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Hace unos días un juzgado de Vigo otorgó la categoría de contrato verbal a una
conversación de WhatsApp entre los propietarios de una vivienda y su futura
inquilina. La sentencia, que le sirvió a los caseros para echarla por no pagar lo
acordado, estima que el intercambio de mensajes entre ambas partes, en el que
se cruzaron los datos bancarios y fotos de los DNI, es un acuerdo jurídicamente
válido y, por tanto, exigible ante los tribunales. El caso pone de manifiesto dos
realidades. La primera es la falta de una conciencia plena de que las redes
sociales no son un espacio sin ley y lo que allí se expresa puede tener
consecuencias legales. La segunda es cómo los tribunales, a pesar de su
resistencia inicial, han tenido que integrar en su día a día la valoración de lo que
sucede en el entorno digital, una labor nada sencilla para órganos
acostumbrados a trabajar con la realidad física. Esta última circunstancia ha
planteado un nuevo reto que aún no está resuelto.
En España, de momento, son pocas las sentencias que han entrado a valorar
estos extremos. Una de ellas la dictó la Audiencia Provincial de Alicante, que
condenó a un hombre por quebrantamiento de condena por enviar dos
emoticonos (a pesar de que eran amables) a través del chat de Facebook a su
expareja. El individuo, a quien se le impuso una pena de nueve meses de prisión,
tenía prohibido comunicarse con ella mediante cualquier medio por conductas de
acoso. Los iconos, por tanto, comunican.
Interpretación judicial
¿Es posible, por tanto, predeterminar el valor legal de un emoticono? Joaquín
Delgado, magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid afirma que a priori no,
sino que habrá que estar muy atento al contexto. Según explica, estos dibujos
conllevan una declaración de voluntad, pero siempre sometida a valoración.
“Pueden ser una prueba de cargo o de descargo, que ayuden a convencer de
unos hechos o a restarles credibilidad”. En todo caso, insiste en subrayar que lo
que se haga en las redes sociales o chats “tiene efectos jurídicos, salvo que la ley
exija una determinada forma legal”. Se refiere a contratos, por ejemplo, que
requieren escritura pública o ser firmados en determinadas condiciones. La
prueba digital, concluye, ya es el pan de cada día de los tribunales.
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