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Este trastorno, en comparación a otros, ha sido escasamente investigado hasta hace pocos
años. Esto pudo haber sucedido debido a la ausencia de criterios diagnósticos para definirlo y,
por otro lado, a su origen como una categoría diagnóstica residual, es decir, que solo puede
presentarse en comorbilidad con otros trastornos o como pródromo de otra enfermedad
mental. Sin embargo, según señala Barlow (1993), tanto el DSM III como el IV lo incluyen como
un trastorno de ansiedad aparte, que puede diagnosticarse aun en ausencia de cualquier otro
trastorno, aunque también puede coexistir con ellos.
Es uno de los trastornos de ansiedad con más incidencia a nivel poblacional (entre un 3 y 5%
de prevalencia).
Tal como señala A. Cía (2002), este trastorno, presenta síntomas característicos a 3 niveles:
fisiológico, cognitivo y conductual.
A nivel cognitivo se hacen presentes preocupaciones irreales y excesivas en la mayor parte del
tiempo de vigilia del individuo.
Las personas con TAG suelen experimentar ansiedad durante la mayor parte del día. Barlow
(1988) encontró que individuos con TAG sufrían ansiedad el 56% del tiempo de vigilia,
mientras que en el caso de pacientes con trastorno de angustia solo lo hacían en el 16% del
tiempo de vigilia.
Existe una alta prevalencia del sexo femenino en este trastorno, ya que el 65% de los pacientes
son mujeres.
Las personas con TAG llegan tardíamente a la consulta, y por lo general expresan que han
sentido ansiedad toda su vida. Es por ello, y por su evolución lenta y constante de la
enfermedad, que la mayoría de las personas interpretan que es una característica de su
personalidad, y debido a eso no consultan o tardan en hacerlo.
A diferencia de la mayoría de los trastornos de ansiedad en donde este sentimiento se
presenta como un estado transitorio, debido a la gran cantidad de tiempo que en el TAG las
personas experimentan ansiedad, es que aquí esta emoción pareciera observarse no como un
estado pasajero sino como un rasgo de personalidad.
Aunque los individuos que padecen ansiedad generalizada muchas veces no reconozcan que
sus preocupaciones son excesivas, tienen una especial dificultad para controlarlas, lo que les
provoca un malestar clínicamente significativo, además de un gran deterioro de su actividad
laboral, social y familiar.
El contenido de las preocupaciones casi siempre está relacionado con circunstancias normales
de la vida diaria, tales como la economía hogareña, temas laborales o familiares, y problemas
de carácter menor. Dentro del curso del trastorno, el tema de preocupación varía
constantemente de un tema a otro, aunque algunos pueden mantenerse por largo tiempo. En
los niños, las preocupaciones se centran en su rendimiento o la calidad de sus actuaciones.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL:
El trastorno de ansiedad inducido por sustancias como el trastorno de ansiedad debido a
enfermedad médica muchas veces pueden presentar similitudes sintomáticas con el trastorno
de ansiedad generalizada. Sin embargo, esto síntomas están inducidos, en el primer caso, por
una sustancia recientemente ingerida, la que se convierte en el agente etiológico de la
enfermedad, y en el segundo caso, los síntomas se consideran secundarios a los efectos
fisiológicos directos de una enfermedad subyacente. En el caso del trastorno inducido por
sustancias debemos considerar los síndromes de abstinencia al alcohol, benzodiacepinas y
opiáceos, ya que pueden confundirse con los síntomas del TAG. Para evitar un mal diagnóstico,
siempre deberemos indagar profundamente en el uso de sustancias por parte de los pacientes,
así como sobre alguna enfermedad médica presente o preexistente. Dentro de las afecciones
clínicas que debemos prestar especial atención al hipertiroidismo ya que puede cursar con
ansiedad.
Para diferenciar el TAG del trastorno de angustia, es que, en este último caso, las
preocupaciones están centradas en la posibilidad de padecer una crisis de angustia, mientras
que en el TAG estas abarcan diferentes problemáticas de la vida cotidiana del paciente. El caso
del TAG, los síntomas de ansiedad se presentan de manera más leve y persistente, a diferencia
el trastorno de angustia en donde los síntomas suelen aparecer repentina e intensamente.
También podemos utilizar como criterio diferencial el contenido de las preocupaciones, para
distinguir entre el TAG y la fobia social, ya que, en este último caso, las preocupaciones se
centran en pasarlo mal en público.
La ansiedad es frecuente también en el caso del estrés postraumático, por lo que el TAG no
debe diagnosticarse si el sujeto está cursando un trastorno de estrés postraumático.
Para el diagnóstico diferencial entre TAG y depresión deberemos considerar los siguientes
aspectos: mientras que en el TAG la edad de inicio es la adolescencia o temprana adultez, las
depresiones se inician de la adultez temprana en adelante. Por otro lado, si bien ambos
trastornos comparten como síntoma las permanentes preocupaciones, en el TAG estas se
orientan hacia el futuro (visto como amenazador), mientras que, en la depresión, las
preocupaciones se orientan hacia el pasado, y el sentimiento que las acompaña es la
desesperanza y no la sensación de amenaza. Otro punto importante es que en la depresión
existe anhedonia, mientras que en el TAG este síntoma está ausente. Por último, aunque en
ambos trastornos se presenten problemas de insomnio, en el TAG es de conciliación o medio,
mientras que en la depresión se experimenta como un despertar temprano.
Las preocupaciones constantes y sobre temas diversos son, según lo observado por diversos
autores, la característica principal de este trastorno.
El sujeto cree que preocuparse es efectivo y bueno porque les ayuda a: a) evitar consecuencias
negativas; b) disminuir la culpa; c) evitar la frustración; d) distraerles de preocupaciones por
cosas aún mayores f) ayudarles a encontrar una solución o una mejor manera de hacer las
cosas; g) contribuir al aumento de control sobre sus vidas.
Existe otra cuestión de interés en el TAG en relación a las preocupaciones: Estas pueden ser de
tipo 1 o de tipo 2. Todo lo que vimos anteriormente acerca de las preocupaciones,
corresponde a las de tipo 1. Estas son preocupaciones constantes, y, como dijimos,
relacionadas a distintos temas de la vida cotidiana del paciente. Sin embargo, en estos
pacientes, ocurre que perciben el hecho de que se encuentran preocupados la mayor parte del
día, y entonces, se preocupan por estar preocupados. Y esta otra preocupación, es la de tipo 2.
Entonces, la preocupación de tipo 2 consiste en una preocupación sobre la preocupación.
2- Generar soluciones alternativas: Este paso consiste en pedirle al paciente que piense en
todas las soluciones al problema que se le ocurren y realice una lista con ellas, incluyendo aun
las que piense más absurdas o impracticables. Para la confección del listado, el paciente podrá
pedir la colaboración de personas de su entorno, incluso la nuestra. La idea es que en el listado
figuren todas las alternativas posibles para la resolución del problema, sin excluir ninguna por
más incoherente que parezca. Este ejercicio provoca una disminución de la ansiedad y la
preocupación debido a que, si bien muchas alternativas serán ridículas para el paciente, es
probable que también pueda descubrir otras en las que no había pensado.
Se puede utilizar también la técnica del brainstorming o tormenta de ideas, en donde una o
varias personas expresan todas las ideas que se les ocurran.
3- Tomar una decisión: Esta parte del proceso consiste en evaluar de forma realista las
consecuencias probables de cada solución del listado, con el fin de determinar cuál es la mejor
estrategia para enfrentar el problema. Es aconsejable a veces pedirle al paciente que divida
una hoja en dos columnas, una para ventajas, y otro para desventajas, y bajo estas dos
categorías estudie cada alternativa del listado. Una vez finalizado el ejercicio, podremos
establecer de manera clara cuál es la solución que más ventajas y menos desventajas tiene.
4- Llevar a la práctica y evaluar la solución: Este momento se centra en verificar hasta qué
punto la predicción de los resultados era correcta. Para ello deberemos registrar y evaluar las
consecuencias de lo sucedido luego de aplicar la solución al problema que elegimos en el paso
3. Si el resultado es satisfactorio finaliza el proceso de resolución de problemas, si no,
deberemos revisar junto al paciente el proceso completo, desde el punto 1 (definición del
problema) hasta el 3, y recomenzar el proceso a la luz de la situación actual.
Cabe destacar que el objetivo central de este procedimiento consiste en que el individuo logre
incorporar la técnica a fin de generalizar su uso en la vida cotidiana y con cada nuevo problema
que se le presente.
Esta técnica se utiliza principalmente para pacientes cuyas preocupaciones se refieren a temas
altamente improbables y que no se apoyan en la realidad y que por consiguiente no son
modificables.
Exponer al sujeto a sus propios pensamientos, sin permitirle el escape, es decir, insistiendo en
llegar hasta el final de la cadena de “probabilidades” sobre su preocupación, del mismo modo
que frente a otras patologías exponemos al paciente a los estímulos provocadores de
ansiedad.
De esta forma se expone al sujeto a la imagen más temida, cosa que por lo general evita, y
esto hace que su sensibilidad frente a la misma disminuya, además de que en este proceso
puede descubrir que puede llegar a tener los recursos para enfrentar hasta sus peores
preocupaciones. Además, esta técnica nos ayuda a identificar los diferentes niveles de temor
padecidos por el paciente.
Cabe señalar que la exposición no se efectúa sobre toda la cadena de pensamientos que
involucra una preocupación sino sobre el último eslabón, en donde la persona imagina la peor
consecuencia, el peor pronóstico, lo más temido.
1) Que relate la escena más temida (luego de que hubiéramos indagado en ella por
medio de la técnica de flechas descendentes).
2) Que se la imagine durante 30 segundos.
3) Contención emocional (si fuese necesario).
4) Se repite el mecanismo.
Algunas veces, se puede incluso ir más allá de lo más temido, preguntándose por ejemplo las
consecuencias a más largo plazo. Por ejemplo, a alguien cuya preocupación máxima sería la de
perder a un ser querido, se le podrá preguntar, como se sentiría al año de su muerte, y a los 5
años, y a los 10 años, etc. Este ejercicio hace ver al paciente que aun incluso lo más temido
puede superarse, aunque tan solo sea con el tiempo.
PSICOEDUCACIÓN:
Comunicar al paciente todo lo referido a su trastorno es, una vez más, una parte fundamental
de la terapéutica.
Esta es otra técnica, muy común en terapia cognitiva y muy efectiva para esta patología.
Consiste en un registro en donde el paciente, frente a cada situación en la que sienta
preocupación, es decir, cuando aparecen creencias disfuncionales acerca de determinada
situación, deberá completar diferente información, tal como, la situación en la que se
encuentra, el estado de ánimo que acompañó a la preocupación, los pensamientos
automáticos e imágenes que aparecieron poco antes del estado de ánimo, la evidencia
(pruebas reales)a favor y en contra de estos pensamientos, y finalmente, una interpretación
alternativa a los hechos (si pudo conseguirla).
MINDFULLNESS:
El tratamiento es largo y a veces, debido a que se trata de un trastorno crónico, el éxito solo
consiste en una reducción de los síntomas o su intensidad.