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Es placentero iniciar una indagación para desarrollar las categorías tan complejas
como lo es la nación, y más aún si le agregamos, un elemento como lo es el
deporte, que, en mi poca comprensión del hecho social, es un replicador del
nacionalismo efímero, al cual pertenezco cuando juega la selección Colombia; ya
que el deporte rey (el futbol) es el que genera más rating en los canales
nacionales, impulsa a personas como yo a comprar la camiseta de dicha selección
por 5000 pesos en la zona comercial de San Victorino en el centro de Bogotá; o
personas que tienen los recursos de conseguir en Adidas de cualquier centro
comercial y pagando 160.000 pesos aproximadamente, solo para reflejar que
pertenecemos o sentimos orgullo por ese equipo o expreso orgullo por esa nación,
en donde mueren niños de hambre o matan personas por x o y motivo en las
ciudades o en el campo.
El autor menciona que para este mismo periodo el futbol tuvo una repercusión
nacional de iguales proporciones, por el hecho de que muchos jugadores
extranjeros llegaron al recién creado torneo colombiano en 1948, muchos de ellos
argentinos, brasileros, uruguayos y paraguayos, traídos por múltiples factores
como la huelga de jugadores en Argentina, la informalidad del negocio futbolístico
de este tiempo y la habilidad de los dirigentes de los equipos colombianos; esto
forjando un gran reconocimiento a nivel internacional, como también, lo generaron
los encuentros de futbol del club los millonarios en Europa, en contra del Real
Madrid.
Cuando el profesor Quitian Roldan, habla dentro de su texto del florecimiento del
deporte, periodo comprendido desde 1972 hasta 2001, se alude a describir como
el asalto triunfador que cometió Antonio Cervantes “kid” Pambelé, fue utilizado
como trofeo político con fines electorales, de propaganda y hasta ideológicos.
Hasta ese momento la etnia afrodescendiente fue negada en la historia nacional
desde la época independista, ellos hasta ese momento fueron segregados y
discriminados de modo racista; precariamente con este acontecimiento deportivo,
el autor menciona que fue visibilizada este sector de la nación; pero la visión
negativa perduró hasta la conformación de la constitución política de 1991, donde
queda jurídicamente escrita su inscripción como ciudadanos y reconocimiento.
Otro artículo encontrado para la realización de este texto fue el escrito por Andrés
Dávila y Catalina Londoño, titulado La nación bajo un uniforme: fútbol e
identidad nacional en Colombia 1985-2000; escrito bajo la investigación
denominado “Iconos, ídolos y símbolos: tentativas en la construcción de la nación
en Colombia”, realizado para la convocatoria de proyectos interdisciplinarios de la
Facultas de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes. En este escrito
inicia desde la proposición de que Colombia es un país carente de elementos
simbólicos, iconográficos e instituciones que recogen las identidades colectivas
que sirven de base para la construcción de una nación.
El comprensible modo de entender las reglas del fútbol hace que la gente se
adhiera de manera rápida y accesible a todas las personas que tengan contacto
con este deporte. Los autores también destacan como el practicarse en un campo
tan rustico y campestre como lo es el pasto, genera esa conexión de alejamiento
de lo urbano y nuestro siempre lazo con lo natural. Hasta aseguran que este
deporte es una manifestación estética, por el hecho del uso de las manos, la
cuales han forjado las expresiones técnicas y artesanales, esta casi totalmente
prohibida a excepción de los arqueros. Todas estas descripciones son realizadas
con el ánimo de explicitar el factor identitario producido por el fútbol.
Por ello, estos autores destacan el fútbol como una alternativa para el
relacionamiento de las disputas o conflictos, por ser un escenario regulado, pero
no controlado en su totalidad, en él se puede como participante desplegar las
emociones más exacerbadas, tanto en la guerra y el deporte, como lo mencionaba
Norbert Elias:
Además, ambos pueden despertar emociones placenteras tanto como dolorosas y conllevan
una compleja y variable mezcla de comportamientos racionales e irracionales. Asimismo, la
existencia de ideologías diametralmente opuestas que resaltan, por un lado, que el deporte
podría ser un sustituto de la guerra. (1986, p.10)
También mediante la expansión del fútbol a nivel nacional en 1948, se pudo ver
que este deporte no se concentró en Bogotá, sino fue acogido en las diversas
regiones de Colombia; y en mi opinión es la reproducción más tangible de las
diferencias y rivalidades de los territorios, los cuales se recogieron bajo la misma
nacionalidad colombiana después de la conformación de la república; por este
deporte de aliento y banderas, las personas del interior se acercaron a conocer y
reconocer esas otras formas de cultura y costumbres, como fue mi caso. Los
autores resaltan que muchos factores sociales como lo étnico, las clases sociales,
lo urbano o rural o cualquier otro elemento diferenciador, nada tuvieron que ver en
la construcción de grupos de hinchas de los equipos.
Los autores subrayan que antes 1985 no existía una identidad futbolística dentro
de los equipos locales o en la selección nacional, es decir un estilo de juego que
ayudara a encantar a la sociedad colombiana en general; solo se habían
conseguido triunfos esporádicos, un ambiente de ilegalidad en la contratación de
jugadores extranjeros e injerencia del narcotráfico en el fútbol; pero todo esto
cambia con el campeonato juvenil de Paraguay 1985, donde una selección tímida
y con dudas empezó a avanzar en el torneo y llego a conquistar el tercer puesto,
logrando con ello la clasificación al mundial sub 20 efectuado en la Unión
Soviética; este grupo de muchachos mostró técnica y desenvoltura en el modo de
jugar, aunque sin olvidar la seriedad o diversión dependiendo del partido.
Pero luego de la caída en la segunda ronda del torneo ante Brasil, no mostrando
el tan esperado estilo de juego mostrado en el suramericano, se puede decir que
este fue el despertar de la identidad nacional, denominado en el argot deportivo
como el “proceso”. El ser campeón del suramericano sub20 hecho en nuestro país
y con este la clasificación al mundial de esta misma categoría a realizarse en Chile
1987, mostro la calidad de los jugadores a pesar de los resultados, estos
comandados por el técnico Francisco Maturana; que tiempo después sería el
técnico de la selección de mayores, que participaría en la copa América de
Argentina 1987, donde fue la consolidación del “proceso”.
Para finalizar este ensayo quiero poner a disposición del lector algo de mi
memoria, en cuanto a otro referente de identidad nacional llevado por el deporte; y
que a mi parecer es distinto de los anteriormente mencionados, este es el
reconocimiento como ídolo nacional de Juan Pablo Montoya en un deporte tan
individual y difícil como lo es la Formula 1. El hecho de que mi infancia, me sintiera
orgulloso de un piloto salido del kartismo, un deporte para nada cercano a lo
popular y a las masas, verlo triunfar en pistas internacionales, obviamente
teniendo en claro que fue el periodismo como en otras épocas, fue el impulsor de
estos fanatismos nacionales, hace que uno mismo como sujeto evalué este tipo de
procesos colectivos. Ese sentimiento de admiración y reconocimiento en mi caso
como ciudadano colombiano
También quiero concluir este ensayo con una idea que tengo clara en mi mente,
pero que no he indagado a profundidad, y es como se generan (y lo digo en mis
palabras) esas identidades nacionales externas, y más en un mundo actual
globalizado y conectado por los medios de comunicación masivos; para poder
aclarar esta hipótesis, doy un ejemplo a continuación.
Desde tempranos años de mi vida, he reconocido en mi personalidad una
identidad hacia una nación muy lejana de la colombiana, recuerdo que inició con
un documental en el cual, se hablaba de las teteras de hierro y las espadas de
origen japonés, luego fue conociendo las series animadas conocidas como anime,
luego parte de sus historietas conocidas como manga, y por último su literatura,
historia y hasta la selección de fútbol, pasando por la música, su industria
automotriz y su cinematografía. Deseo en un punto de mi vida, conocer sus
templos, zonas urbanas y rurales, de todo su conglomerado de islas, sus
diferentes formas de ver el mundo y la realidad, para comprobar con mis propios
pensamientos, si esas emociones que me embargan son similares a las personas
en su cotidianidad, se reconocen como colombianos.
Bibliografía