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El análisis de estos dos hechos, más allá de los textos normativos que
produjeron, implica fundamentalmente, el estudio y la comprensión de las
circunstancias económicas, sociales y culturales que los generaron en la
esperanza de lograr una interpretación orientadora para el Ecuador del
presente, mismo que se debate en la crisis política más profunda de las últimas
tres décadas y que aspira resolverla mediante un nuevo proceso constituyente.
Pero, partamos de los textos para llegar a los contextos; lo esencial en la frase
ya citada, es la primacía que se otorga al pueblo soberano, quien “…ordena
y establece” una Constitución para su Estado, afirmando así, que es el pueblo
quien delega la autoridad para constituirse y organizarse como Estado, en
perfecta consonancia con lo expuesto en el famoso segundo párrafo de la
Declaración de Independencia, elaborada principalmente por Jefferson:
“Sostenemos como evidentes en sí mismas, estas verdades: que todos los
hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables; que entre estos están la vida , la libertad y la búsqueda
de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los
hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del
consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de
gobierno se haga destructora de éstos principios, el pueblo tiene derecho
a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en
dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio
ofrecerá la mayores probabilidades de alcanzar sus seguridad y felicidad…”.
Jefferson, tomó muchas ideas del Segundo Tratado acerca del Gobierno de
John Locke en el que expuso su interpretación liberal:”El hombre es libre, y en
esta condición todos los hombres son iguales”. Por supuesto, tanto los siervos
pobres, como las mujeres no participaban de los derechos democráticos de
Locke como tampoco participaron los aborígenes, los negros esclavos y las
mujeres de los derechos consagrados en la Constitución Estadounidense. -Los
negros no obtuvieron el derecho de ciudadanía sino hasta 1868 y los indios
hasta 1924, las mujeres blancas eran consideradas ciudadanas pero no podían
votar sino hasta 1920-.
Fue también la fuerza la que decidió la suerte de Luís XVI, decapitado por la
Revolución Francesa, y terminó implantando las ideas del Iluminismo,
promovidas por Voltaire, quien estuvo en Inglaterra y se convirtió en un
exponente de la filosofía política de Locke. Sus Cartas sobre la Nación Inglesa
expresaban sus acerbas críticas contra el Antiguo Régimen.
También la teoría política del ginebrino Rousseau tuvo enorme gravitación en la
Revolución Francesa. En su obra El Contrato Social abogaba por la extensión
de la democracia a todos, a través de un concepto que sería básico en la
democracia, según el cual los miembros de una sociedad debían celebrar un
acuerdo para organizarse y decidir el régimen de gobierno a partir de la
“voluntad general” mayoritaria, donde cada individuo se somete
voluntariamente a la voluntad colectiva que es la única fuente de la soberanía.
En uno y otro caso, se trató del ejercicio más grande de educación política que
jamás se haya llevado a cabo, La sensación era que estaba en juego un asunto
tan importante que excedía el marco de la Constitución en sí misma.
¿Acaso en el Ecuador de hoy, no existe este mismo hálito?, más allá de las
necesarias innovaciones que la nueva carta política, como texto podrá requerir,
en el contexto existe un vehemente deseo y demanda de participación del
pueblo, que tiene ante sí, como tarea fundamental, el de rescatar de las manos
de los “dueños del país”, la esencia de la democracia representativa, convertida
hoy en los hechos e incluso en las formas en una suerte de “democracia
sustitutiva”.