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1. Dios es uno
“Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es” (Marcos 12.29). Se
escucha la voz de este mismo Dios en este versículo: “Mirad a mí, y sed
salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”
(Isaías 45.22). Si hay algo claro en estas dos declaraciones es que hay
solamente un Dios; no tres dioses, ni muchos dioses, sino un Dios. La teoría
de la pluralidad de dioses pertenece a la idolatría. La doctrina de la trinidad
se tuerce cuando abandonamos la idea de la unidad de Dios. Hay
solamente un Dios y fuera de él no hay ningún otro. “Al Señor tu Dios
adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4.10).
Sin embargo, este único Dios se manifiesta como tres personas distintas. En
el bautismo de Jesús en el Río Jordán (Mateo 3) se nos presenta el Hijo,
bautizado en el río; el Espíritu Santo, apareciendo en la forma corporal de
una paloma; y el Padre, que dice desde el cielo: “Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia”.
La Biblia nos enseña que cada una de estas tres personas: el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo, es Dios. El unitario y el trinitario radical se niegan a
reconocer que el Hijo y el Espíritu Santo son Dios mismo.
3. El Padre es Dios
Jesús reconoce que el Padre es Dios cuando él dice: “Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3.16). Pedro
también reconoce que Dios es el Padre cuando dice: “Bendito el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo
renacer” (1 Pedro 1.3). Pablo igualmente le da el mismo reconocimiento,
diciendo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1.3). Cada una de
estas declaraciones dan al Padre la distinción de ser el Dios verdadero.
4. El Hijo es Dios
Isaías escribió: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado (...); y se
llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe
de paz” (Isaías 9.6). Pablo, hablando del reconocimiento que el Padre dio a
su Hijo, dice: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo”
(Hebreos 1.8). Lea también Juan 20.28, Romanos 9.5 y Tito 2.13. Estos
versículos se refieren a Jesucristo como “Dios”. Además, otros pasajes
bíblicos otorgan atributos divinos a Jesús.
Cuando Cristo mandó a los apóstoles a bautizar “en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo”, él reconoció al Espíritu Santo como uno de
igual importancia a él mismo y al Padre. Otro ejemplo de esto se encuentra
en la manera en que Pedro habló a Ananías. Pedro preguntó a Ananías:
“¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” Y
casi inmediatamente declaró: “no has mentido a los hombres, sino a Dios”
(Hechos 5.3–4). De esta forma él dio a entender claramente que Dios y el
Espíritu Santo son el mismo ser.
La incomprensibilidad de la trinidad
CAPÍTULO 3
Dios el padre
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de
Dios” (1 Juan 3.1).
Solamente los que han nacido de nuevo y han sido adoptados en la familia
de Dios pueden invocar a Dios como “nuestro Padre”. Por supuesto, Dios es
Padre de todos en el sentido natural porque él nos creó. Pero la humanidad
caída lo ha rechazado. Por esto la esperanza de una salvación universal es
falsa, pues no todos los humanos se arrepienten de sus pecados. Lea 2
Timoteo 3.13 y Lucas 18.8. Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el
diablo” (Juan 8.44). Tenemos que renacer antes que podamos tener a Dios
como nuestro Padre espiritual.
“Tu reino”: De este modo, el Hijo reconoce que el reino eterno pertenece al
Padre. Ciertamente, el Hijo se representa a sí mismo como un noble que
recibirá para sí un reino (Lucas 19.12–27), pero es el Padre quien le da a él
este reino. Cuando nos acercamos al Padre sentimos que estamos en la
presencia de un Rey grande, potente y eternamente glorioso.
“No nos metas en tentación”: El Padre nos guía por medio de Jesucristo y
el Espíritu Santo. Mientras nuestra oración sincera a nuestro Padre sea que
él nos guíe por caminos seguros entonces él nos guardará de todo peligro
espiritual y no nos meterá en tentación.
Ciertamente, Hebreos 1 describe a Dios (el Padre) como tal: “Dios (…) nos
ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien
asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la
imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados
por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”
(Hebreos 1.1–3). Él es el Monarca absoluto en todo el universo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que el mundo sea salvo por él” (Juan 3.16–17). Jesús les preguntó a los
judíos: “¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú
blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Juan 10.36).
5. Él es nuestro Salvador
Este título también se atribuye al Hijo (Mateo 1.21; 2 Pedro 3.18). En
realidad, no hay salvación en la cual el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no
tengan parte. Pero nosotros a veces miramos tanto a Cristo como nuestro
Salvador que se nos olvida que el Padre, así como el Hijo, es el Salvador del
alma. Cristo dijo: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
trajere” (Juan 6.44). Muchas veces el Nuevo Testamento habla de como la
salvación es de Dios sin mencionar específicamente al Hijo. Pablo presenta la
obra del Padre y del Hijo cuando él dice que “la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6.23). La misma idea se
expone en Juan 3.17; Romanos 8.30–32; Efesios 1.1–5; 2.5–10; 1
Tesalonicenses 5.9 y 1 Timoteo 2.3–4. Pablo dice: “porque esperamos en el
Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los
que creen” (1 Timoteo 4.10). Al dar pleno reconocimiento al poder salvador
del Dios trino, decimos como Pedro: “...guardados por el poder de Dios
mediante la fe, para alcanzar la salvación” (1 Pedro 1.5).
Los atributos de Dios el Padre son los mismos que fueron mencionados en el
primer capítulo como los atributos de Dios. Todas estas cosas nos revelan al
Padre: su poder infinito como el Gobernador supremo del universo; su
sabiduría, su bondad y misericordia en su relación con los hombres
pecadores; su amor maravilloso al enviar al mundo pecaminoso a su Hijo
unigénito como Salvador y Redentor; su previsión al enviar al Espíritu Santo
al mundo para convencer al mundo de pecado y para guiar a su pueblo a
toda la verdad; su cuidado y protección sobre sus criaturas, proveyendo con
paciencia para todas sus necesidades; su “bondad y severidad” que se
demuestran perfectas en la justicia así como también en la misericordia; su
aptitud y voluntad de escuchar y contestar cada petición de fe; su
constancia en la verdad que dura por todas las generaciones; su palabra
inmutable y su amor. El Padre merece toda nuestra confianza y alabanza,
demanda nuestra obediencia y conmueve nuestros corazones con el
reconocimiento de su abundante gracia, su grandeza infinita y su gloria
eterna.
ENVIA A SU HIJO
EL EPIRITU SANTO JUEGA UN PAPEL FUNDAMENTAL EN LA SALVACION
ENGENDRA A JESUS EN MARIA, LO EMPODERA PARA ANUNCIAR LA SALVACION, LO EMPODERA
PARA IR A LA CRUZ, LE RESUCITA, Y CONTINUA HACIENDO LA OBRA SALVADORA EN EL HOMBRE
HASTA HOY
FILIPENSES 2: 7 SE DEPOJO DE SI MISMO