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CURSO: 90003_165
TUTORA
2020
INTRODUCCION
Valiéndonos de la lengua oral y escrita para interpretar, adaptar y producir lenguajes vamos a
aprender sobre la Estrategia de comprensión lectora y por ende aplicarla a textos.
La escuela actual está en crisis. Es una crisis prolongada y profunda que cubre los diferentes
niveles y contextos. En el mundo se está repensando el sentido de la educación. En la básica,
todas las alarmas están prendidas sobre América Latina por los bajísimos niveles de lectura,
comprensión matemática y pensamiento que alcanza la mayoría de estudiantes. En la superior
hay grandes quejas de la sociedad por al abandono en el que las universidades han dejado la
formación emocional, la comprensión de los otros y las competencias para el trabajo en equipo,
la creatividad y el manejo de la frustración en sus egresados.
Ante estas generalizadas críticas han surgido, en varios lugares del globo, múltiples alternativas,
una de las cuales comentaremos hoy: la escuela en casa o ‘homeschooling‘. En la actualidad son
admitidas legalmente en 30 países y han alcanzado alguna divulgación en Estados Unidos, Rusia,
Francia, Italia y Australia.
La insatisfacción de la sociedad con la escuela es muy amplia y la capacidad de esta para
reflexionar y transformarse ha sido en extremo lenta, lo cual ha alentado a más familias a buscar
alternativas, como la escuela en casa o el proceso mediante el cual la educación se realiza por
fuera de los colegios y la dirección pasa a los padres, madres y posiblemente algún tutor
adicional. En algunas ocasiones se alcanzan a juntar hijos de un pequeño grupo de amigos. ¿Es
mejor la educación en casa que la que realizan los colegios?
Para responder a la pregunta anterior es necesario tener en cuenta cuáles son los fines de la
escuela. A grandes rasgos, son tres las finalidades esenciales de la educación básica. En primer
lugar, fortalecer las competencias comunicativas de niños y jóvenes: que hablen con claridad,
fluidez y coherencia; que alcancen niveles de lectura y escritura crítica; y que escuchen y
dialoguen con cuidado con los otros. En segundo lugar, garantizar que los estudiantes piensen y
reflexionen de manera independiente, que argumenten con criterio sus ideas, que comprendan los
principales procesos naturales y culturales, que puedan inferir unas ideas de otras; que piensen
sobre sus pensamientos y que reelaboren sus ideas. En tercer lugar, que se comprendan a sí
mismos y a los otros, que adquieran autonomía moral y sensible afectiva, que se sensibilicen ante
los problemas de los otros y que los tengan presentes en sus proyectos. Que descubran sus
talentos y que elaboren su primer proyecto de vida. En pocas palabras, que la escuela enseñe a
las nuevas generaciones a comunicarse, pensar y convivir.
La pregunta que asumimos como título de esta columna, en consecuencia, hay que reformularla:
¿Qué es más adecuado para enseñar a comunicarnos: la escuela o la casa? La respuesta es
evidente.
Para que las nuevas generaciones aprehendan a comunicarse de manera fluida y coherente, la
escuela tiene significativas ventajas frente al hogar, ya que la población es más diversa a nivel de
edad, ideología, religión, estrato social, contexto o figura. El colegio supera con creces a la casa
para enseñar a hablar y discutir a un grupo de jóvenes. Muy especialmente, por la riqueza y
versatilidad que ofrecen los descansos, los debates y las prácticas colectivas en deporte, arte y
cultura.
En lectura profunda, nuevamente el colegio brinda mayores posibilidades para conocer matices e
interpretaciones diversas. La riqueza de una clase de jóvenes discutiendo, analizando e
interpretando un texto es insustituible a nivel formativo. Lo mismo, las mesas de trabajo. Por el
contrario, son evidentes las restricciones que un medio como el hogar genera en el léxico, la
flexibilidad, la originalidad o la reelaboración de las ideas. Los niños formados en hogares
pequeños y relativamente cerrados, suelen tener dificultades en sus interacciones y presentan
lentitud en su desarrollo cognitivo y emocional.
Pero si son evidentes las ventajas para generar impactos en el desarrollo del pensamiento y de las
competencias comunicativas, la primacía del colegio es todavía más clara en lo que a
convivencia, trabajo en equipo, actitudes y formación de mejores ciudadanos se refiere. La
diversidad de caracteres, personalidades, contextos, ideologías, géneros y estratos sociales, hace
del colegio un espacio muchísimo más adecuado para formar ciudadanos flexibles, diversos,
democráticos, solidarios y respetuosos de la diferencia.
Precisamente por eso, los estudios latinoamericanos nos muestran que hoy tenemos una juventud
más flexible, tolerante y respetuosa de la diferencia, que la que teníamos décadas atrás. La
explicación es sencilla: como han vivido en un mundo tan flexible, respetan y valoran la
diversidad.
La situación es todavía más grave si se tienen en cuenta las sensibles debilidades que presentan
las familias actuales en comunicación, estilos de autoridad y límites.
Como señala Michael Levine, “tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que
tener un piano no lo vuelve pianista”. Y podemos agregar, tener hijos muchísimo menos
convierte a un padre en un buen profesor. La formación es una tarea en extremo compleja que
demanda competencias, de las cuales carece una buena parte de los padres.
Según la Encuesta Nacional de Hogares de Colombia en 2015, solo el 32 por ciento de las
familias está conformada por padre, madre e hijos y el 20 por ciento de las menores de edad han
estado embarazadas. En la mayor parte de los casos, son embarazos producto de relaciones
sexuales con hombres mayores que tienden a abandonarlas al quedar gestantes. Esos son los
hijos que hoy llegan a las escuelas: hijos de hogares destruidos, con ínfima comunicación, sin la
seguridad necesaria o con unos padres que quieren mantenerlos en burbujas de cristal y que
terminan ellos mismos sometidos, con frecuencia, a sus caprichos.
En muchos hogares actuales de estratos medios y altos, los dictadores son los propios hijos y los
subordinados los padres. Aun así, diversas investigaciones han calculado que el 42 por ciento de
los hijos aún vive con padres autoritarios y tan solo un 15 por ciento lo hace en familias
propiamente democráticas en las que existen el diálogo, la participación, las actividades
conjuntas, el afecto y los límites necesarios.
Como puede verse, el remedio de las escuelas en casa es, en términos generales, peor que la
enfermedad, y no tiene en cuenta el crucial papel de la multiplicidad y diversidad de
interacciones en el desarrollo integral de niños y jóvenes. Tampoco son conscientes de la
compleja formación que demanda el convertirse en un docente profesional de calidad.
La sociedad necesita de padres que dialoguen más con sus hijos, que les ayuden a encontrar sus
fortalezas y sus debilidades, que les formen el autoconcepto y la seguridad y que les enseñen a
convivir con niños de diferentes contextos y edades. Padres que no asuman como tarea de
domingo llevar a sus hijos al centro comercial, sino al teatro, la biblioteca o al parque y que no
crean que la recreación está guardada en los televisores. Eso cada vez es más difícil por la
creciente vinculación de la mujer al trabajo y por la sensible disminución en el número de
hermanos, primos, tíos y familiares. En términos generales, los niños actuales son más
inmaduros emocionalmente: la depresión y los riesgos emocionales son más comunes en las
nuevas generaciones, por debilidades en la mediación familiar.
Para resolver estos problemas es insustituible el papel de una buena madre y un buen padre. No
se trata de que los docentes vivamos resolviendo los problemas que generan los padres en la
formación de sus hijos o que los padres sustituyan a los docentes. Se trata de que aunemos
esfuerzos para construir un mundo más seguro, más tolerante, más respetuoso de las diferencias
y menos violento en el que todos podamos vivir un poco más tranquilos, felices y en comunidad.
Esto será más fácil de alcanzar si los profes nos dedicamos a ser mejores maestros y los padres a
ser mejores padres. Las próximas generaciones lo agradecerán.
La escuela actual está en crisis. Es una crisis prolongada y profunda que cubre los diferentes
niveles y contextos. En el mundo se está repensando el sentido de la educación. En la básica,
todas las alarmas están prendidas sobre América Latina por los bajísimos niveles de lectura,
comprensión matemática y pensamiento que alcanza la mayoría de estudiantes. En la superior
hay grandes quejas de la sociedad por al abandono en el que las universidades han dejado la
formación emocional, la comprensión de los otros y las competencias para el trabajo en equipo,
la creatividad y el manejo de la frustración en sus egresados.
DESARROLLO
Para responder a la pregunta anterior es necesario tener en cuenta cuáles son los fines de la
escuela. A grandes rasgos, son tres las finalidades esenciales de la educación básica. En primer
lugar, fortalecer las competencias comunicativas de niños y jóvenes: que hablen con claridad,
fluidez y coherencia; que alcancen niveles de lectura y escritura crítica; y que escuchen y
dialoguen con cuidado con los otros. En segundo lugar, garantizar que los estudiantes piensen y
reflexionen de manera independiente, que argumenten con criterio sus ideas, que comprendan los
principales procesos naturales y culturales, que puedan inferir unas ideas de otras; que piensen
sobre sus pensamientos y que reelaboren sus ideas. En tercer lugar, que se comprendan a sí
mismos y a los otros, que adquieran autonomía moral y sensible afectiva, que se sensibilicen ante
los problemas de los otros y que los tengan presentes en sus proyectos. Que descubran sus
talentos y que elaboren su primer proyecto de vida. En pocas palabras, que la escuela enseñe a
las nuevas generaciones a comunicarse, pensar y convivir.
CONCLUSIÓN
Para resolver estos problemas es insustituible el papel de una buena madre y un buen padre. No
se trata de que los docentes vivamos resolviendo los problemas que generan los padres en la
formación de sus hijos o que los padres sustituyan a los docentes. Se trata de que aunemos
esfuerzos para construir un mundo más seguro, más tolerante, más respetuoso de las diferencias
y menos violento en el que todos podamos vivir un poco más tranquilos, felices y en comunidad.
Esto será más fácil de alcanzar si los profes nos dedicamos a ser mejores maestros y los padres a
ser mejores padres. Las próximas generaciones lo agradecerán.
Me parece que es muy buena e importante la modalidad de estudiar en casa, está abriendo una
puerta a personas que en mi caso ya tenemos esposa, hijos y trabajo, no me sería posible ir a una
universidad, pero si tengo el deseo de estudiar. Entonces me sirve de mucho esta modalidad y sé
que tiene sus contras y sus dificultades, que se solucionan con fuerza de voluntad, con
responsabilidad, disciplina y dedicación.
La sociedad necesita de padres que dialoguen más con sus hijos, que les ayuden a encontrar sus
fortalezas y sus debilidades, que les formen el auto concepto y la seguridad y que les enseñen a
convivir con niños de diferentes contextos y edades. Padres que no asuman como tarea de
domingo llevar a sus hijos al centro comercial, sino al teatro, la biblioteca o al parque y que no
crean que la recreación está guardada en los televisores. Eso cada vez es más difícil por la
creciente vinculación de la mujer al trabajo y por la sensible disminución en el número de
hermanos, primos, tíos y familiares. En términos generales, los niños actuales son más
inmaduros emocionalmente: la depresión y los riesgos emocionales son más comunes en las
nuevas generaciones, por debilidades en la mediación familiar.
Para resolver estos problemas es insustituible el papel de una buena madre y un buen padre. No
se trata de que los docentes vivamos resolviendo los problemas que generan los padres en la
formación de sus hijos o que los padres sustituyan a los docentes. Se trata de que aunemos
esfuerzos para construir un mundo más seguro, más tolerante, más respetuoso de las diferencias
y menos violento en el que todos podamos vivir un poco más tranquilos, felices y en comunidad.
Esto será más fácil de alcanzar si los profes nos dedicamos a ser mejores maestros y los padres a
ser mejores padres. Las próximas generaciones lo agradecerán.
RESUMEN
La escuela actual está en crisis. Una crisis prolongada y profunda que cubre los diferentes niveles
y contextos. América Latina tiene bajísimos niveles de lectura, comprensión matemática y
pensamiento que alcanza la mayoría de estudiantes. Ante estas generalizadas críticas han
surgido, múltiples alternativas, una de las cuales comentaremos hoy: la escuela en casa o
‘homeschooling‘. En la actualidad son admitidas legalmente en 30 países y han alcanzado alguna
divulgación en Estados Unidos, Rusia, Francia, Italia y Australia. La insatisfacción de la
sociedad con la escuela es muy amplia ,lo cual ha alentado a más familias a buscar alternativas,
como la escuela en casa o el proceso mediante el cual la educación se realiza por fuera de los
colegios y la dirección pasa a los padres, madres y posiblemente algún tutor adicional. ¿Es mejor
la educación en casa que la que realizan los colegios?
Para responder a la pregunta anterior es necesario tener en cuenta cuáles son los fines de la
escuela. Son tres las finalidades esenciales de la educación básica. En primer lugar, fortalecer las
competencias comunicativas de niños y jóvenes: que hablen con claridad, fluidez y coherencia;
que alcancen niveles de lectura y escritura crítica; y que escuchen y dialoguen con cuidado con
los otros. En segundo lugar, garantizar que los estudiantes piensen y reflexionen de manera
independiente, que argumenten con criterio sus ideas, que comprendan los principales procesos
naturales y culturales, que puedan inferir unas ideas de otras; que piensen sobre sus
pensamientos y que reelaboren sus ideas. En tercer lugar, que se comprendan a sí mismos y a los
otros, que adquieran autonomía moral y sensible afectiva, que se sensibilicen ante los problemas
de los otros y que los tengan presentes en sus proyectos. Que descubran sus talentos y que
elaboren su primer proyecto de vida. En pocas palabras, que la escuela enseñe a las nuevas
generaciones a comunicarse, pensar y convivir.
Precisamente por eso, los estudios latinoamericanos nos muestran que hoy tenemos una juventud
más flexible, tolerante y respetuosa de la diferencia, que la que teníamos décadas atrás. La
explicación es sencilla: como han vivido en un mundo tan flexible, respetan y valoran la
diversidad. La situación es todavía más grave si se tienen en cuenta las sensibles debilidades que
presentan las familias actuales en comunicación, estilos de autoridad y límites. Como señala
Michael Levine, “tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano
no lo vuelve pianista”. Y podemos agregar, tener hijos muchísimo menos convierte a un padre en
un buen profesor. La formación es una tarea en extremo compleja que demanda competencias, de
las cuales carece una buena parte de los padres. Según la Encuesta Nacional de Hogares de
Colombia en 2015, solo el 32 por ciento de las familias está conformada por padre, madre e hijos
y el 20 por ciento de las menores de edad han estado embarazadas. En la mayor parte de los
casos, son embarazos producto de relaciones sexuales con hombres mayores que tienden a
abandonarlas al quedar gestantes. Esos son los hijos que hoy llegan a las escuelas: hijos de
hogares destruidos, con ínfima comunicación, sin la seguridad necesaria o con unos padres que
quieren mantenerlos en burbujas de cristal y que terminan ellos mismos sometidos, con
frecuencia, a sus caprichos.
Para resolver estos problemas es insustituible el papel de una buena madre y un buen padre. No
se trata de que los docentes vivamos resolviendo los problemas que generan los padres en la
formación de sus hijos o que los padres sustituyan a los docentes. Se trata de que aunemos
esfuerzos para construir un mundo más seguro, más tolerante, más respetuoso de las diferencias
y menos violento en el que todos podamos vivir un poco más tranquilos, felices y en comunidad.
Esto será más fácil de alcanzar si los profes nos dedicamos a ser mejores maestros y los padres a
ser mejores padres. Las próximas generaciones lo agradecerán.
CONCLUSION
Fue de gran provecho usar la Estrategia de comprensión lectora, sin duda con estos ejercicios se
comprende más la lectura, no tenía conocimiento del tema así que aprendí algo nuevo que
seguiré aplicando en futuras lecturas.
En cuanto al resumen fue muy buena la explicación de cómo hacerlo y de que es un resumen.
BIBLIOGRAFIA
De Zubiría, J. (2019 mayo 20). ¿Es 'homeschooling' una alternativa
pertinente a la escuela? Semana. Recuperado de
https://www.semana.com/opinion/articulo/es-homeschooling-una-
alternativa-pertinente-a-la-escuela-columna-de-julian-de-
zubiria/616371