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Rosario Castellanos
¿Quién se atrevería a dudar que Sor Juana Inés de la Cruz y Rosario Castellanos
han sido las escritoras más visibles para la sociedad mexicana del siglo XX? La crítica
Trayectoria de polvo y Apuntes para una declaración de fe; a los dramatúrgicos, dados
a conocer a partir de 1952, con Tablero de damas; a sus novelas, con la primigenia
Balún Canán, en 1957; a sus cuentos, cuyo libro Ciudad Real (1960) fue el primero de
otros dos. La aparición de Juicios sumarios, en 1966, parecería indicar que el ensayo
fue el último de los géneros que decidió explorar. No fue así. En distintas revistas había
fueran de orden social o estrictamente literario. Mencionemos, por ejemplo, que entre
“Aventura del libro”, “Tres poetas filósofos”, “La náusea (de Jean Paul Sartre)” y “A
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Publicado en: Castro, M. (2010). “Mujer que sabe latín: Rosario Castellanos y el ensayo” en Pol
Popovic (comp.). Rosario Castellanos: perspectivas críticas. Ensayos inéditos. México: Miguel Ángel
Porrúa Editores, ITESM, pp. 169-197. ISBN 798607401319-1
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Beth Miller afirma que es un “lugar común comenzar mencionando” a ambas, “en toda discusión sobre
las escritoras mexicanas” (1976: 33). Elva Macías, Margarita Peña y Beatriz Espejo son otras tres de las
críticas que avalan este aserto. La primera de ellas conmina a indagar más sobre la labor didáctica y social
que Castellanos desarrolló en el Instituto Nacional Indigenista de Chiapas. La segunda enfatiza que su
obra poética es lo más destacable del conjunto de su obra (Excélsior, 1987: s.p.). Por su parte, Alberto
Farfán sostiene que esta autora “junto a Juan Rufo, Juan José Arreola y Carlos Fuentes, entre otros, forma
parte del grupo de escritores que ha sido beneficiado por una complaciente tradición de supuestos críticos
de nuestra literatura” (1997: 27).
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puerta cerrada (de Jean Paul Sartre)” por mencionar algunos. Su tesis de maestría,
partir de ese momento, fue una incansable reseñista y sus escritos comenzaron a circular
muerte fue asidua colaboradora del diario más leído ese entonces, Excélsior. Sus
entregas se convirtieron en “una lectura obligada para muchos mexicanos, donde con
humor, claridad y pulido filo crítico puso en cuestión distintos aspectos de la cultura
regidos por criterios temáticos, casi siempre. Juicios sumarios fue la colección dada a
teóricos. Poco antes de su muerte, en 1973, agrupó en Mujer que sabe latín, textos
público el último libro que preparó, El mar y sus pescaditos. La literatura y el tiempo
latitudes, y que evidencia tanto su interés personal por los registros literarios de aquel
entonces como por difundirlos entre lectores potenciales. El uso de la palabra (1974)
Excélsior, no elegidos por ella, pero que igual dan cuenta de “un involucramiento
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documentos valiosísimos para la comprensión de la cultura mexicana en el siglo XX
Susana Francis, Berenice Kolko, Ernesto Cardenal, Choderlos de Laclos, Santa Teresa
conjunto de su obra. Sin embargo, han sido relativamente poco estudiados. Elena
género cultivado por la chiapaneca, debido a que éstos son una parte de su producción
“serie de textos escritos a lo largo de los últimos ciento ochenta años […] y que abordan
(2000: 75). Aún quedan por estudiar las aportaciones de Victoria Ocampo, Marta
Brunet, Juana María Gorriti, Gabriela Mistral, Clorinda Matto de Turner, Mercedes
Cabello de Carbonera, Luisa Capetillo, entre muchas otras. Su obra, no obstante, suele
estar dispersa en periódicos y revistas y sólo en pocas ocasiones, como sucede con
Pero no sólo se detecta cierto olvido por parte de los estudiosos de la creadora de
Álbum de familia, también éste es visible en las antologías sobre ensayo mexicano, en
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Al respecto, opina Eduardo Mejía, a propósito de las notas y la compilación del segundo tomo de las
Obras Reunidas de Castellanos: “Sus prólogos son verdaderas introducciones a los temas tratados,
invitaciones a la lectura, pero también son más que eso: reflexiones agudas, inteligentes, pero no
definitorias” (Roura, 1999: 68).
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las historias de la literatura que se refieren a este género, en los programas académicos.
obstante, las dudas saltan cuando, pongamos por caso, José Luis Martínez decide
Villaseñor, Arturo Arnaiz y Freg o a Gastón García Cantú. Sin menoscabar los méritos
de los aludidos, es difícil explicar que haya olvidado por completo a Castellanos o a
cualquier otra escritora del siglo XX. Podríamos argumentar que este tipo de ausencias
Mary Louise Pratt acontece, aun cuando “Las obras excluidas a menudo se leyeron
Es indudable que una de las razones por las cuales la autora de Oficio de
levantó críticas en un sector del medio cultural mexicano, Rosario optó por colaborar no
sólo en Excélsior, sino en revistas de corte político y sus supuestas antagónicas, las
“femeninas”. Esto no sólo le aseguraba un ingreso económico que le era necesario, sino
poemas o sus narraciones. Todo ello repercutió en la estructura y el estilo mismo de ese
tipo de escritos, formulados algunos de ellos para un sector letrado y, aún éstos, tenían
la glosa.
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Una posible causa de la reticencia que sus ensayos plantean para el canon radica
una “literatura de ideas” plasmada en prosa no narrativa (Martínez, 1971: 10-12), que
“manifiesta un punto de vista bien fundamentado, bien escrito y responsable del autor
respecto de algún asunto del mundo” (Weinberg, 2006: 20). Pero si, como recoge
sujeto central de sus escritos, ¿no influiría esto, acaso, ante sus lectores especializados,
atraviesa su obra en todos los géneros que ha practicado […] Algunos juzgarán
esa intromisión tan constante y hasta meridiana de la vida en la obra como una
calidad humana: la honestidad al desnudo; otros como una limitante que vuelve
la literatura subjetiva en exceso, hasta tal grado que el tono intimista queda
margen de los “asuntos del mundo” que vertebran al ensayo como género literario? No
mexicanos de su época, ni tampoco sustentar las razones por las cuales ciertas obras de
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En otro lugar he planteado cómo su obra narrativa también significó un reto para el canon literario, al
integrar en sus textos temas marginales (la sexualidad, las mujeres, la soltería, la vida conyugal) y qué
papel desempeña, en su recepción, haber optado por procedimientos artísticos poco vanguardistas (Castro
Ricalde, 2006).
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intentaremos debilitar esa creencia en torno del desnudamiento público y la centralidad
discursivas de las que echa mano en uno de sus libros. Aunque es imposible que un
escritor deje hablar desde un yo, un aquí y un ahora, ella se decanta por un
íntimo; inscribe sus textos en ámbitos más amplios de sentido y convoca a una gran
en el siguiente apartado. Cuando habla de sí misma tiende a ser un recurso que funciona
como puerta de acceso a una problemática social con la que se siente inconforme. En
alguna ocasión expresó su convicción acerca del valor de la palabra escrita: “Ahora,
¿cómo puedo cambiar esa realidad? ¿Un libro mío va a hacer una metamorfosis casi
instantánea? No, pero de alguna manera va a crear conciencia de una, dos gentes, tres,
ahora, dentro de veinte años, dentro de un siglo, pero va a crearla de todas maneras”
variedad de temas abordados que iban más allá del cliché temático con el que se le
vincula (las mujeres y los indígenas) bastarían por ubicar este género en una posición de
primera línea, en relación con su obra. Creemos que su estudio abre otras posibilidades,
vinculadas con una redefinición del género que apunta hacia un campo cultural más
escritores mexicanos que pugnaban por convertir la palabra escrita en una profesión, en
una de sus principales fuentes de supervivencia, como antes y en ese momento también,
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lo fueron la docencia, el servicio público y la diplomacia. Si bien, esta situación
comienza a surgir a fines del siglo XIX, cuando –en los términos de Liliana Weinberg–
“la prosa se encuentra con el periodismo” (2006: 22), en la década de los sesenta y
principios de los setenta cristaliza este ideal, tan perseguido por los representantes de la
colecciones o asesores editoriales se dieron cita, en ese mismo periodo, Salvador Novo,
Ermilo Abreu Gómez, Agustín Yáñez, Juan José Arreola, Octavio Paz, Jaime García
Terrés, Jorge Ibargüengoitia, Juan García Ponce, Elena Poniatowska, José Emilio
otros. A través del estudio de los ensayos de Castellanos sería posible, entonces, intentar
describir de qué manera pudo resolver la tensión entre una “memoria del género” (su
Hemos seleccionado Mujer que sabe latín como objeto de nuestro análisis. Para
1973, año en que comienza a circular, nuestra escritora ya había recibido los máximos
el país y el extranjero, era embajadora desde dos años atrás. Es decir, el libro de nuestro
interés, si bien conjunta ensayos realizados pocos meses antes, presenta una unidad en
su propósito: trata de debilitar la expresión de su título (“Mujer que sabe latín, ni tiene
marido, ni tiene buen fin”), mediante la indagación de las condiciones sociales que lo
han naturalizado dentro de los imaginarios sociales. Para ello, combina 35 textos que,
grosso modo, podríamos dividir en dos líneas: los de índole propiamente literaria y los
que aspiran al debate de ideas. Valorar esos ensayos es una de las intenciones de este
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trabajo, para lo cual identificaremos la relación con su contexto y sus estrategias de
composición.
Mujer que sabe latín fue el libro de Rosario Castellanos de mayor tiraje. Como
parte del proyecto editorial de la SEP, en su primera edición contó con cuarenta mil
ejemplares, destinados casi todos ellos a formar parte del acervo de las bibliotecas del
Estado de todo el país. Esta colección fue promovida durante el sexenio del presidente
Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y constó de poco más de 300 volúmenes que
Castellanos en un proyecto de estos alcances se debió, sin duda, a que para esas fechas,
ella vivía los momentos de mayor prestigio social en su carrera profesional, entendiendo
ésta no sólo su oficio como escritora, sino también como diplomática y académica (en
Jerusalén daba clases en la universidad)6. Pero no podemos olvidar que ese grado de
visibilidad también se debía a los cordiales lazos que la unían con el mismo Echeverría,
así como con los tres Secretarios de Educación Pública con los que tuvo una relativa
cercanía durante sus años de mayor producción editorial (de 1958 a 1974): Jaime Torres
Bodet, Agustín Yáñez y Víctor Bravo Ahuja. Su afianzamiento dentro de ciertos grupos
5
El estudio de este conjunto de libros es de gran interés para identificar los intereses del régimen, sus
nociones sobre la nación y su percepción sobre aquello que debía ser de lectura básica para todos los
mexicanos. María del Carmen Velázquez realiza una descripción sobre este esfuerzo editorial (1979: 373-
389).
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“Estoy instalada en la alegría pura”, le aseguró Castellanos a su gran amigo Raúl Ortiz, poco antes de su
muerte en 1974. Esos años como embajadora de Israel la convirtieron en una mujer, continúa él, “en
pleno señorío, en pleno dominio de su extraordinario encanto” (Ramírez, 1994: 29).
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Es revelador que el penúltimo artículo que publicó en vida en Excélsior lo dedicara, íntegramente, a
Millán, con motivo del ingreso de ésta a la Academia Mexicana de la Lengua (Castellanos, 1974: 6A,
9A).
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“Es imposible recortar la relación entre discurso y práctica […] la dificultad de
haber aceptado, justamente, la inclusión de Mujer que sabe latín, como parte de esas
lecturas básicas, indispensables, para el público mexicano de los años setenta se dirigía
Entre los grandes méritos de esta autora está el aprovechar esos espacios
relativamente nuevos para las mujeres –los periodísticos, los de las ediciones de grandes
tirajes– para posicionar un tema ignorado por las plumas del momento: aquél
relacionado con la problemática femenina. Estaba tan consciente de ello, que en una
directo con una gran masa de público” (Stern en Sirvent, 2005: s.p.). En este libro,
sobre la condición de las mujeres, con excepción de dos, localizados dentro de aquéllos
que cierran el volumen: el que habla de Heráclito y Demócrito (aunque sus nombres no
metáfora”, resulta singular en varios sentidos. El más evidente es que junto con “Notas
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al margen: nunca en pantuflas”, se ocupa de varones, pero en éste sí menciona desde el
título quién será el núcleo del mismo. Menos explícitamente está el hecho de que se
encuentra intercalado entre los textos más personales del libro, en medio de aquéllos en
sobresaliente que el tema abordado sea la traducción y, con éste, ser la encarnación del
mismo. De ahí el título original del ensayo. Pero regresemos al análisis de la estructura
del volumen: ¿cómo logra Castellanos constituir un libro, a partir de textos concebidos
media res”, es decir, es el número 17 de los 35 incluidos en él. “La angustia de elegir”
cierra el volumen, pero fue publicado el 28 de febrero de 1971. Después de él, dio a
Con lo anterior, intento argumentar que Mujer que sabe latín no es simplemente
un atado de ensayos, preparados a lo largo de dos años (entre febrero de 1970 y abril de
8
Éste, a diferencia de todos los demás, apareció en Diálogos. Revista de Artes y Letras, de El Colegio de
México (Ocampo, 1988: 336).
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producto artístico: lo arregla, según acabamos de demostrar, según un orden específico;
escoge –entre todos los textos escritos en ese lapso– los más convenientes para sus
propósito (así, hace a un lado los que tratan sobre escritores varones: Macedonio
Fernández, Ricardo Garibay, José Carlos Becerra, Juan Bañuelos, John Updike, Erich
María Remarque, Carlos Monsiváis, por mencionar unos pocos). También modifica
algunos de los títulos: los acorta y, así, este recurso le vale para que, si en el suplemento
cultural aclaraba si se refería a una obra específica, en Mujer […], en cambio, opta por
suprimir ese dato y le añade un matiz más general. Es el caso de la primera novela de la
“China” Mendoza (Con él, conmigo, con nosotros tres), la de Elsa Triolet (Los amantes
transforma ligeramente (de “Simone Weil: que permanece en el umbral” pasa a “la que
desplegados van en pos de borrar las marcas que pudieran implicar que se trata de
mujeres, en una especie de marco para la mayoría de los otros ensayos, encaminados a
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representación del mundo insólita dentro de las temáticas y los intereses tratados por la
Elizondo, Julieta Campos, José Emilio Pacheco en Morirás lejos), Rosario Castellanos
más divulgadas sobre sus ensayos, marcas que deslindan al autor biográfico y al autor
resultado del texto, entre el enunciador y el sujeto derivado de los efectos del enunciado.
Con esta óptica, es más sencillo despojar de relevancia la indagación sobre las fronteras
Ricardo Guerra, sus estados depresivos y quiebres emocionales, los efectos causados
por las pugnas entre los grupos culturales en México (dentro de los cuales su literatura
no era del todo apreciada), quedan en suspenso, a la hora en que la voz autorial urge
preparada, como se dice, una mujer que aporta su ayuda para el sostenimiento del hogar
(1973: 37). Esta pregunta detona otras que favorecen la reflexión sobre las
apunta “al ego y al estatuto del sujeto, integrando su parte corporal y sensible”; la
segunda, se refiere “a la relación entre ser persuasivo y ser interpretativo que implica la
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alteridad” (Bertrand, 2002: 54). Por lo tanto, siguiendo los razonamientos teóricos de la
semiótica tensiva profundizados por Denis Bertrand (2002: 53-75), los avatares de su
vida íntima los reserva para sí misma o para un género literario diferente9, elimina la
posibilidad de una encarnación discursiva desde un “yo” y opta por una indistinción
enunciativa, desde una modalidad impersonal: “se dice”, “hay que hacer algo”, focaliza
En Mujer […], escoge abrir con dos textos muy poderosos que dejan clara su
postura, en torno de la problemática que han vivido las mujeres, cinceladas a golpes de
lector ante sí; no hay presentaciones provenientes de plumas ajenas, no hay líneas
diferencia de gran parte de los demás textos del mismo libro. En éstos, una de sus
técnicas favoritas es proponer un tema general antes de abordar la vida y/o la obra de las
de nacer (“Violette Leduc: la literatura como vía de legitimación”), los cambios vitales
cuyas consecuencias están fuera del alcance de los seres humanos (“Elsa Triolet: la
catolicismo precoz de Mary McCarthy”), entre muchos otros. Éstos funcionan como un
contexto que facilita la focalización de la artista sobre la cual girará el resto del escrito.
Inserta, así, a mujeres singulares dentro de un devenir más amplio; las restituye a un
9
En Cartas a Ricardo (1996), detalla las peripecias que vive como ama de casa, al tener que hacerse
cargo de todos los pagos, trámites administrativos, cuidado de su hijo y los de su esposo, liquidación de
las deudas del marido ausente contraídas en costosos almacenes. Las preguntas vertidas en el artículo
mencionado (“¿Hasta qué punto acepta esa independencia [económica] como una conquista o la soporta
como una culpa?”), ¿no podrían haber sido propiciadas por lo que ella misma había vivido? Castellanos
prefiere el desdoblamiento, procura eliminar cualquier huella que dirija la mirada hacia la emisora real y,
con ese desplazamiento, contribuye a la representación, a la ficcionalización, de sí misma como autora
implícita.
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momento histórico preciso, exalta su valía y, a la vez, les resta un carácter de
Dirigir el reflector sobre estas creadoras tiene como propósito desarrollar ideas,
que, además, suele a ser muy renuente), sino a convertirlas en casos ejemplares.
Difunde sus textos, elabora recuentos sobre sus vidas, las inserta en una corriente
contribuciones dentro del campo social. Necesitaríamos mucho más espacio del que
contamos para detenernos en el personaje ético que configura, a partir de las virtudes
que identifica en ellas y los aspectos de sus biografías y productos artísticos que
aproximarse a la compleja realidad del colectivo femenino, más allá de los estereotipos.
fisonomía de la reseña, nuestra autora saca a relucir lo más sobresalientes de sus rasgos
cultas sus textos. Al respecto, afirma Eduardo Mejía, prologuista de sus Obras reunidas:
“Rosario Castellanos es muy exigente en los temas que toca, muy buena lectora,
generosa con el autor, muy rigurosa con la obra, inflexible. Podía equivocarse en su
opinión, pero siempre analizaba todos los aspectos de la obra” (El Financiero, 2005:
s.p.).
mujer y su imagen”. Desde el primer párrafo se centra en la idea del mito femenino. Si
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desde esas líneas iniciales, en la selección de su tema y el enfoque que le imprime,
escuchamos una voz con su timbre propio, con sus particularidades, también en ella se
Ése sería uno de los umbrales del ensayo, reconocidos por Liliana Weinberg
(2004: 37-40) como una tensión entre el anhelo de referirse al mundo desde una
El enfoque transpersonal prevaleciente en los dos enérgicos textos iniciales (“La mujer
con el cual cierra su libro, aunque esto es perceptible sólo en los últimos seis artículos, a
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A las dos les dedicará textos completos. En este volumen, aparece “Virginia Woolf y el ‘vicio
impune’”. En Juicios sumarios II (1984), incluirá “Virginia Woolf o la literatura como ejercicio de la
libertad”. La influencia y la admiración por la inglesa salpicará Mujer que sabe latín, a través de citas,
alusiones, paráfrasis, en muchos otros artículos como en “La mujer ante el espejo: cinco autobiografías”,
“Corín Tellado: un caso típico). Lo mismo acontece con Beauvoir. En ese mismo libro, el segmento sobre
literatura francesa se refiere, prácticamente de manera íntegra, a ella. “Simone de Beauvoir o la lucidez”
(que aglutina otros apartados como “Autobiografía”, “La palabra”, “La desgracia de Margarita”,
“Sartre”), “Simone de Beauvoir o la plenitud”, “La fuerza de las cosas”, “El amor en Simone de
Beauvoir”. Y, al igual que con Woolf, habrá una gran cantidad de líneas sobre la autora de El segundo
sexo, en el resto de sus artículos periodísticos y ensayos literarios. Una muestra sería “Betty Friedan:
análisis y praxis”.
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Castellanos complejiza las líneas de los feminismos de fines de los sesenta y se
aproxima a lo hoy considerado como el universo de los estudios de género, pues a partir
espaciales. El rechazado por estos grandes hombres, el de “la comodidad de la bata y las
imagen, plasmada en frases, cuanto más oscuras, más sublimes. El valor concedido por
palabras de los otros (los filósofos aludidos), lo cual funge como un tipo de intervalo, de
pensar, aconsejaba un pensador (tan importante que ha llegado a ser, al menos para mí
en este momento, anónimo) es necesario tener los pies calientes y la cabeza fría” (1973:
180). Aquí, la función de los paréntesis es la de ser un tenue hilo que corta el discurrir
menos para mí”) que después de esta observación se ausentará del resto del escrito y
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Para no distraer al receptor del tópico nuclear, la ensayista echa mano de la reflexión indicada por los
paréntesis, gracias a los cuales invita a meditar sobre de qué manera lo que consideramos importante es,
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enunciación predominante se matiza acentuadamente, por lo tanto, con la singularidad
de lo subjetivo.
A partir de ese momento, los siguientes ensayos se verán fortalecidos con una
“Traduciendo a Claudel”, “Si ¿poesía no eres tú’, entonces ¿qué?” y “La angustia de
elegir” hablan desde el recuerdo íntimo, emplean la primera persona del singular,
aunque siempre en continuo diálogo con otras voces. Por lo general, las más afines a su
una suerte de conversación con personajes y tramas (Don Quijote, Las mil y una
noches, En busca del tiempo perdido, Luis Cernuda, Simone Weil, Gabriela Mistral, St.
John-Perse). Los dos regímenes, el íntimo y el ajeno, se dan cita tanto dentro de los
¿Justificar un libro? Es más sencillo escribir otro y dejar a los críticos la tarea de
libros de poemas en un solo volumen que, al abrirse, deja leer un primer verso
(1973: 201-202).
justamente, aquello que pierde su origen, su razón de ser, y se convierte en norma, en sentido común, se
diluye en el anonimato. Para no imponerse y enunciarlo como una verdad absoluta, ella habla desde un
“yo” que, por supuesto, tiende a conminar al lector a adherirse a este razonamiento.
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Las frases previas se erigen en un auténtico juego retórico con los receptores reales (los
críticos de su libro de poemas12), aunque se dirige también a los implícitos (los lectores
de Mujer que sabe latín). Este ensayo, por lo tanto, se inscribe dentro de un sistema
vías de ser constituido, redes de categorías compatibles e incompatibles que intentan ser
jerarquizadas.
desde un punto de vista personal, hablar desde el cuerpo propio y responsabilizarse por
la voz emitida, realiza un salto genial, en el que va desplazando del foco de su atención
debe tomarse “el trabajo de elaborar otras hipótesis, otras interpretaciones” (1973: 208).
en una instancia colectiva determinada y difusa (2002: 53-62). Entre varias de las
representados (yo, ustedes, nosotros, ellos) y el reiterado empleo de la ironía (“Hay que
tan libre […]” (1973: 207-208)). Es posible calificar la asunción enunciativa como de
fuerte intensidad, al lograr una inversión axiológica entre el arranque del ensayo y su
diálogo sin jerarquías con los otros escritores y los lectores-cómplices). El grado de
12
En 1965, la investigadora argentina María Luisa Cresta de Leguizamón entrevista largamente a
Rosario, quien expresa lo siguiente sobre la crítica literaria: “No creo que me haya interpretado muy bien;
creo que ha elogiado cosas que no son elogiables, y que ha encontrado deleznables cosas que tal vez no lo
sean tanto; no estoy de acuerdo en general con el juicio que se ha hecho sobre mis libros” (1976: 7).
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personal (el yo de la ensayista implícita) a su potencialización, a su convocatoria de uso
de una temporalidad finita, la de los lectores reales de su tiempo (es decir, los críticos
provocación, al intentar colocar, sobre la mesa del debate público, temas como los
relativos a los proyectos políticos y sociales del país, pues dentro de éstos no solía
analítico sobre la condición espiritual y social de las mujeres” (2000: 76-77). En ambos
casos, construye modelos femeninos alternos; desea normalizar las ideas en torno de la
inteligencia y los talentos de las mujeres; hila un discurso en forma transversal para
temporales no son tales; sitúa en la atención de los lectores temas muchas veces
despreciados por la crítica académica como lo es la cultura popular (la novela policíaca
19
y los textos de Agatha Christie y Patricia Highsmith; la novela rosa y los de Corín
Tellado).
dimensión privada como la social de la voz autorial. Si tenemos muchas más referencias
de la ensayista de carne y hueso en otros escritos como lo son sus epístolas (Castellanos,
1996), ella forja una representación de sí, es una escritora que se narra, se interpreta y se
ficcionaliza, para erigirse ante los lectores como un sujeto pensante, capaz de expresar
sus ideas; es una autoridad intelectual que argumenta en pie de igualdad, en relación con
sus coetáneos.
Los textos del volumen analizado hablan de una autora ensayista, como
“lector[a] del mundo y un[a] activ[a] intérprete de libros y tradiciones culturales” (2003:
literatura y cultura apuntan hacia otra dirección, según las tradiciones que coinciden, sin
sentido, contribuye a nombrar y entender la realidad desde otros enfoques, aun cuando
el campo intelectual de esos años la haya inscrito como un ejemplo del discurso
como reivindicadora de las causas de las mujeres (en este caso) o los indígenas (sobre
intensidad, a una enunciación que de un “yo” le concede la palabra a los lectores y con
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garantizar la continuidad del sentido y, con esto, reinscribir sus textos en los complejos
Obras citadas
escritora. Ensayos sobre escritoras mexicanas del siglo XX. México: FCE, 1987.
1996.
21
Castellanos. De Comitán a Jerusalén. México: Tecnológico de Monterrey, UAEM,
Universidad de México, Vol. XXX, nos. 4-5, diciembre 1975-enero 1976, pp. 33-38.
22
Prado, Gloria. “Con la palabra, la letra y el cuerpo. Rosario Castellanos y el
Desbordar el canon).
latinoamericano” [trad. Gabriela Cano] en Debate Feminista, Año 11, no. 21, abril
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