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  IDENTIDAD PENTECOSTAL

 Vamos a reflexionar brevemente sobre los siguientes  aspectos doctrinales:


 1.   Evangelización y Conversión.
2.   Bautismo en el Espíritu Santo - Hablar en lenguas.
3.   La Iglesia como comunidad carismática y sanadora.
4.   El mundo Espiritual.
5.   Elemento "sorpresa" y "expectativa" en cada reunión.
6.   La paradoja de ecumenismo y exclusivismo.
  1.-  EVANGELIZACION Y CONVERSION
 las comunidades pentecostales se caracterizan por un gran "celo" evangelístico. Su entendimiento de la gran comisión (Mateo 19:20)
hace que cada miembro se siente un "evangelizador".
 Si estudiamos los mensajes evangelizadores podemos observar:
a.   Descripción del mal estado de la vida del hombre.
b.   Descripción del obrar maravilloso de Dios y énfasis en el sacrificio de Jesús.
c.   Llamado a la "entrega" y la fe y conversión a Dios.
 Generalmente, la conversión para el movimiento pentecostal es una experiencia traumática que permanece en la memoria parta
siempre. Se puede ver, en consecuencia, hombres y mujeres de distintas culturas y contextos sociales pero que han tenido en común
la experiencia de rompimiento con el pasado y el inicio de una nueva vida (2da.Cor.5:17)
 2.   BAUTISMO EN EL ESPIRITU SANTO: Hablar en nuevas Lenguas
 En el pensamiento pentecostal se considera a la conversión como la primera obra del Espíritu Santo, pero también existe una
segunda obra de gracia que le sigue en importancia y necesidad: el bautismo en el Espíritu Santo. Esta experiencia es asumida como
cumplimiento de una promesa del Antiguo Testamento: la de Joel 2:28-32 hecha realidad de acuerdo a Mateo 3:12: "El os bautizará
en Espíritu Santo y fuego".
 Ahora bien, )Cuál es el propósito del bautismo en el Espíritu Santo? Siguiendo a eminentes autores carismáticos y pentecostales,
podemos decir básicamente que este bautismo es una "investidura de poder" para el cumplimiento de la misión de la Iglesia, es
igualmente, de la misión en la vida de los creyentes.
 Además necesaria para la entrada en el mundo sobrenatural, como ayuda en nuestras plegarias y oraciones, para obtener un nuevo
y profundo entendimiento de las Escrituras, en la guía diaria para hacer la voluntad del Señor, en la salud y sanidad del pueblo de
Dios y en el derramamiento del amor de Dios en nuestros corazones como don y, a la vez, fruto del Espíritu.
 "Id por todo el mundo y haced discípulos..."
Los testimonios de los millones de personas que han pasado por esta experiencia, la describen como llorar, reír, danzar, saltar, etc,
pero, a pesar de las distintas formas, hay una manifestación común a todas: hablar en lenguas extrañas.
 Este hablar en lenguas extrañas podrá hacerlo una sola vez o muchas veces o cuantas veces el Espíritu le inspire a hacerlo. Pero
también es justo admitir que algunas denominaciones pentecostales no aceptan hablar en lenguas como única señal sino que admiten
otras señales como danzar, saltar, etc.
 La doctrina del Espíritu Santo es distintiva y definitivamente pentecostal y que la persona bautizada, alguna vez en su vida cristiana
debió haber hablado en nuevas lenguas (Hechos 10:44-48)"Y fueron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras
lenguas según el Espíritu les daba que hablasen" (Hechos 2:4)
3.   LA IGLESIA COMO COMUNIDAD CARISMATICA Y SANADORA
 "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios..." (2 Pedro 2:9-10)
 La idea de elección y sacerdocio universal permanece en la vida de cada miembro pentecostal. Este es un gran honor y privilegio,
pero además es una gran responsabilidad: Dios elige y bendice para que sea un profeta que anuncie la verdad del evangelio glorioso.
 Por ello, los pentecostales consideran la iglesia como un organismo vivo en constante crecimiento y movimiento. La Iglesia es un
"cuerpo" donde cada miembro recibe su función y tareas del Espíritu Santo.
 De lo dicho se entiende que en cada comunidad, los miembros deben ser activos y buscar nuevas actividades que los movilicen en
forma de bloque.
 En Efesios 4:11 se nos enseña que Dios mismo constituyO apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, y que el
llamamiento a cada uno de estos ministerios es un acto de soberanía divina. Por lo general las asambleas, consejos ministeriales,
presbiterios, etc. no eligen a sus pastores sino que reconocen el ministerio dado por Dios. En algunas denominaciones pentecostales
se llega a admitir hasta la colocación de un ministerio en el área local como un acto de dios.
 Para el miembro pentecostal lo importante en su vida es descubrir su carisma dado por Dios y su lugar en el cuerpo de Cristo.
 pasemos a la segunda parte, a "La comunidad sanadora"
 La presencia del Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo no es pasiva, al contrario es sumamente "activa". En un mundo donde hay
desesperanza y muerte, la iglesia por su misma naturaleza debe ser un espacio donde el hombre encuentra la esperanza y la vida, el
"shalom" que necesita. Lo que no significa convertir a la iglesia en un mero refugio en el cual nos aislemos del mundo, porque eso
sería una "alienación".
 Las iglesias pentecostales se han caracterizado desde siempre por ofrecer un "clima" que posibilita la sanidad del hombre. Se piensa
en la atmósfera que se llega a formar en una comunidad cuando se realiza un acto cultural. Los himnos, canciones, coros, testimonios
y predicación transmiten (ministran) el mensaje de Dios al hombre. En el culto pentecostal se celebra y vive la victoria de Dios sobre el
mal y se comparte esa victoria con Dios, lo que hace que se forme un clima sanador.
 
El concepto de sanidad física, emocional, espiritual y mental es característicamente pentecostal. La soberanía de Dios sobre el
hombre permite la posibilidad del milagro, que no es otra cosa que la intervención directa del poder de Dios en la vida del ser humano.
 Cuando los evangelistas quieren resumir el ministerio de Jesús desde sus comienzos, proclaman: "Jesucristo predicaba, enseñaba y
sanaba". Tres características que, sin duda, identifican a una iglesia pentecostal.
 4.   EL MUNDO ESPIRITUAL
 "...no tenemos lucha contra carne y sangre sino contra principados, potestades, contra los gobernadores de las tinieblas..."
 Sobre estos versículos de la carta a los Efesios, y sobre otros como 2 Cor.10:1-5, se fundamenta la doctrina pentecostal: la creencia
en un "mundo espiritual".
 La obra salvífica fue consumada en la "cruz" y en la resurrección de Jesucristo la victoria sobre la muerte y sobre quien tenía
el  poder de la muerte (Hebreos 2:14-15) pero hasta la consumación del Reino aún siguen vigentes las manifestaciones destructoras
del mundo espiritual demoníaco.
 Para el pentecostalismo las fuerzas demoníacas son seres espirituales inteligentes y con una decidida voluntad de destruir al hombre
y su bienestar. Por eso es necesario enfrentarlos no con la fuerza humana sino con el poder del Espíritu Santo. Estas manifestaciones
del mal se producen tanto en lo individual como en las "estructuras sociales injustas".
 Cada liberación espiritual, cada sanidad y milagro manifiestan los avances del Reino de Dios y su poder sobre el mundo espiritual
demoníaco. "Mas si por el dedo de Dios echo fuera los demonios, ciertamente el Reino de Dios ha llegado a vosotros (Lucas 11:20).
 Los pentecostales, clásicamente han dividido la obra satánica en: Tentación - opresión - posesión. En cuanto a la tentación es
conocido su significado por todos los cristianos. Nos dedicaremos brevemente al significado de la opresión, de la posesión demoníaca
y su liberación. 
 El exorcismo es la oración formal, casi siempre en forma de mandato para liberar a una persona poseída por fuerzas diabólicas. En
San Marcos 1:21-28 se aclara como Jesús expulsó al espíritu inmundo: "cállate y sal de él". Esto es un ministerio dado a la
"comunidad sanadora".
 La oración de la opresión es distinta. Es un proceso a través de plegarias y oraciones para que la persona que sufre el ataque
demoníaco sea liberada. Notemos la diferencia entre ser oprimido y ser poseído.
 El problema que se nos presenta a muchos predicadores pentecostales de la línea progresista y bíblica es que la mayoría de estos
ministerios se hacen en medio de un show exhibicionista. Con mucho acierto, un excelente escritor carismático ha dicho: ")Quién
libera a los exorcistas del Espíritu de exhibicionismo"?
 El pentecostalismo progresista insiste en la preparación bíblica, teológica y espiritual de los siervos de Dios. Esto es sumamente
importante. Ante la posibilidad de estar frente a un paciente de este tipo. debe utilizarse el "don de discernimiento" para saber que
pasos seguir. Algunos recomiendan: Primero debe examinarse clínicamente luego psicológicamente y por último entrar al terreno
espiritual.
 Cuando oramos por liberación de la opresión, pero especialmente del poseído, suceden algunas cosas no muy agradables:
"vómitos", que no deben confundirse con descomposturas físicas; "gritos", que tampoco deben confundirse con un ataque de histeria;
caídas que asimismo no deben confundirse por presión mental o sugerencia psicológica. por eso un verdadero pentecostal debe
saber controlar estas escenas para no caer en mero exhibicionismo.
 Este capítulo muestra el porqué del avance arrollador del pentecostalismo. no se limita a comunicar el Evangelio de la gracia, sino
que ejerce un ministerio de experiencias que auténticamente libera al ser humano.
 5.   EL ELEMENTO "SORPRESA" Y "EXPECTATIVA" EN CADA REUNION
 Las reuniones auténticamente pentecostales se diferencian de cualquier reunión de iglesias históricas en los elementos que
apuntamos: sorpresa y expectativa.
 En la iglesia pentecostal se sabe como comienza la reunión, pero no como se termina. La expectación lo produce el estar pendiente
en cada reunión del Espíritu Santo que bajo su control algo que no estaba prevista va a suceder.
 Por tal motivo, el movimiento pentecostal tiene la tendencia a vincularse con eventos que demuestran el poder sobrenatural de
Jesucristo, como milagros y sanidades. Para los pentecostales, los eventos del libro de los Hechos deben ser acontecimientos que
hoy se deben ver en la vida diaria de la Iglesia, exactamente igual como en los días de los Apóstoles.
 Citaremos algunos ejemplos bíblicos que avalan lo que estamos explicando en este punto:
 Jesús está predicando en una sinagoga. Allí en plena reunión, hay una mujer enferma, totalmente corvada. Tiene espíritu de
enfermedad. Jesús siente compasión. Para Jesús lo más importante en ese momento era "obrar". Como elemento sorpresa la llamó y
exclamó: (Mujer eres libre de tu enfermedad! Y la mujer se enderezó, totalmente sana. Jesús interrumpe un "servicio", violando por
así decirlo el "orden de culto" pero...sana a una mujer. (Lucas 13:13) Así es un auténtico culto pentecostal.
 Pedro está predicando, de repente, sorpresivamente, debe interrumpir el sermón. El Espíritu Santo se derrama sobre todos los que
escuchan. El Espíritu Santo quiebra el orden del culto. El sermón no continúa, pero en cambio continúa la obra del Espíritu Santo se
derrama sobre todos los que escuchan. El Espíritu Santo quiebra el orden del culto. El sermón no continúa, pero en cambio continúa
la obra del Espíritu Santo. Hechos 10:44-47. Otra vez el factor sorpresa que nunca debe faltar en una reunión pentecostal.
 6.   LA PARADOJA DE ECUMENISMO Y EXCLUSIVISMO
 Si bien esto no hace a la identidad pentecostal, vale la pena decir algunas palabras para aclarar, dada la confusión e ignorancia de
muchos de nuestros lectores.
 La esencia del ecumenismo es aceptación de otros cristianos. La esencia del exclusivismo es la exclusión. El pentecostalismo en el
momento de su nacimiento era sumamente ecumenista. En esos días no había barreras denominacionales sino que el Espíritu Santo
era dado a todos los que lo pidiesen.
 
El Espíritu Santo no era ni es posesión de ninguna denominación en particular. Lamentablemente, a través del tiempo y mientras el
movimiento se extendía, se fueron manifestando espíritus exclusivistas. Es cierto muchas veces a causa de la persecución de otras
iglesias y denominaciones.
 Es bien conocido históricamente el rechazo de las manifestaciones carismáticas producidas en el naciente pentecostalismo por parte
de las iglesias tradicionales a principios del siglo, entre 1900 y 1910. Los grupos pentecostales eran objeto de burla y ridículo.
 Otras razones las podemos encontrar en el "miedo a la desviación de lo que se considera sana doctrina": Esta expresión tan
sutilmente utilizada por los fundamentalistas inspiró temor al naciente movimiento pentecostal acerca de cambios históricos,
teológicos y contextuales en el proceso de su expansión.
 También la "falta de preparación teológica". Esto fue uno de los defectos más profundos del pentecostalismo de América Latina. La
expresión "la letra mata" se usó y se abusó y se descontextualizó por muchas décadas. Apenas en la década del 50 cuando las
iglesias pentecostales rompen con sus iglesias madre, especialmente de los Estados Unidos y se hacen autónomas empezaron a
interesarse por la capacitación y dio origen a muchos institutos bíblicos y seminarios.
 Respecto a la obra social, la obra misionera cerró, alienó la mentalidad pentecostal con el pretexto de que lo social tenía
connotaciones políticas. También en la década del '50 cuando las iglesias se independizaron de sus cabeceras internacionales
comenzaron a interesarse y preocuparse tanto por lo político como por lo social.
 Si bien aún resta mucho por hacer, sin embargo existen muchas denominaciones pentecostales que van abriéndose paso, poco a
poco y el "ecumenismo del espíritu" se va imponiendo para el bien de las nuevas generaciones.
 Gracias a Dios, muchas iglesias van adquiriendo un "compromiso social" frente a un mundo de injusticias en todos los órdenes: la
Unión Pentecostal Venezolana, la Misión Pentecostal de Chile, la Iglesia de Dios en Argentina, por mencionar algunas de América
Latina, han dado pasos fundamentales a favor de los desaparecidos y pobres, participando en reuniones sobre el desarrollo y los
derechos humanos, asistiendo a conferencias de paz e integrando junto a iglesias históricas a la unidad espiritual del pueblo de Dios y
son a la vez una voz contra las injusticias humanas.
                                     Resumen realizado por el    
                          Pastor Jorge Julio Vaccaro – ALIDD
La identidad del Cristiano
Cuerpo: Serie: “La identidad del Cristiano” (lo que soy, lo que tengo y lo que puedo en Cristo)
Parte 1. Mi identidad Génesis 3:3-5; Mateo 4:2-3
Introducción.
¿Cuántos de ustedes saben quién son? Saben su nombre, apellido, dirección etc.; Ahora, ¿cuantos conocen su identidad como
Cristianos? O sea, lo que son, lo que tienen y lo que pueden en Cristo?
Les pregunto en este momento: ¿si murieran en este instante, donde pasarían el resto de la eternidad? ¿En el cielo o en el infierno?
Si tu respuesta es: No lo sé, y ya recibiste a Cristo en tu corazón, entonces tienes un problema de identidad.
Y si tu respuesta es: No lo sé, y aún no has aceptado a Jesús como tu Señor y salvador, entonces tienes razón de preocuparte en
donde pasaras la eternidad.
I. El valor de la identidad
Nuestra identidad es algo muy valioso, si no sabemos quiénes somos, entonces no sabremos a dónde vamos. (Mostrar aquí parte de
la película: Identidad desconocida). Como cristianos nacidos de nuevo por la fe en Jesucristo, tenemos una nueva identidad, un
propósito, un destino; pero nuestro enemigo se ha encargado de distorsionar esa identidad con sus mentiras y falsas creencias,
anulando así, toda efectividad y poder en nuestra vida.
• Vemos en Génesis 3:3-5 como engaño a la mujer distorsionando su identidad
• También en Mateo 4:2-3 intento hacer lo mismo con Jesús pero sin ningún resultado.
• Satanás continúa atacando esa área de la vida del creyente porque sabe que mientras más lejos estemos de nuestra identidad, más
cerca estaremos del fracaso.
II. Significados de la identidad
1. Identidad.- cualidad de idéntico. Idéntico significa: “Igual”, “lo mismo”
2. El segundo significado de identidad, es un significado jurídico. Identidad, en este sentido, es el hecho de ser una persona o cosa la
misma que se supone o se busca. Eje: Credencial electoral, cartilla o pasaporte y en el caso de los vehículos la tarjeta de circulación
y/o factura
III. Cual es mi identidad sin Cristo?
a) Nuestra verdadera identidad no proviene de lo que soy o lo que he logrado, sino de lo que Dios ha hecho en mí. (Fil 3:4-9)
b) El mundo me da una identidad específica y se basa en:
1. ¿Quienes son mis padres?
2. ¿Qué nacionalidad tengo?
3. ¿Qué profesión o trabajo realizó? Etc.
c) La Biblia declara que sin Cristo éramos: (Efesios 2:1-3)
1. Hijos de desobediencia
2. Hijos de ira
3. Hacíamos la voluntad de la carne
IV. Conclusión
Debemos estar seguros de nuestra identidad en Cristo Jesús. Efesios 2:13 dice: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro
tiempo estabais lejos, habéis sido cercanos por la sangre de Cristo”
LA CAUTIVIDAD PENTECOSTAL DEL CRISTIANISMO PENTECOSTAL
Podría decirse que, así como para Willis Hoover la teología liberal y el exceso de confianza en ella consumió a la Iglesia Metodista,
del mismo modo la ausencia de teología y el exceso de confianza en la sola manifestación carismática ha consumido a las Iglesias
Pentecostales.
1. De cristianismo pentecostal a mero pentecostalismo
El pentecostalismo, casi sin notarlo, ha abolido al cristianismo pentecostal. Lo que se debe hacer, si algo pudiese hacerse, es volver
a  introducir el cristianismo pentecostal en el pentecostalismo[i]. Esta es la tesis que defenderé en lo sucesivo. No obstante, antes de
pasar a ella, conviene primero hacer algunas delimitaciones conceptuales.
¿Qué entendemos por pentecostalismo? Si las respuestas a esta pregunta son variadas, tanto más lo son para aquella ¿qué
entendemos por cristianismo? Mi definición arbitraria para ambas es como sigue. Entiendo por “cristianismo” a una religión
determinada, afirmada en los principios predicados por Jesús de Nazaret, en consonancia con la tradición judía reflejada en el Primer
Testamento, con la tradición inmediatamente posterior a él que se construye en el Nuevo Testamento y, finalmente, con la tradición
eclesial que se definió mediante la elaboración de símbolos y confesiones que sirvieron para leer el texto bíblico y sistematizar las
enseñanzas de la religión cristiana. En otras palabras: cristianismo es un conjunto de creencias que se ha desarrollado a través de la
historia de la humanidad, en el seno de la Iglesia cristiana en su multiplicidad, diferencias internas y riqueza interpretativa.
“Pentecostalismo” por su parte, es una palabra que al igual que la anterior, puede despertar distintas definiciones. Para este caso,
designaré como “pentecostalismo” a un movimiento cristiano proveniente de la amplia gama de iglesias protestantes, que se produjo a
principios del siglo XX en contextos específicos, cuya máxima consiste en la predicación de una forma particular de experiencia
cristiana. Con esto quiero dejar de lado las definiciones reduccionistas que intentan explicarlo de modo facilista por sus costumbres,
por el contexto social en que se desarrolló y otras.
De este modo, con “cristianismo pentecostal” designaré a aquel pentecostalismo que se ha hecho cargo de la tradición cristiana y que
ha asumido su pertenencia a ella. Mientras que con “mero pentecostalismo” designaré a aquel pentecostalismo que no está
interesado ni en la tradición cristiana ni mucho menos en asumirse como un movimiento más dentro de ella, es decir, designo con ello
a lo que ha resultado del despertar pentecostal original en su proceso histórico. Dado que el pentecostalismo es un movimiento global,
aquí me centraré puntualmente en el pentecostalismo latinoamericano.
 2. El rechazo a la teología
Afirmar que el “cristianismo pentecostal” es cautivo del “mero pentecostalismo” implica dos cosas. En un sentido histórico, significa
que lo que hoy predomina es, probablemente, mero pentecostalismo, y también significa que antes de este mero pentecostalismo
existió efectivamente un cristianismo pentecostal. En un sentido teológico, implica que antes el pentecostalismo era mucho más
cercano a la tradición cristiana y que hoy está alejado de ella. Por lo tanto, si se quiere que el pentecostalismo retorne a la tradición
cristiana en un sentido teológico, es necesario saber qué es lo que lo apartó de ella, para así encontrar una posible vía de retorno.
Esto implica hacer un ejercicio histórico y teológico que, a su momento, llevaremos a cabo profundizando en algunas ideas del
fundador del pentecostalismo chileno.
Pero ¿por qué el pentecostalismo está lejos de la tradición cristiana hoy? Esta pregunta es fundamental. ¿Con qué argumento
sostenemos que el pentecostalismo está alejado del cristianismo? La explicación de esta afirmación está basada en un hecho que ya
es ampliamente conocido no solo por quienes son o han sido pentecostales, y quienes lo han estudiado como observadores. Me
refiero al rechazo que se tiene hacia la teología. Si bien es cierto que hay miembros en las congregaciones que leen teología, como
también es cierto que hay ciertas denominaciones que con esfuerzo han empezado a preparar teológicamente a sus pastores o a
grupos pequeños de miembros, también es cierto que en términos generales el pentecostalismo ha mantenido un rechazo
permanente al pensar teológico en su trayectoria histórica que aún pervive. Aquí, claro está, me detendré en la regla, no sus
excepciones.
Pese a que este ha sido uno de sus aspectos que ha recibido mayor crítica, tanto más interesante habría sido que se prestase
atención no solo al hecho del rechazo a la teología, sino más bien a las razones internas que llevaron al pentecostalismo a esta
actitud. El pentecostalismo, tal como se lo conoce hoy, puede ser descrito como un movimiento en que predominan ciertas
costumbres distintivas como el vestir tenida formal, el predicar en las plazas públicas y, junto con ellas, también prácticas espirituales
como la glosolalia, el danzar, y otras experiencias de orden carismático. Con estos datos se ha construido un estereotipo de lo que
sería un creyente pentecostal estándar, al menos en lo que respecta a Latinoamérica[ii].
El rechazo a la teología nos parece fundamental porque, en nuestro entender, es debido a esto que el pentecostalismo ha dejado de
ser cristianismo pentecostal. Si analizamos los defectos más comúnmente criticables del pentecostalismo como, por ejemplo, el
excesivo poder pastoral sobre las congregaciones y los individuos, el sistema administrativo deficiente que acarrea una serie de vicios
económicos, las creencias heterodoxas que rayan en la herejía o de costumbres enmarcadas en un “legalismo”[iii] radical, y tantos
otros rasgos criticables, encontraremos que finalmente, una de las razones de que se produzcan todas estas cosas no es otra que la
ausencia de una reflexión teológica fecunda. Sin ella, el pentecostalismo ha adoptado ideas y prácticas que no solo lo han hecho
particular entre otros movimientos cristianos, sino que a veces lo han alejado del cristianismo.
Lo anterior, desde una dimensión puramente teológica, puede explicarse como sigue. El pentecostalismo se ha caracterizado por
plantear una soteriología de obras que tiende a opacar peligrosamente el concepto cristiano de la gracia. En términos de
hamartiología, su concepto del pecado está caracterizado por un énfasis en las conductas más que en el problema de la naturaleza
caída del ser humano. En cristología, es común observar la crítica de que el Cristo pentecostal es una especie de proveedor de
bienes, lo cual también tiene consecuencias directas en el discurso que se usa para evangelizar, invitando a los no creyentes a creer
más por lo que Cristo ofrece que por lo que Él es o por el significado de su obra expiatoria. Así, podría hacerse un análisis teológico
sistemático del pentecostalismo en sus distintas creencias. No costará trabajo confirmar las acusaciones que se hacen en su contra.
La ausencia de esta reflexión teológica ha producido, también, falta de materiales y textos que permitan hacer un análisis más
riguroso. Del pentecostalismo tenemos más que nada las revistas que cada denominación publica y, sobre todo, su tradición oral.
Naturalmente, la contradicción que subyace a esta actitud es que, pese a que hay una negación de la teología formal, eso no significa
que no hayan desarrollado una teología. En efecto, si quisiera hacerse un esbozo general de una cierta “teología pentecostal”, José
Miguez Bonino ya ha observado que esta puede articularse en torno a cuatro grandes doctrinas: la salvación como experiencia de
conversión, el bautismo del Espíritu Santo, la sanidad divina y una escatología apocalíptica[iv]. La falta de reconocimiento de este
hecho por parte de los pentecostales dificulta tanto más la posibilidad de introducir el pensar teológico de la tradición cristiana en el
pentecostalismo. Hay hermanos que sostienen que sus creencias acerca de Dios no son teológicas, sino que son revelación de Dios.
Esta afirmación es contradictoria pues aunque el pentecostal lo desconozca, sus creencias tienen raíces teológicas muy precisas, y lo
problemático de esto es que por negar la raíz teológica de sus creencias, al pentecostal se le hace invisible el valor de la tradición de
la cual procede, ya sea continuándola o distanciándose. Con todo, si consideramos que para él la teología es un saber racional –o
conocimiento meramente humano- y que por lo tanto no merece atención, entonces su afirmación tiene algún sentido.  Hay que
detenerse en este malentendido.
 3. El malentendido
El diagnóstico está claro, y no hay crítica al pentecostalismo, venga esta de la teología u otros saberes, que no se haya acercado a
estas apreciaciones. Sin embargo, ¿qué es lo que llevó al pentecostalismo a rechazar la teología? O en otros términos ¿qué es lo que
hace posible la existencia de un pentecostalismo sin tradición cristiana? Para resolver esta cuestión me parece que es necesario
hacer algo que, desafortunadamente, no ha sido común en los análisis que existen del pentecostalismo. Si hay algo de lo que adolece
hoy no solo los estudios sobre el pentecostalismo sino el propio pentecostalismo, es conocer el pensamiento de Willis Hoover,
misionero norteamericano metodista episcopal, fundador del movimiento pentecostal en Chile, que luego se expandiría al Cono Sur.
El rechazo a la teología, desde nuestro punto de vista, surgió de un lamentable malentendido que puede rastrearse hasta el propio
Hoover. En un memorable artículo titulado “la babaza de la antigua serpiente”, trata especialmente el asunto de la educación
teológica. El texto podría ser fácilmente tomado como una diatriba anti-teológica, mi objetivo en lo sucesivo será mostrar que su
propósito va más allá.
Una primera lectura del texto sugiere que Hoover está discutiendo con personas que han acusado al pentecostalismo de ignorancia.
Esta ignorancia parece atribuírsele al movimiento principalmente debido a las manifestaciones carismáticas del “poder de Dios”.
Podría decirse que el hecho de creer en las manifestaciones espirituales es un signo de ignorancia para los críticos. Así, la solución
de los críticos parecería ser el conocimiento teológico lo cual, supuestamente, sería rechazado por Hoover en pos de la experiencia
del poder de Dios.
Para discutir esta cuestión, comencemos al revés. Casi al término del texto, Hoover hace la siguiente afirmación acerca del
Metodismo Episcopal: “eran ignorantes, y en el empeño de educarlos, comenzaron a dar demasiada importancia a esa educación y
confiar en ella, con el resultado en todo caso de que el poder del espíritu les dejó y ahora los seminarios y los estudios están puestos
muy arriba del poder de Dios”[v]. Una afirmación de este tipo podría ser fácilmente utilizada para justificar un anti-teologismo. Sin
embargo, una relectura nos permite notar que el problema de fondo no es la tensión entre ignorancia y conocimiento. La tensión real
se encuentra en un nivel más profundo: el entendimiento acerca de lo que es el poder de Dios y, por lo tanto, el objeto de la fe del
creyente. Si ponemos atención a las palabras de Hoover, veremos que  el problema no es la educación teológica, sino el hecho de
que se deposite confianza en ella. De este modo, la cuestión que debe resolverse no es si el conocimiento teológico es positivo o
negativo para los creyentes, sino si acaso los creyentes están preparados para aceptar que la teología no puede reemplazar la
experiencia de Dios.
Sigamos hacia atrás: “Dios tampoco premia la ignorancia. El hombre que imagina que es algo o sirve para algo con Dios solamente
porque es ignorante, es tan engañado como aquel que confía en su sabiduría. Hay un solo objeto de confianza: Dios”[vi]. Esta
afirmación deja absolutamente claro el punto que se explicó anteriormente. Lo que Hoover está buscando no es denostar la
enseñanza teológica, sino más bien el hecho de que ella tome el lugar de confianza que le corresponde a Dios en la vida del creyente.
Llegados casi a la entrada del artículo, encontramos a un Hoover que se queja de que los cristianos se dejan engañar por esta idea:
“en el peso y el valor que le atribuyen a la educación en la obra de salvar almas (la predicación del Evangelio), y la dependencia que
ponen sobre ella”[vii]. Así, lo que realmente le preocupa es que las iglesias hayan llegado a pensar que la educación es un factor
importante en la tarea de la predicación. Esto sería lo que, a su vez, llevó a los distintos críticos a negar el carácter divino de la
manifestación pentecostal: el hecho de la ignorancia de los creyentes. En otras palabras, lo que Hoover combate no es el estudio
teológico, sino la preeminencia de este sobre la fe en el poder de Dios.
Con esto, podemos mantener que Hoover no estaba contra la teología en general. Es más, si vamos un poco más atrás en su vida
personal encontraremos que, según los registros de la Iglesia Metodista Episcopal, Willis Hoover hizo estudios teológicos durante
cuatro años y se graduó en 1897. Cuando fue trasladado como pastor a Valparaíso (1902), fundó el Seminario Bíblico Evangélico de
la IME y fue su presidente desde 1904 hasta 1908 –de hecho, también viajaba a Santiago a hacer lecciones durante 1908[viii]. En
otras palabras, el pastor Willis Hoover tenía una formación teológica adecuada que le permitía valorar su importancia para la iglesia.
Esto también se haría visible en el transcurso del avivamiento. Ante la posibilidad inminente de una separación de la Iglesia Metodista
a la cual sirvió toda su vida, Hoover afirma: “Estudiaré y enseñaré a Wesley y la Biblia. No tengo doctrinas nuevas”[ix]. Por otra parte,
un asunto que no se ha tocado aquí es el que dice relación con la formación doctrinal de los creyentes. Aunque hoy no es común que
las iglesias pentecostales hagan cursos de inducción de la fe a sus posibles miembros, durante el avivamiento esto sí se hacía. Él nos
informa: “nuestra clase de probandos  (los que son y los que quieren serlo) tiene asistencia de cerca de 200, ávidos de la Palabra de
Dios”[x].
La formación teológica del creyente ha sido evidentemente descuidada en las iglesias pentecostales. Sin embargo, hay señal de que
en un principio esto si se llevó a cabo. La clase de probandos, sin importar si eran 200 o 10, no enseñaba otra cosa que las doctrinas
cristianas fundamentales como la trinidad, la deidad de Cristo, el pecado original, la salvación por gracia y otras. Lo que podría
resultar sorpresivo para un pentecostal es que esto no se sacaba de libros de teología, sino de los 25 Artículos de Fe que vienen
incorporados en muchos himnarios hasta hoy. Que estas cosas se enseñasen en pleno avivamiento pentecostal da cuenta de que
Hoover no tenía intención alguna de menospreciar la teología, sino al contrario: sabía que la iglesia debía, más que nunca, conservar
claras las doctrinas fundamentales. Él mismo sabía que las propias manifestaciones debían ser pesadas a la luz de la Biblia. Incluso,
en los albores de su renuncia, afirma: “Yo he procurado hacer entender a mis colegas que tengo una mente que examina, y que de
consiguiente, enseño a mis miembros a examinar”[xi].
No obstante lo anterior, en Hoover sí encontramos un tipo de rechazo pero no a la teología en general, sino a cierta teología en
particular. En otro de sus textos emblemáticos “el amor cristiano”, se opone radicalmente al liberalismo teológico. De hecho, a la luz
de su pensamiento, la llegada de esta teología es la principal razón de la decadencia del otrora formidable metodismo. Hoover
mantuvo que el nacimiento de la Iglesia Pentecostal fue precisamente una reacción a ello y promovió un “completo aislamiento”[xii] de
las iglesias que profesaran esas ideas, dominadas por la alta crítica y el modernismo. En sus palabras: “enseñan la Biblia, sí, pero
enseñan que no es verdad lo que dice. Enseñan que la historia de la creación es un cuento y no es verdad; que el pez no podía haber
tragado a Jonás; que no hay tales ángeles; que la luz que Saulo vio en el camino a Damasco era un relámpago…”[xiii] entre otras
más. Así, lo que Hoover rechazaba no era la teología ortodoxa, sino más bien la teología liberal. Por lo tanto, cuando él atacaba el
“conocimiento humano”, se estaba refiriendo a este tipo de teología particular que anulaba la fe en la veracidad de los relatos bíblicos
mediante procedimientos racionales; y no se refería con ello a la teología ortodoxa. El malentendido de los pentecostales es que
llevaron esa crítica de la teología como conocimiento humano a toda teología, y no a la que Hoover criticaba específicamente.
Quizá, muchos excesos cometidos en manifestaciones espirituales pentecostales podrían evitarse si la Biblia y las doctrinas
fundamentales fueran tomadas en serio nuevamente por los pentecostales mediante una noción cristiana pentecostal de la relación
fe/conocimiento. El primer pentecostalismo, que es el que hemos descrito a través de la figura y pensamiento de Hoover, es
propiamente lo que llamaríamos cristianismo pentecostal, pues se asume como parte de la tradición cristiana y reafirma su
compromiso con ésta mediante el esfuerzo de preservar la doctrina ortodoxa que le fue legado. Resulta significativo recordar las
palabras del pensador reformado Francis Schaeffer: “El antiguo pentecostalismo daba un énfasis tremendamente vigoroso al
contenido de la Escritura y esto fue lo que constituyó una fuente dinámica para la evangelización; hecho puesto de manifiesto en
países como los de América Latina. Eran gentes que creían realmente en el Evangelio; que tenían una alta estima por la doctrina”[xiv].
Mientras que el mero pentecostalismo niega el conocimiento racional y admite el conocimiento de Dios solo mediante la revelación
individual carismática, el cristianismo pentecostal sí acepta el acceso racional a Dios, solo que preservando que éste sea conducido
por la creencia en la Biblia como texto inspirado a fin de evitar los resultados de la teología moderna. El paso del mero
pentecostalismo al cristianismo pentecostal está sujeto, si no a la aceptación de toda teología, al menos a la aceptación de una
teología ortodoxa anclada en el valor de formulaciones doctrinales que han dado forma al cristianismo históricamente, en este caso
particular, el Credo de los Apóstoles y los 25 Artículos de Fe. Estos últimos, pese a que son una reducción que Wesley hizo de los 39
Artículos de Fe anglicanos (síntesis doctrinal de la fe anglicana), conservan intacta una larga tradición teológica que el
pentecostalismo debe recobrar.
 4. Las manifestaciones
Lo que diferencia a un avivamiento puramente evangélico de un avivamiento pentecostal es que, si bien el primero promueve el
arrepentimiento y la santificación, el segundo añade a estos dos elementos un tercero: la manifestación visible de carismas del
Espíritu. Este es uno de los puntos más controversiales que el pentecostalismo trajo a la mesa teológica. Pero, a la vez, el hecho de
confiar excesivamente en las manifestaciones también trajo problemas al propio cristianismo pentecostal. En efecto, es la confianza
excesiva en la revelación del Espíritu y sus carismas lo que condujo a un progresivo abandono de las doctrinas cristianas y que, a la
larga, subyugó al cristianismo pentecostal al mero pentecostalismo. Podría decirse que, así como para Hoover la teología liberal y el
exceso de confianza en ella consumió a la Iglesia Metodista, del mismo modo la ausencia de teología y el exceso de confianza en la
sola manifestación carismática ha consumido a las Iglesias Pentecostales.
Lo que me interesa tratar aquí no es la justificación teológica de las manifestaciones, sino la relación que existe entre las
manifestaciones y la teología como disciplina. Anteriormente hemos dicho que el paso de cristianismo pentecostal a mero
pentecostalismo ha sido el abandono de la teología, y que ese abandono se debió a un mal entendido entre las nociones de
ignorancia y conocimiento. El problema que nos viene ahora es este: si la teología fue abandonada ¿qué se puso en su lugar? La
respuesta es, naturalmente, la preeminencia de la experiencia carismática. A primera vista, puede decirse que la relación entre
experiencia carismática y teología (aquí también incluiremos lectura analítica de la Biblia) al interior del pentecostalismo es de
oposición, negativa. Sin embargo, este es otro punto en que el cristianismo pentecostal se diferencia del mero pentecostalismo, pues
también puede haber una relación positiva entre ambas.
El pentecostalismo no encuentra su inspiración en una fuente externa a la tradición cristiana, sino en la propia Biblia. Así, aun cuando
desde algún punto de vista teológico pudiera decirse que se trata de una doctrina incorrecta (como afirmaría algún cesacionista) y de
una mala lectura de la Biblia, sin embargo no puede decirse que no encuentre bases que la respalden. En palabras de Hoover: “en
conexión con las cartas y la literatura nos empeñamos en estudiar las escrituras y en orar más. Así llegamos a convencernos que
había profundidades de experiencia cristiana que no habíamos alcanzado”[xv]. Para comprender el fenómeno pentecostal, entonces,
no se puede prescindir de su comprensión de la Biblia, y específicamente del relato de Hechos 2.
Antes de pasar a la visión hooveriana de la relación teología/carisma que considero positiva –pues a todas luces parece intentar una
síntesis entre teología y pentecostalismo-, quisiera detenerme en la forma negativa de esta relación. Es sabido que entre los
numerosos factores que impulsaron a él y su esposa a buscar una nueva experiencia espiritual, está la llegada de un folleto redactado
por una misionera metodista en India, Minnie Abrams, que además era amiga de la esposa de Hoover. En él se relataba cómo se
produjo un avivamiento pentecostal con lenguas de fuego en un asilo de niñas dirigido por una persona que solo es mencionada de
pasada en el texto: Pandita Ramabai[xvi]. Para Hoover, la lectura de este texto fue tan definitoria que motivó un intercambio de
correspondencia que pronto incluiría intercambio de literatura sobre el tema. Y es aquí cuando se despertó en él el deseo de estudiar
el tema con Biblia en mano y en oración.
Sin embargo, y pese a la propia confianza que Hoover depositó en esta información, hay cosas que él no sabía, y que de saberlas, no
habría tenido la misma actitud frente a Pandita Ramabai. De acuerdo a un texto imprescindible de R. S. Sugirtharajah[xvii] al que sigo
ahora, Pandita profesaba el brahamanismo, era considerada una mujer ejemplar en su contexto y además era reconocida por su
conocimiento del Sanscrito. Su conversión al cristianismo en una orientación anglicana trajo alegría, pues se vio como la posibilidad
de acceder a un campo de difícil acceso misionero. Sin embargo, luego de relacionarse con el texto bíblico empezaría a tener
problemas para aceptar doctrinas ortodoxas como el nacimiento virginal, la teología trinitaria y el credo de Atanasio, negando su
justificación bíblica[xviii]; consideraba los milagros como parábolas[xix]; incluso negaba la resurrección del cuerpo de Cristo: “No tengo
duda de que Jesús fue levantado de la muerte por Dios; pero dudo la resurrección de su cuerpo terrenal”[xx]. Pandita también
promovió una traducción de la Biblia al hindú que fuese contextual y que se ocupara sobre todo de transmitir las ideas del texto,
dejando de lado así el rigor metodológico de la traducción. En palabras de Sugitharajah: “Como casi todos los indios cristianos
conversos de temprana generación, lo que a ella le importaba en definitiva era la experiencia personal de Cristo, y los textos bíblicos
cada vez más ocuparon un lugar secundario”[xxi].
Es necesario mencionar este hecho porque indica una cuestión que ha sido recurrente en los avivamientos pentecostales. Si bien es
cierto que Hoover se aferraba la ortodoxia, no es menos cierto que el pentecostalismo también ha originado heterodoxias de diversa
índole. El caso de Pandita es ejemplificador a ese respecto. Pero también podríamos mencionar el hecho de que el despertar
pentecostal surgido en Estados Unidos bajo el mando de William Seymour, dirigido especialmente a la población marginada y
poseedor de un fuerte animo carismático, fue también el espacio que permitió la posterior originación del grupo que conocemos
popularmente como “Sólo Jesús”, teológicamente llamado “pentecostalismo unicitario”, que en términos de la ortodoxia cristiana
vendría a ser un resurgimiento moderno del sabelianismo, una antigua doctrina condenada como herejía en los tiempos tempranos de
la Iglesia.
Considerado lo anterior, el caso de Hoover se vuelve tanto más interesante. Su intento de conciliar su ortodoxia teológica y el mover
pentecostal le lleva a hacer una afirmación categórica como esta: “Esa experiencia era la herencia legítima de toda la Iglesia hasta el
fin del siglo”[xxii], refiriéndose a la durabilidad histórica de la promesa divina. En este sentido, lo que él planteaba era que, por
diversos motivos, la creencia en esta experiencia sobrenatural había sido, intencionadamente o no, apartada de los horizontes de
posibilidad de la vida cristiana. Lo que esto implica es, básicamente, que para Hoover no había contradicción entre ortodoxia y
experiencia pentecostal, pues ambas se sustentan en la Biblia. Lo único que podría impedir que alguien creyera en esto podría haber
sido justamente aquello que él tanto combatía: un pensar teológico que no considerara los relatos bíblicos, especialmente los de
carácter milagroso, como históricamente verídicos. Por ello es que, como se mencionó en otro apartado, Hoover llamaba a examinar
los acontecimientos del avivamiento desde un marco escritural. Esto no solo incluye las manifestaciones como la glosolalia, sino
también los mensajes proféticos.
Un aspecto muy importante a considerar aparte de la ortodoxia, es que Hoover también se declaraba wesleyano. Si bien al
pentecostalismo se le ha visto como un movimiento cuyas raíces se hunden en movimientos como el pietismo y el puritanismo, en el
caso particular de Chile y Latinoamérica su raíz principal ha sido el metodismo de corte wesleyano. Por lo tanto, no se puede entender
el pensar pentecostal ni el de Hoover sin John Wesley. Gracias al invaluable trabajo de Donald Dayton[xxiii], es posible conocer las
raíces teológicas del pentecostalismo. Pese a que él desarrolla su línea investigativa principalmente con el caso del pentecostalismo
estadounidense, provee interesantes aportaciones que permiten ver el escenario de Hoover. Por ejemplo, en alguna ocasión asume
que la experiencia cristiana está compuesta de dos etapas: la primera, la justificación; y la segunda, la santificación[xxiv]. La sorpresa
de Hoover ante el conocimiento de la existencia del mover pentecostal es que, al parecer, el bautismo en el Espíritu Santo vendría a
ser una tercera etapa de este proceso.
Los movimientos pentecostales fueron precedidos por lo que se llamó “movimientos de Santidad”. Aunque entre ellos hay distintas
escuelas de pensamiento, los que se rigieron por la doctrina wesleyana planteaban que luego de la justificación por fe del creyente en
el momento en que creía en Jesús, debía venir un proceso de santificación que tenía por objeto acercarlo más a Dios. El cambio que
trae consigo el pentecostalismo es que, a diferencia de los movimientos de santidad, añade la categoría del “poder”. Si la primera
etapa consiste en ser perdonados y la segunda en ser santificados, la tercera consiste en ser dotados de poder de Dios. Aquí
podríamos hablar de una posible “teología pentecostal del poder de Dios” que se caracteriza principalmente por señalar que Dios se
manifiesta de modos sobrenaturales en la vida del creyente. Esto muestra por qué para el pentecostalismo es primordial creer en la
Biblia como un texto cuyos relatos milagrosos son reales en un sentido histórico. De no ser reales, tampoco lo serían las experiencias
que ellos promueven/viven. La discusión teológica que se ha producido en torno al uso del concepto “bautismo del Espíritu Santo”
para designar a esta experiencia es amplia. Lo que nos ha interesado aquí es como los pentecostales han entendido el asunto.
La virtud del pensamiento hooveriano en torno a la tensión de teología/carisma no reside únicamente en su intento de articularlas,
sino sobre todo en el hecho de que quiso hacerlo porque él mismo no deseaba que el movimiento avanzara hacia un exceso de
experiencia carismática desprovisto de aquello que lo hizo posible: la obra expiatoria de Cristo. En esto, en su cristocentrismo, Hoover
es totalmente wesleyano. El resultado de la relación negativa entre ambos conceptos ha llevado a otros pentecostalismos no solo a la
heterodoxia, sino a lo que yo llamaría “espiritusantismo”, pues en algunos casos la persona de Cristo incluso pasa a segundo plano en
pos de la figura del Espíritu Santo como el principal agente trinitario operante en la vida del creyente. Esto sin duda es un problema
que debe resolverse desde la teología sistemática. Lo que el actual mero pentecostalismo tiene que aprender de Hoover no solo es a
aceptar la teología, sino a conciliarla con la experiencia pentecostal.
 5. Situar al pentecostalismo
Puesto en su contexto, las razones que explican el nacimiento del pentecostalismo no son únicamente el deseo de algunos hombres
de buscar una espiritualidad diferente. El pentecostalismo, como se vio, surge como una respuesta a la gran empresa de la teología
liberal. Sin embargo, no es el único movimiento que se levantó contra ella. También ocurre así con el fundamentalismo
norteamericano. Esto implica que lo que está en juego es una contienda teológica de largo aliento. Mientras que el fundamentalismo
nació como una reacción profundamente biblicista, literalista, que reafirmaba con fuerza creencias fundamentales respecto al texto
bíblico y que, en este sentido, fue una contestación con un marcado énfasis intelectual, liderado por teólogos y hombres ilustrados; el
pentecostalismo por su parte fue una reacción que se produjo por una vía distinta, la de una espiritualidad interior compartida
colectivamente, que no deseaba luchar en el plano del conocimiento racional sino más bien en el del conocimiento sensible de Dios.
En cierto sentido, el pentecostalismo es una vuelta al misticismo. Aunque esta palabra suele estar cargada de connotación negativa,
en este caso quiero usarla en sentido positivo. La experiencia mística ha sido históricamente perseguida en la Iglesia Occidental.
Muestra de eso es, por ejemplo, la persecución que la Inquisición de la Iglesia Romana hizo a los místicos (piénsese, por ejemplo, en
el Maestro Eckhart). Desde la vereda protestante también encontramos una posición contraria a la experiencia mística. Ya Calvino y
Lutero hicieron lo suyo en torno a eso (por ejemplo, pienso en Osiander). De algún modo, cierta racionalidad eclesiástica occidental
ha visto un peligro en que algunos individuos indaguen en la experiencia de Dios de forma interior y fuera de los cánones doctrinales
(cabe notar que en la Ortodoxia Oriental esto no ocurre, la experiencia mística está dentro de sus márgenes teológicos). El hecho de
que la mística haya sido relegada contribuyó a despertar el interés por ella en algunas personas. Lo que hizo el pentecostalismo, y
que por ello mismo ha encontrado tanta resistencia, es el hecho de que devolvió al cristianismo occidental la experiencia mística.
Pero esto también tiene otro doblez. La mística en occidente ha tenido su nicho principalmente dentro del ámbito de la teología. En
otras palabras: ha ido de la mano de una élite educada que ha sido preparada intelectualmente, y que por ello mismo ha tenido las
herramientas para desarrollar un pensar diferente. Sin embargo, el pentecostalismo popularizó la experiencia mística. La hizo
alcanzable para los sectores pobres y menos educados de la sociedad[xxv]. Por supuesto que esto es problemático. Si ya es
complejo conducir una mística para alguien preparado, ¿cuánto más para alguien que no lo está? Supongo que esa también era,
implícitamente, una de las preocupaciones de Hoover. Pese a todo, no podemos negar la dimensión positiva de este hecho.
Una de las acusaciones más frecuentes contra el pentecostalismo ha sido su carácter indiscutiblemente alborotador. Nadie que esté
en un culto genuinamente pentecostal puede obviar lo sorprendente que resulta oír lenguas extrañas, personas profetizando, otros
saltando, otros haciendo imposición de manos pidiendo sanidad a Dios, y otras. Todo esto va contra la racionalidad del culto que ha
caracterizado históricamente a las iglesias cristianas. Pero si miramos con algo más de detenimiento estas cosas, ¿no es acaso
similar a lo que sucedía con la iglesia primitiva? Una cuestión que Hoover también tuvo que encarar fue la veracidad de los hechos
que se contaban. ¿Hubo realmente sanidad? ¿Se cumplió la profecía? ¿Es esa lengua realmente un idioma que habla otro ser
humano en el mundo? Las primeras dos preguntas tienen fácil respuesta. O sí o no. La última, sin embargo, me interesa porque
implica una confrontación radical al pentecostalismo.
La glosolalia por sí misma es un problema porque, en primer lugar, no hay cómo explicar que alguien repentinamente empiece a
hablar un idioma que desconoce. La imposibilidad de verificación empírica o científica le otorga fácilmente el carácter de hecho
extraordinario. Sin embargo, desde mi punto de vista la glosolalia supone otro problema. Y es que, por lo general, es posible encontrar
que la respuesta usual de los pentecostales cuando se les interroga sobre ellas y su utilidad es que son “lenguajes angelicales”. Pese
a que con esa respuesta siguen a Pablo en 1ª de Corintios 14, con ella también evaden sagazmente una cuestión fundamental. El
relato de Hechos 2 muestra que cuando los creyentes del Aposento Alto fueron investidos de poder espiritual empezaron a hablar en
lenguas. No obstante, este fue solo un primer paso. El paso siguiente fue que empezaron a predicar en esas lenguas, y los
extranjeros se sorprendían porque esas lenguas eran las de ellos, habladas por personas que no las sabían hablar. Desde esta
óptica, habría que preguntarse: ¿Los pentecostales que dicen hablar lenguas, han podido hablar en esos idiomas a otras personas
desconocidas y extranjeras que también los hablen? Esta, sin duda, es una cuestión determinante. Indica que el hecho de que las
manifestaciones sean extraordinarias no quiere decir que no sean comprensibles. Así, la forma facilista para el pentecostal de
explicarlas como “angelicales” debe ser confrontada.
Si los pentecostales aprenden a ver sus manifestaciones con autocrítica, probablemente se esté muy cerca de lograr una mejor
práctica de las mismas (Ya lo indicaba Pablo, casi 2000 años atrás). El pentecostalismo es por naturaleza escandaloso para cristianos
y no cristianos. La única forma que tiene de validarse es mostrar que lo que predica no es pura parafernalia. Quizá a los pentecostales
latinoamericanos les haga bien seguir la pista de lo que ha sucedido en Estados Unidos, en que ha habido un progresivo intento por
desarrollar una teología propiamente pentecostal. Cuenta de ello ha dado James K.A. Smith[xxvi].
 6. Conclusiones
El pentecostalismo es un fenómeno religioso que, aunque pudiera no gustar, hay que aprender a aceptar. Ya existe. Hay estadísticas
que señalan que más de 500 millones del total de la población mundial se confiesan pentecostales. La vía de la crítica destructiva, tan
propia de autores como John MacArthur y su texto Fuego Extraño, demuestra dos cosas. La primera es que el pentecostalismo sigue
siendo tema para la crítica externa. La segunda es que el hecho de que ese texto haya sido ampliamente refutado y discutido dentro
de la propia arena teológica indica que, afortunadamente, hay quienes están intentando ver el pentecostalismo con otros ojos. Se
puede detestar al pentecostalismo, pero no se lo puede detener. Al contrario, seguirá creciendo. Si bien este tipo de embestidas se
entienden e incluso contribuyen a alentar el debate sobre el tema, lo cierto es que hay que analizar al pentecostalismo con atención:
su crecimiento exponencial no puede ser fruto únicamente de la ignorancia, ni una forma de sublimar deseos incumplidos, ni una vía
de escape ante los problemas sociales. Hay algo en su núcleo que es enteramente necesario reconocer: la teología pentecostal del
poder de Dios y la posibilidad de su ejecución sobrenatural en la realidad.
En este sentido, la propuesta que hacemos aquí es la de un doble ejercicio de comprensión. Por una parte, el pentecostalismo ha
desarrollado poderosos anticuerpos contra otras iglesias precisamente por sentirse excluido y discriminado. Estos anticuerpos en
muchas ocasiones son justificables. Por lo tanto, el doble ejercicio consiste en que, por una parte, otras iglesias y miembros de ellas
se abran con honestidad a conocer mejor el pentecostalismo y a aprender de él. Sin duda, encontrarán mucha riqueza que, en
ocasiones, se ve opacada por la visión externa y los prejuicios sociales que se pueden construir. Un ejemplo de ello es el ya citado
James K. A. Smith, que pese a pertenecer a la tradición reformada, su procedencia de las Asambleas de Dios ha sido un factor
determinante en este ejercicio de comprensión. Por otra parte, también se hace un llamado a los pentecostales a que se abran a
comprender a las otras tradiciones. Cada una de ellas tiene mucho que ofrecer, y si indagan en su propia historia –tal como lo hemos
hecho ahora- encontrarán que la procedencia del pentecostalismo no es otra que de las iglesias presbiterianas, metodistas, bautistas,
misioneras y otras.
¿Puede el pentecostalismo liberarse de la cautividad del mero pentecostalismo y ser lo que realmente fue y debiese ser: cristianismo
pentecostal? Lo que he intentado hacer con este texto es esbozar los datos que deben tenerse en cuenta para reflexionar sobre esta
pregunta. Así, mi opinión es que si puede liberarse de su cautividad. Me parece que si el pentecostalismo lograra esto, no perdería su
fuerza original, al contrario. Al encontrar su matriz cristocéntrica, teológica y bíblica podría volverse aún más formidable de lo que un
día fue. Luego de eso también podrá discutir cuánto de otras tradiciones teológicas específicas puede (e incluso debería) o no beber.
Como ha dicho ya Manfred Svensson, que los pentecostales no vengan directamente de Ginebra o Wittenberg no quiere decir que no
puedan oírlas. Esto lo digo pensando en un fenómeno que llamaría “calvinización” de creyentes pentecostales, que descubren la
teología reformada en su forma ortodoxa. Si bien hay quienes emigran de iglesias pentecostales por diferencias de pensamiento
teológico irreconciliables, también hay quienes están interesados en “calvinizar” el pentecostalismo. Me parece que este es un punto
que merece una gran discusión que aquí no puede abordarse. Por su naturaleza wesleyana de énfasis arminiano (no olvidemos la
existencia del metodismo calvinista), el pentecostalismo latinoamericano tiene problemas evidentes con conceptos como la
predestinación, especialmente enfatizado por el calvinismo. Sin embargo, por esa misma naturaleza wesleyana, aún existe la
posibilidad de acercarlo si no a una ortodoxia de marcado carácter calvinista, al menos a una ortodoxia más ampliamente protestante.
En esta dirección, me parece que la teología luterana temprana puede ayudar, en tanto que no participa de la disputa calvinismo-
arminianismo. Es difícil que otro tipo de corrientes puedan influenciar el pentecostalismo. Como se ha visto, el pentecostalismo por
principio está en oposición radical a enfoques como el de la teología liberal y, aunque los pentecostales desconozcan eso, su
formación es la suficiente como para rechazar a cualquiera que se atreva a desafiar la veracidad de los relatos bíblicos. En cuanto a la
teología de la liberación, aunque ésta podría tener acceso mediante el tratamiento de temas como la pobreza y la marginalidad, el
pentecostalismo ha sabido arreglárselas sin ella desde mucho antes, y probablemente seguirá haciéndolo. En todo caso, por su
origen y naturaleza, el pentecostalismo tiene suficiente acervo para, incluso, construir su propio pensamiento respecto a materias
sociales. Quizá la influencia más nociva que está teniendo el pentecostalismo, y que es realmente significativo mencionar, es la del
neo-pentecostalismo centroamericano y la teología de la prosperidad. Por carecer de barreras de contención teológicas, estas y otras
corrientes han logrado minar significativamente su discurso y creencias, y probablemente la única forma de detectar esta influencia y
detenerla sea precisamente que retorne a ser un cristianismo pentecostal.
No obstante, aún hay otra interrogante: ¿qué queda de pentecostalismo en el mero pentecostalismo? Como alguien que creció, vivió y
que fue activo en el ambiente pentecostal, me concierne esta pregunta. En los años que duró mi participación, ya ni siquiera
importaba tanto la experiencia pentecostal. El predicar sobre ella, desearla, era algo que quedaba restringido solamente a grupos
particulares de personas. Si se hiciera una encuesta preguntando con precisión cuántos pentecostales son bautizados por el Espíritu
Santo –considerando lo que el pentecostalismo entiende por tal concepto- probablemente nos encontraremos con la sorpresa de que
son menos de los que se piensa[xxvii]. Así, pues, esta es otra cuestión con la que los pentecostales tienen que lidiar. No sea que solo
queden los templos, la formalidad del acusado legalismo, y aun el espiritusantismo corra riesgo de perderse. Quizá esto sirva como
entrada para preguntarse en otra ocasión por las razones que motivan a muchos pentecostales a buscar otro tipo de iglesia. La
cuestión sobre qué es la identidad pentecostal es algo que está lejos de contestarse satisfactoriamente, aun.
El pentecostalismo, al igual que los avivamientos que lo precedieron, está imbuido del intento de regresar a la iglesia primitiva. Vio la
falta de fervor de otras iglesias, la falta de deseo por predicar, o puesto en fácil: quiso recobrar el kerigma de los primeros cristianos.
Pero también, y quizá sin notarlo, adquirió otra cualidad de la iglesia primitiva: la falta de orden doctrinal. Todo el Segundo
Testamento es un testimonio de las intensas luchas doctrinales de aquellos días y, por extraño que suene, son esas mismas antiguas
disputas las que se pueden observar en el moderno movimiento pentecostal. Ayer contendiendo por la divinidad de Cristo frente a los
nuevos sabelianos, hoy contendiendo con un concepto de guerra espiritual en que pareciera que Satanás está al mismo nivel de Dios
y que un dualista gnóstico entendería mejor que cualquier cristiano. Podría decirse mucho más. Pero seamos optimistas. Si cada vez
los pentecostales toman más conciencia de la necesidad de una sana teología, quizá sea este el siglo en el que el pentecostalismo
clásico pueda ver una nueva luz. A diferencia de la iglesia primitiva, no necesita “ordenarse”, solo necesita volver a su propia raíz y,
junto con ello, quizá pueda mantener o recobrar su kerygma sin contaminarse –o descontaminándose ya- de sus nexos con el
Imperio, o el poder político en los distintos países, que tanto daño le ha hecho. Quizá este podría ser el siglo en que deje de ser mero
pentecostalismo y vuelva a ser lo que fue en sus inicios: un cristianismo pentecostal.
El Espíritu Santo transformador de mi identidad
En el pueblo cristiano existen dos grupos de personas, el grupo de los nacidos en hogares cristianos, y los que no contaron con ese
privilegio, sino que tuvieron la oportunidad de vivir y saborear el mundo. Hoy hablaremos sobre el Espíritu Santo transformador de mi
identidad.
Cuando llegamos a la iglesia llegamos por la gracia de Dios, cansados de la vida que llevamos, una vida sin resultados, una vida
triste, vacía y golpeada por el mundo.
Hoy en día vivimos en un mundo que a diario nos hace ofertas, un enemigo que no duerme sino que anda buscando a quien devorar,
por eso necesitamos tener una identidad definida, una identidad en Cristo.
Hay personas que tienen doble personalidad, cuando están en la iglesia demuestran una imagen pero cuando están con sus amigos
pareciera que el cristianismo se les Pero en este tiempo se necesita hombres y mujeres que tengan una identidad definida, porque no
somos cualquiera, somos hijos de Dios.
 
El Espíritu Santo no es una emoción, es un poder sobre natural, de tal manera que cuando el Espíritu Santo cae sobre una persona,
tiene que ser transformado de inmediato. Ver también: ¿Para qué es el Espíritu Santo?
Debe haber un cambio en la manera de hablar, de actuar, no puede ser que siga siendo el mismo, porque una persona sin el Espíritu
Santo es una cosa, y una persona con el Espíritu Santo es totalmente otra cosa.
Si una persona recibe el Espíritu Santo, tiene que dar el fruto del Espíritu, porque el Espíritu Santo afecta para bien nuestra vida, de
tal manera que la gente tiene que notar la diferencia.
La palabra transformar significa cambiar, hacer que una cosa cambie de forma o de estado.
También te puede interesar: El Espíritu Santo como herramienta principal.
Aunque este mundo evolucione rápido hay cosas que no podemos cambiar, los principios no son cambiables ni negociables, los
principios de ayer son los mismos y deben ser los mismos el día de mañana.
A ti como cristiano te podrán seducir para que cambies tus principios, pero si estás ubicado, esos principios jamás se cambiaran.
Si haces algo mal y te sientes bien por lo que hiciste, lamentablemente tu conciencia está cauterizada, haz perdido toda sensibilidad,
pero el poder del Espíritu Santo es capaz de extraer cosas que están dentro de tu corazón.
A nosotros Dios nos ha llamado para influenciar y no nosotros dejarnos influenciar por el mundo.
Es verdad que el entorno a veces trata de influenciarnos, pero una persona puesta en las manos de Dios, podrá influenciar muchas
vidas para bien.
Nuestra identidad en Cristo
  Cuando hablamos de identidad se refiere a nuestra cultura, formación, costumbre, nombre que nos identifica ante las demás
personas, en lo que tiene que ver en el aspecto humano; pero en el aspecto espiritual, también tenemos nuestra identidad en Cristo.
Nosotros no hemos hecho nada para ganarnos lo que Dios ya nos dio. Tener hoy una identidad, implica tener un nuevo nacimiento,
implica haber nacido de nuevo.
Una de las grandes olas que se han levantado hoy por hoy, es el fanatismo emocionalista de la época, que hace confundir a la gente,
de cómo es que Dios transforma.
Nosotros no podemos renunciar a una obra que ya está hecha, y ¿cuál es la obra que hizo Dios? Mas a todos los que le recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
Este tema de nuestra identidad en Cristo, es tener un sello, un membrete, una unción, un bautismo, un vestido que Cristo ha puesto
en los que hemos creído, es el milagro más grande y extraordinario que se ha hecho desde el día de la creación.
DIOS HIZO AL HOMBRE DEL POLVO DE LA TIERRA, PERO EL DÍA QUE ÉL QUISO HACERLO DE NUEVO, LO HIZO NACER
DEL ESPÍRITU.
Nosotros tenemos una identidad definida, nadie puede poner otro fundamento del que ya está puesto; el fundamento de Dios está
firme teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos.
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Cuando tú crees en Dios y naces de nuevo, eres aceptado como hijo, por medio de esa identidad, Dios me conoce como amigo de él.
Recomendamos: Propiedades del nuevo nacimiento.
Jesucristo como amigo
 No es hipócrita
 No es chismoso
 No hace bullying
 No hace matoneo
 No te da la espalda
 No traiciona
 No habla mal de ti
 Es inigualable
 Es único
Y lo mejor cuando le pides un favor no te dice estoy ocupado, todo lo contrario, él te dice estoy aquí para las que sea, “cuentas
conmigo siempre”.
Definitivamente es un orgullo tener a Jesús como amigo.
Ventajas de tener una identidad en Cristo
 Eres justificado. “Justificado pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo”.
 Eres uno con el Señor. “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”.
 Le perteneces a él. “Pues por precio habéis sido comprados”.
 Eres santo. “Pablo apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús”
 Eres miembro de un cuerpo. Un cuerpo que pertenece a la élite espiritual. “Eres linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios y miembro del cuerpo de cuerpo de Cristo”.
CONVÉNCETE QUE DIOS TE DIO UNA IDENTIDAD, UN NOMBRE QUE ES SOBRE TODO NOMBRE.
Cuando nosotros nos vemos, nos vemos con una serie de complejos y problemas, de dificultades y limitados, pero Dios nos ve
diferente, porque tenemos nuestra identidad definida en él.
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 1.1. LOS VERDADEROS PENTECOSTALES
 
 
La Palabra "Pentecostal" es un derivado nominal de la palabra "Pentecostés", que se halla en la Biblia en pasajes como Hechos 2:1;
20:16 y 1 Corintios 16:8. La palabra "Pentecostés" en el Hebreo quiere decir "cincuenta".  Se le llamaba "Pentecostés" a una de las
fiestas que celebraba el pueblo de Israel.  Era una fiesta de agradecimiento a Dios. Se le llamaba "Pentecostés" porque era
justamente cincuenta días después de la Pascua (Levíticos 23:15).
 Pero, en el Nuevo Testamento, esta palabra cobra valor puesto que fue en el Día de Pentecostés cuando Dios por primera vez
derramó su Espíritu Santo sobre los creyentes (Hechos 2). ¡Es así como en el  Día de "Pentecostés" nació la Iglesia!
 La palabra "Pentecostal" es un título que se ha destacado últimamente. Esta renovación de la experiencia Pentecostal ha provocado
muchas preguntas, como: ¿Qué ocurrió en Jerusalén en el Día de Pentecostés?  En ese primer advenimiento del Espíritu Santo, los
que lo presenciaron preguntaron, "¿Qué quiere decir esto?" Por lo tanto, no debe extrañar que personas hoy en día hagan preguntas
como: ¿Quiénes son los pentecostales? ¿Cuál es su creencia y práctica?
 El término "Pentecostal" es descriptivo de aquellos que afirman haber tenido la experiencia de recibir El Espíritu Santo como lo
recibieron los primeros discípulos en el Día de Pentecostés.  El hecho de que Dios derramará de Su Espíritu por primera vez en la
fiesta judía de Pentecostés es la razón por la cual se asocia tal término con esa experiencia. No hay ningún otro significado.  Decir:
"Soy Pentecostal" es decir: "me identifico con lo que ocurrió en el Día de Pentecostés. Creo y tengo la misma experiencia del Espíritu
Santo como lo recibieron los apóstoles en ese día.
 La experiencia de Pentecostés es algo que Dios quiere darle a todo aquel que cree en El.  Todos los verdaderos pentecostales creen
que cuando alguien recibe el bautismo del Espíritu Santo hablará en lenguas (un lenguaje hasta entonces desconocido), como el
Espíritu le dé que hable.
 Sin embargo, hablar en lenguas no es la única evidencia o señal, sino que es la primera, la inicial.  La recepción del Espíritu Santo es
simplemente Dios entrando a morar en la vida del creyente para acompañarlo en su anhelo de obedecer todo lo que Dios manda.
Recibir el Espíritu Santo es el comienzo de una vida de testimonio y servicio para Dios.
 La creencia y práctica de los Pentecostales la hallamos descrita concisa, pero adecuadamente, en el capítulo 2 del Libro de los
Hechos. La Palabra de Dios es la base de todas sus creencias. Predican lo que dice toda la Biblia, "usando bien la palabra de
verdad".  Es lo que se llama "todo el Evangelio".
 Examinemos breve mente  las creencias de los Pentecostales, como se halla en Hechos capítulo 2:
 "Recibieron su palabra". La Palabra de Dios era la norma de creencia y práctica, por lo tanto, para los Pentecostales de hoy, la
Palabra de Dios es la última autoridad.
 "Perseveraban en la doctrina de los apóstoles". La fe de los apóstoles era la fe de todos, Tenían una fe "igualmente preciosa" y esta
igualdad doctrinal los unía para ser efectivos en la propagación del Evangelio, las buenas nuevas de salvación.  Así que, los
Pentecostales son definitivamente apostólicos en su doctrina y creencia.
 "Perseveraban... en las oraciones". La oración, adoración y alabanza a Dios era característica de los primeros creyentes. Siempre
acudían a la oración para la solución de sus problemas y para poder enfrentarse a las dificultades. Cuando Dios contestaba sus
oraciones siempre le alababan. La libertad de adoración Pentecostal es su marca distintiva y a la vez algo que atrae a muchos
simpatizantes.
 El plan de salvación también han quedó plasmado en el capítulo 2 de los Hechos: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:38).
 Todo verdadero Pentecostal no solo debe creer en la recepción del Espíritu Santo como en el Día de Pentecostés,  sino también
bautizar en el nombre de Jesucristo, como en el Día de Pentecostés.
 Creía en un solo Dios. También fue en el Día de Pentecostés cuando se proclamó el Señorío de Jesucristo, cuando Pedro declaró:
"Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor, y
Cristo".
 Los Pentecostales están "edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo
mismo" Efesios 2:20.
 1.2. ¿PARA QUE EXISTIMOS COMO ORGANIZACIÓN?
 Tenemos que establecer, y todos entender, cuáles son los objetivos principales de la Organización. La IPUC (Iglesia Pentecostal
Unida de Colombia) es una Organización que es parte del Cuerpo místico que es la Iglesia.  No vamos a decir que solo nosotros
somos la Iglesia porque sería un error y sería demasiado presuncioso. Todo aquél que cumple con Hechos 2:38 llega a ser parte de la
iglesia del Señor, aunque no sea parte de la IPUC.  La IPUC es una Organización que es parte activa de la Iglesia del Señor.
 Reconocemos que hay otras Organizaciones que básicamente predican y creen lo mismo que nosotros y cada uno de ellos tendrá
sus propósitos y objetivos, sus razones de existir como tal.  Sin embargo, nosotros como organización tenemos que tener una "razón
de ser".  Tenemos que tener un propósito, metas, objetivos.  Caeríamos en un grave error si existimos solo para perpetuar la
organización en sí, solo para que siga existiendo. Debe haber algo más grande, algo mayor, un propósito más noble, más
trascendental.
 Por lo tanto, es una pregunta legítima (y a la que no le debemos temer, al reflexionar: ¿Para qué existimos como Organización?
¿Qué es lo que debe estar en la mente de todos? ¿Para qué cosa nos debemos movilizar más que cualquier otra? ¿Cuál debe ser el
mayor enfoque de nuestra atención y esfuerzo? ¿Hacía qué debemos desembocar nuestros recursos?
 El Artículo 1 de la Constitución dice: INTEGRACIÓN Y PROPÓSITO  La Iglesia Pentecostal Unida de Colombia tiene por objetivo
predicar el Evangelio de salvación a todos, llevar la palabra a todas las entidades federativas del territorio nacional que no han sido
evangelizadas y a la vez, vigilar correctamente las Iglesias ya establecidas, procurando el mejoramiento de su educación espiritual,
moral, intelectual y social de las mismas, utilizando todos los esfuerzos que se requieran".
 
Esa declaración de principios es muy buena y, puede ser resumida de la siguiente manera: (1) predicar el evangelio a todos; y (2)
cuidar las iglesias que ya tenemos, en la mejor forma posible.
 Ahora, la segunda razón mencionada, realmente depende de la primera porque, ¿cómo podemos cuidar de lo que no existe? O sea
que, primero hay que predicar el Evangelio y ganar almas para que luego haya un grupo que sea formado como una congregación o
Iglesia y pueda ser cuidado. Sin embargo, si después de tener un grupo o congregación (o muchas congregaciones), solo nos
dedicamos a cuidarlas", eventualmente se acabarán,  sea por vejez, o porque poco a poco algunos se vayan al mundo.  Así que,
parte aún de "cuidar" una iglesia es man teniéndola viva procurando su crecimiento y que más almas sean ganadas.
 Esto nos lleva a reconocer que, el objetivo principal de todos debe ser crecer, ganar almas, alcanzar el mundo con el Evangelio.
 Con razón las últimas palabras que nos dejó el Señor Jesús antes de ascender, las últimas y más importantes instrucciones fueron:
"id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura". Obviamente eso fue lo que se apoderó de los discípulos de la Iglesia
Primitiva, la pasión por las almas, el deseo de ganar a más personas al Señor.
 Entonces, ¿para qué existimos como Organización? ¡Para ganar más almas! ¡Para seguir creciendo! Dios ha diseñado y programado
a la Iglesia para que crezca y siga creciendo. Cuando no hay crecimiento empiezan haber problemas que eventualmente puede
desunir la Iglesia.
 Aunque es cierto que, en el proceso debemos procurar que los creyentes se vayan perfeccionando, creciendo y madurando en Dios,
y que deben procurar ser santos como el que los llamó es Santo, tampoco debemos olvidar que, Dios tiene todo el milenio y toda la
eternidad para lograr eso. Lo que ya no se podrá hacer en la eternidad es: ganar más almas. Esa oportunidad se perderá para
siempre al acabarse el tiempo. ¡Todo el que no fue alcanzado con el Evangelio se perderá para siempre en el infierno!  Por eso
debemos redoblar todo nuestro esfuerzo para alcanzarlos mientras todavía sean alcanzables.
 Oh, hermanos, apasionemos para alcanzar más almas, para establecer nuevas iglesias y misiones, para presentar una gran multitud
de mexicanos al Señor cuando él venga en las nubes de gloria. Que el pensamiento que más domine nuestra mente sea, ¡debo ganar
otra alma!
 ¡CRECEMOS O MORIMOS!
1.3. LE PERTENECEMOS A DIOS
 Cuando uno estudia el sistema económico que Dios estableció en el Antiguo Testamento puede observar que era toda una serie de
compromisos. No solo se estableció el diezmo, sino que también habían diferentes ofrendas y sacrificios (recordando que los
sacrificios costaban dinero), incluso Dios dio instrucción para recoger una ofrenda especial cuando quiso construir el Tabernáculo y
luego el Templo.  Eso no fue algo que se proveyó por los medios normales de recaudar dinero. Sin embargo, lo más importante era
que en medio de todo eso, Dios prometía su bendición.
 Derecho sobre las personas. Primeramente Dios estableció que todo israelita le pertenecía a El, no solo por haberlos creado, sino por
haberlos redimido de la esclavitud egipcia.  Incluso, cada israelita tenía que darle a Dios una ofrenda "por su rescate" Éxodo
30:12.  En vez de exigir la esclavitud total de todos los israelitas, Dios dijo que solo reclamaría derecho sobre los primogénitos.
Siendo que las familias entonces eran grandes, era normal que una familia tuviera 10 o más hijos que vivían   Por lo tanto, los
primogénitos más o menos representaban el 10% de la población.
 Pero, mas adelante Dios dijo que, en vez de los primogénitos el tomaría a los levitas para sí (que representaban casi el mismo
número de los primogénitos que habían). O sea que, los sacerdotes, los levitas, los Ministros, eran los que le pertenecían del todo a
Jehová en lugar de todo el pueblo.  Ellos no podían poseer tierras ni nada porque tenían que dedicarse a Jehová.  Si esto era cierto
en el Antiguo Testamento, también es cierto hoy, en el Nuevo Testamento.
 El diezmo. También Dios dijo que, como derecho de posesión, él exigía que todo israelita (y luego todo Hijo de Dios) le daría el
diezmo (o 10% de su ganancia) a Dios.  Este era un compromiso económico por su rescate.  Mientras diezmaba era libre, si no
diezmaba en efecto no era libre.  Si esto era cierto en el Antiguo Testamento, cuánto más hoy, cuando no solo hemos sido rescatados
del mundo, sino del infierno y Dios nos ofrece el cielo y la salvación.
 Nosotros los Ministros, los que hemos sido llamados por Dios y apartados por El para la obra del Ministerio, tenemos un compromiso
muy fuerte con El.  Le pertenecemos a Dios como posesión inmediata y utilizable en su Reino.  El ha establecido el diezmo de su
Pueblo con la finalidad de sostener al Ministerio

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