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Economía y Sociedad

Sebastián Muñoz López


Trabajo intermedio
2018-1

LOS VENDEDORES AMBULANTES EN SAN VICTORINO: UN ANÁLISIS


SOCIOECONÓMICO
El debate en torno a los vendedores ambulantes y su ocupación del espacio público ha
tomado protagonismo en los últimos años. La venta informal es percibida de forma
negativa por una parte importante de la ciudadanía, pues “genera congestiones en las vías,
invasión del espacio público, aumento de la inseguridad y otros problemas a los que se
enfrentan los bogotanos año tras año” (El Tiempo, 2016). No obstante, lo que realmente
preocupa a las administraciones de Bogotá y las distintas entidades encargadas de regular el
espacio público es que estos vendedores no pagan un impuesto por el espacio que ocupan.
De esta manera, resultan ser sujetos que compiten con el sector industrial, que venden los
productores con menores precios y que, además, no pagan por ocupar un espacio en el
mercado. A partir de aquí, surge la disputa en torno al espacio público y su “invasión” por
parte de los trabajadores informales.

Debido a que Bogotá es el epicentro comercial y político del país, una cantidad importante
de vendedores informales se localizan en esta ciudad. En el presente artículo me enfocaré
en el sector de San Victorino, uno de los escenarios comerciales e históricos más
importantes de Bogotá. Debido a que San Victorino es un sector tradicionalmente
comercial, la participación de los vendedores ambulantes ha demarcado la identidad de la
zona durante varios años (Carbonell, 2010). No obstante, distintas alcaldías de Bogotá han
adoptado medidas que tienen como objetivo la “limpieza” del sector. Se percibe a la venta
ambulante como una actividad que suple necesidades individuales, mientras que el espacio
público protege un interés colectivo que debe preservarse (Carbonell, 2010).

Hoy en día hablamos de una “sociedad de consumo.” La adulación hacia lo material y el


movimiento del dinero parecen determinar al flujo económico y su respectiva repercusión
en la vida de los individuos. No obstante, existen ciertos sectores de la sociedad que
desafían la lógica del mercado industrial. Es este el caso de los vendedores ambulantes,
comunidad que ejerce sus ventas en el espacio público. La particularidad de este gremio es
que no pagan un impuesto por el espacio que ocupan para realizar sus ventas. Es aquí en
donde surge el gran desafío para el sector industrial:

Lo mismo se puede decir respecto al espacio público, porque detrás de su control están los
grandes comerciantes que quieren excluir a los vendedores ambulantes, las multinacionales
que patentan los superlogos, como Adidas o Nike, y no quieren perder las rentas que
generan sus marcas, y sobre todo, el poder inmobiliario que no quiere que sus inmuebles (y
la riqueza financiera que apalancan) se desvaloricen. (Giraldo, 2017, p. 12)

De esta manera, se tiene una visión reduccionista del sistema económico, pues usualmente
el mercado considera al cambio y el consumo como los puntos más importantes del flujo
comercial. No obstante, en el presente ensayo quisiera exponer la relevancia del proceso en
su totalidad (producción, distribución, cambio y consumo) mediante la ilustración del caso
específico de los vendedores ambulantes ubicados en San Victorino. Para ello, me basaré
en un trabajo de campo que realicé entre el 5 de septiembre y el 21 de noviembre del año
pasado, en donde analicé una pequeña muestra de vendedores ubicados en el sector. Se
iguala a la venta ambulante con una actividad delictiva, pues atenta en contra de los
intereses del mercado y el capital. En el presente escrito quisiera seguir desafiando las leyes
del capital, en donde se impone una visión reduccionista e independiente de la producción
con el resto de los procesos. El texto se basa en la premisa de que la producción es la
actividad distintiva del ser humano, que se desarrolla bajo la articulación de la distribución,
el cambio y el consumo.

PRODUCCIÓN, DISTRIBUCIÓN, CAMBIO Y CONSUMO DE LOS


TRABAJADORES INFORMALES

La producción, distribución, el cambio y el consumo son inseparables y mutuamente


dependientes (Marx, 1857). En medio del trabajo de campo realizado en San Victorino,
pude percibir la articulación de estos cuatro puntos en la totalidad del comercio informal.
De esta manera, los trabajadores informales compraban los productos en primera instancia
a empresas, para luego venderlos en mayor precio y obtener una ganancia. Por ello, en un
primer momento los vendedores son consumidores de productos que se venden en la
industria (madera, cuero, hilo), para luego convertirse en productores de una mercancía
totalmente nueva. Como afirmaba Marx (1857): “el consumo es inmediatamente

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producción y la producción es inmediatamente consumo” (p. 41). No obstante, la
producción y el consumo tienen dos procesos mediadores: la distribución y el cambio.

Con lo anteriormente estipulado, realizaré un análisis sobre estos cuatro procesos y cómo
los desarrollaban los vendedores entrevistados en campo. En total, consulté a tres artesanos
(Catalina, Carlos, Daniel), cuatro vendedoras de ropa (Leidy, Deyannira, Annie, Regina),
dos vendedores de comida (Carlos, Raúl) y un vendedor de piedras (Nicolás). De esta
manera, entrevisté a vendedores con distintos tipos de mercancía y trayectorias. Lo anterior
con el objetivo de percibir las diferencias entre la producción, la distribución, el cambio y
el consumo dependiendo del tipo de mercancía que se producía.

1. Producción

La producción consiste en la apropiación del material natural para la satisfacción de


necesidades humanas (Marx, 1857). Este es, naturalmente, el punto de partida del flujo
económico. La producción es el principio formador del sistema económico. Del mismo
modo, el individuo requiere de la socialización para poder producir. Históricamente, todas
las sociedades humanas han producido, pues es una cualidad innata del hombre. Por ello, el
hombre ha necesitado explotar los recursos naturales, y también ha necesitado una
comunidad que los consuma y que le ayude a seguir produciendo. En la comunidad de
vendedores ambulantes en San Victorino pude percibir que la producción se realizaba con
ayuda de la industria, pues todos los vendedores entrevistados obtenían sus recursos por
medio de la compra en almacenes. De esta manera, pude encontrar tres formas de
producción por parte de los vendedores ambulantes de San Victorino: la artesanal, la
alimenticia y de indumentaria.

En el tipo de producción artesanal, encontré vendedores que realizaban su trabajo de forma


individual, pues construían sus productos utilizando habilidades manuales propias. “Aquí,
el artesano es el dueño de los instrumentos de producción y entendido del cómo hace y el
para qué hace, es decir, es sabedor del propósito de uso que se le da al fruto de su trabajo, y
del funcionamiento propio de los instrumentos de producción que utiliza” (p.72). Un
ejemplo de ello es Catalina Núñez, una vendedora que ubica su puesto de artesanías al
frente de la Avenida Jiménez. En su puesto pude observar bolsos hechos en cuero, collares
con piedras de distintos colores y elementos decorativos. Catalina es una artesana

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especializada en marroquinería. Ella considera que existe una diferencia fundamental entre
vendedores ambulantes y artesanos, pues “los artesanos todo lo hacemos a mano,
compramos nuestros materiales y lo fabricamos, y los vendedores ambulantes compran la
mercancía ya hecha.”

Catalina trabaja en marroquinería y joyería. Utiliza pieles, hilos, cuero y semillas para
fabricar sus bolsos. En cuanto a la joyería, utiliza bronce, cobre, plata y oro. Estos
materiales, que se originan de la naturaleza, son utilizados por Catalina para construir
utencilios que tienen como fin el goce estético del ser humano. Me comentó que compraba
sus materiales en El Centro, El Restrepo y en algunos sitios ubicados en Chapinero.
Además, dijo que cada artesano compraba sus materiales en distintos lugares, dependiendo
de su especialización. De esta manera, ella primero compra la piel, luego la “masajea”, la
corta y pinta, la cose y decora (siempre de una forma distinta), y por último vende el
producto final.

Trabaja sola. No obstante, si tiene un pedido demasiado complejo, pide a otros artesanos
que le ayuden. Nos comentaba que todos los artesanos del sector son amigos, por lo que se
hacen favores y se ayudan mutuamente. “Todos nos ayudamos entre todos, porque todo lo
hacemos a mano; no es nada industrializado. Nuestro producto es único e irrepetible, tú
puedes hacer 500 manillas, pero ninguna te va a quedar igual a la otra. Ese es el valor
agregado que tiene cada pieza.” De esta manera, se pueden percibir las relaciones sociales
que juegan un papel fundamental en la producción de las artesanías. La producción es,
entonces, un entramado de relaciones interdependientes que permiten el flujo comercial.

El factor social también puede percibirse en las relaciones sociales que deben establecer los
vendedores ambulantes con el cliente. Los vendedores no podrían seguir produciendo si no
tuvieran una clientela fija que les comprara sus productos. Incluso si en el Centro hay
supermercados como Olímpica, las personas deciden comprar los productos a los
vendedores ambulantes por la cercanía que tienen con los mismos. En Olímpica hay una
persona atendiendo en el cajero. No obstante, este trabajador no establece un vínculo
estrecho con el cliente. La persona detrás del cajero se limita a sonreír y dar devueltas. Por
otro lado, los vendedores se esfuerzan por construir un vínculo con sus clientes, un vínculo
que los obligue a volver.

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Por último, Catalina agrega que el valor de sus productos depende de la cantidad de trabajo
que le cueste realizarlos. “Un bolso tipo Vélez o Abc, en el que me tardo 2 ó 3 días en
terminar, cuesta mucho más precisamente por el tiempo de trabajo.” El precio del producto
depende del tiempo que tome realizarlo.

Carlos, artesano que se ubica en la misma zona que Catalina, también compra el alambre
que utiliza en sus collares. Sin embargo, nos menciona que de vez en cuando recicla el
alambre para después volver a utilizarlo. Considera que no deberían cobrarle un impuesto a
los artesanos, pues sus productos no son comprados en la industria en la mayoría de
ocasiones. “Como ya se dieron cuenta que la calle da plata, entonces pretenden cobrar el
espacio.”

En cuanto a la producción alimenticia, encontré dos vendedores que circulaban la zona.


Uno de ellos era Carlos, vendedor de obleas. Él me comentaba que compraba las obleas en
CORABASTOS, principal plaza de abastos en Bogotá. Carlos compra las obleas y las
salsas en este lugar, y luego las trae a San Victorino para vender todo en mayor precio.
Decía que su trabajo “le daba de comer.” No obstante, está en séptimo semestre de
psicología, y cuando culmine la carrera piensa dejar el puesto en manos de otra persona.
“Me da igual cambiar de trabajo. Yo no estudié para esto.” El mismo caso se puede apreciar
con Raúl, vendedor de cocos en San Victorino, pues también afirmaba que su trabajo era
agotador de vez en cuando. Él también compra los cocos en CORABASTOS. Tiene un hijo
que trabaja en el mismo negocio. “No quiso estudiar. Ahora está trabajando en lo mismo
que yo. Nos despertamos a la misma hora y traemos los cocos para poder venderlos.”

La diferencia fundamental que encontré en la producción de los distintos vendedores es que


los artesanos sienten que hacen parte de su proceso productivo. Ellos, al realizar sus
productos, sienten que dejan inscrito un toque personal en los mismos. Los tres artesanos
entrevistados (Catalina, Carlos, Daniel) me comentaron que consideran que su propósito en
la vida es hacer artesanías. Por otro lado, pude percibir una mayor enajenación entre los
vendedores de ropa y comida. Leidy (vendedora de ropa) quería estudiar en la universidad,
sin embargo su contexto social la obligó a ser vendedora ambulante. Deyannira y Annie me
comentaron que el propósito de su vida es su familia, sin embargo necesitan ser
trabajadoras informales para cubrir los gastos y permitir una vida medianamente decente

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para sus hijos. “La educación de mis hijos es la que me tiene trabajando en la calle”,
comentaba Deyannira. De esta manera, los vendedores de ropa y comida están enajenados
de su trabajo, pues no sienten que estén trabajando “para lo que fueron hechos.”

1.2 Fragmentación del tejido social entre vendedores ambulantes

La enajenación no solo se percibió en el trabajo de los vendedores. Los tres artesanos


entrevistados coincidieron en afirmar que había un fuerte vínculo entre el gremio de
artesanos ubicados en el sector. Por otro lado, los vendedores de comida y ropa no se
consideran parte de un grupo social mutuo. “Uno no puede estacionarse en ningún puesto
porque de una lo van echando diciéndole aquí trabajo yo”, me comentaba Deyannira. “Los
vendedores suelen ser bastante competitivos y egoístas”, afirmaba Annie. La territorialidad
y la competencia son factores que han roto el tejido social entre los vendedores de San
Victorino. Incluso, siete vendedores entrevistados consideraban que había un mayor
conflicto entre los vendedores ambulantes que con la policía. Podemos percibir una mayor
enajenación entre los vendedores que no disfrutan de su trabajo. Por el contrario, los
artesanos no sienten que exista una competencia entre ellos, pues cada uno inscribe su
toque personal en el producto.

2. Distribución

Si la producción se basa en el uso de los recursos naturales, la distribución se basa en las


normas sociales (Marx, 1857). La distribución y la producción están estrechamente
relacionadas, pues tienen una relación de interacción orgánica. De esta manera, la
distribución es otro producto de la producción. En este punto, los productos se reparten
según leyes sociales en la comunidad.

La mayoría de vendedores entrevistados no producían la mercancía que vendían. Por el


contrario, distribuían una mercancía que grandes empresas ya habían fabricado. De esta
manera, los vendedores de comida, ropa y vidrios acudían en primera instancia a distintos
almacenes en donde se localizaba la mercancía que necesitan para subsistir.

Nicolás, el vendedor de piedras, consigue su producto en el transcurso de viajes y mediante


la consolidación de amistades. Él viene de Argentina. No obstante, ha estado viajando por

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toda Suramérica en busca de piedras con distintos colores y energías. De esta manera,
utiliza un producto de la naturaleza, y lo distribuye por varias zonas del continente.

3. Cambio

El cambio es un proceso fundamentalmente social. De hecho, este es el momento que


mayor interés genera en el mercado, pues es aquí en donde se materializa el cambio del
producto por el dinero. No obstante, el cambio no tiene que ser necesariamente monetario.
Es un proceso individual, un momento en donde el sujeto decide qué quiere y qué dará a
cambio para poder cumplir ese deseo. El típico cambio es el que se realiza en el mercado,
en donde intercambiamos productos por nuestro dinero. También, existe el cambio de
nuestro tiempo de trabajo por un salario. No obstante, pueden existir cambios sociales
determinados por relaciones de reciprocidad. Por ello, evidencié varios tipos de cambios en
el sector de los vendedores ambulantes. Fundamentalmente, estos fueron cambios
monetarios y sociales.

3.1 Compro, luego existo

Para que los vendedores accedieran a realizar la entrevista, seis de los once vendedores
pidieron algo a cambio. Por ello, en distintas ocasiones los vendedores me ignoraban y no
accedían a realizar la entrevista, por lo que debía comprarles un producto para que
comenzaran a prestarme atención. Compraba, luego existía: así podría resumirse el trabajo
de campo realizado en San Victorino. Catalina, la artesana de la Avenida Jiménez, afirmó
que solo respondería mis preguntas si le compraba algo. De esta manera, pude percatarme
que los vendedores estiman bastante el tiempo, pues deben producir la mayor cantidad de
dinero posible mientras están estacionados en sus puestos. Por ello, en muchas ocasiones no
tenían tiempo para entrevistas sin ninguna retribución económica.

3.2 Relaciones de reciprocidad entre vendedores

La observación participante me permitió percibir que cuando un vendedor le cambia


billetes a otro, existen normas tácitas que obligan al vendedor a devolver el favor en el
futuro. Esto también ocurría en el momento en que un vendedor le compartía un cliente a
otro. Especialmente, esto lo pude percibir con Nicolás (vendedor de piedras) y los artesanos
de la zona. Cuando les pedía un producto y ellos no lo tenían, inmediatamente iban a donde

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el artesano que estaba a su lado y le preguntaban si tenía el producto. Esto formaba una
relación de reciprocidad, en donde el cliente es el regalo que se brinda al compañero.

“Siempre hay trueque. Por ejemplo, yo le digo a un compañero que me gusta esa mochila.
Él me menciona qué es lo que le gusta de mis productos, y hacemos el intercambio.
Intercambiamos productos del mismo valor”, me comentaba Catalina. También, me
comentaba que las piedras que utilizaba en sus collares artesanales se las compraba a otros
vendedores. “Las piedras no las consigo en la industria, pues se las compro a mis
compañeros.”

4. Consumo

Finalmente, llegamos al punto que describe a la sociedad contemporánea. El consumo es el


momento en donde el producto adquiere un sentido, en donde se subjetiviza y cumple la
función para la cual fue hecho: el goce del ser humano (Marx, 1857). Si la producción es el
punto en donde se abre el proceso, el consumo es el punto en donde finaliza. No obstante,
el consumo es fundamental para poder reiniciar el proceso, pues para que haya producción,
debe haber consumo.

El consumo es al mismo tiempo producción, pues para producir debemos consumir las
materias primas en primera instancia (Marx, 1857). Del mismo modo, como ya había
señalado en un comienzo, los artesanos compran en el mercado los materiales que necesitan
para realizar sus productos. Los vendedores de comida y ropa necesitan consumir en los
almacenes para posteriormente vender los productos con un precio mayor. Por esto, con los
artesanos y vendedores de piedras, prima el punto de la producción. Por otro lado, con los
vendedores de ropa y comida, prima el intercambio que se realiza con el mercado.

En el consumo pude realizar algunas apreciaciones generales. Primero, las personas que
consumen piedras o artesanías tienen una visión diferente sobre el producto que las que
consumen comida o ropa, pues consideran que las piedras y las artesanías tienen
“cualidades únicas”:

Cada piedra tiene una energía, una vibra, una historia. La que llevo en mi cuello es la
más poderosa de todas. Lo curioso es que nunca he sentido que yo sea el que lleve puesta

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la piedra, sino que ella es la que me lleva a mí. Me lleva a cada viaje e historia nueva-
Nicolás.

Por esto, las personas que compraban piedras con energías, tenían un objetivo distinto a las
personas que compraban comida. La energía de la piedra, según Nicolás, brinda optimismo
e ímpetu a la persona que la lleva puesta. De esta manera, la “energía” de la piedra no cobra
un sentido sino hasta el momento en que es consumida. Aquí podemos percibir la relación
estrecha entre producción y consumo, pues el objeto solo adquiere un sentido cuando es
consumido. Del mismo modo, los distintos objetos tienen diferentes utilidades,
dependiendo del consumidor. Es por esto que el consumo es un punto subjetivo, en donde
los productos pasan a ser propiedad del consumidor.

A diferencia de los consumidores de piedras, los clientes que compran comida buscan
consumir inmediatamente el producto. Raúl, el vendedor de coco, servía el agua de coco en
un vaso. De esta manera, el producto (el vaso) está determinando la forma en la cual se
consume el agua que está adentro de la fruta. Carlos, por otro lado, servía obleas y frutas.
Él prestaba a sus clientes un tenedor para que consumieran la fruta. Por ello, un mismo
producto (la fruta) tiene distintas formas de consumo. Se percibe, entonces, el vínculo
íntimo entre producción y consumo.

Conclusión

Cuando se habla de una sociedad “consumista”, se está cayendo en una visión reduccionista
de la realidad comercial. La reciprocidad de la producción, la distribución, el cambio y el
consumo es un hecho que no debe ser ignorado. No obstante, las lógicas capitalistas ejercen
una influencia directa en los individuos que participan en el mercado. Es así como pude
percibir que los vendedores cuyo trabajo consistía en distribuir los productos del sector
industrial se encontraban separados y fragmentados. ¿Cómo generar una conciencia de
clase cuando una clase social es al mismo tiempo su máxima competidora y enemiga? Las
lógicas del mercado han logrado que los vendedores compitan entre sí, se enajenen tanto de
su trabajo como de su propia comunidad social. Llega el punto en donde no acceden a
realizar una entrevista si esta no les brinda cierta retribución económica.

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