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Reflexión sobre la ética en la Ingeniería

Por Natalia Baena Guzmán


Basado en el ensayo: El elogio de la dificultad, Estanislao Zuleta
RESUMEN
La pobreza e impotencia de la imaginación se manifiestan claramente cuando se trata de
visualizar la felicidad, inventando paraísos inexistentes y vidas sin carencias ni deseos, basados
en metas inalcanzables.
Se establecen hipotéticos mundos de fantasía donde la reconciliación es total, todos los
problemas están solucionados y se llena la vida de anhelos idealistas de seguridad garantizada.
Esto lleva a pensar que básicamente el problema no es la incapacidad de alcanzar los propósitos y
deseos, sino que todo radica en la misma forma de desear; deseamos mal, pensamos en tener una
vida de idilio, llena de satisfacciones y sin riesgos, es vez de buscar relaciones humanas
inquietantes y complejas que estimulen la capacidad de lucha y cambio.
También se vive bajo un sometimiento de la realidad a un ideal, con un sistema de pensamiento
donde quien se atreva a objetar algo se convierte en una especie de enemigo y se tiene la
consigna de que quien no está conmigo está contra mí. Todo esto lleva a caer en un abismo de
acción, donde se exige entregarse absoluta y totalmente a una causa para no parecer un traidor.
Cuando hay entregas a estas formaciones colectivas, se incurre en el riesgo de desear lo mismo
que la mayoría, eliminando la necesidad de pensar por sí mismo, cayendo en un facilismo mental
de dejarse llevar por las ideas de las mayorías. Incurriendo muchas veces en actitudes de irrespeto
hacia quienes tengan ideas o doctrinas contrarias o desconocidas, es decir se pierde el respeto a la
diferencia. No se puede decir que se respeta el pensamiento del otro cuando se crea tener la
verdad absoluta.
Lo difícil es valorar positivamente el respeto y la diferencia como lo que enriquece la vida e
impulsa hacia la creación y el pensamiento, cuestionando en cambio el valor de lo fácil y sus
consecuencias
Se evidencia claramente una diferencia notoria a la hora asumir o dar explicación a los problemas
y fracasos propios y a los de los demás. Para el caso del otro se aplica el esencialismo, donde se
da cuenta de lo ocurrido como una manifestación de su ser más profundo, es decir como el
resultado de una acción del otro.
En cambio si se trata de un error propio, lo argumentamos como el resultado de una circunstancia
adversa, externa, no controlable. Esto se conoce como reciprocidad no lógica, donde nos
irrespetamos a nosotros mismos y a los demás.
Caemos en el facilismo, de dejarnos llevar por doctrinas globales, que enmascaran lo
verdaderamente importante y esencial, nos sentimos seguros atados a cadenas que dan la
sensación de seguridad y apartan la mente de exigencias del cambio y la evolución.
INTRODUCCIÓN
La vida a diario nos presenta innumerables momentos de verdad en los cuales debemos tomar
decisiones de toda índole, desde en que momento levantarnos, hasta a qué hora acostarnos. Todas
estas decisiones son en su mayoría autónomas y se toman según unas preferencias o una ruta de
vida que se tiene trazada. Pero lo que no siempre dimensionamos es que cualquier decisión que se
tome, por mínima que sea, puede tener repercusiones en las vidas de otros o implicaciones
importantes en el futuro. Lo que sí es muy común es que optamos por los caminos fáciles, por las
vías rápidas y con poco esfuerzo, mirando sólo al frente, olvidando lo que queda atrás, o sin
detenerse por un momento a mirar al lado. Incluso a veces caminamos sin rumbo, o con destinos
de llegada quizás sólo posibles en el imaginario. Estamos viviendo una sociedad cada vez más
llena de cosas pero más vacía. En la cual el respeto, el esfuerzo, el aprender, el ayudar y los
sueños de verdad, se han reemplazado por un sin número de cosas materiales, por deseos basados
en las posesiones y no en el hacer, por sueños vacíos de riqueza que no le aportan al mundo y por
un deseo por sobresalir y figurar sin importar si eso implica pasar frente encima de los demás.
ARGUMENTOS
Toda esta situación nos lleva a pensar en el rol del Ingeniero en la sociedad. Desde el mismo
proceso de formación, es más, desde que se toma la decisión de estudiar Ingeniería, se pueden
diferenciar los futuros Ingenieros según sus convicciones. Si desde el momento de postularse a
Ingeniería, el deseo o el anhelo es ser Ingeniero bajo la premisa de ganar dinero, de entrada el
camino no está enmarcado en la vocación, lo cual trae consigo riesgos que pueden afectar la
ética, pues finalmente la meta de este Ingeniero no será servir a la sociedad buscando la
resolución de problemas y la optimización de procesos, sino que buscará enriquecerse sin
importar como.
Si analizamos el caso del edificio Space, se encuentran de entrada diversas explicaciones técnicas
que dan cuenta del desenlace de la historia. Sin embargo detrás de todo, en el fondo del asunto
hay razones éticas serias que llevaron a resultados trágicos. Resulta increíble, casi ilógico, que los
planos, diseños, cálculos, hayan pasado por manos de profesionales, que tenían bajo su
responsabilidad decisiones críticas y trascendentales que podían afectar la vida de cientos de
personas. Pero contrario a la rigurosidad con que se debió afrontar el tema, al parecer se tomó con
una ligereza criminal, como si se tratara de un juego de legos donde se puede armar y desarmar al
antojo.
El ingeniero está formado para enfrentar retos, para resolver situaciones y hacer simple lo
complicado. Sin embargo todas sus actuaciones deben estar enmarcadas en la moral. Cuando se
piensa que la Ingeniería es una carrera para ganar dinero, lo cual no es un hecho cierto, se ponen
por encima los intereses personales afectando muchas veces los particulares, por ejemplo como el
“profesional” que acepta un soborno para la construcción de un puente, sin importar que tenga
alto riesgo de caerse. O Aquellos que dan vistos buenos a ciegas a proveedores de servicios, sólo
por favorecimientos personales o familiares.
CONCLUSIÓN
Tomar el camino fácil tal vez nos ayude a llegar primero, pero no siempre el que llega primero
llega mejor. Muchas veces el camino lento nos ayuda a aprender más, a poder disfrutar el paisaje,
a deleitarse de la vida, de todo lo que tenemos por descubrir y de los retos que tenemos por
superar. O acaso, ¿no son mejores las victorias, los triunfos o los logros conseguidos con
esfuerzo? Elogiar la dificultad es darle valor a todo aquello que nos implica dar más de nosotros,
o no simplemente pasar la vida en una especie de estado vegetativo, siguiendo corrientes y
viviendo por inercia

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