Вы находитесь на странице: 1из 10

Metaficción postmoderna y debate académico 7

Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje


Número 23, enero-junio de 2001, pp. 7-16.

Metaficción postmoderna y debate académico:


algunas reflexiones
Catalina Gaspar

Este artículo elabora aspectos concernientes al debate


académico en torno a los estudios literarios y la literatu-
ra en el contexto del debate postmoderno de las ciencias
sociales y humanísticas. Revisa, para ello, formulaciones
epistemológicas contemporáneas, en particular relati-
vas a los signos distintivos de nuestra comprensión con-
temporánea de la cultura, a partir de los cuales confron-
ta algunas de las nociones académicas recientes relati-
vas a la práctica literaria con las propuestas que
metaficcionalmente genera la literatura, propuestas que
descentran visiones canonizadoras de “lo literario” y
demandan un desplazamiento de las miradas que consti-
tuyen lo que entendemos como literatura.

Es tarea difícil aventurarse hoy en el tramado del debate académi-


co tejido en torno a la producción literaria latinoamericana, cuyas
conceptualizaciones provienen, desde algunas de nuestras actuales
situaciones de enunciación, de un ejercicio teórico y crítico
autorreflexivo que ha puesto en cuestión no sólo su propia
fundamentación y legitimidad sino también los de la literatura mis-
ma. Este trabajo elabora algunos aspectos que aspiran a confrontar
el discurso teórico-crítico con las formulaciones de la narrativa
autorreflexiva o metaficcional, invirtiendo el actual ángulo de la
enunciación para situarse en el debate que la metaficción latinoa-
8 Catalina Gaspar

mericana lleva a cabo en un espacio que interroga los discursos


culturales, construye nuevos sujetos e imaginarios otros.
Es preciso, en primer lugar, ubicar el debate en la reflexión
epistemológica que ha recorrido a las ciencias sociales en torno a la
certidumbre de que somos las prácticas culturales que creamos y
que nos conforman, somos los imaginarios que configuramos y que
nos asedian especularmente. De ahí que Hayles afirme que lo que
define el postmodernismo cultural es “la comprensión de que los
componentes de la experiencia humana que fueron siempre consi-
derados como esenciales e invariables no son hechos naturales de
la vida sino construcciones sociales” (1993: 327). Dicho en otros
términos, nos signa la certidumbre del imposible acceso directo,
mediante objetivos métodos derivados de las diferentes disciplinas,
a la realidad que creíamos objetiva, y con ello la imposible disocia-
ción entre el objeto de conocimiento y el sujeto que lo constituye e
interpreta.
Estas problematizaciones involucran la noción misma de lo real
y su correlato de verdad, desde el momento en que “lo real” cons-
tituye una representación, y en tanto tal es dependiente de la “con-
ceptualización y del lenguaje (o de los lenguajes) por medio del
(los) cual(es) tal conceptualización se verbaliza en el pensamiento
y en la comunicación”, ya que formular el mundo implica represen-
tarlo (Sifontes, 1991:10-11), y ello hace del conocimiento un proce-
so ficcional. Lo que en La condición postmoderna Lyotard (1987)
precisó como una incredulidad frente a los metarrelatos, implica tam-
bién un proceso de desnaturalización de la experiencia humana, que
involucra a su vez el cuestionamiento a —y el cuestionamiento
autorreflexivo de— la narración en tanto representación del mundo.
De esta manera, nuestra experiencia del mundo, aquello que
llamamos realidad, posee un status ficcional y constituye una praxis
autorreflexiva (Gaspar, 1998). La conciencia de la narratividad que
alimenta a la cultura contemporánea —cf. Hayden White (1997)—
su ser ficcional y autorreflexivo, su imposibilidad de configurarse
como imágenes totalizadoras, la desnaturalización del saber y de
los saberes —“Saber consiste en referir el lenguaje al lenguaje”,
escribió Foucault (1978:48)—, abren paso a la pluralidad de discur-
Metaficción postmoderna y debate académico 9

sos que hablan de sujetos históricos, también narrativizados, situa-


dos en plurales y descentrados lugares de enunciación.
La ruptura de las grandes dicotomías que giran en torno al
logocentrismo occidental, ha conllevado el reconocimiento de la plu-
ralidad cultural y estética y de su carácter híbrido y fragmentario.
A ello se aúna la formulación de la cultura como simulacro, la
redimensionalización de lo histórico en el reconocimiento de su ca-
rácter narrativo, la hibridación de estéticas y la estetización de la
experiencia cotidiana, así como la atención y revisitación de prácti-
cas discursivas de la modernidad que se consideran preteridas por
visiones canónicas de la experiencia estética y cultural.
Discursividad, narratividad, autorreflexividad, desnaturalización,
descentramiento, hibridez e intertextualidad, cuestionamiento de las
fronteras entre realidad y ficción, ruptura de una visión binaria del
mundo, sustentada en el logocentrismo, constituyen así algunos de
los signos distintivos de nuestra comprensión contemporánea de la
cultura. Ello se manifiesta en un profundo proceso autorreflexivo
que ha removido nuestros cimientos epistemológicos y ha permeado
los diversos campos interdisciplinarios, incluidos los estudios litera-
rios. Nuevas propuestas son privilegiadas, justamente aquellas que
parecerían abandonar la rigidez de las separaciones teóricas y crí-
ticas y la fundación en los grandes metarrelatos de la modernidad.
Un fructífero debate ha animado el campo de los estudios so-
ciales y humanísticos que autorreflexivamente revisan sus propios
fundamentos, los desconstruyen y elaboran nuevas propuestas.
Desde diferentes y hasta opuestas perspectivas teóricas, desde los
estudios postestructuralistas y desde los estudios culturales, aspec-
tos vinculados a la literatura, a su estudio teórico y crítico, y a su
enseñanza desde la “academia”, han sido cuestionados, revisados
y se encuentran en proceso de reformulación. Ello ha generado
numerosos planteamientos en torno ya no sólo a los estudios litera-
rios sino también a la praxis literaria.
Entre estos planteamientos se encuentran los relativos a “la
pérdida de centralidad” de la literatura como expresión de una épo-
ca o de una cultura, y al cuestionamiento de la literatura como forma
de conocimiento —de representación e interpretación— del mundo.
10 Catalina Gaspar

Se habla así de la “descentralización” de lo literario, de su “desau-


torización”, del “desplazamiento de lo literario” por formas cultu-
rales “extraliterarias”, y se opone lo literario a formas no literarias.
Algunas de estas formulaciones han conducido a una pérdida
de legitimidad no sólo de los estudios literarios sino de la praxis
literaria misma, en particular de la narrativa, para privilegiar otras
prácticas discursivas cuyos valores se enfatizan en ocasiones en
términos de su oposición a “lo literario”: término que a su vez se
homologa con una práctica “culta” y excluyente. En este sentido, la
saludable ampliación y reformulación de los estudios literarios y el
surgimiento de los estudios culturales se problematiza con la visión
que se formula sobre “lo literario” desde algunos espacios acadé-
micos, visión que, desde nuestra perspectiva, precisa de un debate
en torno a “lo literario” que atienda a la producción literaria. Pare-
cería que la preeminencia de determinadas perspectivas teóricas
es tal que termina por someter a la literatura, paradójicamente, a
cánones que busca refutar, en tanto que la producción literaria mis-
ma genera, metaficcionalmente, nociones teórico-críticas otras.
Pensamos que más que desplazar “lo literario” es posible re-
pensar la literatura, la cultura, la historia, el sujeto y los problemas
de la ficción, la representación y el lenguaje, desde la literatura,
atentos a ese espacio que no sólo nos expresa sino que también nos
constituye. La mirada de la literatura sobre sí misma en tanto pro-
puesta metaficcional es la mirada a su poética, al debate que se
lleva a cabo en el complejo tramado que la constituye en un espacio
de entrecruzamiento, transformación y productividad de plurales,
disímiles y aun contradictorios discursos.
Algunos de los grandes problemas y debates de la
postmodernidad que hoy son fundamentales en Latinoamérica han
sido nutridos, propuestos e inclusive generados por la literatura, y
hoy nos pensamos a nosotros mismos, y a nuestra cultura, desde
nuestra narratividad, desde los relatos en los que nos construimos y
autorreflexionamos. Si comprendemos la narratividad como esen-
cial a nuestra cultura, el proceso autorreflexivo de la literatura se
constituye necesariamente en un modo de conocimiento, de ahí que
cuando Rincón (1995) propone que hoy la mejor forma de hacer
Metaficción postmoderna y debate académico 11

teoría literaria es la ficción, podríamos aventurarnos a señalar que


no sólo de teoría literaria sino también cultural.
Tal vez el problema radique no en desplazar lo literario, en des-
autorizarlo, sino, como también señala Beverly (1993), en su
problematización. Para nosotros la problematización de las miradas
—situaciones de recepción y de enunciación, formulaciones teórico-
críticas— son el nudo desde las cuales las constituimos como lite-
ratura.
De esta manera, parecerían ser nuestras nociones de lo literario
las que deben ser desplazadas, porque en cambio la narrativa con-
temporánea propone, metaficcionalmente, sus propias transforma-
ciones del canon de lo literario y torna redundante plantearse la
descentralización de la literatura, o su desplazamiento, ya que la
literatura es una actividad, por naturaleza, productivamente des-
centralizada, descentradora y anticanónica.
Formular, desde la academia, la necesidad de descentrarla y
desplazarla ha de ser un requerimiento no a la literatura sino a la
academia misma, porque el enunciado se revierte: plantear que lo
literario ha de ser desplazado supone, justamente, una noción canó-
nica de lo literario, que la concibe como una estructura cerrada
sobre sí misma, cuya noción, correspondiente al enunciado “lo lite-
rario” puede ser posible. Para nosotros, ésta parecería situarnos,
paradójicamente, ante una noción homogeneizadora, logocéntrica y
canónica de la literatura, ajena a su práctica discursiva.
Propugnar el desplazamiento de lo literario parecería suponer
un esencialismo que nos permitiría establecer, delimitar, fijar, qué es
aquello que se desplaza —“lo literario”— en oposición a otras
formas discursivas culturales, en tanto que, por el contrario, la lite-
ratura postmoderna explora permanentemente su propio canon, las
posibilidades y límites de la creación de mundos ficcionales y
problematiza la producción misma de la significación, del decir, del
narrar, del representar.
De esta manera, ella subvierte e ironiza los cánones no sólo de
la escritura sino también de la lectura, y explora, asimismo, los lími-
tes entre realidad y ficción, interroga su carácter autónomo y su
subordinación al mundo, y en su tramado interdiscursivo, intertextual,
12 Catalina Gaspar

intertextualidad que constituye uno de los signos más notorios de


nuestra cultura contemporánea (Zavala, 1999), es una actividad
liminar, que diluye las fronteras entre ficción y realidad, y cuestiona
en su hibridez la logocéntrica racionalidad dicotómica. La narrativa
postmoderna, desde su ser anticanónico, autorreflexivo,
intergenérico, problematiza en la cultura contemporánea nuestros
modos de racionalidad y es fundamental en la comprensión de la
cultura como intertexto.
No se trataría del desplazamiento de lo literario por formas cul-
turales no literarias, porque todo lo “extraliterario” le pertenece a
ese discurso que llamamos literatura si comprendemos el proceso
productivo del relato como zona de contacto, heteróclita, híbrida,
caótica, rizomática. Por ello, si bien es posible afirmar que el proce-
so autorreflexivo de la cultura postmoderna ha replanteado el cam-
po de la teoría y la crítica literaria, también es fundamental señalar
que, consecuentes con la visión contemporánea de nuestra cultura,
descentrada, intertextual, no jerarquizante, habría que asumir otra
dirección, no la de la academia que en aras de la crítica cultural de
la postmodernidad formula la pérdida de privilegio de lo literario,
sino, tal vez, que la puesta en escena de plurales prácticas discursivas
no debería significar el privilegio de unas sobre otras, así como
tampoco la homogeneización de sus diferencias y la consecuente
dilución de la especificidad de cada práctica discursiva.
Algunos de los enunciados generados en torno a estos concep-
tos parecerían escindir lo que para nosotros constituye lo funda-
mental: no se trata de que el cambio de paradigmas ha de generar
otra literatura —como si hablásemos, de nuevo, de un “producto”,
de un objeto subsidiario— sino de atender no sólo al cuestionamiento
académico del “canon de lo literario” sino también a la literatura
como anticanonizadora: es decir, a la reformulación incesante que
ella hace de “su propia contingencia histórica”, que le permiten
surgir “en los límites de la discursividad misma” (Isava, 1998: 35-
50). Ella constituye, así, un discurso descentralizador, desjerarquizador,
anticanónico, que tejido por y en los plurales discursos de la cultura,
en interacción con ellos, se problematiza y reformula continuamen-
te, a ella misma y al plural discurso de la cultura.
Metaficción postmoderna y debate académico 13

Podríamos afirmar así que mediante complejísimos circuitos de


retroalimentación, la literatura ha contribuido de modo fundamental
a la creación del clima cultural de la postmodernidad. De esta ma-
nera, numerosos textos no ejemplifican hoy a la luz de nuestras
lecturas críticas el postmodernismo, sino en su ser como ficción, lo
generan y debaten internamente, sin soslayar, como en cambio sí
lo hace con frecuencia la crítica académica, las contradicciones.
Es por ello, tal vez, que no es la reflexión teórica la que nos
impele a “descentrar” a la literatura como práctica literaria, a “des-
autorizarla”, es la literatura la que descentra y desautoriza las prác-
ticas culturales de nuestras lecturas. Desde su ser autorreflexivo,
podríamos añadir, ella pone en escena el debate autorreflexivo de
la cultura y es “su conexión, a través de complejos circuitos de
retroalimentación, con el postmodernismo como dominante cultu-
ral” (Hayles, 1993: 360-361) la que caracteriza a un texto
postmoderno.
En la metaficción postmoderna se agudiza la crisis de nuestro
sentido de realidad, y se asume la construcción del mundo, de la
cultura y del sujeto, como una práctica discursiva, y en tanto tal,
sujeta a la perspectiva de enunciación. Ella desnaturaliza el len-
guaje, el contexto, el tiempo, nuestra experiencia del mundo, nues-
tros modos de percibir, nuestras racionalidades, e inclusive la na-
rración como forma de representación, al extremo de la
“ironización de las convenciones entre autor y lector” (Zavala,
1998: 70). Más allá —o más acá— de su deslegitimación, ella
contiene su desconstrucción, el constituirse en su propia negación
conforma su movimiento mismo.
Pienso así que no es la literatura como práctica cultural la que
debe ser descentrada y desautorizada; lo centrado, autoritario y
canónico parecería ser nuestra mirada, es ella la que ha de des-
plazarse, leer de otro modo, escuchar el debate que la literatura
genera, y que irrumpe contra nuestros modos de racionalidad, en
particular la dicotómica, expresada en la deslegitimación de la lite-
ratura frente a la legitimación de otras prácticas culturales, lo que
involucra, desde la perspectiva que hemos planteado, una lectura
binaria del mundo, que a menudo se ejerce en términos de valoriza-
ción y desvalorización.
14 Catalina Gaspar

Si concebimos en cambio que la literatura es ese espacio donde


se interceptan plurales discursos generados en la vida social,
interactuando desde sus armonías y disonancias productivamente,
generativamente, intertextualmente, metaficcionalmente, sus fron-
teras no pueden ser delimitadas en los términos planteados.
Se crea hoy un cuerpo otro que pierde autorreflexivamente los
límites entre discurso sociológico, filosófico, ensayístico, género
epistolar, poesía, cuento, ficción, testimonio, cuyos vasos comuni-
cantes rebasan gozosamente las dicotomías en el ejercicio de lo
dialógico y exploran la narratividad —literaria, cultural— en sus
múltiples formas. La metaficción contemporánea se regodea en su
ser intertextual, hace de él un cuerpo híbrido, cuya productividad
pone en escena la improductividad de las rígidas separaciones en-
tre la memoria personal y la memoria histórica, entre vida y escritu-
ra, ensayo y ficción, ficción y biografía, literatura y testimonio.
De manera inacabada, contradictoria, recorrida por pulsiones
múltiples, a veces desgarradas, el proceso de lo narrativo en sus
límites, en sus contradicciones, en su fabulación, en su afán de rea-
lidad y representación y en su imposibilidad de representar, cons-
truye historias y sujetos, canonizándose y desconstruyéndose en
ese también híbrido, caótico, inarmónico espacio donde se articulan
lectura y escritura, y se exploran los límites del narrar mismo.
Pensar en plena postmodernidad en la literatura ha de involu-
crar no pensar en “lo literario” sino en un cuerpo heteróclito de
prácticas textuales que surge hoy en los límites mismos de la
discursividad. Más que responder a una visión de lo literario elabo-
rada desde la crítica y la academia, la literatura parecería configu-
rar permanentemente, desde su actividad metaficcional, nuevos
horizontes epistémicos, cognoscitivos, conceptuales, estéticos: ser
problemático, problematizado desde ella misma por su naturaleza
crítica y autocrítica, por su disonancia con la significación estable-
cida, y por la reformulación autorreflexiva de su propio canon.
Si la intertextualidad literaria es la característica fundamental
de la cultura postmoderna, y ella existe sólo en la relación con la
lectura, como afirma Zavala (1999: 129), la metaficción es el espa-
cio privilegiado del despliegue de la intertextualidad, que se articula
Metaficción postmoderna y debate académico 15

en las diferencias y las disonancias, en la exploración de su praxis


histórica y en la indagación de aquello que la anima. Es así un espa-
cio altamente problemático, cuyo estatuto se refunda constante-
mente, y demanda lecturas cuyas perspectivas no la encasillen en
“lo literario” cuando su ser es exceder cualquier presunción.
No es posible entonces, desde la perspectiva heteróclita que
funda la metaficción, descentrar “lo literario”, ya que esas formas
culturales que solemos llamar literatura son hoy descentradas y
productivamente descentradoras. Nuestro ángulo es así otro: no
son los estudios literarios, sociales, culturales o humanísticos los
que invocan la pérdida de privilegio de la literatura, es la literatura
la que se sitúa en otros espacios y desde su textura postmoderna se
proclama ajena a la legitimidad o deslegitimación de una noción de
lo literario, para ser espacio fronterizo, zona de contacto, experien-
cia heteróclita. Para ser espacio de lo inacabado en el debate que
la —nos— conforma.

BIBLIOGRAFÍA
Beverly, John (1993). Against Literature. Minneapolis. University
of Minessota Press.
Foucault , Michel (1978). Las palabras y las cosas. México, Siglo
XXI Editores.
Gaspar, Catalina (1998). “Realidad, ficción e ideología: la producti-
vidad interdiscursiva”. Escritos en arte, estética y cultura. (Ca-
racas), N°7-8, 63-69.
Hayles, Katherine (1993). La evolución del caos. El orden den-
tro del desorden en las ciencias contemporáneas. Barcelona,
Gedisa.
Isava, Luis Miguel. (1998). “La herejía de las refutaciones: reflexio-
nes en torno a la noción de crítica como articulación de los discur-
sos filosófico y literario” en Estudios. Revista de Investigacio-
nes Literarias y Culturales. (Caracas). Año 6, N° 11, 35-50.
Lyotard, Jean-Francois (1987). La condición postmoderna. Ma-
drid, Cátedra.
16 Catalina Gaspar

Rincón, Carlos (1995). La no simultaneidad de lo simultáneo.


Postmodernidad, globalización y culturas en América Lati-
na. Bogotá, Editorial Universidad Nacional.
Sifontes, Lourdes (1999). Más allá de la metaficcionalidad: re-
presentación e hiperficción en la narrativa deneviana. Tra-
bajo de ascenso presentado a la Universidad Simón Bolívar,
Sartenejas, Venezuela.
White, Hayden (1992). El contenido de la forma. Barcelona,
Paidós.
Zavala, Lauro (1998). “Cuento y metaficción en México: a propó-
sito de ‘La fiesta brava’ de José Emilio Pacheco”, Universidad
de México, N° 564-565, febrero 1998, 68-70.
——.(1999) “Un modelo para el análisis textual” en La precisión
de la incertidumbre. Posmodernidad, vida cotidiana y escri-
tura. Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2ª
ed., 127-157.

Вам также может понравиться