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GONZÁLEZ”
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL
PROFESORA: ELENA DIAZ
DIOS
Elementos de fundamentación del poder político en Ciudad de Dios
1
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p. 307.
2
Chuaqui, Tomás, Introducción a La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de Textos políticos,
p.281.
que importa es lograr el establecimiento de la misma para asegurar el recorrido
hacia la paz eterna.
Los seres humanos son sociales pero no políticos por naturaleza. Dada la
presencia del pecado sobre la tierra, existe conflicto y desorden (también entre la
ciudad celeste y la terrena) y el fin de lo político es ordenar el caos de la tierra
pecaminosa para que los peregrinos puedan alcanzar su unión con Dios en el
siglo futuro. Para alcanzar esa paz terrenal necesaria, lo político tiene que
constituirse en la manifestación de lo justo. Cita Chuaqui, la definición de Cicerón
de República, redefinida por Agustín de Hipona en La ciudad de Dios3, que ha
influido mucho sobre la concepción política de Agustín. República es lo que
pertenece al pueblo, pero pueblo es una multitud asociada alrededor de un mismo
derecho que sirve a todos por igual. Agustín cambió esta definición reemplazando
“derecho” por “justicia. Pueblo sería entonces una multitud asociada alrededor de
una misma justicia que sirve a todos por igual.
3
Chuaqui, Tomás, Introducción a La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de Textos políticos,
p.283.
4
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p.290.
comunión con la gloria divina; mientras los impíos y pecadores (ya sean
gobernantes o esclavos) tendrán su castigo eterno. En su repaso por la historia de
Roma, a partir del estudio de Salustio, Agustín relata ciertos eventos de la historia
de Escipión y en oportunidad del capítulo XXXI del Libro I “La corrupción, en una
constante escalada, impulsó en los romanos la pasión de dominio”, habla de la
avaricia y el desenfreno al que sucumbió el pueblo romano a raíz de su pasión de
dominio. Cuenta Agustín5 que Escipión Nasica6 evitó una destrucción mayor,
oponiéndose a Catón con respecto a la destrucción de Cartago que traería mayor
dominio y prosperidad pero también con esos bienes, gran avaricia y desenfreno.
“De esta manera el temor reprimiría la pasión; con la pasión, así reprimida, no se caería en el desenfreno; y
contenido éste, no asomaría la avaricia. Teniendo atajados estos vicios florecería y se incrementaría la virtud,
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tan útil a la patria. La libertad, compañera de la virtud, estaría siempre presente”
En el capítulo XIII del Libro V, titulado “El amor a la alabanza es un vicio. Pero al
servir de freno a otros vicios mayores, se le considera virtud”; Agustín relata que
como con todas las demás creaciones, fue Dios quien quiso que hubiera un
imperio en Occidente para contener los males que azotaban a muchas naciones.
Afirma, el nacido en Tagaste8, que también los conquistadores de occidente tenían
los vicios del honor, la gloria y la alabanza, pero tenían además una virtud,
velaban por su patria. Cuando se vieron en una disyuntiva, estos hombres
antepusieron su patria a su vida, y con eso contuvieron un aluvión de otros vicios
como por ejemplo la codicia por el dinero. Vemos aquí como, aún el mal puede
servir de propósito a los designios divinos y a la pacificación de la tierra. Debido a
nuestra naturaleza pecadora (incapaz de hacer el bien si no es por la gracia
5
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p.291.
6
Agustín confunde en estos capítulos a Escipión Nasica con su hijo, Escipión Corcolum, quien en realidad fue
el que se opuso q Catón con respecto a la destrucción de Cartago. Ver nota nro. 13, La ciudad de Dios de
Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p.291.
7
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, pp. 291-
292
8
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p. 313
divina) el mundo está plagado de males. Es así que para instaurar la paz terrena,
se necesitan también de regímenes coercitivos. Esa coerción solo puede estar a
cargo del poder político.
9
De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de textos políticos, p. 290
10
Chuaqui, Tomás, Introducción a La ciudad de Dios de Agustín de Hipona: Selección de Textos políticos,
p.285.
Referencias bibliográficas