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CONDUCTA PROSOCIAL

La psicología social, a lo lago de los últimos años, ha buscado dar respuesta a


múltiples fenómenos que se manifiestan vehemente en el comportamiento del ser humano
en convivencia con un entorno y ambiente social determinado. Un elemento al cual dicha
disciplina le ha otorgado suma importancia, es la conducta prosocial, entendida pues,
como todo comportamiento de un sujeto, que está dirigido a beneficiar a otra persona. En
este sentido, se ha planteado la interrogante que alude al porqué los sujetos, en determinado
contexto, suelen brindar apoyo a individuos inmersos en un ambiente cercano a ellos. Así
pues, un breve acercamiento a la explicación causal de dicho fenómeno, y, por ende, a la
explicación causal de la no ocurrencia del mismo, implicaría inmiscuirnos en diversas
áreas.

Los grandes teóricos han optado, en una primera instancia, por explicar la
manifestación del comportamiento prosocial, como una importancia percibida por parte de
un sujeto, a incrementar el afecto positivo de una situación, y a su vez, aminorar el afecto
negativo de la misma. O incluso, pudieran recurrir a la explicación de factores internos
orgánicos que lideran dichas tendencias de colaboración social. Así pues, dos importantes
figuras de la presente disciplina, Baron D. y Byrne D., proponen cuatro factores ligados a la
explicación causal de fenómeno tratado: 1) hipótesis de la empatía-altruismo, 2) modelo
del alivio de un estado negativo, 3) hipótesis de la alegría empática, y 4) modelo del
determinismo genético.

Al trabajar bajo la premisa de la hipótesis de la empatía-altruismo, nos propone los


autores, se afirma que los sujetos pueden verse impulsados, por la motivación o deseo
desinteresado a actuar en beneficio de los demás. Generalmente, dichas conductas suelen
manifestarse como consecuencia de los sentimientos de compasión y empatía que
desembocan en buscar el bienestar de otra persona (Batson, Turk et al., 1995). En este
sentido, una persona ayudará a otra, porque se siente bien realizando un acto colaborativo.

En lo que al modelo de alivio de un estado negativo respecta, plantea la literatura


mencionada, que las personas optan por adquirir conductas prosociales porque se
encuentran en un estado de ánimo negativo, experimentando entonces, emociones
incómodas (tristeza, molestia, remordimiento), las cuales buscan aminorar a través de
dichos comportamientos. En este sentido, no interesa si las emociones se activaron como
producto de la situación de emergencia, o proviene de algún otro factor causal, ya que, de
igual manera, las personas buscarán emitir la acción prosocial.
Cuando nos referimos, por otra parte, a la hipótesis de la alegría empática, nos
ceñimos a la premisa de que las personas suelen ayudar a otras, por el deseo de tener un
impacto positivo sobre alguien más, y que, como producto de esto, sentirse bien con la
acción de ayuda a un tercero.

Y, como último factor causal, pero no menos importante, el determinismo genético


propone que los individuos ayudan a quién se encuentra en un estado de emergencia, como
resultado de influencias genéticas a las cuales se atiende de manera inconsciente, así pues,
“la persona ayuda con el fin de maximizar las oportunidades de supervivencia de genes que
son como los del observador” (Baron, R. y Byrne, D, 2004).

Ahora bien, hemos de suponer que dichas teorías referentes a la explicación causal
de las conductas prosociales pueden ser extrapoladas a una determinada situación ocurrida
en un esquema social específico. Así pues, pudiéramos, desde un punto de vista práctico,
hacer referencia a la situación de crisis socio-económica que atraviesa Venezuela durante
los últimos diez años aproximadamente, que se ha maximizado progresivamente, siendo el
2019 el año donde ha surgido una mayor emergencia social como producto de, entre otras
cosas, la ausencia necesidades básicas para la vida cotidiana (comida, agua, electricidad,
medicinas, etc.). He de afirmar entonces, que, pese a que la sociedad venezolana se
caracteriza por su tendencia al deseo de compartir, y que, pese a que está compuesta por
personas comunes, enmarcadas en el modelo orgánico genético anteriormente mencionado,
en la actual crisis, muchas personas optan por esquivar la emisión de conductas prosociales.

Así pues, ¿qué lleva a algunas personas a no ayudar a otras que se encuentran en
estado de emergencia? O, llevando la teoría a la praxis, se plantea entonces: ¿Por qué
razones, no se hacen presentes más manifestaciones de conductas prosociales desde
espacios menos afectados por la crisis eléctrica, hacia espacios más afectados por la crisis
eléctrica?

Una posible explicación para la ocurrencia de esta ausencia de ayuda social, es la


difusión de la responsabilidad, término acuñado por Darley y Latané, cuando propusieron
que las personas tienen una menor iniciativa a ayudar a una persona en estado de
emergencia cuando hay una mayor cantidad de espectadores, ya que será menor la
responsabilidad que se acepta para hacerse caso de la situación (Baron, R. y Byrne, D,
2004). En este sentido, pudiera interpretarse entonces, que los individuos tienden a tener
menor iniciativa de conducta prosocial hacia personas que se vieron afectadas en mayor
medida por la crisis eléctrica, ya que, por ser un problema que afectó a gran parte del
territorio nacional, pudieran pensar que la responsabilidad de ayuda la podría tomar
cualquier otra persona, en lugar de ellos. O que, incluso, la responsabilidad propiamente
dicha, no correspondía a los ciudadanos per se, sino a un ente superior.
Otro posible factor causal para que se dé la ausencia de dicho fenómeno, es el de
atribuciones concernientes a la responsabilidad de la víctima, en este sentido, ayudaremos
a las personas, si consideramos que el motivo de su emergencia no ha sido una
consecuencia de su actuar previo. Así entonces, una razón por la cual pudiéramos
considerar que las personas que no se enfrentan a tantos problemas durante la crisis
eléctrica vivida en el país no ayuden, por ejemplo, a personas de zonas populares, o de
menores recursos, es el hecho de que consideren que las mismas se encuentran en dicha
situación por sus elecciones políticas previas, o incluso, su accionar en el presente clima
socio-político.

Por otra parte, plantean Batson y Thompson (2001), que, en medio de un proceso de
ayuda social, interactúan tres elementos motivadores a llevar o no llevar a cabo la conducta
prosocial. En una primera instancia, el egoísmo o interés personal que, según Baron y
Byrne, se define como “preocupación exclusiva por nuestro bienestar y necesidades
personales, en lugar de las necesidades y bienestar de los demás”. Como un segundo punto,
la integridad moral, que es el deseo o motivación a ser éticamente correctos a través de las
acciones emitidas. Y finalmente, la hipocresía moral, la cual conlleva a una acción
impulsada tanto por el interés propio, como por causar una buena apariencia externa.

En este orden de ideas, la tendencia a tomar la opción de no ayudar a sujetos en


situación de crisis pudiera estar mediada por uno de estos factores principales: el egoísmo.
Así pues, pudiera ser el caso, de que las personas decidieran no tomar la iniciativa de
colaboración al prójimo dado que existen prioridades personales a las cuales las personas
buscarán atender antes que a los demás. O que incluso, pudieran considerar que, el servicio
prestado a una persona en situación de emergencia, les pudiera ser útil, a ellos, en un futuro
próximo, por lo que optarán por guardarlo para prevención propia, en lugar de cederlo.

Finalmente, un último punto a tocar como factor causal de la tendencia a no ayudar,


es el fenómeno conocido como ignorancia pluralista, el cual radica en que “cuando
ninguno de los espectadores sabe con seguridad lo que está ocurriendo, cada uno depende
del ejemplo de los demás, y como resultado, nadie responde” (Baron, R. y Byrne, D, 2004).
Así pues, se evidencia entonces, que, como resultado de la enorme incertidumbre vivida en
país dado a los sucesos ocurridos y a ocurrir en las áreas políticas, económicas y sociales, la
gente opta por no emitir ninguna acción (ni prosocial, ni no prosocial).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Baron, R., Byrne, D. (2004). Psicología social. México. Pearson Prentice Hall

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