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Borges
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ENTONACIONES NACIONALES
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BORGES, EL JOVEN RADICAL
DANIEL BALDERSTON
Universiry of lowa
181
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182 DANIEL BALDERSTON
1Para más detalle, véase ÜLEA FRANCO (pp. 150-60). Algunos de los documentos alu-
didos están en SARLO, Martín Fierro y PRIETO, El periódico Martín Fierro (vgr. pp. 35-36).
2 Comenta RODRÍGUEZ MoNEGAL: "Escrito cuando el ejército argentino había de-
puesto al presidente Yrigoyen, iniciando así lo que se ha llamado la 'Década infame' y la
corrupción del proceso democrático en la Argentina que llega hasta nuestros días, este en-
sayo muestra a Borges en una de sus fases más sarcásticas y swifrianas. Al compilar un ca-
tálogo de las imbecilidades y grotescos nacionales que no excluye un tratamiento franco e
inusitado del machismo argentino, Borges no descuida examinar las contribuciones del
lunfardo, o jerga porteña" (nota al texto correspondiente incluida en Ficcionario, p. 439).
3 En "Las formas de la gloria", uno de los Nuevos cuentos de Bustos Domecq de 1977,
hay una referencia a "la intervención que mandó Yrigoyen" (Obras completas en colabora-
ción, p. 427): aquí es más difícil saber si la frase es producto de Borges, antiguo yrigoye-
nista fervoroso, o de Bioy, que venía de una familia anti-yrigoyenista. Según me contó
hace años Bianco (que provenía de una familia radical), la primera vez que Borges cono-
ció a Bioy, éste estaba festejando la caída de Yrigoyen y el golpe de Uriburu. Uno se pre-
gunta hasta qué punto la actitud pedagógica de Borges hacia el joven Bioy no se debía
entre otras cosas a un deseo de sacarlo de su error.
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BORGES, EL JOVEN RADICAL 183
4 Es interesante notar que en la obra de Borges hay una docena de referencias a Yri-
goyen, cuatro a su tío Leandro Alem, y ninguna a Marcelo T. de Alvear. Hay referencias
a varios otros miembros de la familia Alvear, pero Borges se negó sistemáticamente
-aun décadas después de la disputa entre Alvear e Yrigoyen- a mencionarlo.
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184 DANIEL BALDERSTON
líder político difícil de situar en las tipologías corrientes" (p. 105). Y agre-
gan: "La mística de Yrigoyen y su estilo 'personalista' atravesaban los re-
sultados electorales, galvanizaban a sus seguidores y anunciaban la pola-
rización centrífuga que pondría entre paréntesis la probabilidad de
consolidación de un nuevo régimen político aunque no contrariase el for-
midable arraigo popular de un liderazgo" (p. 106). Lo declaran "vocero
del hombre medio" (p. 110), y coinciden los historiadores en que la
Unión Cívica Radical era el partido de la emergente clase media, mucho
más que representante de la clase obrera.
Con respecto a la personalidad política de Yrigoyen, afirma Félix Luna
en su primer libro, una biografía francamente partidaria publicada en 1954:
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BORGES, EL JOVEN RADICAL 185
Ya hacia 1915, algunos signos de reacción se notaron ... Faltaba aún el em-
pujón decisivo. Es que difícilmente se podía crear una cultura si primero lo
nacional no volvía a sí mismo. Fue entonces cuando el pueblo advino al po-
der. Entonces sus jugos ricos nutrieron a través del radicalismo y mediante
la labor rumbeadora de Yrigoyen, todas las posibilidades vitales de la Repú-
blica. Ese era el momento. Hasta entonces, construir una cultura auténtica
hubiera sido edificar una isla: ahora la Nación reintegrada a sus bases exigía
sin violencia pero firmemente, que también los dominios del espíritu se en-
riquecieran de pueblo, de tierra (Luna, p. 221).
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186 DANIEL BALDERSTON
Año tras año, Yrigoyen trató de dar publicidad a este mensaje [de la misión
histórica del radicalismo de implantar la democracia] en largos manifiestos
incoherentes, pero adoptó un aire de secreto conspirativo, sin hacer apari-
ciones públicas ni hablar nunca en público. También hizo un culto de aus-
teridad personal y vivía con deliberada frugalidad, aparentando constante-
mente pobreza, aunque era un terrateniente de cierta fortuna (Floria y
García Belsunce, p. 244).
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BORGES, EL JOVEN RADICAL 187
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188 DANIEL BALDERSTON
quial pero que eluda toda mímesis. La distancia como programa y la ciudad
de Buenos Aires como materia (p. 223).
Agrega Montaldo:
5 Borges reseñó un poemario de este autor en marzo de 1928. Es una reseña medida,
no excesivamente elogiosa, y se encuentra ahora en Textos recobrados (pp. 333-34).
6 CLAUDIA GILMAN cita en su ensayo sobre las polémicas (incluido en el volumen ya
citado de GRACIELA MoNTALDO, Yrigoyen, entre Borges y Arlt, el séptimo de una mítica
-e inexistente- Historia social de la literatura argentina), un texto paródico, "A El
Hombre", que Claridad publica en 1928, y que "atribuye a los martinfierristas un propó-
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BORGES, EL JOVEN RADICAL 189
sito extra-artístico: 'Desfacedor de viejos y caducos regímenes/ del gran salón presiden-
cial;/ Escucha nuestros ruegos, comprende nuestro gestos/ y dadnos consulados, cátedras
y otros puestos,/ Hombre genial y sin igual!"' (p. 55). Dice que el poema lo "firman"
Borges, Marechal, Olivari, González Tuñón, Rojas Paz, Bernárdez, López Merino "y
otras necesidades" (p. 55).
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190 DANIEL BALDERSTON
Igual que en la cita anterior de las notas de Cuaderno San Martín, Yri-
goyen preside de lejos, y de modo bastante enigmático, el júbilo partida-
rio de los jóvenes intelectuales yrigoyenistas. Su mayor ejemplo político, el
ejemplo de los veintitantos años que se mantuvo al margen de la política
corrupta de la nación hasta que pudo conseguir el sufragio popular, su in-
tramigencia, tiene que haber influido en sus partidarios del grupo martin-
fierrista que así lucharon hasta provocar la desaparición de la revista.
Es interesante que en los mismos años en que Borges cuestionaba la
"personalidad" como valor literario y cultural -sobre todo en el conoci-
do ensayo "La nadería de la personalidad" de Inquisiciones-, haya apo-
yado la vertiente "personalista" del radicalismo. Pero, como ya vimos, el
"personalismo" de Yrigoyen se caracterizaba por cierta reserva, por un ai-
re de conspirador, y por la falta de apariciones públicas: algunas de las
mismas características que Borges celebraba en figuras culturales como
Macedonio Fernández y Xul Solar (a la vez que la noción del político co-
mo "vocero del hombre medio" lo emparenta con otro héroe de Borges
en esta época, Evaristo Carriego). Como afirma Luna: "El profesor sin
sueldo que era Yrigoyen, continuó haciendo docencia siempre, transfor-
mando su gobierno en cátedra" (p. 261); es un maestro lejano, huraño,
que se comunica detrás de puertas cerradas y a través de documentos
escritos. Años después, en "El Congreso", ¿no estaría pensando en una fi-
gura así que llegara por caminos inesperados a presidir un Congreso del
Mundo?
Otro factor nada deleznable es que al convertirse en un intelectual
importante del yrigoyenismo, Borges se transformaba en el anti-Lugones.
A lo largo de los años veinte, Borges se construye en contra de lo que re-
presenta para él la figura de Lugones, y en lo político quedaba claro, a
partir de sus discursos de 1923 y 1924 a favor del militarismo, que el poe-
ta nacional era el ideólogo de un fascismo local. Lugones sería en 1930 el
intelectual más cercano al general Uriburu en el golpe que derrocó a Yri-
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BORGES, EL JOVEN RADICAL 191
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192 DANIEL BALDERSTON
Y más adelante: "Yrigoyen vive, como viven los personajes cuyo que-
hacer no lo fue para un momento sino para siempre. Hay figuras que
aunque mueran, no mueren" (p. 443). La figura de Yrigoyen es enigmáti-
ca en su reserva, su distancia, su secreto; en ese sentido, sigue, como había
dicho Borges en 1926, "privilegiado por la leyenda y que va en ella como
en un coche cerrado".
Recordemos ahora la frase de Inquisiciones de que los caudillos argen-
tinos suelen rehuir la expresividad, suelen guardar cierto pudor verbal y
vital: "En pueblos de mayor avidez en el vivir, los caudillos famosos se
muestran botarates y gesteros, mientras aquí son taciturnos y casi desga-
nados. Les restaría fama provechosa el impudor verbal". En un ensayo de
gran importancia en Otras inquisiciones, "El pudor de la historia", Borges
propone que algunos de los incidentes máximos de la historia son casi se-
cretos, y a veces son pequeños diálogos, medias palabras, gestos silencio-
sos -y no, por ejemplo, las batallas y los vistosos acontecimientos públi-
cos que recuerda la historia política y militar. Escribe en este ensayo de
1952: "He sospechado que la historia, la verdadera historia, es más pudo-
rosa y que sus fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiem-
po, secretos" (Obras completas, p. 754). El ejemplo máximo de esto "ocu-
rrió en Islandia, en el siglo XIII de nuestra era" (p. 755): no es el diálogo
en Inglaterra en el siglo XI entre un noruego y un sajón, sino el hecho de
que Snorri Sturluson, "un hombre de la sangre de los vencidos, [haya si-
do] quien la haya perpetuado" (p. 756). Al escoger un ejemplo así, apa-
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BORGES, EL JOVEN RADICAL 193
Es una foto de militares, como tantas otras. Larga fila de hombres de armas,
la mayoría del Ejército argentino, con el uniforme de la época ... La homo-
geneidad de una foto de oficiales es obvia y está subrayada, exasperada por la
uniformidad, por el orden militar: las mismas viseras, las botas iguales, la si-
milar postura ... Pero un detalle desordena la información clásica, esperada,
en una fotografía de militares tomada a solas y en una reunión propia. Es el
punctum, el agujero, la mancha, una súbita incongruencia. En el centro,
junto al jefe militar, se ve a un hombre de civil, con atildado traje oscuro,
que no apoya sus manos en un sable sino sobre un bastón. Este hombre ocu-
pa, sin duda, un sitio preferencial, pero sólo puede restituirse el orden de la
foto si pensamos que en su centro jerárquico la conducción es doble o tiene
dos caras. Si sabemos luego que el jefe es José Félix Uriburu, líder de la revo-
lución de 1930, y que el civil es Leopoldo Lugones, el poeta oficial de la na-
ción, "el primer escritor de nuestro idioma" (la frase es de Borges, en 1938),
la imagen adquiere de pronto un valor arquetípico y arqueológico. Porque
en ella advertimos al Jefe Militar y al Poeta reunidos en un centro de Poder
acaparado: el de la república democrática uno, el de la palabra el otro. Auto-
cracia y monologismo. Un centro monopólico y custodiado y que se impone
por la fuerza (pp. 163-64).
Tal vez se entiende ahora, después de este rápido recorrido de los tex-
tos yrigoyenistas de Borges y de sus reflexiones sobre el "pudor de la his-
toria", el abismo que hubo entre esta postura de vate nacional, autoritario
y hermanado con las altas esferas del poder, y la postura titubeante, tími-
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da, más dispuesta a escuchar que a imponer su voz, que asume Borges en
la nota sobre la noche electoral que pasó con los compadritos al lado de la
Chacarita. Borges escucha, comparte, y disfruta del recuerdo, y su jefe, El
Hombre, es taciturno, huraño, enigmático. Es el recuerdo de un encuen-
tro con ese fantasma tan anhelado, a veces tan falso e impuesto, pero aquí
tal vez no: un encuentro con el pueblo. Borges no es un escritor tan enfá-
tico como, por ejemplo, el Neruda de Confieso que he vivido, que recuerda
como máxima consagración una reunión en que la gente humilde le pidió
que leyera sus poemas y lo llamó hermano (Neruda, pp. 240-42). El ar-
gentino prefiere esconder este momento máximo en una nota a un poema
sobre un cementerio (una nota que borrará de la versión de Cuaderno San
Martín que está en las Obras completas). Pero cómo no leer muchos textos
de Borges como confirmación de este encuentro íntimo, secreto. Abro
Textos recobrados, por ejemplo, y me encuentro casi al azar con estas frases
de un texto de enero de 1928 sobre (y en contra de) el gongorismo:
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BORGFS, EL JOVEN RADICAL 195
de muchos, ahora, Para que honras mayores sean en esta tierra, tiene que ol-
vidar honras, Su recuerdo es casi un remordimiento, un reproche de cosas
abandonadas sin la intercesión del adiós. Es recuerdo que se recata, pues el
destino criollo así lo requiere, para la cortesía y perfección de su sacrificio
(pp. 363-64).
Sin duda, la figura huraña que preside este momento casi guevarista de
Borges -el inesperado Borges pensador de utopías, el que anhela la apari-
ción del "hombre nuevo", el que cree en la conspiración por "poetizar" el
mundo y por la desaparición de las naciones en la nueva (y futura) nación-
es la figura mítica que llegó a presidente, El Hombre, Hipólito Yrigoyen.
ÜBRAS CITADAS
BoRGES, Jorge Luis. Cuaderno San Martín. Cuadernos del Plata, Buenos Aires,
1929.
- - - Ficcionario: Una antología de sus textos. Comp. Emir Rodríguez Mone-
gal. Fondo de Cultura Económica, México, 1981.
- - - - El idioma de los argentinos (1928). Seix Barral, Buenos Aires, 1994.
- - - Inquisiciones (1925). Seix Barral, Buenos Aires, 1993.
- - - Luna de enfrente. Proa, Buenos Aires, 1925.
- - - Obras completas. Emecé, Buenos Aires, 1974.
- - - Obras completas en colaboración. Emecé, Buenos Aires, 1979.
- - - El tamaño de mi esperanza (1926). Seix Barral, Buenos Aires, 1993.
- - - - Textos recobrados, 1919-1929. Emecé, Buenos Aires, 1998.
FLORIA, Carlos A. y César A. García Belsunce. Historia política de la Argentina
contemporánea, 1880-1983. Alianza, Madrid, 1988.
LUNA, Félix. Yrigoyen [ 1954]. Ed. Desarrollo, Buenos Aires, 1964.
MoNTALDO, Graciela, comp. Yrigoyen, entre Borges y Arlt (1916-1930), vol. 7 de
la Historia social de la literatura argentina. Ed. Contrapunto, Buenos Aires,
1989.
NERUDA, Pablo. Confieso que he vivido: memorias. Seix Barral, Barcelona, 1974.
ÜLEA FRANCO, Rafael. El otro Borges. El primer Borges. Fondo de Cultura Econó-
mica y El Colegio de México, Buenos Aires, 1993.
ÜSORIO, Nelson T., ed. Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia litera-
ria hispanoamericana. Ayacucho, Caracas, 1988.
PRIETO, Adolfo, comp. El periódico Martín Fierro. Galerna, Buenos Aires, 1968
(Colección Las Revistas, 1).
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