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Al mismo tiempo, vemos cómo estos individuos no son acusados, salen libres o con
penas reducidas después de haber confesado a masacres, asesinatos de figuras
públicas, opositores políticos, personas civiles, violaciones (múltiples), autores
intelectuales de crímenes de lesa humanidad, terrorismo de Estado, robos de cientos de
millones de dólares. Esto traslada al imaginario social la figura de la impunidad como
prevaleciente en el sistema de (in)justicia y en la sociedad, lo que va calando dentro de la
subjetividad moral de cada persona.
En este caso, el contexto puede entenderse a nivel material: como un sistema socio-
afectivo-educativo-judicial-religioso: violento, patriarcal-misógino, sexista, homófobo,
racista, colonial y clasista que se expresa en un nivel no-material: un ideario moral-cultural
colectivo, una ideología hegemónica neoliberal que impone un ideal de vida a través de la
occidentalización del mundo (transmisión cultural de moral, valores, creencias y
paradigmas modernos de europa y eeuu) producto de la globalización (industria del
entretenimiento, tecnologías, redes sociales, consumo, mercados, religión ortodoxa). Hay
que enfatizar que este orden de las cosas no es natural, es impuesto social e
históricamente, en permanente (de)construcción. Impermanente como la vida. Este
sistema socio-afectivo-educativo-judicial-religioso sirve como instrumento para legitimar la
ideología hegemónica.
Señalar a estos corruptos brinda una catarsis moral a las personas. La catarsis se vuelve
relevante en un contexto de relativismo moral. Esto hace que no exista no haya un
estándar universal que defina el bien y el mal, por lo que cualquier juicio acerca del bien y
del mal es simplemente resultado de las preferencias y entorno de la persona. Entonces,
algo es bueno dependiendo del contexto: lo que es bueno en ciertas situaciones no lo
será en otras. Puesto que nada está del todo claro, el tema del bien y el mal resulta muy
confuso para las personas. El relativismo, dentro del molde de la cultura popular (culto a
las libertades individuales y de expresión), ha traído consigo cierto parálisis moral o
amoralidad. Mientras se podría argumentar que matar bebes (nacidos) es malo, algún
contacto desconocido de Facebook podría aparecer comentando “¿qué tal si ese bebe
fuese Hitler?”, haciendo que la persona que opina que matar bebes es malo aparezca
como alguien con mente cerrada. Este tipo de interacciones han llevado a que tengamos
miedo de emitir juicios morales, pues lo único realmente ético es no hacer exigencias
morales fuera del propio contexto individual, lo que paradójicamente viene siendo una
posición amoral.
Se crean, entonces, estos “diablos populares” (un Otro-enemigo) creados a través de los
distintos medios de comunicación, son un grupo cuyas acciones han sido etiquetadas
como “malvadas” o “del mal” y materializan (hacen tangible) el mal. Contribuyen a la
paranoia (clima de miedo-inseguridad generalizado) sobre la criminalidad e impunidad. Al
crear este pánico moral resulta catártico señalar al mal tangible (políticos corruptos). Esta
idea y creación de “diablos/demonios populares” es relevante no por el pánico moral, sino
por ese efecto catártico moral que tienen. Al observar estos individuos se puede dilucidar
lo que los genera, el contexto que los produce. Se observa que, por debajo de estos actos
de corrupción, predomina ese ideal de riqueza y codicia propio de la ideología neoliberal.
Estos individuos brindan luces sobre algunos males sociales: cuando resulta difícil
entender cómo los gobiernos no hacen nada aun con tanto préstamo, aparece don
Antonio Saca o Mauricio Funes que se han robado aproximadamente 700 millones de
dólares entre los dos y todo parece tener sentido. Estos individuos cristalizan una cultura
que puede resultar ambigua mediante sus acciones, clarificando qué está mal.
Se nos enseña a admirar la riqueza, se nos ha hecho creer que es necesario para
mantener el orden social y la jerarquización de clase
para mantener el orden social y la jerarquización de clases. Básicamente se nos dice que
somos tan egoístas que nadie lucha contra el sistema porque queremos hacer dinero y
hacerlo sin que la gente te odio. Pero balanceamos eso con la búsqueda de apoyo.
balanceamos eso con la autopreservación. Pero buscamos soporte para nuestro trabajo.