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Debido a que Bogotá es el epicentro comercial y político del país, una cantidad importante
de vendedores informales se localizan en esta ciudad. En el presente artículo me enfocaré
en el sector de San Victorino, uno de los escenarios comerciales e históricos más
importantes de Bogotá. Debido a que San Victorino es un sector tradicionalmente
comercial, la participación de los vendedores ambulantes ha demarcado la identidad de la
zona durante varios años (Carbonell, 2010). No obstante, distintas alcaldías de Bogotá han
adoptado medidas que tienen como objetivo la “limpieza” del sector. Se percibe a la venta
ambulante como una actividad que suple necesidades individuales, mientras que el espacio
público protege un interés colectivo que debe preservarse (Carbonell, 2010).
Lo mismo se puede decir respecto al espacio público, porque detrás de su control están los
grandes comerciantes que quieren excluir a los vendedores ambulantes, las multinacionales
que patentan los superlogos, como Adidas o Nike, y no quieren perder las rentas que
generan sus marcas, y sobre todo, el poder inmobiliario que no quiere que sus inmuebles (y
la riqueza financiera que apalancan) se desvaloricen. (Giraldo, 2017, p. 12)
De esta manera, se tiene una visión reduccionista del sistema económico, pues usualmente
el mercado considera al cambio y el consumo como los puntos más importantes del flujo
comercial. No obstante, en el presente ensayo quisiera exponer la relevancia del proceso en
su totalidad (producción, distribución, cambio y consumo) mediante la ilustración del caso
específico de los vendedores ambulantes ubicados en San Victorino. Para ello, me basaré
en un trabajo de campo que realicé entre el 5 de septiembre y el 21 de noviembre del año
pasado, en donde analicé una pequeña muestra de vendedores ubicados en el sector. Se
iguala a la venta ambulante con una actividad delictiva, pues atenta en contra de los
intereses del mercado y el capital. En el presente escrito quisiera seguir desafiando las leyes
del capital, en donde se impone una visión reduccionista e independiente de la producción
con el resto de los procesos. El texto se basa en la premisa de que la producción es la
actividad distintiva del ser humano, que se desarrolla bajo la articulación de la distribución,
el cambio y el consumo.
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producción y la producción es inmediatamente consumo” (p. 41). No obstante, la
producción y el consumo tienen dos procesos mediadores: la distribución y el cambio.
Con lo anteriormente estipulado, realizaré un análisis sobre estos cuatro procesos y cómo
los desarrollaban los vendedores entrevistados en campo. En total, consulté a tres artesanos
(Catalina, Carlos, Daniel), cuatro vendedoras de ropa (Leidy, Deyannira, Annie, Regina),
dos vendedores de comida (Carlos, Raúl) y un vendedor de piedras (Nicolás). De esta
manera, entrevisté a vendedores con distintos tipos de mercancía y trayectorias. Lo anterior
con el objetivo de percibir las diferencias entre la producción, la distribución, el cambio y
el consumo dependiendo del tipo de mercancía que se producía.
1. Producción
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especializada en marroquinería. Ella considera que existe una diferencia fundamental entre
vendedores ambulantes y artesanos, pues “los artesanos todo lo hacemos a mano,
compramos nuestros materiales y lo fabricamos, y los vendedores ambulantes compran la
mercancía ya hecha.”
Catalina trabaja en marroquinería y joyería. Utiliza pieles, hilos, cuero y semillas para
fabricar sus bolsos. En cuanto a la joyería, utiliza bronce, cobre, plata y oro. Estos
materiales, que se originan de la naturaleza, son utilizados por Catalina para construir
utencilios que tienen como fin el goce estético del ser humano. Me comentó que compraba
sus materiales en El Centro, El Restrepo y en algunos sitios ubicados en Chapinero.
Además, dijo que cada artesano compraba sus materiales en distintos lugares, dependiendo
de su especialización. De esta manera, ella primero compra la piel, luego la “masajea”, la
corta y pinta, la cose y decora (siempre de una forma distinta), y por último vende el
producto final.
Trabaja sola. No obstante, si tiene un pedido demasiado complejo, pide a otros artesanos
que le ayuden. Nos comentaba que todos los artesanos del sector son amigos, por lo que se
hacen favores y se ayudan mutuamente. “Todos nos ayudamos entre todos, porque todo lo
hacemos a mano; no es nada industrializado. Nuestro producto es único e irrepetible, tú
puedes hacer 500 manillas, pero ninguna te va a quedar igual a la otra. Ese es el valor
agregado que tiene cada pieza.” De esta manera, se pueden percibir las relaciones sociales
que juegan un papel fundamental en la producción de las artesanías. La producción es,
entonces, un entramado de relaciones interdependientes que permiten el flujo comercial.
El factor social también puede percibirse en las relaciones sociales que deben establecer los
vendedores ambulantes con el cliente. Los vendedores no podrían seguir produciendo si no
tuvieran una clientela fija que les comprara sus productos. Incluso si en el Centro hay
supermercados como Olímpica, las personas deciden comprar los productos a los
vendedores ambulantes por la cercanía que tienen con los mismos. En Olímpica hay una
persona atendiendo en el cajero. No obstante, este trabajador no establece un vínculo
estrecho con el cliente. La persona detrás del cajero se limita a sonreír y dar devueltas. Por
otro lado, los vendedores se esfuerzan por construir un vínculo con sus clientes, un vínculo
que los obligue a volver.
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Por último, Catalina agrega que el valor de sus productos depende de la cantidad de trabajo
que le cueste realizarlos. “Un bolso tipo Vélez o Abc, en el que me tardo 2 ó 3 días en
terminar, cuesta mucho más precisamente por el tiempo de trabajo.” El precio del producto
depende del tiempo que tome realizarlo.
Carlos, artesano que se ubica en la misma zona que Catalina, también compra el alambre
que utiliza en sus collares. Sin embargo, nos menciona que de vez en cuando recicla el
alambre para después volver a utilizarlo. Considera que no deberían cobrarle un impuesto a
los artesanos, pues sus productos no son comprados en la industria en la mayoría de
ocasiones. “Como ya se dieron cuenta que la calle da plata, entonces pretenden cobrar el
espacio.”
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para sus hijos. “La educación de mis hijos es la que me tiene trabajando en la calle”,
comentaba Deyannira. De esta manera, los vendedores de ropa y comida están enajenados
de su trabajo, pues no sienten que estén trabajando “para lo que fueron hechos.”
2. Distribución
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toda Suramérica en busca de piedras con distintos colores y energías. De esta manera,
utiliza un producto de la naturaleza, y lo distribuye por varias zonas del continente.
3. Cambio
Para que los vendedores accedieran a realizar la entrevista, seis de los once vendedores
pidieron algo a cambio. Por ello, en distintas ocasiones los vendedores me ignoraban y no
accedían a realizar la entrevista, por lo que debía comprarles un producto para que
comenzaran a prestarme atención. Compraba, luego existía: así podría resumirse el trabajo
de campo realizado en San Victorino. Catalina, la artesana de la Avenida Jiménez, afirmó
que solo respondería mis preguntas si le compraba algo. De esta manera, pude percatarme
que los vendedores estiman bastante el tiempo, pues deben producir la mayor cantidad de
dinero posible mientras están estacionados en sus puestos. Por ello, en muchas ocasiones no
tenían tiempo para entrevistas sin ninguna retribución económica.
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el artesano que estaba a su lado y le preguntaban si tenía el producto. Esto formaba una
relación de reciprocidad, en donde el cliente es el regalo que se brinda al compañero.
“Siempre hay trueque. Por ejemplo, yo le digo a un compañero que me gusta esa mochila.
Él me menciona qué es lo que le gusta de mis productos, y hacemos el intercambio.
Intercambiamos productos del mismo valor”, me comentaba Catalina. También, me
comentaba que las piedras que utilizaba en sus collares artesanales se las compraba a otros
vendedores. “Las piedras no las consigo en la industria, pues se las compro a mis
compañeros.”
4. Consumo
El consumo es al mismo tiempo producción, pues para producir debemos consumir las
materias primas en primera instancia (Marx, 1857). Del mismo modo, como ya había
señalado en un comienzo, los artesanos compran en el mercado los materiales que necesitan
para realizar sus productos. Los vendedores de comida y ropa necesitan consumir en los
almacenes para posteriormente vender los productos con un precio mayor. Por esto, con los
artesanos y vendedores de piedras, prima el punto de la producción. Por otro lado, con los
vendedores de ropa y comida, prima el intercambio que se realiza con el mercado.
En el consumo pude realizar algunas apreciaciones generales. Primero, las personas que
consumen piedras o artesanías tienen una visión diferente sobre el producto que las que
consumen comida o ropa, pues consideran que las piedras y las artesanías tienen
“cualidades únicas”:
Cada piedra tiene una energía, una vibra, una historia. La que llevo en mi cuello es la
más poderosa de todas. Lo curioso es que nunca he sentido que yo sea el que lleve puesta
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la piedra, sino que ella es la que me lleva a mí. Me lleva a cada viaje e historia nueva-
Nicolás.
Por esto, las personas que compraban piedras con energías, tenían un objetivo distinto a las
personas que compraban comida. La energía de la piedra, según Nicolás, brinda optimismo
e ímpetu a la persona que la lleva puesta. De esta manera, la “energía” de la piedra no cobra
un sentido sino hasta el momento en que es consumida. Aquí podemos percibir la relación
estrecha entre producción y consumo, pues el objeto solo adquiere un sentido cuando es
consumido. Del mismo modo, los distintos objetos tienen diferentes utilidades,
dependiendo del consumidor. Es por esto que el consumo es un punto subjetivo, en donde
los productos pasan a ser propiedad del consumidor.
A diferencia de los consumidores de piedras, los clientes que compran comida buscan
consumir inmediatamente el producto. Raúl, el vendedor de coco, servía el agua de coco en
un vaso. De esta manera, el producto (el vaso) está determinando la forma en la cual se
consume el agua que está adentro de la fruta. Carlos, por otro lado, servía obleas y frutas.
Él prestaba a sus clientes un tenedor para que consumieran la fruta. Por ello, un mismo
producto (la fruta) tiene distintas formas de consumo. Se percibe, entonces, el vínculo
íntimo entre producción y consumo.
Conclusión
Cuando se habla de una sociedad “consumista”, se está cayendo en una visión reduccionista
de la realidad comercial. La reciprocidad de la producción, la distribución, el cambio y el
consumo es un hecho que no debe ser ignorado. No obstante, las lógicas capitalistas ejercen
una influencia directa en los individuos que participan en el mercado. Es así como pude
percibir que los vendedores cuyo trabajo consistía en distribuir los productos del sector
industrial se encontraban separados y fragmentados. ¿Cómo generar una conciencia de
clase cuando una clase social es al mismo tiempo su máxima competidora y enemiga? Las
lógicas del mercado han logrado que los vendedores compitan entre sí, se enajenen tanto de
su trabajo como de su propia comunidad social. Llega el punto en donde no acceden a
realizar una entrevista si esta no les brinda cierta retribución económica.
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