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INSTITUTO SUPERIOR DEL PROFESORADO “DR. JOAQUÍN V.

GONZÁLEZ”
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL
PROFESORA: ELENA DIAZ

ALUMNA: UMÉREZ, MALENA


3ER AÑO.
TURNO MAÑANA.
PROFESORADO SUPERIOR EN FILOSOFÍA.
TP NRO. 1 - AGUSTÍN DE HIPONA
CONSIGNA: ELEMENTOS DE FUNDAMENTACIÓN DEL PODER POLÍTICO EN CIUDAD DE

DIOS
Elementos de fundamentación del poder político en Ciudad de Dios

“(...) es totalmente inconcebible que esté Dios


hubiera pretendido dejar a los reinos humanos,
a sus periodos de dominación y de
sometimiento fuera de las leyes de su
1
providencia.”

La búsqueda del poder político contiene en sí mismo, al menos el vicio de la


ambición de dominio. Según Agustín el único que domina verdaderamente es
Dios. Esta búsqueda de poder es propia de los habitantes de la ciudad terrena,
pero si luego de obtener el poder, un gobernante se vuelve justo, es decir reparte
bien los bienes, es piadoso con sus enemigos, vive de acuerdo a las afecciones
del espíritu,  entonces se vuelve un gobernante más legítimo y un miembro de la
ciudad celeste.
La guerra y la ambición de dominio tienen como fin último la paz. Esta paz terrenal
es un amor intermedio, es decir un fin compartido por ambas ciudades. Las
instituciones políticas funcionan guiadas por amores intermedios. Los habitantes
de la ciudad terrena persiguen, en última instancia, la paz, aunque más no sea en
la unidad más pequeña de las organizaciones sociales, la familia. Para los
habitantes de la ciudad de Dios, el valor de la paz terrenal reside en el amor
último, que es el conseguimiento de la paz eterna, el fin de la peregrinación por la
vida terrena. Bien dice Chuaqui 2, que debido a nuestra naturaleza pecadora, el
único bien que realmente importa es la salvación.
Gracias a nuestra naturaleza pecadora (incapaz de hacer el bien si no es por la
gracia divina) el mundo está plagado de males. Es así que para instaurar la paz
terrena, se necesita también de regímenes coercitivos. Esta coerción está a cargo
del poder político. No importa realmente quienes lleven a cabo la paz terrena, lo

1
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p. 307.
2
Chuaqui, Tomás, Introducción a La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de Textos políticos,
p.281.
que importa es lograr el establecimiento de la misma para asegurar el recorrido
hacia la paz eterna.

Los seres humanos son sociales pero no políticos por naturaleza. Dada la
presencia del pecado sobre la tierra, existe conflicto y desorden (también entre la
ciudad celeste y la terrena) y el fin de lo político es ordenar el caos de la tierra
pecaminosa para que los peregrinos puedan alcanzar su unión con Dios en el
siglo futuro. Para alcanzar esa paz terrenal necesaria, lo político tiene que
constituirse en la manifestación de lo justo. Cita Chuaqui, la definición de Cicerón
de República, redefinida por Agustín de Hipona en La ciudad de Dios3, que ha
influido mucho sobre la concepción política de Agustín. República es lo que
pertenece al pueblo, pero pueblo es una multitud asociada alrededor de un mismo
derecho que sirve a todos por igual. Agustín cambió esta definición reemplazando
“derecho” por “justicia. Pueblo sería entonces una multitud asociada alrededor de
una misma justicia que sirve a todos por igual.

Agustín realiza una filosofía de la historia, reinterpretándola, porque a partir de la


caída comienza para él, la historia de las dos ciudades entrelazadas. En ese
recorrido, analiza diversos sucesos de la historia romana, donde puede
encontrarse lo peor y lo mejor, lo justo y lo injusto de los gobiernos paganos y
cristianos; encuentra allí la tensión permanente entre los habitantes irreconocibles
de la ciudad terrena y la ciudad celeste. Afirma que los más justos y píos de los
gobiernos que analiza, son versiones defectuosas de los planes que la divinidad
tiene para la naturaleza y el devenir humano. Aún los gobiernos en manos de
injustos o tiranos, sirven de propósito a la voluntad divina. El mal en el mundo
configura una prueba que es parte necesaria para la peregrinación hacia el fin
último.  “Cuando me azota con la adversidad, está sometiendo a prueba mis
méritos o castigando mis pecados”4. Los justos, honrados y rectos hombres,
aquellos que vivan según la fe y no según la carne, podrán encontrarse en

3
Chuaqui, Tomás, Introducción a La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de Textos políticos,
p.283.
4
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p.290.
comunión con la gloria divina; mientras los impíos y pecadores (ya sean
gobernantes o esclavos) tendrán su castigo eterno. En su repaso por la historia de
Roma, a partir del estudio de Salustio, Agustín relata ciertos eventos de la historia
de Escipión y en oportunidad del capítulo XXXI del Libro I “La corrupción, en una
constante escalada, impulsó en los romanos la pasión de dominio”, habla de la
avaricia y el desenfreno al que sucumbió el pueblo romano a raíz de su pasión de
dominio. Cuenta Agustín5 que Escipión Nasica6 evitó una destrucción mayor,
oponiéndose a Catón con respecto a la destrucción de Cartago que traería mayor
dominio y prosperidad pero también con esos bienes, gran avaricia y desenfreno.

“De esta manera el temor reprimiría la pasión; con la pasión, así reprimida, no se caería en el desenfreno; y
contenido éste, no asomaría la avaricia. Teniendo atajados estos vicios florecería y se incrementaría la virtud,
7
tan útil a la patria. La libertad, compañera de la virtud, estaría siempre presente”

En el capítulo XIII del Libro V, titulado “El amor a la alabanza es un vicio. Pero al
servir de freno a otros vicios mayores, se le considera virtud”; Agustín relata que
como con todas las demás creaciones, fue Dios quien quiso que hubiera un
imperio en Occidente para contener los males que azotaban a muchas naciones.
Afirma, el nacido en Tagaste8, que también los conquistadores de occidente tenían
los vicios del honor, la gloria y la alabanza, pero tenían además una virtud,
velaban por su patria. Cuando se vieron en una disyuntiva, estos hombres
antepusieron su patria a su vida, y con eso contuvieron un aluvión de otros vicios
como por ejemplo la codicia por el dinero. Vemos aquí como, aún el mal puede
servir de propósito a los designios divinos y a la pacificación de la tierra. Debido a
nuestra naturaleza pecadora (incapaz de hacer el bien si no es por la gracia
5
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p.291.
6
Agustín confunde en estos capítulos a Escipión Nasica con su hijo, Escipión Corcolum, quien en realidad fue
el que se opuso q Catón con respecto a la destrucción de Cartago. Ver nota nro. 13, La ciudad de Dios de
Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p.291.
7
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, pp. 291-
292

8
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p. 313
divina) el mundo está plagado de males. Es así que para instaurar la paz terrena,
se necesitan también de regímenes coercitivos. Esa coerción solo puede estar a
cargo del poder político.

El mal en el mundo configura una prueba que es parte necesaria para la


peregrinación hacia el fin último.  “Cuando me azota con la adversidad, está
sometiendo a prueba mis méritos o castigando mis pecados” 9. Los justos,
honrados y rectos hombres, aquellos que vivan según la fe y no la carne, podrán
encontrarse en comunión con la gloria divina; mientras los impíos y pecadores (ya
sean gobernantes o esclavos) tendrán su castigo eterno.
En el contexto de un mundo pecador, la autoridad política legítima será aquella
que use todos sus la medios, inclusive el blandir de la espada, contra quienes se
revelen contra iglesia. Como bien expone Tomás Chuaqui 10, es el deber político
crear el contexto para que los hombres justos puedan vivir de acuerdo a la fe,
incluso si eso significa castigar a los injustos con su brazo coercitivo.

9
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p. 290

10
Chuaqui, Tomás, Introducción a La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de Textos políticos,
p.285.
Referencias bibliográficas

Chuaqui, Tomás, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos


políticos

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