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INDICE - Unidad 5

5. Lectores

5.1. Un mapa ............................................................................................................... 2


5.2. Otra tarea topográfica .......................................................................................... 6

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 1
5. Lectores

5.1. Un mapa

Busque una hoja en blanco, un lápiz o una lapicera y una goma de borrar si cree que va a
necesitarla y déjelos a mano. Siga todos los pasos que propone Ítalo Calvino en el inicio de su nove-
la, Si una noche de invierno un viajero, para concentrarse:

Leer Atento

Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Ítalo Calvino, Si una noche de invierno un
viajero. Relájate. Recógete. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se
esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encen-
dida. Dilo en seguida, a los demás: "¡No, no quiero ver la televisión!" Alza la voz, si no te oyen:
"¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!" Quizás no te han oído, con todo ese estruendo;
dilo más fuerte, grita: "¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!" O no lo digas
si no quieres; esperemos que te dejen en paz.
Adopta la postura más cómoda: sentado, tumbado, aovillado, acostado. Acostado de espaldas,
de costado, boca abajo. En un sillón, en el sofá, en la mecedora, en la tumbona, en el puf. En la
hamaca si tienes una hamaca. Sobre la cama, naturalmente, o dentro de la cama. También pue-
des ponerte boca abajo, en postura yoga. Con el libro invertido, claro.
La verdad, no se logra encontrar la postura ideal para leer. Antaño se leía de pie, ante un atril.
Se estaba acostumbrado a permanecer en pie. Se descansaba así cuando se estaba cansado de
montar a caballo. A caballo de nadie se le ha ocurrido nunca leer; y sin embargo ahora la idea
de leer en el arzón, el libro colocado sobre las crines del caballo, acaso colgado de las orejas del
caballo mediante una guarnición especial, te parece atrayente. Con los pies en los estribos se
debería estar muy cómodo para leer; tener los pies en alto es la primera condición para disfru-
tar de la lectura.
Bueno, ¿a qué esperas? Extiende las piernas, alarga también los pies sobre un cojín, sobre dos
cojines, sobre los brazos del sofá, sobre las orejas del sillón, sobre la mesita de té, sobre el escri-
torio, sobre el piano, sobre el globo terráqueo. Quítate los zapatos, primero. Si quieres tener los
pies en alto, si no, vuélvetelos a poner. Y ahora no te quedes ahí con los zapatos en una mano y
el libro en la otra.
Regula la luz de modo que no te fatigue la vista. Hazlo ahora, porque en cuanto te hayas sumi-
do en la lectura ya no habrá forma de moverte. Haz de modo que la página no quede en som-
bra, un adensarse de letras negras sobre un fondo gris, uniformes como un tropel de ratones;
pero ten cuidado de que no le caiga encima una luz demasiado fuerte y que no se refleje sobre
la cruda blancura del papel royendo las sombras de los caracteres como en un mediodía del Sur.

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 2
Trata de prever ahora todo lo que pueda evitarte interrumpir la lectura. Los cigarrillos al alcan-
ce de la mano, si fumas, el cenicero. ¿Qué falta aún? ¿Tienes que hacer pis? Bueno, tú sabrás.

Este fragmento probablemente le haya recordado algunas situaciones de lectura de algunos


libros. Quizás hubo otras menos "concentradas" o algunas en las que todavía usted no fumaba si
ahora fuma u otras en las que usted no podía darles órdenes a quienes lo rodeaban o no había puer-
tas que cerrar. Usted sabrá, citando a Calvino.
Pastilla Si ya está concentrado, observe atentamente los siguientes "mapas"
Quizás usted ya vio alguno de
estos mapas en Un mago de
Terramar de Úrsula Le Guin,
El Sylmarillon de J.R.R.
Tolkien, el tercer viaje de
Gulliver de Jonathan Swift,
Utopía de Tomás Moro, El
sueño de Úrsula de María
Negroni, la biografía de Jane
Austen escrita por Claire
Tomalin y El curioso inciden-
te del perro a medianoche de
Mark Haddon.

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Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 4
Elija uno, el que más se parezca a su "mapa de lecturas" porque usted deberá hacer ahora un
Pastilla mapa que dé cuenta de una manera espacial, del lector que usted es en la actualidad. Le proponemos
Decimos de una manera
espacial y no cronológica que haga el esfuerzo tenso y agradable de recordar sus experiencias de lectura desde que empezó a
aunque probablemente la
línea de tiempo aparezca en el
sentido de recorrido, de algu- asomarse a la letra escrita (o aún antes) hasta el día de hoy.
nos textos que casi "necesa-
riamente" llevaron a otros.

Actividad

1.Tome la hoja en blanco, un lápiz o una lapicera y una goma de borrar si cree que va a necesi-
tarla y, como un cartógrafo de su memoria lectora:
A)Dibuje ese mapa. ¿Qué lecturas, qué libros, qué autores están presentes en el lector que en la
actualidad es usted?
B)Cuando haya terminado de dibujar su mapa, lo haya revisado y esté conforme con él (¿está
seguro de que no se olvida de nada?) escriba un texto que lo cuente o que lo describa de la mane-
ra más exhaustiva posible.

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5.2. Otra tarea topográfica

En su "Notas breves sobre el arte y el modo de ordenar libros" dice GEORGES PEREC
(1986) que "toda biblioteca responde a una doble necesidad, que a menudo es una doble manía: la de
conservar ciertas cosas (libros) y la de ordenarlos según ciertos modos". Lo invitamos ahora a refle-
xionar sobre los modos, el orden de su biblioteca.
Sigue Perec:

Leer Atento

"Una biblioteca que no se ordena, se desordena: es el ejemplo que me dieron para explicarme
qué era la entropía y varias veces lo he verificado experimentalmente.
El desorden de una biblioteca no es grave en sí mismo; está en la categoría del '¿en qué cajón
habré puesto los calcetines?' Siempre creemos que sabremos por instinto dónde pusimos tal o
cual libro, y aunque no lo sepamos, nunca será difícil recorrer de prisa todos los estantes.
A esta apología del desorden simpático se opone la mezquina tentación de la burocracia indivi-
dual: cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa y viceversa; entre estas dos tensiones, una
que privilegia la espontaneidad, la sencillez anarquizante, y otra que exalta las virtudes de la
tábula rasa, la frialdad eficaz del gran ordenamiento, siempre se termina por tratar de ordenar
los libros; es una operación desafiante, deprimente, pero capaz de procurar sorpresas agradables,
como la de encontrar un libro que habíamos olvidado a fuerza de no verlo más y que, dejando
para mañana lo que no haremos hoy, devoramos al fin de bruces en la cama" (PEREC, 1986).

Actividad

2.Empiece a pensar cómo ordena los libros en su biblioteca: ¿por orden alfabético? ¿por autor?
¿por el título? ¿por el tema? ¿por la encuadernación? ¿por colecciones? ¿por fecha de adquisi-
ción (legal o ilegal)? ¿por formato? ¿por período literario? ¿por idioma? ¿por combinaciones
diversas de estos criterios y otros? ¿ordena como libros a las fotocopias? ¿están en su bibliote-
ca? ¿y los cd de texto? ¿tiene una sola biblioteca? ¿su biblioteca empezó en otro lugar y allí que-
daron varios ejemplares? ¿la tiene toda reunida en el lugar donde vive? ¿ha heredado libros? ¿ha
perdido o ganado libros en las batallas del amor?
Apunte las respuestas minuciosamente.

El personaje de la novela de Ítalo Calvino cuyo principio leímos al inicio de esta Unidad entra
a una librería y encuentra:

Leer Atento

Libros Que Si Tuvieras Más Vidas Que Vivir Ciertamente Los Leerías También De Buen Grado
Pero Por Desgracia Los Días Que Tienes Que Vivir Son Los Que Son. Con rápido movimiento
saltas sobre ellos y llegas en medio de las falanges de los Libros Que Tienes Intención De Leer

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Aunque Antes Deberías Leer Otros, de los Libros Demasiado Caros Que Podrías Esperar A
Comprarlos Cuando Los Revendan A Mitad De Precio, de los Libros Ídem de Ídem Cuando Los
Reediten En Bolsillo, de Los Libros Que Podrías Pedirle A Alguien Que Te Preste, de los Libros
Que Todos Han Leído Con Que Es Casi Como Si Los Hubieras Leído También Tú. Eludiendo
estos asaltos llegas bajo las torres del fortín, donde ofrecen resistencia
Los Libros Que Hace Mucho Tiempo Tienes Programado Leer,
Los Libros Que Buscabas Desde Hace Años Sin Encontrarlos,
Libros Que Se Refieren A Algo Que Te Interesa En Este Momento,
Los Libros Que Quieres Tener Al Alcance De La Mano Por Si Acaso,
Los Libros Que Podrías Apartar Para Leerlos A Lo Mejor Este Verano,
Los Libros Que Te Faltan Para Colocarlos Junto A Otros Libros En Tu Estantería,
Los Libros Que Te Inspiran Una Curiosidad Repentina, Frenética Y No Claramente Justificable.
Hete aquí que te ha sido posible reducir el número ilimitado de fuerzas en presencia a un con-
junto muy grande, sí, pero en cualquier caso calculable con un número finito, aunque este rela-
tivo alivio se vea acechado por las emboscadas de los Libros Leídos Hace Tanto Tiempo Que
Sería Hora De Releerlos y de los Libros Que Has Fingido Siempre Haber Leído Mientras Que
Ya Sería Hora De Que Te Decidieses A Leerlos De Veras.

Actividad

3.El orden actual de su biblioteca, ¿se rige por algunos de estos criterios o los incluye? Anote
las respuestas.

Pastilla En noviembre de 1967, Ítalo Calvino contesta una encuesta abierta por la revista Rinascita
CALVINO, ÍTALO (1983),
Punto y aparte. Ensayos sobre el tema: ¿Para quién se escribe una novela? ¿Para quién se escribe una poesía?
sobre literatura y sociedad,
Bruguera, Barcelona.

Leer Atento

¿PARA QUIÉN SE ESCRIBE?


(LA ESTANTERÍA HIPOTÉTICA)

¿Para quién se escribe una novela? ¿Para quién se escribe una poesía? Para personas que han
leído alguna otra novela, alguna otra poesía. Un libro se escribe para que pueda ser colocado
junto a otros libros, para que entre a formar parte de una estantería hipotética y, al entrar en ella,
de alguna manera la modifique, desplace de su lugar a otros volúmenes o los haga pasar a segun-
da fila, reclamando el adelantamiento a primera fila de algunos otros.
¿Qué hace el librero que "sabe vender"? Dice: "¿Usted ha leído este libro? Pues entonces tiene
que llevarse este otro." No es diferente la actitud -imaginaria e inconsciente- del escritor hacia
el lector invisible. Con la diferencia de que el escritor no puede proponerse solo la satisfacción
del lector (también un buen librero debería tener mirar más amplias), si no que debe imaginar a
un lector que aún no existe, o bien un cambio en el lector tal como es hoy día. Lo cual no siem-
pre sucede. En todas las épocas y las sociedades, estableciendo un determinado canon estético,
un modo determinado de interpretar un mundo, una determinada escala de valores morales y
sociales, la literatura puede perpetuarse a sí misma mediante sucesivas confirmaciones y algu-

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 7
nas puestas al día y profundizaciones. Pero a nosotros nos interesa otra posibilidad de la litera-
tura, la de poner en discusión la escala de valores y el código de los significados establecidos.
La labor de un escritor es tanto más importante cuanto más improbable sea aún la estantería
ideal en que quisiera colocarse, con libros que todavía no están acostumbrados a estar coloca-
dos junto a otros y cuya proximidad podría producir descargas eléctricas, cortocircuitos. Pero
mi primera respuesta exige ya una corrección: una situación literaria empieza a ser interesante
cuando se escriben novelas para personas que no son únicamente lectores de novelas, cuando se
escribe literatura para una estantería que no contenga solamente libros de literatura.
Pongamos algunos ejemplos basados en la experiencia italiana: en los años 1945-50 se preten-
día meter las novelas en una estantería que era esencialmente política o histórico-política, diri-
girse a un lector interesado principalmente en la cultura política y en la historia contemporánea,
y al que desde luego, parecía urgente satisfacer en su "demanda" (o carencia) literaria. Esta
acción, planteada de esta manera, tenía que fallar forzosamente: la cultura política no era algo
dado, a cuyos valores la literatura tuviera que añadir o adecuar los propios (vistos también -
excepto en pocos casos- como valores constituidos, "clásicos"), sino que era algo aún por hacer,
mejor dicho, algo que requiere permanentemente ser construido y puesto en discusión compa-
rándolo -y discutiéndolo conjuntamente- con todo el trabajo que el resto de la cultura está rea-
lizando.
Durante el decenio 1950-60 se intentó juntar en la estantería de un mismo lector hipotético la
que había sido la problemática del decadentismo literario europeo entre las dos guerras y el sen-
tido "moral y civil" del historicismo italiano. Dicha operación respondía bastante bien a la situa-
ción del lector medio italiano de aquellos años (tímido aburguesamiento del intelectual, tímida
problematización del burgués), pero en un plano más amplio era anacrónica de partida y válida
únicamente para el limitado marco que las distintas hegemonías y cuarentenas le habían asigna-
do a nuestra cultura. En resumen, la biblioteca del intelectual medio italiano, aun con sus suce-
sivas ampliaciones, no servía ya para comprender casi nada de lo que estaba sucediendo ni en
el mundo ni entre nosotros. Era inevitable que saltase por los aires.
Y ello sucedió en los años sesenta. La amplitud de información de que pudieron gozar quienes
hicieron sus estudios en los últimos quince años es enormemente más rica de lo que la nuestra
en la Italia prebélica, bélica y postbélica. Ahora el punto de partida no está ya en el enlace con
una tradición, sino en los problemas abiertos; el marco de referencia no es ya la compatibilidad
con un sistema aprobado, sino el estado de la cuestión a escala mundial. (Los razonamientos ten-
dientes a demostrar que nosotros éramos mejores, incluso en los casos en que sean ciertos, resul-
tan tan inútiles que acaban sirviendo como prueba de lo contrario.)
En literatura, el escritor tiene ahora en cuenta una estantería en que tienen lugar principal las
disciplinas capaces de desmontar el hecho literario en sus elementos primarios y en las motiva-
ciones, las disciplinas del análisis y de la disección (lingüística, teoría de la información, filo-
sofía analítica, sociología, antropología, una nueva aplicación del psicoanálisis, una nueva apli-
cación del marxismo). En relación con esta biblioteca de especializaciones múltiples se tiende
no tanto a añadirle una estantería literaria, cuanto a impugnar su colocación: la literatura vive
hoy sobre todo de su propia negación. (...)
Llegado a este punto no puedo ya evitar los problemas que ciertamente preocupaban en la
encuesta de Rinascita. Primero: presuponer a un lector cada vez más culto, ¿no prescinde de la
urgencia de resolver el problema de los desniveles culturales? Hoy este problema se plantea dra-
máticamente tanto en las sociedades capitalistas avanzadas, como en las ex coloniales, semico-
loniales y socialistas: se corre el riesgo de que los desniveles culturales perpetúen los niveles de

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 8
clase de que surgieron. Esta es la dificultad a la que ahora tienen que hacer frente en todo el
mundo la pedagogía y -un paso más allá- la política. La aportación que la literatura puede ofre-
cer es solo indirecta: por ejemplo, la de rechazar decididamente toda solución paternalista, pues-
to que si se presupone a un lector menos culto que el escritor y se adopta hacia él una actitud
pedagógica, divulgativa, tranquilizadora, no se está haciendo más que confirmar el desnivel;
todo intento de dulcificar la situación con paliativos (una literatura "popular") no significa un
paso adelante, sino un paso atrás. La literatura no es la escuela; la literatura debe presuponer un
público más culto, más culto incluso que el escritor. Que dicho público exista o no carece de
importancia. El escritor le habla a un lector que sabe más que él mismo, fingiendo saber más de
lo que sabe para hablarle a alguien que sabe todavía más. La literatura tiene que jugar a la alza,
apostar al encarecimiento, doblar la apuesta, seguir la lógica de una situación que necesariamen-
te se va agravando. Es la sociedad en su conjunto la que tiene que encontrar la solución.
(Sociedad de la que, claro está, también el escritor forma parte, con todas las dificultades que
comporta, incluso las contrarias a la lógica interna de su trabajo) (...)

Actividad

4.A la luz de este artículo de Calvino, y después de mirar atentamente los muebles, anaqueles,
estantes, cajas, roperos, placares, etc. en donde ordena sus libros en la actualidad, contéstese qué
libros (si los hay/hubo) modificaron el orden de su biblioteca, qué libros se corrieron a la segun-
da (o tercera) fila, cuáles pasaron a la primera, cuáles se cayeron del estante por atrás y nunca
preguntó por ellos, cuáles fueron subiendo o descendiendo a los estantes inalcanzables por la
altura o la lumbalgia…
No olvide poner por escrito sus respuestas.

Lea la siguiente historieta de Miguel Rep:

Página 12, viernes 8 de abril de 2005, Buenos Aires.

Actividad

5.¿Comparte su biblioteca con alguien? ¿Alguien más que usted ordena los libros en su "parte"
de biblioteca? ¿Descubre en ella algún "entrevero"? ¿Qué "entrevero" no admitiría jamás de los
jamases?
Anótelo para no olvidarlo

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 9
Observando detenidamente su propia biblioteca, Diego Meret, un casi profesor en Letras (qui-
Pastilla zás, para el momento en que usted lea esto ya nos estemos refiriendo al profesor Meret), dice:
Hasta este momento este
texto estaba inédito. Ahora,
ya no.

Leer Atento

La primera impresión es desoladora. En el estante de arriba hay un paquete de suavizante y uno


de jabón mini-espuma, que es el que recomiendan para cualquier lavarropas. Es una ele impro-
visada, empotrada en el cuartito del fondo, ahí… donde duerme y sueña Lola, mi perra, que,
como yo, es mestiza (y, además, morocha: parece hija mía). Me causa gracia verla respirar entre
los libros, sin importarle nada de lo que puedan llegar a decir los personajes de las historias que
se cuentan en esas páginas. Historias que son pedazos de gigantescas mentiras. Porque no tengo
otra cosa que ficción. No porque no me interese otra cosa, simplemente porque no tengo.
Cuando compro, compro ficción. Aunque más allá del formato "libro" hay algo (si piensan igual
que yo: que libro, por un entramado misterioso de asociaciones libres, es como un sinónimo de
ficción). Como fueron cayendo, se agrupan algunas pilas de revistas: desde Pronto hasta el
Diario de Poesía. Una vez compré la revista Noticias, pero sólo una vez. En ella, en la que com-
pré, hay una entrevista muy curiosa y muy larga a un cocinero famoso… cuyo nombre no
recuerdo. Cuenta detalladamente cómo se hacen los añolotis a la Caruso. Leí la receta con
mucha atención, pero todavía no me animé a cocinar los añolotis: hay cuestiones de mezcla,
tiempo y utensilios que me parecieron complicadísimas y, por lo menos, inverosímiles. Y, jus-
Por "anomalía" no cuente
todas esas cosas que, des- tamente, lo que uno espera de un cocinero es que sea claro y verosímil. "Mezcle la masa homo-
afiando a la etimología, están
en la biblioteca de manera géneamente durante 360 segundos con cuchara irlandesa", decía. No creo que pueda ser tan pre-
más o menos fija sin ser
libros: fotos con o sin porta- ciso y descreo categóricamente de la existencia de la "cuchara irlandesa". Faltaba realismo. Qué
rretratos, dibujos hechos por
un ser querido, reproduccio- estaba diciendo. Ah, la biblioteca. La estuve mirando y no se me ocurre nada. Veo el tendedero
nes de latas antiguas, autitos
de colección, piedras, porta- con remeras, medias, pantalones y pañuelos, goteantes, colgados de un extremo al otro de los
lápices, remarcadores, llaves,
resortes, floreros, vasijas,
estantes superiores. Les dan sombra a Onetti, a los Lamborghini (a los dos, pero más a Osvaldo),
botellitas con agua o tierra de al gran Carver y a otros mentirosos a los que les creo más que al cocinero de la revista Noticias
colores, clips, ganchitos,
caracoles, y todas las cosas
que Georges Perec clasifica
(es que al menos publicaron un libro).
en "Cosas que no son libros y
que se encuentran a menudo
en las bibliotecas" en la obra
citada.

Actividad
Pastilla 6.Si recorre atentamente su biblioteca ¿descubre alguna "anomalía" del mismo estilo, algún
texto que quizás no correspondería estrictamente a ese lugar, pero allí está?
Apúntelo antes de que se le olvide.

Pastilla Ahora lea el siguiente artículo de Juan Sasturain:


Página 12, 26 de mayo de
2006.

Leer Atento

SORIANO Y LAS COSTUMBRES DE LOS TONTOS

Un grupo de fanas de San Lorenzo -no el club oficialmente ni su directiva sino la Subcomisión
de Hinchas, que existe y labura- inauguró ayer, 25 de mayo, en una casa de dos plantas de Muñiz
e Inclán, frente al predio donde estuvo el glorioso Gasómetro y ahora medra un polirrubro inter-

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 10
nacional, una biblioteca. Fue de mañana, hacía frío afuera en Boedo y estaba caliente el choco-
late adentro. El acto fue sencillo y emotivo; el eje de las numerosas intervenciones fue el labu-
ro realizado, el por realizar y la evocación del cuervo ilustre que -por decisión del tablón- le da
su nombre a la biblioteca: Osvaldo Soriano. Nada más justo.
La oportunidad nos sirvió para recordar anecdotario y talentos múltiples del Gordo, cruzarnos
con glorias veteranas y vigentes -el fugaz talento de Omar Higinio García, la contundente ele-
gancia de Facundo- y en algún caso -el personal- repensar el sentido de estas bibliotecas de
barrio, de pueblo, de esquina suburbana, que tanto han hecho y hacen a contrapelo, hoy todavía,
por resucitar una tonta costumbre.
Es que según el viejo refrán -menos cínico que burlón- entre los lectores y frecuentadores de la
palabra escrita se suelen detectar dos tipos de tontos: los que prestan sus libros y los que los
devuelven. Me han tratado de tonto a menudo -y a veces con razón-, pero sólo me he sentido
orgulloso de serlo cuando me consideraron miembro de esa cofradía: prestador y devolvedor,
tonto al cuadrado.
Recuerdo que mientras otros muchachos se avivaban con una mujer mayor -era la época-, yo
aprendí a ser tonto con otra, en la biblioteca pública de uno de los pueblos de la provincia de
Buenos Aires donde me crié. Amable, recatada y miope hasta la parodia borgiana, la biblioteca-
ria, alma buena y minuciosa de cuyo nombre no puedo acordarme, me enseñó los rudimentos,
las leyes de la tontería a los quince años. Ella hacía su papel, yo el mío; practicábamos una vez
por semana, lo que tardaba en leer el libro que me llevaba prestado. Ese verano, el del sesenta
o del sesenta y uno, me había comprado Cuentistas y pintores, una hermosa antología editada
por Eudeba -Payró, Güiraldes, Quiroga, Mateo Booz, Barletta, Arlt, Borges, Cancela...- y bus-
caba libros de esos autores para seguir leyendo: Santa Fe mi país, Cuentos de Pago Chico, Tres
relatos porteños, Los desterrados..., hasta que un día saqué del estante -me servía solo, revol-
vía- la edición de Anaconda de El jorobadito. Ahí, por primera vez la señorita bibliotecaria miró
por encima de los gruesos anteojos y apretó los labios: Arlt no era para mí o yo no estaba toda-
vía para Arlt, dijo o creo que dijo mi prestadora. Me lo llevé igual: y lo devolví a la semana,
bien leído, claro. Los tontos de biblioteca sabemos que los libros están hechos para circular.
En buena lógica, se podría llegar a suponer que hay también dos tipos de vivos: los que no pres-
tan los libros (suyos) y los que no los devuelven (los ajenos). Claro que no son bibliotecarios ni
van a la biblioteca: juntan en su casa, cosechan en la ajena. Estiban y almacenan, compran por
metro, forran y enfilan. Los libros de esos vivos no son suyos ni de nadie: están muertos. Los
tontos aprendimos en la biblioteca -pese a ser tontos o precisamente por eso- que un libro es mío
sólo cuando (y porque) lo he leído y aunque no duerma siempre en casa. Es su modo de vivir.
Si no, está muerto.
En los años cincuenta y sesenta, en los pueblos donde me crié yo o se crió el Gordo Soriano que
recordábamos ahí, no había una librería en serio. Sólo en el kiosco de revistas, en la papelería,
asomaban algunos títulos nuevos, best sellers que ni sabían su nombre aún, clásicos "para el
colegio", esas cosas. Ni librerías de viejo ni nada para revolver. Ni mucha plata tampoco, como
siempre, para comprar los pocos nuevos. Pero estaba la biblioteca, donde los tontos hechos y los
pibes aprendices de tontos hacíamos la gimnasia semanal del toma y daca, llevo y traigo.
Ahora me doy cuenta, me di cuenta una vez más, este 25 de Mayo frío afuera y cálido de cho-
colate adentro, entre cuervos fervorosos: leer en biblioteca es como tomar mate, ese ir y venir,
ese ritual de sacarle el gusto a la cosa y hacer lugar y tiempo para que comparta el otro.
Exactamente así, maravillosamente así. Una tonta costumbre.

Teoría y Práctica de la lectura y la escritura - Autor: Alcira Bas - Paula Labeur Página Nº 11
Actividad

7.¿Es usted un frecuentador de bibliotecas públicas o privadas (de otro que no sea usted)? ¿Qué
libros leyó en ellas que consideraría parte de su biblioteca aunque no esté en sus estantes si es
usted la clase de tonto que describe Sasturain? ¿Qué libros prestó y nunca volvieron -podemos
pensar con benevolencia que están circulando- y los considera parte de su biblioteca? ¿O perte-
nece usted a la otra clase de personas? En ese caso, ¿qué libros no piensa devolver porque ya
están afincados en sus repisas?
Tome las notas necesarias.

8.Con todos los criterios que fue relevando en los apuntes y notas precedentes escriba un texto
que describa minuciosamente su biblioteca.

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