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Transdiciplinariedad

La situación de la sociedad y el mundo contemporáneo, el mundo de la


interculturalidad global, coloca a las disciplinas en una situación que las
conmina a abandonar su aislamiento tradicional, si es que quieren abrirse a los
nuevos desafíos del mundo globalizado. De ser especialistas en la
interpretación de documentos escritos y documentos estéticos, las
humanidades críticas, y entre ellas el arte, deberán convertirse en verdaderos
agentes de la interculturalidad y la transdisciplinariedad. Las humanidades
pueden ser los puentes para establecer un verdadero “diálogo de saberes” que
se da en dos niveles no-jerárquicos o dimensiones: el primero el de la cultura
popular, donde la gente y los grupos producen conocimiento, ese diálogo
puede denominarse intercultural; el segundo se da entre áreas del
conocimiento propiamente académico: allí los artistas empiezan a dialogar con
los profesionales de otra áreas del conocimiento. Este segundo nivel conduce
hacia la transdisciplinariedad, es diálogo que se mantiene continuamente con
otras formas occidentantes de producir conocimiento.
Los estudios artísticos son transdisciplinarios en la medida en que se proponen
romper con el modelo binario del conocimiento de tipo cartesiano y la
hegemonía de uno de los términos sobre el otro. Además, la
transdiciplinariedad va más allá de la interdiciplinariedad. Mientras que la
interdisciplinariedad se limita a un diálogo en el cual cada uno de los
dialogantes permanece afirmado en su “núcleo duro”, la transdisciplinariedad
conlleva la superación del dos. En un intercambio transdisciplinario, los
elementos en acción dejan de ser lo que eran antes de iniciar ese intercambio.
Por eso la transdisciplinariedad no es un diálogo sino un devenir, que
podríamos decir es transformacional de las mismas disciplinas en la medida en
que al entrar en nuevos espacios congnitivos, tienen una variación en su propio
carácter que es el resultado de las relaciones multidireccionales que establecen
con otras disciplinas. Así, la trasdisciplinariedad es clave para asumir el reto de
superar los modos de conocimiento jerarquizados y, a su vez, el modelo
arbóreo de universidad.
Sin embargo, la transdisciplinariedad, siendo un devenir, no supone que el
abandono de las disciplinas. No se trata de ir más atrás sino más adelante de
las disciplinas; con ellas, pero más allá de ellas. No se requiere que un artista
que abandone su práctica y su experiencia como artista para entrar en
intercambios transdisciplinarios con la sociología, con la antropología, con la
filosofía. Es todo lo contrario. Sin esa práctica y sin esa experiencia, la
transdisciplinariedad es imposible porque no se puede llegar al “tres” sin haber
pasado primero por el uno y por el dos. El investigador anfibio quizás sea la
figura más adecuada para la transdiciplinariedad, pues él es capaz de ocupar
ambientes cognitivos diferentes, tanto en la propia disciplina como en los
lugares de interacción en intercambio con otras, donde se elaboran problemas
complejos de conocimiento en campos de realidad más amplios que los
seguros espacios ontológicos u ónticos de cada disciplina. Los estudios
artísticos, entonces, por su carácter transdisciplinar permiten pensar el arte
desde el arte mismo y en intercambio permanente con otros saberes,
conocimientos y prácticas.
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