El ejercicio fiscal 2019, ha sido atípico en muchos sentidos, pero especialmente
en cuanto concierne al tratamiento de las ganancias y pérdidas cambiarias. Después de 15 años de férreo control de cambios (febrero 2003-septiembre 2018), es el primer ejercicio que transcurre, en su totalidad, en un ambiente de libre convertibilidad de la moneda (salvo específicas excepciones consagradas en el Convenio Cambiario No.1) que, con todas sus falencias, es muy distinto a la situación anterior al 7 de septiembre de 2018. Además, no hay penalización de las operaciones de cambio ni de la oferta de bienes y servicios en moneda extranjera; no hay tasa de cambio oficial, sino un “tipo de cambio de referencia” (que no es lo mismo, ni tiene los mismos efectos jurídicos); y no ha habido devaluación oficial (valga el pleonasmo) de la moneda. Ha habido sí, una descomunal “desvalorización” de la moneda de curso legal, que ha implicado el registro contable de ingentes pérdidas o, según el caso, de supuestas ganancias cambiarias por la exponencial y permanente variación del tipo de cambio (siempre hacia el alza). Habida cuenta de esa alteración sustancial del entorno cambiario ¿cómo deben tratarse fiscalmente las pérdidas y/o las ganancias cambiarias? La doctrina y la jurisprudencia, producida bajo la vigencia del control de cambios, donde las variables a considerar eran distintas, tal vez no es suficiente o debería ser adaptaba. Contribuyentes con pasivos en moneda extranjera, se han colocado en la situación del 264 del Código de Comercio (quiebra técnica), mientras que contribuyentes con activos en moneda extranjera, son llamados a registrar “ganancias” exorbitantes derivadas de un simple ajuste contable ¿La “realización” de la ganancia, por la aplicación de la peculiar fórmula contenida en el artículo 186 de la LISR (incluida en el régimen de API que, dicho sea de paso, no aplica a los SPE), implica realmente que existe una renta disponible y por ende gravable a los fines del ISLR? ¿o realización y disponibilidad, como sostiene JRAIGE y confirmó ROCHE, son dos eventos distintos, de modo que el primero no implica necesariamente el segundo? ¿A los fines del ISLR, que la diferencia en cambio provenga de una devaluación o una desvalorización, según el caso, es relevante como afirma ROMERO-MUCI, porque en el primer supuesto hay disponibilidad y en el segundo no, o no es relevante en lo absoluto porque el artículo 186 no hace esa distinción, como afirma CASTILLO? Un grupo de avezados Contadores Públicos y Licenciados en Ciencias Fiscales, que de manera muy diestra han lidiado desde hace años con este tema y que omito nombrar porque son muchos y puedo pecar por omisión, tienen interesantísimas posiciones sobre este enrevesado asunto desde las perspectivas fiscal, contable, financiera y económica. En cualquier caso, lo cierto es que no hay consenso entre asesores tributarios. Humildemente y con genuino y absoluto respeto de las posiciones de cada quien, nos sentimos tentados a acompañar a CASTILLO cuando, siguiendo las enseñanzas del Decano Don PEDRO TINOCO (h), afirma que: “…creemos que la adecuada consulta del principio de la capacidad contributiva impone necesariamente reconocer tales diferenciales [cambiarios] cuando efectivamente se extinga el pasivo, o se reciba el importe debido, pues será ese momento y no otro cuando el patrimonio efectivamente se incremente, o bien, acuse el decremento en caso de tratarse de una deuda”. La interpretación de CASTILLO, pensamos, y todas las que se hayan pronunciado en similar sentido (me excuso si omito algún otro autor) se aviene totalmente a la interpretación constitucional de las normas tributarias, con pleno respeto al postulado conforme al cual, los tributos deben recaer sobre manifestaciones reales, y no meramente nominales, de capacidad económica (art. 316CN); y, además, cumple con la exigencia de interpretar las normas tributarias atendiendo a su fin y significación económica (ex art. 5 del COT), siempre entendiendo esta interpretación como preeminencia de la realidad sobre la apariencia, de la sustancia sobre la forma. En todo caso, y como dicen los amigos del Norte, este asunto no es “crystal clear”, de modo que pareciera que es necesario analizar el nuevo entorno cambiario y revisitar los criterios sostenidos hasta ahora sobre la imposición de las variaciones cambiarias.