Вы находитесь на странице: 1из 9

LAS CINCO SOLAS (SOLES) DEL PROTESTANTISMO

1. Sola Escritura (Pastor Miguel Núñez).


2. Solo Cristo (Pastor Salvador Gómez).
3. Sola Gracia (Pastor Héctor Salcedo).
4. Sola Fide (Pastor Sugel Michelen).
5. Soli Deo Gloria (Pastor Miguel Núñez).

En la revista TIME de Junio, 1999 hablando de Billy Graham y los protestantes,


Harold Bloom, dice: “Por al menos 40 años, Graham ha sido el 'papa' de los
protestantes en América”. Luego aclara, entre paréntesis: “(si es que protestantes
es aun la palabra adecuada)”. 

Hoy día, los protestantes ya no le hacen honor a su nombre. Y es que los


protestantes contemporáneos, en lugar de protestar, se ajustan a la superficialidad
y los errores de la época.  

La adoración bíblica es deformada por la autocomplacencia del entretenimiento


religioso, y los protestantes no protestan. La pureza de la doctrina bíblica es
mancillada por la desviación secular, y los protestantes no reaccionan. Los
mandamientos de Dios son sustituidos por psicologías populares de realización
personal, y los protestantes ni se percatan.

Los protestantes originales no fueron así. Ellos no eran guiados por la cultura de la
época. Se pusieron bajo la autoridad de las Escrituras y se ajustaron a sus
mandatos. Se apoyaron en las promesas de Dios y se dedicaron a conocer,
obedecer y predicar la verdad. Así lograron que la iglesia influyese sobre la
sociedad en lugar de que la sociedad influyeran sobre la iglesia. 

Siempre han habido, aun entre los protestantes más puros, algunas divisiones y
controversias. Sin embargo, entre los verdaderos protestantes, estas controversias
han girado alrededor de cosas no-esenciales. Pero en las cosas esenciales ha
habido unidad. 

Durante la Reforma, estas cosas esenciales fueron expresadas en cinco lemas,


conocidas como las cinco "Solas" de la Reforma Protestante: Sola Scriptura. Sola
Christus. Sola Gratia. Sola Fide. Soli Deo Gloria. 

Estas cinco "solas" expresan los principios que guían al verdadero protestantismo.
(Estos lemas eran expresados en Latín pues este era el lenguaje académico de la
época; por eso se les conoce históricamente como las "Solas=Sólo"). 

A través de ellas, los protestantes declaran su sometimiento a la suficiencia y el


poder de lo que Dios ha revelado en las Escrituras y en su Hijo Jesucristo, y su
determinación a que Dios sea reconocido como el único digno de toda gloria. 

SOLA SCRIPTURA - SÓLO LA ESCRITURA


Este lema define la función de las Escrituras como única autoridad sobre la iglesia.
Así como los protestantes del siglo dieciséis y diecisiete rechazaron la autoridad
del papado, los protestantes contemporáneos deben hoy rechazar toda autoridad
extra-escritural sobre la iglesia.  Cualquier autoridad, organización, experiencia,
liderazgo o práctica dentro de la iglesia debe estar sujeta al lema de "Solo la
Escritura".

Predicar fielmente y escuchar atentamente la Palabra de Dios tiene que volver a


ser un acto central en la adoración cristiana. La aplicación de las enseñanzas
bíblicas a la vida práctica y  cotidiana de los cristianos y de la iglesia es nuestra
tarea continua. El   entendimiento y la implementación práctica de las verdades
bíblicas es indispensable para la salud, el cuidado y la disciplina de la iglesia. 

La doctrina de que la Biblia es por sí sola la autoridad suprema, fue el “Principio


Formal”de la Reforma. En 1521, en el histórico interrogatorio de la Dieta de Worms,
Martin Lutero declaró su conciencia cautiva a la Palabra de Dios diciendo: “Al
menos que se me convenza mediante testimonios de la Escritura, y claros
argumentos de la razón (porque no le creo ni al Papa, ni a los concilios, ya que está
demostrado que a menudo han errado y se contradicen entre si), por los textos de
la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a  mi conciencia y ligado a la
Palabra de Dios.”

Del mismo modo, la Confesión Belga (1561) estableció: “Creemos, que esta Santa
Escritura contiene de un modo completo la voluntad de Dios, y que todo lo que el
hombre está obligado a creer para ser salvo se enseña suficientemente en ella…
Tampoco está permitido igualar los escritos de ningún hombre (a pesar de lo
santos que hayan sido) con las Divinas Escrituras, ni la costumbre con la verdad de
Dios (pues la verdad está sobre todas las cosas), ni el gran número, antigüedad y
sucesión de edades o de personas, ni los concilios, decretos o resoluciones;
porque todos los hombres son de suyo mentirosos y más vanos que la misma
vanidad. Por tanto, rechazamos de todo corazón todo lo que no concuerda con esta
regla infalible…” (VII).

La Escritura solamente es la regla inerrante de la vida de la Iglesia, pero una buena


parte de las congregaciones de hoy le han quitado a la Escritura su función de
autoridad. En la práctica la Iglesia se guía con mucha frecuencia por la cultura. Las
técnicas terapéuticas, las estrategias de mercadeos y el ritmo del mundo del
entretenimiento y de los medios de comunicación tienen mucha más influencia
sobre las necesidades, el funcionamiento y los objetivos de la Iglesia que la
Palabra de Dios. Muchos pastores han descuidado su derecho y obligación de
decidir y supervisar los servicios de adoración, que incluye el contenido doctrinal
de la música. En la medida en que la autoridad bíblica ha sido abandonada en la
práctica, las verdades bíblicas se desvanecen de la realidad cristiana y las
doctrinas bíblicas han perdido importancia, la Iglesia poco a poco se ha despojado
de su integridad, autoridad moral y dirección.

En lugar de adaptar la fe cristiana para satisfacer las necesidades que sienten los
consumidores, debemos proclamar la Palabra de Dios como única medida de
verdadera virtud y el evangelio como el único mensaje de verdad salvadora. La
verdad bíblica es indispensable para el entendimiento, alimento y disciplina de la
Iglesia.

La Escritura debe transferirnos de nuestras necesidades percibidas a nuestras


necesidades reales, y debe liberarnos de nuestra miopía de vernos a nosotros
mismos a través de las imágenes seductoras, clichés, promesas, y prioridades de
la cultura de las masas. La única manera que podemos comprendernos
correctamente a nosotros mismos y ver las provisiones de Dios para suplir
nuestras necesidades es a la luz de la verdad de Dios. La Biblia, por consiguiente,
debe ser enseñada y predicada en la Iglesia. Los sermones deben ser exposiciones
de la Biblia y sus enseñanzas, y no expresiones de las ideas y opiniones de la
época y culturas. No debemos ir más allá de la verdad que Dios nos ha dado.

El trabajo del Espíritu Santo en la experiencia personal no puede estar


desconectado de las Escrituras. El Espíritu de Dios no habla en forma contraria o
independiente de las Escrituras. Sin las Escrituras nunca hubiéramos conocido de
la gracia de Dios en Cristo. La Palabra bíblica, no las experiencias espirituales, son
la base de la verdad.

Salmo 119:18; Salmo 138:2; 2 Timoteo 3:16-17; Hechos 17:11; Gálatas 1:8; 2
Corintios 4:2; Romanos 1:16; 2 Timoteo 4:2-4; 2 Timoteo 2:15; 1 Timoteo 6:3,4.

SOLUS CHRISTUS - SÓLO CRISTO

Este lema define el origen y el objeto central de  la fe cristiana. Los protestantes
se opusieron a  exaltar cualquier cosa que no fuera la suficiencia  de Cristo.
Ningún ritual. institución o individuo  puede ni debe ser motivo de confianza
sino  Cristo.  Ningún proyecto, visión o necesidad  debe competir por el lugar
primario de Cristo en  la iglesia. Ninguna filosofía, ideal o argumento  debe ser
predicado en la iglesia que no exalte a  Cristo y su muerte en la cruz por el pecado
de  los hombres. Tenemos fe en Cristo, no fe en la  fe, o en las oraciones, o en la
iglesia, en los  lideres o en las instituciones. Solo Cristo es digno de confianza
pues Él es el único salvador  y el autor y consumador de nuestra fe. Solo en  Él
estamos completos.

La Reforma hizo un llamado a la iglesia a regresar a la fe en Cristo como único


mediador entre Dios y el hombre. Mientras la iglesia romana mantuvo que “hay un
purgatorio y las almas que son detenidas allí son ayudadas por las oraciones
intercesoras de los feligreses”, “los santos deben ser invocados y venerados;”, y
que, “sus reliquias deberán ser veneradas”, los reformadores enseñaron que la
salvación es solamente a través de la obra de Cristo. Como escribió Juan Calvino
en “Institución de la Religión Cristiana: “…intervino Cristo, e intercediendo por
nosotros tomó sobre sus espaldas la pena y pagó todo lo que los pecadores habían
de pagar por justo juicio de Dios; que expió con su sangre todos los pecados que
eran causa de la enemistad entre Dios y los hombres; que con esta expiación se
satisfizo al Padre y se aplacó su ira; Que él es el fundamento de la paz entre Dios y
nosotros... que no podemos albergar sentimiento alguno de su benevolencia y amor
paterno hacia nosotros, sino en Jesucristo” (“Libro Segundo. Capítulo XVI. Punto
2).

De la misma manera en el Catecismo de Heidelberg, Pregunta 30: “¿Creen pues


también en el único Salvador Jesús, aquellos que buscan su salvación en los
santos, o en sí mismos o en cualquiera otra parte? No, porque aunque de boca se
gloríen de tenerle por Salvador, de hecho niegan al único Salvador Jesús: pues
necesariamente resulta, o que Jesús no es perfecto Salvador o que aquellos que
con verdadera fe le reciben por Salvador tienen que poseer en El todo lo necesario
para su salvación.”

En la manera en que la fe evangélica ha sido secularizada, sus intereses han sido


mezclado con los intereses de la cultura. El resultado es la pérdida de los valores
absolutos, individualismo permisivo, y la sustitución de bienestar por santidad,
recuperación por arrepentimiento, institución por verdad, sentimientos por
creencia, destino por providencia, y gratificación inmediata por esperanza
perdurable. Cristo y su cruz ha sido desplazado del centro de nuestra visión.

Reafirmamos que nuestra salvación es obtenida por el trabajo mediador de


solamente el Cristo histórico. Su vida sin pecado y su pago imputacional
(sustitucional) solamente son suficientes para nuestra justificación y
reconciliación con el Padre.

Negamos que el evangelio es predicado si la obra sustituta de Cristo en la cruz no


es claramente declarada y la fe en Cristo no es solicitada.

1 Timoteo 2:5,6; Colosenses 1:13-120; 1 Corintios 1:13, 30, 31; Gálatas 1:9; Gálatas
5:4; Romanos 1:16; Colosenses 2:10; 1 Juan 1:7.

SOLA GRATIA - SÓLO POR GRACIA

Este lema define el fundamento sobre el cual  Dios acepta a los hombres. La gracia
es lo  contrario a salario o compensación. Cualquier  cosa que una persona
merezca o se haya ganado  por su mérito o esfuerzo es compensación. Pero  la
gracia no tiene que ver nada con méritos  personales. 

La gracia solo la puede disfrutar gente indigna.  Esto es la esencia del Evangelio:
Porque por  gracia sois salvos…no por obras para que nadie  se gloríe. 

Por la exaltación de esa gracia, que es lo único  que ha movido a Dios a salvar a
los pecadores,  los protestantes abandonaron la confianza en sí  mismos y en las
promesas de las doctrinas  romanas. No hay obra humana que pueda ser  base de
salvación. No hay método, técnica o  estrategia que pueda transformar al hombre.
La  fe que salva no puede ser producida por el  corazón humano, Dios la da sólo
por gracia.
Un clamor central de la Reforma fue la “salvación por gracia”. Aunque la iglesia
romana enseña que la misa es un “sacrificio [que] es verdaderamente
propiciatorio”, y que por medio de la misa “Dios…. nos otorga la gracia y el don de
la penitencia, remite nuestras faltas e incluso nuestros enormes pecados”, los
reformadores regresaron a la doctrina bíblica de la salvación por gracia mediante
la fe.

Nuestra postura justificada ante Dios es imputada por la gracia a causa de la obra
de Jesucristo, nuestro Señor. En contraste con las doctrinas de mérito personal
impartido por Roma, sola gratia y las doctrinas de la gracia, (depravación total,
elección incondicional, redención particular, llamamiento eficaz y la perseverancia
de los santos) fueron predicadas por todos los reformadores protestantes en todo
el movimiento protestante.

Como declara la Confesión Bautista de 1689, “Cristo, por su obediencia y muerte,


saldó totalmente la deuda de todos aquellos que son justificados; y por el sacrificio
de sí mismo en la sangre de su cruz, sufriendo en el lugar de ellos el castigo que
merecían, hizo una satisfacción adecuada, real y completa a la justicia de Dios en
favor de ellos; sin embargo, por cuanto Cristo fue dado por el Padre para ellos, y su
obediencia y satisfacción fueron aceptadas en lugar de las de ellos, y ambas
gratuitamente y no por nada en ellos, su justificación es solamente de pura gracia,
a fin de que tanto la precisa justicia como la rica gracia de Dios fueran glorificadas
en la justificación de los pecadores.”

Somos rescatados de la ira de Dios solamente por su gracia. El trabajo


sobrenatural del Espíritu Santo es el que nos trae a Cristo a través de liberarnos de
nuestra esclavitud del pecado y resucitarnos de la muerte espiritual a la vida
espiritual.

Negamos que la salvación sea de alguna manera el resultado de alguna obra


humana.

Métodos humanos, técnicas o estrategias, por sí mismas no pueden producir esta


transformación.

De la misma manera la Fe no es producida por nuestra naturaleza humana no


regenerada, sino un don de Dios y fruto de la gracia de Dios hacia sus escogidos.

La Confesión de Fe de Westminster (1647) dice al respecto: “A todos aquellos a


quienes Dios ha predestinado para vida, y a ellos solamente, le agrada en su
tiempo señalado y aceptado, llamar eficazmente por su Palabra y Espíritu, fuera del
estado de pecado y muerte en que están por naturaleza, a la gracia y salvación por
Jesucristo; iluminando espiritual y salvadoramente su entendimiento, a fin de que
comprendan las cosas de Dios; quitándoles el corazón de piedra y dándoles uno de
carne; renovando sus voluntades y por su potencia todopoderosa, induciéndoles
hacia aquello que es bueno, y trayéndoles eficazmente a Jesucristo; de tal manera
que ellos vienen con absoluta libertad, habiendo recibido por la gracia de Dios la
voluntad de hacerlo.
Este llamamiento eficaz es solamente de la libre y especial gracia de Dios y de
ninguna otra cosa prevista en el hombre; el cual es en esto enteramente pasivo,
hasta que siendo vivificado y renovado por el Espíritu Santo, es capacitado por
medio de esto para responder a este llamamiento y para recibir la gracia ofrecida y
trasmitida en él” (Cap. X).

Efesios 1:3-8; Efesios 2:8-10; Romanos 4:4,5; Romanos 11:6;  Juan 6:44;  Juan
6:64,65;  1 Corintios 2:14, Juan 3:3; Hechos 16:14,15; Hechos 11:18; 2 Timoteo
2:25,26; Hechos 13:48; Filipenses 1:6.

SOLA FIDE - SÓLO POR FE

Este lema define cuál es el medio único por el  cual se puede alcanzar la
salvación. Dios por su  gracia da fe al pecador para creer en Cristo y ser  salvo.
Esa fe es el medio. Dios no salva a  alguien automáticamente si no cree.

Nadie nace salvo, nadie hereda la salvación, ni  nadie puede salvarse a sí mismo o
salvar a otros.  Sólo la fe puede conducir a la salvación, y esa fe  es en Cristo, y
esa fe nos es dada por gracia.

Este fue el aspecto crucial de la Reforma  Protestante. Martín Lutero fue liberado
de sus  tormentos de conciencia en el convento donde se  auto-laceraba buscando
justificación cuando  leyó: El Justo por la fe vivirá  (Romanos 1:17).

El “Principio Material” de la Reforma fue la justificación solamente por fe.

La Confesión de Fe Westminster establece, “La Fe, así recibida y reposada en


Cristo y su justicia, es el único instrumento de justificación; aunque esta no esta
actúa sola en la persona justificada, sino que está siempre acompañada de todas
las demás gracias salvíficas; no siendo una Fe muerta, sino mas bien, una Fe que
obra por el amor” (Cap. XI).

De la misma manera, la Confesión de Ginebra señaló la necesidad para aquellos


justificados por fe diciendo: “Confesamos que la entrada que tenemos a los
grandes tesoros y riquezas de la bondad de Dios que nos son aseguradas son por
fe; como también, con confianza cierta y seguridad de corazón, creemos en las
promesas del evangelio, y recibimos a Jesucristo como nos es ofrecido por el
Padre y nos es descrito por medio de la Palabra de Dios” (Artículo 11).

La justificación es a través de la gracia solamente, por fe solamente debido a


Cristo solamente. Este es el artículo por el cual la iglesia se mantiene en pie o cae.
Hoy en día este artículo es ignorado, distorsionado o a veces aún negado por
líderes, profesores teológicos, académicos y pastores que se creen ser
evangélicos. Aparte de que la caída naturaleza humana siempre se ha negado a
reconocer la imputación de la santidad de Cristo, las ideas modernas avivan las
llamas del descontento con el Evangelio bíblico. Nosotros hemos permitido que
este descontento dirija la calidad de nuestro ministerio y lo que estamos
predicando.

Muchos miembros del movimiento de crecimiento de iglesias creen que la


comprensión sociológica de los miembros de la congregación es tan importante
para el éxito del evangelio como las verdades bíblicas que se proclaman. Como
resultado de esto, convicciones teológicas son frecuentemente separadas del
trabajo del ministerio. La orientación y técnicas de mercadotecnia en la Iglesia nos
alejan mucho más, borrando la distinción entre la Palabra bíblica y el mundo,
robando la cruz de Cristo de su ofensa, y reduciendo la fe cristiana a los principios
y métodos que traen éxito a las corporaciones seculares del mundo.

Mientras la teología de la cruz puede ser creída, estos movimientos en la realidad


la despojan de su significado. No hay evangelio excepto el de la sustitución de
Cristo por nuestro lugar de tal manera que Dios le imputó a Cristo nuestro pecado e
imputó en nosotros la santidad de Cristo.

Debido a que Cristo recibió el juicio que nosotros merecíamos, por esto nosotros
ahora caminamos en su gracia, como aquellos que han sido perdonados para
siempre, aceptados y adoptados como hijos de Dios. No hay ninguna base para ser
aceptados frente al Santísimo Dios, excepto el trabajo salvífico de Cristo.

Nuestra aceptación por Dios no depende de nuestro patriotismo, devoción


eclesiástica o decencia moral. Solamente depende del trabajo de Cristo. El
evangelio declara lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. El evangelio no
declara lo que nosotros podamos hacer para encontrar a Cristo.

Reafirmamos que la justificación es por gracia solamente, a través de fe solamente


por Cristo solamente. En la justificación la santidad de Cristo es imputada a
nosotros como la única posible satisfacción a la justicia perfecta de Dios.

Negamos que la justificación depende de cualquier mérito encontrado en nosotros,


o depende de cualquier infusión de la santidad de Cristo en nosotros, o que una
institución se llame iglesia, cuando esta niega o condena esta sola fide.

Gálatas 3:6-11; Romanos 3:28; Romanos 5:1; Gálatas 5:6; Romanos 5:8-10,19;
Hebreos 10:10,14; 2 Corintios 5:21.

SOLI DEO GLORIA - SÓLO A DIOS LA GLORIA

Este lema define la esencia de la adoración a  Dios. Una de los grandes logros
protestantes fue  rescatar la adoración espiritual de la  contaminación ritual,
idolátrica y supersticiosa  en que se encontraba. Más tarde, el movimiento
Puritano terminó de purificar lo que aún restaba.  Los puritanos fueron llamadas
así por su protesta  contra la conservación de rituales romanistas en  la iglesia de
Inglaterra (Anglicana) y por que   reclamaban una adoración más pura para Dios.
En esencia la adoración debe tener a Dios como  el centro. Toda adición no
sancionada por la  Escritura fue desechada por los verdaderos  Protestantes. El
entretenimiento así como el  gusto y la complacencia personal no tienen lugar  en
la adoración a Dios.

Hoy día la protesta no es contra poderes  estatales como los que querían detener
la  Reforma en el siglo dieciséis. La protesta hoy  debe ser contra la degradación
del cristianismo  bíblico. Y esa degradación ha venido en la  medida en que la
iglesia ha abandonado o ha  violado los principios expresados en las
"cinco  solas".

La Reforma recupero la enseñanza bíblica de la soberanía de Dios sobre todos los


aspectos de la vida del creyente. Toda la vida deberá ser vivida para la gloria de
Dios.

Como pregunta el Catecismo Menor de Westminster, “¿Cuál es el fin principal del


hombre?” Y responde: “El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y gozar
de Él para siempre”.

Este gran y apasionado propósito fue enfatizado por aquellos en el Siglo 16 y 17


que buscaban reformar a la Iglesia de acuerdo a la Palabra de Dios. En contraste a
la división monástica de vida de lo sagrado contra lo secular perpetuado por la
Iglesia Romana, los reformadores vieron que toda la vida debe ser vivida bajo el
Señorío de Cristo. Cada actividad del cristiano ha de ser santificado para la gloria
de Dios.

Cuando en la iglesia la autoridad bíblica se ha perdido, Cristo se ha desplazado, el


evangelio se ha distorsionado, o la fe se ha pervertido, siempre ha sido por una
razón: nuestros intereses han desplazado los intereses de Dios y entonces
hacemos su trabajo según nuestros intereses y como nos plazca. La pérdida de la
centralidad de Dios en la vida de la Iglesia de hoy es un hecho común y lamentable.
Esta pérdida es la que nos permite transformar adoración en entretenimiento, la
predicación del evangelio en mercadeo, fe y creencia en técnicas, la gracia de Dios
en libertinaje, y fidelidad en éxito o sentimientos de haber obtenido santidad. Como
resultado de esto, Dios, Cristo y la Biblia comienzan a tener poco significado para
nosotros y no tienen tanta influencia sobre nuestras vidas.

Dios no existe para satisfacer ambiciones humanas, deseos y apetitos de


consumidores o nuestros intereses espirituales privados. Debemos enfocarnos en
Dios en nuestra adoración, en lugar de buscar en la adoración la satisfacción de
nuestras necesidades personales. Dios es soberano en adoración; nosotros no lo
somos. Nuestra preocupación absoluta debe ser por el reino y la gloria de Dios, no
por nuestros imperios, popularidad o éxito.

Reafirmamos que debido a que la salvación viene de Dios y ha sido obtenida por
Dios, ésta es para la gloria de Dios y que debemos glorificarlo a El siempre.
Debemos vivir nuestra vida completa en la presencia de Dios, bajo la autoridad de
Dios y solamente para su gloria.
Negamos que nosotros podemos propiamente glorificar a Dios si nuestra adoración
es confundida con entretenimiento, si descuidamos la LEY o el EVANGELIO en la
predicación, o si auto-superación, auto-estima o satisfacción propia se han
convertido en alternativas para el evangelio.

Вам также может понравиться