Sergio Strejilevich De la imposición a la construcción
Admitir de día Sara Waj nsztejn
Clara Alvarez La muerte en transferencia
fotern(alien)ación Graciela Mouzo
Rubens Romano Maciel Advenir jugando
Modos de lo inadmisible Adriana Trinidad - Kari1rn Rotblat -
Mario Pujó Gerardo Ortega
Una apuesta : l a des-admisión manicomial
Claudia Spinelli - Silvia Pérez PREVENCION PREVENIDA
La sutileza o las redes del entorno La inclusión del psicoanálisis
Mónica Dayan -por la vía de su ética-
Una admisión fallida - Ateneo Clínico en las insti tuciones y en la Atención
Presenta: Verónica Roma Primaria ele la Salud
Comentan: Benjamín Domb - .Osear Cesarotto Walter GutiéITez - Daniel Guel!er
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