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Carlos Aurelio Rubira Infante (Guayaquil, Ecuador, 16 de septiembre de 1921) es un

compositor ecuatoriano de música popular.

Igualmente orgulloso se manifiesta del pasacalle Guayaquileño madera de guerrero, que


escribió en 1943 y cuyo aniversario será objeto de un homenaje. “Me han hecho tantos, tengo
numerosas medallas y más de 700 diplomas, sin embargo, recordar esta melodía es importante,
porque recoge el sentimiento del pueblo y describe su rebeldía”.

Rubira señala que cuando escribió Guayaquileño madera de guerrero vivía en la Capital. Era
profesor de un coro y mientras estaba en su casa, uno de sus alumnos le comentó que un grupo
de muchachos “hablaba horrores de su tierra”. Él salió en defensa y les hizo entender que el
puerto principal era un gran soporte para la economía del país.

Sin mayores preámbulos, Rubira les dijo: “Yo nací en esa tierra de las bellas palmeras, de
cristalinos ríos, de paisaje ideal. Nací en ella y la quiero y por ella, aunque yo muera, la vida yo
la diera por no verla sufrir. Ahí me falló la rima, pero seguí hablando de mi ciudad”, indica con
buen humor. Agrega que al final los detractores lo aplaudieron.

Según el compositor, la improvisación es una de sus mayores cualidades. Por ello pudo aflorar
con facilidad sus sentimientos por la urbe porteña. Han pasado 60 años y el contenido de su
melodía no ha variado. La ciudad tiene un nuevo rostro, no obstante, sigue siendo huancavilca,
rebelde y altiva. “Los guayaquileños son francos y valientes. No se detienen para decir un
piropo ni para defender a su terruño”.

Estos recuerdos, escritos con mucho cariño y respeto para Carlos Rubira Infante, quieren ser un
acto de desagravio ante la audacia del moribundo partido Social Cristiano, que se ha tomado
uno de los versos de este hermoso pasacalle, para bautizar al nuevo movimiento político de los
pelucones, que se valen de este subterfugio para tratar de engañar al auténtico “madera de
guerrero”, que es el pueblo Guayaquileño, que lucha diariamente en las calles del Puerto, para
salir de la miseria y la explotación, provocados por estos lobos feroces ahora disfrazados de
mansas palomas.

La mujer guayaquileña es guerrera, altiva, soñadora, valiente, trabajadora, sincera, irreverente,


luchadora, de sonrisa alegre y mirada cautivante. A ellas mis letras, mi eterna admiración,
respeto y cariño.

Se le caracteriza al chulla porque siempre andaba bien vestido, aunque fuese con el

único terno que tenía. Inclusive, debajo de su levita, el cuello, la pechera y los puños de la
camisa estaban unidos por cordones, aunque esto nunca llegó a probarse. Como complemento
de su atuendo llevaba un sombrero arriscado, con las alas vueltas hacia arriba.

El chulla quiteño era incumplido como él solo, pues en un Quito con lentos aires de aldea todo
el mundo se había acostumbrado a vivir sin apuro; veía con cinismo sus propias desgracias y
gozaba inventándose apellidos ilustres, viajes increíbles y fortunas derrochadas. Una de sus
manías era la de fabular, por lo que se dice que muchos de otras regiones del país, con solo
saber que era un chullita, terminaban por no creerle ni lo que pisaba, mientras que otros, se
apropiaron de su mundo imaginario e hicieron del chulla objeto de su admiración.

Y también describe y ubica como protagonista a uno de sus característicos personajes, el chulla
quiteño, aquel bohemio para quien la farra, los enamoramientos y la visión sencilla y simple de
la vida eran sus principales ‘atributos’.

Porque él había sido un chulla, uno de las jorgas estudiantiles… La Loma Grande, La Guaragua,
El Panecillo, La Plaza Grande y otros lugares fueron sitios de sus andanzas años atrás. También
influyó en el título el hecho de que la canción la solicitaron los estudiantes, también chullas, y el
gran cariño que siempre tuvo a Quito, ciudad cuyo tradicional personaje es el chulla,
precisamente”.

En uno de sus acápites, el 43, señala que la canción de Alfredo Carpio sirvió para difundir la
ideología, lo chulla y de la aceptación que tuvo en Quito, principalmente en las fiestas de
diciembre: “Chulla quiteño, tú eres el dueño de este precioso patrimonio cultural; Chulla
quiteño tú constituyes también la joya de este Quito colonial”.

Durante el Barroco fue una de las danzas incorporadas a la música culta y se hizo muy popular.
Tomó la forma de variaciones sobre un bajo, con ritmo de 3/4. El pasacalle La follia di Spagna
se convertirá en uno de los más populares de toda Europa y numerosos compositores
compusieron obras basadas en él (por ejemplo, Arcangelo Corelli, Jean-Baptiste Lully, Marin
Marais o Antonio Salieri). Johann Sebastian Bach utilizará también el pasacalle en varias de sus
obras y, durante el Romanticismo, es especialmente célebre el último movimiento de la Cuarta
Sinfonía de Johannes Brahms.
Posteriormente, ha tomado el nombre de pasacalle distintas composiciones pensadas para ser
interpretadas por bandas o rondallas.

Algunos instrumentos utilizados para la rondalla primitiva fueron influenciados por los
instrumentos musicales mozárabes de la época, entre ellos la guitarra, la flauta, la vihuela, la
mandolina, las castañuelas y la pandereta. También se utilizaron (y aún hoy se pueden escuchar)
una gama completa de instrumentos, como la vihuela mexicana, el violín y el violonchelo, así
como las marimbas, el xilófono, el arpa, y los timbales.

Música popular de ritmo vivo que se toca por la calle con trompetas, tambores y otros
instrumentos de acompañamiento: las fiestas del pueblo estuvieron amenizadas por pasacalles ,
chirigotas y desfiles. 2. [Música] Antigua danza barroca de origen español, de ritmo ternario y
movimiento lento. 3. [Por extensión] Música que acompañaba a este baile. Sinónimos Marcha,
pasodoble, tamborrada, tonada

Actualmente se interpreta con la mezcla de instrumentos autóctonos del Ecuador como: el


rondador, Pingullo, Bandolín, dulzainas, se suman a estos instrumentos extranjeros como: la
guitarra, quena, bombos, zampoñas, etc. incluso con instrumentos electrónicos dándole un toque
de modernidad y estilización.

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