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Las obras de estos dos grandes héroes de la fe nos permitirán abordar uno de los
problemas marcados en la filosofía Latinoamericana desde una perspectiva muy
Agustiniana. Esto es, ¿Podemos culpar a Cristo y al evangelio que muchas veces
se usó en la colonización, de la gran masacre y sabotaje realizado en el marco
del descubrimiento de américa?
De plano, puede parecer extraño este análisis a la luz de San Agustín, ya que este
vivió muchos siglos atrás en un contexto totalmente diferente; sin embargo, como
lo veremos, la defensa que el mismo Santo hace contra la caída del imperio
romano de occidente en el siglo quinto por manos de las tropas bárbaras de
Alarico en su obra la ciudad de Dios, nos ayudará a solucionar esta incógnita.
Como San Agustín, Bartolomé de las Casas tubo un periodo de tinieblas, de hecho
emprendió la conquista de Cuba, como capellán de los conquistadores, y recibió
una encomienda que atendió hasta 1514; donde experimenta una especie de
conversión y se convence que debía "procurar el remedio de estas gentes (Los
Indios) divinalmente ordenado". Se sentía llamado por Dios para esta tarea y
defensa de los habitantes del nuevo mundo. Y es que en verdad no era facíl la
misión a que se enfrentaba, la violaciones de los derechos de los indígenas eran
grotescas y abundantes, en este sentido comenta:
“En la isla Española, que fué la primera, como dijimos, donde entraron cristianos e
comenzaron los grandes estragos e perdiciones destas gentes e que primero
destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a tomar las mujeres e hijos a
los indios para servirse e para usar mal dellos e comerles sus comidas que de sus
sudores e trabajos salían, no contentándose con lo que los indios les daban de su
grado, conforme a la facultad que cada uno tenía (que siempre es poca, porque no
suelen tener más de lo que ordinariamente han menester e hacen con poco trabajo e
lo que basta para tres casas de a diez personas cada una para un mes, come un
cristiano e destruye en un día) e otras muchas fuerzas e violencias e vejaciones que
les hacían, comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de
haber venido del cielo; y algunos escondían sus comidas; otros sus mujeres e hijos;
otros huíanse a los montes por apartarse de gente de tan dura y terrible
conversación. Los cristianos dábanles de bofetadas e puñadas y de palos, hasta
1
Sobre la responsabilidad del Papa en la misión de evangelización de las tierras americanas
señala el filósofo uruguayo “si bien el Papa era el primer motor de la evangelización, suya la
obligación de enviar misioneros a anunciar el Evangelio, en aquella circunstancias concretas era
imposible que el Papado acometiera tal empresa por sí mismo. Por eso delegaba tal misión en la
Corona. Ésta aprovechó para arrancar al Pontificado un conjunto extraordinario de privilegios. El
control de la Iglesia por el Estado se hacía casi absoluto: envío de misioneros, delimitación de
diócesis, cobro de diezmos, elección de obispos, etc. En 1565 el agustino Jerónimo Mendieta,
desde Méjico, escribía a Felipe II: "Por depender todo lo espiritual y temporal deslas partes de sólo
Vuestra Majestad, por cuanto el Pastor Universal que es el Vicario de Cristo a causa de estar tan
lejos no puede regir esta Iglesia) no la rige si no es por vuestra real mano [ ... ] conjura ( y ruega) y
amonesta por el sacro bautismo y por las entrañas de Jesucristo que principalmente pretendan
destos reynos el celo de las ánimas y ganancias de ellas". METHOL, Ferré Alberto. Las Corrientes
Religiosas. Editorial Nuestra tierra 1969 Pagina 9.
2
Todas las citas de Bartolomé de las Casas son tomadas de su obra “Brevísima relación de la
destrucción en indias” publicada en la siguiente página Web:
http://www.ciudadseva.com/textos/otros/brevisi.htm
poner las manos en los señores de los pueblos. E llegó esto a tanta temeridad y
desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por
fuerza su propia mujer.”
Sin ninguna clase de reticencia Bartolomé de las casas explica cómo fue el
movimiento colonizador, atropellos, crueles asesinatos y violaciones por parte de
los muy notables súbditos de España y pertenecientes a la Santa Iglesia Católica.
“De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar los cristianos de sus
tierras: pusiéronse en armas, que son harto flacas e de poca ofensión e resistencia y
menos defensa (por lo cual todas sus guerras son poco más que acá juegos de
cañas e aun de niños); los cristianos con sus caballos y espadas e lanzas comienzan
a hacer matanzas e crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni
dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e
hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos.”
"Caciques e indios desta tierra firme de tal pueblo, hacemos os saber que hay un
Dios y un Papa y un rey de Castilla que es señor de estas tierras; venid luego a le dar
la obediencia, etc. Y si no, sabed que os haremos guerra, e mataremos e
captivaremos, etc." Y al cuarto del alba, estando los inocentes durmiendo con sus
mujeres e hijos, daban en el pueblo, poniendo fuego a las casas, que comúnmente
eran de paja, e quemaban vivos los niños e mujeres y muchos de los demás, antes
que acordasen; mataban los que querían, e los que tomaban a vida mataban a
tormentos porque dijesen de otros pueblos de oro, o de más oro de lo que allí
hallaban, e los que restaban herrábanlos por esclavos; iban después, acabado o
apagado el fuego, a buscar el oro que había en las casas.”
3
DUSSEL ENRIQUE. La Historia de la iglesia en América Latina. Fareso 1992 Página 82
4
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 7
5
“En Roma está el cuerpo de San Pedro; en Roma está el cuerpo de San Pablo; en Roma está el cuerpo de
San Lorenzo; en Roma están los cuerpos de tantos mártires, y roma es desventurada, Roma es saqueada,
martirizada, triturada, incendidada. ¡Cuantas mortandades hay allí por causa del hambre, de la peste y de la
espada¡ ¿Dónde están pues las memorias de los mártires? “ p´gina 10
6
(Nada bueno ha traído Cristo: sólo trabajos, ha traído Cristo)
7
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Pagina 9.
Envestido con la sabiduría e inteligencia divina Agustín envistió a los paganos con
la más frentera apologética, interpretando ese momento histórico catastrófico. Sin
bien les demostró que cuando adoraban ídolos también había sufrido peores
catástrofes, les mostró que el esplendor y caída de un reino dependían de la
rectitud y virtud de los gobernantes y su pueblo.
8
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 38
9
Para ver cómo es cada pueblo hay que examinar lo que ama”. CD XIX, 24
10
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 60
En este sentido podemos interpretar este pasaje de fray Bartolomé:
“La causa por que han muerto y destruido tantas y tales e tan infinito número de
ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse
de riquezas en muy breves días e subir a estados muy altos e sin proporción de sus
personas (conviene a saber): por la insaciable codicia e ambición que han tenido, que
ha sido mayor que en el mundo ser pudo, por ser aquellas tierras tan felices e tan
ricas, e las gentes tan humildes, tan pacientes y tan fáciles a sujetarlas; a las cuales
no han tenido más respecto ni dellas han hecho más cuenta ni estima (hablo con
verdad por lo que sé y he visto todo el dicho tiempo), no digo que de bestias (porque
pluguiera a Dios que como a bestias las hubieran tratado y estimado), pero como y
menos que estiércol de las plazas. Y así han curado de sus vidas y de sus ánimas, e
por esto todos los números e cuentos dichos han muerto sin fe, sin sacramentos.”
En verdad es muy claro el dominico, lo único que motivaba a los españoles era
su afán de lucro, llenarse de oro sin importar acribillar a otro ser humano. Por
esto es tan pertinente la visión que incluye San Agustín en su obra la Ciudad de
Dios, el amor desordenado del hombre lo lleva a desconocer a Dios y a su
prójimo a vivir como un ciudadano que desprecia la ciudad de Dios.
Precisamente “La ciudad de Dios” entraña una mirada de lo que es ser cristiano,
de lo que es tener “ciudadanía cristiana”:
Esta mirada entraña una realidad profunda, el hombre puede entregarse y amar a
Dios y vivir como él lo llamó “ciudadano de Cristo” o simplemente quedarse
envuelto en sus pasiones y amores egoístas y ser ciudadano egoísta del desorden
de la dominación, de la soberbia, al modo en que los españoles, los barbaros, los
romanos trataron a muchos, con odio, animo ambicioso y destructor.
“Son dos amores , uno santo, otro impuro; uno social, otro privado, uno que
mira a la utilidad común, por el reino superior, otro que se aprovecha del bien
común para su propia ventaja y arrogante dominación; uno sumiso, otro émulo
de Dios; uno tranquilo otro turbulento, uno pacífico, otro sedicioso”12.
11
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 18
12
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 20
San Agustín y Bartolomé salen vencedores en su defensa, no son verdaderos
Cristianos los que evangelizan con las armas, son hombres esclavizados por las
pasiones y la soberbia13 de la vida, no es culpa de Cristo que caiga un imperio es
culpa de llevar una vida propia de la Babilonia y no de la ciudad Divina.
Hay que tener claro que la iglesia actual compuesta de hombres camina hacia el
perfeccionamiento, muchos son los infieles en la iglesia que se hacen llamar
Cristianos pero por el sólo hecho de llamarse así no lo son, recordemos el trigo
crece junto a la cizaña,
“Porque cierta confusión reina, cuando todos se llaman cristianos, los que viven bien
y los malvivientes, todos señalados con un mismo carácter, todos acercándose a un
mismo altar, todos purificados con un mismo bautismo, todos asistiendo a la
celebración de los misterios divinos”14.
Aunque la iglesia sea Santa pertenecen según Agustín tres clases de personas
con relación a la iglesia, “los justos, que mantienen la más perfecta unión con la
iglesia, porque viven unidos a Cristo en gracia y justicia, y que no sólo están en la
iglesia, sino son la misma iglesia, con estructuras de piedras vivas, que dan forma
al templo de Dios.” Pero como señala Agustín en un escrito contra los donatistas,
hay también “en la casa de Dios otros que no pertenecen a la estructura de la
misma, ni a la sociedad fructífera y pacificadora, sino están como la paja está en
laera, tocándose con el trigo. No podemos negar que estos se hallan también en la
casa.” También hay otros que han roto todo vínculo, con su guerra, con su
soberbia y propios intereses, como señala el comentador de la BAC “los que han
roto las redes y se han salido fuera de ellas, y son los cismáticos y los herejes,
que han roto el vínculo de la paz y de la unidad de la fe”15.
Muchos pues serán los malos testimonios que hablen mal de los cristianos (como
aquellos españoles que explotaron nuestra américa) e influyan para que el mismo
pensamiento latinoamericano critique a la iglesia y su doctrina, sin embargo son
muchos los católicos verdaderos que brillan y que han dado y siguen dando su
vida por el verdadero Evangelio, por una cristiandad que viva en la ciudad de Dios.
13
“El amor a sí mismo, denominado soberbia es la raíz de todos los males, del egoísmo y el afán por tener a
costa de lo que sea. La clave para interpretar los sucesos históricos, parte del conocimiento del mismo
hombre, por el contrario la luz de Cristo da origen a los cristianos dice en la obra en comento “A los
ciudadanos de la ciudad terrena los per la naturaleza dañada por el pecado; pero a los ciudadanos de la
ciudad celeste los engendra la gracia, librando la naturaleza del pecado y así los unos se llaman vasos de
ira, y los otros vasos de misericordia”. XV, 2
14
Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 32
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Agustín San, La Ciudad de Dios. Introducción por Capánaga OAR BAC Editores Madrid 1977 Página 33