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representa sino que se lo vive, se está plegado a su leyes mientras estas tienen curso, y se
lleva así una existencia de carnaval” (folleto). Los espectadores no asisten al carnaval, sino
que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo (libro).
Las múltiples manifestaciones de esta cultura pueden subdividirse en tres grandes categorías:
1) Formas y rituales del espectáculo (festejos carnavalescos, obras cómicas
representadas en las plazas públicas, etc.);
2) Obras cómicas verbales (incluso las parodias) de diversa naturaleza: orales y
escritas, en latín o en lengua vulgar;
3) Diversas formas y tipos del vocabulario familiar y grosero (insultos, juramentos,
lemas populares, etc.).
Todos estos ritos y espectáculos ofrecían una visión del mundo, del hombre y de las
relaciones humanas totalmente diferente, deliberadamente no-oficial, exterior a la Iglesia y al
Estado; parecían haber construido, al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una
segunda vida a la que los hombres que pertenecen en una proporción mayor o menor y en la
que vivían en fechas determinadas. Esto creaba una especie de dualidad del mundo.
En realidad la función del grotesco es liberar al hombre de las formas de necesidad inhumana
en que se basan las ideas convencionales. El grotesco derriba esa necesidad y descubre su
carácter relativo y limitado. La necesidad se presenta históricamente como algo serio,
incondicional y perentorio.
RISA
La risa carnavalesca es ante todo patrimonio del pueblo (este carácter popular, como dijimos,
es inherente a la naturaleza misma del carnaval); todos ríen, la risa es «general»; en segundo
lugar, es universal, contiene todas las cosas y la gente (17)
La risa no queda tampoco reducida a una simple y pura ridiculización: conserva aún su
integridad, su relación con la totalidad de la evolución vital, su bi-polaridad y las tonalidades
triunfantes del nacimiento y la renovación… El proceso de reinterpretación de la risa sólo se
cumple posteriormente, como consecuencia directa de la instauración de la jerarquía de los
géneros y del lugar que la risa ocupará dentro de esta jerarquía.
El hombre medieval participaba al mismo tiempo de dos existencias separadas: la vida oficial
y la del carnaval; dos formas de concebir el mundo: una de ellas piadosa y seria y la otra
cómica. Ambos aspectos coexistían en su conciencia.
Ya dijimos que la risa de la Edad Media estaba excluida de las esferas oficiales de la
ideología y de las manifestaciones oficiales, rigurosas, de la vida y las relaciones humanas. I
La risa había sido apartada del culto religioso, feudal y estatal, de la etiqueta social y de la
ideología elevada.
El carácter universal de la risa: La burla medieval contiene los mismos temas que el género
serio. No sólo no exceptúa lo considerado superior, sino que se dirige principalmente contra
él. Además, no está orientado hacia un caso particular ni una parte aislada, sino. hacia lo
universal e integral, construye un mundo propio opuesto' al mundo oficial, una iglesia
opuesta a la oficial, un estado opuesto oficial.
La risa y el tiempo
había que invertir el orden de lo alto y lo bajo, arrojar lo elevado y antiguo y lo perfecto y
terminado al infierno de lo «inferior» material y corporal, donde moría y volvía a renacer.
Esto adquirió así una relación substancial con el tiempo y los cambios sociales e históricos.
El énfasis se pone en el porvenir, cuyo utópico rostro se encuentra una y otra vez en las
imágenes y ritos de la risa festiva y popular. De allí que a partir de los regocijos populares se
desarrollaran los orígenes de la visión histórica
LENGUAJE
durante el carnaval en las plazas públicas, la abolición provisoria de las diferencias y barreras
jerárquicas entre las personas y la eliminación de ciertas reglas y tabúes vigentes en la vida
cotidiana, creaban un tipo especial de comunicación a la vez ideal y real entre la gente,
imposible de establecer en la vida ordinaria. Era un contacto familiar y sin restricciones.
El lenguaje familiar de la plaza pública se caracteriza por el uso frecuente de groserías, o sea
de expresiones y palabras injuriosas, a veces muy largas y complicadas. Desde el punto de
vista gramatical y semántico, las groserías están normalmente aisladas en el contexto del
lenguaje y consideradas como fórmulas fijas del mismo género del proverbio.
Estas groserías representan para nosotros algo vinculado directamente a la vida de la plaza
pública, algo que se distingue por el carácter extraoficial y liberado propio de ésta, y sin
embargo, no podemos clasificarlas entre las formas de la literatura festiva popular, en el
sentido estricto de la palabra. Nos referimos sobre todo a ciertos elementos del lenguaje,
familiar, tales como groserías, juramentos, maldiciones y demás géneros verbales de las
plazas públicas.
El realismo grotesco solía jugar con esta doble significación, por así decirlo, con el
significado sublime y bajo del término.
Esta nomenclatura tiene un carácter específico. Se trata de las palabras dichas a voz en grito
en la plaza pública. En la vida cultural y cotidiana, el papel del sonido y de la palabra hablada
era mucho más importante que en nuestros días, esta época de la comunicación radial. La
cultura de la lengua vulgar era en gran medida la de la palabra proclamada a viva voz al aire
libre, en la plaza y en la calle. Los gritos ocupaban un lugar de suma importancia dentro de la
cultura de la lengua popular.
las imágenes verbales y demás gestos de ese tipo formaban parte del conjunto carnavalesco
estructurado en base a una lógica unitaria. Este conjunto es el drama cómico, que abarca a la
vez la muerte del viejo mundo y el nacimiento del nuevo. Cada una de las imágenes por
separado está subordinada a este sentido único y refleja la concepción del mundo unitaria que
se forma en las contradicciones, aunque la imagen exista aisladamente. En su participación en
este conjunto, cada una de estas imágenes es profundamente ambivalente: tiene una relación
muy importante con el ciclo vida-muerte-nacimiento.
Agregamos que este nuevo empleo de las campanas resulta tan imprevisto, que su
imagen parece adquirir una vida nueva. Surge ante nuestros ojos como algo
absolutamente inédito, en un ambiente nuevo, insólito, donde nunca se las puede ver. El
plano en que se efectúa este renacimiento de la imagen es el principio material y
corporal representado en este caso por el banquete. Destaquemos una vez más el
carácter literal, la topografía precisa de la degradación: las campanas colgadas en lo
alto, en su campanario, descendidas y colocadas bajo las mandíbulas que mastican. Esta
pintoresca resurrección de las campanas está evidentemente alejada del acto animal de
la absorción de alimento y del banquete ordinario y privado. (ejemplo)
Los episodios y figuras estudiados hasta ahora, las escenas de batallas, peleas, golpes,
ridiculizaciones, destronamientos, tanto de hombres (los representantes del viejo poder
y de la concepción antigua) como de cosas (las campanas), están tratados y estilizados
dentro del espíritu de la fiesta popular y el carnaval. Son también ambivalentes: la
destrucción y el destronamiento están asociados al renacimiento y a la renovación, la
muerte de lo antiguo está ligada al nacimiento de lo nuevo; las imágenes se concentran
en la unidad contradictoria del mundo agonizante y renaciente.
Nos referimos al sistema de imágenes de la fiesta popular, representado del modo más
perfecto por el carnaval (aunque no exclusivamente por éste). En este plano la cocina y la
batalla coinciden con las imágenes del cuerpo despedazado.
Los golpes e injurias son el equivalente perfecto de ese disfraz o metamorfosis. Los insultos
ponen en evidencia el verdadero rostro del injuriado: lo despojan de sus adornos y de su
máscara; los insultos y los golpes destronan al soberano.
Las injurias representan la muerte, la juventud pasada y convertida en vejez, el cuerpo vivo
vuelto cadáver. Los insultos son el «espejo de la comedia» puesto ante el rostro de la vida que
se aleja, ante el rostro de lo que debe sucumbir bajo la muerte histórica.
Los golpes tienen una significación simbólica más amplia y ambivalente: matan (en un
extremo) y dan una nueva vida, terminan con lo antiguo y comienzan con lo nuevo. De allí
que el episodio tenga un carácter carnavalesco y báquico desenfrenado.
Las batallas sangrientas, los despedazamientos, los sacrificios en la hoguera, los golpes, las
palizas, las imprecaciones e insultos, son arrojados al seno del «tiempo feliz» que da la
muerte y la vida, que impide la perpetuación de lo antiguo y no cesa de engendrar lo nuevo y
lo joven.
BANQUETE
Las batallas sangrientas, los despedazamientos, los sacrificios en la hoguera, los golpes, las
palizas, las imprecaciones e insultos, son arrojados al seno del «tiempo feliz» que da la
muerte y la vida, que impide la perpetuación de lo antiguo y no cesa de engendrar lo nuevo y
lo joven. cuerpo se evade de sus límites; traga, engulle, desgarra el mundo, lo hace
entrar en sí, se enriquece y crece a sus expensas. El encuentro del hombre con el mundo que
se opera en la boca abierta que tritura, desgarra y
masca es uno de los temas más antiguos y notables del pensamiento humano. El hombre
degusta el mundo, siente el gusto del mundo, lo introduce en su cuerpo, lo hace una parte de
sí mismo
Como ya dijimos, este último es el símbolo de la seriedad pía y oficial, de «la piedad y el
temor de Dios». El vino libera de la piedad y del temor. «La verdad en el vino» es una verdad
libre y sin temor. Importa señalar otro hecho capital: el vínculo particular de las frases
intercambiadas en el curso del banquete con el porvenir y la celebracion ridiculización. Este
aspecto está todavía vivo en los discursos y brindis pronunciados actualmente en los
banquetes.
«Ocurre lo mismo en la embriaguez: luego de un aumento súbito de sangre, las almas cambian
los pensamientos que contienen, y los hombres, olvidando los males presentes, aceptan la
esperanza de los bienes futuros.» El carácter utópico de las palabras del banquete, todavía
vivo en los discursos y brindis, no está separado de la tierra: el triunfo futuro de la humanidad
es representado en las imágenes materiales y corporales de ;lbulJdancia y de renovación del
hombre.
En la poesía de los vagantes, las imágenes del beber, del comer, del
juego y del amor revelan los lazos que les unen a las formas de la fiesta
popular.
Entre todos los rasgos del rostro humano, solamente la boca y la nariz (esta última como
sustituto del falo) desempeñan un rol importante en la imagen grotesca del cuerpo. Las
formas de la cabeza, las orejas, y también la nariz, no adquieren carácter grotesco sino
cuando se transforman en formas de animales o de cosas. Los ojos no juegan ningún rol:
expresan la vida puramente individual, y en algún modo interna, que tiene su existencia
propia, la del nombre, que no cuenta mucho para lo grotesco. Sólo cuentan los ojos
desorbitados (como en la escena del tartamudo y de Arlequín), pues 10 grotesco se interesa
por todo lo que sale, hace brotar, desborda el cuerpo, todo lo que busca escapar de él. Así es
como las excrecencias y ramificaciones adquieren un valor particular; todo 10 que, en suma,
prolonga el cuerpo, uniéndolo a los otros cuerpos o al mundo no corporaL Además, los ojos
desorbitados interesan a 10 grotesco porque testimonian una tensión puramente corporal. Sin
embargo, para 10 grotesco, la boca es la parte más notable del rostro. La boca domina. El
rostro grotesco supone de hecho una boca abierta, y todo lo demás no hace sino encuadrar esa
boca, ese abismo corporal abierto y engullente.
la lógica artística de la imagen grotesca ignora la superficie del cuerpo y no se ocupa sino de
las prominencias, excrecencias, bultos y orificios, es decir, únicamente de 10 que hace
rebasar los límites del cuerpo e introduce al jaudo de ese cuerpo.' Montañas y abismos, tal es
el relieve del cuerpo grotesco o, para emplear el lenguaje arquitectónico, torres y
subterráneos.
las imágenes grotescas del cuerpo predominan en el lenguaje no oficial de los pueblos, sobre
todo allí donde las imágenes corporales están ligadas a la injuria y la risa; de manera general,
la temática de la injuria y de la risa es casi exclusivamente grotesca y corporal; el cuerpo que
figura en todas las expresiones del lenguaje no oficial y familiar es el cuerpo
fecundante-fecundado, que da a luz al mundo, comedor-comido> bebiente, excretador,
enfermo, moribundo;
De este modo, el tema del cuerpo procreador se une al tema y a la sensación viviente de la
inmortalidad histórica del pueblo. Hemos explicado que la sensación viviente que tiene el
pueblo de su inmortalidad histórica colectiva constituye el núcleo mismo del conjunto del
sistema de imágenes de la fiesta popular. La concepción grotesca del cuerpo constituye así
una parte integrante, inseparable de este sistema. Es lo que hace que, en Rabelais, el cuerpo
grotesco guarde relación no solamente con los motivos cósmicos, sino también con los
motivos históricos de una sociedad utópica y, ante todo, con los de la sucesión de las épocas
y de la renovación histórica de la cultura.
Las imágenes que expresan este combate están a menudo mezcladas con las otras, reflejando
la lucha paralela que se desarrolla en el cuerpo del individuo contra su nacimiento en los
dolores y el presentimiento de la agonía. El temor cósmico es más profundo y esencial; parece
refugiado en el cuerpo procreador de la humanidad, y de este modo se insinuó en los
fundamentos mismos de la lengua, de las imágenes y del pensamiento. Este temor cósmico es,
pues, más esencial y fuerte que el temor individual y corporal de la muerte violenta, si bien a
veces sus voces se unen en las imágenes folk1óricas y sobre todo literarias. Este temor
cósmico ha sido legado por la impotencia de los primeros hombres frente a las fuerzas de la
naturaleza. La cultura popular ignoraba este temor, lo anestesiaba por medio de la risa, de la
corporalización cómica de la naturaleza y del cosmos, pues estaba fortalecida en su base por
la confianza indefectible en el poder y en la victoria final del hombre. Por el contrario, las
culturas oficiales utilizaban a menudo, e incluso cultivaban, este temor a fin de humillar y
'Oprimir al hombre.
de tres actos esenciales de la vida del cuerpo grotesco: el acto carnal, la agonía-expiración
(bajo su expresión grotesca y cómica: lengua afuera, ojos absurdamente desorbitados, asfixia,
estertores, etc.) y el alumbramiento. Muy a menudo, además, estos tres actos se van
transjormando uno en otro} se funden en la medida en que sus síntomas y manifestaciones
aparentes son idénticos (esfuerzo, tensión, ojos desorbitados, sudor, temblor de los miembros,
etc.). Se trata de un juego cómico original de la muerte-resurrección realizado por el mismo
cuerpo, que cae sin cesar en la tumba para incorporarse luego sobre el nivel de la tierra, para
no verse sin cesar de abajo arriba (número habitual del payaso que se hace el muerto para
resucitar de manera imprevista).
LO INFERIOR
El rebajamiento es, finalmente, el principio artístico esencial del realismo grotesco: todas las
cosas sagradas y elevadas son reinterpretadas en el plano material y corporal. Hemos hablado
del columpio grotesco que funde el cielo y la tierra en su vertiginoso movimiento; sin
embargo, el acento es puesto allí no tanto en la ascensión como en la caída: es el cielo que
desciende a la tierra y no al revés.
Las imágenes de los objetos son liberadas así de los lazos de la lógica o del significado, se
suceden unas a otras con la misma libertad que en el coq-á-l'ane
El inventario de lo nuevo es ante todo festivo. Todos los objetos son reconsiderados y
re-evaluados de manera cómica. Es la risa que ha vencido al temor y toda seriedad
desagradable. De allí la necesidad de lo «bajo» material y corporal que a la vez materializa y
alivia, liberando las cosas de la seriedad falaz, de las sublimaciones e ilusiones inspiradas por
el temor.
Esta célebre definición de la divinidad: esfera cuyo centro está en todas partes y en
ningún lugar tiene circunferencia, no es de Rabelais, sino que fue tomada de la doctrina
de Hermes Trismegisto; la encontramos en el Roman de la Rose, en San Buenaventura,
Vincent de Beauvais y otros autores. Rabe1ais, al igual que el autor del Libro Quinto y
la mayoría de sus contemporáneos, la consideraba ante todo como una descentralización
del universo,' su centro no está en el cielo, sino está en todas partes; así pues, todos los
lugares son iguales. Lo que daba al autor de este pasaje el derecho de trasladar el centro
relativo del cielo a un punto situado bajo tierra, es decir al lugar que, según las
concepciones de la Edad Media, era diametralmente opuesto a Dios: en los infiernos.
El infierno encarna la imagen original del balance, la del fin y acabamiento de las vidas
y destinos individuales, al mismo tiempo que el juicio definitivo de cada vida humana en
su conjunto, juicio en cuya base estaban asentados los criterios superiores de la
concepción cristiana oficial, (religiosa y metafísica, ética, social y política).
El carnaval celebra el aniquilamiento del viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo, del año
nuevo, de la nueva primavera, del nuevo reino viejo mundo aniquilado es dado junto con el
nuevo, es representado con él, como la parte agonizante del mundo bicorporal único. Esta es
la razón porla cual las imágenes del carnaval ofrecen tantas cosas invertidas: rostros al revés,
proporciones violadas a propósito.
TIEMPO
En este mundo inmediato, todo es individual y único, histórico. El rol de lo general y del
nombre común es mínimo: cada objeto quiere, por así decirlo, ser llamado con un nombre
propio. Es característico advertir que, incluso en las comparaciones y confrontaciones,
Rabelais se esfuerza siempre en citar objetos y hechos individuales, únicos en la historia.
Esta pluriactividad de las lenguas, la facultad de observar su propia lengua desde fuera,
es decir con los ojos de las otras lenguas, liberan de manera excepcional a la conciencia
con relación a la lengua. Esta se convierte en algo extremadamente plástico, incluso en
su estructura formal y gramatical. En el plano artístico e ideológico, lo que importa es,
ante todo, la excepcional libertad de las imágenes y de sus asociaciones, con relación a
todas las reglas verbales y a toda la jerarquía lingüística en vigencia. La distinción entre
lo elevado y lo bajo, lo prohibido y lo autorizado, lo sagrado y lo profano, pierde toda su
fuerza.
En el realismo grotesco (es decir en el sistema de imágenes de la cultura cómica popular) el
principio material y corporal aparece bajo la forma universal ge fiesta utópica. Lo cósmico, lo
social y lo corporal están ligados indisolublemente en una .totalidad viviente. e indivisible. Es
un conjunto alegre y bienhechor.
Es un típico carnaval grotesco, que convierte el combate en cocina y banquete, las armas y
los cascos en utensilios de cocina y tazones de afeitar y la sangre en vino (episodio del
combate con los odres de vino), etc.
las imágenes grotescas conservan una naturaleza original, se diferencian claramente de las
imágenes de la vida cotidiana, pre-establecidas y perfectas. Son imágenes ambivalentes y
contradictorias, y que, consideradas desde el punto de vista estético «clásico», es decir de la
estética de la vida cotidiana preestablecida y perfecta, parecen deformes, monstruosas y
horribles.
La tunda es tan ambivalente como las groserías que se vuelven elogios. En el sistema de
imágenes de la fiesta popular, no existe la negación pura y abstracta. Las imágenes tratan de
abarcar los dos polos del devenir en su unidad contradictoria. El apaleado (o muerto) es
adornado; la tunda es alegre; comienza y termina en medio de risas. (golpes) … Se le golpea
y ridiculiza, pero los golpes son justificados: facilitan el nacimiento del nuevo. Son golpes
alegres y armoniosos, y tienen un aire de fiesta. También las groserías son justificadas y
alegres. Se adorna al protagonista como víctima cómica (el quisquilloso es arreglado con
cintas).